La historia es la única rama del conocimiento que nos puede decir qué fuimos en el pasado, qué somos en el presente y qué seremos en el futuro.
sábado, 31 de mayo de 2014
viernes, 30 de mayo de 2014
martes, 27 de mayo de 2014
¿Qué pasó con los negros? – Parte 2
Las razones tienen que ver con el
grado de explotación a que se veían sometidos, las restricciones a su libertad
(incluso en el caso de los libertos) y, en consecuencia, las pésimas
condiciones de vida. Para tener una idea, más de quince años después de la
“libertad de vientres”, la mortalidad de los recién nacidos entre la población
de origen africano casi duplicaba la de los “blancos”, alcanzando en 1828 la
pavorosa cifra del 44,24 por mil. Pero, además, la natalidad era muy baja,
incluso en comparación con otras sociedades latinoamericanas. Los amos evitaban
a toda costa el casamiento de un esclavo, al igual que el embarazo de una
esclava, con el argumento de que esto le impedía “prestar todos los servicios
para que fue comprada”, además del riesgo de morir en “un mal parto”. 3
En esa sociedad racista, a los amos
les resultaba más “económico” reemplazar con nuevas importaciones de seres
humanos la escasez de nacimientos y la alta proporción de muertes. Una prueba
de ello es que el padrón levantado por orden del director Alvear en 1815
mostraba que más del 70 por ciento de losnegros que habitaban entonces en la campaña
bonaerense eran nacidos en África, es decir, esclavos traídos recientemente.
Hasta comienzos del siglo XIX, cuando los Álzaga, Sarratea o Martínez de Hoz
podían seguir trayendo “piezas de Indias” desde África y Brasil, su proporción
en la población rioplatense se mantuvo alta.
Pero a
partir de 1807 los ingleses tomaron medidas para impedir el tráfico
internacional de esclavos. Sus motivos no eran para nada humanitarios.La
política británica de cortar el tráfico negrero, para generalizar la
explotación más “racional” del trabajo mediante el salario, y desde 1813 el fin
de la trata (implícitamente incluido en el decreto de la Asamblea General
Constituyente) llevaron a que en las décadas siguientes la presencia africana
empezara a mermar aceleradamente en las para entonces Provincias Unidas.
Sobre
esa realidad actuaron las guerras que casi acabaron con la población africana
masculina, las grandes epidemias de la segunda mitad del siglo XIX y, por falta
de hombres de la propia comunidad, un mayor “mestizaje”. En una sociedad que
mantenía sus rasgos racistas, donde losnegros tenían más que limitado su acceso a la
educación, a los cargos administrativos y políticos y, en general, a toda forma
de “sociabilidad” que no fuese la de sus propias instituciones de ayuda mutua,
como las “naciones” organizadas por descendientes de africanos, que tuvieron un
gran desarrollo en Buenos Aires entre fines del período rivadaviano y la caída
de Rosas, fueron las primeras asociaciones de “socorros mutuos” de nuestro
país. Además de reunir fondos para comprar la libertad de esclavos, ayudar a viudas,
huérfanos y enfermos, estas sociedades mantuvieron el acervo cultural
afroamericano, en sus “tangos” y “candombes”. Muchos de sus descendientes se
fueron “acriollando”, en la mayoría de los casos negando u olvidando su
herencia africana.
Y
aunque muchos argentinos lo olvidemos a diario, zamba, milonga y tango (por no hablar demalambo, kilombo o candombe)
son voces afroamericanas, como el origen de esas músicas, tan argentinas como
nuestra morocha.
Referencias:
3 Silvia
Mallo, “La libertad en el discurso del Estado, de amos y esclavos”, Revista de Historia de América,
vol. 112, México, 1991.
Felipe
Pigna
¿Qué pasó con los negros?
Para
una sociedad, como la argentina, que se considera a sí misma “amplia” y “para
nada racista”, basta una palabra para poner en claro los límites de esa noción: negro.
El uso
peyorativo del término, que viene de la colonia y continúa en las clases
“medias” y “altas”, es una prueba más que suficiente. Pero, además, el
tratamiento histórico de la población de origen africano y sus descendientes (a
pesar de lo mucho que se ha investigado y publicado en las últimas décadas)
sigue mostrando una de las formas del racismo: la negación o desvalorización de
su presencia y del papel que jugaba en la sociedad, el ocultamiento de la
explotación, la negación de la dignidad más elemental a la que se veía sometida,
y desde ya, el esconder bajo la alfombra los datos sobre las riquezas que se
acumularon a costa de la esclavitud de los seres humanos de origen africano. Se
trata de hacer desaparecer toda una historia, silenciarla, volverla invisible
o, como dice el arqueólogo urbano Daniel Shávelzon, “transparente”. 1
Ya el
primer paso en este ninguneo histórico se dio durante los orígenes mismos del
tráfico de esclavos, cuando para someterlos se les negó toda particularidad
humana que no fuese el color de piel. Así como los conquistadores convirtieron
en indios a los pueblos originarios de América,
la gran diversidad nacional, idiomática, cultural y política de los habitantes
del África subsahariana fue suprimida de un plumazo para convertirlos en negros, “infieles” a los que
las bulas papales autorizaban a esclavizar y emplear a modo de “animales de
trabajo”. Una pregunta recurrente es cómo, de una sociedad que a comienzos del
siglo XIX tenía entre el 30 y casi el 60 por ciento de población descendiente
de africanos, según las regiones, pasamos a fines de ese mismo siglo e inicios
del siguiente a la “desaparición de los negros”,
que ya por entonces señalaban tanto quienes se alegraban de ella como quienes
la lamentaban. Se estima que a comienzos del siglo XX, apenas entre el 2 y el 3
por ciento de la población argentina reconocía su ascendencia africana.
Tradicionalmente
se dan como principales causas su exterminio, como “carne de cañón”, en las
guerras de la Independencia, las civiles que vinieron luego y, en particular,
la del Paraguay (1865-1871), a lo que se sumaron las epidemias de cólera (1861)
y de fiebre amarilla (1871) que provocaron gran mortandad entre los más pobres,
incluidos los afroargentinos.
Aunque
ambas causas tuvieron un papel importante, hay otras de las que suele hablarse
bastante menos y que ocultan la herencia racista de la Argentina. En esa
sociedad donde, supuestamente, “los esclavos eran bien tratados por sus amos”,
hay dos datos que llaman poderosamente la atención de los investigadores: la
baja tasa de natalidad entre la población de origen africano, tanto esclava
como liberta, y su altísima tasa de mortalidad, no solo como producto de
guerras o brotes epidémicos, sino en situaciones “normales”. 2
Referencias:
1 Daniel Shávelzon, Buenos Aires negra. Arqueología de una ciudad silenciada, Buenos Aires, Emecé, 2003.
1 Daniel Shávelzon, Buenos Aires negra. Arqueología de una ciudad silenciada, Buenos Aires, Emecé, 2003.
2 Véanse,
por ejemplo, los artículos de Marta Goldberg, “Mujer negra rioplatense”, en
Lidia Knecher y Marta Panaia, La
mitad del país. La mujer en la sociedad argentina, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1994, y en coautoría con Silvia C. Mallo, “La población
africana en Buenos Aires y su campaña. Formas de vida y subsistencia.
1750-1850”, Temas de Asia y de
África, vol. 2, Buenos Aires, 1994.
lunes, 26 de mayo de 2014
JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL – Parte 5
"En
prueba de ello, me permito remitirle adjunta copia exacta: 1ro. de la nota
original que el entonces Ministro de la Guerra , coronel Luis Caminos, dirigió al coronel
Panchito López, acompañando testimoniado el referido decreto del mariscal
López, autorizado con la firma del mismo señor Caminos, y 2do. de la de este
documento, el cual es de indudable autenticidad”.
"Dichos documentos, como se ve, confirman que sobre este punto había
consignado en mí referido reportaje, y creo que han de ser los únicos
existentes sobre la materia porque todos los demás papeles de la Secretaría del mariscal
López fueron devorados por las llamas en Corro Corá, y sólo han podido salvarse
los del coronel Panchito, porque los tenía guardados su madre, Mma.
Lynch".
"Resulta, pues, evidente de este hallazgo, que el soit-distant decreto de
López, producido por don Héctor Decoud en su titulada historia, es apócrifo, permitiéndome
dejar al ilustrado criterio de Ud. el juicio a que se hace acreedora la
aseveración que con tanto énfasis hace el Dr, Adolfo Decoud en el párrafo 5to.
de su citada carta, respecto al mismo documento, afirmando haber tenido
oportunidad de ver el original".
"¿Risiun teneatis?'
"Con la exhibición de los verdaderos documentos, quedan aquilatados la
autoridad y crédito que debe acordar el público a las producciones históricas
de tan singular historiador".
Pidiendo disculpa por la extensión de esta carta, me es grato reiterarme a sus
órdenes.
"Atte.
S.S. y amigo
Juan Crisóstomo Centurión" (1)
Setiembre 4 de 1893.
Nota: don Enrique López, hijo del finado mariscal López, fue quien tuvo al
amabilidad de facilitarme las copias que le remito, en cuyo poder obran los
originales, para los que gusten cerciorarse de ellos.
(1)
Coronel Juan Crisóstomo Centurión Martínez,
(1840-1902) Nació en Itauguá, Paraguay. Alumno aventajado, en 1858 es enviado
Londres a estudiar derecho (King´s Collage). Fue combatiente durante todo el
curso de la gerra. En 1866 participa en al entrevista de Yataity Corá. Fue
redactor del periódico El Cabichuí. En 1868 fue testigo del testamento de Francisco
Solano López. Llego hasta Cerro Corá, donde fue herido y tomado prisionero.
Cautivo en Brasil. Publico cuatro tomos de "Memorias o reminiscencias de
Históricas sobre la Guerra
del Paraguay", y unos Apuntes Biográficos, manuscritos inéditos propiedad
de su bisnieta Gladis Croskey de Centurión. (Testimonios de la Guerra Grande.
t.I,p.87)
- Centurión, Juan Crisóstomo: Memorias o reminiscencias de Históricas sobre la Guerra del Paraguay
- Testimonios de la
Guerra Grande. Colección imaginación y memoria del Paraguay.
t.I
- Riquelme Manuel. Compendio de la
Guerra de la Triple Alianza
- La Gazeta Federal: www.lagazeta.com.ar
viernes, 23 de mayo de 2014
jueves, 22 de mayo de 2014
El primer barrio porteño
Fue el primer barrio porteño y su nombre le fue dado en homenaje a Ntra. Sra. De Monserrat, muy venerada en Cataluña, donde se conserva la réplica de la imagen original que fuera escondida cerca de Barcelona, entre las montanas, para protegerla de los musulmanes. Cuando fue redescubierta cien años más tarde, por los efectos del paso del tiempo, tanto la Virgen como el Niño, tenían un color oscuro, y así la llamaron cariñosamente "La Morenita" o "Morenita".
Gracias a su color conquistó el cariño de los negros que habitaban Buenos Aires, quienes la paseaban en procesión todos los 8 de Septiembre. También fue llamado "Barrio del Tambor" , por los tamboriles que tocaban los negros porteños, que formaron distintas nacionalidades o agrupaciones llamadas Cabunda, Banguela, Mondongo y Angola. A pesar de que los negros han desaparecido de nuestro país, han dejado el recuerdo de sus carnavales donde bailaban sus alegres candombes y de donde salieron músicos destacables como el negro Grigera, Bernardo Pintos.
http://www.barriada.com.ar
miércoles, 21 de mayo de 2014
martes, 20 de mayo de 2014
Cómo empezó la deuda externa
En agosto de
1822, la Junta de Representantes autorizó al gobierno de la provincia de Buenos
Aires a contratar en Londres un empréstito de un millón de libras esterlinas,
destinados a la construcción del puerto de Buenos Aires, a la fundación de tres
pueblos en la costa sur, y a instalar un servicio de agua corriente y desagües
en la ciudad. La operación fue acordada en 1824 con la casa Baring Brothers, de
Londres, sobre un interés del seis por ciento anual.
Como intermediarios del gobierno
porteño intervienieron los comerciantes británicos Juan y Guillermo Parish
Robertson y el criollo Félix Castro. Los tres comisionistas cobraron por sus
servicios 100.000 libras esterlinas, extraídas del empréstito. La casa Baring
descontó el pago adelantado de dos anualidades de intereses y amortizaciones,
más su propia comisión, por lo que la cantidad acreditada al gobierno de Buenos
Aires quedó reducida a 560.000 libras; a pesar de esto, el gobierno de la
provincia se endeudó por la totalidad del préstamo más los intereses
correspondientes.
Las 560.000 libras no llegaron a
Buenos Aires en una sola entrega y en moneda metálica. Los banqueros británicos
enviaron remesas fraccionadas a partir de julio de 1824, consistentes en su
mayor parte en letras de cambio que, en 1825, fueron entregadas por el gobierno
de Las Heras a los comerciantes locales. Ninguna de las obras que motivaron el
empréstito llegaron a realizarse. (Crónica Argentina, Editorial Codex, tomo
II., Historia Argentina, de José Cosmelli Ibáñez, Editorial Troquel).
domingo, 18 de mayo de 2014
TORINO 1966 A 1970 - Parte 3
Básicamente se le practicaron al auto modelo,
modificaciones estéticas.
Se eliminaron molduras de los costados, cambios de faros, y por dentro le
diseñaron un nuevo tablero con madera y relojes independientes mucho más
europeos que los tableros uniformes americanos.
Para el año 1967 salió a la venta en 3 versiones; Coupe 380,
380w y el sedan 300.
Ambas coupes 380 se diferenciaban exteriormente por el agregado de la “w” al
380 en cada guardabarro delantero y el escape, circular en la 380w.
La motorización:
Para la motorización del Torino, se opto por un motor que ya
estaba siendo fabricado por IKA desde 1965, el “Tornado”, para este caso:
re-diseñado por ingenieros argentinos para lograr un mejor desempeño. Las
modificaciones fundamentales se realizaron en la tapa de cilindros y los
múltiples de admisión y escape, así se logro una nueva versión que llamaron
“Tornado Interceptor”.
sábado, 17 de mayo de 2014
TORINO 1966 A 1970 - Parte 2
LA HISTORIA DEL TORINO.
Para
1960 el señor James Mc Cloud, presidente de Industrias Kaiser Argentina (IKA),
había elaborado un proyecto: construir una nuevo vehículo mediano para el
mercado argentino, así, en 1961 firmaba un acuerdo con la A.M.C. (American
Motors Corporation) para fabricar localmente los Rambler Classic y Ambassador.
La linea Rambler se había convertido en un éxito entre los usuarios argentinos
pero la IKA necesitaba de otro modelo para competir directamente con el Falcon
y el Chevrolet Super. El detalle que Mc Clud agregó fue al desentrañar y
entender el gusto argentino por los autos europeos y fue por eso que decidieron
iniciar un proyecto con ese fin.
Para 1964, por recomendación y gestión del más grande: Juan
Manuel Fangio se le encarga a Pininfarina, Italia, el re-diseño del Rambler,
algunos aseguran que sobre el 440 y otros que fue sobre el Rogue, e incluso hay
quienes dicen que se baso en otro modelo similar, de la linea, que había
fracasado. El Rogue, del cual adjuntamos fotos salió a la venta en USA al mismo
tiempo o quzás un poco después que nuestro 380. Seguramente, ambos, habrán
partido de un 440. Pero ni el 440 ni el Rouge son iguales.
La linea Rambler se había convertido en un éxito entre los usuarios argentinos
pero la IKA necesitaba de otro modelo para competir directamente con el Falcon
y el Chevrolet Super. El detalle que Mc Clud agregó fue al desentrañar y
entender el gusto argentino por los autos europeos y fue por eso que decidieron
iniciar un proyecto con ese fin.
viernes, 16 de mayo de 2014
TORINO 1966 A 1970 - Parte 1
El Torino Argentino
Muchos de los autos de la alemana BMW, y varios Triumph
ingleses, entre otros modelos y marcas de distintos paises se la deben al
diseñador Michelotti……El auto es italiano….
El NSU Prinz alemán, el Simca 1000 y el Citroen Camargue, franceses como ejemplos, todos diseñados por Bertone…. son autos italianos…
El NSU Prinz alemán, el Simca 1000 y el Citroen Camargue, franceses como ejemplos, todos diseñados por Bertone…. son autos italianos…
Así podemos seguir enumerando muchos ejemplos de los modelos fabricados por
distintas marcas de muchos países, pero sabemos que no son italianos, fueron
diseñados por italianos.
Y a cada uno de esos y tantos modelos los identificamos con
la bandera del país de fabricación: alemán, ingles, francés o japones
(Honda 600) pero con nuestro Torino, parecería que hay muchos empecinados en
desmerecer el modelo atribuyéndolo exclusivamente a la American
Motor Corporation, fabricante del Rambler y sí, algo hay de cierto, pero por
más que buscamos en Estados Unidos u otros países el modelo, propiamente dicho,
nuestro Torino es tan argentino como el dulce de leche, aunque los uruguayos en
este tema se paren de mano.
La Fiat, oportunamente, fabrico el 770 y la tremendamente
hermosa coupe 1500, autos que son argentinos. No se fabricaron en otras partes,
fueron elecciones, entre otros, para nuestro país. Y en eso no hay
discusión. Son argentinos.
El Torino no fue ni será francés por más que la Renault lo
haya continuado fabricando, a pesar y con pesar que la historia no es tan
amable con Industrias kaiser Argentina (IKA) nosotros, desde este lugar
homenajeamos a esa empresa porque nos representó y procuró al mercado una
variedad de vehículos que son parte de nuestro patrimonio.
Rambler American de 1965
jueves, 15 de mayo de 2014
lunes, 12 de mayo de 2014
La estatua del hombre sin tumba
En Recoleta, rinde homenaje al diplomático sueco que salvó a miles del Holocausto.
Héroe. Raoul Gustaf Wallemberg trabajaba en la embajada Sueca en Hungría, cuando lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial. / FERNANDO DE LA ORDEN
El monumento es simple pero tiene la fuerza suficiente para evocar al homenajeado. Y aunque se trata de un héroe, la figura no está sobre ningún pedestal, ni montado en un gran caballo, ni empuñando espada alguna: está de pie junto a una pared donde sólo grabaron su apellido. La obra se encuentra en Austria y Figueroa Alcorta, fue inaugurada el 17 de noviembre de 1998 y recuerda a Raoul Gustaf Wallenberg, un hombre que, con apenas 31 años de vida, se convirtió en un símbolo de lucha contra los abusos de poderosos y dictadores.
Hijo de una prestigiosa familia donde había muchos diplomáticos y banqueros, Wallenberg nació en Suecia el 4 de agosto de 1912. Pero su acción se encaminó hacia otro rumbo, ya que estudió Arquitectura en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. Sin embargo, aquella herencia familiar vinculada con la diplomacia, iba a entrar con fuerza en su vida. Todo comenzó en 1939, cuando empezó a trabajar en una empresa internacional que tenía contactos en Hungría. Eso le permitió acceder a zonas que ya habían sido ocupadas por los alemanes. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la barbarie nazi ya se esparcía por Europa.
Su preocupación por las persecuciones de las que era testigo, hizo que Wallenberg fuera designado como primer secretario de la legación sueca en Budapest, que tenía un departamento humanitario. Aquel nombramiento iba a ser clave para muchos. La historia y los testimonios de los sobrevivientes recuerdan que, utilizando pasaportes de su país, el hombre salvó a miles de judíos que tenían marcado un destino trágico como parte de “la solución final” que promovían los nazis. Dicen que Wallenberg, esgrimiendo salvoconductos suecos, llegó a subirse a los trenes para rescatar a gente que iba hacia los campos de concentración y exterminio.
En enero de 1945, cuando ya las tropas rusas ocupaban Budapest y el final de la Guerra estaba muy cercano, Raoul Wallenberg seguía en esa ciudad. Y lo último que se sabe de él es que fue detenido por fuerzas soviéticas y entregado a la NKVD, la agencia de inteligencia luego conocida como KGB. Se cree que lo acusaban de haber hecho espionaje para Estados Unidos. Desde entonces ese hombre, que había enfrentado al poder de los alemanes, está desaparecido. En 2000 una versión sostenía que había muerto en 1947 en la sede de la KGB en Moscú. Pero eso nunca se pudo confirmar. Desde su desaparición, a Wallenberg se lo conoce como “el héroe sin tumba”.
El monumento que está en Recoleta fue realizado por el escultor Philip Jackson, un hombre nacido en Inverness, Escocia, en 1944. Es una réplica del que el mismo autor realizó en 1996 y que un año después fue instalado en la Great Cumberland Place, en el área de Marylebone, en Londres. Jackson, al que denominan “un escultor con magia”, había trabajado como reportero gráfico hasta que comenzó a realizar sus obras, preferentemente en mármol. Argentina es el primer país sudamericano en erigir un monumento dedicado a la memoria de Wallenberg. Y se eligió esta ciudad porque muchas de las personas salvadas por el sueco vinieron a vivir al país.
Claro que este monumento no es el único que en Buenos Aires recuerda un hecho trágico vinculado con la numerosa comunidad judía de la Argentina. En Plaza Lavalle, frente a Tribunales, una obra de 1,60 por 1,60 metros (está hecha en quebracho y mármol) recuerda a las víctimas del atentado terrorista a la AMIA. Está allí desde 1996 y su autora es Mirta Kupferminc, una artista argentina, nacida en Buenos Aires, que es hija de una mujer húngara y un hombre polaco, inmigrantes que llegaron al país como sobrevivientes de Auschwitz. Pero esa es otra historia.
http://www.clarin.com
El padre Mugica cuenta su historia – Parte 3
“Eran los días finales del gobierno peronista. En mi
familia, mi padre estaba prófugo y tenía dos hermanos en Villa Devoto. En el
Barrio Norte se echaron a vuelo las campanas y yo participé del júbilo
orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón. Una noche, fui al
conventillo como de costumbre.
Tenía que atravesar un callejón medio a oscuras
y de pronto, bajo la luz muy tenue de la única bombita, vi escrito, con tiza y
en letras bien grandes: ‘Sin Perón, no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos’.
La gente del conventillo me conocía bien, yo había intimado bastante con ella
durante todo ese tiempo (después seguí yendo, casi todo el año 56). Sin
embargo, para mí lo que ví escrito fue un golpe: esa noche fue el otro momento
decisivo en mi vida.
En la casa encontré a la gente aplastada, con una gran
tristeza. Yo era un miembro de la Iglesia y ellos le atribuían a la Iglesia
parte de la responsabilidad de la caída de Perón. Me sentí bastante incómodo,
aunque no me dijeron nada. Cuando salí a la calle aspiré en el barrio la
tristeza. La gente humilde estaba de duelo por la caída de Perón.”
“Y si la gente humilde estable duelo, entonces yo estaba
descolocado: yo estaba en la vereda de enfrente. Me acordé de María. Había
ocurrido hacía mucho tiempo; lo tenía olvidado. Un verano había ido con mi
hermano, en las vacaciones, al campo. Desde entonces les escribí a mis padres.
En la despedida de la carta había puesto: ‘Saludos a las sirvientas’. Cuando
volvimos de afuera María me dijo: ‘Carlos, nosotros no somos sirvientas: somos
seres humanos’. Era la misma cosa que el letrero del callejón. Si María hubiera
escrito en una de las paredes de mi casa ‘… somos seres humanos’, bueno… se lo
hubieran hecho borrar o tal vez la hubieran echado. Sí, yo estaba en la vereda
de enfrente. Ahora la gente pobre estaba de duelo y debía pensar en el
significado de esa tristeza. Cuando volvía a casa, a mi mundo que en esos
momentos estaba paladeando la victoria, sentí que algo de ese mundo, ya, se
había derrumbado. Pero me gustó.”
Fuente: Revista Cuestionario Nº 1, mayo de 1973
domingo, 11 de mayo de 2014
El padre Mugica cuenta su historia – Parte 2
“Era un muchacho piadoso y, a mi manera, feliz. Primero, iba
aprender que había otra clase de felicidad…después lo otro: otra clase de
piedad. Me acuerdo que un día charlando con mi confesor, el entonces padre
Aguirre, hoy obispo de San Isidro, le dije: ‘Padre, hoy me siento un tipo
feliz: primero, porque hay una chica que creo me lleva el apunte; segundo,
porque Fangio acaba de ser campeón mundial y tercero, porque Racing va
primero’. Esa era toda mi problemática en aquella época. Pienso que mi vida se
hubiera derrumbado si Fangio volcaba con el coche o Racing perdía dos a cero.
El padre Aguirre se sonrió y me dijo: ‘Mirá, yo creo que la felicidad depende
de cosas más profundas…’; después lo descubrí. Un tipo extraordinario el padre
Aguirre, era un hombre que se daba, un hombre que vivía para los demás. A él,
después de Dios y mi madre le debo la vocación sacerdotal. Además me hizo
pensar por primera vez, que la felicidad no está en las cosas de uno, sino en
las cosas de los demás. Por todo eso, creo que es una de las personas
importantes en mi vida. Fue un encuentro decisivo; el otro vendría mucho
después… cuando estrellé con un letrero escrito en el sueño de un callejón.
Mi
mundo era un mundo homogéneo y sin conflictos, en el que, sin embargo, el padre
Aguirre había abierto la primera, pequeñísima brecha; todavía mi piedad y mi
felicidad vestían su vieja piel. Hasta los diecinueve años no se me había
cruzado por la cabeza que yo podría ser sacerdote. A los veintiún años entré en
el seminario: estaba todavía en tercer año de Derecho. La enseñanza que daban
en el seminario, la lectura y la meditación de la Biblia, donde está indicado
claramente que Dios viene por todos, pero que, principalmente Dios viene para
los pobres, me habían hecho ver que el sacerdote está llamado a una vida
austera, abierta a la vida de los humildes.
Todavía era seminarista y entré a
trabajar al lado del padre Iriarte, hoy obispo de Reconquista, que era teniente
cura en la parroquia de Santa Rosa. El padre Iriarte visitaba a la gente de la
parroquia; no la esperaba, la iba a buscar. No se trataba solamente de ir con
la palabra de Dios; se trataba de recoger la palabra de los hombres. Tratábamos
de hablar con la gente, de comprender. Era un barrio popular y la gente humilde
siempre tiene problemas; había por supuesto, que evangelizar, llevar a cada uno
la seguridad de que todos eran hijos de Dios, pero aparte, había que tratar de
llegar a todo lo demás. A fines de 1954 y durante todo el año 55, íbamos con el
padre Iriarte a visitar a la gente en sus casas.
Una vez por semana, íbamos a
un conventillo que quedaba en la calle Catamarca y charlábamos con la gente. Yo
preparaba unos muchachos que luego tomaron la primera comunión; los domingos
jugábamos al fútbol. Como en aquellas idas a la cancha con Nico, era mi otra
gran experiencia de ese mundo, el mundo de los humildes del cual yo había
vivido siempre distante. Pero esta vez, me iba a dar cuenta que era más adentro,
bien adentro.”
El padre Mugica cuenta su historia – Parte 1
El 11
de mayo de 1974 moría acribillado a balazos el padre Carlos Mugica cuando salía
de la Iglesia Francisco Solano, donde acababa de celebrar una misa. El “cura
villero” adhirió incondicionalmente al Movimiento de Sacerdotes por el Tercer
Mundo y luchó incansablemente por mejorar las condiciones de vida de la gente
humilde. A continuación, transcribimos una entrevista aparecida en el primer
número de la revistaCuestionario, donde Mugica se refiere a uno de los momentos
clave de su vida, cuando su mundo se derrumbó y comenzó su infatigable lucha
por los pobres.
Nací en el palacio Ugarteche, creo que lo llaman el palacio
de los Patos y siempre viví en Barrio Norte; el colegio, mis amigos eran todos
como yo. Mi familia tenía una honda fe cristiana y fui criado en un clima de
piedad religiosa; pero era una fe trascendentalista, muy preocupada por
la salvación del alma, que no turbaba para nada la conformidad que sentíamos
hacia todo lo que nos rodeaba.
El otro mundo, el mundo de los humildes, no lo
conocía. Me acuerdo sí, de un amigo del barrio, Giménez, hoy estanciero, que
era distinto; tenía una forma especial de hablar con los pobres: simplemente se
daba, me acuerdo de él por eso: porque se daba; se daba más que yo. En aquella
época tenía, sin embargo, ocasión de tocar las cosas del pueblo; (…) Yo soy
hincha fanático de Racing, me gustaba mucho ir a la cancha. A mi padre no le
sobraba la plata: éramos siete hermanos. Entonces a mí me daba un peso por semana;
la popular en ese tiempo valía 50 centavos… yo iba a la popular con Nico, el
hijo de la cocinera. En la cancha, durante el viaje de ida y al regreso, Nico y
yo, compartíamos las mismas cosas; además éramos iguales, bueno… bueno éramos
todos iguales: era la alegría simple del pueblo y Nico y yo estábamos allí.
El
mundo de la burguesía, en cambio, es el mundo de las diferencias; está la
puerta de servicio y la entrada de la gente; una comida para el personal de
servicio y una comida para los patrones. Con el fútbol me agarraba unas
ronqueras bárbaras, pero, además tenía problemas de conciencia. Yo era muy
piadoso… y en mis oraciones le pedía siempre a Dios que ganara Racing el
domingo, mi hermano Alejandro era de River, y él le pedía a Dios que ganara River…yo
pensaba ‘ahora no se como se va arreglar Dios, y bueno…entonces habrá empate’.”
Padre Carlos Mugica, semblanza de un cura como pocos – Parte 5
De todos modos, comenzaron a tomar cuerpo otras
preocupaciones para el sacerdote: una noche, ante algunos colaboradores del
Barrio Comunicaciones, manifestó que "López Rega me va a matar". Pero
por esos días le había dicho a un periodista que "no tengo miedo de morir.
De lo único que tengo miedo es de que el arzobispo me eche de la Iglesia"Tras la asunción de gobierno popular, el 25 de mayo de 1973,
Mugica aceptó un cargo –no rentado- de asesor del Ministerio de Bienestar
Social, aunque luego se desvinculó de él por sus discrepancias con el ministro
José López Rega, que luego tendría el dudoso honor de ser el fundador de la no
menos dudosamente célebre "Triple A". La explicación de Mugica fue
sabiamente sencilla: "no había comunicación entre el ministerio y los
villeros".
En 1974 apareció el disco "Misa para el Tercer
Mundo", en el que el Grupo Vocal Argentino cantaba –sobre textos escritos
por el propio Mugica– ritmos argentinos, africanos y asiáticos. Como premio,
tiempo después, un hombre poco afecto al arte y a la generosidad, el ministro
del interior de Isabel Perón Alfredo Rocamora, mandó destruir miles de
ejemplares de esa obra.
Las amenazas de muerte se multiplicaban sobre la humanidad
de Mugica. La revista seudoperonista, "El Caudillo", se preguntaba
–con una sorna no exenta de estupidez– si "está al servicio de los pobres
o tiene a los pobres a su servicio", a la vez que lo acusaba –con la misma
supina estupidez– de "bolche".
El 11 de mayo de 1974,
el padre Carlos Mugica cumplió con algunas de sus rutinas habituales. A las
ocho y cuarto de la noche, después de celebrar misa en la iglesia de San
Francisco Solano –situada en la calle Zelada 4771, en el barrio de Villa Luro–,
se disponía a subir a su humilde Renault 4-L, cuando un triste personaje –en el
que algunos testigos creyeron reconocer al comisario Rodolfo Eduardo Almirón,
el jefe de la "Triple A" lopezrreguista– bajó de un auto y le pegó
cinco tiros en el abdomen y en el pulmón. El tiro de gracia se lo dio en la
espalda. Una manera infame de acabar con la vida de un hombre digno, que
siempre respetó antes que nada su mandato interior, ese que nacía de su pueblo
y que se prolongaba luego en su propia voz.
El sacerdote fue enterrado posteriormente en el cementerio de Recoleta, hasta
que en 1999, en un acto de justicia, sus restos fueron trasladados a la
Parroquia Cristo Obrero, en el Barrio Comunicaciones, donde amó y fue amado sin
condiciones, que hoy –tiempos crueles- es conocido como la Villa 31.
Desde entonces, Mugica, para contradecir a sus asesinos, habita en un
territorio del que jamás será desalojado: el corazón de su pueblo. Un lugar que
comparte con muy pocos, entre los que pueden contarse sus amados Juan Domingo
Perón, la abanderada de los humildes, Evita y el también mártir obispo de La
Rioja, monseñor Enrique Angelelli.
Por Horacio Ríos
Fuente: Diario de Cartas | www.elortiba.org
Padre Carlos Mugica, semblanza de un cura como pocos – Parte 4
También por esos tiempos su poderosa intelectualidad se
convirtió en faro desde la cátedra de Teología en la Universidad de El Salvador
y desde las que dictaba en las facultades de Ciencias Económicas, de Derecho y
de Ciencias Políticas.
El compromiso con los pobres que asumió el Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo, entretanto, chocaba de frente con la prohibición estricta de
manifestarse políticamente, decidida por el arzobispo coadjutor de Buenos
Aires, Juan Carlos Aramburu, decidido más que nunca a mantener a la iglesia
alineada con el poder. Por supuesto que Aramburu jamás se opuso a las efusiones
ideológicas de los curas que tomaban el té en las mansiones de San Isidro o de
Barrio Norte, incluido él mismo. Desde su retiro, el antiguo prelado amigo del
poder ve pasar sus días en una opulenta mansión de la calle La Pampa, cercana a
las de sus amigos de la Avenida Melián, ostentadores de una riqueza que habita
muy lejos de la gente que fue el motivo de los desvelos del padre Mugica.
Pero aquellos años exigían definiciones. La violencia que ejercía la dictadura
se tornaba más indecente a medida que su poder era cuestionado con más decisión
por las organizaciones populares, que tampoco desistían de utilizar la
violencia revolucionaria. Uno de los amigos más cercanos de Mugica, el padre
Alberto Carbone, fue encarcelado tras la muerte del ex dictador Pedro Eugenio
Aramburu a manos de la organización peronista Montoneros.
La apasionada defensa de su amigo, su antigua cercanía con
los fundadores de la mítica organización guerrillera y su actitud frente a la
violencia popular que, al negarse a condenarla, la dictadura consideró
"poco clara", provocaron también su encarcelamiento.
Los periódicos "La Razón" y "La Nueva
Provincia" cuestionaron con dureza a Mugica por su "justificación de
la violencia que se ha desatado en el país". Claro, que para esos
personeros de oscuros intereses no habían existido ni la Semana Trágica, ni los
bombardeos de Plaza de Mayo, ni la furiosa represión del Plan Conintes, ni
nada. La violencia la habían desatado –en su particular concepción- los
peronistas, que hasta ese tiempo sólo habían sufrido represión, humillación y
muerte.
Las homilías del padre Mugica y de todos los sacerdotes del MSTM eran grabadas
por los servicios, colocándolos casi en una situación de blancos móviles.
Aramburu –el arzobispo- le propuso varias veces a Mugica que abandonara el
sacerdocio. Mugica rechazó el ofrecimiento, aunque esta situación lo angustiaba
fuertemente. "Espero, en Dios, no verme forzado jamás a abandonar el
sacerdocio, aunque deba resistir infinitas presiones", definió alguna vez,
con la claridad de siempre.
sábado, 10 de mayo de 2014
Padre Carlos Mugica, semblanza de un cura como pocos – Parte 3
El año 1968 fue decisivo en la vida del padre Mugica. Viajó
a Francia para estudiar Epistemología y Comunicación Social; profundizó su
amistad con el padre Rolando Concatti –uno de los fundadores del Movimiento de
Sacerdotes para el Tercer Mundo- y viajó a Madrid, donde conoció al General
Juan Domingo Perón.
Estando en París se enteró de la fundación del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo. Inmediatamente, con la presteza de los que saben que han
encontrado su destino, adhirió a él. También comenzó a colaborar con el Equipo
Intervillas que creó en ese año decisivo el padre Jorge Goñi.
Al volver de la capital francesa se encontró con que el
padre Julio Triviño –un cura situado ideológicamente en sus antípodas- lo había
reemplazado como capellán de las monjas del Colegio Malinkrodt. Claro que el
cambio que habían decidido las monjas no era inocente ni casual. Triviño, un
conspicuo representante de la línea conservadora de la iglesia argentina era
también, para que no estuviera ausente la coherencia, capellán castrense.
Lejos estaba ya Mugica de aquel joven sacerdote de buena
cuna que hollaba los pasillos de la Curia, y que daba los primeros pasos de una
brillante carrera eclesiástica. De habérselo propuesto, posiblemente hoy
existiría en la nómina de la iglesia algún obispo o cardenal llamado Carlos
Mugica, que entregaría su anillo a los fieles para ser besado y que luego
pontificarían contra el peronismo. El destino comenzaba a alcanzar a Mugica. Los padres
asuncionistas, que estaban a cargo de la parroquia de San Martín de Tours –otra
de las iglesias en las que se refugiaban los ideólogos de todas las dictaduras
pasadas y futuras-, habían decidido abrir una capilla en la villa de Retiro y
le ofrecieron al joven sacerdote que se hiciera cargo de ese trabajo, que
aceptó alborozadamente.
En el Barrio Comunicaciones levantó la parroquia Cristo Obrero, en la que
ejerció su compromiso hasta el día de su asesinato. Al mismo tiempo, colaboraba
con su gran amigo, el padre Jorge Vernazza, como vicario de la parroquia San
Francisco Solano.
Padre Carlos Mugica, semblanza de un cura como pocos – Parte 2
Después de ordenarse, sirvió en la diócesis de Reconquista y
luego colaboró con el cardenal primado de Argentina, Antonio Caggiano, en lo
que parecía ser el comienzo de una prometedora carrera eclesiástica. Pero ya en
sus primeros destinos como sacerdote tuvo problemas. El propio Mugica recordaba
uno de sus primeros tropezones con humor: "Creo que la misión del
sacerdote es evangelizar a los pobres... e interpelar a los ricos. Y bueno,
llega un momento en que los ricos no quieren que se les predique más, como
sucedió en el Socorro cuando me echaron las señoras gordas que le fueron a
decir al párroco que yo hacía política en la misa".
Años después, en 1966, se encontró en una misión en Santa
Fe, a los que serían luego los fundadores de la organización Montoneros Carlos
Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Firmenich, a los que ya conocía de cuando
estaba destinado en la pastoral para los jóvenes en el Colegio Nacional de
Buenos Aires. Esta relación los influenció a todos ellos y les sirvió para
tomar por el hasta entonces impensado camino de la lucha y del compromiso con
los sectores más humildes de la sociedad.
Su encendida y pública defensa del peronismo, como asimismo
la frecuencia con que en sus discursos citaba al Che Guevara, a Mao y a Camilo
Torres y otros, le trajeron al padre Carlos abiertos, y cada vez más
frecuentes, choques con el arzobispo Juan Carlos Aramburu.
En los tiempos en los que nacía la dictadura militar que
encabezó el malhadado general Juan Carlos Onganía, durante la cual se
agudizarían hasta límites intolerables las contradicciones entre el Ejército y
el pueblo argentino; entre los intereses de la Patria y los del imperio; entre
una Iglesia cómplice de la dictadura y los sacerdotes que, sin grandilocuencia
pero con firmeza, buscaban, como Camilo Torres, el camino de la liberación,
encontró Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe –tal su nombre completo de
"niño bien- su destino.
viernes, 9 de mayo de 2014
Padre Carlos Mugica, semblanza de un cura como pocos – Parte 1
El mártir que vive en el alma del pueblo
El padre Carlos Mugica fue un paradigma de su tiempo, a la vez que una
contradicción en sí mismo. Hijo de una familia de clase alta, ofrendó su vida
por los más humildes, incluso conociendo de antemano que ésa era una
posibilidad demasiado cercana. Para servirles, renunció a una prometedora
carrera en el seno de la iglesia, que podría haberlo llevado a las más altas
jerarquías, ya que era un hombre de brillante inteligencia. Pero eso no era
todo: era un cura peronista que trabajaba en el Barrio Comunicaciones, hoy
Villa 31. Vivió sin miedo y sin pedir nada para sí mismo. Lo asesinó un matón a
sueldo, en el que algunos creyeron reconocer al comisario de la Policía Federal
Rodolfo Almirón. Después de 30 años, para desmentir a sus asesinos, Mugica
sigue siendo recordado como lo que fue: un cura como los que prefería otro
mártir de aquellos tiempos, el "Chacho" Angelelli: "con una
oreja en el Evangelio y la otra en el pueblo"
El que luego sería el padre Carlos Mugica nació en Buenos
Aires el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia de clase alta. Su
padre, Adolfo Mugica, fue diputado conservador entre 1938 y 1942 y
posteriormente, en 1961, ministro de Relaciones Exteriores, durante la
presidencia de Arturo Frondizi. Por otra parte su madre, Carmen Echagüe,
pertenecía a una familia de ricos estancieros bonaerenses.
En 1949 comenzó la carrera de derecho –de la que cursó sólo dos años- en la
Universidad de Buenos Aires. En 1950 viajó con varios sacerdotes y con su amigo
Alejandro Mayol a Europa, donde comenzó a madurar su vocación sacerdotal. En
marzo de 1952, a los 21 años ingresó al seminario para iniciar su carrera
sacerdotal.
Finalmente se ordenó como sacerdote en 1959, pocos años después de haber participado –según sus propias palabras- "del júbilo orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón". Pero Mugica también sabía reconocer sus contradicciones. Relataba que en una ocasión, caminando por un pasillo oscuro de un conventillo, vio una leyenda escrita en la pared que lo conmovió profundamente:"Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos". Los cuervos eran los curas. Quizás en ese momento supo que si permanecía en el lugar de siempre, seguiría estando en la vereda de enfrente de "la gente humilde".
miércoles, 7 de mayo de 2014
martes, 6 de mayo de 2014
Licio Gelli revela cómo inició a Perón en la masonería – Parte 6
Secretos. Tras
décadas de silencio, Gelli comenzó en los últimos tiempos a deslizar sus
secretos en cuentagotas. Se sabe, finalmente, que sus primeros contactos con
Perón son previos a las elecciones que lo transformaron en presidente de la
Argentina en 1945. Pero su vínculo se volvió estrecho durante el exilio en
Madrid. En efecto, Gelli viajó con Perón en el avión que lo trajo de regreso a
la Argentina y desplegó su influencia en el tercer gobierno peronista a través
del ministro de Bienestar Social, José López Rega, el canciller, Alberto Vignes,
y César de la Vega, por entonces máxima autoridad de la masonería en Argentina.
Paralelamente,
Gelli afianzó fuertes vínculos con los jefes militares que derrocarían al
gobierno peronista, en especial Suárez Mason y Emilio Massera, quienes luego aparecerían
en la lista de integrantes de la P2 secuestrada por la Justicia en Italia. Más
tarde, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín enfrentaba una embestida
desestabilizadora para frenar los procesos a los represores, que derivó en las
leyes de Punto Final y Obediencia Debida, Gelli se encontraba en el Río de la
Plata, prófugo de la justicia europea y en comunicación con sus socios de la
dictadura. Recién fue extraditado a Europa a comienzos de 1988. Meses antes
había sido profanada la tumba de Perón en un extraño atentado con ribetes
esotéricos, propias de la combinación de política y ritualidad que exhibía la
P2 (tema investigado por el autor de la nota y el periodista David Cox).
“¿Usted sabe lo que
sucedió al cuerpo de Perón? Fue verdaderamente extraño”, se le pregunta para
que hable del oscuro episodio. “Lo sé”, responde Gelli, quien otra vez comienza
a pedir que se lo llame más adelante.
—¿Quién lo hizo?
—No lo sé. No lo sé.
Súbitamente da por
terminada la conversación. El clic del teléfono cierra un nuevo contacto y deja
la sensación de que el iceberg de sus misterios apenas comenzaba a insinuarse.
Su salud lo volvería a sumergir en el silencio.
lunes, 5 de mayo de 2014
Licio Gelli revela cómo inició a Perón en la masonería – Parte 5
El agente
norteamericano. Durante los años de la Guerra Fría el anticomunismo sirvió como
vaso comunicante entre Gelli y los servicios secretos de los Estados Unidos. El
capo de Propaganda Due siempre negó ser un agente de la CIA pero reconoce sus
vínculos con la derecha norteamericana. Su nexo más estrecho fue Phil Guarino,
quien integró los equipos de campaña de Ronald Regan y de George Bush y
permitió que Gelli participara de la ceremonia de asunción de Richard Nixon.
Otros, como el agente retirado de la CIA Richard Brenneke, aseguraron que la P2
era finalmente una creación de la inteligencia norteamericana para enfrentar el
avance del comunismo en Italia.
Ya es pleno
invierno en la Argentina de 2008. Gelli vuelve a contestar el teléfono días
atrás. Tras ser internado nuevamente, se recupera en su mansión.
—¿Cómo se encuentra?
—Mire, yo ahora me
voy de vacaciones. Regresaré el 1º de septiembre.
—¿Pero permanecerá
en Italia?
—Estoy en Italia.
Pero iré a un lugar para resolver mis problemas de salud. ¿Usted me envía las
preguntas por correo?
—Pero ya se las
había enviado.
—Nunca las recibí.
—Usted me dijo que
las había recibido pero como eran muchas quería tomarse tiempo para
contestarlas.
—¿Hace cuanto?.
—Hace medio año.
Todo amenaza con
volver a comenzar. Hay que buscar atajos, caminos alternativos para obtener
definiciones antes de un nuevo arrivederci.
—Usted contó que,
durante el gobierno de Perón se realizó una reunión de masones de diferentes
lugares de América en la Casa Rosada.
—Sí. En la Casa
Rosada hicimos una reunión histórica de todos los grandes maestros de toda
América. La presidió Cámpora. Yo, por supuesto, estuve presente.
—¿De qué se habló?
—Había grandes
maestros de Argentina, Chile, de Uruguay, de Venezuela, de Brasil. Habían
venido todos a la conferencia reservada realizada en los salones de la Casa
Rosada.
domingo, 4 de mayo de 2014
Licio Gelli revela cómo inició a Perón en la masonería – Parte 4
Un cable de la
agencia italiana ANSA informa que el capo de la P2 “ha dejado el hospital de
Arezzo y regresó a la Villa Wanda tras recuperarse de una descompensación
cardíaca”.
El cuestionario
enviado por correo desde la Argentina descansa sobre su escritorio. Pero no lo
contesta. Ahora hay que buscar una excusa para quebrar el silencio. Una alusión
casual a la herencia italiana materna de uno de los periodistas que lo
contactan enciende su curiosidad.
—¿Cuántos años
tiene usted? –pregunta Gelli a través del teléfono, cambiando los roles en el
diálogo.
—Treinta y siete
–responde PERFIL.
—¿Conoció a Perón
en persona? –interroga el hombre de la P2 con interés.
—No. Yo nací en
1970. Era muy pequeño. Cuando Perón murió yo tenía cuatro años –se le responde.
—Yo fui uno de
quienes lo conocieron muy bien. ¿Conoció a Isabelita? –insiste Gelli.
—No en persona. Un
juez en Argentina había pedido su extradición. Pero la Justicia española lo
rechazó.
—Sí. Lo sé. Es
verdad. El pueblo argentino no se comportó bien con Isabelita. No la trató
bien. Ella hizo mucho para el pueblo argentino. Cuando estaba el general Perón
no existía la miseria que existe actualmente. En Argentina las cosas
actualmente no van bien. Estaba mucho mejor cuando estaba Perón. Incluso en
Italia se estaba mejor cuando estaba el fascismo. Ahora es una ruina. La gente
muere de hambre. Nápoles está sumergido en la basura. La gente no puede vivir
con lo que gana. Las industrias no existen más, están todas cerradas. Están
matando los negocios.
—Es cierto que
muchas industrias italianas no pudieron enfrentar la competencia de China
–acota el periodista para mantener el canal de diálogo abierto. Finalmente,
después de los infinitos juegos de esquives, Gelli avanza hacia algunas
definiciones políticas.
—China ocupó
prácticamente toda Italia. Es una mala señal –dice.
—¿Y cómo cree que
se puede invertir el proceso?
—Ahora es tarde,
porque China es fuerte incluso militarmente. Además está aliada con India. En
Italia no hay más trabajo. Los puestos de trabajo los administran los chinos.
Rusia está contra los Estados Unidos. China e India están contra los Estados
Unidos. Corea del Norte está contra los Estados Unidos. Todos los países árabes
están contra Estados Unidos. Los Estados Unidos están solos ahora. América no
tiene más la fuerza que tuvo alguna vez, ni la consideración que tuvo alguna
vez. Perdió toda su confianza porque los Estados Unidos, como sucede
actualmente, incluso vio devaluarse su moneda, el dólar. Antes el dólar
dominaba el mundo.
Licio Gelli revela cómo inició a Perón en la masonería – Parte 3
Los llamados se
repiten desde la Argentina, pero siempre surge una nueva postergación.
En diciembre de
2007, en vísperas de la última Navidad, el Gran Maestre de la P2 vuelve a pedir
que se lo llame más adelante para contestar las preguntas y se despide con
auspicios: “Felicidad y paz”. El hombre de los buenos deseos es el mismo que,
por ejemplo, fue acusado de entorpocer la investigación por la bomba que
estalló en la estación de trenes de Bologna el 2 de agosto de 1980, la cual
mató a 82 personas e hirió a otras 200.
Aunque la
entrevista formal no se concreta, Gelli ofrece en sus respuestas telefónicas
retazos de recuerdos sobre sus años de poder, que permiten delinear la magnitud
de la influencia que la Logia P2 tuvo en la Argentina, tanto en el gobierno de
Perón como en la dictadura.
En otra breve
conversación, Gelli corrobora la firma de un documento de tres páginas,
rubricado en una reunión secreta con el dictador Roberto Viola, donde se acordó
la colaboración entre la P2 y el gobierno militar, tal como se lo había
revelado con anterioridad al periodista italiano Sandro Neri.
“Me acuerdo
completamente de todo –agrega–. Del tiempo en que estaba Lanusse, de cómo
trabajó para hacer una especie de referéndum, de la llegada de Héctor Cámpora,
después del doctor Lastiri. Luego de Perón e Isabelita. Todo”, afirma.
—¿Usted habla
todavía con Isabelita?
—Sí. Se encuentra
en Madrid. Se casó.
—¿Se casó
nuevamente?
—Sí. Pero no por
Iglesia. Se casó con un señor de muchos años.
—¿Cuál es el nombre?
—No. Lo que le dije
es que es un señor de muchos años.
Así Gelli abrevia
el diálogo y vuele a pedir que se lo llame más adelante.
En su reducto de la Toscana, entre colinas
apacibles y edificios renacentistas teñidos de los tonos del atardecer, Gelli
se mantiene al tanto de las noticias internacionales. De pronto, antes de
saludar y de despedirse hasta el próximo llamado, pregunta por la nueva
presidenta de la Argentina. Cristina Fernández de Kirchner acaba de asumir.
Ahora, mientras corre enero en el calendario, pide que se le envíe el
cuestionario por correo. Y al llamado siguiente ya no se encuentra. Cuando
Licio Gelli vuelve a atender en los últimos días del verano revela el motivo de
su ausencia.
“No, no estuve de
vacaciones. Estuve en un hospital. Regresé el sábado. Estoy mejor. Necesito de
una decena de días de convalecencia. Le respondo sus preguntas con gusto. Pero
tras los diez días de reposo. Luego lo arreglamos.”
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