sábado, 25 de febrero de 2012

Epopeya de una nación mutilada - parte 2

En efecto, Ramos escribe un vigoroso cantar de gesta con un concepto que extrae de uno de sus maestros, León Trotsky -los Estados Unidos de América Latina-, pero con un estilo que sin ser su secreto mejor guardado, no siempre figuró en primer plano a la hora de interpretarlo: Ramos fue un gran escritor satírico que no expulsaba de sus narraciones el excedente picaresco que tiene toda historia.


El mismo era un gran contador de historias a las que sabía ponerle el ingrediente socarrón que en el fondo traducía la hendidura por la cual aparecía el desengaño por una gran epopeya extraviada.

Historia de la Nación Latinoamericana es una obra de un vastísimo despliegue bibliográfico, lo que permite considerar a Ramos uno de los más importantes bibliófilos argentinos, una suerte de Ernesto Quesada tensionado por un pathos político que ponía en las penumbras su formidable y despareja erudición.

Su vocación política es la de un fundador de partidos, pero antes, la de un gran editor y publicista, y aún antes, la de un apasionado librero.

Al releer esta Historia de la Nación Latinoamericana saltan a la memoria del lector libros que hoy parecen enterrados en un submundo, una prehistoria de la lectura social e histórica argentina, como el clásico del historiador y economista italiano Antonello Gerbi, La disputa por el nuevo mundo (que tanto le sirviera al socialista José Aricó para su trabajo sobre Marx y América Latina), hasta la Autobiografía de Victoria Ocampo, uno de los nombres reconocibles sobre los que ensaya una regocijada befa.


Gran aficionado a metáforas perdurables, la figura de la balcanización es una de las que se sitúa en el centro de su obra, y sin que Ramos la haya inventado, hizo pertinaz ese nombre para el análisis de la tendencia a la disgregación de los Estados latinoamericanos luego de las guerras emancipadoras.

Sin embargo, Ramos le da un dramatismo -diríamos una teatralidad explicativa- que pone a cada personaje, un Bolívar, un Martí, un Artigas, un Perón, un Prestes, ante un ramillete de opciones que es la libertad de índole trágica que posee la historia en su esencia última, y que Ramos percibe desde su “marxismo de Indias”, al que siempre se le vio su dimensión nacional y social, pero mucho menos lo que podría ahora percibirse, su tesis nunca escrita sobre la condición agónica de los procesos históricos.

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