miércoles, 31 de agosto de 2011

Lucio V. Mansilla, el dandi nacional - parte 2

En su texto “Imagen de Mansilla” Sylvia Molloy se interesó en el dandismo de Mansilla: “Se ha hablado a menudo de su dandismo y es cierto que, en el contexto del 80, es el artífice máximo de su persona: ‘soy el hombre de mi facha y de mi fecha’”. Pero Molloy lo diferencia de los dandis clásicos: “El discurso del dandi es intransigente, es un discurso de veras manco que rechaza todo contacto; en sus textos, en cambio, Mansilla necesita tocar con la vehemencia de quien busca complacer a todo precio”.

Como suscribiendo a Molloy, así se describe Lucio en una fiesta provinciana durante su destierro en Santa Fe en 1856, a los veinticinco años: “Yo me mantenía un tanto apartado, dándome aires: tenía toda la barba, larga la rizada melena, y usaba un gran chambergo con el ala levantada… Mi apostura, mi continente, mi esplendor juvenil…”, explica en sus Causeries , le daban una apariencia de romántico o de poeta. Mucho de romántico tuvo el origen de su exilio, un reto a duelo a José Mármol en el Teatro Argentino por las injurias que éste había proferido contra su familia.
Ya maduro, es descripto por George Brandes (En el Bois de Boulogne ) como un adolescente: “Un verdadero aventurero y un hombre hermosísimo, quien, a pesar de sus cabellos y barba blancos, por su aire marcial y su jovialidad podría ser todavía un peligroso rival para cualquier joven.
Es tan hermoso con su prestancia militar, con sus ligeros rasgos de “rastacuére” y con la picardía de sus ojos negros, que hasta su propia satisfacción de su persona física no le está mal”. Ambos están en París, en un almuerzo con la flor y nata . Brandes menciona la palabra “espléndido” y Mansilla le pregunta si estaba hablando sobre él con Robert de Montesquiou, el epítome del dandi, el modelo para el personaje del barón de Charlus de Proust.
Al responderle Brandes con una negativa, Mansilla dijo: “¿No? Cuando oigo palabras tales como espléndido o esplendidez, creo siempre que se está hablando de mí.” Brandes concluye: “Y se reía como un niño”. Molloy acuerda con Blandes cuando escribe sobre la escritura en primera persona de Mansilla, ese yo que prefiere mantenerse en la indecisión, “no como un dandi sino como un adolescente”.

Laura Ramos

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