La historia es la única rama del conocimiento que nos puede decir qué fuimos en el pasado, qué somos en el presente y qué seremos en el futuro.
martes, 29 de diciembre de 2015
domingo, 27 de diciembre de 2015
Batalla de Cepeda (1859)
Relato de la batalla de Cepeda el 23 de octubre de 1859 entre la tropas de Urquiza y las de Mitre. Por Leonardo Castagnino
LA GAZETA FEDERAL
miércoles, 23 de diciembre de 2015
“BELGRANO: LA DESCENDENCIA TUCUMANA” - Parte 3
Ahora bien, hemos dicho que Manuela Mónica, oficialmente
apellidada Rivas, jamás usó este apellido y reiteramos, fue reconocida en forma
expresa por su padre y así también al fallecimiento de este, por su familia en
acuerdo con la madre, como una Belgrano. El reconocimiento de esta filiación y
estado de familia fue tan categórico y de conocimiento generalizado, que esto
permitió, que incluso en la partida de defunción se la apellide Belgrano,
cuando en realidad legalmente adquirió el apellido después de muerta, cuando al
abrirse su sucesión se hizo necesario acreditar su filiación “belgraniana” en
forma documentada, Juan Carlos su esposo, tuvo que realizar una información
canónica en la Iglesia Matriz de Tucumán para determinar este extremo, al cuál concurrieron
como testigos oficiales del ejército de Belgrano, como así también vecinos que
fueron de la amistad del prócer para entonces, ya fallecido. También constaba
la filiación de Manuela Monica, en otra información sumaria referida a la
propiedad de la ciudadela, efectuada por Isidro Helguero, hermano apoderado de
Dolores, con anterioridad a la referida, mientras vivía la propia Dolores y
Manuelita.
Este aspecto de la vida y la familia de nuestro máximo
prócer, de allí el sustento para este artículo, ha sido investigado y publicado
en diversos trabajos por Isaías García Enciso, ex presidente de nuestro
Instituto Nacional Belgraniano, que tuvo acceso directo a original
documentación familiar, cedida generosamente por los descendientes del Gral.
Manuel Belgrano. En publicación futura, efectuaré conclusiones exclusivamente
mías de acuerdo a la documentación existente, que hasta aquí no han sido
efectuadas en otros trabajos. Lo hasta aquí comentado, es lo que podemos
definir como la historia oficial, si cabe el término y el adjetivo.
por Luis Horacio Yanicelli
martes, 22 de diciembre de 2015
“BELGRANO: LA DESCENDENCIA TUCUMANA” - Parte 2
Cuando Belgrano regresó a Tucumán, en septiembre de 1819, se
encontró con semejante situación. En los cuatro meses que estuvo en esta,
aprovechó para disfrutar momentos con su hija y además, para efectuar un
categórico reconocimiento de su paternidad cosa que se evidencia cuando él
escribe al Cabildo formal nota, solicitando que la cuadra de su propiedad donde
había construido su casa, sea puesta a nombre de su hijita.
Manuela Mónica Rivas, reconocida como una Belgrano por su
padre, con evidente consentimiento de su madre, a punto tal que esta asintió
que se la llevasen a Buenos Aires para que allí la educaran y criaran los
hermanos de Belgrano, el Cura Domingo, Juanita, Carlos y Joaquín.
Ya en Buenos Aires, Manuelita fue presentada en sociedad
como Manuela Belgrano y nunca jamás uso el apellido Rivas, de igual manera que
su madre jamás firmó como “de Rivas”.
El 30 de junio de 1853, Manuela Mónica Belgrano, se casa con
un pariente político: Manuel Vega Belgrano, y de ese matrimonio nacen cuatro
niños, Gregoria Flora y Carlos, Manuel Felix y Maxima Josefa del Corazón de
Jesús, apodada cariñosamente Pepita, la que muere niña.
Gregoria Flora Vega, a la que la familia llamaba Florita, la
nieta del General, se casa con Juan Carlos Belgrano Martínez y de ahí en
delante este linaje, siempre en cada generación, invariablemente hay un Manuel
Belgrano. Hoy por ejemplo, Don Manuel Belgrano que actualmente preside nuestro Instituto
Nacional, tiene un hijo y un nieto que se llaman Manuel Belgrano. Igualmente
Miguel Belgrano, chozno del General, tiene un hijo que también se llama Manuel
Belgrano. Por lo que podemos decir, que Argentina sigue y seguirá acompañada
por Manuel Belgrano.
“BELGRANO: LA DESCENDENCIA TUCUMANA” - Parte 1
Don Manuel Belgrano, abogado y general libertador de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, como el mismo lo expresa en su
testamento, murió soltero a la edad de 50 años.
Su descendencia, fueron dos niños. Un varón concebido con
María Josefa Ezcurra, (la descendencia porteña),que por ser esta mujer casada
con otro señor que aún vivía al momento de esta concepción y posterior
nacimiento, - concebido en Tucumán después de la Batalla del 24 de Septiembre
de 1812, de modo que el niño pudo haber sido bautizado en propiedad como Víctor
y nacido en Buenos Aires en julio de 1813 -, para evitar que la madre fuera
condenada por adulterio y el niño llevase el sambenito de adúltero, entonces se
simuló que este fue expósito adoptado por el matrimonio de Encarnación Ezcurra
con Juan Manuel de Rosas. Luego, en su mayoría de edad, Pedro Pablo, que así
fue bautizado, fue informado por el propio Rosas acerca de quien fuera su padre
biológico.
La otra descendencia fue una niña, Manuela Mónica Rivas, concebida
en los primeros días de agosto de 1818 en apasionado amor del soldado bajo el
cielo del Campo de la Victoria, hoy Plaza Belgrano, con la tucumana Dolores
Helguero.
Lo original de esta historia, es que los descendientes de
Belgrano por vía masculina, es decir de Pedro, no llevan como primer apellido
el Belgrano, sino Rosas, en razón de la adpoción según lo explicamos, en tanto,
la descendencia por vía femenina, lleva el apellido Belgrano, a pesar de haber sido
su hija bautizada con el apellido Rivas, correspondiente al del marido de
Dolores Helguero.
Como se sabe, al quedar Dolores embarazada de Manuel y este,
por razones militares tener que trasladarse junto a su ejército a Córdoba, los
padres de ella angustiados por el hecho que la niña se encontraba embarazada y
pronta a dar a luz, y aparentemente sin ninguna comunicación con Belgrano, ante
la gravedad de que se convirtiese en madre soltera en aquella sociedad
pueblerina y pacata, como era la del Tucumán de 1819, optaron por casarla con
un amigo de la familia, catamarqueño, de apellido Rivas. Es así que al nacer la
niña, fue bautizada como Manuela Mónica del Sagrado Corazón de Jesús Rivas. Es
verdaderamente elocuente el nombre, ya que la niña recibe el de su padre
biológico, cuyo nombre completo era Manuel José Joaquín del Sagrado Corazón de
Jesús.
Cuando Belgrano regresó a Tucumán, en septiembre de 1819, se
encontró con semejante situación. En los cuatro meses que estuvo en esta,
aprovechó para disfrutar momentos con su hija y además, para efectuar un
categórico reconocimiento de su paternidad cosa que se evidencia cuando él
escribe al Cabildo formal nota, solicitando que la cuadra de su propiedad donde
había construido su casa, sea puesta a nombre de su hijita.
Arturo Illia - Resolución 2065
Cortometraje que narra el momento histórico, durante la presidencia de Illia, en que se aprobó la Resolución 2065 de las Naciones Unidas, el precedente diplomático más importante sobre la cuestión Malvinas hasta la actualidad. Realizado con ilustraciones y técnica de animación 2D.
https://www.youtube.com/watch?v=U1WV_mAeJts
REBELION JORDANISTA - UN LOCO SUBLIME - Por Leonardo Castagnino
Rebelión de Ricardo López Jordán en Entre Ríos. Un loco sublime en la batalla de Don Gonzalo
Leonardo Castagnino en el micro de historia de radio Bellgrano AM 650. Martes y viernes de 19 a 21 hs. Programa Tiempo Nacional
lunes, 21 de diciembre de 2015
Hiperhumor - Mini sketchs - 1988
No tengo claro si es Hiperhumor o Zapping, con parte de Hiperhumor y el elenco de No toca botón.
Debate en el Congreso: Malvinas 11-03-1988
Cobertura del Debate acerca de Malvinas en el Congreso, del día 11 de marzo de 1988. Palabras de Álvaro Alsogaray y del Dr. Dante Caputo. La diferencia entre la política exterior del Gobierno democrático y de la política exterior de Galtieri durante la Dictadura. La negociación como instrumento fundamental en la recuperación de la Soberanía en las Malvinas.
jueves, 17 de diciembre de 2015
martes, 15 de diciembre de 2015
lunes, 14 de diciembre de 2015
Historia de Puerto Madero - Parte 2
Sin embargo, este abandono no se extendió necesariamente a toda la zona. En
efecto, la inutilidad del puerto diseñado por Madero no impidió que durante
varias décadas se desarrollara de espalda a sus instalaciones una movida
popular memorable, en el corazón mismo de la Costanera Sur.
En 1918 se inauguró el Balneario Municipal , en el que en sus épocas de
esplendor se dieron cita unas 45.000 personas por semana. Asimismo, a fines de
la década del 20, se abrieron por la zona una serie de cervecerías, que
ofrecían a los visitantes números de variedades (o varieté, como se llamaba en
la época). De allí surgieron cómicos reconocidos, como José Marrone y Adolfo
Stray. El lugar de encuentro más famoso fue sin dudas la Munich, que hoy es
sede de la dirección General de Museos.
Sin embargo, en la década del 50 la Costanera Sur empezó a perder terreno en las
preferencias de los porteños. El río comenzó a dar evidencias de su creciente
contaminación y el balneario dejó de ser tan concurrido. Asimismo, las
cervecerías fueron cerrando y los números de variedades se habían mudado hace
un tiempo a la floreciente calle Corrientes.
En las décadas del 70 y 80 se rellenaron terrenos aledaños al río, clausurando
definitivamente el balneario y dando origen, sin saberlo, a lo que hoy es la
Reserva Ecológica . De esta manera, la zona se introdujo en un nuevo período de
ostracismo.
Fue recién en 1989, con la creación de la Corporación Antiguo Puerto Madero ,
que se tomó la decisión de incorporar definitivamente la zona al tejido urbano,
impulsándose también la simbólica reconciliación de la ciudad con su río.
La Corporación se hizo cargo de la comercialización de las 170 hectáreas que
conformaban la zona y en 1991 llamó a un Concurso de Ideas para pautar su
urbanización.
Finalmente, en febrero de 1992, tres proyectos resultaron ganadores del primer
premio. Según establecían las bases del concurso, tres integrantes de cada una
de las propuestas se unieron para constituir un nuevo equipo, responsable del
diseño del "Plan Maestro" .
Primero llegaron los restaurantes, convirtiéndose así en un sitio ideal para el
esparcimiento, luego se multiplicaron los edificios corporativos y las oficinas
comerciales, y hoy la tendencia son los departamentos residenciales.
En noviembre del 2004, el barrio más joven de la ciudad cumplió 15 años y se
encuentra en pleno crecimiento. Gracias a una transformación planificada,
Puerto Madero se convirtió en el símbolo de una Buenos Aires renovada, que
reconoce e incorpora al río que le dio origen, que comunica e integra al mundo
del trabajo y del entretenimiento, que invita a compartir y disfrutar una nueva
idea de ciudad.
Historia de Puerto Madero - Parte 1
Desde su fundación, Buenos Aires utilizó el "Riachuelo
de los Navíos" para el desembarco de mercaderías, que por cierto se
realizaba de una manera muy modesta: fondeados los barcos, los botes acercaban
a los pasajeros y mercancías hasta la orilla, ya que no existía muelle. Hasta
fines de 1770, se habían presentado unos 60 proyectos fuera de la zona del
Riachuelo, ninguno de los cuales había prosperado. Buenos Aires era,
paradójicamente, una ciudad portuaria sin puerto.
En 1872 se construyen el muelle y los depósitos Las Catalinas, en la bajada de
las actuales calles Córdoba y Viamonte. Es entonces cuando, una vez resuelta la
federalización de Buenos Aires, se acordó la necesidad impostergable de
construir un puerto completo. En 1881 el ingeniero Luis Huergo presenta un
original proyecto y un año después el comerciante Eduardo Madero expone el
suyo. Se trata de dos propuestas muy diferentes, que representaban intereses
contrapuestos y provocaron encendidas polémicas en la época.
El Plan de Huergo consistía en la construcción de dársenas abiertas o
dentiformes desde el Riachuelo hacia el Norte, permitiendo ampliaciones
futuras. El de Madero, en cambio, requería la construcción de una serie de
diques cerrados, interconectados mediante puentes. En 1882, bajo la presidencia
de Julio A Roca, el Congreso Nacional aprueba el proyecto de Madero,
desestimando así el presentado por Huergo. El contrato ascendía a 20 millones
de pesos oro sellado.
La obras comenzaron el 1° de abril de 1887 y finalizaron el 31 de marzo de
1898. Sin embargo, en menos de una década las instalaciones portuarias
evidenciaron sus limitaciones, cuando el fuerte crecimiento del intercambio
comercial las volvió claramente disfuncionales, poniendo de manifiesto el tiempo
y los recursos desperdiciados.
Entre 1911 y 1925 comenzó a construirse el Puerto Nuevo , basado en la
propuesta inicial de Huergo, el cual una vez en funciones fue relegando al
diseñado por Madero a actividades cada vez más periféricas, hasta quedar definitivamente
obsoleto. Los docks , los silos y los molinos que hoy caracterizan al barrio
quedaron rápidamente en desuso, dándole al lugar un aspecto sombrío.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Pueblos andinos del Noroeste.
Una síntesis de la historia de los pueblos originarios del Noroeste argentino. La arqueología, la antropología y la etnohistoria nos permiten conocer cómo las culturas omaguaca, atacama y diaguita fueron incorporadas al Imperio inca y, luego, invisibilizadas por la cultura occidental.
lunes, 7 de diciembre de 2015
Plaza Constitución
En el antiguo Buenos Aires, el hueco señalaba un punto de referencia, del mismo modo que lo indicaba la existencia de la noria o la figura del mirador, ya que éstos respondían al nombre del dueño o arrendatario del predio hortícola, o al de la familia que residía en el caserón.
De ahí que, como se decía “el hueco de Cabañas” o “de los Rodríguez”, también se nombraba “la quinta de la noria” de Martínez, o “la casa del mirador de Bosch”. Y esta costumbre, rasgo característico del hombre del solar porteño, no se ha perdido del todo, ya que los viejos hijos de la ciudad de Buenos Aires continúan repitiendo, con la imagen de lo pasado o la estampa de lo todavía presente: “la esquina del palacio Miró” (el que se mantuvo hasta 1937 en Libertad y Viamonte); “la quinta de Lezica” (actual parque Rivadavia); así como “el mirador de Comastri” dentro de la manzana que conforman las calles Loyola, Aguirre, Bonpland y Fitz Roy.
Por supuesto que el hueco era el baldío donde en ocasiones lecheros y cuarteadores decidían jugarse a la taba el tiempo y las monedas, en tanto los sufridos animales no daban allí con hierbas ni yuyos comestibles, porque el hueco, de amplitud pequeña o espacio enorme, cuando no resultaba vaciadero de basuras se ofrecía como paradero de carretas.
Algunos de tales huecos tenían denominaciones curiosas. Así las de hueco “de las Cabecitas” y de “Doña Engracia”. Otros, aquéllas que denunciaban el color y las actividades del lugar: “de los Corrales del Alto”, como se llamaba en 1817 al que abarcaba todo el perímetro de la actual Plaza Constitución.
Parque Avellaneda
¿Sabías que la casona que está en el Parque Avellaneda es el
único casco de estancia que se aun se conserva en la ciudad de Buenos Aires?
Fijate vos que en 1828 don Domingo Olivera nacido en Ambato, Ecuador, y
bisabuelo del doctor Enrique Olivera, vicejefe de Gobierno en el período 1996 a 1999 y luego jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la adquiere, junto a Clemente Miranda,
en remate público. En 1838 don Olivera construyó la Casona.
La chacra de los Olivera se llamó posteriormente la chacra
"Los Remedios" y era un centro de experimentación y explotación
ganadera. No sólo eso, también funcionó como cuartel general y hospital de
campaña de la fuerzas del Coronel Hilario Lagos que, durante la Revolución
Unitaria del 11 de septiembre de 1852, rechazó los términos del Tratado de San
Nicolás. Parapetado en la Chacra de los Remedios, decide avanzar sobre la
ciudad de Buenos Aires y sitiarla.
En 1912, Olivera le vendió los terrenos a la Ciudad por la
suma de $ 8.457.000 para que hiciera el parque, llamado inicialmente “Parque
Domingo Olivera” e inaugurado el 28 de marzo de 1914, y que cambiaría su nombre
por el actual “Parque Nicolás Avellaneda” a partir de 1917.
El casco de esta estancia también hizo las veces de escuela
en dos oportunidades. Vio nacer a la Escuela Técnica Casal Calviño en 1946
mientras se construía el edificio definitivo de la calle Lacarra 621. También
fue testigo del nacimiento de la Escuela de Aprendices Manuel Belgrano.
Cuentan que debajo de esta casona hay túneles que salen
hacia diversos puntos, por ejemplo, hacia el antiguo edificio que es hoy la
Escuela Técnica N°8 "Paula Albarracín de Sarmiento", que se encuentra
en Pío Collivadino 436-490. Estos misterios de los túneles se explican como una
solución a la crudeza de los inviernos de nuestras Pampas. De todos, modos,
nunca se investigó seriamente si existen o no.
Durante muchos años estuvo abandonada. En el año 2002 fue
rescatada y revalorizada. Pero sin embargo unos años después, volvió la pobre a
quedar sumida en el descuido. Finalmente en 2011 volvió a ser restaurada.
http://www.buenosaires.gob.ar/noticias/historias-de-mi-comuna-casona-de-los-olivera
domingo, 6 de diciembre de 2015
Tranvía del inmigrante
"Tranvía de Inmigrantes", 1912. Iba del
embarcadero al Hotel de Inmigrantes. Coche de la Compañía Ciudad de Buenos
Aires con tracción a sangre.
viernes, 4 de diciembre de 2015
Sarmiento y Mitre
Propuesto
como candidato a la presidencia de la Nación a iniciativa del coronel Lucio V.
Mansilla, Domingo Faustino Sarmiento resultó electo en las elecciones
nacionales de agosto de 1868, asumiendo el cargo el 12 de octubre del mismo
año. Su presidencia integra el período al que la historiografía argentina suele
denominar como etapa de las “presidencias históricas o fundacionales”, tras la
presidencia de Mitre (1862/68) y antes de la de Avellaneda (1874/80).
Sarmiento encontró en el mitrismo a un férreo opositor a su gestión. ¿Por
qué? Para el historiador Norberto Galasso el proyecto de Mitre
siempre fue porteño y probritánico: lo demuestran los ferrocarriles extendidos
en abanico hacia el puerto, los Bancos ingleses en Buenos Aires, el darle la
espalda a Latinoamérica, liquidar la resistencia de los caudillos federales del
Interior. En esa época, Sarmiento colaboró con el mitrismo.
Sin embargo,
llegado a la presidencia, desarrollará una política que, mas allá de las
limitaciones y los errores, intenta favorecer al Interior cumpliendo su lema “provinciano
en Buenos Aires, porteño en las provincias”, contrapropuesta a los intereses de
la emergente oligarquía mitrista.
Otra
disidencia con el mitrismo reside en el interés de Sarmiento por impulsar la
minería, actividad que no encaja en la división internacional del trabajo que
la oligarquía ha pactado con el Imperio Británico. Sin embargo, el sanjuanino
practica una política libreimportadora que invalida su intento de desarrollar a
las provincias del interior. Por el contrario, su preocupación por desarrollar
ferrocarriles en las zonas que no interesan a las empresas inglesas (por
ejemplo, el trasandino y la línea ferroviaria Córdoba – Tucumán) son
expresiones de política nacional integradora.
Aónikenk - Tehuelches. Los dueños del viento.
Los primeros tehuelches en la Patagonia. El origen del cacicazgo tehuelche, sus formas de vida Y sus creencias. El violento encuentro con el blanco. El caso Inakayal Y la lucha por la restitución de sus restos a Tecka, su pueblo natal. La vida, hoy, en una reserva tehuelche en Santa Cruz.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
El maestro y su discípulo
“Yo creo que Thays hizo
el Jardín Zoológico, pero no lo puedo asegurar porque no tengo nada que lo
confirme”, señala Berjman, que se guía por indicios como fotos del Zoo recién
inaugurado que fueron apareciendo en el archivo Thays. También lo llevan a sospecharlo
los recuerdos de los descendientes en los que Clemente Onelli (el director más
notable del Zoo) sobrevive como amigo del patriarca. “Pero claro que Onelli fue
mucho más amigo de Benito Carrasco, el discípulo de Thays que luego fue mentor
del hijo de Thays” y también sucesor del patriarca en la Dirección de Parques y
Paseos.
Tan
amigos supieron ser Carrasco y Onelli que, entre 1914 y 1918, llegaron a
proyectar y realizar programas notables, como las lecherías municipales.
“Estaban las cabrerías y las lecherías de barrio, estaban en el Zoo, en el
Parque Avellaneda... vos ibas y te servían el vaso de leche al pie de la vaca,
al pie de la cabra, con las mozas vestidas de holandesas. Había también una
fábrica de aceite de oliva, que con las aceitunas de todos los olivos de la
ciudad hacían el aceite para todos los hospitales. En Parque Avellaneda,
Carrasco había organizado el taller de textil autóctono, donde se enseñaba a
tejer en telar como el norte. Y también existían las ‘pupponiers’. ¿Viste que
ahora se hacen los jardines rodantes para los chicos chiquitos? Bueno, la
municipalidad tenía en todas las plazas, sobre todo en las de barrios obreros,
señoras que cuidaban a los chicos en las plazas durante el día mientras la mamá
se iba a trabajar. Eran guarderías municipales al aire libre, que también se
complementaban con el teatro infantil, que era un teatro hermoso que se
desarmaba y se armaba cada domingo en otra plaza”. ¿Por qué desapareció todo
ese mundo? Porque Carrasco, socialista utópico, era concuñado de Lisandro de la
Torre y cayó en desgracia en 1918.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/134476-43382-2009-11-01.html
El accidente que sepultó al Italpark
Una tarde de julio, hace 15 años, la historia del
Italpark, el emblemático parque de diversiones de la ciudad de Buenos Aires,
dio un vuelco fatal: una joven falleció en uno de los juegos y, desde entonces,
cerró sus puertas al público.
Todo ocurrió en el Matter Horn, una pista redonda con un eje
en el medio, del cual salían brazos de metal que sostenían carritos. La
atracción consistía en subirse a esos carritos, que giraban a toda velocidad
alrededor del eje.
El 29 de julio de 1990, un desperfecto mecánico provocó el
desprendimiento de uno de los carritos, que salió despedido y chocó contra una
pared. El accidente causó la muerte de Roxana Alaimo, de 15 años, y graves
heridas a otra joven de la misma edad, Karina Benítez.
Al día siguiente, el juez en lo correccional Marcelo Arias
dispuso la clausura preventiva del parque, que funcionaba en un predio ubicado
en la confluencia de las avenidas Del Libertador y Callao.
Según los peritajes ordenados por la Justicia, la mayoría de
los entretenimientos del Italpark no estaba en condiciones seguras. Muchas de
las fallas, de acuerdo con los informes, eran "de origen eléctrico".
Al juego donde se produjo el accidente no le habían realizado estudios técnicos
desde hacía siete años.
Después de haber sido reabierto y funcionado durante dos
días -el 10 y 11 de noviembre de 1990-, el parque fue definitivamente
clausurado.
En 1996 la familia de la víctima recibió 370.000 pesos de
indemnización en concepto de daños y perjuicios, de acuerdo con la sentencia
del juez en lo civil Miguel Prada Errecart.
Después de largos debates sobre el futuro del predio, hoy en
el lugar está la plaza Carlos Thais.
martes, 1 de diciembre de 2015
sábado, 28 de noviembre de 2015
Huergo, Luis A. – Parte 10
Tan alto había llegado ya el
renombre del ingeniero Luis A. Huergo que el Centro Naval y la Sociedad Central
de Arquitectos lo honraron nombrándolo socio honorario pero, lo más
significativo, fue que el hoy Centro Argentino de Ingenieros resolviera en una
Asamblea de 1911, designarlo por aclamación su presidente honorario, dignidad
que no figuraba en sus estatutos sociales.
Como muy bien dijo en el acto del
sepelio del ingeniero Huergo el representante de Gobierno Nacional: “Desde
temprana edad trabajó sin descanso por el progreso de la República. Fue hombre
de ciencia y hombre de acción.
En las universidades presidió las
más altas funciones docentes.
Maestro respetado y querido, pudo
servir de modelo a la juventud.
Fue legislador, fue ministro,
exploró y estudió nuestros territorios, construyó puertos, tendió rieles en los
desiertos de ayer, contribuyó al desarrollo de las industrias nacionales y tuvo
siempre un estímulo moral y material para los que solicitaban su consejo o
apoyo al emprender una obra vinculada al adelanto del país.
Pero sobre todo, fue un patriota”.
Por eso se llamaba a Don Luis A.
Huergo el primer ingeniero argentino; por su antigüedad, por su calidad
científica, su autoridad técnica y moral y la belleza de su espíritu.
Ing. Nicolás Besio Moreno
Huergo, Luis A. – Parte 9
En esta función pública de alta
dirección universitaria, prolongada en el Consejo Superior y en toda su vida
civil, sin descuidar la acción docente y didáctica, Huergo propendió a que la
enseñanza superior mantuviese un profundo sentido espiritual, en que la
dirección de la conducta y la dignidad moral fueran los rumbos permanentes de
la juventud, tratando de conducirla bajo el imperio de su bondad sin reservas,
hacia principios austeros y de renunciamiento que pocas veces se habrán
presentado.
El paso de Huergo por el decanato
se marcó así por dos virtudes, que no a menudo aparecen juntas: un carácter
indomable para mantenerse dentro de la justicia y la verdad y al mismo tiempo
una tolerancia para el error juvenil, como una intolerancia cerrada para la
inconducta deliberada.
Estas virtudes, a las que hay que
agregar su sentido de responsabilidad, honestidad, desinterés personal,
tenacidad y patriotismo caracterizaron su fuerte personalidad a lo largo de su
actuación, como lo reconocieron públicamente sus contemporáneos y sus
ocasionales biógrafos.
Es sabido que Huergo fue uno de
los fundadores de la Sociedad Científica Argentina. Eran entonces estudiantes
del Departamento de Ciencias Exactas de Buenos Aires, los que debían ser
ingenieros distinguidos Justo Dillon y Santiago Barabino, los que bajo el influjo
de aquel maestro italiano Pellegrino Strobel, idearon la constitución de una
entidad, lo cual comunicaron antes que a nadie a Luis A. Huergo quien acogió la
idea con el entusiasmo de sus grandes empresas; a ellos se agregó más tarde
Estanislao Zeballos, también estudiante de ingeniería, y además algunos otros.
Así se instaló el 28 de junio de
1872 la prestigiosa sociedad que fue por cerca de 40 años el único centro -con
la famosa Academia de Córdoba, a la que también perteneció Huergo-científico
del país en el campo de las disciplinas físicas, químicas, matemáticas,
astronómicas y naturales.
Don Luis A. Huergo fue el primer
presidente de la Sociedad en 1872 y consiguió dar a esa tribuna, desde el
primer día, el poderoso impulso que la distinguió durante su existencia.
Volvió a ser presidente en 1878 y
en 1881 y en otros periodos más, e ilustró los “Anales” de la sociedad con
numerosos trabajos dispersos en los centenares de volúmenes, así como en su
sala de conferencias con sus lecciones y discusiones.
Por ello la Sociedad Científica
lo llevó a la categoría de socio honorario, cónclave en el que figuran pocos
nombres, pero todos eminentes, como los de sus predecesores Burmeister, Gould,
Philipi, Rawson, Berg, Balbín, Ameghino, Darwin.
El hoy Centro Argentino de
Ingenieros, fundado en 1895, llamó por segunda vez al ingeniero Huergo a su
presidencia en 1910, pues ese año del centenario de la libertad argentina
debían reunirse en Buenos Aires numerosos hombres de ciencia de fama mundial y
de todos los continentes, por lo que se requería al frente del Centro un
experto excepcional que además era, en ese momento, presidente del Congreso
Científico Internacional Americano, llamado del Centenario.
La presidencia de Huergo tuvo un
brillo singular, apropiado al momento de oro que vivían la Argentina y el
mundo.
viernes, 27 de noviembre de 2015
Huergo, Luis A. – Parte 8
Luis Huergo falleció en 1913. Ya
existen en el país un pueblo y numerosas calles que llevan su nombre. En la
Ciudad de Buenos Aires, aparte de la obra perdurable que realizó, próxima a las
actividades del puerto que defendió y proyectó, la Avenida Ingeniero Luis A.
Huergo lo evoca con incesante colorido.
Frente a la boca del Riachuelo,
en la prolongación del canal que le debemos, en la propia ribera, se levanta el
monumento con que la posteridad ha querido darnos indeleble memoria de sus
virtudes ciudadanas, de su capacidad técnica, de su espíritu emprendedor y
austero.
Otra esfinge bronceña lo recuerda
en la Facultad de Ingeniería en la que actuó casi medio siglo y una Escuela
Técnica oficial lleva su nombre.
La foja universitaria de Huergo
fue proficua y extensa en la alta docencia. Recibido de ingeniero civil en 1870
con el diploma número uno en Buenos Aires, ya en 1874 se le designaba académico
en la academia fundada el 31 de marzo al crearse la Facultad de Matemáticas.
Alto posición que conserva hasta la federalización de 1880.
Nueve eran los académicos que
designó para esa facultad el gobierno federal de Buenos Aires.
Refundidas el 7 de febrero 1881,
la facultad nombrada con la de Ciencias Fisiconaturales para crear la Facultad
de Ciencias Físicomatemáticas, poco pasó fuera de la Academia, pues el 2 de
abril de 1886 se incorporaba el elevado cuerpo de la nueva facultad, entrando
el 3 de febrero de 1890 a
la Academia de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la que
se mantuvo hasta su fallecimiento, el 4 de noviembre de 1913.
Recordemos aquí las palabras que
le dedicó el sabio Ángel Gallardo, en el acto de entregarse los restos de
Huergo al sepulcro: “Huergo ha sido el primer ingeniero argentino no sólo
en el orden cronológico sino también por sus virtudes y su laborar profesional.
Sus colegas lo amábamos como a un padre, recurriendo a su consejo y experiencia
en todas las cuestiones difíciles, en las que no escatimaba su opinión franca y
sincera expuesta con su voz grave y reposada, con el valor de sus convicciones
y sin anteponer jamás al bien general los intereses particulares ni propios ni
ajenos”.
Como académico de la Facultad de
Ciencias de Buenos Aires, intervino en su gobierno desde 1874 a 1906. El 29 de agosto
de este último año, las academias dejaron el gobierno de la Facultad que pasó a
los consejos directivos.
Pero más honda fue la
intervención en dos períodos: el de 1891 a 1895, y el de 1899 a 1902, en los que fue
decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, cuando se
transformó la anterior Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas.
Huergo, Luis A. – Parte 7
Si bien la navegación interior
del país fue una de las preocupaciones de Huergo, fruto de sus estudios, es que
se encarara la canalización del río Bermejo, no debe de dejarse de mencionar
los realizados sobre la cuenca hullera y carbonífera de Mendoza, en especial de
Salagasta.
Es imposible detallar aquí la
obra estudiada, proyectada y dirigida por el ingeniero Luis A. Huergo, como
también lo es su labor bibliográfica extendida en numerosas conferencias,
estudios, folletos y tratados con que ilustró a su tiempo y a no pocos de los
cuales es preciso recurrir aún hoy. Puede afirmarse que no hubo gran obra de
ingeniería en el país en cuyo proyecto o ejecución no intervino directa o
indirectamente.
A lo largo de su vida se puso de
manifiesto su reconocido patriotismo.
Por ejemplo, cuando épocas
difíciles por las que atravesaba el país, aceptó el cargo de Intendente General
de Guerra, pero donde se manifestó vivamente fue cuando, ya anciano, no dudó un
instante al ponerse al frente, honorariamente, de la explotación del petróleo
de Comodoro Rivadavia al vislumbrar la posibilidad de que ella pudiera
enajenarse entregando a extraños un bien extraordinario de tanto valor y que
tanta influencia habría de tener en el desarrollo industrial del país.
Su altiva actitud de esa hora,
salvó sin duda ese gran organismo que es hoy Y.P.F.
Numerosos cargos ocupó el
ingeniero Huergo y entre ellos, diputado y senador provincial, luego ministro
de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires que abandonó al advertir que
se buscaba en él a un político y no a un técnico.
Actuó en otras reparticiones
nacionales y en numerosas entidades privadas. Entre éstas deben citarse a tres
que contribuyó a fundar y presidió con éxito y honor: el Instituto
Geográfico Argentino, el Centro Nacional de Ingenieros (hoy Centro Argentino de
Ingenieros) y la Sociedad Científica Argentina. En los Congresos técnicos y científicos
tuvo siempre una actuación destacada, llegando a presidir el extraordinario
Congreso Científico Internacional Americano de 1910.
Huergo, Luis A. – Parte 6
En 1872 fue Huergo elegido
senador provincial. Más tarde se le encarga proyector el aumento del caudal del
Salado, con canales procedentes de los ríos Tercero, Cuarto y Quinto.
Luego estudió y proyectó un tramo
del ferrocarril Pacífico –Buenos Aires a Villa Mercedes- y el puerto de San
Fernando con un dique de carena que fue el primero construido en el país.
En la profunda obra técnica de
Huergo aparece a cada instante su sentido de fe patriótica y así lo hizo sentir
con airado acento cada vez que consideró en peligro los intereses de la
colectividad o de la Nación.
Este sentimiento ejemplar bien
pronto debía tener su expresión más neta con motivo de la construcción del
puerto de Buenos Aires.
El gobierno provincial le había
confiado en 1876 la dirección de las obras del Riachuelo, que obtuvo por
concurso de proyectos, primera parte del fundamental propósito de realizar el
gran puerto sobre el Río de la Plata.
Federalizada Buenos Aires, Huergo
presentó al gobierno Nacional su proyecto de puerto sobre la costa, para dar
acceso desde las aguas honda a las naves ultramarinas que llegaban de Europa,
en creciente cantidad.
Buenos Aires progresaba sin cesar
y la producción pampeana aumentaba en grado magnífico. El puerto, visión y
aspiración de Rivadavia y sus continuadores, no podía postergarse.
Huergo lo proyectó con genio
insuperado; era un sistema de dientes oblicuos instalado en la parte meridional
del este de la ciudad con un canal de acceso que partía de la boca del
Riachuelo.
Ello representaba cómoda y fácil
entrada, movimiento sencillo portuario en agua y por tierra economía en el
movimiento y la explotación, facilitad amplia de extensión de muelles y dejaba
libre el litoral de la ciudad.
Se prefirió el sistema de
eslabones, que tanto daño causó y causa a los servicios. Que encarece los
movimientos, que dificulta las operaciones, que obligó y obliga a conservar dos
canales de acceso y que, finalmente, debió revocarse al construir las
ampliaciones del puerto, porque ellas debieron recurrir a los muelles dentados
pero sin que se curasen los males causados por el puerto de eslabones.
La campaña de Huergo fue ejemplar
entonces en defensa de la ciudad y del país, y en ella le acompañó toda la
ingeniería nacional.
Más tarde, en el Congreso de
Ingeniería de Saint Louis, Estados Unidos, Huergo obtuvo un rotundo triunfo
consagratorio sobre sus ideas al respecto.
Por la misma época, Huergo
proyectó el Dock Sur del Riachuelo, el ensanche de la ciudad de Córdoba y la
irrigación de sus altos y con su intervención se duplicó la capacidad de
embalse del Dique San Roque. Proyectó también obras portuarias y sanitarias de
la ciudad de Asunción del Paraguay, y su famoso canal de navegación de Córdoba
al río Paraná.
El paisajista de Buenos Aires - Parte 5
El ángel germinador
Además de no poder ver un espacio libre sin pensar en cómo
volverlo verde, Thays había desarrollado una obsesión particular: la de lograr
la germinación de la yerba mate, un secreto vegetal que habían logrado
desarrollar los jesuitas (y luego Bonpland), pero que se había perdido con su
expulsión. Vale decir que al comenzar el siglo XX en Argentina sólo se
cosechaba yerba mate silvestre. “Entonces la señora de Thays hervía en unos
tachos en el Botánico las semillas, probaron hasta encontrar cómo era el modo
en que germinaban. Y gracias a eso el Ministerio de Agricultura distribuyó en
toda la Mesopotamia el método para germinar la planta. Eso hizo posible que
surgiera la industria yerbatera”, dice Berjman.
Y es que, más allá del descomunal desarrollo económico que
eso permitió, la presencia de Cora Venturino, más conocida como “la señora de
Thays”, fue tan importante como difícil parece ser hallar datos sobre ella.
Berjman, que se sumerge en los archivos de la familia desde hace al menos 40
años, que tiene un libro sobre él editado (Carlos Thays: sus escritos sobre
jardines y paisajes, ed. Ciudad Argentina) y otro en imprenta, que casi habla
de él como si fuera un amigo cercano, apenas pudo rescatar unos datos sobre
Cora. Se sabe que ella tenía 16 años y él 41 cuando se conocieron, “¡en una
kermesse!”, que ella era de familia uruguaya y que “hicieron uno de esos
matrimonios felices de toda la vida: ella iba a todos lados con él, él iba a
plantar un parque, ella iba con él con una canasta con la merienda, ¡y después
hacían lo mismo con los nenes! Ella lo acompañó hasta cuando fue a hacer el
Parque Nacional Iguazú, a caballo, hasta las cataratas”. En la memoria de la
familia Thays, agrega Berjman, Cora sobrevive como “una mujer extraordinaria y
una pareja feliz: los hijos y nietos, todos recuerdan lo felices que eran ellos
dos”. (Por cierto, es imposible ignorar que la familia Thays siempre ha tenido
debilidad por dejar que los varones lleven Carlos como nombre de pila: Charles
y Cora bautizaron así a uno de sus hijos, que a su vez tuvo un hijo Carlos, que
por no desentonar tuvo un hijo Carlos; todos ellos han respetado tanto la
tradición que dedicaron su vida profesional al paisajismo. Un hijo de Thays fue
director de Parques y Paseos entre 1920 y 1945, y, entre otras cosas,
implementó bibliotecas populares en las plazas).
Epílogos
Murió poco después de la agonía de la Belle Epoque que había
ayudado a modelar en Argentina. Era 1934, corría la Década Infame, y una
multitud acompañó el féretro en el camino hacia el cementerio de Chacarita. “La
gente lo adoraba”, acota Berjman, y recuerda las fotos del cortejo que
publicaron los diarios y algunos números: “Thays estuvo tanto tiempo como
director de Paseos que durante el tiempo que él tuvo ese cargo (1891-1913),
pasaron cinco presidentes y once intendentes. Al entierro, se ve en las fotos,
asistieron obreros, estudiantes, funcionarios, gente fina entre comillas, ¡todo
el mundo lo adoraba! Porque la gente se daba cuenta de cómo iba cambiando la
ciudad. Nosotros, que ya somos la tercera o cuarta generación, que la recibimos
así, no tenemos una idea de quién hizo las cosas”.
Por Soledad
Vallejos
El paisajista de Buenos Aires - Parte 4
El señor del jardín
No lo homenajea ninguna calle, pero sí un parque (el de
Figueroa Alcorta que, años atrás, albergó el Ital Park). Y sin embargo, aunque
pareciera no formar parte más que de la pequeña historia urbana, se sabe de
Thays que la adorable casita en medio del Jardín Botánico supo ser su hogar
(como el Jardín Zoológico era, a la vez, el de su amigo Clemente Onelli), que
vivió allí con su mujer, con sus hijos.
Que estaba apegado a su trabajo, pero
más todavía a sus plantas, a las que amaba con tanto fervor que no había
persona en Buenos Aires que no supiera quién era. “Por donde quiera que
descubre un lugar propicio, el buen maestro jardinero aparece para plantar
algún vástago que más tarde será la alegría de los ojos”, apuntaba Georges
Clemenceau en medio de los festejos del Centenario.
Thays y el tipo de mentalidad que ponía en juego no podrían
haber existido en otro momento ni en otras condiciones: erudito, favorito de
los ricos, que lo habían contratado, no por ello se limitó a generar lujos.
“Trabajó para los estancieros, pero también para los obreros –señala Berjman–.
El hizo también parques de estancias, jardines de residencias y demás, pero
cuando venían unos vecinos del barrio tal y le decían ‘queremos la plaza’, él
les hacía la plaza. Y si le pedían plantas y flores para una fiesta, ahí iba el
carro de la municipalidad a regalar flores tanto para la fiesta de Villa Santa
Rita como para la fiesta de la Recoleta. Y Thays plantó 150 mil árboles en la
ciudad. La arboleda que tenemos hoy, que está a punto de morir porque tiene 120
años y está en su último período, fue la plantada por Thays y su hijo (Carlos
Thays, también director de Parques y Paseos Públicos algunos años después de
que su padre dejara el puesto, y hasta comienzos del primer peronismo).
El fue
también quien instauró el día del árbol, el 11 de septiembre: era un gran
evento y los chicos de la primaria salían a plantar árboles en las plazas.”
El paisajista de Buenos Aires - Parte 3
De paso por Buenos Aires, mientras planeaba encaminarse de
regreso a Francia, lo tentaron con la Dirección de Parques y Paseos Públicos de
la ciudad. Explicó que sólo lo haría si ganaba un concurso público, que a su
pedido se realizó, y que él ganó con un proyecto completo de desarrollo
paisajístico urbano. ¿Su plan? Convertir los bosques de Palermo en una suerte
de Bois de Boulogne porteño (y lo logró: tan eficaz fue su intervención que,
apenas concluyó su proyecto, el paseo por Palermo reemplazó a la Alameda como
ocio favorito de la gente elegante, como señala Leandro Losada en Historia de
las elites en la Argentina); poblar Buenos Aires de un sistema de pequeñas
plazas barriales (que funcionaran para esparcimiento de los vecinos) y algunos
grandes parques (que, además de convertirse en grandes puntos de encuentro,
funcionaran de pulmones para la ciudad); no dejar calles sin árboles ni árboles
sin flores. Hacer, de la ciudad, una suerte de jardín moderno.
Por todo eso insiste Berjman con que el homenaje a Thays
puede servir para, además de recuperar parte del patrimonio urbano y nacional,
comprender cómo se llega a este paisaje. “Es para que los vecinos de la ciudad
de Buenos Aires se den cuenta de que viven en una ciudad que es así porque hace
120 años acá vivió un señor que se llamó Thays y que pensó cómo iba a ser la
ciudad 120 años después.
Porque lo que tiene el paisajismo, a diferencia de
todas las otras artes, es la dimensión del tiempo: el paisajista tiene que
tener una visión prospectiva del futuro y decir ‘a ver, estoy plantando un
arbolito que tiene 30
centímetros , ¿cómo va a ser esto dentro de 20, 40, 60,
80, 100, 200 años?’ Los parques de Thays toda la vida han sido casi perfectos,
porque él tuvo esa visión de cómo poner las plantas. ¿Qué recuerda de uno de
los picaditos de la infancia? ¿Del noviazgo adolescente en una plaza? ¿Del
jardín de la escuela? ¿De haber ido a tomar un helado al parque? Toda nuestra
vida se desarrolla en torno de los parques. El jardín es el origen de la
humanidad. Adán y Eva vivían en un jardín, en un paraíso del que los
expulsaron. Entonces el ser humano tiene esa culpa original, rehace jardines
para tratar de mitigarla.”
El paisajista de Buenos Aires - Parte 2
Y sin embargo, aun cuando su presencia sigue siendo
constante, recién ahora la ciudad que ayudó a imaginar y concretar le rendirá
un homenaje. Claro que la ocasión será, como su propio ímpetu jardineril,
monumental: mil metros cuadrados del Centro Cultural Recoleta le serán
dedicados desde el atardecer del miércoles 4 (y hasta el 6 de diciembre),
cuando se inaugure “Carlos Thays, un jardinero francés en Buenos Aires”.
El paisaje cotidiano
Para quien la habita, una ciudad bien puede ser una sucesión
de espacios en los cuales se desarrolla su vida: en una calle quizás haya
transcurrido su infancia, en un parque tal vez se reuniera en las primaveras
con sus amigos, en una plaza puede haber descubierto horizontes insospechados,
y así cada rincón. Pero quien la recorre y la tiene por mundo inmediato y
propio nunca diría que esos lugares, esos ámbitos públicos que con el tiempo se
transforman tanto como las personas, no tienen identidad. “Históricamente, se
calcula que una generación son 30 años.
Eso quiere decir que desde que Thays
puso manos a la obra aquí hubo por lo menos cuatro o cinco generaciones. Hubo,
de habitantes de la ciudad, aproximadamente, 10 o 15 millones que se fueron
sucediendo en el tiempo. Buenos Aires tuvo una población más o menos estable de
tres millones de habitantes promedio en estos 120 años: son personas que
vivieron su vida signada por Thays y tal vez no lo saben, como posiblemente no
lo sepan tampoco los habitantes de ciertos lugares del interior”, indica Sonia
Berjman, doctora en Historia del Arte, especialista en historia urbana porteña
y curadora (aunque lo más correcto, y aun así mezquino, sería decir alma mater)
de la inminente exposición homenaje que llega, además de al comienzo del mes
del jacarandá, cuando se cumplen tres aniversarios: 160 años del nacimiento de
Thays, 120 de su radicación en Argentina y 75 de su muerte.
Todos esos números son la clave para leer la historia
de un hombre que nació y se formó en Francia (aunque Berjman, en sus
indagaciones por archivos, no dio con una sola institución que recuerde, en sus
registros, haberlo tenido como alumno), se convirtió en mano derecha de Edouard
André (el gran paisajista francés de fines del XIX), y no tuvo más remedio que
venir en su lugar cuando, llegando 1888, Miguel Crisol quiso contratar a un
jardinero refinado para inventar una urbanización elegante en Córdoba. Así
llegó Thays a la Argentina (tras dejar una París que recién estrenaba la Torre
Eiffel), sin contar con que un par de años después la crisis del ’90
desbarataría los planes y truncaría el proyecto.
El paisajista de Buenos Aires - Parte 1
Un siglo atrás era un hombre que todos los porteños
conocían; hoy no puede decirse lo mismo, aunque todos sigan disfrutando de su
obra, desde el diseño de los parques y plazas hasta los árboles de cada calle.
Plano a la acuarela de la plaza Colón firmado por Thays en
1892.
Se convirtió en el “jardinero mayor” de Buenos
Aires cuando en la ciudad no había mucho más que una elite riquísima en proceso
de afrancesamiento cultural, sectores populares que habitaban conventillos y
casas precarias escondidas tras frentes de material. Al francés Carlos Thays le
bastó el nombramiento en la Dirección de Parques y Paseos porteña para inventar
el paisaje urbano que dio identidad a Buenos Aires hasta hoy: a sabiendas de
que cada árbol tiene una época de floración diferente, aclimató jacarandás,
tipas, lapachos y palos borrachos, y luego plantó 150 mil por toda la ciudad,
de manera que siempre hubiera árboles floridos por las calles; dio las formas
definitivas a Palermo, Parque Centenario, Plaza Lavalle, la Plaza Congreso,
Barrio Parque, el Jardín Botánico y decenas de plazas de barrio. Ya que estaba,
hizo lo propio por Mendoza, Salta, Mar del Plata, Tucumán, Paraná... En el
medio, inventó el concepto de parque natural nacional cuando recién empezaba el
siglo XX y nadie pensaba en preservar el entorno de las cataratas de Iguazú.
¿Algo más? Sí: a fuerza de testarudez, hizo posible la industrialización de la
yerba mate.
jueves, 26 de noviembre de 2015
Huergo, Luis A. – Parte 5
Huergo se ocupó de canales, de
puertos, de ciudades. Siempre obras de Ingeniería Civil, digamos, porque él era
ingeniero civil.
Por otra parte no había casi
industria. Aunque hubo algunos propulsores prematuros de la industria como fue
el caso de Carlos Pellegrini, etcétera. Pero no había nada de eso. Eran
talleres menores.
Sólo había un país que estaba
construyendo su infraestructura, porque se estaba convirtiendo en un país
fuertemente exportador, agropecuario, y necesitaba ferrocarriles. Venían los
capitales ingleses. Necesitaba puertos, no sólo el de Buenos Aires. Y después
necesitó caminos, esas fueron las etapas.
—————————————————–
Recuerdo Institucional de Luis
HUERGO, presentado por la ACADEMIA NACIONAL de CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS y
NATURALES, escrito por el Ingeniero Nicolás Besio Moreno. 1837-1913
El primer ingeniero egresado de
la escuela de Buenos Aires y de la Argentina fue el ingeniero civil Luis
Augusto Huergo.
Presentar a este magnánimo
espíritu en pocas páginas no es cosa fácil por la intensidad, variedad y
consecuencias fertilísimas de su hermosa labor.
Luis A. Huergo nació en Buenos
Aires, en el año 1837, el uno de noviembre.
Al inaugurarse los cursos del
Departamento de Ciencias Exactas –que fundara Juan María Gutiérrez, el día 16
de junio de 1865- Luis A. Huergo se inscribió en la naciente escuela, teniendo
por profesores a los grandes especialistas italianos contratados por Gutiérrez:
Bernardino Speluzzi, Emilio Rosetti y Juan Ramorino. Ya entonces poseía Huergo
el título de agrimensor, obtenido en el Departamento Topográfico.
La primera promoción de
ingenieros civiles correspondió al grupo en que formaba Huergo, teniendo su
diploma el número UNO de los expedidos por la Facultad de Ingeniería de Buenos
Aires, lo que ocurría en junio de 1870.
Apenas diplomado , el gobierno de
la provincia de Buenos Aires comisionó al ingeniero Huergo para contratar y
fiscalizar en Inglaterra la construcción de 118 puentes que luego se instalaron
en la provincia.
Transformado el Departamento de
Ciencias Exactas, en 1874, en Facultad de Matemáticas, eligióse a Huergo
consejero académico, y por una nueva modificación –debida a la reforma de 1881-
en que la Facultad tomó el nombre de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (hoy
Facultad de Ingeniería) designase decano al propio Huergo, cargo que ocupó
muchos años, donando sus sueldos con destino al Gabinete de Construcciones.
gn:justify'>En pocas décadas, aparentemente,
no funcionó como se esperaba, y se hizo el famoso Puerto Nuevo.
Huergo, Luis A. – Parte 4
Yo lo conozco bien porque trabajó
en mi cátedra en la Facultad, desde el año 56 hasta que nos jubilamos. Así que
aquí está el libro donde está relatada toda la vida de él.
Huergo fue el primero que se
recibió. El primer ingeniero argentino. La familia de él, después siguieron
estudiando muchos, y hay muchos otros ingenieros Huergo, no es cierto?
Y la polémica célebre fue por el
Puerto de la Ciudad de Buenos Aires. Allá, en la década del 90, hubo dos
posiciones. Huergo, que pensaba hacer el Puerto en la desembocadura del
Riachuelo, y un proyecto de Madero para hacerlo donde se hizo, en Puerto
Madero.
Pero era un hombre que, aparte de
su conocimiento profesional, era un hombre de una integridad, de una defensa
de los intereses argentinos realmente honorable.
De manera que la profesión tiene
como primer egresado en el país –hubo otros que vinieron, no?, antes, pero eran
extranjeros- como primer ingeniero una figura que realmente es de mucho
relieve.
Algunas anécdotas
Lo que más recuerdo como anécdota
es esa. Intervino en tantos proyectos. De las anécdotas, no tendría una
precisa. La que me surge siempre es la del Puerto de Buenos Aires y cómo el
suceder de los acontecimientos le dio la razón.
El puerto, como él proponía, era
una salida más natural. Una salida y una llegada más natural. Sin
necesidad de todos los continuos dragados, etcétera, que hubo que hacerle a las
dársenas famosas, que ahora tuvieron otro destino (sonrisa) El barrio de Puerto
Madero, no? Una cosa totalmente impensada.
Pero su argumento
fundamental es que funcionalmente, un puerto en la entrada del
Riachuelo, digamos, de entrada al Río de la Plata, iba a tener ventajas
funcionales mucho más evidentes que la construcción de las famosas dársenas de
Puerto Madero.
Pero no conozco bien los detalles
Pero sé que hubo razones comerciales. Ya empezaban a pesar mucho aquí, en
el panorama comercial y financiero argentino. Firmas Inglesas. Hubo intereses
comerciales que se decidieron por el puerto Madero.
Estamos hablando de finales del
siglo XIX. Cuando la Argentina empezaba a ser un país exportador importante.
Piense que la primer tonelada de
trigo se exportó en el último año de la Presidencia de Avellaneda, creo que fue
el 80. Y a partir de ahí, es casi un milagro argentino cómo se abrió la
exportación al mundo. Y entonces se daban cuenta que no había puerto (sonrisa)
Había que construir un puerto, fue notorio eso.
Y se produce ese encontronazo
entre dos criterios, dos proyectos, y bueno, triunfó uno.
En pocas décadas, aparentemente,
no funcionó como se esperaba, y se hizo el famoso Puerto Nuevo.
Huergo, Luis A. – Parte 3
También participó en el
proyecto del ramal inicial del Ferrocarril Pacífico, entre Buenos Aires y Villa
Mercedes, San Luis.
En 1888 fue consultado por el
Ministro de Gobierno de Córdoba con motivo de la construcción del dique de San
Roque. Diseñó y construyó, con Guillermo Villanueva y el ingeniero Luis Luiggi,
el puerto militar conocido luego como Puerto Belgrano.
En el exterior, proyectó las
obras del puerto y de salubridad de Asunción, Paraguay.
Ocupó, entre otros cargos, el de
ministro de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, profesor y decano,
por tres periodos, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de
la Universidad de Buenos Aires y cofundador y presidente de la Sociedad
Científica Argentina.
Dedicando los últimos esfuerzos
de su vida a la función de Presidente Honorario de la Comisión Administrativa
de los Yacimientos de Petróleo de Comodoro Rivadavia, el ingeniero Luis Huergo
murió en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1913.
Hoy un colegio industrial lleva
su nombre, al igual que una de las avenidas de mayor tráfico de camiones y
vehículos que traen y sacan mercaderías del puerto de Buenos Aires.
—————————————————–
Luis HUERGO evocado por el
ingeniero Eitel LAURÍA, en la entrevista realizada en su casa de Lomas de
Zamora, el 18 de octubre de 2004.
“La carrera de Ingeniería en la
Argentina fue una iniciativa de un gran rector que tuvo la Universidad de
Buenos Aires. Un gran rector, un hombre cultísimo, que fue el doctor Juan María
Gutiérrez. Y creó, en el año 1865, el Departamento de Ciencias Exactas en la
Universidad de Buenos Aires. Y contrató a profesores italianos, y creo que
algún alemán, para que iniciaran las cátedras y para la Carrera de
Ingeniería, y creo que un Profesorado en Matemáticas.
Y entonces, en el año 70, se
recibieron los primeros ingenieros argentinos. ¿Los apóstoles son 12, no?
Entonces sí, hubieron 12, los 12 apóstoles (sonríe)
Una vez le pregunté esto a una
persona que es muy religiosa y casi me insulta.
Bueno, el primero de ellos que se
recibió fue el Ingeniero Huergo. Huergo, que tuvo una actuación muy destacada
en el país.
Como profesional de la
Ingeniería, en los organismos públicos. Trabajó en infinidad de proyectos y
tuvo una célebre polémica por el tema del Puerto de Buenos Aires.
El ingeniero Huergo, su nombre
completo es Luis Augusto Huergo.
Hay un libro publicado sobre la
vida de Huergo por la Academia Nacional de Ingeniería, y escrito por José
Isaacson. El escritor, que es también ingeniero él. Se sabe poco. Isaacson es
muy conocido como ensayista, filósofo, poeta, pero es ingeniero mecánico electricista,
recibido en la Universidad de La Plata.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Huergo, Luis A. – Parte 2
Pero en 1882, Eduardo Madero
presentó un proyecto alternativo que proponía la construcción de dos canales de
acceso en lugar de uno y ubicaba los diques en forma paralela a la costa de la
ciudad.
El proyecto de Madero, con sus
diques paralelos a la costa, imposibilitaba futuros desarrollos, tornaba
extremadamente dificultosa las maniobras de amarre, entorpecía el acceso de los
ferrocarriles y hacía muy costosa la explotación y el mantenimiento de las
obras.
La propuesta de Madero pretendía
justificar el segundo canal, que encarecía el funcionamiento del puerto,
argumentando que era una medida de seguridad para casos en los que fuera
imposible navegar el primero.
Después de una serie de
modificaciones criticables en los presupuestos y condiciones de la obra, en
diciembre de 1884, se firmó el contrato entre el Ministro del Interior y
Eduardo Madero y la obra se llevó a cabo.
Los ingenieros de la empresa
Madero, Hawkshawson & Aiter reprobaron el trazado del canal del
Riachuelo que Huergo había realizado, éste solicitó al gobierno
autorización para revisar el proyecto Madero, y no se lo permitieron.
Entonces, el 5 de enero de 1886.
Huergo renunció a su cargo de Director Técnico de las Obras del Riachuelo.
Inmediatamente emprendió la tarea
de ilustrar a los profesionales por medio de conferencias, artículos y
folletos, sobre las desventajas del proyecto de Madero. Los años fueron
demostrando lo acertado de las opiniones de Huergo, todos los desarrollos
posteriores del puerto han sido construidos con los diques en forma de peine y
se ha adoptado este sistema para otros casos similares al del puerto de Buenos
Aires.
Pero la obra de Huergo no se
agota con el proyecto del puerto de Buenos Aires. En 1870, por encargo del
Gobierno viajó a Inglaterra para contratar la construcción de 120 puentes, cuyo
armado en nuestro país él mismo dirigió.
En 1874 ideó, para la localidad
bonaerense de San Fernando, el primer dique seco construido en la Argentina.
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