miércoles, 29 de febrero de 2012

Un estudio sobre la "Campaña del Desierto" confirma el genocidio de los mapuches - parte 5

–Siempre se debatió el tema humanitario, las atrocidades, etc. Pero ustedes agregan otro: ¿hubo corrupción en la Campaña del Desierto?

–D.L.: Negociados, claro que sí. Por ejemplo, había un empresario que era Ernesto Tornquist. Era el encargado de las provisiones y hubo cantidad de negociados. El mismo transporta los indios prisioneros como esclavos a la zafra tucumana porque él mismo era accionista de ingenios y recibía mano de obra gratis. Los ranqueles fueron mano de obra gratis por años como resultado de la campaña en La Pampa y él se encargó de ese reparto. La mayoría de los ministros de Economía de Roca tenían relación con las empresas de Tornquist.

–W.D.R.: El comandante Prado, que participó de la campaña y la apoyó, denuncia en sus memorias que los soldados vivían muertos de hambre, con sumarios a soldados por comerse velas de sebo de los entierros. En los debates en el Congreso se denuncia que un soldado argentino de la época costaba hasta 5 veces más que un soldado alemán equipado en Alemania, pero se moría de hambre. Es decir, fondos que nunca llegaron a destino.

–¿Y con el reparto de tierras?

–W.D.R.: Se concesionaban enormes extensiones para colonización por poco dinero, luego se levantaba la obligación de colonizar y pasaban a latifundistas que en meses formaban compañías comerciales entre concesionarios vecinos, algo prohibido por ley. Ese caso es por ejemplo el de la Compañía de Tierras del Sur Argentino, hoy adquirida por Benetton. Meses después de nueve concesiones distintas para ser parceladas para colonias, terminaron formando una sola compañía de capitales británicos sobre más de 600.000 hectáreas. Todos en contra de la ley de la misma época. Está todo en la escribanía de la Nación. Se encontraron mecanismos para burlar todos los controles legales.

–D.L.: La guerra se hizo con el pretexto de proteger los “pioneros en las fronteras”, pero ellos no entraron en el reparto. No se consideró a los sufridos antiguos pobladores fronterizos ni a los indígenas que quedaban, lo que se hizo fue crear un espacio vacío para grandes propietarios, estancieros bonaerenses o capitales ingleses.

–Algunos señalan que el destino de los pueblos originarios estaba sellado desde que el capitalismo descubrió la riqueza de estas tierras. Al mismo tiempo que Roca, el Ejército chileno avanzaba sobre los territorios mapuches del sur del Biobio y había interés de británicos por ocupar estas zonas. Es decir, si no eran Roca y el Estado argentino, iba a ser un extranjero con métodos similares o peores…

–D.L.: Esa postura no vale como argumento, porque es cierto que hay un gran ímpetu en esa época en esa dirección y también que si no era Roca era otro, pero eso no justifica lo que se hizo. Hay que tener cuidado con eso de las ideas de contexto. Porque dentro de 100 años quienes nos estudien dirán que en nuestra época se consideraba normal y era la idea dominante que los jubilados murieran de hambre y entonces todos estábamos de acuerdo, lo que primero no es cierto y en ningún caso justifica que se esté haciendo. Coincido con Osvaldo Bayer en la necesidad de una evaluación ética de la Historia. No tenemos por qué evaluar las acciones de Julio A. Roca con la ideología de Roca y tratar de rescatar otras




Un estudio sobre la "Campaña del Desierto" confirma el genocidio de los mapuches - parte 4

–¿En esa época los políticos estaban en condiciones intelectuales de entender la idea de genocidio, con el darwinismo, el positivismo, la idea generalizada de llevar “la civilización” a todo el territorio, de ver a los pueblos originarios como obstáculo a esta civilización? ¿Había intelectuales y políticos que se opusieron?

–D.L.: Bueno esa expresión es la ideología hegemónica de la época, está bien conocerlo como contexto. Pero toda idea hegemónica tiene opositores, incluso dentro de la propia elite, que cuestionaba esta política de exterminio. En la época ya se planteaba políticas más integracionistas, de colonización pacífica. Antes de la Campaña del Desierto había una coexistencia conflictiva, el gran problema de la frontera en donde se mataban unos a otros, pero también casos de comercio y convivencia pacífica, que luego fueron negados o minimizados.
Aristóbulo del Valle en 1884, cuando la campaña ya había llegado al Río Negro (1879) pero se estaba desarrollando la campaña del Nahuel Huapi, se opone duramente a un intento de Roca por hacer una campaña similar en el Chaco.
Allí denuncia: “Al hombre lo hemos esclavizado, a la mujer la hemos prostituido, al niño lo hemos arrancado del seno de la madre. En una palabra, hemos desconocido y violado las acciones que gobiernan las acciones morales del hombre”. Otros políticos que habían apoyado la campaña en la Patagonia se oponen a la del Chaco, porque esto había sido una barbaridad. Le costó un esfuerzo con campaña ideológica y otros medios como el reparto de tierras para acallar las críticas y la oposición. Aristóbulo del Valle representaba a los ganaderos y quería que se expandiera la frontera, pero cuestiona el método.

–¿La Iglesia?

–D.L.: La Iglesia era un gran aliado del gobierno, pero congregaciones como los salesianos tuvieron grandes conflictos con el sector militar, porque los salesianos querían convertirlos y formar colonias agrícolas, pero se opusieron al traslado masivo de poblaciones. El Ejército separaba a las familias y llevaba a los varones esclavizados a la zafra en el norte tucumano y a las mujeres y niños al servicio doméstico en las ciudades. Eso para la Iglesia era intolerable por su defensa de la familia.

–¿Y desde las regiones?

–D.L.: También. Olascoaga, por ejemplo asesoraba a Roca en temas militares. Pero cuando fue designado gobernador del Territorio de Neuquén, tenía la idea de retener a la población indígena en el territorio, porque les reconocía un gran potencial productivo y de ocupación del espacio. Consideraba que los mapuches agricultores eran muy trabajadores y que no era necesario llevarlos a todos a Martín García y darle la tierra a los ingleses. Pero esa parte a Olascoaga no se lo escucha, se rechaza su proyecto de colonias indígenas, Roca prefiere hacer otras. Tenían otras posibilidades, no se hizo porque no se quiso.

Un estudio sobre la "Campaña del Desierto" confirma el genocidio de los mapuches - parte 3

Parece que los objetivos no estaban en los guerreros indígenas sino en la población civil. La otra parte de la definición de genocidio habla de “actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo étnico, racial o religiosos como tal”. Y la forma sistemática en que fueron atacando después de finalizada la campaña y la resistencia indígena, con partidas de policía contra la familias que habían quedado, lo ratifican. Los partes de Villegas mencionan casos de “persecuciones de a pie”. ¿A qué clase de población guerrera persigue un soldado a pie? A heridos, viejos, chicos, etc. Otra parte de la definición de ONU habla de “matanza de miembros de grupo, lesión grave a la integridad física y mental”. Gran parte del exterminio no se dio en campos de batalla sino con prácticas de tomarlos prisioneros, haciendo traslados a pie hasta Carmen de Patagones, en donde los embarcaban a Martín García. Ese cruce por la Patagonia a pie exterminó a miles de personas, porque mataban a los que no caminaban, mujeres que tenían a sus hijos en el campo, iban todos encadenados, etc. Había más muertes por esos traslados que en las batallas. Otra parte es “sometimiento intencional del grupo, condiciones de existencia que hallan de acarrear destrucción física total o parcial”. Allí está el tema de los campos de concentración.

–¿Campos de concentración en 1879?

–W.D.R.: Sí. En Valcheta, por ejemplo, se registran campos de concentración con alambres de púas de tres metros de alto, con gente muriendo de hambre por no tener qué comer. Eso se lee en las memorias de los viajeros galeses, por ejemplo. Esas mismas memorias de los viajeros que se usan por los historiadores oficiales para hablar de lo lindo que fue la inmigración, pero en algunas páginas del libro “John Evans, el Molinero”, se habla de esto y nadie le presta atención.

–D.L.: Después de la campaña y la derrota indígena entra en acción la “policía de frontera”, que detecta a una familia indígena y la deporta a otro sitio del territorio. Por Martín García, que funcionó como gigantesco campo de concentración, pasaron miles. Se habla de entre 10 y 20.000. Tuvieron que habilitar dos cementerios especiales en 1879, lo que da una idea de la magnitud de lo que pasó.

–¿Qué otras políticas se toman?

–D.L.: Otra parte de la definición de ONU es “medidas destinadas a impedir nacimientos en el grupo”. De los partes militares mismos salen las medidas de separar a las mujeres de los varones, el traslado por fuerza de niños de un grupo a otro… Les cambiaban el nombre de tal manera que muchos saben que tienen ascendencia indígena pero no pueden reconstruir su historia familiar porque a su antepasado le pusieron Juan Pérez.

–Se centran las críticas en el general Julio A. Roca, pero las campañas contra los aborígenes comenzaron antes, ya con Rivadavia contra los Ranqueles, Juan Manuel de Rosas en La Pampa…

–Es verdad. Se sabe que desde el gobierno de Martín Rodríguez en provincia de Buenos Aires, incluso antes de Rivadavia, década de 1820, se hablaba de exterminio. El ya decía “primero exterminaremos a los nómades y luego a los sedentarios”, textual. El proyecto genocida viene de antes de Roca, pero lo que consigue Roca es el consenso nacional de todos los sectores para hacer la Campaña del Desierto. En ese momento se juzgó indispensable. Se consolida el Estado nacional con la derrota de caudillos provinciales, se pacifica el país y se piensa en extender la frontera al Sur y al Norte. Probablemente si la hubieran hecho 20 años antes hubiera sido más o menos lo mismo. Nos centramos en Roca porque precisamente es el símbolo de la historia oficial, el prócer con el que las clases dominantes se exaltan a sí mismas y es por eso que les molesta tanto que se toque a este prócer. También estaba Avellaneda, pero pocos se acuerdan de él. Roca es el símbolo, el que construyó una nación con estos parámetros.

martes, 28 de febrero de 2012

Un estudio sobre la "Campaña del Desierto" confirma el genocidio de los mapuches - parte 2

¿Cuál es su enfoque de estudio sobre la Campaña del Desierto?

–Walter del Río: Trabajamos como una red que nuclea a gente que trabaja desde distintos sectores en la memoria y documentación sobre determinados hechos históricos ignorados de la Campaña del Desierto y posteriores, sobre el genocidio indígena, incorporando documentación que no era tenida en cuenta para describir hechos además de la memoria oral, de las personas que vivieron los hechos que se transmitieron por generaciones…

–¿Qué documentaciones se omitieron?

–W.D.R.: Si uno va a los archivos históricos documentales, hay poco pero hay documentación, mucha de ella consultada a veces por gente que dice que no hubo genocidio y sin embargo los datos están ahí.

–Diana Lenton: Por ejemplo, trabajamos con copias de publicaciones que hizo el diario “La Nación”, cartas editoriales, es decir la palabra de Mitre. En un artículo de ese diario el 16 y 17 de noviembre de 1878 denuncia la actuación de Rudecindo Roca (hermano de Julio) en San Luis con una matanza de 60 indígenas desarmados y lo califica de “crimen de lesa humanidad” en medio de las campañas. Están los partes militares, que tampoco han sido estudiados a fondo y dicen cosas terribles. De allí sale el secuestro de chicos, la matanza de prisioneros, la violación sistemática como arma de guerra. La prostitución forzada como botín de guerra de los soldados era algo fomentado desde los mandos.

–¿Es aplicable en la Campaña del Desierto la noción de genocidio, más allá de reconocerse desigualdad militar y matanzas terribles? Algunos historiadores dicen que es una categoría posterior y no aplicable.

–D.L.: Seguimos el modelo de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de Naciones Unidas, de 1948, que se aplica al genocidio nazi que fue anterior. La carta también se aplica al genocidio armenio de 1915… se puede aplicar retroactivamente. No evaluamos los resultados, porque algunos dicen que se no se exterminó a toda la población indígena, pero el genocidio nazi también fracasó en exterminar a todos lo judíos y no por eso es menos genocidio. Porque la definición se da por el proyecto, no por resultados, la intencionalidad de acabar con un pueblo. Hay un proyecto genocida.

–¿En dónde se enuncia, en dónde se especifica algo similar a la “solución final” de los nazis? ¿Hay algún discurso, algún documento?

–D.L.: Por empezar en el discurso político, en el Legislativo de la época en donde se habla directamente de “exterminar a los indios salvajes y bárbaros de Pampa y Patagonia”; y con las prácticas que se producen, pequeñas algunas, pero que se suman. El art. 11 de la carta de ONU te habla de genocidio primero como “acciones de un Estado contra sociedad civil” y esto se cumple, porque las mayores acciones militares no eran entre grupos de soldados o guerreros de dos bandos, sino que en muchos casos el Ejército atacó a sabiendas tolderías vacías de hombres adultos porque estaban en otras partidas, con mujeres y chicos solos. Eso lo cuenta el propio general Conrado Villegas. En la memoria del Ministerio de Guerra y Marina de 1881 dice “sabemos que el indio es como el tero, que en un lugar grita y en otro tiene el nido. Nosotros sabíamos que los indios de tal cacique estaban apostados en tal lugar entonces fuimos a la toldería e hicimos tanto de botín, de mujeres y ‘chusma’” ( lenguaje que designaba a mujeres y niños).

Un estudio sobre la "Campaña del Desierto" confirma el genocidio de los mapuches - parte 1



Un estudio realizado por los investigadores Diana Lenton y Walter Del Río confirma que existió en Puelmapu el objetivo de exterminar al pueblo mapuche en tiempos de la denominada "Campaña del Desierto". Analizando la Carta contra el Genocidio de la ONU y diversos registros históricos, los autores documentan el exterminio de poblaciones civiles, la separación de familias para ser usados como esclavos, campos de concentración y arbitrariedad y corrupción con las tierras.

Diana Lenton es antropóloga social, docente e investigadora de la UBA. Se especializó en antropología histórica y política. Su tesis doctoral analiza las políticas indigenistas y el discurso político sobre indígenas en el estado nacional en los últimos 125 años. Escribió “Cartografías argentinas”. Walter del Río es historiador, magister en Etnohistoria de la Universidad de Chile y doctor en antropología . Es becario del Conicet y se desempeña en la sección antropología y etnografía de la facultad de Filosofía y letras de la UBA. Escribió recientemente el libro “Memorias de la expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia (1872-1943)”.

Ambos investigadores participan actualmente en la “Red de estudios sobre genocidio de la política indígena en Argentina”, que reúne e intercambia información entre grupos de investigadores de Buenos Aires, cinco o seis organizaciones de militancia indígena y otras académicas, como la del Comahue, la de la UBA, pero está planteándose todavía cómo se articula. Hay una articulación nacional con la población indígena. Documentos espantosos, no fueron excesos, sino un proyecto nacional.

Cuando se les consulta el porqué hablar de genocidio en esa época, Del Río es enfático en señalar que “primero y principal es hablar y pensar en términos históricos que hoy estaban cerrados. La definición de genocidio permite ver los hechos de un país que se construye sojuzgando a los que entiende como diferentes y cómo se maneja esa diferencia, eliminándola y construyendo una historia nacional de la cual algunos quedan excluidos. Reivindicar la Campaña del Desierto sólo como una epopeya militar y en términos de progreso y conformación del Estado cierra y deja en el olvido muchos temas. Hablar de genocidio genera tanto ruido que es positivo, porque habla y se piensa en la historia de otra manera". A continuación, una entrevista con los autores.

Leonardo Herreros
Comunicadores de Pueblos Originarios

lunes, 27 de febrero de 2012

27 de febrero de 1812 - parte 3


El ejército argentino volvió a retroceder, y perseguido ya, libró batalla en Tucumán, venciendo a los realistas el 24 de setiembre de 1812. En marcha hacia Salta para batir a los dispersos que se habían concentrado en esa ciudad, pasó revista al ejército en las márgenes del Río Pasaje el 13 de febrero de 1813, y enarboló otra vez la bandera conocida. El hecho estaba justificado con la victoria alcanzada.

El día 20 del mismo mes, derrotó al ejército del general Tristán y tomó posesión de Salta. La rendición se hizo frente a la bandera, que desde entonces quedó consagrada como el símbolo de los esfuerzos argentinos.

Declarada la independencia el 9 de Julio de 1816, por el Congreso reunido en Tucumán, el mismo cuerpo publicó este decreto el 25 de julio:

«Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fijen conforme a ella los jeroglíficos de la bandera nacional mayor.
Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Francisco Narciso Laprida, presidente; Juan José Paso, diputado-secretario.»

La bandera quedó así legalmente consagrada.

El 21 de Febrero de 1818, el Congreso volvió á decretar que la bandera de guerra tuviese como distintivo peculiar, un sol pintado en medio de ella» y el P.E. 1895, reglamentó lo relacionado con el color y las intensiones de la bandera para los cuerpos del ejército y de la guardia nacional.

José Manuel Eizaguirre, Páginas argentinas ilustradas, Casa Editorial Maucci Hermano, 1907.


27 de febrero de 1812 - parte 2


Ese día lanzó también una proclama que contiene este hermoso párrafo:

«Soldados, hijos dignos de la patria, camaradas míos: dos años ha que por primera vez resonó en estas regiones el eco de la libertad y él continúa propagándose hasta por las cavernas más recónditas de los Andes; pues que no es obra de los hombres, sino del Dios Omnipotente, que permitió a los americanos que se nos presentase la ocasión de entrar al goce de nuestros derechos: el 25 de mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más para recordarlo, cuando en él, por primera vez, veáis la bandera nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del globo, sin embargo de los esfuerzos que han hecho los enemigos de la sagrada causa que defendemos, para echarnos cadenas, aun más pesadas que las que cargabais.»

El Gobierno creyó que el general Belgrano, insistía en un acto de indisciplina, y lo llamó seriamente al orden, recordándole su terminante prohibición.

La contestación, que en parte transcribiremos, fue digna de aquel patriota. «Vengo a estos puntos -decía-, los encuentro fríos, indiferentes y tal vez enemigos; tengo la ocasión del 25 de mayo y dispongo de la bandera para acalorarlos y entusiasmarlos y, ¿habré por esto cometido un delito?
Lo sería, Excmo. Señor, si a pesar de aquella orden yo hubiese querido hacer frente a las disposiciones de V. E. ; no así, estando enteramente ignorante de ella, la que remitiría al comandante del Rosario y la obedecería, como yo lo hubiese hecho, si la hubiera recibido.»

«La bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni siquiera memoria de ella; y se harán las banderas del regimiento sin necesidad de que aquélla se note por persona alguna; pues si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército, y como ésta está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con la que les presente.»

«En esta parte V. E. tendrá su sistema; pero diré también con verdad, que como hasta los indios sufren por el rey Fernando VII, y les hacen padecer con los mismos aparatos con que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír nombre de rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan...»


27 de febrero de 1812 - parte 1



Antes de formar la bandera argentina, los patriotas adoptaron los colores populares de la escarapela, el 18 de febrero de 1812 a petición del general don Manuel Belgrano, quien encontrándose en el Rosario de Santa Fe, aconsejó en nota al gobierno que «parecía llegado el caso de declarar la escarapela nacional que debíamos usar para que nadie equivocara nuestras fuerzas con las de nuestros enemigos.
En virtud de ese consejo que tendía a fijar la uniformidad en las insignias de nuestros soldados, el Gobierno decretó que «la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata sería desde entonces de color blanco y azul celeste.»

En el mismo sitio y encontrándose al frente de las mismas fuerzas, Belgrano inauguró el 27 de febrero, dos baterías destinadas a impedir el paso del río a la escuadrilla española. Para dar mayor brillo al acto, formó una bandera con los mismos colores de la escarapela, y esta fue la primera que izaron los ejércitos libertadores en el continente.

El Gobierno, cuando tuvo conocimiento del hecho, ordenó a Belgrano «que hiciera pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente», subrogándola con la española que se le enviaba y que era la que hasta entonces flameaba en la Fortaleza.
Se le prevenía además que, el Gobierno no toleraría en adelante, la realización de actos tales sin su previo consentimiento.

Belgrano no recibió esa censura en el Rosario, pues por orden del Gobierno se había trasladado a Salta, para organizar el ejército que venía en retirada desde las provincias del Alto Perú, después de la derrota en Huaqui.

En Yatasto tomó el mando del ejército, y contramarchó para avanzar nuevamente hacia el norte. Hallándose en Jujuy, el 25 de mayo de 1812, enarboló la bandera formada en el Rosario, para festejar el segundo aniversario de la revolución, y dio cuenta del acto solemne.


domingo, 26 de febrero de 2012

La Capilla de Titiri

Se sabe que Manuel Belgrano estuvo en una vieja capilla de Titiri, curato de Macha, Potosí, Bolivia, lugar donde tuvo asiento el cuartel general del Ejército del Norte y que escondió sus banderas detrás de un cuadro.
Como luego fue llamado por el gobierno, relevado y enviado a misiones diplomáticas, esas banderas cayeron en el olvido. Muchos años después de terminar la guerra, entre 1883 y 1885, el párroco del lugar se puso a arreglar y limpiar el viejo templo y sus imágenes, así fue que encontró las gloriosas banderas. Justamente eran las que habían sido enarboladas en las baterías de Rosario. Una de estas banderas se conserva en el Museo Histórico Nacional y la otra en la Sociedad Geográfica de Sucre, Bolivia.
De estas dos banderas, la del Museo Histórico Nacional tiene tres bandas horizontales: azules las laterales y blanca la del centro y la de Sucre tiene tres bandas horizontales: blancas las dos laterales y azul la del centro.

Esta última sería la bandera creada por Belgrano y la anterior, la remitida por el gobierno, según el oficio del 3 de marzo de 1812, para reemplazar a la enarbolada por su creador en la batería de Rosario, el 27 de febrero de 1812.


sábado, 25 de febrero de 2012

Epopeya de una nación mutilada - parte 3

Un lugar común del debate argentino consiste en contraponer a Tulio Halperín Donghi con Jorge Abelardo Ramos. No es así, si nos adentramos a un pequeño cotejo de la Historia de la Nación Latinoamericana de este último, con Historia contemporánea de América Latina , de Halperín. Las diferencias ya las sabemos y ambos las dijeron de sí mismos y del otro.
Halperín denominó historia satanizadora a la que hacía Scalabrini Ortiz al juzgar el papel de Inglaterra en las historias latinoamericanas. El mote sería aplicable a Ramos, pero dice Halperín de Bolívar: “A los veintiún años ya era un hombre íntimamente desesperado y pese a su aparente movilidad de carácter, este rasgo estaba destinado a durar”.

¿Es posible evitar siempre un sentido destinal en las cosas, como lo revela este juicio de Halperín, y al mismo tiempo, no es posible ver al Bolívar de Ramos en su propia congoja, “hablando de una nación latinoamericana pero fundando una provincia, Bolivia” o “parecía un espectro y toda su política se veía espectral”? Hay una “larga agonía” de las voluntades históricas de Ramos como una ironía de la historia, con suaves demonios que nunca logran lo que buscan, bajo la mordiente mirada de Halperín.

Historia de la Nación Latinoamericana es un libro trabajado con su rara erudición, sus delicias sediciosas y su incesante espíritu burlón, con el que traducía la dolorida cuestión de la “inconclusión” de la unidad entre naciones que postulaba Ramos.

La obra merece ahora un juicio más atento de los lectores actuales. Es un libro crucial, desordenado, hijo de una pasión y de un humor paradojal, que era la marca registrada de las más recordables invectivas de Ramos.

Dice del historiador boliviano Alcides Arguedas: “Se pasaba la vida en Cuilly, cerca de París; cortaba rosas de Francia por la mañana y redactaba dicterios contra los indios de su país por la tarde”. A un escritor así le gustaba el goce de vivir. Como gran esgrimista del ensayo político, su deleite y su agonía podía consistir en una buena estocada, dibujando un exacto arabesco en el aire.


Horacio González - Director de la Biblioteca Nacional
[Publicado en la Revista Ñ de Clarín]

Epopeya de una nación mutilada - parte 2

En efecto, Ramos escribe un vigoroso cantar de gesta con un concepto que extrae de uno de sus maestros, León Trotsky -los Estados Unidos de América Latina-, pero con un estilo que sin ser su secreto mejor guardado, no siempre figuró en primer plano a la hora de interpretarlo: Ramos fue un gran escritor satírico que no expulsaba de sus narraciones el excedente picaresco que tiene toda historia.


El mismo era un gran contador de historias a las que sabía ponerle el ingrediente socarrón que en el fondo traducía la hendidura por la cual aparecía el desengaño por una gran epopeya extraviada.

Historia de la Nación Latinoamericana es una obra de un vastísimo despliegue bibliográfico, lo que permite considerar a Ramos uno de los más importantes bibliófilos argentinos, una suerte de Ernesto Quesada tensionado por un pathos político que ponía en las penumbras su formidable y despareja erudición.

Su vocación política es la de un fundador de partidos, pero antes, la de un gran editor y publicista, y aún antes, la de un apasionado librero.

Al releer esta Historia de la Nación Latinoamericana saltan a la memoria del lector libros que hoy parecen enterrados en un submundo, una prehistoria de la lectura social e histórica argentina, como el clásico del historiador y economista italiano Antonello Gerbi, La disputa por el nuevo mundo (que tanto le sirviera al socialista José Aricó para su trabajo sobre Marx y América Latina), hasta la Autobiografía de Victoria Ocampo, uno de los nombres reconocibles sobre los que ensaya una regocijada befa.


Gran aficionado a metáforas perdurables, la figura de la balcanización es una de las que se sitúa en el centro de su obra, y sin que Ramos la haya inventado, hizo pertinaz ese nombre para el análisis de la tendencia a la disgregación de los Estados latinoamericanos luego de las guerras emancipadoras.

Sin embargo, Ramos le da un dramatismo -diríamos una teatralidad explicativa- que pone a cada personaje, un Bolívar, un Martí, un Artigas, un Perón, un Prestes, ante un ramillete de opciones que es la libertad de índole trágica que posee la historia en su esencia última, y que Ramos percibe desde su “marxismo de Indias”, al que siempre se le vio su dimensión nacional y social, pero mucho menos lo que podría ahora percibirse, su tesis nunca escrita sobre la condición agónica de los procesos históricos.

Epopeya de una nación mutilada - parte 1



Libro de culto en los años 60 y 70, Historia de la Nación Latinoamericana, el texto de Abelardo Ramos, es crucial para entender el sueño inconcluso de la unidad americana.

La mordacidad combatiente, el ojo aguzado para la ironía y el chascarrillo constante no le impedían a la obra de Jorge Abelardo Ramos (1921-1994) transitar por los grandes panoramas históricos. Al contrario, el espíritu satírico de Ramos proviene de su concepción histórica: la promesa y el resquebrajamiento de los significados de una historia de gesta.




Hay un tema casi obsesivo en Historia de la Nación Latinoamericana, libro que estaba prefigurado por el muy temprano América Latina: un país y cuya versión actual es producto de numerosas reescrituras, en las que se hallaba trabajando Ramos al momento de su muerte.
Es el tema de una agonía colectiva de la empresa que no por hipotética deja de coleccionar fracasos trágicos, esa Nación Latinoamericana, gran personaje de Ramos casi forjado a la manera de una obra de Gogol, cuya “corrosiva comicidad” había festejado de joven en un artículo firmado con uno de los tantos pseudónimos que cultivaba.
Esa persona colectiva produce cumbres iluminadas y abismos frustrantes que exigen el concurso de un aliento cáustico, que es el contrapunto necesario con el sentido épico de la historia. Sin estos traspiés contrastantes no se entiende la obra de Ramos.

viernes, 24 de febrero de 2012

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Las “bombitas” del siglo XIX

“Llegado el carnaval se pone en uso una desagradable costumbre: en vez de música y disfraces y baile, la gente se divierte arrojando baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa. Se emplean huevos vaciados y llenos de agua que se venden en las calles. A la salida del teatro, el público es saludado por una lluvia de esos huevos.

Las fiestas duran tres días y mucha gente abandona la ciudad en ese tiempo, pues es casi imposible caminar por las calles sin recibir un baño. Las damas no encuentran misericordia, y tampoco la merecen, pues toman una activa participación en el juego.
Más de una vez, al pasar frente a un grupo de ellas he recibido un huevo de agua en el pecho.
Quienes por su ocupación deben transitar por las calles, salen resignados a tomar un baño. Los diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos sin obtener éxito.
Las damas abandonarían este juego si supiesen cuán poco se aviene con el carácter femenino”.

Fuente: Fondebrider, Jorge (Comp.), La Buenos Aires ajena. Testimonios de extranjeros de 1536 hasta hoy, Buenos Aires, Emecé, 2001, pp. 94-96.
www.elhistoriador.com.ar

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miércoles, 22 de febrero de 2012

La foca de la galeria Güemes

En los registros de inquilinos de la famosa Galería Güemes, en el centro porteño, no figura su nombre ni el tiempo en que estuvo allí. Es lógico: en 1930 ¿quién iba a tener en cuenta los datos de un cachorro de foca, instalado en la bañera de un departamento y rodeado de agua enfriada con barras de hielo? Al animal lo habían traído en avión desde el Sur y el hombre que alquilaba el departamento 605, en el sexto piso, lo tenía como su excéntrica y curiosa mascota. Ese hombre era el francés Antoine de Saint-Exupéry. Sí, el autor de El Principito , un clásico de la literatura mundial.

La anécdota es una más de las tantas de esa construcción que, en diciembre de 2015, cumplirá su primer centenario. Inaugurado el 15 de diciembre de 1915, al monumental edificio (que fue el más alto de Buenos Aires), se accede tanto por Florida 165 como por San Martín 170.

Saint-Exupéry vivió allí entre noviembre de 1929 y enero de 1931. Y si bien rechazaba el movimiento y la vida en las grandes ciudades, la elección del lugar de residencia tenía un motivo: a 50 metros de la galería, en una de las ochavas de Diagonal Norte y Florida, estaba la sede de Aeropostal, la empresa encargada que transportaba correspondencia al sur argentino, iniciando así las rutas aerocomerciales a esa región. El francés, junto con otros colegas, fue uno de los audaces pilotos de la empresa.

Dicen que la presencia del cachorro de foca en la bañera de aquel departamento de dos ambientes y un baño (actualmente es una oficina cuyos inquilinos usan poco y por eso está casi siempre cerrada) motivó protestas de los vecinos, en especial por el olor que generaba el animal. Pero no todo lo que produjo Saint-Exupery en ese lugar fueron problemas. También escribió Vuelo nocturno , un libro que publicaría en Francia en 1931, donde contaba su fascinación por volar de noche en la inmensidad del cielo de la Patagonia, guiado sólo por las estrellas.

También, seguramente, algunas noches habrá subido al mirador de la Galería, por su estrecha escalera caracol de hierro. Está a 80 metros de la calle y desde allí se puede ver Colonia, en la orilla uruguaya, y la costa de Quilmes. Dicen que en poco tiempo más, el mirador se habilitará a los visitantes.

Además de sus brillantes bronces, algo que también llama la atención es el nombre de la galería. Pero ese homenaje tiene relación con el lugar en el que habían nacido Emilio San Miguel y David Ovejero, los dueños del terreno en el cual se levantaría el rascacielos. Ambos eran salteños y así recordaron a Martín Miguel de Güemes, histórico defensor de la frontera norte en las guerras por la Independencia.

De la Galería Güemes se pueden escribir cientos de textos que mencionen su calidad arquitectónica, diseñada por el italiano Francisco Gianotti (el mismo de la actualmente abandonada Confitería Del Molino), o que aludan a las figuras que la frecuentaron, como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y un cantor aficionado conocido como Carlos Gardel. También se pueden descubrir otras curiosidades, como la actividad y el talento que desarrolla allí el famoso coro Arax, que pertenece a la Asociación Amigos de la Música Armenia y que dirige el maestro Jean Almohuian. Con casi 55 años de actividad, el coro no sólo interpreta música de la cultura armenia. También incluye obras de todo el mundo.

Pero esa es otra historia.

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lunes, 20 de febrero de 2012

Vitorino de la Plaza


Años más tarde, bajo la presidencia de Victorino de la Plaza, el presidente del Brasil viajó a la Argentina en una visita de confraternidad.
Entre los agasajos se programó el banquete oficial. Como éste no podía realizarse en la Casa Rosada , por hallarse en reparaciones, resolvió que se celebrara en la casa particular del presidente, en la calle Libertad. Al día siguiente del banquete, Victorino de la Plaza , llamó a su ama de llaves y comenzó a extender los cheques de su cuenta personal, para pagar a los proveedores. Al concluir le observó al ama de llaves:

- Señora, falta la cuenta de los vinos.

Ésta le explicó:

- Sr. Presidente, como era una comida oficial, se trajeron los vinos de la bodega de la Casa de Gobierno.

Victorino de la Plaza le contestó:

- Señora, en mi casa el gobierno no paga los vinos. Vaya al almacén y reponga a la bodega las botellas que se consumieron.

En aquel entonces, la Argentina ocupaba el 6º lugar en la escala mundial.


Belgrano y la creación de la bandera

Este 27 de febrero se cumplen 200 años de la creación de la bandera. En esa fecha, Manuel Belgrano, quien se encontraba al frente del Ejército del Norte, enarbolaba el pabellón celeste y blanco por primera vez en estas tierras. Era un acto de coherencia. Se trataba de dejar de utilizar el emblema que desplegaban las tropas contra las que se combatía. Pero también era un acto de heroísmo. Muchos, incluidos aquellos a quienes Belgrano respondía, consideraban que era demasiado prematuro hablar sin máscaras de la emancipación y que un acto como aquel podía menoscabar el apoyo de Gran Bretaña, aliada con España para combatir a Francia.

Fue por eso que el Triunvirato le envió una fuerte admonición, que Belgrano recibió recién después de haber hecho bendecir y jurar la bandera en Jujuy el 25 de mayo de 1812. Pronto, Belgrano demostraría lo visionario de su pensamiento y desde 1813 el nuevo emblema sería embanderado sin recriminaciones. Hoy conmemoramos a uno de los precursores de nuestra independencia con un artículo publicado a principios del siglo XX sobre las vicisitudes de nuestra bandera.

Fuente: José Manuel Eizaguirre, Páginas argentinas ilustradas, Casa Editorial Maucci Hermano, 1907.
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viernes, 17 de febrero de 2012

El Estadista Silencioso - parte 2

El Código Civil, con sus notas, aprobado a libro cerrado por el Congreso Nacional, fue escrito y nuevamente copiado en forma manuscrita con destino a las prensas de los Estados Unidos por Victorino de la Plaza. Sarmiento lo nombró profesor de Filosofía del Colegio Nacional en reemplazo de Pedro Goyena, después, su sucesor, el presidente Avellaneda, lo designó ministro de Hacienda, donde brilló con luz propia. Solucionó el problema de la deuda y de la crisis internacional de 1876.

Será años después diputado por Salta y quien proponga y defienda la nominación de la ciudad de Buenos Aires como Capital Federal en 1880. Roca lo nombró canciller en 1882 y después ministro de Hacienda, más tarde del Interior y finalmente de Justicia e Instrucción Pública. Fue, con Bernardo de Irigoyen y Carlos Pellegrini, uno de los realizadores efectivos de la obra de la generación del ochenta que catapultó al país hacia el progreso; pero, por encima de todo, fue un gran hacendista, autor de nuestra moneda y de nuestro desarrollo económico.

Pudo haber sido presidente en 1886, pero un año antes, con su habitual lucidez, comprendió que el sucesor de Roca sería su concuñado, el doctor Juárez Celman. Como no era hombre de controversias, prefirió renunciar e irse en silencio. Se trasladó a Londres, donde fue el único abogado de América latina inscripto en ese foro, donde estuvo ¡hasta 1907! En ese lapso siguió informado sobre la situación del país, apoyó la reestructuración de la deuda en 1890 y ayudó a realizar las inversiones ferroviarias y la colocación de títulos públicos en la banca inglesa. Rechazó los numerosos cargos que le fueron ofreciendo los diversos gobernantes, pero en un viaje a Buenos Aires, en 1899, fue ministro de Justicia e Instrucción Pública. A su definitivo regreso, el presidente Figueroa Alcorta lo nombró canciller y pudo solucionar los graves problemas planteados con Bolivia. Finalmente, Roque Sáenz Peña, candidato a presidente de la República , lo eligió como compañero de fórmula y juraron el 12 de octubre de 1910. De los seis años de gobierno, Roque Sáenz Peña gobernó efectivamente dos. En 1912 enfermó gravemente y el vicepresidente ocupó su lugar en forma interina hasta 1914, año trágico para la Argentina porque la guerra mundial cerró los mercados internacionales por falta de transportes, y porque murió Roque Sáenz Peña, Julio Argentino Roca, Adolfo Carranza y José Evaristo Uriburu, es decir tres presidentes, entre otras grandes figuras. Con ellos se iba una época de la generación del ochenta.

Le tocó a Victorino enfrentar la crisis mundial del inicio de la mayor guerra de la historia, y en ese momento se pudo ver su estatura gigantesca de estadista. Los grandes bancos extranjeros de los países contendientes se llevaban el oro de la Caja de Conversión. Victorino detuvo la sangría de un solo golpe, interrumpió la convertibilidad, a cuyo nacimiento él mismo había colaborado, decretó una moratoria nacional e internacional, cerró todas las operaciones bancarias y creó, novedosamente, un apéndice de la Caja de Conversión en todas las legaciones argentinas del exterior para poder recibir y pagar con oro.

Era un hombre peculiar. Dominaba todos sus sentimientos, no se sabía qué pensaba, hablaba con los ojos entrecerrados –lo que le valió el mote de “Doctor Confucio”-, no parecía emocionarse. Cuando le entregó el poder a Irigoyen, salió de la Casa de Gobierno y se fue caminando hasta su domicilio, en silencio, mientras el público lo vivaba en el camino. Murió tres años después, el 2 de octubre de 1919, y legó la ya importante fortuna obtenida con el ejercicio de su profesión a instituciones públicas, incluyendo su biblioteca a la ciudad de Salta, “. . . que me vio nacer”. En fin, hizo, junto a otros, la Argentina grande y rica que también tenía sueños.

Han pasado los años, el país padeció otras crisis económicas procedentes del exterior o, pero aún, generadas por nuestros propios gobiernos, miopes o rapaces. Por eso cabe preguntarse porqué el destino nos dio un solo Victorino de la Plaza.

Juan José Cresto

El Estadista Silencioso - parte 1


Una historiografía tuerta eleva –y con razón- la ley del voto secreto inspirada y sancionada por Roque Sáenz Peña y olvida a su vicepresidente, Victorino de la Plaza , que la hizo cumplir cuando su antecesor había muerto, por lo que debe adjudicársele como verdadero padre de la democracia argentina. Más aún, rechazó las reiteradas embestidas de los dirigentes políticos de su partido, con la frase expresada en muy baja voz y con los ojos entrecerrados: “seré fiel a la memoria de mi presidente muerto”.
Y así, el 12 de octubre de 1916, merced a su tenacidad y decisión, Hipólito Yrigoyen juró como presidente de la República , aunque nunca le hizo justicia a su antecesor, como tampoco se lo ha hecho el pueblo argentino.

Sin embargo, Victorino merece casi un desagravio nacional. Era un niño collar, huérfano de padre, que vendía descalzo en la plaza de su Salta natal las empanadas que su madre cocinaba con empeño, cuando logró ingresar en la escuela gratuita de San Francisco; luego Urquiza lo becó para proseguir estudios en el Colegio de Concepción del Uruguay, donde estudió con los que serían años más tarde dirigentes de la generación del ochenta. En los ratos libres lavaba la ropa de sus compañeros para obtener unas monedas hasta que logró emplearse en una escribanía. Se recibió con las mejores notas.

La vida de Victorino es una novela, en la que fue su propio protagonista. No supo de halagos y solamente conoció el esfuerzo y el trabajo desempeñado con responsabilidad y notable talento. Hablaba, leía y escribía numerosos idiomas-incluyendo latín-, y se decía que solamente el papa Pío IX lo aventajaba.

Cuando vino a Buenos Aires a estudiar derecho, obtuvo una pasantía en el estudio del doctor Vélez Sarsfield para ganarse la vida. En esos días el doctor Vélez iniciaba la redacción del Código Civil. Victorino fu su auxiliar más eficaz. No fue un simple amanuense, sino un colaborador. Ambos eran en extremo laboriosos e iniciaban su jornada a las cinco de la mañana.

Interrumpió sus estudios para participar en la dolorosa guerra del Paraguay. Intervino como artillero en numerosas batallas, recibió la medalla de plata en Estero Bellaco y los cordones de honor en Tuyutí. Fue ascendido a capitán y el ejército uruguayo lo nombró teniente honorario. Ascendido a capitán, debió regresar a Buenos Aires por haber contraído una enfermedad, que le impidió continuar en el frente de guerra.

Cuando se recibió de abogado, por sus altas notas fue eximido de pagar la costosa matrícula de la época, de lo contrario no hubiera podido obtener el diploma, según lo expresó años después.

Juan José Cresto

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Onofre Betbeder



Unos años después, el gobierno argentino, envió al Almirante Onofre Betbeder a Inglaterra, para controlar la entrega de los acorazados "Rivadavia" y "Moreno" en las debidas condiciones.

Éste viajó a los astilleros de Southampton y por 4 meses inspeccionó los barcos tornillo a tornillo. Al concluir satisfactoriamente su inspección, telegrafió al gobierno argentino para que saldara la cuenta. Al día siguiente, un empaquetado funcionario de levita, se presentó a su oficina y le dijo:

- Almirante, permítame que le entregue este sobre en reconocimiento por su trabajo y la imparcialidad con que ha cumplido su misión.

Betbeder abrió el sobre y retiró un cheque, e inmediatamente llamó a un secretario y le dictó la siguiente nota:

"El gobierno de la República Argentina cumple en agradecer a los directores de los astilleros la rebaja por la cantidad de 300 mil libras esterlinas, que han tenido a bien hacerle sobre el precio de los barcos".

jueves, 16 de febrero de 2012

La Comisión o los Máuser


Bajo la presidencia del Gral. Roca, ante los riesgos de algunos conflictos fronterizos, éste, con patriótica previsión, encomendó al Gral. Pablo Riccheri, que viajara a Alemania y adquiriera 40 mil fusiles Máuser para equipar convenientemente al ejército.

El general Riccheri formalizó rápidamente la compra de los máuseres con las fábricas alemanas. En la entrevista final, se le acercó un representante de los fabricantes, quien le presentó un sobre y le expresó:

- General, los fabricantes me han encomendado que le entregara este sobre con el importe de "la comisión" que le corresponde por su intervención.

Riccheri abrió el sobre y encontró un cheque de un considerable monto. Sin titubear, tomó el cheque, lo endosó y se lo devolvió al funcionario diciéndole:

- Mande tres mil Máuser más -le dijo.


La calles de nombres curiosos

Así como hay calles con nombres similares (ejemplos: San Martín y avenida San Martín; Sarmiento y avenida Sarmiento; Espinosa y Arzobispo Espinosa) la Ciudad tiene muchas otras con nombres que llaman la atención. Evocan a figuras, hechos o elementos que, por lo general, son desconocidos hasta por los propios vecinos que viven en esos lugares.

Antes de recordar algunos de esos nombres, vale tener en cuenta que las identificaciones de las calles porteñas comenzaron en los tiempos coloniales. Por entonces, la mayoría recordaba a santos. Claro que un gran cambio se produjo después de la Revolución de Mayo y hasta una década después, cuando el gobierno patrio llamó a una licitación para comprar unas 1.200 tablillas de buen tamaño, otras 12.000 más pequeñas y 30.000 clavos de 7 pulgadas, destinados a colocar los nombres de las calles en las más grandes y los números de las casas en las otras.

Pero vayamos a un listado de nombres, elegidos en forma arbitraria y con el único criterio de su curiosa denominación: Achupallas: recuerda un triunfo del ejército libertador, ocurrido el 4 de febrero de 1817. Las tropas las comandaba el mayor Antonio Arcos.

Pola: es el sobrenombre con el que era conocida una patriota colombiana llamada Policarpa Salavarrieta. La fusilaron en 1817, cuando tenía 21 años.

Morlote: evoca al capitán Lorenzo Morlote (1786-1815) quien murió en la batalla de Sipe-Sipe integrando el ejército auxiliar del Perú.

Agaces: homenajea a un grupo aborigen de la zona del Chaco.

Ohm: recuerda al físico alemán Georg Ohm quien descubrió leyes relacionadas con las corrientes eléctricas conocidas con su apellido.

Anchoris: es por el sacerdote y jurisconsulto Ramón Eduardo de Anchoris; vivió entre 1775 y 1831 y fue miembro de la Asamblea del año XIII.

Orma: era un comerciante que combatió en las invasiones inglesas defendiendo a la ciudad. Su nombre completo: Francisco Mariano Orma. También tuvo activa participación en los sucesos de mayo de 1810. Murió en 1841.

Mompox: denominación en memoria de Fernando de Mompox y Zayas, un funcionario que actuó en la revolución de los comuneros en Asunción del Paraguay, entre 1725 y 1735.

Cúter Luisito: es el nombre de una nave que el comandante Luis Piedrabuena construyó en 1873 con los restos del naufragado bergantín Espora.

Casafoust: evoca al ingeniero Carlos Adolfo Casafoust, quien vivió entre 1854 y 1900 y actuó como director técnico en las obras del primer proyecto del dique San Roque, en Córdoba.

Bruix: el nombre de esta avenida recuerda al coronel Alejo Bruix, un hombre que combatió en las más importantes batallas del ejército sanmartiniano, entre ellas Maipú y Ayacucho.

Membrillar: es en homenaje al combate librado en territorio chileno el 20 de marzo de 1814. Fue victoria de las tropas del ejército que peleaba contra los españoles por la libertad de Chile.

Balandra Carmen: fue una nave que integró la escuadra argentina en luchas contra los españoles. En la batalla del Arroyo de la China, y para evitar que el enemigo la capturara, fue volada por su capitán, Samuel Spiro, quien murió en esa acción.

Hubac: fue un coronel de origen francés llamado Angel Hubac que comandó distintas naves argentinas, entre ellas la balandra América y la goleta Nuestra Señor del Carmen. Murió en 1820 tras ser herido en la batalla de Colastiné.

Desde ya que estas son sólo algunas de esas denominaciones que llaman la atención. De igual modo, dentro de las más de 2.000 calles de Buenos Aires, hay muchas más como para descubrirlas y preparar una serie similar. Pero esa es otra historia.


martes, 14 de febrero de 2012

María Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno



En el día de los enamorados, una celebración de origen anglosajón que con el tiempo se fue imponiendo en estas regiones, recordamos algunas cartas de amor que hicieron historia. Empezamos con las famosas cartas –aquellas que nunca llegaron a destino- que María Guadalupe Cuenca enviara a su amado Mariano Moreno. Se habían conocido en Chuquisaca donde él estudiaba la carrera de Leyes y se casaron en 1804 tras un breve noviazgo. Menos de un año más tarde nacía Marianito, el único hijo que tuvieron, y pronto la familia se instalaría a Buenos Aires.

La invasión napoleónica a España y un resentimiento hacia los españoles que había surgido entre los criollos a finales del siglo XVIII al calor de las reformas borbónicas, agitaron las aguas en el Río de la Plata. Pronto los criollos comenzaron a imaginar nuevas formas de gobierno. La caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español, precipitó los acontecimientos y Mariano Moreno no tardó en convertirse en primerísima figura, al ser designado secretario de la Primera Junta de Gobierno tras los acontecimientos del 25 de mayo de 1810.

Así, Moreno se convertía en el alma mater del nuevo gobierno, lo que le trajo no pocos enemigos. Pronto se produciría una profunda división al interior de las filas patriotas, que se cristalizó en el enfrentamiento entre saavedristas (el grupo más moderado) y morenistas (el grupo más radical).

En diciembre de 1810, la pulseada se inclinó a favor de los saavedristas, y los partidarios de Moreno fueron desplazados uno por uno. El propio Moreno fue enviado en misión diplomática a Gran Bretaña. Partió el 24 de enero de 1811, pero nunca llegaría a destino. Murió en altamar el 4 de marzo siguiente.

Mientras tanto en Buenos Aires, María Guadalupe siguió durante meses enviando cartas de amor y desesperación que Moreno nunca recibió. A continuación transcribimos fragmentos de algunas de ellas:

“Mi amado Moreno de mi corazón: me alegraré que lo pases bien en compañía de Manuel. Nosotras quedamos buenas y nuestro Marianito un poco mejorado, gracias a Dios. Te escribí con fecha de 10 o 11 de éste, pero con todo vuelvo a escribirte porque no tengo día más bien empleado que el día que paso escribiéndote y quisiera tener talento y expresiones para poderte decir cuánto siente mi corazón, ay, Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta vivir sin vos, todo lo que hago me parece mal hecho, hasta ahora mis pocas salidas se reducen a lo de tu madre; no he pagado visita ninguna, las gentes, la casa, todo me parece triste, no tengo gusto para nada. Van a hacer tres meses de que te fuiste pero ya me parecen tres años; estas cosas que acaban de suceder con los vocales, me es un puñal en el corazón, porque veo que cada día se asegura más Saavedra en el mando, y tu partido se tira a cortar de raíz, pero te queda el de Dios, pues obrando por la razón y con la virtud no puede desampararnos Dios; no ceso de encomendarte para que te conserve en su Gracia y nos vuelva a unir cuanto antes porque ya vos me conoces que no soy gente sino estando a tu lado; sólo Dios sabe la impresión y pesadumbre tan grande que me ha causado tu separación porque aun cuando me prevenías que pudiera ofrecérsete algún viaje, me parecía que nunca había de llegar este caso; al principio me pareció sueño y ahora me parece la misma muerte y la hubiera sufrido gustosa con tal de que no te vayas. (…)”

Carta de María Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno del 21 de junio de 1811

“Mi querido Moreno de mi corazón: me alegraré que ésta te halle con perfecta salud como mi amor lo desea. Nosotras quedamos buenas, a Dios gracias, pero con la pesadumbre de no saber de vos en cinco meses que se cumplen mañana. Ya te puedes hacer cargo cómo estaré sin saber de vos en tantos meses que cada uno me parece un año, cada día te extraño más. Todas las noches sueño con vos, ah, mi querido Moreno. Cuántas veces sueño que te tengo abrazado pero luego me despierto y me hallo sola en mi triste cama, la riego con mis lágrimas, de verme sola, y que no sólo no te tengo a mi lado sino que no sé si te volveré a ver, y quién sabe si mientras esta ausencia no nos moriremos alguno de los dos, pero en caso de que llegue la hora sea a mí Dios mío, y no a mi Moreno, pero Dios no lo permita que muramos sin volvernos a ver. (…) María Guadalupe Moreno.”

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lunes, 6 de febrero de 2012

AUGUSTO RATTENBACH, HIJO DEL GENERAL BENJAMÍN RATTENBACH, AFIRMA QUE "EL INFORME RATTENBACH FUE ADULTERADO" - parte 3

-¿Su padre le comentaba a usted lo que iban sabiendo a medida que avanzaba la investigación? ¿Encontraron cosas peores de lo que esperaban?
-Encontraron cosas mejores y peores. Las peores estaban en el nivel superior. Ni siquiera un diletante podría haber hecho tantas macanas. Y, en cambio, abajo había muchos actos heroicos, muy importantes, que fueron resaltados en el informe.
-¿Qué hay de cierto sobre las escasas copias que se hicieron del informe? ¿Usted conserva una?
-Yo no tengo ninguna. Cuando entregaron el informe se hicieron trece ejemplares. Los trece fueron llevados al Estado Mayor del Ejército y allí los guardaron en una especie de habitación blindada que está en el tercer piso. Pero sucedió que a mi padre lo involucraron en un sumario relacionado con el capitán Astiz. Entonces pidió que le enviaran su ejemplar. Y cuando estaba trabajando en la contestación del sumario, se murió. Pero antes de morir me dijo: "Estuve leyendo el informe y han cambiado hojas, las que corresponden a la actuación del capitán Astiz en las islas Georgias". Es evidente que fue adulterado.
-¿Las cambiaron a favor de Astiz?
-Por supuesto. Para alivianar los cargos.
-¿Y qué pasó con la copia de su padre?
-Creo que mi tercera madre (yo tuve tres madres) la devolvió al Estado Mayor.
-¿Las Fuerzas Armadas nunca publicaron el Informe?
-No, esta edición (toma en sus manos un libro de tapas azules), al igual que otra que hubo, fueron clandestinas.
-¿Cómo es visto el apellido Rattenbach en el Ejército?
-Por los procesistas, mal. El informe es un tema de los medios. La fuerza en general no lo incorporó. Pero por lo menos la edición clandestina corrió muchos velos.
-¿Para usted qué fue la guerra de Malvinas?
-Un disparate. No sólo por la forma en que se llevó a cabo sino por el momento y las circunstancias.
-¿Y la "desmalvinización" posterior?
-Una manifestación más de la indiferencia que tiene el país ante sus servidores. Tendría que haber un auge del interés por recuperar las islas y apoyar a la gente que se jugó. No hubo dureza con los responsables de la guerra y sí la hubo con los ex combatientes.

El perfil

Militar y músico. Coronel retirado y músico, Augusto Benjamín Rattenbach nació hace 79 años, único hijo varón del teniente general Benjamín Rattenbach, quien entre 1982 y 1983 presidió la comisión encargada de investigar las responsabilidades en la guerra de Malvinas.
Carreras paralelas.
Como militar se perfeccionó en Alemania, donde ya había vivido de niño cuando su padre, entonces mayor del Ejército, asistió a una escuela de guerra en pleno nazismo. Como músico se convirtió en un prolífico compositor y llegó a dirigir el conservatorio municipal, de donde fue echado por el ex jefe de gobierno porteño, Jorge Telerman.

Por Pablo Mendelevich
Fuente: diario "La Nación

AUGUSTO RATTENBACH, HIJO DEL GENERAL BENJAMÍN RATTENBACH, AFIRMA QUE "EL INFORME RATTENBACH FUE ADULTERADO" - parte 2

Cabe recordar, con todo, que Rattenbach padre fue secretario de Guerra del gobierno de facto de José María Guido, cargo que le ofreció el por entonces poco golpista Juan Carlos Onganía, líder de los Azules, más tarde dictador.
-Cuando en 1982 la Junta Militar convocó a su padre, ¿él conservaba protagonismo público?
-Mi padre había fundado una disciplina, la sociología militar, actividad académica que trascendió en el exterior. Participaba en congresos en Europa y Latinoamérica. Varias veces le habían ofrecido cargos, pero los había rechazado. Estaba en su casa, retirado.
-¿Por qué lo eligieron a él?
-Porque era el general más antiguo del Ejército.
-¿Se conocía ya su postura crítica respecto de la guerra?
-Sí, pero además de ser el más antiguo era el de mayor prestigio, una figura menos cuestionable que otras.
-¿Y cómo reaccionó cuando lo convocaron?
-Aceptó de buen grado. Como él entendía que hacía falta darle una explicación al país, se adelantó e hizo un informe personal para que la Junta le hiciera saber a la población qué había pasado. La Junta no lo quiso publicar. Ese informe quedó archivado.
-Del informe definitivo, el que luego se conoce como Informe Rattenbach, quizás lo más impactante haya sido la interpretación que se hizo de que su padre pedía la pena de muerte para Galtieri.
-No lo dice así. Figuran en el texto los artículos correspondientes del Código de Justicia Militar y en algunos casos dice que debía haberse aplicado la pena de muerte.
-Sorprende que la junta militar haya convocado a su padre si, tal como usted dice, cabía esperar que se pronunciara con gran dureza.
¿Por qué piensa que lo hicieron?
-Además de que había que darle una explicación al país, en ese momento salió un documento publicado por las fuerzas armadas inglesas. Eso incidió. Mi padre quería hacer algo corto, que fuera contundente, para que el país supiera qué había pasado. Los demás miembros de la comisión querían un análisis, digamos, más tranquilo.
-¿Tenían muchas diferencias?
-Es que también había un problema de dinero. Cuando se formó la comisión les asignaron un sueldo o un sobresueldo, no sé cómo llamarlo. Mi padre renunció a eso. Los demás no.
-¿Entonces dentro de la comisión había relaciones tensas?
-Sí, también debido a los interrogatorios, que fueron realmente muy duros. Sentaron en el banquillo a Galtieri y a todos los demás responsables de la guerra.

AUGUSTO RATTENBACH, HIJO DEL GENERAL BENJAMÍN RATTENBACH, AFIRMA QUE "EL INFORME RATTENBACH FUE ADULTERADO" - parte 1


LA INVESTIGACIÓN REALIZADA POR RATTENBACH SOBRE LA GUERRA DE MALVINAS ORIGINÓ UNA CONSPIRACIÓN DE SILENCIO QUE SALIÓ A LA LUZ GRACIAS AL PERIODISMO. EL HIJO DE AQUEL GENERAL CUENTA QUE SU PADRE DESCUBRIÓ QUE SE HABÍAN QUITADO LAS PÁGINAS QUE COMPROMETÍAN AL ENTONCES CAPITÁN ASTIZ.

Pocos recuerdan a esta altura que Leopoldo Fortunato Galtieri resultó absuelto en el juicio a las juntas militares. ¿Cómo fue posible, entonces, que Carlos Menem lo incluyera en su ancha canasta de indultos? Sucedió que el campechano y ostentoso dictador de ojos celestes,
presidente y jefe del Ejército durante el ahora evocado primer semestre de 1982, había sido destituido y condenado a doce años de reclusión, en 1986, por su responsabilidad en la guerra de Malvinas. Las causas judiciales que lo conservaban preso cuando lo sorprendió la muerte sí estaban relacionadas con derechos humanos (correspondían a su antigua actuación como comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, con sede en Rosario); en cuanto a sus responsabilidades como conductor de la guerra, fue definitivamente perdonado por Menem.
Pero hubo un informe mucho más duro que aquel del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que, además de a Galtieri, condenó a Jorge Anaya a 14 años de reclusión y destitución, y al brigadier Basilio Arturo Lami Dozo a 8 años de reclusión (luego, al revisar las sentencias, la Cámara Federal las unificó en 12 años). Ese otro informe intentó ser tapado por una conspiración de silencio, pero logró saltar el cerco de la censura para estallar en los titulares de todos los medios del país. Fue el Informe Rattenbach, así llamado porque lo elaboró una "Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur" que presidía el teniente general Benjamín Rattenbach, fallecido poco después a los 82 años, en 1984, de un derrame cerebral. El informe había sido encargado por la última junta militar del "Proceso" (general Cristino Nicolaides, almirante Rubén Franco, brigadier Augusto Hughes) y debía tener carácter secreto, pero en forma inesperada una versión del texto apareció publicada en la revista Siete Días (ver recuadro), lo cual contribuyó a potenciar la de por sí explosiva dureza de su letra, que entre otras cosas recomendaba, para juzgar a los responsables de Malvinas, tener presente el artículo del Código de Justicia Militar que impone la pena de muerte a quien entrega una plaza sin pelear.
A 24 años de la revelación periodística que desnudó la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la guerra de Malvinas, el hijo del autor de aquel histórico informe, el músico y coronel Augusto Benjamín Rattenbach, revela que las Fuerzas Armadas no sólo intentaron silenciar los resultados de la investigación de su padre (las únicas copias del original Rattenbach son clandestinas), sino que adulteraron la información cambiando algunas hojas en las que se analizaba el desempeño de Alfredo Astiz durante el conflicto para alivianar los cargos.
"Mi padre tenía un sentido de la disciplina que inspiraba respeto en el Ejército, porque además tuvo una ética a prueba de balas", dice hoy, en su departamento de Barrio Norte, este coronel de 79 años al que no se conoce tanto por haberse rebelado en su momento contra el general Alejandro Lanusse (quien lo pasó a retiro) o por haber integrado en los años ochenta el núcleo fundador del Cemida (Centro de Militares para la Democracia) como por su condición de músico.
La firmeza del Informe Rattenbach, una revisión impiadosa de la guerra escrita puertas adentro en tiempos de autoamnistías y repliegue a los cuarteles, quizás se explique en gran medida por la formación prusiana y el espíritu profesionalista del hombre fuerte de la comisión investigadora. Quien ahora evoca a aquel teniente general, su hijo el coronel compositor, recuerda que los Rattenbach vivían en 1933 en Berlín porque el Ejército había enviado al entonces mayor Benjamín Rattenbach a capacitarse en la Escuela de Guerra del Ejército alemán, casualmente la misma donde estudiaría el hijo en 1959 y 1960, ya en plena Guerra Fría. El padre, cuenta hoy el hijo, incluso conoció personalmente a Hitler. Pero advierte, raudo:
"Gran parte de los militares argentinos que fuimos enviados a Europa para capacitarnos volvimos con un concepto profesionalista, con ideas más favorables a la democracia".