martes, 10 de septiembre de 2019

PROTOCOLO DE PALERMO DE SAN BENITO - 6 de abril de 1852


Los infrascriptos, Gobernador Provisorio de la Provincia de Buenos Aires, Camarista Dr. D. Vicente Lopez, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre-Rios, General en Gefe del Ejército Aliado Libertador, Brigadier D. Justo José de Urquiza, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Corrientes, Mayor General de dicho Ejército, General Don Benjamín Virasoro, y el Dr. Manuel Leiva, revestido de Plenos Poderes para representar al Exmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de Santa Fé, Ciudadano Don Domingo Crespo, reunidos en conferencia en Palermo de San Benito, residencia actual del Exmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre-Ríos, Brigadier D. Justo José de Urquiza, para considerar la situación presente de la República, después de la caída del Poder Dictatorial ejercido por el ex Gobernador D. Juan Manuel Rosas, y ocurrir a la necesidad más urgente de organizar la autoridad que, en conformidad a los pactos y leyes fundamentales de la Confederación, la representante en sus relaciones externas con las demás Potencias amigas, con las que tiene que mantener y cultivar los vínculos de amistad que las unen, y además, promover otros arreglos proficuos a esas mismas relaciones, contrayendo compromisos útiles que las cimenten, y considerando:

1°) Que el Derecho Público Argentino, desde que se instaló el Congreso General en la Provincia de Tucumán, y se declaró allí la Independencia Nacional de todo otro Poder extraño, hasta la celebración del Tratado de 4 de enero de 1831, sobre el punto de la autoridad competente para la dirección de esos importantes asuntos, ha variado, según las diversas faces que ha tenido la revolución de la República.

2°) Que esta parte del Derecho Público Constitucional de la República, pareció asumir un carácter más definido, desde que el Congreso General Constituyente promulgó la Ley Fundamental de 23 de enero de 1825, por la que se encomendó provisoriamente, y hasta la elección del Poder Ejecutivo Nacional, al Gobierno de Buenos Aires, entre otras facultades, la del desempeño de todo lo concerniente a negocios extranjeros, nombramiento y recepción de Ministros, y la de celebrar Tratados, quedando su ratificación sujeta a la autorización del Congreso.

3°) Que al disolverse el Congreso Nacional, y con él, la Presidencia de la República, reemplazándola con una autoridad Provisoria hasta la reunión de una Convención Nacional, la Ley de 3 de julio de 1827, declaró que las funciones de esta autoridad se limitarían a lo concerniente a la paz, guerra, relaciones exteriores y hacienda nacional, y que posteriormente por la Ley Provincial de Buenos Aires, de 27 de agosto de 1827, se dispuso que hasta la resolución de las Provincias, quedaba el Gobierno de Buenos Aires, encargado de todo lo que concierne a guerra nacional, y a relaciones exteriores.

4°) Que aun cuando desde esa fecha hasta el 4 de enero de 1831, las Provincias Confederadas estipularon entre sí, diversos tratados, no se fijó en ellos de un modo uniforme, la autoridad que debiera seguir cultivando esas relaciones, y estipulando en nombre de la República, con los Poderes Extranjeros, y que el mencionado Pacto denominado comunmente de la Liga Litoral, a que se adhirieron todas las provincias de la República, confirió a la Comisión reunida en Santa Fe, las atribuciones que el Congreso General tenía, en la época de su existencia, detallándolas por su artículo 16, y que esa misma Comisión dejó al Gobierno de Buenos Aires la dirección de esos negocios exteriores, sometiendo sus actos a la aprobación de ella, mientras que permaneció reunida.

5°) Que posteriormente a su disolución y en la época de la primera Administración del Dictador D. Juan Manuel Rosas, los Pueblos y Gobiernos Confederados que habían aceptado expresamente ese tratado, encargaron nuevamente el Gobierno de Buenos Aires, la dirección de los Negocios Exteriores de la República, como consta de las comunicaciones que obran en los archivos del Departamento de Relaciones Exteriores del Gobierno de Buenos Aires que han tenido a la vista, con cuya facultad ha seguido sin interrupción, hasta que fue modificada por la casi totalidad de los mismos Gobiernos Confederados, a quienes se les arrancó la concesión de que esa alta prerrogativa fuese delegada a la persona del Dictador, y no ya al Gobierno de Buenos Aires, que no existía de hecho ni de derecho; pues aquel había conculcado todas sus leyes y arrebatado todos los Poderes Públicos, en cuyo estado fue sorprendido por la grandiosa victoria de Monte Caseros, en 3 de febrero último.

6°) Que la desaparición de la escena política, de Don Juan Manuel Rosas, anuló de hecho esa facultad, que se había arrogado su persona, y restituyó a los pueblos su respectiva parte de Soberanía nacional, pudiendo en tal virtud delegarla en el Gobierno Confederado que gustasen y estuviese en mejor aptitud de representar y defender sus derechos en el extranjero.

7°) Que el ejercicio de este derecho fue desde luego puesto en planta, por los Gobiernos de Entre-Ríos y Corrientes, autorizando plenamente este en Mayo de 1851, al Exmo. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre-Ríos, para que lo representase en todo cuanto pudiese tener relación con los intereses políticos de la misma Provincia, y de la Confederación Argentina, autorización que fue puesta en ejercicio en los convenios celebrados en Mayo y Noviembre del mismo año, entre el Brasil, la República Oriental, y las mencionadas Provincias.

8°) Que la de Santa Fé, de acuerdo con las demás signatarias del Tratado de 4 de enero de 1831, pacto fundamental de la Confederación Argentina, autorizó al Gobierno Provisorio de Buenos Aires, para que continuase en la dirección de esos negocios, hasta un acuerdo posterior, en vista de los respectivos pronunciamientos de las demás Provincias a consecuencia del gran suceso ocurrido por la victoria del Grande Ejército en los campos de Morón, lo que dicho Gobierno ha verificado hasta el presente con aprobación de todos.

9°) Que habiéndose pronunciado ya la voluntad de todas las Provincias Confederadas, adhiriéndose a la política pacífica y de orden, inaugurada por el Exmo. Señor General D. Justo José de Urquiza, como resulta de las notas de sus respectivos Gobiernos, y de las autorizaciones que se han recibido, confiando la dirección de los asuntos exteriores de la República, y hasta la reunión del Congreso Nacional Constituyente, ala persona del Exmo. Señor General D. Justo José de Urquiza.

RESUELVEN:

Que para dejar restablecido este importante Poder Nacional, y alejar todo motivo de duda y ansiedad, dando garantías positivas a los Poderes Extranjeros, que se hallan, o pueden hallarse, en relaciones con la República, y que sus compromisos y estipulaciones revistan un carácter obligatorio para la misma Confederación, quede autorizado el expresado Exmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre-Ríos, General en Jefe del Ejército Aliado Libertador, Brigadier D. Justo José de Urquiza, para dirigir las Relaciones Exteriores de la República, hasta tanto que, reunido el Congreso Nacional, se establezca definitivamente el Poder a quién competa el ejercicio de este cargo.

Acordaron en seguida, que cada uno de los Gobiernos signatarios del Tratado de 4 de enero de 1831, procediese inmediatamente al nombramiento del Plenipotenciario que debe concurrir a formar la Comisión Representativa de los Gobiernos, para que reunida esta en la Capital de la Provincia de Santa Fé, entre desde luego en el ejercicio de las atribuciones que les corresponden, según el art. 16 del mismo tratado. Y finalmente que la presente resolución, firmada por los Gobernadores y Plenipotenciario infrascripto, sea circulada a los Gobiernos Confederados, para su conocimiento y aprobación, y que hasta que esta se haya obtenido, los Poderes signatarios de este Protocolo, y los Gobiernos de Salta y Córdoba, reasuman en si, como reasumen, toda la responsabilidad y trascendencia de este acto, obligándose, como se obligan, a cumplir por si, los compromisos que celebraren con las naciones y gobiernos extranjeros amigos, a cuyos agentes, asi como a todos los gobiernos con quienes la Confederación estuviese en relación, se les comunique en debida forma.

Para cuya validez y firmeza, firman este Protocolo, en cuatro ejemplares, en Palermo de San Benito, a seis días del mes de abril del año del señor mil ochocientos cincuenta y dos.

Justo José DE Urquiza
Vicente López
Benjamín Virasoro
Manuel Leiva
www.lagazeta.com.ar


lunes, 9 de septiembre de 2019

La librería “Peuser”, una tradición porteña - Parte 2


Abarcó los más variados rubros que las artes gráficas ofrecía: láminas artísticas, acciones, etiquetas para envases, boletos de tranvía, estampillas fiscales, recibos, pagarés, letras de cambio, libros escolares y comerciales; pero hubo algo que asoció su nombre a la posibilidad de orientarse no sólo en la ciudad, sino en el país entero: la Guía Peuser, imprescindible librillo de tapas rojas que llegó a no faltar en ninguna casa y a la que se recurría para consulta de cualquier duda o información que fuere necesaria en la ciudad. Estaban allí las calles, todas las líneas de tranvías y, conforme iban apareciendo, se agregaron las de ómnibus y colectivos y, finalmente, trolebuses, direcciones de todas las reparticiones, consulados, embajadas, salida de vapores, correos, en fin: todo.

Su primer número apareció en 1887 y desde entonces mensualmente se iba actualizando, con la información al día, sobre todo en el cambio de recorrido del transporte. Quién no recuerda por Florida el clásico y monótono pregón: “¡Salió la nueva Guía Peuser!, con los recorridos de todos los…”  El nombre “Peuser” llegó a ser sinónimo de “Guía”, a tal punto que, cerrada ya la casa, otro editor compró el nombre y la siguió publicando. A ésta debemos agregar la “Guía Peuser del viajero”, de mayor volumen que la anterior y en la que se publicaban todos los horarios de los ferrocarriles del país, tanto generales como locales, con tarifas de viajeros y cargas; además de los recorridos de los tranvías de capital y provincia con datos de las principales ciudades y pueblos del interior. A ambas, ninguna otra las igualó.

Pero hubo otro rubro en el que Peuser incursionó con éxito y del que, como recuerdos, perduraron por los años: la edición de tarjetas postales. Edificios públicos, avenidas, teatros, estaciones ferroviarias, parques y jardines, en fin, la vida y esencia de la ciudad plasmada como testimonio gráfico de las distintas épocas en que eran impresas. Para ello compraba las imágenes que tomaban los más importantes fotógrafos de la ciudad, como Harry G. Olds, Gastón Bourquin o Samuel Rimathé, entre otros. 

Para su mejor  identificación las series editadas eran numeradas, de manera de facilitar los pedidos a los comerciantes, tanto de la capital como del interior, de los cuales era distribuidor. En la actualidad existe  un muy bien detallado catálogo de todas estas emisiones, editado en 1997 por el coleccionista y comerciante del rubro Marcelo Loeb.

Don Jacobo Peuser falleció en Buenos Aires el 1° de noviembre de 1901. Sus descendientes y principales colaboradores continuaron con su obra por décadas con el mismo entusiasmo que él siempre brindó. La casa continuó en permanente progreso, incorporando todo nuevo método de impresión que apareciera, renovando su maquinaria para brindar siempre lo mejor a su clientela.

En 1961, la Asamblea de Accionistas aprueba la creación de una nueva razón social, bajo el nombre: “Peuser S.A.C.I.”, la que subsiste hasta el cierre definitivo de la tradicional librería tres años después, en 1964.

Como último recuerdo de aquel emporio, subsiste el edificio de la avenida Patricio 567, en Barracas, con su fachada prácticamente intacta, luciendo todavía en su frontis la leyenda “Fundado en 1867”, mudo testimonio de lo que fuera uno de los mayores talleres gráficos del país. Sin embargo, en parte de él, funciona hoy en día un establecimiento gráfico que, según cuentan familiares de Peuser, utiliza como oficina el primer piso donde aún se conserva parte del mobiliario original que perteneció al fundador: Jacobo Peuser. Ironías del destino.
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Imagen: Los talleres gráficos “Peuser” en avenida Patricios 567 (Foto: Hist. de la Ciudad).
Nota tomada de: Historias de la ciudad. Una revista de Buenos Aires, Marzo 2001.



La librería “Peuser”, una tradición porteña - Parte 1






Fue don Jacobo Peuser un inmigrante alemán nacido el 28 de noviembre de 1843 en Camberg, pintoresca población de la provincia alemana de Hesse Nassau.

Tenía apenas 12 años cuando su familia decide trasladarse a las tierras del Plata y radicarse definitivamente en la República Argentina. Establecidosen la zona del litoral, el joven Jacobo comienza a trabajar en distintos establecimientos de artes gráficas, actividad que lo atrae, de las ciudades de Paraná y Rosario de Santa Fe. En abril de 1867, contando con sólo 23 años, se instala en Buenos Aires, donde abre un pequeño local de librería en la calle San Martín entre las de Cangallo (Tte. Gral. Juan D. Perón)  y Piedad (Bartolomé Mitre). Trabaja con tanto esmero en esta casi pasión que tomó por las artes gráficas, que el negocio le queda chico, por lo que ya al año siguiente le compra a don José A. Bernheim, uno de los precursores gráficos de la época, su renombraba “Librería Nueva”, ubicada en Cangallo 89 de la antigua numeración. En sus manos el establecimiento progresa día a día, agregando nuevos rubros como el rayado y encuadernación de libros. Tal es la actividad que desarrolla, que debe instalar otro negocio en la esquina de la calle Del Parque (hoy Lavalle) en su esquina con Uruguay.

Llega 1891 y su progreso no se detiene. Es entonces cuando pasa a instalarse en la esquina de Cangallo y San Martín, edificio que se convertirá en su Casa Central, y que acabó por incorporarse a la toponimia popular como: la esquina de Peuser. 

La necesidad de estar al día con su industria, le obliga a la adquisición de máquinas importadas para tipografías y otros trabajos especializados, con lo cual la falta de espacio hace que su establecimiento vuelva a quedarle chico. Es entonces cuando compra el predio de la avenida Patricios 567, en el barrio de Barracas, donde instala sus grandes talleres generales que permanecerán allí hasta su etapa final.

Su crecimiento y expansión no se detienen. Comienza a abrir sucursales en el interior de país, comenzando por La Plata en 1885 ¡a sólo tres años de fundada la ciudad!, y cinco años después lo hace en Rosario de Santa Fe, cuando se vislumbraba su conversión en el mayor puerto cerealero del país, decisiones con las que nos demuestra también su condición de pionero. Le siguieron Mar del Plata en 1920, Mendoza en 1923 y Córdoba en 1924. La propia ciudad de Buenos Aires gozaría de esta expansión descentralizadora que ponía sus servicios a la mejor comodidad de su clientela. En 1910 abre una sucursal en Once, en 1930 el Anexo Florida, en 1938 la sucursal Constitución y al año siguiente la de Boedo. En realidad una demostración de su fama en la venta de artículos de librería, escritoria e imprenta. No por nada era latiguillo popular: “Y… si no lo encontrás, andá hasta lo de Peuser”.  No sólo en librería y papelería. 


sábado, 7 de septiembre de 2019

El Parque Retiro o nuevo Parque Japonés - Parte 5

Fuera del Parque, pero dentro del mismo predio estaban los salones de espectáculos picarescos y  baile: “Babilonia” y  el “Salón Chamamé” y el cine supuestamente pornográfico.
En el cine se exhibían películas rigurosamente prohibidas para menores: “Como venimos al mundo”, “Como se nace y como se muere”. Se trataba de películas ingenuamente educativas donde se explicaba narrativamente  la naturaleza del amor y la familia.
Comenzaba con el inicio del vínculo de una pareja adulta, dándose la mano al presentarse. Posteriormente se los veía paseando por una ciudad hasta que –siempre de acuerdo con la explicación del narrador – decidían “comprometerse”. Entonces el hombre obsequiaba a la mujer, colocándole un anillo, mientras él repetía la operación en su dedo. A los pocos minutos la pareja de comprometidos salía  de un Registro Civil e inmediatamente de una Iglesia. A esta altura, el film llevaba unos quince minutos y la impaciencia del público se manifestaba en comentarios y bostezos. Pero la expectativa lograba una pausa ante la promesa del film. Apenas salían de la Iglesia se dirigían a un hotel. Entraban con cara de felices mientras el relator seguía: “y ahora ya están casados y podrán disfrutar del placer que da el amor…”La pareja entraba a un cuarto y de inmediato se enfocaba la puerta que mostraba un cartel con la inscripción: “No molestar, recién casados”. Algunas personas del público, por supuesto únicamente masculino, comenzaba a proferir exclamaciones ansiosas de erotismo desenfrenado. De golpe la puerta de la habitación se abría apareciendo la misma mujer, recién casada pero sonriente y exhibiendo un avanzado embarazo de varios meses, del  brazo de su marido irradiante de felicidad. Segundos después, la mujer embarazada aparecía alternativamente fregando un piso o levantando un bulto pesado.
La misma voz en off que relataba la película desde su comienzo, con un vals oficiante de música de fondo, hablaba  a la mujer embarazada con autoritario reproche advirtiendo sobre el peligro que implica hacer tareas pesadas. La embarazada dejaba las tareas y mirando a cámara escuchaba la voz: “cuando esté por ser madre no lave pisos ni haga tareas pesadas...” Luego repetía  los mismos consejos pero respecto de las comidas. La imagen mostraba  unos grotescos platos con lechón condimentado a la vista de la embarazada.
“No coma comidas pesadas...la futura madre debe comer bien y siempre comidas sanas...”
Minutos después llegaba la escena más audaz, que consistía en unos confusos planos visuales de una mujer gimiendo de dolor al parir y la clásica imagen de un recién nacido llorando sostenido por las manos de una partera. Y allí terminaba la película “pornográfica”. Hay quienes aseguran que ciertos días, previa circulación del rumor entre los iniciados del Parque Retiro, se exhibían “cortos” con desnudos femeninos totales y hasta una escena erótica en pareja de pocos minutos de duración.
El Parque Retiro cerraba alrededor de las cuatro de la mañana del sábado y del domingo.
La salida del último público coincidía con la de quienes trabajaban en el mismo lugar.
Se producía una confluencia mágica, con seres más cerca de lo mitológico que de lo real.
Enanos, gigantes, forzudos, magos, adivinos, prostitutas, cafishios, borrachos monologando y punguistas salían por la gran puerta vigilada por la rígida Torre de los Ingleses siempre intemporal pero acusando el paso inexorable del tiempo.
También, el tropel incluía desahuciados que habían ido en busca de alguna mujer u hombre con finalidades sexuales. Estaban los eternos y falsos conscriptos que lo único que tenían de soldado era la ropa ya gastada por el permanente uso, y cuyo origen podría haber sido el robo o bien tratarse de un antiguo desertor.  Ese uniforme oficiaba de pasaporte hacia la piedad del desprevenido a quien a modo de fórmula se mangueaba “para el sánguche”.
Amanecía y se esfumaba la magia de lo nocturno, lo subterráneo y lo prohibido.
Algunos hombres y mujeres partían hacia el sueño físico porque el otro ya había finalizado. Quizá  ese nuevo  estado aplazaría su soledad por otras horas, hasta llegar la noche y salir a vivir la muerte lenta de los marginales. La noche quedaba atrás y se producía el relevo humano, como respondiendo a un finalismo ecológico, existencial o hasta quizá metafísico.
Aparecía la otra cara de la vida en el Retiro diurno.
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Notas:
(1) Sobre el Parque Japonés puede leerse la nota “El Parque Japonés, Historia y Literatura” en el número 22 de la revista “Historias de la Ciudad. Una revista de Buenos Aires”, correspondiente al mes de agosto de 2003.
Bibliografía:
-Horacio J. Spinetto. “Retiro, testimonio de la diversidad”. Cuaderno Nº3 del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
-Historia Viva. La Razón. 1966.
-Diario “La Nación”. Años 1911 y 1930
-Diario “La Prensa”.
-Diario “Crítica”.
-Fernández Moreno, Poesía y Prosa. Centro Editor de América Latina. 1968.
-Consultado en las Hemerotecas de la Biblioteca del Congreso,  de la Biblioteca Nacional y del Instituto de Estudios Históricos de  la Ciudad de Buenos Aires.

Imagen: El Parque Japonés -luego Parque Retiro- frente a la ex plaza Britania, ahora plaza Fuerza Aérea Argentina.


http://serdebuenosayres.blogspot.com/2012/02/el-parque-retiro-o-nuevo-parque-japones.html

El Parque Retiro o nuevo Parque Japonés - Parte 4


Sobre las dos de la tarde de cualquier sábado, domingo o feriado, las caras de ingenuidad y asombro de los niños, acompañados por mayores, entraban al Parque Retiro para vivir emociones tan inocentes como profundas. Gritos de alegría, ilusión, y a veces de auténtico temor daban vida fresca al Parque Retiro.

Caía el sol y como pájaros que vuelven a sus nidos, niños y adultos acompañantes emprendían el regreso. Las luces multicolores del exterior despertaban al “otro” Parque Retiro.

Del mismo modo que al dar vuelta una floja y húmeda baldoso se pone a la vista una heterogénea y variada fauna hasta ese momento invisible,  así aparecían junto a las primeras luces artificiales los ejemplares más heterogéneos de la ciudad pero con el común denominador de la marginalidad.  Desocupados, provincianos desorientados que solían ser víctimas de crueles bromas y a veces de “cuentos del tío”, marineros argentinos o de cualquier país del mundo, contrabandistas de cigarrillos y bebidas, soldados conscriptos en busca de emociones, estafadores que ofrecían anillos de “oro” a cualquier precio porque “tenían que viajar de apuro al interior porque su madre estaba enferma”,  y solitarios de todo tipo. 

Un nuevo espíritu oscuro y amorfo reemplazaba al hasta entonces arcádico paisaje. En los alrededores del Parque Retiro y en su gigantesco predio al descubierto, la débil humareda se elevaba dejando un suave tufo a chorizo cocinado al aire libre junto a los vahos alcohólicos de los puestos de vino ubicados en los alrededores. Otras caras. Otros códigos.

Otro espíritu ya había concretado la transformación. Abrían los salones  de baile y teatro de revistas.

En la entrada misma del Parque, un diariero voceaba la “Crítica sexta, fóbal y carreras” y abriendo disimuladamente su campera, mostraba, ante la cercanía de algún joven o soldado, una borrosa foto pornográfica en blanco y negro de seguramente una alta cotización.

Ahora en el interior el ruido aumentaba, y los puestos, además de ofrecer probar la destreza que podía llegar a premiarse con un objeto de menor valor que el pago por la  participación, en esos mismos puestos, robustas y sofisticadas mujeres exhibían sus abundantes senos y bocas exageradamente pintadas.

Desde la barra de un cercano bar un hombre de zapatos blancos, fino y recortado bigote, anillos llamativos y boquilla que bien  podría ser de oro, vigilaba atentamente a las señoritas cuarentonas o cincuentonas que atendían los puestos desde donde podían negociar un encuentro a la salida o en un breve intervalo.

Una tarima exhibía, en una torpe posición de Buda, a un  el fakir que hacía videncias mirando a la persona o analizando su firma, o un hombre con micrófono en mano invitaba a un salón a ver el maravilloso espectáculo.Para atraer al público masculino solía estar acompañado de una provinciana  joven que  no podía disimular la expresión triste y de un largo cansancio. Vaya uno a saber con que falsas promesas –quizá ser actriz o modelo– habría sido traída desde el interior. Vestida con ropas mínimas era objeto de agresivas bromas eróticas.

Otras veces un ventrílocuo con su muñeco sentado hacía decir palabras zafadas tales como culo o teta que arrancaba sonoras carcajadas a los hipnotizados espectadores.
Una de las variantes del espectáculo consistía en que el ventrílocuo interrogaba al muñeco acerca de su viaje a Francia. Se establecía un diálogo entre ambos: Ventrílocuo: Decime, ¿como se dice mesa en francés? Muñeco: Meseté.Ventrílocuo: ¿Y silla? Muñeco: Silleté.
Ventrílocuo: ¿Y ojo? Muñeco: Ojeté.Y la carcajada estallaba entre el público ante la “audacia” de la palabra.
Robustos jóvenes conscriptos con la inscripción P.M. (Policía Militar) en su  ropa de soldado, con casco blanco y amenazadores bastones, recorrían el Parque Retiro para intervenir en caso de disturbio o ebriedad de algún soldado.

Espectáculos de torpe crueldad, en vivo, con parejas de enanos vestidos con ropa gauchesca. Imitadores de cantores de tango haciendo fonomímica actuaban de atractivo para hacer ingresar a la sala donde siempre estaba por comenzar el espectáculo.
Más de un cantor de tangos, posteriormente afamado hizo su debut en el Parque Retiro.


viernes, 6 de septiembre de 2019

El Parque Retiro o nuevo Parque Japonés - Parte 3


Todo era alegría y promesa. Luego se salía a la intemperie.
La majestuosa “Montaña Rusa”, “La Mina Encantada”, “El Tren Fantasma”,
“El Canal Misterioso”, “La Vuelta al Mundo”, “El Látigo”, “El Gusano”, “El Martillo” donde subían los más audaces y que al quedar cabeza abajo, de sus bolsillos caían las monedas que disimuladamente escondía el operario.

Uno de los que quizá tenía más magia era “La Mina Encantada” que consistía en el recorrido por el interior de una excavación subterránea similar a una mina. Se partía desde una entrada subiendo a una zorrilla montada en un riel para caer, casi verticalmente, hacia una zona totalmente oscura. El interior cavernoso estaba perfectamente ambientado. Luego comenzaba un ascenso hasta llegar al nivel de la partida,  siempre en estado de penumbra, a veces de oscuridad total, se seguía subiendo hasta alcanzar un nivel alto, de varios metros.

En un tramo del recorrido, la caverna tenía un corte tipo ventana con vista hacia afuera. Desde allí se podía ver varios metros abajo a la avenida Leandro Alem. Inversamente, los transeúntes de Leandro Alem podía ver el fugaz paso de un vagón en la altura. Finalmente se comenzaba el descenso en forma violenta llegando al punto de partida inicial.

Continuando el paseo exterior del parque, a modo de isletas, había numerosos puestos, tipo kiosco, donde primitivas máquinas, monedas mediante, entregaban respuestas impresas acerca del tema elegido y, según la fecha de nacimiento, variaban las alternativas del dinero o el amor. También los visores donde aparecían fotografías “audaces” de mujeres en malla.
Sin cargo estaba el salón de los espejos deformantes y pagando entrada podía verse al ayunador fakir con agujas clavadas en todo el cuerpo.

Otra gran atracción, que sin duda implicaba grandes riesgos para los protagonistas, era “El Globo de la Muerte”. Se trataba de una esfera de varios metros de diámetro, hecha con tiras de acero y tramada como rígida red para dejar perfectamente visible lo que acontecía en su interior. Por una puerta curvada como el globo, penetraba primeramente un ciclista. Con denodado esfuerzo hacía unas vueltas circulares y como un insecto, quedaba cabeza abajo  sin caer verticalmente impelido por la inercia y la fuerza centrífuga. Luego del ciclista venía un motociclista, quizá con menos esfuerzo físico y más riesgo mecánico, daba unas ruidosas vueltas que el abundante humo magnificaba. Lo más espectacular llegaba con la presencia de una segunda motocicleta, también dentro del globo. Mediante silbatos, de los mismos motociclistas, se coordinaba el cruce para evitar un choque fatal. Esta era una exhibición de auténtico coraje y elevados riesgos.

Siempre dentro del predio descubierto eran muchas otras las ofertas de juegos de emociones o para poner a prueba la fuerza o destreza, como el golpe de puño para lograr el sonar de una campana o el empuje de un pequeño vagón sobre un riel en elevación, para medir la potencia muscular.

También estaban los escenarios que oficiaban de estudio fotográfico donde podía tomarse una fotografía pilotando un avión, luchando contra un tigre o boxeando.
Así  transcurría una tarde semanal, con público multiplicado varias veces los sábados, domingos y feriados. Sí,  una tarde... No la noche...
Si la metáfora del hombre y la bestia o el santo y el demonio sirven para mostrar los extremos y la dualidad latente que encierra un  ser humano, el Parque Retiro tomado como el  cuerpo de un hombre y siendo el alma el movimiento que le confieren sus habitantes fijos y  transeúntes, podemos asegurar que estábamos frente a “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de. Stevenson.

El Parque Retiro o nuevo Parque Japonés - Parte 2


Cuando todavía quedaba el impacto de los suicidios de  Horacio Quiroga (1937), Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni, (1938), en ese 1939 se suicida Lisandro de la Torre.

Florencio Escardó publica sus primeros ensayos acerca del porteño: “El porteño es un ser tan preocupado por buscar la alegría , que ha hecho de esa búsqueda un problema que lo pone triste. Por esta razón, en los sitios de diversión el porteño tiene un aire científico y preocupado. Esa esperanza, a la vez aguda e indefinida, de la diversión, es lo que hace de todo porteño un jugador potencial. Es decir un profesor de esperanza y de inconsciencia”, y finaliza: “De ahí que Buenos Aires sea la ciudad del mundo donde hay más rifas, casamientos y audiencias presidenciales”.

Algunos de estos rasgos del porteño ya los había anticipado Raúl Scalabrini Ortiz, en 1928, y luego finamente delineados en su obra “El hombre que está solo y espera” publicada en 1931. Quizá por esa extraña búsqueda señalada por Florencio Escardó y luego retratada por Raúl Scalabrini Ortiz en la obra citada, la diversión se hace presente  en un nuevo parque de diversiones en ese terrible 1939.

Europa ya estaba encendida por la irracionalidad. Alemania invade Polonia. Muy pronto hace lo mismo con la Unión Soviética de Stalin. Muere el Papa Pío XI y es sucedido por el cardenal Pacelli con el nombre de Pío XII.

En ese entorno histórico de 1939 y hasta 1961 nació, vivió y murió el Parque Japonés-Retiro –algo más de dos decadas–, que nada tenía de japonés, pero que poseía una magia exclusiva.
Retiro era una zona muy oscura desde todo punto de vista, por su paisaje tanto natural como humano. Las noches en esa zona silenciosa tenían cierto misterio. La Torre de los Ingleses, con su imponente presencia oficiaba de auténtico centinela victoriano. Siempre iluminado, dictaba fatalmente la hora.

Muy cerca se encuentra el Kavanagh, inaugurado en 1936, y  que fue en su momento el edificio más alto de la ciudad, superando al Barolo de noventa metros.

La oscura y melancólica imagen del puerto, las estaciones de los ferrocarriles Mitre, Belgrano y San Martín, la plaza San Martín y la Torre de los Ingleses y el Kavanagh, enmarcaban el predio donde se levantaba el nuevo Parque Japonés que tenía  en un letrero haciendo un semicírculo superior, la leyenda  “Parque Japonés”, que seis años después de su nacimiento será  rebautizado como Parque Retiro, cuando en 1944 la Argentina rompe relaciones con el Eje y un año después le declara la guerra a Japón.

Una mirada al Parque, abierto a primera hora de la tarde, impactaba por las dimensiones exageradas en todo, tanto visuales como auditivas. Penetrar en él era ingresar a un recinto, cubierto a modo de hangar, con un ruido clásico e inconfundible: el rodar de máquinas, el chasquido metálico de los tiros de rifle de aire comprimido, sirenas, los impactos de los autos chocadores, el anuncio verbal y repetido  de “Ya comienza el espectáculo...” 
Era difícil decidir por dónde comenzar porque de todas partes llegaban estímulos simultáneos.

“El Infierno del Dante”, “El Palacio de la Risa”, los “Autos chocadores”, “Lanchas con trole”, puestos para ejercitar puntería con rifles de aire comprimido, en pocos minutos ser capaz tapar manualmente un círculo fijo con varios discos manuales, pescar pelotitas de ping pong con una red de mango largo donde un participante siempre ganaba.

El Parque Retiro o nuevo Parque Japonés - Parte 1



  
En 1961 se inicia la demolición del Parque Retiro, que tuvo la doble denominación de Parque Japonés y posteriormente Parque Retiro. El cambio de nombre, en 1945, dio motivo a un sinnúmero de equivocaciones, citas erróneas, referencias que no lo eran y hasta testimonios que no correspondían. Aquí trataremos de historiar y aclarar las diferencias entre dos parques de diversiones que nada tuvieron que ver, salvo en el nombre.

HISTORIA DEL PARQUE RETIRO

Existió un primer y auténtico Parque Japonés (1) del que hoy pueden brindarse escasísimos testimonios de quienes lo hayan conocido.

Este Parque Japonés dejó de existir en 1930, de modo que solamente podrían dar testimonios personas mayores de ochenta años que lo hayan visitado y recuerden bien.
El Parque Japonés fue la obra del arquitecto suizo Alfredo Zücker (1852-1913) quien, mientras residió en Estados Unidos de América dejó importantes obras, entre ellas la catedral de San Patricio, el Guilliard Building, el Majestic Hotel, el Harlem Casino y el Opera House de Meridian.

Alfredo Zücker arriba a Buenos Aires en 1904, y entre los múltiples proyectos, mencionaremos el que realizó para la empresa Villalonga situado en la esquina de Balcarce y Moreno, en 1910 el primer rascacielos de la ciudad, el Plaza Hotel de 60 metros de altura, el Avenida Palace Hotel (demolido), el Gran Hotel Casino en Vértiz y Pampa, la Casa Galmarini en Alsina 1867 y el Parque Japonés en cuestión, que terminó su historia en 1930, luego de un incendio.

Resumiendo, el Parque Japonés ambientado al estilo oriental y considerado una obra excepcional a nivel mundial, nació el 3 de febrero de 1911 y cerró el 26 de diciembre de 1930. Estaba situado a la altura de Paseo de Julio (hoy avenida Del Libertador-Leandro Alem-Paseo Colón) y Callao. Ocupando parte de ese predio, en 1960, se instaló el “Ital Park” que nada tiene que ver con el Parque Japonés (1911-1930), ni con el “otro” Parque Japonés luego llamado Parque Retiro (1939-1961), demolido definitivamente en 1962, y ubicado a unas diez cuadras del anterior Parque Japonés.

NACE EL NUEVO PARQUE JAPONÉS

Pasan nueve años sin que el centro de la ciudad tenga un lugar con juegos típicos de un parque de diversiones como el Japonés.

Dos empresarios vinculados a este tipo de negocios y con el antecedente de haber promovido el “Parque Shangai” en Brasil se interesan por la creación de un parque de diversiones en Buenos Aires. Se trata de Gustavo Meyers y Gaspar Zaragueta quienes gestionan traslados de maquinarias desde Nueva York y San Francisco.

En el área  comprendida entre las calles San Martín, Marcelo T. de Alvear  y Eduardo Madero, espacio que hoy ocupa el Sheraton Hotel y el complejo Catalinas Norte, en el año 1939 se inaugura el Parque Japonés, año donde el mundo se convulsiona nuevamente y la irracionalidad brotada del mezquino poder económico se convoca para el horror. Europa arrastra al mundo hacia una auténtica guerra mundial. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue un conflicto económico entre Estados europeos. La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) involucró a los cinco continentes. Gobernaba nuestro país Roberto M. Ortiz y en la Ciudad de Buenos Aires era intendente Goyeneche.

jueves, 5 de septiembre de 2019

"La crisis y el fin de la Alianza" (22/12/2001)



Discurso del señor Senador por la Provincia de Buenos Aires, Dr. Raúl Alfonsín en la Asamblea Legislativa convocada por la renuncia del Sr. Presidente Dr. Fernando de la Rúa, 22 de diciembre de 2001.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

La Lucila

 
La Lucila, una estación con nombre de mujer, nacida como homenaje de un nieto de Juan José de Urquiza, el Coronel Alfredo F. de Urquiza, a su mujer Lucila Anchorena, se convirtió en uno de los barrios más distinguidos de zona norte.

Con origen en las majestuosas mansiones que daban a la ribera, La Lucila pasó a ser refugio de intelectuales y artistas primero, para convertirse luego en un populoso barrio que poco a poco, está tratando de tener su propia vida.

Todavía son muchas las necesidades del barrio en cuanto a espacios verdes cada vez más escasos, más transporte que lo comunique con diferentes zonas de Vte. López y San Isidro. Pero también fueron muchos los logros alcanzados en cuanto a seguridad, iluminación, asfalto, desagües, etc.

Los comienzos

Joven como barrio, “La Lucila” ocupa un territorio cuyo poblamiento se remonta –como el de todo Vicente López- al 24 de octubre de 1580.

En su territorio se encuentra lo que se conoció como “el Paraje de los Olivos”, debido a un monte de Olivos que, según Diego Vea Murguia estaba en las inmediaciones de las actuales calles Domingo de Acassuso y Andrés Ferreyra. También entre Díaz Vélez y Paraná hacia el río, la barranca formaba una saliente hacia el noreste que se conocía como “Punta de los Olivos”, y a su pie se hallaba el “Puerto de la Punta de los Olivos” a donde pensó dirigirse Liniers con sus tropas cuando venía de Montevideo a reconquistar la ciudad de Buenos Aires, pero luego, por una tormenta se desvió al puerto de “Las Conchas”.

Finalmente, en lo que hoy es La Lucila, el 23 de febrero de 1807 se dispone la formación de una Batería –entre otras- en “la Punta de los Olivos”, la cual, al parecer, había existido anteriormente, pero se hallaba desactivada. Un documento de la época dice “en la barranca” y “en la Punta de los Olivos” es decir: sobre la barranca, donde hoy es La Lucila. Esto descalifica el emplazamiento del monolito de avenida del Libertador y Luis Vernet que está en lo que era “el bañado” y además muy lejos de “la punta de los Olivos”.

Aquellos dueños

Pero veamos quiénes fueron los primeros pobladores de nuestro barrio. Estas tierras eran la “cabecera” de las “suertes” 43 a 46 del reparto que hiciera Juan de Garay el 24 de octubre de 1580 (en buen criollo: con las tierras que “el adelantado” le sacara a los indios).

La 43 era de Juan de Caravajal y estaba limitada por las calles “entre suertes” Mariano Pelliza (en Olivos) y domingo de Acassuso. En La Lucila hay parte de esta suerte ya que se extiende desde Roma a Acassuso. La parte entre Roma y Pelliza pertenece a Olivos.

La 44 de Francisco Pantaleón, entre Domingo de Acassuso y Capitán Justo Bermúdez.

La 45 de Pedro Medina, entre Capitán Justo Bermúdez y Díaz Vélez.

Finalmente, la 46 de Juan Martín entre Díaz Vélez/Darwin y Paraná.

El barrio que nos ocupa termina al sudoeste en la avenida Maipú, pero las “suertes” que lo integran se extendían hasta el ahora inexistente Fondo de la Legua, continuación de Constituyentes por Carlos Calvo hasta Sívori y de allí por una línea que llega a Bartolomé Mitre y Paraná.

Juan de Carvajal era criollo asunceño y era hijo de Hernando de Carvajal que vino con Alvar Núñez Cabeza de Vaca a la edad de quince años.

De Francisco Pantaleón no se conocen mayores datos.

Pedro Medina se supone que era criollo; hijo de Cristóbal Medina que vino con Pedro de Mendoza. Fue fundador con Garay de Santa Fe. En su solar estuvo la quinta La Lucila de Juan de Anchorena.

Juan Martín era criollo asunceño e hijo de su homónimo. En 1576 inscribió su marca de ganado en el Cabildo de Santa Fe.

La suerte de Juan de Carvajal, en La Lucila figura en el siglo XIX –luego de distintos dueños no identificados- a nombre de Machado...

Entre Bermúdez y Anchorena, estaba la quinta de Mercedes Castellano de Anchorena, esposa de Nicolás Hugo Anchorena. Había sido designada “condesa pontificia” y “dama de la Rosa de Oro”. Erigió la Iglesia del Santísimo Sacramento en la calle San Martín de la ciudad de Buenos Aires.

Sobre las vías del discontinuado ramal “R” del ferrocarril Mitre, aún subsiste una de las portadas de esa quinta.

Lucila Anchorena de Urquiza

Entre Debenedetti y Díaz Vélez/Darwin estaba la quinta “La Lucila” de Lucila Anchorena, la que se casó en 1889 con el que sería el Coronel Alfredo de Urquiza.

Hasta la década del 30’ había que ir a Olivos o a Martínez para poder tomar el tren y tampoco por entonces había pasos a nivel que permitieran trasponer las vías del entonces Ferrocarril “C”. También podían ir a la estación Anchorena de la línea “R” del entonces circulante Ferrocarril Central Argentino. Es en 1932 que Urquiza dona al Ferrocarril una fracción de tierra junto a las vías de la línea “C” para que se construya allí una estación, condicionando la donación a que se llamara “La Lucila”. La estación se inaugura, con ese nombre, el 10 de noviembre de 1933...

El siglo XX

A partir de la década del 20’ comienzan los loteos en La Lucila. El primero que se conoce es el de la quinta del Pellerano, efectuado por Furst Zapiola.

Mientras, entre 1931 y 1933 aparecen medios de transporte automotor de los llamados “colectivos”.En 1931 por avenida Maipú inaugura sus servicios la actual línea N° 60. En 1933, por José C. Paz y con cabecera en La Lucila la N° 14 de automóviles “colectivos”, hoy el N° 29, y el N° 2 que llegaba a San Isidro y Tigre, hoy la N° 68.

El 11 de marzo de 1934 se funda la “Sociedad de Fomento La Lucila”, en Anchorena 834, siendo su primer presidente Guillermo Míguez.

Entre la década del 20’ y 1949, se lotea casi todo. Desaparecen las majestuosas quintas y aparecen los chalets, muchos de ellos muy lujosos.

“La Lucila” pasa a ser uno de los lugares residenciales preferidos de la zona norte. Pero se convierte en “barrio dormitorio”, sin vida propia vecinal, ya que sus moradores desempeñan sus tareas en Buenos Aires y van a dormir a “La Lucila”.

Mientras tanto la Sociedad de Fomento “La Lucila” tiene una intensa actividad ante el municipio. Logran que se mejore la Policía, piden mejoras en la escuela local, fundada el 11 de marzo de 1927 y que el 8 de julio de 1938 se le adjudica el nombre de “Marcelino Ugarte” y lleva el N° 16. Aunque fue famosa también por su fiestas y bailes de carnaval.

En la actualidad, la Sociedad de Fomento funciona en Tucumán 3339.

El puente de hierro

En 1950 el ingeniero Teitelman, constructor de la galería de la estación, solicitó la instalación de un puente entre ambos andenes de la estación “La Lucila”. Comenzaron a moverse los papeles dentro de la máquina de la burocracia, pero al fin se logró, inaugurándose ¡el 15 de diciembre de 1988! ¿Qué son 38 años para la burrocracia?

En diciembre de 1880 es declarado “barrio” de la ciudad. En realidad la ordenanza dice erróneamente “localidad”, pero las ciudades no tienen “localidades” sino “barrios”. Es uno de los más jóvenes de la ciudad, y hasta entonces formaba parte del barrio de Olivos. Hoy sus límites son: el Río de la Plata, la calle Roma, el lado Este de la Av. Maipú y Paraná, tiene más de 15.000 habitantes y más de 200 locales comerciales, principalmente en el centro comercial de la estación y las avenidas Maipú y del Libertador.

Bibliografía: Luqui Lagleyze, Vea Murguía, Academia de Estudios Históricos de Vte. López, Torre de Ader.


lunes, 2 de septiembre de 2019

La Lucila


La Lucila es uno de los nueve barrios queComponen la Ciudad de Vicente López. Sus límites son: al Norte la calle Paraná, al Sur la calle Roma, estas dos (desde el Rio hasta Av. Maipú), al Oeste la Av. Maipú y al Este el Rio de la Plata, estas dos (desde Paraná hasta Roma).

SU TERRITORIO:

Es uno de los más pequeños del Partido de Vicente López, comprendiendo un total de 1,66 Km2, cuenta con 26.386 habitantes. En su extensión se encuentra lo que se conoció como el “Paraje de los Olivos o La Punta de los Olivos”, debido a un monte de esa plantación que según Diego Vea Murguía estaba en las inmediaciones, de las actuales calles Acassuso y Ferreira. Entre Díaz Vélez y Paraná. A ese lugar pensaba llegar Liniers en 1806 cuando vino a reconquistar a Buenos Aires, después de la primera invasión inglesa. Una fuerte sudestada lo obligo a desembarcar en el Tigre, cerca de la vieja Iglesia parroquial donde ahora está el Museo de la Reconquista.

PRIMEROS POBLADORES:A partir del 24 de octubre de 1580, lo fueron: Juan de Carvajal Suerte nº 43 entre Pelliza y Acassuso, Francisco Pantaleon Suerte nº 44 entre Acassuso y Bermúdez, Pedro de Medina Suerte nº 45 entre Bermúdez y Díaz Vélez y Juan Martin Suerte nº 46 entre Díaz Vélez y Paraná.Carvajal era asunceño, su padre—Hernando _ vino con Alvar Núñez Cabeza de Vaca desde España, tenía solo 15 años.Martin nació en Asunción. Uno de sus hijos se casó con una hija de Ana Díaz, única mujer pobladora que tuvo su suerte en San Isidro.

SU EVOLUCION:

Al correr de los años, se encontraba entre las calles Bermúdez y Anchorena la quinta de D. Mercedes Castellano de Anchorena “Condesa Pontificia” que había erigido la iglesia Santísimo Sacramento en Buenos Aires.Uno de sus hijos Aarón Félix fue pionero de la aviación argentina. En 1925 voló entre la Sportiva (actual Campo de Polo) y Conchillas (Uruguay)En 1925 pasaba por este lugar el “Camino del Touring” (hoy Av. Del Libertador) pues fue esa entidad la que lo pavimento. También se encontraba la “Quinta La Lucila”, propiedad de Lucila Anchorena de Urquiza quien se había casado en 1889 con Alfredo F. de Urquiza nieto del general Justo José de Urquiza.Se construyó allí un “chateau” neoclásico con tres plantas. Era un verdadero y atractivo palacio. El 25 de junio de 1942, se remató el “chateau” de La Lucila, que no pudo ser conservado pese a lo valioso que era.En 1932 la familia había donado una fracción de terreno al F.C. Central Argentino-línea C- (hoy Línea Bme. Mitre) para que se construyera una estación con el nombre “La Lucila”. Fue inaugurada el 10 de noviembre de 1933. El rematador Furst Zapiola puso a la venta gran cantidad de lotes.A partir de 1920 comenzaron los loteos. En 1931, inicio sus Servicios la línea de micrómnibus 60, que circulaba por Av. Maipú. También lo hicieron poco después las líneas 14 (hoy 29) y 2 (hoy 168). Esto revitalizo la zona, que se fue poblando cada día más. 
El 11 de marzo de 1934 se fundó la Sociedad de Fomento y Sala de Primeros Auxilios “La Lucila” en la calle Anchorena 834.Su primer presidente fue Guillermo Miguez. Tuvo mucha actividad, pidió mejor vigilancia policial, ofreció mejoras a la escuela habilitada el 11 de marzo de 1927, y la que el 8 de julio de 1938 fue bautizada como Escuela Provincial nº 16 “Marcelino Ugarte” y encabezó otras iniciativas barriales.

LA LUCILA HOY:

Era parte del barrio de Olivos hasta que el 3 de diciembre de 1980, por ordenanza nº 4529, fue declarado barrio. Se encuentra dentro de este además de la Sociedad de Fomento, la estación de su nombre, la escuela nº 16 y el Conservatorio Juan José Castro (anexo en ella), el Centro de Gestión Municipal (Delegación Municipal), la UAP Ulises Arcuri, La reserva Ecológica, la Plazoleta “Lucila Anchorena de Urquiza” con el Boulevard Debenedetti, con mástil y un ejemplar de Ceibo.



domingo, 1 de septiembre de 2019

Antiguo Puente Saavedra




Hasta el comienzo de la década de 1960-1970, la leche para consumo domiciliario en el conurbano bonaerense llegaba en los trenes que la traían desde las estaciones de ferrocarril más próximas a los tambos del interior, para ser distribuida por los repartidores con sus carros.
Antes se habían utilizado otras modalidades: la venta al pie de la vaca, con el lechero que llevaba al animal por las calles (en su mayor parte, de tierra) y ordeñaba frente a cada cliente; luego, el lechero que se desplazaba a caballo, llevando los recipientes colgados a uno y otro lado del mismo, como si de alforjas se tratara.
Desde la década 1920-1930 la modalidad de distribución lechera en las zonas urbanas era la venta del producto, sin envasar (suelta), llegando a cada casa en el carro del “lechero”.
Era éste un personaje bien conocido en cada barrio. Llegaba a cada domicilio de sus clientes fijos, con su carro a caballo (en algunos casos primorosamente fileteados) llevando la leche en varios grandes “tarros” o “tachos” metálicos de lechero, de 10 a 20 litros y una especie de jarro también metálico (la “medida”) con capacidad para un litro y cuatro marcas, señalando los cuartos de litro.
Muchos de ellos también vendían crema y manteca.
Generalmente, hacía el recorrido de lunes a sábado, con el domingo como día de descanso.
En los años ’40 al ’60, en Florida Oeste el lechero se abastecía en la estación Florida del FC del Estado (Belgrano Norte). Hasta ahí llegaba el tren lechero, trayendo el producto en grandes “tarros” metálicos, de 40 a 45 litros de capacidad. Cargaba los que el lechero del barrio llevara, vacíos y dejaba los que llegaban llenos, desde los luego de recibirlos, el lechero trasvasaba la leche a los de menor capacidad, para la distribución.
Tenía su domicilio en una casa (que aún existe, con algunas reformas, como la reja a la calle) situada en Hipólito Yrigoyen al 3400, entre Avda. Mitre y Bernardo de Irigoyen (vereda norte), característica de las de la época, con galería y entrada en arco y a un costado, a la derecha, el camino de adoquines como acceso hacia el fondo, donde estaba la caballeriza, se guardaba el carro y aperos y; con un techado donde se lavaban los tarros, las medidas, los batidores y enseres propios de su trabajo.
Hacia mediados de los años ’20 y principios de la década siguiente, Florida Oeste era un lugar abierto, con escasas construcciones y muchos terrenos libres. A unos 150 metros hacia el este de la estación Florida del F.C.G. Belgrano (entonces Parada Agüero, antes Km. 16) estaba el tambo de doña Delicia, que daba a la calle Pringles al 3700 en su actual numeración.
En la foto publicada el 4 de septiembre ppdo. (“A falta de satélites….Vista aérea de Florida, hacia el oeste, ca. 1928” pueden verse dos senderos, que partiendo en trazo de diagonales de sentido opuesto desde la calle Arenales, convergen a la altura del tambo.
En la ciudad de Buenos Aires muchos de los lecheros eran de origen vasco, que ni siquiera vivían en la zona y cada día recorrían muchos kilómetros, no solo para el reparto, sino para llegar desde sus domicilios, en la periferia, para cargar en hora temprana en las estaciones “lecheras”, como Plaza Once o Caballito (trenes del oeste) o Constitución (sur). Salían al comenzar el día, algunos entre la 1 y 2 de la mañana, para recibir el tren al despuntar el día, volviendo a sus casas prácticamente cuando caía el sol.
A principios de la década 1960-1970 tanto la ciudad de Buenos Aires, como las comunas del conurbano bonaerense prohibieron la venta de leche suelta, sin proceso de pasteurizado. Algunos lecheros optaron por cambiar la leche a granel por la que las empresas del ramo entregaban pasteurizada y envasada, en botellas de vidrio reutilizables, de boca ancha, cerrada por una cubierta o tapa metálica. Pero aún así, en pocos años desapareció de los barrios la figura de lechero que recorría sus calles.
En la ciudad de Buenos Aires, el Patio de los Lecheros es un predio ubicado en Donato Álvarez y Bacacay, junto a las vías del ferrocarril, donde Caballito limita con el barrio de Flores. Hasta la década de 1960 era una playa de descarga y aprovisionamiento de leche, traída por los trenes del Ferrocarril Oeste (Sarmiento) originada en los tambos de sus zona de influencia y allí se aprovisionaban los lecheros domiciliarios.
Durante mucho tiempo en desuso y casi en estado de abandono, fue recuperado y puesto en valor respetando su valor histórico. Se preservó el viejo adoquinado, levantando solo una franja lateral que queda cubierta de césped, incrementando la superficie de espacio verde en el barrio. Ahora, el Patio de Lecheros es un espacio cultural y recreativo al barrio, adaptado a los tiempos actuales.
En la imagen que agrego, tomada en los años ’30 desde un punto sobre las vías al este de la estación Aristóbulo del Valle, por debajo del arco del puente de la avenida Maipú, se ve la silueta del edificio de la estación, con el puente peatonal entre ambos andenes, por detrás. Saliendo de la estación, hacia Retiro, un tren remolcado por locomotora de vapor, probablemente una Kitson 0-6-0 o una L2, que se utilizaban entonces, antes ser remplazadas por máquinas diesel. El tramo de trinchera fue cubierto, y se construyó la galería comercial de Puente Saavedra (hoy en estado de abandono).
El puente que se ve en la imagen, ya no es el de la vista actual, remplazado por la entrada del túnel sobre el que se construyera la galería.