lunes, 27 de diciembre de 2010

El arroyo Maldonado

El Arroyo Maldonado constituye uno de los elementos distintivos del barrio de Floresta a pesar de que muy pocos de nosotros hayamos visto sus aguas alguna vez. Aún asi, estuvo presente desde el comienzo de nuestra historia ciudadana a través de sus desgraciados desbordes, crecidas e inundaciones.

 Año 1925. Puente sobre la calle Segurola. Archivo diario "La Prensa"

Foto Archivo General de la Nación, Dpto Fotográfico


Avenida Gral. Paz


La Avenida General Paz, desde el Puente Saavedra (Avenida Cabildo/Maipú) hacia Avenida del Libertador y el Río de la Plata, hacia fines de los '70s. Buenos Aires,

"Buenos Aires: Hacia una ciudad mejor", Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Cercle et Carré Editores, 1981.

domingo, 26 de diciembre de 2010

El Pehuen



Hace muchísimo tiempo, los araucanos pasaron por un período de muchas necesidades. Él hambre castigaba a todas las tribus. Y los que más sufrían eran los niños y los viejos. Entonces, en reunión de jefes, resolvieron enviar hacia los cuatro vientos, por distintos caminos, a los jóvenes más fuertes para que buscaran alimentos -vegetal o animal y volvieran con lo necesario para salvar a las tribus.

Pasaron los días y comenzaron a regresar los enviados con las manos vacías. Faltaba tan sólo uno, el más vigoroso y hábil. Tardaba y no llegaba. Las esperanzas se iban desvaneciendo. La impaciencia y la desesperación se convirtieron en llanto de niños y en lágrimas de viejos. Hasta que por fin lo vieron aparecer, extenuado, cargando un gran bolsón con piñones de pehuén, que volcó delante de los viejos de las tribus. ¿Qué es esto que traes le preguntaron si no es fruto del árbol sagrado? Bien dices, abuelo. Es el fruto del árbol sagrado que nos salvará a todos. Pero, ¿cómo te atreves, hijo? Deje que le cuente, abuelo y luego decidirán.

Después de andar por largos caminos sin encontrar nada para aliviar las necesidades de ustedes, subí por cerros desconocidos, cuando de pronto se me apareció un anciano, de larga barba, de cara blanca y de ojos azules. Alto, de andar a grandes trancos y me dijo: ¿Qué buscas por mis montañas? Entonces le conté de los apuros que estábamos pasando, que j los niños y los ancianos sufrían y que pronto morirían si no ¡ regresaba con algo para salvarlos. ¿Por qué desprecian los piñones del pehuén? --me preguntó. Son frutos del árbol sagrado, duros y creemos que son venenosos. No, hijo, es un alimento extraordinario, me respondió. Pero tienes que hervirlos para ablandarlos y luego asarlos para comerlos. Cada piñón es suficiente para alimentar una familia,

Y cuando llegue el invierno los entierran para que el frío no los perjudique y así tendrán alimento todo el año, aunque te falte la caza. Luego de decirme ésto, desapareció en un instante. Y aquí me tienen con este bolsón de piñones grandes que he recogido del suelo, de los muchos que hay en nuestros bosques. Los ancianos reunidos meditaron en la noticia que trajo el último de los enviados. Juntaron a las tribus y contaron lo que ell joven les había dicho y todos estuvieron de acuerdo en creerle. Desde entonces no hubo más hambre y todos los años cosecharon grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".


La leyenda de la ballena

Hace muchos años atrás, la ballena no vivía en el mar sino en la tierra, entre los tehuelches. Andaba de un lado a otro, pastando, y al ser tan gorda, no podía recostarse contra un arbusto sin triturarlo. Pero el problema mayor de Goos fue otro. Entre los tehuelches desaparecían las cosas, las plantas, los animales, la gente. Zorros, maras, peludos, los quillangos de piel de guanaco, los perros con que los indios cazaban, un árbol con su raíz, una bandada de flamencos, se evaporaban sin explicación.

Lo mismo ocurría con las personas, grandes y chicas, familias enteras, atareadas en coser sus taparrabos o a punto de almorzar tranquilamente sus huevos de ñandú, desaparecían en el aire. Los tehuelches le pidieron ayuda a Elal. Y el héroe Elal descubrió que Goos cuando bostezaba se tragaba cualquier cosa que estuviera cerca. Su bocaza funcionaba como una aspiradora.

El misterio estaba aclarado, ¿pero cómo recuperar todo lo que había en la panza? Elal urdió un magnífico plan: se convirtió en tabano. Aprovechando un bostezo se metió dentro de la ballena. Estaba oscuro. El héroe clavó su agijón en la garganta de Gooss, tantas veces que la molestia la hizo carraspear. Entonces la ballena expulsó a todos sus ocupantes, incluido Elal. Sal Así fue como recuperaron la libertad las maras, los zorrinos olorosos, los ñandúes, las árboles con sus raíces y los indios con sus adornos de plumas, sus quillangos, sus boleadoras, sus mocasines. Elal pensó que el mejor lugar para la ballena no era la tierra sino el agua y decidió mudarla al mar.

Transformó sus patas en un par de aletas y la mandó a vivir en el oceano, con orden de no tragar nada que fuera más grande que un huevo de langostino enano. Por eso ahora ella se alimenta sólo de cosas minúsculas. A Goos le gusta el mar. Está mucho más cómoda, y sobre todo más fresca, aunque no bajó mucho de peso.... El territorio donde vivían los tehuelches quedó bastante pelado. Esto se debe a que la ballena anduvo largo tiempo arrastrando la barriga por ahí. Pero igual es lindo así, liso

Adaptación de una leyenda tehuelche: Nota: Elal era un héroe sagrado para los tehuelches y para otros pueblos cercanos. Les enseñaba secretos, el misterio del fuego y como cazar animales para alimentarse

El palo santo


Hace muchísimos años, un joven llamado Cosakait, que era muy apuesto y virtuoso., se enamoró de una joven pero no fue correspondido. Finalmente se enfermó de tristeza y murió. En su lecho de enfermo pedía que viniera su amada pero ella nunca se presentó. Antes de morir dijo que el dios Yago lo llamaba pero que él iba a estar siempre con su amada, adornando su cabellera con perfumadas flores, ahuyentando insectos de su lado y perfumando el agua.. Luego de sepultarlo, todos observaron con asombro que surgía un árbol, al que llamaron cosakait, apreciado por sus aromáticas flores y perfumada madera. Profundamente apenado por el dolor del joven, el dios le concedió vida eterna en aquel árbol que luego se expandió por toda la selva, cumpliendo con las promesas del enamorado.
Los tobas denominan cosakait al palo santo y lo consideran un árbol venerable por su nobleza.

Esta es una leyenda toba.

El árbol: De unos 18 metros de altura, es un árbol mediano con copa de hojas pequeñas bifoliadas, gran cantidad ramas, y frutos en forma de cápsula color verde oscuro. Nativo del Norte Argentino y Bolivia. La madera: Es una madera muy dura y pesada, con un peso específico de 1.3. De color verdoso con vetas castaño claro bien marcadas, lo que la hace muy agradable a la vista, también desprende un agradable aroma. Es una madera de extraordinaria resistencia y durabilidad, resiste muy bien a la intemperie y al desgaste por rozamiento. Son clásicos los mates, ceniceros, vasos y adornos de Palo Santo ya que es una madera muy vistosa y duradera. También se la utiliza para ciertos instrumentos musicales, mueblería de lujo, y otros trabajos que requieran excelente terminación y durabilidad.


La Maldonado

Esta leyenda es una de las más antiguas de Buenos Aires. Se origina en la época de la primera fundación realizada por don Pedro de Mendoza, cuando nuestra capital no era más que un grupo de chozas, y los españoles desembarcados de los barcos la habitaban agitándose entre la miseria, el hambre y las enfermedades. Don Pedro de Mendoza había reclutado en su recorrido por Cádiz y por San Lúcar de Barrameda para emprender aquella nueva aventura.

Un viaje a lo incierto, empujados por la ambición del oro, del enriquecimiento rápido y también de la aventura. Gente desesperanzada, renegados, ricos venidos a menos, con las esperanzas de obtener nuevas fortunas, cuando no hambrientos. Esto era la base del contingente que pudo reunir este capitán. Esta expedición estaba constituída entonces por un grupo de hambrientos donde estaban mezclados franciscanos y ladrones, escribanos y marineros, escuderos y estudiantes, asesinos y soldados. Entre ellos se contaba un hermano de leche del emperador Carlos V y un hermano de Santa Teresa de Jesús.

Con esta gente se fundó, por primera vez Buenos Aires el 22 de febrero de 1536, encerrada dentro de una empalizada que frenaba indios y fieras. Para los grandes capitanes era una avanzada de la civilización, pero para los que vinieron y estaban prisioneros en medio de la inmensidad salvaje, era una tumba de desesperanzados. Muy lejos estaba el centro, la metrópoli de donde habían venido, como para recurrir en caso de peligro.
Todo estaba echado a la suerte y a la mano de Dios. Y no tardaron en llegar el hambre y las enfermedades. No había qué comer, y los indios, que al principio se mostraron comprensivos y obsequiosos trayéndoles víveres, se tornaron agresivos y peligrosos, y sólo esperaban el momento oportuno para atacar y echar al mar a los intrusos que se habían apoderado de sus tierras.

Los hombres se embriagaban, porque era la forma de olvidarse de ellos mismos., volvieron peleadores e iracundos; por un "quítame de aquí es pajas" se enfrentaba en lucha a muerte. Las pocas mujeres que habían venido en la expedición eran madres, esposas, amantes, enfermeras y esclavas. Y finalmente llegó la viruela y sembró la muerte. Todo era desolación, hambre y dolor. Afuera, la indiada que no dejaba salir a nadie de aquella jaula de palo; en cuanto se atrevían a hacerlo, se cubría el cielo de flechas. Este era el cuadro que presentaba el primer grupo de conquistadores que fundaron Santa María de los Buenos Aires, cuando se produjo un hecho insólito, protagonizado por una mujer: la Maldonado.

Una mujer humilde recogida en los muelles de San Lúcar de Barrameda, que enloqueció del ver tanto horror, Dando gritos de espanto salió corriendo hacia la empalizada; abrió la tranquera y tomó camino de la pampa. No pasó mucho tiempo sin que dos soldados, exponiéndose a las flechas de los indios, salieran en su persecución. La atraparon y sin ningún miramiento la llevaron donde estaba el "dueño y señor" de aquella población. El castigo no se hizo esperar: El capitán pidió que la llevasen en seguida hasta la primera corriente, la ataran semidesnuda a un árbol para que las alimañas se saciaran con sus carnes maldecidas. La orden se cumple, y la Maldonado, despojada de sus ropas, es conducida hasta la orilla de un arroyo de sucias aguas, donde es amarrada a un árbol.

Allí la dejaron para pasto de las fieras. La noche llegó cargada de sombras y de miedo. El viento comenzó a soplar y hacía mucho frío, Las carnes de la infortunada muchacha se endurecían y se amorataban, y para mal de ella, una llovizna helada que empezó a caer la caló hasta los huesos. Todo estaba perdido. Por un lado sus propios compañeros, que la habían abandonado, y por el otro, estaban los indígenas y las fieras, que en cualquier momento darían un zarpazo mortal.
Se abandonó a su destino, implorando que Dios la llevara cuanto antes. A la mañana siguiente, cuando los soldados fueron para dar sepultura a sus restos, comprobaron que .estaba intacta; que nadie había tocado su cuerpo y que una tigresa con sus cachorros, a la que la Maldonado la ayudara a parir, estaba echada a sus pies, como queriéndole dar calor. Pusieron el hecho en conocimiento de don Pedro de Mendoza, quien personalmente quiso comprobar aquel extraño episodio. Al verla ordenó que la libertaran de las ataduras y la llevaran al fuerte con todo cuidado. Así se salvó la Maldonado de una muerte terrible. Y el arroyo, a cuya orilla estuvo atada, lleva, desde entonces, su nombre.

martes, 21 de diciembre de 2010

River Plate 1935

Antiguo Estadio de River Plate - Hasta el año 1935, el estadio de River estaba ubicado en lo que hoy es la intersección de la avenida Libertador y Tagle - La cancha era cuadrangular - Como la cancha quedaba en el barrio de la Recoleta denominaron al equipo "Los Millonarios" y como era de tablones de allí viene la expresión "los muchachos del tablón" - Al fondo a la izquierda se observa el viejo edificio de Aguas con su toma de agua. Años después le quitaron la chimenea y actualmente en ese edificio funciona el Museo de Bellas Artes.

Rincones, historias y mitos de Buenos Aires

Wenceslao Wernicke, Matías Olmos Cano, Juampi Aquino
Mail: wenceslao@fibertel.com.ar
Twitter: @rhmbuenosaires

jueves, 16 de diciembre de 2010

La trama del fusilamiento de Dorrego – parte 4



Después de matar a Dorrego los sublevados deben de haber pensado que su triunfo era completo.

En definitiva, se habían apoderado de la ciudad y del gobierno sin demasiada dificultad y en pocos días habían derrotado a las fuerzas leales al gobernador, lo habían apresado y ultimado. Sin embargo, lo que parecía un triunfo total se transformó en muy poco tiempo en una violenta confrontación política, social e interétnica cuando toda la campaña de Buenos Aires fue sacudida por un masivo alzamiento protagonizado por fuerzas heterogéneas. Buenos Aires vivía una situación inédita: la guerra civil había estallado en el mismo territorio bonaerense y emanaba de sus entrañas.
Diversos actores entraron a tallar decididamente en el desarrollo de la lucha política definiendo su rumbo y su desenlace y mucho de lo sucedido no estaba en los planes de los conjurados. La situación era completamente inédita, no tenía precedentes. No era semejante a lo que había ocurrido en 1820, cuando fuerzas externas a la provincia, aquellas encabezadas por los gobernadores de Santa Fe y Entre Ríos, Estanislao López y Francisco Ramírez, respectivamente, invadieron la provincia y acabaron con el Directorio. Ahora todo era distinto: se estaba frente a un violento enfrentamiento entre fuerzas sociales y políticas porteñas. Y era un enfrentamiento de una violencia y una masividad que nunca antes
se había visto.
De este modo, lo que parecía ser el triunfo completo de los unitarios, comenzó a revertirse. Y no faltó mucho tiempo para que los sublevados de diciembre quedaran confinados al recinto de la ciudad adquiriendo plena conciencia de su aislamiento social. Así, a mediados de 1829 Lavalle debió iniciar negociaciones de paz con Juan Manuel de Rosas, quien ya se había transformado en el líder del alzamiento rural. Largas y complicadas fueron estas negociaciones pero a fin de año daban un resultado palmario: la legislatura, aquella que había elegido a Dorrego como gobernador, era reinstalada y ahora elegía a Rosas convertido en el jefe indiscutido de la facción federal porteña. La historia de Buenos Aires —y del país que se estaba formando— entraba en una nueva fase.

La deposición y el fusilamiento de Dorrego fueron un punto de inflexión en el desarrollo de las luchas políticas posrevolucionarias y así quedó grabado en la memoria colectiva. Este libro busca ofrecerle al lector una mirada sobre este decisivo acontecimiento apoyándose en las investigaciones que han renovado en los últimos años el conocimiento de la sociedad y la política de la época.
Pero para nosotros este dramático suceso será sólo un prisma a través del cual considerar las razones que llevaron a tal exacerbación de la lucha política, a la irrupción de formas novedosas de movilización, a las tensiones sociales que se expresaron a través de la lucha de facciones y a las condiciones históricas que hicieron posible la construcción de un liderazgo caudillista y su misma naturaleza. Por lo tanto, nuestra atención estará focalizada en la dimensión más opaca y a la vez más compleja de esta historia: centraremos nuestra mirada en las formas de movilización tratando —hasta donde nos sea posible— de develar las motivaciones que permitieron ese fenomenal alzamiento rural que se convirtió para los unitarios en una hidra de múltiples cabezas que terminó por acabar con sus planes.

Sin ella es incomprensible el triunfo de Rosas y la hegemonía que ejerció durante dos décadas. Tras veinte años de inestabilidad política, Buenos Aires conseguía de la mano de Rosas forjar un régimen estable pero ese régimen era el resultado primordial de la más amplia e intensa movilización social y de la más decisiva intervención de los sectores bajos de la sociedad en la lucha política.
De ¡Fusilaron a Dorrego!, de Raúl Fradkin. Buenos Aires, Sudamericana, 2008. 224 páginas.

Por Raúl Fradkin

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La trama del fusilamiento de Dorrego – parte 3


Unitarios contra federales. Federales contra unitarios. Hemos escuchado y leído tantas veces este violento enfrentamiento que es imposible no pensar en que se trataba de dos bandos claramente diferenciados y opuestos. Con lo que hasta aquí hemos visto, ya podemos advertir que las cosas fueron bastante más complejas. En este sentido conviene recordar que las vidas de Dorrego y Lavalle —los protagonistas por excelencia de ese dramático momento— tenían varios puntos en común. Ambos habían nacido en Buenos Aires, el primero en 1787 y el segundo diez años después. Ambos pertenecían a su elite aunque no a las familias más encumbradas. Ambos estaban en Chile cuando se produjeron los acontecimientos de 1810 y se sumaron a las fuerzas revolucionarias. Ambos ascendieron en el escalafón militar durante las guerras de la independencia, Dorrego en el Ejército Auxiliar del Perú y Lavalle en el de los Andes. Así, el enfrentamiento que protagonizaban en 1828 era el signo más claro del desgarramiento profundo que sacudía a la elite revolucionaria tras veinte años de revolución y guerra.

No extraña, entonces, que el trágico final de Dorrego se transformara en un episodio emblemático de la larga guerra civil en que había devenido la lucha por la independencia y que habría de enardecerla. No casualmente, todavía en 1998 Pedro Orgambide podía dar a conocer una novela que, justamente, se titulada Una chaqueta para morir, recuperando el extremo dramatismo del episodio que hemos relatado. No casualmente, una y otra vez, este momento emblemático fue visitado desde la literatura, la pintura, el teatro o el cine. No podemos aquí abundar en ello pero conviene recordar que este episodio fue elegido por Max Gallo para desarrollar el primer film de ficción de nuestra filmografía en 1909. Es imposible resumir las múltiples lecturas que habilitó esta muerte en nuestra literatura, sea en las páginas que le dedicaron Esteban Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento o Bartolomé Mitre en el siglo XIX como las que en el siguiente le destinaron Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato o David Viñas, para no traer a colación la vastísima producción historiográfica que se ha ocupado de la trayectoria y muerte de Dorrego.

Sin embargo, no por transitado el tema puede darse por definitivamente resuelto pues muchos nuevos interrogantes pueden formularse. Por eso conviene partir de un reconocimiento preliminar: la muerte de Dorrego impactó profundamente en la sociedad de la época, aun entre quienes simpatizaban en ese momento con Lavalle. Y, mucho más, entre quienes habían sido sus seguidores. Así, en poco tiempo se multiplicaron las coplas y los cielitos populares narrando su drama y clamando venganza.

Por supuesto que no era la primera vez que se aplicaba la pena de muerte, aunque, bueno es recordarlo, esta forma de castigo se había tornado mucho más frecuente durante los años revolucionarios.

Tampoco era la primera vez que un grupo político triunfante apelaba a un expediente tan drástico para acabar con un líder opositor. Por lo pronto, en 1810 la junta revolucionaria se había desembarazado de este modo de Santiago de Liniers, el líder de la reconquista de Buenos Aires en 1806, que para entonces se había convertido en el jefe de la oposición al gobierno revolucionario. Dos años después, el mismo final había tenido Martín de Álzaga, líder de la defensa de la ciudad en 1807, acusado de tramar una conspiración realista contra la revolución.
Ambos eran, sin duda, enemigos de temer, quizás los únicos que podían darles a las fuerzas contrarrevolucionarias un basamento popular. Pero ahora no se ajusticiaba a un enemigo de la revolución. Por el contrario, Dorrego era una figura que había acumulado indudables pergaminos durante la lucha independista y quien había ordenado su muerte, también. Sin duda, las trayectorias políticas de Liniers o Álzaga tenían poco que
ver con la de Dorrego pero, sin embargo, algo las unía y no era sólo el destino: los tres tenían, en su momento y a su modo, un enorme ascendiente en los sectores bajos de la sociedad y por eso eran tan temibles.

martes, 14 de diciembre de 2010

La trama del fusilamiento de Dorrego – parte 2


Tres años habían pasado y Lamadrid regresaba a una Buenos Aires en la cual la situación política había cambiado por completo. Ya no estaban en el poder los amigos de su suegro y ni siquiera existía más ese gobierno efímero. Por el contrario, ahora gobernaba la provincia
su más férreo adversario, el líder de los federales porteños, Manuel Dorrego. No sólo eran un viejo conocido de Lamadrid, con quien había compartido los avatares del Ejército del Norte, sino que, además, era su compadre. Sin embargo, la entrevista que mantuvieron lo desilusionó. Así deja ver, al menos, lo que relató Lamadrid en sus entretenidas e imaginativas memorias: "¿Y con trompetas como éste a la cabeza del Gobierno, pensaremos tener patria?", dijo haber pensado en ese momento. Pese a todo, las relaciones que tenía le permitieron sortear este frío recibimiento y terminó por ser reincorporado al ejército y agregado al estado mayor aunque, eso sí, sin mando de tropa.

La desconfianza de Dorrego hacia su compadre se justificaba y se extendía a toda la oficialidad del ejército que, mayoritariamente, era adicta a los unitarios. No se equivocaba. El 1° de diciembre de 1828 Lamadrid debió levantarse presurosamente ante las inquietantes palabras de su suegra: "¡Qué descansado está usted en la cama cuando todo el pueblo está en revolución!", cuenta que le dijo.

Los rumores que había escuchado los días previos se hacían realidad pues las tropas que, al mando de Juan Lavalle, regresaban de la recién finalizada guerra con el Imperio del Brasil acababan de sublevarse y habían depuesto al gobernador. Por suerte para Lamadrid, su suegro era uno de los ministros y, siguiendo su consejo, terminó por sumarse a los sublevados.

Dorrego no se rindió, escapó de la ciudad y logró reunir a las fuerzas que se mantenían leales para enfrentar al ejército unitario. Ambos bandos se enfrentaron en Navarro el 9 de diciembre y el saldo fue un triunfo completo de los sublevados. Pocos días después Borrego fue traicionado por algunos de sus oficiales y entregado al jefe insurrecto, quien, sin juicio ni sumario previo, dispuso su inmediato fusilamiento. Era el 13 de diciembre de 1828, un día que resultaría inolvidable.

Lamadrid fue uno de los testigos privilegiados de este dramático episodio. Y sus lazos personales lo pusieron en una situación bien problemática dado que era yerno de un ministro clave del gobierno de Lavalle y a la vez Dorrego era su compadre. No sólo de él: otro de sus compadres era Juan Manuel de Rosas, el comandante general de Milicias del gobierno de Dorrego y su principal apoyo para enfrentar a los sublevados. La situación de Lamadrid no era nada sencilla e intentó evitar la batalla que habría de librarse en Navarro a través de una fallida negociación con Rosas.

Más dramático aún fue su último encuentro con Dorrego. El prisionero le pidió que convenciera a Lavalle para que lo recibiera, pero sus esfuerzos fueron, otra vez, infructuosos. Y no debe de haber sido tarea sencilla llevarle la infausta noticia a su compadre, que le contestó: "¡Compadre, se me acaba de ordenar prepararme a morir dentro de dos horas! ¡A un desertor al frente del enemigo, a un bandido, se le da más término y no se le condena sin oírle ni permitirle defensa!". Luego de responder, Borrego escribió las cartas de despedida para su esposa, sus hijas y sus amigos más íntimos y entregóa Lamadrid su chaqueta encargándole que se la diera a su mujer."¿Tiene usted, compadre, una chaqueta para morir con ella?", le suplicó más que le interrogó el sentenciado. Lamadrid no pudo rechazar el pedido pero sí fue más firme para no aceptar otra petición que le hizo el condenado: acompañarlo ante el pelotón de fusilamiento y darle un abrazo antes de morir.

El dramatismo de la situación no puede ser obviado e ilustra con claridad la profundidad de las rupturas que los enfrentamientos políticos estaban generando en la trama más íntima de las relaciones tanto sociales como personales. Y la encrucijada de Lamadrid estaba lejos de ser única y excepcional. Su suegro, José Miguel Díaz Vélez aunque era uno de los ministros designados por Lavalle, no dudó en escribirle para comunicarle que el cónsul norteamericano estaba dispuesto a facilitar la deportación del gobernador —el mismo plan que Dorrego imaginó y le propuso a Lamadrid—. En una carta a Lavalle se lo recomendó afirmando que "esto es digno, más que fusilarlo, aun después de un juicio muy dudoso, si se han de consultar los ápices de la justicia". No era fácil su situación para quienes como él se reconocían, aun en esas dramáticas circunstancias, como "amigo suyo y de Dorrego".

lunes, 13 de diciembre de 2010

La trama del fusilamiento de Dorrego – parte 1


¿Por qué fue fusilado Manuel Dorrego aquella mañana del 13 de diciembre de 1828? ¿Cómo fue posible que el ejército que comandaba Juan Lavalle fuera derrotado por el alzamiento que protagonizaron sectores de la sociedad rural bonaerense? ¿Cuáles fueron sus implicancias y consecuencias?

Estas y otras preguntas han preocupado desde entonces a nuestra historiografía y miles de páginas se escribieron al respecto. Sin embargo, apoyándose en las más recientes investigaciones históricas que renovaron por completo los conocimientos disponibles sobre la economía, la sociedad y la política de esta convulsionada época, este libro intenta develar aspectos muy poco conocidos.

El lector podrá incursionar en este enigmático y multifacético fenómeno social y acercarse a las motivaciones y a las formas de acción que desplegaron sus protagonistas.
Concentrándose en cómo vivió la sociedad bonaerense las pasiones que desataba la lucha política se podrá tener una idea mucho más clara de ese alzamiento rural que cambió el rumbo de la historia.
Introducción

Cuando Gregorio Aráoz de Lamadrid regresó a Buenos Aires en marzo de 1828 no encontró sencillo tener una vida normal. Para ser sinceros, habría que decir que nunca había tenido una vida tranquila.

Pocos, muy pocos en esa época deben de haberla tenido. Por cierto, y aun cuando no hay dos vidas iguales, el itinerario de Lamadrid estuvo signado —como el de muchos otros— por la revolución. Este tucumano había nacido en 1795 en el seno de una de esas familias destacadas de las ciudades coloniales que gustaban identificarse como la "gente decente", el pequeño grupo de familias notables y destacadas que regían el destino de la población. A Lamadrid, como a otros jóvenes de esa pertenencia social, le esperaba una vida dedicada al comercio y un ascenso en la burocracia si tenía la suerte de conseguir un buen matrimonio; de lo contrario, sólo quedaba el clero o, en su defecto, quizás algún rango en la milicia. Pero con la revolución todo cambió, desde que en 1811 se incorporó al ejército y, desde entonces, no dejó de vivir en continua agitación.

La carrera militar le prometía nuevos e impensados horizontes sobre todo si le permitía abrirse paso en la política, pero estaba llena de azares e imprevistos.

Así, Lamadrid, como tantos otros oficiales, vio que su futuro se tornaba aun más incierto cuando después del convulsionado año 1820 fue pasado a retiro. La cantidad de oficiales que se habían forjado en los ejércitos de la revolución era desmesurada para las escasas oportunidades que tenían en la mucho más reducida fuerza militar que requería el estado de Buenos Aires, que se estaba formando. Y, sobre todo, para sus arcas.

Igual que otros oficiales Lamadrid intentó rehacer su vida y se puso al frente de una estancia en Buenos Aires, en el partido de Monte, pero al poco tiempo ya estaba entremezclado en nuevas luchas, esta vez contra los indios. Tiempo después se reintegró a las filas y fue enviado al norte, donde se le encomendó reclutar tropas para el ejército que debía marchar a la Banda Oriental. Sin embargo, Lamadrid terminó haciéndose elegir gobernador de su provincia natal en 1825 (como lo había sido hasta poco antes su tío Bernabé Aráoz). Otra vez, la guerra y la política le brindaban una nueva oportunidad y se convirtió en uno de los principales apoyos en el interior del presidente unitario Bernardino Rivadavia, que gobernó el país entre febrero de 1826 y julio de 1827.
Aunque Lamadrid era ajeno a la elite de Buenos Aires, de algún modo logró insertarse en ella a través de su matrimonio con la hija de José Miguel Díaz Vélez, miembro de una importante familia con propiedades extensas en esta y otras provincias y muy cercano a los círculos que por entonces gobernaban.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Asunción Alfonsin - Primer discurso de Dr Alfonsín como Presidente

10 de diciembre de 1983, discurso presidencial.


“Compatriotas: Iniciamos todos hoy una etapa nueva de la Argentina. Iniciamos una etapa que sin duda será difícil, porque tenemos todos la enorme responsabilidad de asegurar hoy y para los tiempos la democracia y el respeto por la dignidad del hombre en la tierra argentina.

”Sabemos que son momentos duros y difíciles, pero no tenemos una sola duda, vamos a arrancar los argentinos, vamos a salir adelante, vamos a hacer el país que nos merecemos. Y lo vamos a poder hacer, no por obra y gracia de gobernantes iluminados sino por esto que la plaza está cantando, porque el pueblo unido jamás será vencido.

”Una feliz circunstancia ha querido que este día en que los argentinos comenzamos esta etapa de 100 años de libertad, de paz y de democracia, se el Día de los Derechos Humanos. Y queremos, en consecuencia, comprometernos una vez más: vamos a trabajar categórica y decisivamente por la dignidad del hombre, al que sabemos hay que darle libertad, pero también justicia, porque la defensa de los derechos humanos no se agota en la preservación de la vida, sino además también en el combate que estamos absolutamente decididos a librar contra la miseria y la pobreza en nuestra Nación. ”Este es un saludo nada más, y no hubiera sido completa la fiesta de la democracia argentina –por lo menos para mí- si no hubiera contado con la posibilidad de encontrarme nuevamente con ustedes para ratificar una vez más que soy el servidor de todos, el más humilde de los argentinos.

”Me comprometo nuevamente a trabajar junto con todos ustedes para concretar los objetivos que hemos pregonado por toda la extensión de la geografía argentina, y hacer ciertos esos objetivos que los hombres que nos dieron la nacionalidad nos presentan como un mandato que ahora sabemos está al alcance de nuestras manos.

”Entre todos vamos a constituir la unión nacional, consolidar la paz interior, afianzar la justicia, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino”.

 

10 de diciembre de 1983

jueves, 9 de diciembre de 2010

INDEPENDIENTE

Copa Libertadores 1964: Independiente Campeón

Al ser un blog de historia, no puedo expresar mi felicidad por el título obtenido por mi querido Independiente, entonces buscamos la forma de llegar al objetivo sin perder el eje.

Independiente siempre fue el Rey de Copas y si bien hace 15 años que no obtenía ningún título a nivel internacional, durante décadas fue construyendo esa imagen ganadora, una mística a base de excelentes equipos, batallas deportivas, defensas aguerridas, grandes goleadores y jugadores exquisitos en la creación de juego.

La historia empieza así…


martes, 7 de diciembre de 2010

La noche en que Bonavena estremeció a Alí y al país

Oscar Bonavena era un autodidacta en materia de promociones y desparpajos. Pero mucho había aprendido de Cassius Clay o de Muhammad Alí (como empezó a hacerse llamar en aquellos años sesenta después de haberse convertido al islamismo). Aunque la historia mediática de Ringo fue casi simultánea. Si fue él, campeón argentino y sudamericano como aficionado, quien mordió en una tetilla al estadounidense Lee Carr en los Juegos Panamericanos de San Pablo, en 1963. Después de la descalificación la Federación Argentina lo suspendió. Por eso se hizo profesional en Estados Unidos y el 1° de marzo de 1964 debutó con una victoria por nocaut en el primer asalto ante el local Lou Hicks. Unos días antes, el 25 de febrero, Cassius Clay (medalla de oro en los Juegos de Roma, en 1960) se convertía en un joven campeón mundial de los pesados tras su espectacular e impensada victoria ante Sonny Liston. Y a sus dotes de extraordinario boxeador, veloz, variado, preciso, le sumaba su estilo provocador y altanero que despertaba adhesiones y odios al por mayor. Y su gesto circense revoleando su puño en el aire mientras Liston estaba caído y vencido, en la revancha, quedó grabado en la memoria de Bonavena, listo para imitarlo.

Uno era el bocón de Louisville, pero el mejor de todos los de su época. El otro, el bocón de Parque Patricios, rindió su prueba de reconocimiento ante el público argentino en aquel choque con Gregorio Peralta, en 1965. El Luna Park tuvo un récord inigualable de concurrencia de casi 24 mil espectadores. Habían ido para denostarlo. Pero terminó comprándolos con su guapeza.

Ganó aquella pelea.

Y largó su campaña de alardes públicos y ostentaciones. Pero quedó transfornado en un querido fanfarrón.

Alí había sido despojado de su título de campeón por su negativa a ir a la guerra de Vietnam, en 1967. Volvió en octubre de 1970 y le ganó a Jerry Quarry. Tenía 28 años. Ringo, también. El moreno bailarín quería recuperar el sitio que le habían birlado. Bonavena, ilustre derrotado de Joe Frazier (dos veces) y de Jimmy Ellis, y vencedor del alemán Midenberger, era bien conocido en Estados Unidos. Y fue, entonces, el rival elegido como trampolín para que Alí buscara ante Joe Frazier el título mundial de los pesados en el Madison.

Usó toda la atillería de su repertorio el porteño de Patricios, con toques de simpatía y golpes bajos de dudoso gusto.

Paseó con un toro por la Quinta Avenida de Nueva York en los días previos. Lo trato de gallina con coreografía incluida en la conferencia de prensa. Como Alí solía anunciar el asalto de las definiciones esta vez eligió el noveno. Y Ringo se rió a carcajadas.

Esa noche del 7 de diciembre de 1970, hace hoy 40 años, el país entero estuvo en vilo. Desde Firpo-Dempesey, en 1923, ninguna pelea había despertado tanta expectativa. La evidencia la dieron las calles vacías y los 79,3 puntos de rating de la televisación que que fueron récord absoluto durante veinte años, sólo superado con los casi 82 del choque Italia-Argentina en una de las semifinales del mundial de fútbol de Italia, en 1990.

Era un combate preparado para Alí. Las bravuconadas de Ringo tenían apenas un efecto folclórico. Las apuestas sólo se dividían según la vuelta en la que se daría el nocaut para el estadounidense. En Argentina una mezcla de temor y de fe en el milagro que Bonavena podía concretar. Al cabo, un mes antes un ignoto Carlos Monzón había dato el gran golpe de los medianos con su victoria fulminante ante Nino Benvenuti, el ídolo italiano, propiamente en Roma.

Guapeó Ringo ante un rival muy superior y de mayor alcance. Y tanto jugó su amor propio que en el noveno, el asalto prometido por Alí, estuvo a punto de derribarlo. Cayó el moreno pero por el impulso de un golpe fallado. Y al fin, Bonavena salió a jugarse en el round 15, desoyendo a Gil Clancy, el téncio contratado y a los hermanos Rago, sus mentores de siempre y terminó en la lona tras un cruce.

El árbitro no le exigió a Alí dirigirse a un rincón netural.

Se quedó al lado del argentino y volvió a derribarlo las dos veces que se levantó. Fue nocaut automático , entonces, por tres caídas. Y eso produjo la desazón mayor. Porque la bravura de Bonavena hubiera merecido, al menos, terminar en pie.

Después cada uno siguió su camino. Alí perdió con Frazier pero volvió a ser campeón. Bonavena, el simpático bocón, terminó confundido en los laberintos de su ambición, asesinado con un balazo.


Barrio de Agronomía - parte 4


Durante el segundo gobierno del presidente Julio Argentino Roca, 1901, se decidió la creación de una “Estación Agronómica con Granja Modelo y Escuela de Agricultura” ubicada en los terrenos que la "Chacarita de los Colegiales" destinaba al "Parque del Oeste".
Fue recién en 19 de agosto de 1904, tres años después, que por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, el Ministro Agricultura, Wenceslao Escalante, creó el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria, una idea mucho más ambiciosa que la Estación Agronómica, estableciendo las disposiciones reglamentarias para su funcionamiento.

En los planos maestros de la ciudad se puede observar que el origen del parque es de 1887. La ciudad se expandía y eran necesarios espacios verdes fuentes de recreación. Sus terrenos eran los más altos de la ciudad y la calidad de suelo era de lo mejor como para cultivar plantas de todo tipo.
La Comisión de Parques y Paseos, en 1893, recomienda al intendente Bollini, "formar un amplio bosque en los terrenos de la Chacarita, conocidos por los de la Universidad, a fin de dotar a la población de un nuevo y extenso paseo público...". El proyecto era de usar un área de 80 a 100 hectáreas para el parque.
Recién en 1901, el Poder Ejecutivo asignó 185 hectáreas para el Parque del Oeste, pero 30 estarían ocupadas por la futura Estación Agronómica.

Al paisajista Carlos Thays, que llevaba una década al frente de la Dirección de Paseos de la Municipalidad, se le encargó el plano.
El trazado de Thays, de estilo francés, corresponde a un gran óvalo con ramificaciones y la Quinta Agronómica posee tres secciones: una dedicada a los cultivos, un segundo sector en el se ubican la escuela, la administración de la Estación, viveros de plantas indígenas, importadas, frutales, viñas, colecciones animales, potreros y laboratorios y un tercer sector que albergaría a las colecciones botánicas. En el tiempo que transcurrió desde el proyecto a su ejecución, la Quinta Agronómica se convirtió en un Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria.

Este centro de enseñanza actuó como núcleo concentrador, impulsando mejoras en la infraestructura del barrio que todavía presentaba chacras y huertas por aquí y allá.
Las calles de los alrededores de la Facultad fueron mejoradas y adoquinadas. Fue construida la estación del Ferrocarril Urquiza ("Tranway Rural a Vapor") sobre la Av. Chorroarín y, lentamente, los vecinos fueron ocupando terrenos vírgenes.

El Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria, inaugurado el 25 de Setiembre de 1904, pasó en 1909 a ser la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA.



lunes, 6 de diciembre de 2010

Barrio de Agronomía - parte 3



Historia

El barrio de Agronomía nace junto a la Facultad, a principios del siglo XX. El barrio nació alrededor de un parque, cuya última denominación fue "de Agronomía", pero que tuvo diversos nombres, tales como "Del Oeste", "Nacional" y "Buenos Aires". Como la mayoría de los barrios en un principio era un campo con quintas de árboles frutales, verduras, alfalfares y varios hornos de ladrillos. Al principio fue habitada por inmigrantes italianos y españoles, luego se fueron agregando yugoslavos, eslovenos e israelitas.

Los dueños originales de estas tierras, a las que se denominaba "Chacra de los Jesuitas", eran los jesuitas y tenían una superficie de alrededor de 2700 hectáreas que se comercializaron entre 1614 y 1746. Luego que los jesuitas fueron expulsados (1769), las tierras fueron confiscadas y pasaron a manos del estado hasta que fueron dadas al Real Colegio de San Carlos (y a sus sucesores) que incluían además al Colegio Nacional Buenos Aires hasta que en abril de 1895 se sacó por un decreto a los rectores, de la administración de la denominada "Chacarita de los Colegiales".

Como la mayoría de los barrios, en un principio era un campo con quintas de árboles frutales, verduras, alfalfares y varios hornos de ladrillos.

Hacia el final del siglo XIX había pocas instituciones que se dedicaran a la enseñanza agraria en el país: la Escuela Superior de Santa Catalina (que más tarde sería la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de La Plata), la Escuela de Agricultura (Córdoba), la de Villa Casilda (Santa Fé) y la Escuela de Vitivinicultura (Mendoza). Existían también seis escuelas primarias con enseñanza agrícola. Pronto faltaron instituciones para satisfacer el desarrollo de la producción agrícologanadera y necesidades de la actividad rural en virtud de su expansión, mayor productividad y mejores animales.

Era un contrasentido que una región tan densamente poblada con la expansión que venía teniendo Buenos Aires, no contara con una escuela de enseñanza agronómica.

Barrio de Agronomía - parte 2


El centro de enseñanza, como núcleo transformador, impulsó una serie de mejoras en la infraestructura de la zona, que hasta entonces sólo presentaba chacras y huertas dispersas. Se inician las mejoras de las calles circundantes y se crea una parada del Tranway Rural en lo que hoy es la Estación Arata, determinándose a partir de aquí radicaciones en sus adyacencias tanto de trabajadores como de estudiantes.
No obstante ello, Agronomía fue uno de los barrios menos poblados y construidos de la Ciudad de Buenos Aires, a pesar del empeño de los propietarios de las tierras y del diseño urbanístico puesto de manifiesto en sus edificios hospitalarios y universitarios. Muchos de sus pobladores originarios vinieron de Italia y España y se mezclaron con polacos, yugoslavos y más tarde israelitas.

Agronomía y sus espacios verdes siempre fueron motivo para proyectos de emprendimientos recreativos, tal es el caso del proyecto del Ingeniero Benito Carrasco que se ha cumplido. Se trata del emblemático Club Comunicaciones (Av. San Martín y Tinogasta) y el Club de Arquitectura (Francisco Beiró 2116).

La Agronomía tuvo también muchos vecinos ilustres, entre los que se encuentran el Dr. Pedro Arata, eminente químico de la época ; el Dr. Angel Roffo, que dedicó su vida a la investigación de la medicina; Julio Cortazar y Cesar Tiempo, escritores de fama mundial. Por sus calles solía transitar el político y jurisconsulto Dr. Francisco Beiró, quien no pudo ocupar la Vicepresidencia junto a Hipólito Yrigoyen, por haber fallecido poco antes de asumir.

Agronomía mantiene un presente casi pueblerino, con una población preferentemente de clase media. Sus casas son bajas, con escasos edificios de tres pisos. Es un barrio tranquilo y pacífico.

En la actualidad el barrio de Agronomía se encuentra delimitado por la Av. San Martín, Campana, Av. Salvador María del Carril, La Pampa, Chorroarín y Donato Álvarez, actualmente Combatientes de Malvinas, conforme a la Ordenanza N° 26.607 del año 1972. Este barrio se fue forjando desde antaño, pero podemos decir que nace un 25 de setiembre de 1904, fecha de la fundación del ya mencionado Instituto, que en 1909 pasará a depender de la Universidad de Buenos Aires como Facultad de Agronomía y Veterinaria.

Por todo ello, creemos importante darle al Barrio de Agronomía, su día y fecha fundacional, motivo por el cual solicito el tratamiento y aprobación del presente proyecto.".

domingo, 5 de diciembre de 2010

Barrio de Agronomía - parte 1


"Lo que actualmente es el barrio de Villa Pueyrredón ha sido uno de los primeros suburbios de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres. Sus tierras pertenecieron desde la época de la dominación española a la antigua "Chacra de los Jesuitas". Producida la expulsión de los Jesuitas en el año 1769 fueron confiscados sus bienes, sus casas y tierras, pasando su dominio a las autoridades españolas. Muchas de estas hectáreas circunscriptas a la antigua Chacarita de los Colegiales fueron utilizadas en beneficio del Real Colegio de San Carlos y posteriormente por el Colegio Nacional de Buenos Aires, el cual percibió considerables rentas hasta abril de 1895. Ese mismo año por Decreto del Presidente Luis Sáenz Peña se eximió a los Rectores de la Institución de administrar dichos terrenos.

En el segundo Gobierno de Juan Manuel de Rosas se vendieron a particulares muchos de los terrenos, quedando en manos del Colegio Nacional de Buenos Aires sólo 350 hectáreas. En 1890 el Poder Ejecutivo Nacional comisionó al agrimensor José María Bustos para practicar una mensura de estos terrenos. En 1891 el Presidente Dr. Carlos Pellegrini aprobó la misma y estableció que los terrenos que no tenían títulos se declararan de propiedad de la Nación.

Todos estos terrenos que involucraban parte de los barrios de Villa del Parque, La Paternal y por supuesto Agronomía, sufrieron múltiples cambios por litigios referentes a la tenencias de la tierras, tal es el caso del llamado "Potrero de Etchevarne", lugar en el que se estableció el ya demolido "Albergue Warnes".

En 1891 el urbanista Carlos Thays, Director de Paseos de la Municipalidad de Bs. As., comenzó a transformar el paisaje de la Ciudad siendo el ejecutor de nueva plazas y de su poblamiento arbóreo. Su labor fue complementada por una Comisión de Parques y Paseos, que en el año 1903 aconsejó al Intendente Francisco Bollini, formar un amplio paseo público en los terrenos conocidos como los de la Universidad. Mediante esta política urbanística se resolvió crear el Parque del Oeste, habiéndose preparado un plano destinado a la creación de una Estación Agronómica, Granja Modelo o Escuela Práctica de Agricultura.

Thays proyectó el parque abarcando tres áreas, que hoy presentan otros usos, comprendido desde la Av. San Martín hasta Av. De los Constituyentes y Av. Francisco Beiró, en la que se encuentran actualmente establecimientos hospitalarios, clubes , etc. El resto del terreno está ocupado por la Universidad de Buenos Aires.
Este barrio de la Ciudad de Buenos Aires que formó parte de la antigua Chacarita de los Colegiales tomó la denominación con que hoy día se lo identifica en 1904, oportunidad en la que se instaló en la zona el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria mediante decreto de ese año que lleva la firma del presidente Julio A. Roca, siendo su impulsor el Ministro de Agricultura Wenceslao Escalante , con la idea de integrar y presidir el plan de enseñanza agrícola en el país.

Los festejos de la creación del Instituto duraron una semana y se extendieron hasta el día de la inauguración con toda pompa el 25 de setiembre de 1904 , con la presencia del Presidente de la República, el Ministro Escalante y otras personalidades que llegaron al lugar en trenes expresamente fletados desde la estación Chacarita.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Guerra del Paraguay Primera Parte

Soberanía en la Patagonia – parte 2


En la tarde del 8 de noviembre de 1878, la escuadra al mando del capitán de navío (comodoro) don Luis Py, salió de Buenos Aires poniendo proa al sur, con instrucciones de exigir el abandono del puerto Santa Cruz, aún por medio de las fuerzas en caso necesario.
Componíanla el monitor Los Andes,la cañonera Uruguay, corbeta Cabo de Hornos, cúter Los Estados, y las bombarderas Constitución y República; estas dos últimas tenían cada una, por toda artillería un cañón Armstrong de avancarga, de once pulgadas, que disparaba en línea de quilla, esto es que había que apuntarlo orientando la proa del buque hacia el blanco; además sus condiciones marineras eran tan precarias que en la jerga marinera recibieron el mote de “roca de media marea” puesto que estaban más tiempo bajo el agua que en la superficie. Pero llegaron.

El 27 llegó la escuadra a Santa Cruz y, felizmente para nuestra historia, el trompa no recibió orden de tocar zafarrancho de combate.
De inmediato se procedió a desembarcar todo lo que pertenecía al Regimiento de Artillería de Plaza, con una fuerza de cien hombres entre clases y tropa, al mando del mayor don Félix Adalid.
Al pie del gran cerro del Cañadón de Misioneros quedó establecido el cuartel, y en la cumbre se erigió un mástil con un tronco de palmera. El 30 todo quedó listo para la ocupación de la margen sur del río Santa Cruz. Sigamos a Albarracín:

“En consecuencia, el 1º de Diciembre desembarcó el destacamento de artillería con sus jefes y en correcta formación, con sus armas, acompañándolo algunos jefes y oficiales de marina, y ascendiendo al cerro, se enarboló nuestra bandera; como , debido a los chubascos, se tropezara con algunas dificultades, el teniente don Carlos Becar trepó al tronco de la palmera –que había sido enterrado bien hondo asegurándolo con piedras- y con un pesado martillo y buenos clavos se fijó el pabellón en el sólido tronco, rindiéndose los honores al izado con toda sencillez.

“En ese solemne momento eran las 5 p.m. y quedaba aquel territorio ocupado definitivamente por los argentinos, sus legítimos herederos de la madre patria. No se dispararon cañonazos ni tampoco se hizo ninguna fiesta especial; nos limitamos a establecer de una vez por todas la soberanía argentina en el río Santa Cruz y en su territorio”.

La escuadra permaneció allí de estación hasta el 13 de marzo de 1879, fecha en que zarpó rumbo a Patagones para cooperar en la campaña del desierto que a fines de abril había resuelto emprender el general Roca para la ocupación de la línea de fronteras con el indio dada por los ríos Negro y Neuquén.


Albarracín, Cap. de navío Santiago J. – Páginas de Ayer, Buenos Aires (1928).
Almeida, Juan Lucio – La Armada en los mares patagónicos – Todo es Historia, Año I, Nº 7, (1967).
Turone, Gabriel O. – Patagonia Argentina (2007).
www.revisionistas.com.ar

Soberanía en la Patagonia – parte 1


En 1876 una barca francesa de mil toneladas, la Jeanne Amelie, se hallaba en el puerto Santa Cruz abocada a la labor de extracción de guano; llegó la corbeta chilena Magallanes y la tomó presa. La Jeanne Amelie tenía permiso consular argentino, pero lo mismo fue conducida al Estrecho, donde se perdió para siempre entre las restingas de Punta Dungeness.

Inmediato intercambio de enérgicas y ásperas notas diplomáticas, que concluye con el desconocimiento categórico de la jurisdicción argentina sobre la Patagonia más allá de la margen derecha del río Santa Cruz. Y para demostrar que se hablaba en serio, en octubre de 1878, nuevamente la corbeta Magallanes capturó otro barco guanero, el norteamericano Devonshire, que también operaba con autorización del gobierno argentino, y lo llevó a Punta Arenas.

“Era necesario que la República Argentina hiciera de una vez por todas, acto ostensible de posesión de lo que era suyo.
De su legítimo patrimonio, de aquello de que la querían despojar sin derecho ni razón, creyéndola débil y aniquilada por sus dolorosos desgarramientos internos, y por eso fueron los buques de la escuadrilla de ríos, a hacer flamear a lo largo de las costas orientales patagónicas nuestra inmaculada bandera, clavándola sus tripulantes en la cima de uno de los cerros más elevados del cañadón de Misioneros, sobre la margen derecha del río Santa Cruz”, expresa en 1928 el capitán de navío don Santiago J. Albarracín en su libro “Páginas de Ayer”.

Aquella escuadra destacada para tan honrosa como riesgosa misión, estaba compuesta por los buques construidos durante el gobierno de Sarmiento con destino a la defensa de los ríos de la cuenca del Plata. Pero el espíritu y el coraje argentino estuvieron siempre resueltos para la defensa de la soberanía nacional, sin reparar en la actualización o no de los medios con que contó en tal o cual casus belli.

Qué hay que salir al mar con buques de río, ¡pues en adelante serán buques de mar! “.. no había más, ni tampoco hubiéramos podido adquirir otros… ¡y muy bien que nos sirvieron!”, dice Albarracín en la obra ya citada.