miércoles, 31 de agosto de 2011

Lucio V. Mansilla, el dandi nacional - parte 2

En su texto “Imagen de Mansilla” Sylvia Molloy se interesó en el dandismo de Mansilla: “Se ha hablado a menudo de su dandismo y es cierto que, en el contexto del 80, es el artífice máximo de su persona: ‘soy el hombre de mi facha y de mi fecha’”. Pero Molloy lo diferencia de los dandis clásicos: “El discurso del dandi es intransigente, es un discurso de veras manco que rechaza todo contacto; en sus textos, en cambio, Mansilla necesita tocar con la vehemencia de quien busca complacer a todo precio”.

Como suscribiendo a Molloy, así se describe Lucio en una fiesta provinciana durante su destierro en Santa Fe en 1856, a los veinticinco años: “Yo me mantenía un tanto apartado, dándome aires: tenía toda la barba, larga la rizada melena, y usaba un gran chambergo con el ala levantada… Mi apostura, mi continente, mi esplendor juvenil…”, explica en sus Causeries , le daban una apariencia de romántico o de poeta. Mucho de romántico tuvo el origen de su exilio, un reto a duelo a José Mármol en el Teatro Argentino por las injurias que éste había proferido contra su familia.
Ya maduro, es descripto por George Brandes (En el Bois de Boulogne ) como un adolescente: “Un verdadero aventurero y un hombre hermosísimo, quien, a pesar de sus cabellos y barba blancos, por su aire marcial y su jovialidad podría ser todavía un peligroso rival para cualquier joven.
Es tan hermoso con su prestancia militar, con sus ligeros rasgos de “rastacuére” y con la picardía de sus ojos negros, que hasta su propia satisfacción de su persona física no le está mal”. Ambos están en París, en un almuerzo con la flor y nata . Brandes menciona la palabra “espléndido” y Mansilla le pregunta si estaba hablando sobre él con Robert de Montesquiou, el epítome del dandi, el modelo para el personaje del barón de Charlus de Proust.
Al responderle Brandes con una negativa, Mansilla dijo: “¿No? Cuando oigo palabras tales como espléndido o esplendidez, creo siempre que se está hablando de mí.” Brandes concluye: “Y se reía como un niño”. Molloy acuerda con Blandes cuando escribe sobre la escritura en primera persona de Mansilla, ese yo que prefiere mantenerse en la indecisión, “no como un dandi sino como un adolescente”.

Laura Ramos

Lucio V. Mansilla, el dandi nacional - parte 1

A los diecisiete años, aprendiz de dandi, Lucio V. Mansilla fue enviado por sus padres a purgar un “pecadillo de cuenta” a la estancia de su tío y padrino Gervasio Rosas. El tío Gervasio era un domador de muchachos contumaces, y aquella estancia sobre el río Salado albergó en sus soledades a no pocos muchachos desterrados, como Bartolomé Mitre, en sus tiempos.

El “pecadillo de cuenta” del joven Mansilla fue un primer amor platónico que derivó en un rapto escandaloso. Y aunque en los corrillos de la Buenos Aires de 1849 no se hablaba sino de sus malas inclinaciones, no fueron unos amores que la prudencia no veía con buenos ojos la causa del viaje a la India en el que se embarcó poco después. Fue la lectura a hurtadillas de Jean-Jacques Rousseau: “Mi amigo, cuando uno es sobrino de don Juan Manuel de Rosas no lee El Contrato Social , si se ha de quedar en este país; o se va de él, si quiere leerlo con provecho”, le había dicho su padre al descubrirlo leyendo. ( Entre nos. Causeries de los jueves , Lucio V. Mansilla) Dos años más tarde, instalado en Londres luego de haber recorrido Asia, Africa y Europa, recibió la noticia, muy atrasada porque no había telégrafo y eran raros los vapores, de que Urquiza se había sublevado contra Rosas, el hermano de su madre Agustina, “la belleza de la Federación”. Federal y partidario de los caudillos provincianos (como lo nombra –lo bendice– mi padre), la noticia lo desconcertó y decidió regresar a Buenos Aires de sorpresa.

Tras pasar por el trámite de la ballenera, el carro, la subida a babucha, se dirigió a la casa paterna. La alegría que despertó en su familia fue tal que se mandó decir una misa en la iglesia de San Juan, y poco después comenzaron a arribar fuentes de dulces, cremas y pasteles con el mensaje criollo: “Que cómo está su merced; que se alegra mucho de la llegada del niño, y que aquí le manda esto por ser hecho por ella”. Mientras se dejaba agasajar, Lucio escuchaba las nuevas sobre el avance victorioso del “loco, traidor, salvaje unitario, Urquiza”. Su prima Manuelita y, sobre todo, su prima Catalina Ortiz de Rosas y Almada, con quien se casaría en 1853, lo encontraron muy chic, vestido a la última moda parisiense: sombrero de copa alta puntiagudo, levita muy larga y pantalón estrecho.
Pero ese aire de dandi afrancesado, del que se envanecía, no ocultaba su naturaleza criolla, de la que también se envanecía: “Era tan criollo como el Chacho”, decía. Por añadidura, su tío Juan Manuel se alegró de que su sobrino no hubiera vuelto “agringado”.


Perón realiza un sueño de Yrigoyen

El fin de una "epopeya"

La inauguración oficial del ferrocarril trasandino del norte, según desde donde se lo mire, tiene dos fechas: 17 de enero de 1948 (para Chile) y 20 de febrero de 1948 (para Argentina).
Si bien el proyecto, por el lado argentino, fue inspirado durante los gobiernos conservadores, iniciado durante el de Yrigoyen, reiniciado en el segundo de Yrigoyen y vuelto a reiniciar en el de Justo, fue en el de Perón cuando se terminó. La historiografía del ferrocarril Huaytiquina está asociada a la figura de Yrigoyen, quien suele ser considerado como el "padre" de esta obra.
Pero para muchos argentinos esta fue una verdadera "obra peronista". Esto es así porque, cuando Juan Domingo Perón asumió el gobierno, las obras que llevaban algunos años detenidas, fueron incorporadas al Primer Plan Quinquenal.
El 20 de febrero de 1948, finalmente, se inauguran las obras de este ferrocarril y en una fotografía de la época tomada en la Estación Socompa, por ejemplo, se muestra a pobladores de la Puna de Atacama con pancartas que llevaban la imagen de Perón. Como se señalaba en un folleto de la época:

"Perón realiza un sueño de Yrigoyen: el ferrocarril Salta-Antofagasta"

A la ceremonia asistieron funcionarios argentinos y chilenos. Por Argentina se contaba con la presencia del ministro de Obras Públicas, el General Juan Pistarini, y el Gobernador de Salta, Lucio Cornejo. Por Chile se encontraba presente el alcalde de Antofagasta, Juan de Dios Carmona.
Ese año el Huaytiquina, administrado por el Estado, pasaba a integrar la red circumpuneña de ferrocarriles. Por entonces el servicio ferroviario argentino se encontraba en plena reorganización, inclusive de su denominación.
Con el decreto 32.574 del 21 de octubre de 1948 los ramales de trocha angosta, como el trasandino del norte, pasaron a recibir la denominación de General Belgrano 54 . El ferrocarril Huaytiquina era, dentro de este bloque, el ramal C 14 (ver mapas 1 y 2)

martes, 30 de agosto de 2011

El Cultrun

Publicidad de Merthiolate! La clásica!

Chispazos de tradición - parte 2

Algunos de los capítulos más destacados salidos de su fecundísima pluma, son “La estancia de Don Segundo”, “Por la señal de la cruz”, “El puñal de los centauros”, “El maestro de la luz”, “Las nazarenas del desengaño”, entre otros.

Como se advierte en los títulos, se trata de obras de ambiente gauchesco, cuyo origen argumental se remonta a los folletines que Eduardo Gutiérrez publicaba a fines del siglo en el periódico “La patria argentina”, en el que escribía sobre Juan Cuello, Hormiga Negra, Pastor Luna, Juan Moreira, etcétera, todos personajes heroicos en la lucha constante contra la injusticia de los poderosos, lo que hacía que el público se identificara con esos héroes gauchescos que representaban las ansias de la reivindicación social de la gente

La popularidad del conjunto “Chispazos de tradición” no tiene casi parangón en toda la historia de la radiofonía argentina. Algunas de las figuras que surgieron de esa compañía fueron: los cantantes Tita Galatro, Domingo Conte, Ricardo Ruiz y el cómico Mario Amaya.

A “Chispazos de tradición” le cupo ser la primera compañía radioteatral que realizó giras por los barrios y ciudades del interior del país. Este ejemplo luego cundió y representó uno de los rasgos distintivos de estos conjuntos, que, irradiados los primeros episodios de cada novela, comenzaban a recorrer los teatros brindando una adaptación de la obra radiofónica, de esta manera llegaban a públicos que jamás habían accedido a una espectáculo teatral, no sólo porque estas compañías se aventuraban hasta los más apartados pueblitos del interior, sino también, porque el arte que ellos cultivaban era el que realmente provocaba el interés y la más franca adhesión del público masivo.

Nos cuenta Ulanovsky, en el libro ya citado, que: «El radioteatro llego velozmente al corazón de los oyentes y modificó horarios, ritmos y costumbres. La compañía de teléfonos observaba que a la hora del radioteatro disminuía la cantidad de llamados. Grandes tiendas como Harrod’s tuvieron que colocar altoparlantes para que la clientela no dejara de ir. Los empresarios cinematográficos de todo el país exigieron a la radio que cambiara el horario porque la pasión por “Chispazos” estropeaba la asistencia a la función de la tarde. Los anunciantes del ciclo, los cigarrillos Condal, se opusieron firmemente y apenas si consintieron a autorizar la instalación de parlantes en algunos pocos cines».

Era tal la identificación de la gente con los personajes, que el malo, Caín, interpretado por el actor Rafael Díaz Gallardo, recibía cientos de llamadas telefónicas a su casa para aborrecerlo. Tuvo que borrarse de la guía.

Sigue relatando Ulanovsky, que «la contracara de Caín era Churrinche (el nombre de un pájaro), protagonizado por el actor salteño Mario Amaya, un inocente a ultranza, un muchachote puro corazón que en todas las fotografías públicas aparece vestido de gaucho y con una flor en la oreja.» Cada tanto, Churrinche, cansado de las injusticias de su hermano Caín le propinaba un sopapo que lo tiraba al piso, lo que entusiasmaba a los radioescuchas.

A sus giras acudían abigarradas multitudes que buscaban ponerse en contacto con los ídolos de la radio. Era inmenso el cariño que este conjunto despertaba, y hubo un momento en que llegó a ser lo más popular de todo el país.

Carlos Fontán (El Duende)

lunes, 29 de agosto de 2011

Chispazos de tradición - parte 1




Corría el año 1931 y el escritor y actor español José Andrés González Pulido, forma la compañía “Chispazos de tradición”, con la que dará un extraordinario empuje al radioteatro.

Nos cuenta Carlos Ulanovsky, en su libro “Días de radio. Historia de la radio Argentina” (Espasa Calpe, Buenos Aires, 1995), que a partir de 1914, mucho antes de la aparición de la radio: «González Pulido fue un cultor y defensor del llamado género chico teatral y puso en escena las piezas más populares de Florencio Sánchez.
Inspirada en un poema de Evaristo Carriego, su versión teatral de “La costurerita que dio el mal paso” superó con éxito las dos mil funciones. González Pulido bebió de estas fuentes, se inspiró en la payada, en el primitivo folletín, en el dramón circense, en el melodrama mazorquero y a todas esas formas las cruzó con el sainete.
El resultado fue explosivo y exitoso. González Pulido debutó en Radio Prieto, pero recién al pasar a Nacional, a fines del 20, logra establecerse y destacarse en la elaboración de una receta muy particular.

Historias de la vida sentimental, sencillas, candorosas y sobre todo desmesuradas, cortadas en capítulos para darles continuidad e intriga. Muy pocos días después de su presentación la compañía de González Pulido obtuvo el favor de quienes se dejaban cautivar por sus personajes -”gritones, oscuros, increíbles”- y recibió el rechazo de quienes sentían que “el gauchismo sangrante y cursi” ofendía sus oídos y gustos estéticos como antes sólo lo había hecho el sainete.»

Los discretos pasajeros del Eden Hotel - parte 2


Turismo y algo más

El salón de fiestas del Eden —inaugurado en los años 30— exhibe hoy algunas páginas del antiguo álbum de pasajeros. Allí pueden encontrarse apellidos notables de la oligarquía, desde Martínez de Hoz a Anchorena. Los guías que conducen las visitas no se cansan de repetir que ex presidentes de la Argentina estuvieron entre los huéspedes —de hecho el recorrido incluye el paso por una suite presidencial— y hasta es posible escuchar el recitado de un poema que Rubén Darío escribió allí, en enero de 1901, cuando llegó como corresponsal del diario La Nación.

Pero los rastros de otros huéspedes son más difíciles de seguir. Dada la filiación nazi de los hermanos Eichhorn, a lo largo del tiempo se acuñaron numerosos relatos sobre la presencia de criminales de guerra y sobre actividades más o menos ocultas en el hotel, relacionadas con el apoyo propagandístico al III Reich y la preparación militar de simpatizantes argentinos.

El historiador Ronald Newton destacó en su libro El cuarto lado del triángulo que "El Eden era el centro de reunión de muchas de las organizaciones nazis de Córdoba". En Huerta Grande, la Hostería El Lado, de Eugen Erlinger, recibía a los viajeros con una enorme esvástica tallada sobre la entrada y simpatizantes nazis hacían adiestramiento militar en un campamento llamado Kit-Ut y en tierras cedidas por los Eichhorn.

A la vez, el historiador local Carlos Panozzo recordó que "los discursos y arengas de Hitler, en su momento de mayor auge, eran captados por una antena de onda corta levantada en el techo del Edén, y retransmitidos dentro y fuera del hotel por altoparlantes".
En 1934 se formó en La Falda la Unión Germana, grupo que parece haber coordinado las acciones de propaganda pronazis, desde el Eden.

Los Eichhorn se afiliaron al Partido Nacional Socialista Alemán en 1924. Un año después recibieron el ejemplar número 110 de la edición numerada de Mein Kampf (de una tirada de 500 ejemplares presumiblemente reservada a los más cercanos adherentes), el libro donde Hitler exponía sus ideas.
También participaron en un mitín en la Cervecería Ciudadana de Munich y desde entonces su colaboración financiera con los nazis fue constante, incluso en una fecha tan tardía como 1944, cuando hicieron una colecta destinada a Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler.

Viejos amigos

El documental de Cuini Amelio Ortiz exhumó parte de la correspondencia sostenida entre Hitler y los dueños del Eden. El 13 de febrero de 1933, escribió Hitler: "Querido señor (Walter) Eichhorn: gracias por sus felicitaciones por mi elección como canciller. En este momento histórico, aprovecho para agradecerles su actuación en todos estos años en el movimiento. Los viejos amigos son los responsables como yo de esta victoria. Con saludo alemán, Adolf Hitler".
Más tarde: "Querido señor Eichhorn y querida señora: me permito otra vez en este momento agradecerles por la ayuda financiera que otorgan, y que me quita y alivia una parte importante de mis preocupaciones". Y el 15 de mayo de 1935, al conceder una condecoración a Walter Eichhorn: "desde su ingreso en 1924 usted junto a su esposa han apoyado al movimiento nacionalsocialista con enorme espíritu de sacrificio y acertada acción".

Pero no sólo se trataba de cartas. Adolf Eichmann y Josef Schwammberger —quien se radicó en Huerta Grande— estuvieron en el lugar y según el historiador Panozzo en los últimos años de la Segunda Guerra unos 1.200 alemanes llegaron a la zona de La Falda. Un enigma todavía inexpugnable tras los muros del Eden Hotel.

Fue construido a fines del siglo XIX y tuvo su esplendor hasta mediados del siglo XX. Con la actual restauración, resurge su rico caudal de historias, y en particular el vínculo de sus antiguos dueños con el nazismo


domingo, 28 de agosto de 2011

Los discretos pasajeros del Eden Hotel - parte 1



"Eden Hotel, el nacimiento de un pueblo". El cartel aparece apenas uno ingresa en la ciudad y anuncia la gran atracción turística de La Falda, en la provincia de Córdoba: el hotel levantado a fines del siglo XIX y administrado por empresarios alemanes hasta mediados del siglo XX. Un monumento que atrae a los visitantes con su pasado cargado de historias, donde se cruzan las grandes familias de la oligarquía, ex presidentes, los nazis, una fugaz visita de Albert Einstein y los marinos del Graf Spee. Y en el reverso de la moneda, casi veinte años de abandono, destrozos y pillaje, a partir de 1970, cuando fracasó el proyecto de instalar un casino, hasta mediados de los años 90, el momento en el que el municipio se hizo cargo del edificio.

Actualmente el Eden (sin acento, según su nombre original), se encuentra bajo concesión de un grupo de empresarios de La Falda y en lento proceso de restauración. Entre los recientes avances se cuenta la rehabilitación del salón comedor, con capacidad para 250 personas, y el emplazamiento del águila en el frente del edificio, que según la tradición oral fue derribado hace más de sesenta años, luego de la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.

En los últimos tiempos, con la explotación turística y la conciencia del valor del lugar, una serie de estudios permitió exhumar historias poco o nada conocidas del Eden y sobre todo de los hermanos Walter y Bruno Eichhorn, sus dueños entre 1912 y 1945. En particular un documental producido por la televisión alemana y realizado por la cineasta argentina Cuini Amelio Ortiz reveló documentación que probaba la estrecha relación de los Eichhorn con el Partido Nacional Socialista Alemán y el mismísimo Adolf Hitler. La memoria de los habitantes de La Falda, por otra parte, había preservado relatos sobre el paso de criminales nazis como Adolf Eichmann y la abierta simpatía de los dueños del hotel hacia el nazismo.

La historia del Edén comienza con Roberto Bahlcke, un ex oficial del ejército alemán radicado en la ciudad de Córdoba hacia 1890. En 1897 compró 900 hectáreas de la estancia La Falda y se asoció con Juan Kurth, cónsul de Suiza y fundador de la Bolsa de Comercio de Córdoba, y la empresaria alemana María Herbert de Kreautner. Con créditos concedidos por Ernesto Tornquist —el mismo que fue dueño de La Refinería Argentina de Azúcar, en Rosario— levantaron ese año el hotel, al pie del cerro El Cuadrado. En enero de 1898 llegaron los primeros pasajeros.

El nombre del arquitecto es un misterio perdido para siempre. El hotel, de forma simétrica, tuvo más de cien habitaciones con 38 baños y calefacción central, además del enorme salón comedor, un anexo para el hospedaje de hombres solos, una cancha de golf de 18 hoyos, cancha de tenis y piscina, entre muchas otras comodidades.

Pero los créditos se hicieron imposibles de cancelar y en 1904 la sociedad se disolvió. Fue María Herbert de Kreautner quien quedó como administradora, después de llegar a un acuerdo con Tornquist. En 1912, otros dos alemanes, los hermanos Walter y Bruno Eichhorn, adquirieron el hotel. Dos años después se inició el loteo de la estancia, un proceso que desembocó en la formación de la actual ciudad de La Falda.

Gran Hotel Viena - parte 2

Gran Hotel Viena - parte 1

miércoles, 24 de agosto de 2011

La revolución desde adentro

Conocido como Pombo, Harry Villegas Tamayo revela aquí detalles sobre la vida y la acción del Che Guevara.

La estatura histórica de Ernesto “Che” Guevara de la Serna es una cantera inagotable de bibliografía. Pareciera que siempre es posible aportar algo más al conocimiento de su vida. En especial, cuando lo hacen quienes más lo conocieron, como Harry Villegas Tamayo, “Pombo”, quien combatió junto al Che en la Sierra Maestra, el Congo y Bolivia, y sobrevivió a las tres experiencias.

Entrevistado en La Habana por la investigadora ecuatoriana María del Carmen Garcés para Conversaciones con Pombo, su testimonio resulta revelador para iluminar ciertos detalles ausentes en las numerosas biografías publicadas.

“El primer enfrentamiento del Che en el Congo fue con los monos y por las bananas”, cuenta, ilustrando las vicisitudes del escaso conocimiento del terreno. De este período bastante poco conocido, son interesantes los recuerdos de Pombo sobre los numerosos obstáculos “culturales” entre los cubanos y los irregulares de Laurent Kabila, por ejemplo, a propósito de su creencia en ritos ancestrales para volverse inmunes a las balas enemigas. “Eso determinaba que, si venía el enemigo, los cubanos teníamos que ir a ocupar las posiciones defensivas mientras se hacía el rito”, recuerda.

Sobre la campaña en Bolivia, Pombo evoca el apego del Che por el peruano de origen chino Juan Pablo Chang, poco apto física y militarmente. “El Chino no veía bien, y cuando le caían los lentes era un problema tener que buscarlos. Hasta que el Che decidió encargarse personalmente de atenderlo y cuidarlo.” Tarea inédita para un comandante.

También trae a la consideración el hecho muy poco conocido de la llamada “masacre de San Juan”, en junio de 1967, cuando el Ejército boliviano reprimió ferozmente a los trabajadores de las minas que se estaban organizando para apoyar a la guerrilla. “Sabíamos del alzamiento espontáneo de los mineros, y que incluso pensaban donarnos un día de sus salarios. Eso desmiente la idea de que el Che no tuvo apoyo, pero hay que decir que no pudo coordinarlo y aprovechar la efervescencia revolucionaria”, reflexiona Pombo. Lo cierto es que estaban muy aislados de todo ese movimiento, consumiendo sus fuerzas en el área muy poco poblada del río Ñancahuazú.

El libro incluye el testimonio de José Castillo Chávez, “Paco”, uno de los mineros que se integraron a la guerrilla junto a Moisés Guevara, un disidente del PC de Bolivia. La experiencia no fue feliz: “Me encontré en medio de la selva transportando cargas pesadas, sin saber bien en qué estábamos y soportando un clima al que no estaba acostumbrado porque éramos del Altiplano”, cuenta. De hecho, dos desertaron y colaboraron con el Ejército; no fue el caso de Paco, quien recuerda el día en que el Che les habló a todos en muy malos términos y los expulsó. “Me latía el corazón muy fuerte porque quería hablar y no me atrevía”, asegura. Lo hizo recién en este libro.



martes, 23 de agosto de 2011

Tangos de los años oscuros - parte 2


Ahora bien, si los tiempos peronistas incidieron indirectamente como un factor de dispersión del tango, los tiempos antiperonistas operaron directamente para destruirlo. Como todo régimen represivo, la Revolución Libertadora instaló en 1955 un clima hostil hacia las manifestaciones culturales en general y populares en particular.
La falta de libertad, la asfixia y el miedo ganaron las calles; poco tiempo después se decretó el estado de sitio y con ello quedaron prohibidas las reuniones de personas y la circulación nocturna. A partir de aquel momento comenzaron a escasear los bailes y se produjo un verdadero efecto dominó que fue determinante para la suerte del tango: se desacopló el circuito de milongas, los clubes y salones debieron reorientar sus actividades, el trabajo para los músicos comenzó a ralearse, las artistas se fueron quedando sin espacios y la mayoría de las grandes orquestas acabó por disolverse.
La divulgación de soportes tecnológicos que permitían suplir a las orquestas por registros fonográficos terminó de completar un círculo fatídico: la típica y la jazz empezaron a poder ser reemplazadas por unos cuantos discos de alta fidelidad.

En 1957 Billy Halley paseó su jopo bermellón por las pantallas de los cines y nada en el mundo volvió a ser igual. El estreno del film Rock around the clock (simpáticamente traducido como Al compás del reloj, o aún Rock alrededor del reloj) conmocionó la escena vernácula e inauguró un par de tenidas que se establecieron en forma de dilema: música propia versus música foránea y música de jóvenes versus música de viejos. Aquellas discusiones destruyeron mucho más de lo que edificaron, sin duda.
Lo cierto es que en esos años de caderas convulsionadas el tango adquirió –en buena medida debido a sus dificultades para abrirse a nuevos horizontes– un carácter simbólico en el que se definían sus antagonistas: “nosotros, los jóvenes, somos lo contrario del tango.” Recibió entonces un triste apelativo que debió cargar como una cruz: pasó a ser una música de viejos.

Por último, sin pretender que la enumeración que aquí se ha hecho agote las causas de la declinación en la popularidad del tango, luego del esplendor nunca es sorpresivo el sosiego. Los talentosos protagonistas de los años dorados elevaron la riqueza artística del tango a alturas difíciles de igualar para quienes sobrevinieron luego. Paradójicamente, el legado de aquella década maravillosa no se transformó tanto en un faro capaz de guiar el entusiasmo de nuevas generaciones como en un guante difícil de recoger.

Enflaquecido, cansado, perdidoso en la contienda dialéctica y mediática, el tango fue replegándose sobre sí mismo y pasó de la presencia vital a la supervivencia desesperada. Los rumores de los años 40 fueron acallándose lentamente, como en un final de fiesta. Sin hacer demasiado ruido, aquel torbellino que convocaba multitudes fue deshilachándose poco a poco. En aquellos años –mientras algunos se aventuraban a extenderle el certificado de defunción y otros no daban abasto con los primeros auxilios– el tango vivió su tiempo más lánguido y sombrío.

Durante el largo período de ostracismo halló refugio en sitios modestos, casas chicas con corazones grandes: pequeñas milongas de barrio urdidas en voz baja, programas de radio conducidos por animadores estoicos y artistas dispuestos a combatir todo pronóstico fueron algunos de los que mantuvieron viva la llama y la condujeron hasta la década del 90 cuando, para sorpresa de propios y extraños, el trabajoso andar del tango adquirió nuevos bríos.

En las mesas de los bailongos, los milongueros no acaban de ponerse de acuerdo sobre las razones del resurgimiento; en la nutrida bibliografía sobre el tema, los historiadores tampoco. Y así están las cosas.


RAMIRO GIGLIOTTI

Tangos de los años oscuros - parte 1

Resulta imposible comprender el esplendor del tango en el mundo sin entender los motivos de su previa declinación. Como en las buenas novelas policiales, aunque sobren los sospechosos resulta difícil identificar un culpable.


En las mesas de los bailongos, los milongueros no acaban de ponerse de acuerdo; en la nutrida bibliografía sobre el tema, los historiadores tampoco. Resulta imposible comprender la actualidad del tango, su resurgimiento y aceptación mundial, sin entender los motivos de su previa declinación.
Elementos demográficos, políticos, culturales, económicos y aún tecnológicos se conjugaron en una compleja trama que, entre finales de los 50 y comienzos de los 90, llevó al tango al borde mismo de la desaparición. Una rápida revista de las razones de aquel proceso no podría omitir los movimientos migratorios, el estado de sitio, el desembarco del rock & roll y el ocaso de una camada inigualable de artistas: como en las buenas novelas policiales, aunque sobren los sospechosos resulta difícil identificar un culpable.

En la década del 40 el tango conoció su esplendor. La música, las letras y el baile coronaron en aquellos años un desarrollo de décadas y dieron un salto evolutivo notable.
El tango ganó profundidad sin perder aceptación, adquirió complejidad sin volverse elitista y se hizo elegante sin resignar el barro. La consolidación de figuras como Troilo, Cadícamo, Pugliese, Manzi, Láurenz, De Caro y Expósito –con perdón de las numerosas e injustas omisiones– hablan de una extraña y virtuosa fusión de tradición, vanguardia y popularidad. Fue también en aquellos tiempos cuando el baile que conocemos hoy en día terminó de definirse en términos coreográficos, estéticos y técnicos. Desde entonces y para siempre la matriz del tango quedó asociada a aquellos años.

Entre los cambios que provocó el peronismo en la estructura social del país uno de los más trascendentes fue el importante flujo migratorio que tuvo origen en las provincias del norte y el litoral y destino en la ciudad de Buenos Aires y alrededores. Paradójicamente, mientras el tango vivía el período más creativo de su historia y se afirmaba como el testimonio vivo de la ciudad, el basamento social que lo originaba se alteraba sustancialmente.
Aquellos que arribaron a la Capital Federal se acomodaron trabajosamente en los estratos más bajos de la coqueta metrópoli y encontraron allí grandes dificultades para establecer vínculos culturales con los porteños de origen.
Estigmatizados con el mote de cabecitas negras, se recostaron sobre sus propias identidades y como consecuencia de ello sus hábitos comenzaron a disputarle al tango algunos de sus altos honores: siguió siendo el género musical distintivo de Buenos Aires aunque dejó de ser el único que convocaba multitudes, siguió siendo una expresión eminentemente popular aunque ya no la manifestación exclusiva de las clases bajas. Rancheras en las pensiones, chamamé en las veredas; lentamente comenzó a generarse lo que años más tarde sería un verdadero boom folklórico con los Chalchaleros y Los Fronterizos como figuras destacadas.

lunes, 15 de agosto de 2011

Francisco Solano López - parte 4

En 1984 se traslada a Río de Janeiro, desde donde colabora con editoriales de Estados Unidos como Dark Horse y Fantagraphics.

Junto con Barreiro realiza Ministerio, El Instituto y El Televisor entre otras.

En 1991 realiza para Estados Unidos Freaks, publicada en Monster Comics. Con guión de Jim Woodring la obra adaptaba en cuatro entregas la película de 1932 dirigida por Tod Browning.

En Río de Janeiro comienza a trabajar como su asistente el joven dibujante Pablo Maiztegui, que se convertiría luego en su colaborador en los guiones, firmando como Pol. Las primeras realizaciones de esta dupla se dan entre 1992 y 1994, con historias cortas y autoconclusivas por pedido de la editorial italiana Eura. Son historias de distintos géneros, algunas de ellas ambientadas en el Brasil donde vivían.

Regresa a Buenos Aires en 1995, desde donde continúa trabajando para Estados Unidos. También colabora con publicaciones argentinas.

Comienza a incursionar en el género erótico con gran éxito en Europa. Produce historias unitarias bajo el título de Silly Symphonies, y realiza las continuaciones de El Instituto.

Tras algunos intentos frustrados de retomar el personaje, vuelve a El Eternauta en 1997. A partir del 8 de junio se publica con la revista Nueva que se distribuye en diarios del interior del país, a razón de una página por entrega. El mundo arrepentido es el título que recibe la historia, que ubica la acción en un extraño mundo al que llega Juan Salvo al ser transportado al fin de la primera parte. El guión estuvo a cargo de Pol y es la primera vez que El Eternauta se realiza en color,

En 2001 Solano López vuelve a El eternauta, nuevamente con guiones de Pol. El Eternauta - El Regreso fue comenzada a principios de ese año y publicada en la revista italiana Lancio Story. Autoeditada por el propio Solano, se publicó en Argentina a partir de julio de 2003, en su propia revista a lo largo de 9 entregas.

La historia se sitúa 40 años después de la invasión, que ha triunfado. En esta continuación Solano López y Maiztegui tienen la intención de acercarse a lo que sucede en la realidad. Así lo aclara Solano: "Estamos echando una mirada sobre la actualidad, basados en una metáfora explícita: el país invadido por extraterrestres, que son en realidad las finanzas internacionales. En esta parte nos interesó mostrar cómo lograron los invasores perpetuar la dominación a través de los mecanismos de la democracia. Tal como pasó en América Latina con Collor de Melo, Alan García o Menem".

Tras la buena recepción de El Eternauta - el regreso, Solano López y Pol dan inicio a una nueva serie: La búsqueda de Elena. Retomando las líneas planteadas en El Regreso, la historia se sitúa en el mundo dominado por los invasores, mientras el grupo de Juan Salvo continúa la resistencia, a la vez que tratará de buscar a Elena, su esposa perdida al final de la clásica primera parte.

Comenzó a publicarse en abril de 2006, en una serie de seis números. La historia se completará en un libro a aparecer en 2007.


domingo, 14 de agosto de 2011

Francisco Solano López - parte 3

Por la propuesta de Ediciones Record tras el suceso de ventas de las recopilaciones de El Eternauta, vuelve a su personaje más famoso en 1976, y junto con Oesterheld realizan El Eternauta II para la revista Skorpio. Oesterheld militaba en la agrupación guerrillera Montoneros y volcó en el guión su ideología, produciendo cambios en el carácter y el accionar del personaje. El Eternauta se convirtió en el líder de la resistencia del grupo humano sometido por el invasor.

Esto motivó objeciones de Solano, que no estaba de acuerdo con el tratamiento, lo que provocó algunos cambios en la historia, aunque el dibujante no se sintió cómodo con la realización.



En 1976 inicia sus trabajos con el guionista Ricardo Barreiro, con la serie Slot Barr.
El duro clima político que se vivía en el país bajo la dictadura militar lo obliga a emigrar, para proteger a su hijo Gabriel, que había caído preso. Llegan a España, donde realiza Ana y Historias Tristes, ambas con guiones de Gabriel. Con Ana, una obra madura y comprometida, reflejan el momento violento y angustioso que se vivía por aquellas horas.


En 1980 dibuja la serie bélica Aguila Negra, con guión de Ray Collins, para Nippur Magnum de Columba; y en Superhumor publica Calle Corrientes con guión de Guillermo Saccomano.

Junto a Carlos Sampayo crea Evaristo, policial ambientado en los años 50.



sábado, 13 de agosto de 2011

Francisco Solano López - parte 2

El 4 de septiembre de 1957 aparece El eternauta, la obra que lo consagró. Se publicó en el primer número de la revista Hora Cero Suplemento Semanal, y se extendió hasta el Nº 106 de 1959.



En Editorial Frontera Oesterheld trabajaba de acuerdo a los intereses de los dibujantes, y Solano López quería hacer algo de ciencia ficción pero dentro un tono más realista del que venía trabajando en las revistas de la editorial. El resultado fue El eternauta, la historia de una invasión extraterrestre contada desde Buenos Aires. La obra fue un éxito de público, que esperaba semana a semana la revista. La historieta fue tiempo después recopilada en libro, reeditándose continuamente a lo largo de los años.


En los años sesenta trabaja para editoriales inglesas como Fleetway, tarea que realiza durante unos quince años, tiempo en que se encarga de historietas como Galaxus, Kelly, Ojo mágico, Adam Eterno, Profesor Kraken, etc. Reside en Europa entre 1963 y 1968. Vuelve al país y trabaja para Columba.

Francisco Solano López - parte 1






Cocreador de El Eternauta, autor de otras exitosas historietas leídas en todo el mundo, es uno de los más importantes dibujantes de Argentina
Nació en Buenos Aires en 1928, su familia estaba emparentada con el patriota paraguayo del mismo nombre. Apasionado por el dibujo desde muy chico, es de formación autodidacta.



Comenzó a dibujar profesionalmente en 1953 en la Editorial Columba, para la que hace Perico y Guillermina con guiones de Roger Plá. Pasa a Abril en 1955, donde dibuja Uma-Uma para Rayo Rojo, con guión de Héctor Oesterheld, y sucede a Campani en la serie Bull Rocket para la revista Misterix. Es el comienzo de una de las duplas más importantes de la historieta argentina.


 
Desde el inicio forma parte del equipo de Editorial Frontera, en 1957. Siempre con guiones de Oesterheld dibuja Joe Zonda y Rul de la Luna para la revista Frontera, Rolo el marciano adoptivo para Hora Cero, más numerosos episodios de Ernie Pike y El cuaderno Rojo.

domingo, 7 de agosto de 2011

CALLE DEFENSA


En el espacio urbano cada esquina, plaza, fachada, rincón y otros lugares guardan historias y presentes, que por lo general pasan desapercibidos. La calle Defensa tiene una gran riqueza histórico cultural, es la más céntrica de San Telmo y sin dudas una de las más visitadas del sur de la ciudad. A continuación una breve recorrida por esta calle desde Independencia hasta Martín García.

En Defensa e Independencia, el peatón se encuentra con "El conventillo de la Paloma", una construcción muy antigua cuyo nombre recuerda un clásico de sainete de Vacarezza que trataba sobre historias de inmigrantes. Es una casa característica de la zona y aunque algunos dicen que en realidad la obra no se refería a ese lugar, igual la vivienda es un símbolo sobre cuáles son las condiciones edilicias donde vive buena parte de la población de la zona

En Defensa entre Estados Unidos y Carlos Calvo, funciona el mercado de San Telmo, una enorme edificación de 1897 que tiene salida por las cuatro cuadras de la manzana. Por la misma calle, entre Av. Independencia y San Juan, los domingos el tránsito se desvía y miles de personas recorren en Defensa y Humberto 1º la Feria de cosas viejas y antigüedades San Pedro Telmo. Es el centro comercial y cerca de allí se encuentran anticuarios y galerías cuyo sitio guarda historias. En Defensa 1066 está el Solar de French, lugar en donde nació el tribuno de Mayo que luchó contra las invasiones inglesas. En frente del solar, en la plaza Dorrego, en septiembre de 1816 se juró la independencia. En Defensa 1170 se halla la galería "La Candelaria". Un solar del siglo XVIII que fue un hospital de la ciudad y más tarde cárcel de mujeres. Desde 1992 una placa aclara: "Casco Histórico. Solar de principios de siglo. Restaurado y reciclado con documentación de la época. Comisión de preservación de áreas históricas". En Defensa 1179 se localiza La galería "Pasaje de la Defensa" que data de 1880 y era la casa de los Ezeiza.

Sobre Defensa los domingos se aglutinan miles de personas. Hay espectáculos musicales y personajes llamativos, como las estatuas vivientes, que atrapan la atención del público en general.

Defensa es el punto neurálgico de San Telmo. Por eso es señal de atención de toda excursión turística o cualquier paseo. También en esta calle están el Museo del cine y el Museo Histórico Nacional.

Confirmando la tradición cultural de la zona, sobre Defensa también se encuentran:

El Centro de Expresiones Artísticas, un lugar que ofrece teatro y exposiciones; el Espacio Giesso Reich que ofrece muestras pictóricas permanentes; el pub Sarajevo Arte Bar, un espacio cultural que siempre ofrece encuentros de tango y poesía y el Centro Cultural Torquato Tasso, donde se ofrecen orquestas de tango y milonga.

Este recorrido está plagado de bares y restaurantes tradicionales que le dan un toque distintivo a la zona.

Defensa es un punto de encuentro en el que convergen turistas, comerciantes, visitantes, artistas y vecinos. Los sábados a lo noche siempre transitan jóvenes buscando diversión. Los domingos se transforma en una fiesta en la que se cruzan multitudes. Surge un clima cargado de nostalgia y tango, los peatones disfrutan de la feria y desbordan comercios y casas de comida, mientras que en la semana vuelve a su habitual tranquilidad y rutina.

Restaurantes, pubs, bares, lugares artísticos, espectáculos en la calle, anticuarios y casas que podrían ser postales de la ciudad de Buenos Aires, se encuentran en este camino.

Defensa tiene historia y un presente promisorio, la calle habla por sí mismo.

En San Telmo y sus alrededores Nº 22
Junio 1999
Eduardo Scirica

LA QUINTA PRESIDENCIAL


La Quinta Presidencial de Olivos es muy conocida. Sin embargo, es muy escasa la información acerca de la historia de este predio, existiendo, incluso algunos aspectos ignorados, que hemos podido develar.

La Quinta, que desde el año 1918 pertenece al Gobierno de la Nación remonta sus orígenes históricos al tiempo de la Colonia.

Esta fracción de terreno de poco más de treinta y dos hectáreas, conserva en gran parte, el formato original de los primeros fraccionamientos de tierra, demarcados muy poco tiempo después de la fundación de la Ciudad de la Trinidad y el Puerto de Santa María de los Buenos Aires, realizada por Don Juan de Garay en 1580.

Su primer dueño fue Rodrigo de Ibarola, uno de los pocos militares que llegaron con la expedición de Garay.
La chacra pasó por distintos propietarios de los que quedaron pocos datos, hasta que en 1774 la adquirió Manuel de Basavilbaso, por ese entonces Administrador General de Correos y perteneciente a una de las pocas familias que vivían en la ciudad y que participaban de alguna manera en su administración, controlando la construcción de las iglesias y edificios públicos, el comercio y también las arcas del cabildo.

Su única hija y heredera Justa Rufina Basavilbaso, se casó con su primo y vecino Don Miguel de Azcuénaga, hombre de carrera militar y de gobierno; que fue vocal de la primera Junta de Gobierno del 25 de mayo de 1810, y luego con el grado de Brigadier General, Comandante en Jefe del Ejército.

El Brigadier Miguel de Azcuénaga falleció en la quinta, en 1833, luego de haber pasado la mayor parte de su vida desempeñando importantes cargos en la primera etapa del Gobierno de nuestra Nación.

La quinta fue heredada por sus hijos. Uno de ellos, Miguel, le pidió a Prilidiano Pueyrredón, su gran amigo y joven ingeniero, recibido en el Instituto Politécnico de Francia, que diseñara una casa para este lugar que tanto le gustaba, y así fue como esta construcción de estilo neoclásico, muy novedosa para ese año de 1851 en que se irguió, fue la "ópera prima" del artista que luego se dedicara a la pintura.

Esta es la residencia que hoy ocupa, como vivienda permanente, el Presidente de la Nación. Y aunque con las sucesivas modificaciones que se hicieron a través del tiempo, debidas al lógico deterioro y a las necesidades de los distintos moradores; su aspecto exterior está conservado casi totalmente.

La chacra de los Azcuénaga fue recibida en sucesión por las distintas generaciones de la familia, que se hallaba emparentada con el Virrey Antonio Olaguer Feliú. Este Virrey se había casado con Ana de Azcuénaga, la hermana menor del Brigadier Miguel de Azcuénaga. A su vez, un hijo de este matrimonio se casó con su prima Manuela, hija de Miguel, quienes siguieron la línea de herederos de la quinta, hasta llegar a Carlos Villatte Olaguer, (tataranieto de Miguel de Azcuénaga y del Virrey).

Carlos Villatte Olaguer permaneció soltero, y dictó su testamento, legando parte de la chacra al Gobierno, con la condición de que fuera utilizada como residencia del Presidente de la Nación, en forma temporaria o permanente.

Círculo de la Historia (Archivo Histórico del Gran Bs.As.)

 

sábado, 6 de agosto de 2011

Historias de la quinta presidencial: en la intimidad del poder


Cambia, todo cambia

La quinta estuvo cerca de convertirse en cenizas: una falla en el montaje del escenario que Juan Carlos Onganía había ordenado construir sobre la enorme pileta para escuchar a Los Cinco Latinos provocó un grave incendio. Onganía –que practicaba polo en los jardines– ordenó ampliar la residencia. Y Alejandro Agustín Lanusse levantó la capilla. Más acá, Fernando de la Rúa encomendó plantar más árboles para que pudiera pasear sin ser advertido; se deshizo de los perros que había traído Carlos Menem y los reemplazó por bambis.

Además, enrejó los canteros para que nadie pisara las flores. Un dirigente sindical, luego volcado a la política, pasaba, bien acompañado, amorosos momentos en la piscina, en tiempos del primer gobierno menemista. Menem, que entre otras cosas ordenó que construyeran canchas de golf, de tenis y de paddle, un gimnasio, un ring, un polígono de tiro, un helipuerto, un quincho, una pajarera y un zoológico para la vasta fauna presidencial –que incluía perros, papagayos, cabras asturianas y ponies–, conocía la situación. Tampoco ignoraba que ese dirigente le usaba su bata de baño.

Isabelita pidió que se construyera una cripta en la capilla para el descanso de los restos de su marido y de Evita. Descanso que interrumpió Alicia Raquel Hartridge, esposa de Jorge Rafael Videla, cuando, pocos meses después del golpe militar del 24 de marzo de 1976, dijo: "De ninguna manera me pienso mudar [a la quinta] hasta que no saquen el cadáver de ésa".
"Ni Prilidiano Pueyrredón, cuando diseñó los bocetos de la casa, ni Carlos Villate Olaguer, cuando dictó su testamento, pudieron imaginar, seguramente, que las 35 hectáreas de Olivos terminarían siendo un espacio ajustable a la medida del capricho presidencial", reflexiona para la Revista la periodista Cynthia Ottaviano, integrante del equipo de "Telenoche investiga", autora de Secretos de alcobas presidenciales (Norma), el libro que reúne las biografías de seis mujeres de presidentes (Mitre, Sarmiento, Yrigoyen, Alfonsín, Menem y Kirchner).

En el capítulo correspondiente a María Lorenza Barreneche, Ottaviano narra cómo la esposa de Raúl Alfonsín, conocida por su discreción y su amor por el hogar, los hijos y los nietos, sufrió su estada en la quinta: "(...) Venía padeciendo desde el principio la pérdida de su intimidad. Además, se sentía inútil; en la quinta presidencial de Olivos no podía hacer nada: cocinaban por ella, lavaban por ella, planchaban por ella (...)".

En noviembre de 1993, en la quinta de Olivos se condimentó el pacto entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín, un acuerdo entre las fuerzas mayoritarias en beneficio de las estructuras partidarias que se terminó de hornear el 13 de diciembre, a pocas cuadras de ahí. También allí, a comienzos de su gobierno, en 2002, el presidente interino Eduardo Duhalde mantuvo su primer contacto telefónico con el entonces director gerente del Fondo Monetario Internacional, Horst Köhler. Según testigos de la escena, entre ellos Oscar Lamberto, por esos días secretario de Hacienda, la charla, de unos treinta minutos, estuvo marcada por el fastidio del presidente. Cuando concluyó el diálogo, Duhalde le preguntó a Lamberto: "¿Qué pensás del acuerdo con el FMI?". Según otra fuente, Duhalde, en realidad, dijo: "A este tipo no me lo banco más... ¿quién se cree que es?".

En los festejos por el final de su gestión, poco antes de pasarle la banda a Néstor Kirchner, hubo empanadas, vino y una generosa picada para ochenta personas. Duhalde era el centro de atención, pero las ovaciones fueron para Lamberto y su esposa, Tati, que ofrecieron una clase magistral de cómo bailar el tango. Dicen quienes esa noche estuvieron allí, en esta residencia que aun conserva sillones fraileros del siglo XVI, arañas de cristales de Baccarat y una mesa de nogal italiano del siglo XVIII, que pocas veces se vio algo tan maravilloso.
Como muchas otras veces, Olivos fue una fiesta.

Jorge Palomar

Historias de la quinta presidencial: en la intimidad del poder - parte 2


El historiador Mario Pacho O’Donnell le dice a la Revista que aquel encuentro –que le fue contado por Jorge Carretoni, por entonces diputado nacional de la Unión Cívica Radical Intransigente, el partido de Frondizi– fue "uno de los momentos más intensos de la vida política argentina que se hayan registrado en la quinta de Olivos". Incorporado en su libro Che (Sudamericana), O’Donnell lo cuenta así:

"En julio de 1961 lo cita Frondizi [a Carretoni] en su despacho y lo asigna a la reunión de Punta del Este como asesor del Consejo Federal de Inversiones. Sin embargo, su misión será otra: hacer contacto con el Che Guevara. (...). El interés de Frondizi en el encuentro era mejorar sus relaciones con los Estados Unidos, hacer mérito y así ganar algo de aire (...) Su objetivo era intermediar en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, gravemente deterioradas luego de los sucesos de Playa Girón.

"Carretoni alquila un pequeño Piper por 20.000 pesos para cruzar el Río de la Plata. Relata Carretoni: Mi instrucción establecía que Guevara debía viajar solo, por lo que al pie de la escalerilla le extiendo la mano para despedirme.
"¿Usted no viaja? –me pregunta el Che.
"No, ésas son mis instrucciones.
"Entonces yo tampoco viajo –dijo cortante.

"Opté por transgredir mis instrucciones y subir al avión. (...) El Piper aterrizó en el pequeño aeropuerto de Don Torcuato.

"Llegaron a la quinta presidencial a las 9 de la mañana, y enseguida Frondizi y Guevara se encerraron en un pequeño salón, a solas. La reunión duró tres horas y su resultado no sería auspicioso para el presidente argentino, pues fue derrocado algunos meses más tarde, y uno de los pretextos del golpe militar sería su encuentro clandestino con el «jerarca comunista comandante Guevara», como rezaría el comunicado golpista."

Estadistas brillantes, oscuros dictadores, mandatarios ineptos, honestos, humildes, ostentosos, todos, de un modo u otro, con mayor o menor moral, con permanencias más cortas o más largas, dejaron su huella en la quinta de Olivos, un lugar bellísimo que hasta despertó la emoción del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt, el padre del new deal, que con ocasión de su visita al país durante el gobierno de Roberto Marcelino Ortiz (1938–1942) exclamó "¡llueve celeste!", mientras las flores de los jacarandaes de la Avenida del Libertador caí-an mansamente sobre sus hombros. Vale aclarar que durante su presidencia Ortiz vivió en su residencia de la calle Suipacha al 1000, luego ocupada por el Episcopado argentino.

Fue en Olivos donde, en junio de 2002, el presidente uruguayo Jorge Batlle desparramó lágrimas ante la fría mirada del entonces presidente Duhalde, cuando vino para disculparse por haber tratado a los argentinos de "ladrones". Y fue allí donde, durante los días finales de Perón, se instaló una unidad coronaria de emergencia. Carlos Seara, uno de sus médicos, recordó en una entrevista publicada en La Nacion: "El día del paro cardíaco que acabó con la vida de Perón, el 1º de julio de 1974, López Rega quemaba incienso alrededor de los médicos, que realizaban frenéticos esfuerzos por salvar a su líder, al que llamaba con unción «mi faraón, mi faraón».
En un momento me llamó y me dijo: «Si lo sacás, te hago conde»". Lo último que se le escuchó decir a Perón fue: "Esto se acabó". Y fue en Olivos, también, donde un Perón mucho más joven se paseaba en motoneta con los chicos de la Unión de Estudiantes Secundarios, en los tiempos previos a su caída, en 1955.

Jorge Palomar

Historias de la quinta presidencial: en la intimidad del poder - parte 1


Su primer dueño fue Rodrigo de Ibarola, un militar que había llegado a Buenos Aires con Juan de Garay. Desde entonces, la residencia de Olivos ha sido testigo del devenir político del país. Desde el encuentro secreto de Arturo Frondizi con Ernesto Che Guevara hasta las negociaciones más recientes con el Fondo Monetario Internacional, los salones y jardines de esta maravilla arquitectónica guardan secretos que, en parte, se revelan en esta nota

A la mañana siguiente, me desperté a las cinco y media y fui a Olivos. El Presidente estaba preguntando por mí.

"Está todo arreglado, me llevan a Martín García a las ocho de la mañana. Pero yo le quiero pedir dos cosas: la primera, que se ocupe de que Guido asuma la presidencia, y la segunda, que usted siga en el gabinete –me dijo el Presidente.

"Espere Presidente –le respondí–. A la primera me comprometo; a la segunda no, porque no me parece una cosa elegante.

"Eso que dice habla muy bien de usted –dijo el mandatario–. Pero estamos en una situación muy crítica, y no veo quién lo podría reemplazar en este momento.

"A las 8 de la mañana, con el capitán de navío Lockhart [Eduardo], que era su ayudante, Frondizi (Arturo) fue al Aeroparque, donde lo aguardaban el almirante Gastón Clement y el brigadier Rojas Silveyra (Jorge), y subió al avión.
"Les voy a contar el comentario que hizo Rojas Silveyra, estrictamente como a mí me lo trasmitieron: ¡Qué gran cagada me parece que hemos hecho!, le dijo a Clement cuando el avión arrancó llevándose a Frondizi."

Aunque resumido a los efectos de este informe, así narró en una conferencia Rodolfo Martínez (h.), ministro de Defensa y luego del Interior durante la presidencia de Arturo Frondizi, los pormenores de la crisis de marzo de 1962, que culminó el 29 de ese mes con el presidente provisional del Senado, José María Guido, en la presidencia de la Nación tras el derrocamiento de uno de los más notables estadistas de la historia argentina.

La residencia de Olivos, ocupada por veintiséis presidentes desde que el gobierno nacional aceptó, en septiembre de 1918, la donación de la familia Villate Olaguer, ha sido testigo de acontecimientos históricos que marcaron el país. Remanso de figuras notables y también refugio de personajes olvidables.

Cuando el capitán Lockhart se presentó en la residencia de Olivos, a las cuatro de la mañana de aquel 29 de marzo, para informarle a Frondizi que sería embarcado en un avión de la Armada con destino a la isla Martín García, el presidente le dijo: "Cuanto antes mejor". Y recomendó esperar el cambio de guardia para no comprometer a los granaderos encargados de su custodia. Frondizi enfrentó 34 planteos militares en 47 meses de gobierno, pero su encuentro en la quinta de Olivos con el Che Guevara ocho meses antes, en julio de 1961, había sido el episodio que iniciaría el camino sin retorno hacia el golpe de Estado.

Jorge Palomar

 

miércoles, 3 de agosto de 2011

Virreinato del Río de la Plata – parte 3




Por el Tratado de Versalles (1783) era reconocida la independencia de Estados Unidos, pero la influencia inglesa sobre Portugal retornaría, y si bien se había recuperado Colonia, no se detuvo el contrabando, que Inglaterra ahora seguiría practicando por tierra, desde Río Grande, por la Mesopotamia, en dirección a Buenos Aires.

De todo esto hubo un saldo positivo; hemos dicho que Cevallos vino nombrado como virrey de una nueva jurisdicción político-administrativa, de un nuevo Virreinato o vice-reino: el del Río de la Plata. El objetivo de la diplomacia hispánica al crear este Virreinato fue claro: reunir todos los territorios fronterizos con Portugal por el sudeste, para crear un fuerte muro que detuviera el avance de ese país; por el sur, fortalecer la defensa frente a las incursiones británicas.
La erección del Virreinato trajo consigo el funcionamiento de una audiencia que comenzó a actuar en Buenos Aires a partir de 1785. La vieja audiencia de Charcas mantuvo su jurisdicción sobre el Alto Perú.

El espléndido territorio de cinco millones de kilómetros cuadrados, que constituía el nuevo Virreinato comprendía los actuales territorios de la República Argentina, del Uruguay, del Paraguay y de Bolivia, y zonas hoy pertenecientes a Brasil y Chile.
Tenía amplia salida al Océano Atlántico, pero también al Pacífico, hoy territorio chileno, a la altura de Jujuy, Salta y Orán. Comprendía áreas propicias a la agricultura y ganadería, como nuestra pampa húmeda y de la Banda Oriental; y el Alto Perú, hoy Bolivia, de riqueza predominantemente mineral; la Patagonia y el Chaco eran tierras de futuro. Dos universidades, la de Córdoba y la de Chuquisaca, le daban relieve cultural al conjunto. Desde la puerta de entrada a este vasto territorio, el Río de la Plata, Buenos Aires y Montevideo, ésta fundada en 1726, constituían vigías que controlaban el acceso a la Cuenca del Plata.

Buena parte de los interrogantes que deja planteados la historia argentina están vinculados a hallar los porqués de aquel magnífico espacio territorial originario del Virreinato, que fue nuestra herencia, noventa años después de la Revolución de Mayo, quedaba reducido a algo así como la mitad.

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Palacio, Ernesto, Historia de la Argentina – Buenos Aires (1954).
Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).


Virreinato del Río de la Plata – parte 2


Gobernando Fernando VI, en 1750, por el Tratado de Permuta, se decidió a trocar los siete pueblos guaraníticos al este del Río Uruguay, las llamadas Misiones Orientales, por Colonia del Sacramento, cosa inexplicable no solamente porque las posesiones que se “permutaban” eran posesiones españolas ambas, sino porque los siete pueblos guaraníticos habían sido erigidos por éstos y allí tenían sus chacras y animales, viviendo pacíficamente bajo la tutela jesuítica.

Los padres trataron de hacer reflexionar al obtuso rey, devoto de su esposa, una princesa portuguesa llamada Bárbara de Braganza, que mucho tuvo que ver con el torpe arreglo, de la enormidad que se cometía despojando a los guaraníes de sus pueblos y cultivos, porque de acuerdo a lo convenido con los lusitanos, aquéllos debían pasar al oeste del Río Uruguay, actuales provincias de Misiones y Corrientes, a levantar nuevos pueblos y chacras. Los guaraníes no pudieron entender este desafuero y no quisieron escuchar a los padres, que luego de agotadas las gestiones ante la Corte, intentaron evitar males mayores tratando de convencer a los naturales de que obedecieran el increíble mandato real.

Estos se levantaron en armas y el ejército español hubo de someterlos cruelmente, mientras los portugueses se regodeaban sin entregar Colonia. La guerra guaranítica duró tres años (1756-1759); en este último falleció Fernando VI, y quien le sucedió, su hermano Carlos III, más lúcido, anuló el ominoso Tratado, y los guaraníes volvieron a sus pueblos que estaban destruidos, como el interior de sus almas, ante tamaña infamia.

Ahora sería Carlos III quien cometería otro error, por lo menos tan garrafal como el anterior. Convencido de que los jesuitas eran un peligro para sus ínfulas de instaurar un régimen déspota ilustrado en la península, expulsa a todos los jesuitas del Imperio español. Lo hace influido por los ministros masones que lo rodeaban, principalmente el Conde de Aranda, Gran Maestre y fundador del Gran Oriente masónico de Madrid, obedeciendo a la insidia francesa y portuguesa, con nombres propios como Choiseul y Pombal, respectivamente, ambos notorios masones también, que habían logrado la expulsión de los jesuitas en Francia y Portugal.

No podemos analizar toda la causalidad histórica de este nuevo despropósito. Pero diremos que las consecuencias de la expulsión fueron nefastas para la América española. De un plumazo, los enemigos de la cultura hispano-criolla lograron que la torpe España de los Borbones se desembarazara de lo mejor de su inteligencia, de hombres de sabiduría y ciencia irremplazables, de educadores insustituibles. Las consecuencias para la dominación española en el Río de la Plata fueron severas: el antemural que significaban las reducciones guaraníticas al avance portugués, se desplomó en buena medida por el extrañamiento de los jesuitas, que habían sido el alma y el nervio de esa civilización estupenda que crearon a la vera de nuestros grandes ríos.

Las consecuencias fueron graves también para la Argentina, heredera de la dominación española: bien puede decirse que la pérdida de la Banda Oriental, del Río Grande do Sul, de la costa atlántica hasta San Vicente, tiene su antecedente remoto y fundamental en esta desdichada medida tomada por este rey en su admiración de la Ilustración.
Lejos de considerarse satisfechos, los portugueses siguieron avanzando: durante la gobernación de Vértiz, “progresista de la escuela de Floridablanca y Campomanes, regalista a machamartillo y amigo de las luces”, mientras el gobernador hermoseaba a Buenos Aires, los lusitanos se apoderaban de San Pedro de Río Grande, Pelotas, Santa Tecla, Santa Teresa y Castillos, llegando hasta Uruguayana y San Borja.

Por su parte, Inglaterra, en 1764, se posesiona de las Malvinas y le da largas a los reclamos españoles, mientras la Patagonia era merodeada por buques de la dueña de los mares.
Afortunadamente para la suerte del Río de la Plata, estalla la guerra entre España y Francia, unidas ambas por un Pacto de Familia, contra Gran Bretaña, aprovechando que ésta se encuentra abocada a enfrentar un serio conflicto con sus colonias del norte americano, que las llevaría a su emancipación. Como Portugal era aliada de Inglaterra, ambas interesadas como vimos en estas tierras, era lógico enfrentar a ambas en la zona rioplatense.

Carlos III, entonces, decidió enviar a un hombre experimentado en las cuestiones platenses como lo fue Pedro de Cevallos, quien arribó con el título de Virrey y Capitán General, al frente de una poderosa escuadra de 117 navíos y cerca de 20.000 soldados. Llegada la expedición, Cevallos sitió la plaza de Colonia, la tomó, y, con la experiencia de hechos pasados, demolió las fortificaciones y la edificación para evitar que volvieran a ser utilizadas en el futuro por los portugueses. Inmediatamente se dirigió al norte, a Río Grande do Sul, teatro de las agresiones de nuestros vecinos.

Desgraciadamente, al morir el rey portugués José I, el poder pasó a manos de la reina madre, que era hermana de Carlos III. Este vio la oportunidad de separar a Portugal de la alianza con Inglaterra, muy ocupada ésta en la guerra contra sus colonias, y firmó la paz con los lusitanos en San Ildefonso, cediéndole graciosamente a los portugueses, a cambio de Colonia, todo Río Grande, entre el río Yaguarón, por el sur, hasta el río Yacuí, por el norte.
El gran objetivo de Carlos III que era recuperar el Peñón de Gibraltar, no se lograría dada la inferioridad de la escuadra franco-española frente a la inglesa.

martes, 2 de agosto de 2011

Virreinato del Río de la Plata – parte 1



La causalidad de la creación del Virreinato del Río de la Plata está directamente emparentada con la política desarrollada por Portugal prácticamente desde el momento mismo en que España descubrió América. Por las bulas papales de Alejandro VI de 1493, se dividía el océano Atlántico por una línea que fuera del Polo Norte al Polo Sur, distante de las Islas Azores o del Cabo Verde, cien leguas hacia occidente: las tierras hacia el oeste de esa línea serían españolas, las del este portuguesas, habida cuenta de los derechos de este país según el tratado celebrado en Toledo en 1480.

Pero el rey portugués Juan II, no aceptó la decisión papal y entonces ambas naciones llegaron al Tratado de Tordesillas en 1494 por el cual la línea se trazaría ahora a 370 leguas marinas al oeste de la más occidental isla de Cabo Verde. El problema no quedó dilucidado: los portugueses pretendían usar la legua marina española de 1.850 metros y los españoles la portuguesa de 1.543 metros, y tampoco hubo acuerdo sobre los instrumentos de medición a usarse. Por ello, la línea no llegó a establecerse nunca. Esa línea, que debía haber pasado más o menos a la altura de la actual ciudad de San Pablo, hubiese restringido el territorio portugués en América del Sur a una tercera parte, más o menos, de lo que es el actual espacio brasileño (tres millones y nueve millones de kilómetros cuadrados respectivamente).

En lo que nos toca, la costa Atlántica, desde San Vicente hacia el sur, y territorios conexos, debieron ser españoles, y ulteriormente argentinos. ¿Cómo lograron Portugal primero, y después Brasil, expandirse tan formidablemente en nuestra área? Esto es motivo de análisis en distintos pasajes de este trabajo. La cuestión empezó prácticamente con el descubrimiento, y ya en la época de la fundación del Virreinato estaba en plena ebullición.

Un hito importante fue Caseros, como se verá; hacia fines del siglo XIX se liquidó el último problema limítrofe con Brasil en Misiones, como siempre, desfavorablemente para Argentina. Recientemente, sin ir tan lejos, la construcción de la represa de Itaipú por Brasil, trajo tiranteces vinculadas con el dominio de la cuenca del Plata, en el que el país vecino ha ido haciendo progresos notorios.

Pero volviendo a los siglos XVI y XVII, los lusitanos nunca dejaron de avanzar, más allá de la línea del tratado de Tordesillas, en territorio español, ni siquiera cuando, entre 1580 y 1640, Portugal pasó a ser parte del Imperio español, y por ende también el Brasil.

El objetivo hacia el oeste era llegar al Pacífico, atraídos por las minas metalíferas del Alto y Bajo Perú, y hacia el sur los ríos Paraná y del Plata, en búsqueda de tierras templadas que compensaran las tierras monótonamente cálidas de los portugueses. Además, les interesaba transformar al Río de la Plata, tan importante desde el punto de vista comercial, en dominio compartido con España, en un río internacional, teatro del tráfico portugués y de su aliado, el comercio británico.

Precisamente, para asegurarse una base de operaciones del contrabando que practicaban hacia el Imperio español en el Río de la Plata –con Buenos Aires, específicamente- la osadía portuguesa, alentada por los proyectos ingleses, la llevó a establecerse en 1680, frente al mismo Buenos Aires, a menos de cincuenta kilómetros de ésta.

Los españoles, por la vía de las armas, llegaron a reconquistar esta fortificación denominada Colonia del Santísimo Sacramento, con la colaboración guaranítica; pero la habilidad de la diplomacia portuguesa logró que se le devolviera la plaza provisoriamente. Este hecho, inexplicablemente, ocurrió otras tres veces: con motivo de la guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII; en 1735, nuevamente fue sitiada Colonia por el gobernador de Buenos Aires, Miguel Salcedo, y cuando todo hacía prever la toma de ella por fuerzas españolas y guaraníticas, llegó el arreglo de siempre con los portugueses, y el sitio fue levantado; en 1762, Cevallos tomó Colonia, pero la componenda oportuna con Portugal llegó otra vez, con la Paz de París, y la fortaleza le fue devuelta.

Se ha hablado de la colaboración guaranítica, ¿por qué? Luego de la batalla de Mbororé, los bandeirantes dejaron de depredar y los guaraníes hicieron una vida apacible en sus treinta reducciones, bajo la paternal dirección de los hijos de San Ignacio de Loyola. Por ello es que, agradecidos a España, colaboraron en las ulteriores guerras con Portugal por la posesión de la Colonia. Pero en el siglo siguiente, dos hechos empañaron gravemente esta situación de concordia hispano-guaraní.
El sepulcro de Juan Thorne exhibe una escultura que lo representa con gesto marcial, fruncido el ceño y gruesos bigotes. Luce uniforme y condecoración. Dice “1800-1885”. Ya en ésto discrepa con Udaondo y Beccar Varela, que consignan su nacimiento en 1807 (y, de hecho, ¡el primer centenario de su natalicio fue celebrado en 1907!) Sea cual fuere la fecha, ciertamente no era inglés -como muchos suponen- sino norteamericano de Nueva York.

Conoció el Río de la Plata en viaje de instrucción, al cual seguiría la vuelta al mundo. Como otros marinos de habla inglesa, en 1827 lo hallamos en Brasil, pero, iniciada la guerra entre ese Imperio y la Argentina, Thorne se alista en nuestra escuadra. Su actuación en varias batallas lo hizo merecedor de comandar un buque, el “Patagones”, donde fue herido y tomado prisionero hasta concluir la guerra.

Tenía apenas veinte años. En 1832 cumple la campaña del río Colorado, bajo dirección de Rosas, a cuyo servicio iba a continuar. Se lució también en la Vuelta de Obligado, en 1845, peleando, aún herido y bajo intensa artillería enemiga. En el fragor del combate pierde el sentido del oído: será, en adelante, “el sordo de Obligado”. Participó en la toma de Martín García lograda por los franceses y los riveristas de la Banda Oriental en 1838, y tanto fue su arrojo, que el comandante enemigo, al rendirlo, según narra Scotto (“Notas biográficas”, 1910), no le acepta su espada y en cambio lo abraza.

Una curiosidad de aquel combate fue que la guarnición argentina tuvo que agregar a su defensa los quince presos del penal de la Isla. Cuenta el capitán Armando Llambí (“La isla de Martín García”, 1972) que en aquella jornada Thorne disparó el primer cañonazo. Repatriado a Buenos Aires junto con otros dos oficiales argentinos, y escoltados los tres por un alto oficial francés, fue considerado el héroe de la acción defensora. Tomó parte en una decena de acciones más, hasta su retiro, en 1853. Su nombre se cuenta entre los primeros con que se bautizaron a buques de nuestra armada.



lunes, 1 de agosto de 2011

THORNE, “EL SORDO DE OBLIGADO” – parte 5


En diciembre del mismo año y comandando el bergantín goleta Patagones que sólo montaba dos cañones de a 12 y una coliza giratoria de a 18, Thorne se lanzó temerario contra el bergantín brasilero Pedro el Real de 16 cañones. En tal desigual combate Thorne recibió dos heridas graves y fue conducido prisionero a los calabozos de la fortaleza de Santa Cruz, de donde regresó a Buenos Aires cuando se hizo la paz con el Imperio.

Capitán en el año de 1830 y a bordo del Balcarce, comandante en 1832 de la goleta Martín García, hizo a fines de este año la campaña del Uruguay a bordo del bergantín Republicano. Siendo sargento mayor hizo la campaña a los desiertos del sur, y tócale remontar por la primera vez el río Colorado.

Desde entonces, puede decirse que su vida fue un continuo batallar, siempre al lado del cañón que era su arma favorita y con el cual parecía hubiese hecho el pacto de le recíproca fortaleza. Jefe de la artillería federal en casi todas las batallas de la guerra civil argentina, mereció ser encomiado por generales como Paz, quien no pudo menos que notar los estragos que Thorne hizo en sus filas. A Sauce Grande donde fue ascendido a coronel de artillería, Cagancha y Caaguazú, siguiéronse para el intrépido Thorne, Martín García, Vuelta de Obligado, Acevedo, Tonelero, San Lorenzo y el Quebracho; y en todas estas batallas su figura se destacó por los alientos poderosos con que imprimió heroísmo a la acción de los combatientes, y por los nobles entusiasmos con que ofrecía su vida a la bandera azul y blanca de los argentinos.

En su clase de coronel comandó la barca Julio en 1852; y en el año siguiente comandó en jefe la artillería del ejército del ejército con que el general Hilario Lagos asedió la ciudad de Buenos Aires.

Producidos los hechos que determinaron la separación de esta provincia de las demás argentinas, el coronel Thorne no quiso tomar armas en la lucha civil que se subsiguió.

Pobre, cubierto de cicatrices y de gloria, empezó a ganarse el sustento con su trabajo; que parece fuese esta la última prueba a que son sometidos los que en los mejores años de su vida no se dieron tiempo a pensar en sí mismos, porque vivieron del pensamiento en la patria a la cual vincularon su nombre.

La patria, o más propiamente, los gobiernos que siguieron, pagando tributo a los rencores tradicionales que tantas fuerzas malgastan y tantas injusticias perpetúan, fueron ingratos con el veterano inválido y casi indigente. Hasta su grado, conquistado en un campo de batalla, le desconocieron; y fue necesario que al correr del tiempo se sustituyeran a unos otros hombres para que le concedieran la mísera asignación correspondiente a teniente coronel de inválidos.

Thorne nunca se quejó. Su corazón de oro solía conmoverse cuando, por motivos militares o por informes que de él solicitaban, traía al recuerdo algunos hechos de armas que como Obligado, San Lorenzo y Quebracho lo llenaban de nobilísimo orgullo. Entonces, ya anciano, asomaban dos lágrimas a sus ojos. Eran lágrimas de un héroe empujadas por la sencillez de un niño.

La muerte le sobrevino el 1º de agosto de 1885. Murió como un justo, que sus hijos le cerraron piadosos los ojos, y tuvo amigos que lloraron sobre su tumba. En recompensa a sus méritos, el gobierno argentino dio el nombre de Thorne a una de las torpederas de la armada nacional.

www.lagazeta.com.ar

THORNE, “EL SORDO DE OBLIGADO” – parte 4


Destinado al servicio hizo la campaña de Entre Ríos con Pascual Echague en 1839 y cuando el 15 de abril de 1841, con el grado de teniente coronel, regresa a ponerse bajo los ordenes de Brown, debió anotarse en su foja de servicios, haber participado en las acciones de guerra de Cagancha, Pago Largo, Don Cristóbal, Caaguazú, Yerúa, Sauce Grande y Punta Diamante.

Sirvió más tarde a las órdenes del Almirante Brown, como comandante del bergantín General Belgrano, empeñado en luchar contra Garibaldi y siguió combatiendo a las dos más grandes potencias de la tierra.

Reconocida la soberanía argentina y desagraviado el pabellón, Thorne volvió a su hogar donde permaneció hasta que después de Caseros se enrolo al lado del General Hilario Lagos, como integrante de la escuadra de la Confederación Argentina.

En esos días se produjo la traición del jefe de la escuadra de la Confederación Argentina John Halstead Coe, quien por una bolsa de monedas de oro, entrego a Buenos Aires que estaba separada del resto del país la escuadra nacional, se pretendió también comprar a Thorne a través de su hermana quien fue a bordo del Enigma acompañada de la esposa del ex rosista Lorenzo Torres. Ante esta situación el marino arrebatado por su indignación, puso sobre sus rodillas a su imprudente hermana y le propino una soberana paliza por haber abusado de la relación familiar.

Posteriormente fue borrado de la lista militar de Buenos Aires, por lo tanto debió realizar por razones de trabajo varios viajes a la India , además actúo como perito naval. Solo en 1868 fue reincorporado a la Armada , en la lista de guerreros de la Independencia y del Brasil.

Vivió con modestia de los recursos que le proporcionaba su pensión militar hasta la fecha de su fallecimiento que ocurrió el 1° de agosto de 1885, a los setenta y ocho años de edad. Sus restos mortales fueron inhumados en el cementerio de disidentes. Actualmente descansan en el Cementerio Británico de Buenos Aires. Su azarosa existencia fue resumida por el propio Thorne en breves y precisas palabras “llevo en mi cuerpo la severa impresión del plomo del Imperio, de Gran Bretaña, de Francia y de la guerra civil de mi patria de adopción".

Fuente: Juan Bautista Thorne – “El Sordo de Obligado” - Dr. Juan Santiago Gosa.

1º de Agosto de 1885 – Fallecimiento del Tcnl. Juan Bautista Thorne

Este batallador abnegado que prodigó su sangre en las lides por la independencia, por la integridad y por la libertad de la República Argentina, nació en Nueva York el 8 de marzo de 1807, de doña Margarita Breger y de don Enrique Thorne, ingeniero naval que había servido como capitán de fragata en la guerra de la independencia de los Estados Unidos.

Su padre lo colocó en una escuela de marinería, y por sus aptitudes lo tomó de ahí el comodoro Chelter trayéndolo en viaje de instrucción al Río de la Plata allá por el año de 1818. Con este jefe regresó a Estados Unidos, pasó enseguida a Francia, siguió por el Pacífico, bajó al Brasil, hasta que declarada la guerra entre este Imperio y las Provincias Unidas del Río de la Plata, Thorne entró a servir a éstas como guardiamarina o pilotín en la barca Congreso del mando del capitán Harris.

Sus conocimientos, su valor y sus condiciones singulares como hombre de guerra, le valieron pronto su ascenso, y a principios de 1826 entró en la Chacabuco en clase de teniente. En este barco concurrió (1827) a la toma de la escuadrilla brasilera, que se había internado en el río Negro del Carmen de Patagones. Thorne fue el primero que saltó a bordo de la corbeta brasilera Itaparica, hizo arriar la bandera imperial y enarbolar la argentina, lo cual se verificó en los demás barcos enemigos.