sábado, 30 de junio de 2018

Mores - Los recuerdos de Mariano Mores - Parte 2


«En la temporada conocí a Alberto Vacarezza. Yo sabía que él tenía una linda letra y me ofrecí para musicalizarla. Tuvo mucho reparo porque yo era muy pibe, pero finalmente le hice un desafío, la hacía igual, si no le gustaba no iba y listo. Resultó el vals “Muchachita porteña”. En la orquesta entré para dirigir el coro, que hasta entonces lo había hecho el maestroAntonio Lozzi.

«Al principio no me entusiasmó el ingreso a la orquesta, decían que Canaro trataba mal a los músicos. Eso me enfriaba un poco. Pero por otro lado, yo había llevado a tiempo de tango algunas melodías japonesas que grabamos con las hermanas Mores, eso me dio cierto prestigio en el ambiente y mucha plata, porque el japonés que nos había contratado pagó 5000 dólares, cien a cada chica y el resto para mí. Una fortuna a los diecisiete años.

«Entonces para que me vieran, todas las noches me bajaba del tranvía en Corrientes y caminaba de Callao hasta Florida por la vereda sur, cruzaba y volvía por la vereda norte. Es que me había comprado siete trajes, siete camisas, siete corbatas y siete pares de medias, y siete de zapatos, un conjunto para cada día. Un traje era azul eléctrico, había que tener cara para ponérselo, pero además tenía mi pintita.



«El salario fue mi tema inicial. “¿Cuánto querés ganar?” —me preguntó el maestro—. “Lo mismo que Irusta, Fugazot y Demare”, contesté. No hubo problemas. Al poco tiempo no sólo dirigí el coro sino que agregó un piano más y tuvo dos pianistas, el otro era Luis Riccardi. Lo gracioso es que pensaba quedarme diez días y, finalmente, me quedé diez años.

«Los pianistas que más admiraba eran Lucio Demare primero, luego a Carlos García y siempre a un gran maestro comoHoracio Salgán.

«El cine me apartó de la orquesta. Porque me ofrecieron convertirme en el galán de una película y hacer cine en aquella época, en los años cuarenta, era muy importante. Canaro no lo tomó bien. A mí me parece que la gente de su entorno lo convenció que me iba para hacerle la contra. Él me dijo: “Mirá Marianito, este es un camino largo, muchos creen que de repente pueden tocar las estrellas y terminan estrellados. Vos ya tenés pantalones largos, podés andar solo”. No pudieron separarnos. Por si acaso dejé la música por un tiempo. La película fue El otro yo de Marcela. Un éxito de público.

«Como compositor empecé con Battistella, luego Vacarezza, después conocí a José María Contursi en el Germinal, allí tocaba Aníbal Troilo. Me acerqué a felicitarlo por la reciente “Milonga de mis amores” que había hecho con Pedro Laurenz. Tenía un éxito increíble con las mujeres... ¡bah! los dos teníamos éxito. Lo primero que hicimos fue “En esta tarde gris”, luego un tango por año: “Gricel”, “Cada vez que me recuerdes”, “Cristal”, “Tu piel de jazmín”.

«Discépolo era encantador, un bohemio divino. Un hombre singular. Tardó tres años en entregarme la letra de “Uno”. Después hicimos “Cafetín de Buenos Aires”. Mientras hacíamos este tango, un día nos acompañaba el actor Arturo de Córdoba, yo repetía las notas en el piano y Enrique buscaba las palabras. Estaba estancado, y de pronto, vio el perfil de Arturo, que tenía la nariz como los boxeadores y nació aquello de: “La ñata contra el vidrio”. Contursi era más musical. Y Manzi fue el gran poeta del tango. Antes de morir me dijo: “Me voy a ir y no hice nada con vos”. Yo tenía una especie de tango malambo. Lo empecé a preludiar y le dije: “Esto es muy difícil”. Desde la cama escuchaba la música y de pronto cantó: “La voz triste y sentida/de tu canción...” y siguió: “Una lágrima tuya me besa el alma”, continuaba muy enamorado de Nelly Omar.


«Con Cadícamo tengo dos éxitos: “A quién le puede importar” y “Copas, amigas y besos”. Él fue siempre el gentleman entre los poetas porteños, con señorío gardeliano. Dejó para la historia de nuestro tango lo mejor del acervo popular. Habría que rendirle ya mismo el homenaje que se merece.

«También compuse con Cátulo Castillo. Era una cosa seria, él me hizo dirigir la Orquesta Sinfónica Nacional. Fue en el Teatro Cervantes. Vino el General Perón a ver el espectáculo. Le gustó mucho y allí nació la idea que esa orquesta tocara en Europa con dos directores, uno de música clásica y otro de música popular, ese iba a ser yo. Fue la primera vez que vino a verme un presidente. Fue el 14 de abril de 1955, la revolución frustró aquel proyecto.

«No eran buenos tiempos aquellos, y estos de hoy tampoco. De todos modos si no hay plata para un sandwich, escuchás un tango y te olvidás de comer».

Entrevista a Mariano Mores publicada en la revista La Maga” el 5 de mayo de 1993.



Güemes: Semblanza - Canal Encuentro HD

Mores - Los recuerdos de Mariano Mores - Parte 1



Mi romance con el tango comenzó cuando tenía 14 años; viajaba en un tranvía que iba por la avenida Corrientes desde el bajo hasta Chacarita. Al pasar por el Café Vicente que estaba enfrente del Germinal, vi un cartel solicitando pianista que tocara música internacional, que leyera a primera vista y que supiera transportar. Bajé, el patrón me tomó una prueba y me aceptó a tres pesos con cincuenta por día.

«Fue en 1936. Aún estaba fresco el recuerdo de la muerte de Carlos Gardel, yo casi no sabía quién era. Una vez mi padre escuchó un disco en un negocio y me dijo quien era. Las historias sobre Gardel me emocionaban y me propuse conocer lo que había hecho, sobre todo los tangos que firmó junto a Alfredo Le Pera. Esa fue realmente mi iniciación. Porque en aquel café no toqué ningún tango.

«Casi enseguida entré a estudiar en la PAADI (Primera Academia Argentina de Interpretación), que estaba en Callao 420 y su director era Luis Rubistein. Allí iban a vocalizar las principales figuras de la época. Rubistein era buen poeta pero tocaba el piano de oído como Enrique Discépolo, como Rodolfo Sciammarella, a quien al poco tiempo le comencé a pasar las notas al pentagrama.

«Uno de sus grandes éxitos, el vals “Salud, dinero y amor”, que se lo escribí yo, primitivamente era una zamba. Yo veía que las canciones suyas tenían repercusión y entonces le pedí a Rubistein que escribiera una letra, yo puse la música y así nació “Gitana”, de neto corte español que yo nunca toqué, pero que llegó a grabarla ese fenómeno que fue Tito Schipa. Aquí tuvo éxito por el dúo Gómez-Vila.

«En ese momento estaba de moda la música paraguaya, la había popularizado Samuel Aguayo. “India” se escuchaba en todos lados. Yo puedo componer una canción así, dije. Hice “Flor de hastío”, y le perdí el rastro. Años después fui a Asunción y allí era un éxito notable pero desconocían al autor.

«Rubistein muy pronto me hizo profesor de PAADI. Allí conocí a Myrna, la que luego fue mi esposa. Ella estudiaba con el profesor Samuel Averbuj. Enseguida hizo dúo con su hermana y cuando me agregué yo con el piano se convirtió en el Trío Mores. Así tomé el apellido de ellas. El trío se disolvió cuando entré en la orquesta de Francisco Canaro.

«Para estar cerca de ella alquilé un cuartito en Villa del Parque, en la calle Terrada al 2400. Lo pintaba con cal coloreada con el azul para lavar la ropa, un blanqueador. Así nació el título: “Cuartito azul”. Fue un éxito por la música y por la letra de Mario Battistella.

«Yo siempre primero hice la música, luego el autor que fuera debía ponerle los versos. La excepción fue Enrique Cadícamo, él me daba los versos y después trabajaba yo. Con Discépolo alguna vez fue al unísono. Me sentaba al piano, esperaba la inspiración y tocaba unas notas, Discépolo enseguida me decía una frase que caía justa.

«A Canaro lo conocí a través de Sciammarella de quien me había hecho muy amigo, él me presentó a Ivo Pelay que fue el guionista de sus obras de teatro y autor de las letras de muchos tangos. Me ofreció entrar a la orquesta, estaba impresionado por el éxito de “Cuartito azul” cantado por Ignacio Corsini y porRicardo Ruiz con Osvaldo Fresedo. Incorporó el tema a un sainete musical suyo, Pantalones cortos que no anduvo, bajó muy rápido.

jueves, 21 de junio de 2018

La salud de Manuel Belgrano y sus últimos días - Parte 5


Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque (…) la muerte me sería menos dolorosa (…), recibiendo los últimos adioses de la amistad

Tan mal se sentía que, sin esperar la respuesta oficial del Gobierno, el 11 de setiembre de 1819, Manuel dispuso su propio relevo en el Ejército, y ordenó que se hiciera cargo del mismo, su segundo al mando, el general Francisco Fernández de la Cruz. En su despedida, con los ojos llorosos y visiblemente emocionado, arengó a sus hombres por última vez: “Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la muerte me sería menos dolorosa, auxiliado de vosotros, recibiendo los últimos adioses de la amistad”.

El general Belgrano había elegido pasar sus últimos días en Tucumán, en compañía de la mujer que amaba (Dolores Helguero) y a la cual se había visto obligado a dejar, más de 7 meses atrás; y también a su hija recién nacida. En esa provincia también tenía entrañables amigos, que siempre lo habían recibido con los brazos abiertos.

Que Dios lo acompañe, le devuelva la salud y nos permita volver a verlo pronto (los soldados a Belgrano)
Al pasar por las proximidades de Córdoba, salieron de la ciudad, tanto el gobernador, como las principales autoridades a saludar al ilustre pasajero que iba de regreso hacia el Norte. Hasta ese punto también, lo iba a acompañar una escolta que, de 25 soldados, había ordenado el general Fernández de la Cruz. De este modo lo custodiaban hasta donde el camino era más seguro para proseguir, a partir de allí, derecho hacia Tucumán. En Córdoba tiene lugar una breve y emotiva ceremonia. Cuando Manuel se dispone a despedirse de su escolta; todos sus soldados descienden de sus caballos, y sollozando, visiblemente emocionados, lo van abrazando, uno a uno, al tiempo que le dicen: “Adiós, nuestro general. Que Dios lo acompañe, le devuelva la salud y nos permita volver a verlo pronto”. Belgrano no atina a responder, y embargado por la emoción, los abraza efusivamente, sabiendo que nunca más los volvería a ver.

Luego de otra dura travesía, que debió haber durado varias semanas, Manuel llegó a Tucumán y se recluyó en su casa (pegada a la actual Plaza Belgrano); que era sencilla y sin comodidades. Según nos cuenta su amigo tucumano José Celedonio Balbín, su casa “era de techo de paja, sus muebles se reducían a doce sillas de paja ordinaria, dos bancos de madera, una mesa ordinaria, un catre pequeño de campaña con delgado colchón que casi siempre estaba doblado”.

Sin embargo, su arribo a San Miguel de Tucumán no le resultó tan agradable como el enfermo general imaginaba. A poco de llegar, se enteró de que la madre de su hija, Dolores Helguero, se había casado con un señor catamarqueño, mayor que ella. Tal vez influenciada por su familia, para disimular que era madre soltera. Esta noticia debió haber sido devastadora para el prócer. Pocos amigos lo pasaban a visitar. Su única alegría era recibir a su niña, a quien adoraba y llamaba su “palomita”.

Al poco tiempo, el 11 de noviembre de 1819, estalló en Tucumán un motín contra el gobernador de la provincia, el catamarqueño Feliciano de la Mota Botello. El instigador de la asonada era nada menos que Bernabé Aráoz, antiguo amigo de Belgrano, quien se había resentido mucho con él por el respaldo de éste al mandatario derrocado. Don Bernabé había sido un protagonista crucial en 1812, convenciendo a Belgrano de desobedecer al Triunvirato y de enfrentar a los realistas.

Los partidarios de Aráoz, encabezados por el capitán Abraham González, temiendo que Belgrano usara su autoridad para hacer fracasar la conjura, irrumpieron en su casa y pretendieron colocarle cadenas y grillos en sus pies. Belgrano estaba postrado en cama. La oportuna intervención de su médico, el norteamericano Joseph Redhead, evitó que lo concretaran. El General, humillado y defraudado, le confió a un amigo: “Yo quería a Tucumán como a mi propio país, pero han sido tan ingratos conmigo, que he determinado irme a Buenos Aires, pues mi enfermedad se agrava día a día”.

En Febrero de 1820 emprendió el regreso a Buenos Aires sin un peso en el bolsillo. El Estado le adeudaba sueldos por años de servicios. El dinero que se le otorgara por sus victorias de Tucumán y Salta nunca le fue abonado; tampoco se lo destinó al funcionamiento de las cuatro escuelas legadas por el prócer. Su amigo Celedonio Balbín le prestó dinero para viajar y lo acompañó él mismo, junto a su confesor, a su médico personal -el Dr. Redhead- y dos ayudantes. Así iniciaba el Creador de la Bandera su última travesía, para morir en su ciudad natal.




La salud de Manuel Belgrano y sus últimos días - Parte 4

Su desazón ante el estado institucional de la Patria complica aún más su padecer físico
A principios de junio, se trasladó a Capilla del Pilar, a 50 kilómetros al sur de Córdoba, sobre el Río Segundo. Allí se entera de la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón, como Director Supremo y de la elección de José Rondeau, como último mandatario de las Provincias Unidas. Su salud se agrava aún más. Ahora ya no consigue conciliar el sueño. Su respiración se torna difícil. Por la hinchazón en sus pies y piernas ya hasta se le complica desplazarse y caminar, cuando antaño tenía un andar ligero y sin dificultades pues era de caminar casi corriendo. Su desazón ante el estado institucional de la Patria complica aún más su padecer físico.

Sus allegados, preocupados, convocaron al doctor Francisco de Paula Rivero, quien le diagnosticó una “hidropesía avanzada” que es la retención de líquido en los tejidos. No es una enfermedad autónoma, sino un síntoma por el cual se manifiestan, básicamente, enfermedades de los riñones, del corazón y del aparato digestivo. El líquido se acumula en el vientre, cuello, brazos, tobillos y muñecas. Puede reflejar un mal funcionamiento de los riñones, que no eliminan correctamente los fluidos. El líquido acumulado (como parece haber sido en este caso) ocasiona mucha presión sobre el corazón y los pulmones, y termina afectándolos. La hidropesía se relaciona con tuberculosis, cáncer de colon, afecciones cardíacas, glandulares, hepáticas o renales.

La medicina de la época no atinó a diagnosticar exactamente el cuadro del prócer; tampoco a brindarle el tratamiento adecuado. Sus dolores eran tan fuertes que lo postraban. Todos percibían que el General estaba enfermo, y cómo la hidropesía había afectado a su cuerpo, hinchándolo en demasía e impidiéndole movilizarse.

Anoticiado del estado de salud de Belgrano, el gobernador de Córdoba, Manuel Antonio de Castro, le ofreció trasladarse a la ciudad de Córdoba para poder tratarse mejor y descansar adecuadamente. Belgrano le respondió en estos términos: “La conservación del ejército pende de mi presencia; sé que estoy en peligro de muerte, pero aquí hay una capilla donde se entierran los soldados. También puede enterrarse en ella al General. Me es agradable pensar que aquí vendrán los paisanos a rezar por el descanso de mi alma”.

A finales de agosto de 1819, y con la perspectiva del arribo de la primavera, Manuel Belgrano se siente levemente mejor. En una carta suya del 27 de ese mes, dirigida a Tomás Guido, amigo y confidente del general San Martín, le cuenta: “Parece que la enfermedad me quiere dejar, llevo unos cuantos días de alivio conocido y espero que el sol aproximándose más, me restituirá a mi antigua robustez”.

Sin embargo, su ilusión será efímera. Apenas dos días después, los dolores, el cansancio y sus crónicos males recrudecen con más fuerza. Es entonces que se dirige al flamante Director Supremo y predecesor suyo en el mando del Ejército del Norte, general José Rondeau, y le pide licencia para regresar a Tucumán; muy probablemente para conocer a su hija tucumana, Manuela Mónica, que había nacido el 4 de mayo y estaba a punto de cumplir 4 meses: “No habiendo podido conseguir en medio del sufrimiento de cuatro meses de enfermedad un alivio conocido, y aconsejándome los facultativos la variación de temperamento, debiendo ir al del Tucumán, me veo en la necesidad, aunque dolorosa, de ocurrir a V.E. para que me permita dejar el cargo por algún tiempo, hasta que logre mi restablecimiento”.

La salud de Manuel Belgrano y sus últimos días - Parte 3

Por esa época, su enfermedad estaba ya bastante avanzada. Sus amigos y su médico le aconsejaron que no fuera personalmente él con la expedición, pues bien podría enviar a otro oficial a cargo. Belgrano se negó. Intuía que, si no comandaba él mismo al ejército, éste corría el riesgo de desintegrarse, contagiando con su accionar anárquico a las demás provincias (como efectivamente ocurrió después).

Su escasa salud se devastó por la dura travesía por intransitables senderos de tierra, a través de Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba, sumada a las inclemencias del tiempo, por dormir en la intemperie, o en una incómoda tienda de campaña, en medio del frío y la lluvia.

Fue en esa travesía desde Tucumán hacia Córdoba que un viajero inglés, llamado Samuel Haigh, se cruzó con Belgrano y su ejército y nos dejó un claro testimonio del deplorable estado en el cual encontró a ambos: “Apenas habíamos andado dos leguas por la mañana, cuando encontramos toda la fuerza del general Belgrano, compuesta de tres mil hombres, en camino al interior. Los soldados iban en estado lastimoso, muchos descalzos y vestidos de harapos; y como el aire matinal era penetrante, pasaban tiritando de frío, como espectros vivientes… Belgrano nació en Buenos Aires, y tenía reputación de ser muy instruido, pero no fue un general afortunado. Entonces, debido a su debilidad, no podía montar a caballo sin ayuda extraña, y no parecía capaz del esfuerzo requerido para guerrear en las pampas. Su persona era grande y pesada…”.

Ya se evidenciaba, en el testimonio que nos brinda este inglés, alrededor de un año antes del fallecimiento del prócer, que el cuerpo de Belgrano se encontraba hinchado y deformado, a raíz de su enfermedad.

En el Museo Mitre existe una carta escrita en la Posta de la Candelaria, el 7 de Abril de 1819, dirigida a su sobrino político, el ex Director Supremo, el coronel peruano Ignacio Álvarez Thomas, en la que Belgrano le cuenta que tiene afectados el pulmón y el pecho. También el muslo y la pierna derechos, lo que obliga a sus soldados a ayudarlo a montar y bajar del caballo, tareas que ya no puede realizar solo.

Un año después, en una carta dirigida el 13 de Abril de 1820 al entonces Gobernador de Buenos Aires y antiguo amigo suyo, don Manuel de Sarratea, le confía que “su enfermedad comenzó el 23 de Abril de 1819”. Se refería, en concreto al malestar  que lo venía aquejando en el pecho y en el pulmón.

En mayo de 1819, con el Ejército del Norte se moviliza hacia Cruz Alta, localidad distante como a 200 kilómetros al sudeste de la ciudad de Córdoba, justo en el límite con Santa Fe. En medio del duro otoño cordobés, Belgrano se instaló en un rancho miserable, y padeció frío, humedad y la lluvia. No tenía comodidades y eso agravó más aún su salud al no tener el ambiente propicio para recuperarse.


miércoles, 20 de junio de 2018

La salud de Manuel Belgrano y sus últimos días - Parte 2

Ya en el Alto Perú, Belgrano fue afectado de paludismo, conforme lo relata al Gobierno en nota fechada el 3 de mayo de 1813: “Estoy atacado de paludismo-fiebre terciana, que me arruinó a términos de serme penoso aún el hablar; felizmente lo he desterrado y hoy es el primer día, después de los doce que han corrido que me hallo capaz de algún trabajo”. El mayor Emilio Loza, narrará, en forma concordante, que “la salud de Belgrano es un elemento que debe tenerse en cuenta, su espíritu estaba amargado por las continuas exigencias del gobierno y decaído por las rivalidades y ambiciones de los jefes de los cuerpos”.

Con posterioridad, y ya en 1815, Belgrano es enviado a Londres, en misión diplomática, junto a su amigo, Bernardino Rivadavia; a donde llegó enfermo. Sin embargo, pareciera que en su estadía londinense, el general se restableció de sus dolencias; en especial del paludismo; ya que hasta su regreso a Tucumán, en 1816 no se volvieron a registrar padecimientos de salud.

Belgrano también padecía de trastornos digestivos, dispepsia (digestión difícil) e inflamaciones en la zona abdominal, muy posiblemente originados por factores nerviosos o psicosomáticos. Otros creen que la falta de jugos digestivos causaba este problema, o el déficit alimentario producto de su vida militar, plagada de carencias, como consta en diversos documentos.
Aparentemente su salud empezó a agravarse entre 1818 y 1819. El 1º de febrero de 1819, cumpliendo órdenes del Gobierno, Belgrano se puso al frente del Ejército del Norte, acantonado en Tucumán, y salió de campaña contra los caudillos federales del Litoral (José Gervasio Artigas, Estanislao López y Francisco Ramírez) que impulsaban la anarquía, retaceaban apoyo a los ejércitos patrios, desafiaban a las autoridades nacionales, desconocían al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón y al Congreso que había declarado nuestra Independencia, saboteaban sus comunicaciones e interceptaban los cargamentos de provisiones, refuerzos y armas que el Directorio remitía a los Ejércitos del Norte y de los Andes, comprometiendo así la causa de la Independencia.

A diferencia de San Martín, Manuel Belgrano obedeció estas órdenes, y acudió a socorrer al Directorio y al Congreso de Tucumán -que ya funcionaba en Buenos Aires por esa época-, ante el riesgo de desintegración del país y que reinara la anarquía; contra lo que tanto había luchado siempre.


La salud de Manuel Belgrano y sus últimos días - Parte 1


Manuel Belgrano nunca gozó de buena salud en su adultez. En cambio, el general José de San Martín, pese a sufrir numerosas enfermedades y achaques, tenía un mayor vigor físico, y logró siempre sobreponerse a sus males, para fallecer, recién en su ancianidad.

Poco antes de la Batalla de Salta, eran tan fuertes los dolores que sufría Belgrano, que pasó mucho tiempo postrado en su carruaje, con frecuentes vómitos de sangre, dado que no podía montar, y desde allí dio las indicaciones iniciales para la batalla. Hubo momentos en que hasta llegó a perder la noción de lo que estaba ocurriendo.

Dicen los especialistas que el origen de estos vómitos era indudablemente gástrico, pues por lo que sabemos, aparecían y terminaban súbitamente, a diferencia de lo que hubiera sucedido de ser respiratoria la causa. La cuestión es que, con el correr de las horas, y aliviados los dolores, consiguió incorporarse y pudo montar a caballo para dar las indicaciones finales en la batalla, coronando el mayor triunfo de su carrera militar.

Algunos creen que lo aquejaba una sífilis, adquirida en sus años de juventud y de estudios universitarios en España. Ya el 16 de noviembre de 1796, y sirviendo como Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires, tres médicos (el doctor Miguel Gorman del Protomedicato, y los licenciados Miguel García de Rojas y José Ignacio de Arocha) expresaron que “padecía varias dolencias” y le habían diagnosticado “un vicio sifilítico… y complicadas por otras originadas del influjo del país, cuya reunión ha sido causa de no poder conseguir los alivios con el método más arreglado; por lo que sentamos la necesidad de mudar de país a otro más adecuado, y análogo a su naturaleza, en cuya virtud nos consta que pasó al de Montevideo  y Maldonado”.

Ahora bien: ¿fue afectado Belgrano por sífilis? Es poco probable; habida cuenta de que su descendencia, engendrada después de habérsele detectado estos síntomas, no registró rastros de dicha enfermedad; máxime cuando la sífilis puede ser congénita. Tampoco se registró esta enfermedad en sus parejas.
¿Qué pudo haber ocurrido entonces? En esa época no estaba muy bien diferenciado el diagnóstico de las distintas enfermedades de transmisión sexual; y era común que los médicos confundieran unas con otras. Además, los síntomas de la sífilis son comunes a los de otras enfermedades.

Durante todo el año anterior ya había tenido varias recaídas en su salud. Casi todo el mes de Agosto de 1795 debió guardar reposo y durante 7 meses solicitó licencia para trasladarse a Montevideo y recuperarse, cambiando el clima de la capital por otro más benigno. Por eso, en varias oportunidades debió solicitar licencia, para poder atender su salud, siendo reemplazado en su cargo por su primo Juan José Castelli, mientras duraba su convalecencia, en la Banda Oriental o en la quinta de su hermana de San Isidro.

Otros sostienen que el prócer también padecía de reumatismo crónico. Se lo medicó con distintos tipos de sales y con iodo. También habría sufrido de “dacriocistitis crónica”, que es la obstrucción de los conductos lacrimales, lo que degeneró en fístulas en ambos ojos, supurándole pus y lágrimas que le impedían trabajar o fijar la vista. Afortunadamente, para su estética, las fístulas, con el tiempo, evolucionaron favorablemente, a tal punto que no afectaron el aspecto físico de Belgrano.


martes, 19 de junio de 2018

Lobos - Parte 6

Un detalle significativo y que invalida el diseño geométrico de la propuesta es que no se tuvo en cuenta las construcciones existentes desde principios de siglo, quedando las mismas dentro de las calles trazadas, en los espacios verdes y en las afectaciones a edificio público.

Estas construcciones se encuentran habitadas y a la fecha no han podido resolver su problema dominial.

Las Chacras

El Ramal Empalme Lobos - Navarro, que pasa por la Estación Las Chacras fue habilitado el 1 de Enero de 1898. El 23 de Julio de 1904 aparece la Resolución mediante la cual se autoriza a librar al público la Estación Las Chacras.
Por Resolución N° 187 de fecha 11 de Marzo de 1970 de la Secretaría de Obras Públicas y Transportes del Estado, se resuelve la clausura definitiva y levantamiento del Ramal Empalme Lobos - Navarro (donde se encuentra la Estación Las Chacras).

Esta importante población del Cuartel 3° del Partido de Lobos, lleva el nombre de Las Chacras, sencillamente por denominarse así a las fincas rurales destinadas a la labranza de la tierra.
Con el levante de las vías debido al cierre definitivo del Ramal, se vendieron con posterioridad las tierras que se habían adquirido con el fin original de la instalación de la Estación Ferroviaria, quedando en consecuencia esta importante población rural del Partido de Lobos, desprovista del Servicio Ferroviario.

José Santos Arévalo

La autorización para librar al Público la Estación José Santos Arévalo, surge de la resolución del Ferrocarril de fecha 27 de Julio de 1920.
No obstante, la habilitación del Ramal entre Empalme Lobos y 25 de Mayo, que pasa por la Estación Arévalo, data de 22 años antes, del 10 de Enero de 1898.

El nombre de esta localidad del Partido de Lobos recuerda al Dr. José Santos Arévalo, político, jurisconsulto, legislador y tribuno.
Fue el donante de las tierras donde se levanta la Estación ferroviaria y propietario de los campos que la rodean.
El Dr. José Santos Arévalo, era nieto del Coronel Domingo Soriano Arévalo.


Villa Logüercio (Laguna de Lobos)

A principios de 1940, la Laguna de Lobos deja de estar afectada a la pesca comercial, estableciéndose como actividad en la misma en la pesca deportiva. En 1942 se crea el Club de Pesca Lobos, construyendo su sede a la vera de la Laguna en un terreno que adquiere a la familia Loguercio.

Alrededor del mismo se traza en 1950 la Villa con parcelas de aproximadamente 800 m2, la Avenida Costanera sobre la margen de la laguna, espacio verde público y equipamiento comunitario en el centro del amanzanamiento.

La Laguna de Lobos, está a 15 km de la ciudad de Lobos y a 115 km de la Ciudad de Buenos Aires es el principal atractivo turístico de la zona.

La Laguna tiene una superficie de 800 ha, transformándose en un lugar ideal para la práctica de actividades acuáticas. Al estar ubicada en una zona de abundante vegetación se pueden apreciar una gran variedad de aves silvestres. La fauna ictícola compuesta por pejerreyes, carpas, dientudos, tarariras, bogas, lisas, bagres y mojarras permiten inolvidables jornadas para el aficionado a la pesca.
Bajo su espesa arboleda se encuentra la estación Hidrobiológica que se encarga de la cría y siembra de aproximadamente 500 mil alevinos anuales lo cual ha permitido mantener a través de los años el atractivo turístico fundamental de la Laguna: "La Pesca del Pejerrey".

Sobre el margen Noroeste, se encuentra "Villa Loguercio", en la que residen cerca de 400 habitantes estables y alrededor de 2.000 temporarios que se alojan en numerosas casas de fin de semana.
A fin de preservar la biodiversidad y la tranquilidad características del lugar, un mayoritario grupo de vecinos presentó a las Autoridades Municipales un petitorio firmado solicitando se declare Área Protegida a la zona de la "Boca" de la Laguna y alrededores. Cabe destacar que la Laguna de Lobos, a diferencia de otras lagunas de Sud América, está inventariada como Humedal de Latinoamérica debido a sus características de salinidad y cotas de agua que otorgan el ambiente ideal para la gran biodiversidad que la habita.



Lobos - Parte 5

En 1926 el Ingeniero Luis Herres realiza el primer trazado urbano en las tierras propiedad deFelipe Fernández, a 200 mts. de la Estación. Tomó como eje el camino que sale de la misma hacia el Norte y distribuyó siete manzanas hacia el Este y cuatro chacras hacia el Oeste, procediéndose a vender los terrenos a sus ocupantes. Sobre esta calle principal se asentó la panadería para luego sumarse: primero un club, luego otro, la Iglesia y la primera escuela a 15 cuadras de la estación convirtiéndose esta arteria en el corazón de la población.

En 1935 se proyecta la ampliación del trazado del Pueblo de Salvador María en las tierras propiedad de Juana Del Carril de Eysaguirre, que lindaban con el cuadro de la estación y el mismo está a cargo del agrimensor C. Duranti. Se prevé la construcción de dos plazas en forma de rotonda, calles y diagonales que terminan en una gran Plaza Pública Central, frente a la cual se reservaban tierras para municipalidad, iglesia, casa del cura, escuela, valuación, registro civil, juzgado de paz y telégrafo, construcciones que no se materializaron en ese lugar, ya que el pueblo se consolidó frente al campo del cuadro ferroviario y en la prolongación de la calle de la estación hacia el Norte.

Ambos parcelamientos quedaron separados por un canal que determina los límites de uno y otro asentamiento.

Antonio Carboni

Por Decreto de la Provincia de Buenos Aires de fecha 14 de Octubre de 1896, se resuelve aceptar la designación propuesta por la Empresa del Ferrocarril del Sud para habilitar una estación después de Empalme Lobos, en la línea Lobos - 25 de Mayo.

El señor Antonio Carboni, hacendado de la zona, dona los terrenos para habilitar la estación por lo que la misma lleva su nombre. Frente a ella comienzan a construirse una serie de edificios destinados a prestar servicios a los tamberos y sus familias que trabajaban en el campo.

La Estancia Santa Rita tenía una extensión de 13.163 Has y en 1898 estaba casi toda su extensión dedicada al tambo. Fue el primero en arrendarse a una compañía lechera, llegando a contar con dos estaciones de ferrocarril, ya que en 1898 se inaugura Elvira.

El primer trazado de la localidad data del año 1916, dividiéndose parcelas ya construidas. En el plano de división aparecen la Iglesia, donada por la familia Blaquier y levantada según planos del arquitecto Alejandro Bustillo, el almacén de ramos generales, el correo, la panadería.

El pueblo se va armando a través de sucesivos parcelamientos, quedando dividido en dos por la vía del ferrocarril.


Elvira

El ramal Empalme Lobos - 25 de Mayo fue habilitado con fecha 18 de Enero de 1898. La ubicación de la segunda estación a partir de Empalme Lobos, en el Km.137.528 ya había sido aprobada en 1896, resolviéndose denominarla Elvira en honor a la propietaria de los campos del lugar en que se construyó la misma: María Elvira Carboni de Diaz Romero.

Nace así un caserío en ambos frentes del cuadro ferroviario. Se mantienen aún las viviendas construidas a principios de siglo, siguiendo la línea del camino.
Recién en 1949 se realiza el trazado de la localidad a la manera renacentista: un octógono con calles diagonales en el centro que se interceptan con el cuadro de la estación. Con formas poligonales se distribuyeron a ambos lados de la vía reservas, para espacios verdes y edificios públicos.


Lobos - Parte 4

Villa Margarita surge del sueño de los propietarios de la Estancia COAG de ver en el Empalme el desarrollo de una villa alemana. En 1945 se realiza este emprendimiento asentándose en el una fábrica metalúrgica. Alrededor de la misma comienzan a construirse una serie de viviendas con características alemanas para los empleados del establecimiento.

Zapiola

El ramal Marcos Paz a Empalme Lobos quedó librado al servicio público el 24 de Marzo de 1871. Se denominó en un principio General Zapiola para luego llamarse simplemente Zapiola en honor del militar José Matías Deogracias Zapiola, héroe de la Independencia.

Cercanos a la Estación surgieron tres parcelamientos: El primero, de 1890 y que corresponde catastralmente a la letra A, ubicado a unos 800 mts. Al Norte de la misma y que dio origen a 98 manzanas divididas en parcelas de 8,66 mts. Las calles nunca fueron cedidas al uso público.

El segundo, de 1907 y que corresponde catastralmente a la letra C, se parceló en 714 fracciones entre manzanas, quintas y chacras. Las manzanas se encontraban divididas en parcelas de 8,66 mts. Este trazado se encuentra desdibujado por los senderos que se fueron armando de transitar de un sitio a otro, ya que la trama urbana nunca se consolidó. En este emprendimiento se encuentran ubicadas la Plaza y la Iglesia.

El tercer parcelamiento data de 1913 y se realiza frente al cuadro de la Estación y corresponde solo a cinco manzanas de 100 mts. de lado. En una de ellas se encuentra ubicado un antiguo almacén de ramos generales.

Salvador María

El 25 de octubre de 1883 se dispone que la primera estación del ramal Lobos - Saladillo lleve la denominación de Salvador María, en memoria del Doctor Salvador María del Carril, Gobernador de San Juan, Ministro de Rivadavia y Vicepresidente de la República durante el Gobierno de Urquiza, antiguo propietario de esas tierras. En 1884 se habilita el tramo del Ferrocarril del Sud, Lobos - Salvador María.

De acuerdo al plano topográfico de los campos del Señor Juan Cascallares, levantado en 1863 por el Agrimensor Pedro Saubidet, con las estancias La Atalaya, La Porteña y La Fábrica y la copia realizada en 1897 por Federico Gómez Molina para la señora Tiburcia de Del Carril, el Ferrocarril y su Estación afectaron las tierras de la Estancia La Atalaya, cuyo casco se encontraba a metros de la terminal mencionada.

La Estancia La Porteña poseía aproximadamente 63 puestos con 1.000 ovejas cada uno y alrededor de 3.000 vacunos. Surge así esta Estación como parada y transporte de carga del mencionado establecimiento ganadero y de otros vecinos al antiguo camino a Saladillo.

Frente al cuadro de la Estación se encontraba ubicado el almacén de ramos generales de Lorenzo Cavallero, que se había asentado en el lugar en 1884 y algunas construcciones de barro y paja en donde residía parte del personal temporal de las estancias de la zona.


Lobos - Parte 3

Su fundador

Don José Salgado, que había recibido del Virrey, hacia fines del siglo XVIII, tierras para trabajar, erige a dos leguas al norte del Fortín y en el año 1802, una capilla a sus expensas y la dota de útiles y ornatos, celebrándose los primeros oficios religiosos el 9 de junio de 1803. La antigua capilla fue levantada en el solar que ocupa el actual Templo Parroquial.

Nace así, al crearse este curato perteneciente a la Parroquia de Morón, el pueblo actual, que no tenía más vecinos que la familia Salgado, ya que el resto de la población, compuesta por 141 familias se hallaba dispuesto en chacras y estancias en el resto del distrito. Al instalarse la capilla, algunas familias comienzan a afincarse junto al camino de las carretas por lo que surge la necesidad de delimitar la traza del pueblo.

En 1804, Don Ramón de Urquiola, vecino del lugar, apoyado por el Cura Párroco Don José García Miranda, solicita al Virrey la traza del pueblo de San Salvador de Los Lobos y la demarcación de un terreno para el ganado de la Iglesia, lográndose recién en el año 1811 la delimitación del Pueblo de San Salvador de la Guardia del Partido de Lobos.

Localidades de Lobos

El Partido de Lobos tiene muchas localidades que surgieron a orillas del otrora pujante ferrocarril. Hoy nos brindan recuerdos y anécdotas del pasado, que le dan identidad a un presente con esencia propia.

Empalme Lobos

En 1871 llega a Lobos el Ferrocarril Sud, cuya trocha se desplaza de norte a sur, dividiendo en dos la traza del pueblo y ocupa para su playa de maniobras y descarga seis manzanas del núcleo central.

En 1896, la empresa de ferrocarriles proyecta establecer una Estación de Empalme, eligiendo para emplazarla un sector que comprendía a parte de las quintas 67 y 68 y la chacra N° 4, propiedad de Antonio Caminos, lo que da origen a un nuevo parcelamiento que desborda el límite norte establecido por Meyrelles con la Avenida de Circunvalación.

Alrededor de la estación se genera el asentamiento de una serie de villas que fueron el origen de los barrios actuales: Villa Cattoni, Villa Caminos, contenidas por las vías de Empalme Ferroviario. El espacio urbano que se generó quedo dividido en tres sectores, realizándose su trazado a medio rumbo con un concepto más moderno de la ciudad.


Lobos - Parte 2

Su fundación

En el siglo XVIII dos procesos paralelos, uno referido a la ganadería y otro a la población indígena, originaron grandes cambios en la vida de la población de la llanura bonaerense.

Las vaquerías indiscriminadas provocaron la disminución del ganado cimarrón, por lo que creció la importancia de las estancias como proveedoras de cueros para la exportación. En esta misma época los araucanos trasandinos habían empezado a cruzar la cordillera, predominando sobre los indios de la Patagonia avanzando decididamente sobre la llanura y llevandose en gran escala arreos de ganados a Chile, disminuyendo así la cantidad de vacunos en la pampa. El malón comenzó a generalizarse y con ello los enfrentamientos con los españoles, generándo una lucha que solo acabaría varias décadas después con la campaña de la Conquista del Desierto.


La línea de fronteras pasó a primer plano en la preocupación de las autoridades y la ocupación de“la pampa” tomó características de conquista militar. En 1752 se crearon las famosas Compañías de Blandengues: La Valerosa, que se instaló en las márgenes del Río Luján. La Invencible, que se acantonó en Salto (Buenos Aires) y La Atrevida Conquistadora que se ubicó en las márgenes del Río Samborombón, en el Zanjón, hoy Chascomús. Para su resguardo se construyeron tres fuertes, alrededor de los cuales se fue produciendo un espontáneo agrupamiento de habitantes.

La línea de frontera fue consolidada por el Virrey Vértiz y su Comandante de Artillería de Fronteras Francisco de Betbezé, mediante la construcción o reconstrucción de fuertes en 1779, que fueron origen de importantes localidades bonaerenses, entre ellos el Fortín de San Pedro de Los Lobos.

El Fortín estaba formado por unos cuantos ranchos de barro y paja, sin puertas ni ventanas, rodeado por una defensa de palos a pique. La presencia de los indios se avisoraba desde el mangrullo. 
En 1792 lo habitaban 16 milicianos.
El mismo se erigió en la margen norte de la Laguna de Lobos, a trescientos metros de la ribera, en un lugar casi equidistante entre la desembocadura del arroyo Las Garzas y el punto que nace elSaladillo y su obra se concluyó el 21 de agosto de 1779. El Fortín estaba formado por unos cuantos ranchos de barro y paja, sin puertas ni ventanas, rodeado por una defensa de palos a pique. La presencia de los indios se avisoraba desde el mangrullo. En 1792 lo habitaban 16 milicianos.


lunes, 18 de junio de 2018

Lobos - Parte 1



Ubicada a 100 km de Buenos Aires, Lobos es una ciudad de la provincia de Buenos Aires, Argentina, cabecera del partido homónimo.

Fundada el 2 de junio de 1802, la ciudad de Lobos conserva recuerdos de nuestro pasado más antiguo, en testimonios de cultura y tradición que se encuentran vivos en sus calles.
Te contamos un poco su historia, sus orígenes y actualidad.


Marco histórico de su fundación

Origen del nombre

En 1740 es explorado el centro y sur de lo que sería la Provincia de Buenos Aires por la primera misión jesuítica. Integraba esta misión el Rvdo. Padre Falkner quien tenía a su cargo reunir toda la información sobre el lugar. En base a sus escritos en 1772 se confecciona en Londres el primer mapa relativo a esta zona, inscribiéndose en el mismo y al pie de nuestra laguna "L. Lobos".

El espejo de agua estaba poblado por numerosas nutrias. En aquellos tiempos eran conocidas con la denominación de “lobos de agua o de río”, por lo que se deduce que la laguna pudo haber tomado su nombre de esta referencia realizada por la misión en 1740.

El acta labrada por el Cabildo de Buenos Aires el 17 de marzo de 1752 es el documento más antiguo conocido en el que se denomina "de Los Lobos" a la laguna cuyo nombre dio origen al del Fortín de San Pedro de Los Lobos, construido a orillas de la misma en 1779 en la segunda avanzada contra el indio, organizada por el Virrey Vertiz.

La única referencia cartográfica con que se cuenta sobre la ubicación del Fortín es el plano confeccionado en 1822, en el viaje de la Comisión al Sud, por el Oficial Ingeniero Ayudante de Artillería Don José María Reyes. En él se revela la Laguna y entre dos cursos de agua se señala la existencia del Fortín ya destruido.


domingo, 17 de junio de 2018

17 de Junio: Inmortalidad del General Don Martín Miguel de Güemes

Azules y Colorados



Cuando se produjo la Revolución Libertadora que derrocó al presidente democrático Juan Domingo Perón, en 1955, en el seno de las fuerzas terrestres militares, específicamente en el Ejército Argentino, surgieron discrepancias acerca de la participación futura del peronismo en la vida política del país.

Aunque las dos facciones eran antiperonistas, sus ideologías eran diferentes. Los “Colorados” (en lenguaje militar este color identifica a los rebeldes o a los enemigos) con ideas más radicales, consideraban que se debía proscribir al peronismo, al que asociaban al comunismo, en una época donde la Guerra Fría había dividido el mundo en dos bloques, capitalistas y comunistas, aunque el peronismo poco tenía que ver con la ideología comunista, pero sí un ala del peronismo se acercaba a la izquierda por las conquistas laborales y la defensa de los más humildes.

Los “Azules” (fuerzas leales) no descartaban la participación del peronismo, a la que consideraban una ideología nacional y cristiana, aunque demagógica, pero pretendían que su acceso al poder sea limitado. El presidente Guido apoyado por los azules propiciaba un peronismo pero sin Perón.

A la lucha ideológica le siguió el enfrentamiento armado que se produjo cuando luego de derrocado Frondizi, que había pactado con el peronismo, en 1962. El líder del grupo de los azules, con centro en campo de Mayo, Juan Carlos Onganía, decidió bombardear a los Colorados reunidos en san Antonio de Padua, al no acatar Onganía los relevos propuestos en el seno del Ejército. 

Se produjeron enfrentamientos que duraron medio año, hasta que los Colorados o “gorilas” iniciaron un ataque el 18 de septiembre de 1962, que duró tres días en Punta Indio y en el Regimiento de Magdalena con el objetivo de derrocar al presidente Guido, que había sido vicepresidente del Senado cuando Frondizi fue derrocado. El levantamiento fue reprimido, dejando como saldo veinticuatro muertos y ochenta y siete heridos. Como consecuencia de ello, José María Guido, presidente no militar al mando del gobierno de facto, nombró a Juan Carlos Onganía, que tenía el cargo de General de Brigada, como Comandante en Jefe del Ejército. Onganía ocuparía la presidencia de la nación en 1966 tras el derrocamiento de Illia.

viernes, 15 de junio de 2018

Lucio V. Mansilla y su temor a los perros


El autor de Una excursión a los indios ranqueles escribió sobre su complicada relación con un mastín que solía encontrar en su camino

Lucio V. Mansilla -soldado de la Campaña del Desierto, oficial en la guerra del Paraguay, bon vivant e hijo del héroe de la Vuelta de Obligado- tenía un problema con los ratones. Él mismo lo confesó en sus memorias y agregó que ese miedo terrorífico lo heredó de su madre. El hombre se trepaba al catre o la cama, con los pelos de punta, cuando un roedor aparecía.

Además, les tenía pánico a los perros callejeros. "Un perro en una puerta de calle -decía- es para mí más estorbo que un hombre". Otra vez escribió: "Yo tengo un miedo cerval a los perros, son mi pesadilla; por donde hay, no digo perros, un perro, yo no paso por el oro del mundo si voy solo, no lo puedo remediar, es un heroísmo superior a mí mismo (...). Juro que los detesto, si no son mansos, inofensivos como ovejas, aunque sean falderos, cuscos o pelados". Para este soldado, un mano a mano con un perro era un suplicio. De uno de esos encuentros quedó el testimonio.

Mansilla se encontraba cumpliendo funciones militares en el pueblo de Rojas (provincia de Buenos Aires) en 1870 y acostumbraba ir a cazar con su escopeta por los alrededores. El inconveniente era que, para no caminar unos kilómetros de más, tenía que pasar por un rancho donde había un gran mastín: "Salía de mi casa y llegaba al sitio crítico haciendo cálculos estratégicos, meditando la maniobra más conveniente, la actitud más imponente, exactamente como si se tratara de una batalla en la que debiera batirme cuerpo a cuerpo".

"En cuanto el can diabólico me divisaba, me conocía, estiraba la cola, se apoyaba en las cuatro patas dobladas, quedando en posición de asalto, contraía las quijadas y mostraba dos filas de blancos y agudos dientes".

¿Qué hacía el comandante? Daba un inmenso rodeo. A Mansilla le preocupaban su falta de coraje y todo lo que caminaba de más, para esquivar a su enemigo, por lo que decidió enfrentar la situación y, con ella, al mastín.

"Estaba entero, me sentí hombre de empresa y me dije: 'Pasaré'. Salgo, marcho, avanzo y llego al Rubicón. ¡Miserable! Temblé, vacilé, luché, quise hacer tripas corazón, pero fue en vano. Mi adversario, no sólo me reconoció, sino que en la cara me conoció que tenía miedo de él. Maquinalmente bajé la escopeta que llevaba al hombro. Sea la sospecha de un tiro, sea lo que fuese, el perro tomó distancia y se plantó, como diciendo: descarga tu arma y después veremos".

De un lado, Mansilla y su escopeta; del otro, el mastín y sus colmillos. "Al primer amago de carga, eché a correr con escopeta y todo; los ladridos no se hicieron esperar; esto aumentó el pánico de tal modo, que el animal ya no pensaba en mí y yo seguía desolado por esos campos de Dios". Años más tarde, Mansilla reconocería que la escopeta terminó en poder del perro porque él la soltó para correr más liviano y también para intentar distraer con algo a su contrincante.

Confesó que, si hubiera estado con una dama, no habría pasado semejante bochorno. Porque, según explicó, "las mujeres tienen el don especial de hacernos hacer todo género de disparates, inclusive el de hacernos matar. Yo me bato con cualquier perro por una mujer, aunque sea vieja y fea. Otro se suicida por una mujer, con pistola, navaja de barba, veneno o arrojándose de una torre". Y concluyó: "Hay héroes porque hay mujeres".



Mansilla, inimitable y único - Parte 4

En el diario "Sud América", empezó a publicar una columna llamada "Entre nos. Causeries de los jueves". Era una mezcla de anécdotas, retratos y reflexiones que mostraba tanto su sentido del humor como sus gustos de literato y su profundo conocimiento de la vida. Las "causeries" serían compiladas luego en varios tomos. 

Alguna vez se confesó. "Rasgo principal de mi carácter: preguntarlo a alguna mujer que me conozca bien. Cualidad que prefiero en el hombre: la reserva. Cualidad que prefiero en la mujer: la discreción. Ocupación que prefiero: las armas. Lo que más detesto: la mentira. Flor que prefiero: la rosa. Animal que prefiero: el caballo. Mis prosistas favoritos: Montesquieu, Bossuet, Cervantes y Goethe. Mis poetas favoritos: Shakespeare, Moliere y Cátulo. Mis políticos preferidos: los que no mienten. Cómo quisiera morir: repentinamente". 

Letras y diplomacia 

En sus viajes a Europa, llegó a hablar siete idiomas y trató a literatos como Maurice Barrés (quien prologó uno de sus libros), Edmond Rostand, Robert de Montesquiou y Marcel Proust, por ejemplo. El presidente Julio Argentino Roca lo nombró ministro plenipotenciario en Alemania, Austria, Hungría y Rusia, cargos que llenó con gracia y buen humor hasta 1902. 

En medio de sus innumerables viajes, seguía produciendo literatura de gran calidad y poderoso interés. Por ejemplo "Rozas. Ensayo histórico psicológico", "En vísperas", "Mis memorias", "Un país sin ciudadanos", aparte de sus colaboraciones en "El Diario", con el título de "Páginas breves". 

Entristecido por los achaques de la edad y con la vista debilitada, murió en París hace un siglo, dos meses antes de cumplir los ochenta y dos años. Mujeriego y galanteador, se casó dos veces. Una con su prima hermana Catalina Ortiz de Rosas, con la que tuvo cuatro hijos, todos fallecidos antes que él. La segunda nupcia fue con Mónica Torromé, una viuda con edad suficiente como para ser su hija. 

Criollo y parisiense 

Le gustaba autorretratarse. Escribió, por ejemplo, que "no habiendo podido dominarme, di rienda suelta a mi lengua y, como era natural, contraje el mal hábito de pensar sin reserva. Esto me proporcionó muchos goces e igual número de enemigos". En cuanto a su vida, la llamó "un pobre melodrama con aires de gran espectáculo, en el que he hecho alternativamente el papel de héroe, de enamorado y de padre noble, pero jamás el de criado". 

Paul Groussac, tan reacio al elogio, no pudo menos que brindárselo en "La Biblioteca". Lo llamó "excursionista del planeta y de las ideas", capaz de "derramar sus experiencias en monólogos chispeantes y profundos, o en páginas sueltas casi tan sabrosas como sus pláticas". 

Había "compuesto su vida como un poema romántico". Y "¿cómo no admirar al que logró amalgamar en su persona al parisiense y al criollo, al gentilhombre y al comandante de frontera, al duelista y al 'causeur' de salón, al escritor moralista y al feminista profesional, al descubridor de minas y al cateador de ideas, al autor de dramas y al actor de tragedias?".





Mansilla, inimitable y único - Parte 3


Paraguay y los ranqueles 

Al estallar la Guerra del Paraguay, peleó con valor en el frente, sin dejar las crónicas y ensayos periodísticos. Llegó, por merecidos ascensos, al grado de teniente coronel. 

Experto tirador y pendenciero, en 1863 se batió a duelo con el poeta Juan Chassaing, a quien hirió levemente. En 1868, abofeteó a Carmelo Rosende, cuñado de Mitre: cuando este le envió los padrinos, no los aceptó por considerar que el retador "no era un caballero". 
Militó a favor de la candidatura presidencial de Domingo Faustino Sarmiento y pensó que este, al ganar, lo nombraría ministro. En cambio, el sanjuanino lo designó comandante en la frontera de Río Cuarto. 

Fue una etapa en la cual no dejó de tener problemas con los superiores jerárquicos. Su viaje al interior de la zona dominada por los aborígenes, le daría material para su libro más célebre, "Una excursión a los indios ranqueles", auténtico clásico de las letras argentinas, que publicó primero en forma de cartas en el diario "La Tribuna". 

Duelos trágicos 

Fue uno de los valientes luchadores contra la epidemia de fiebre amarilla en 1871, sin dejar nunca el periodismo. Diputado nacional en 1876, fue reelegido al año siguiente. De 1878 a 1880, se desempeñó como gobernador del Chaco. 

Este último año retó a duelo a Pantaleón Gómez, periodista de "El Nacional", quien resultó muerto en el lance. Años después, comentó que había disparado el tiro mortal aunque no pensaba hacerlo, porque de pronto "creí notar en su fisonomía un gesto repulsivo de odio". En 1883, desafió y ultimó al periodista Pierre Mayence, en París. 

Fue desdichada su intervención, como padrino, en el lance a pistola entre Lucio V. López y el coronel Carlos Sarmiento, que terminó con la muerte del primero. Se decía que, disparados los tres tiros sin consecuencias, propuso a los duelistas: "¿qué les parece un tirito más, antes de amigarse?". El cuarto "tirito" hirió fatalmente a López. 

Viajó a Europa en comisión oficial y fue elegido otra vez diputado al Congreso. Lo sería de nuevo en 1886. En los debates, Mansilla hablaba prácticamente de todo lo que le pasaba por la cabeza. Hacía chistes, digresiones literarias, y apoyaba a su partido o no según el humor de ese día. En 1890 fue ascendido a general de división. 


jueves, 14 de junio de 2018

Mansilla, inimitable y único - Parte 2


Tras encerrarlo un tiempo, los padres lo mandaron a "hacerse hombre" en los campos de la familia. No se aficionó a los trajines rurales. Optaron entonces por hacerlo viajar. Anduvo por ciudades de Europa, por Turquía, por Egipto. Al volver, llamó la atención en las calles porteñas por la extravagancia de sus atuendos. Marcaba así el estilo que practicaría toda su vida desde entonces. 

Al poco tiempo, fue a visitar al todopoderoso tío Juan Manuel de Rosas. Este, fastidiado por que había demorado en saludarlo, le aplicó una de sus crueles bromas. Mientras le leía lentamente su último -y larguísimo- mensaje a la Legislatura, le convidó un gran plato de arroz con leche. Cuando lo terminó, Rosas hizo traer otra ración muy generosa. 

Y a pesar de las negativas desesperadas de Lucio, dispuso traer otras más, hasta llegar a la séptima. Entonces, le dijo que podía ir a su casa y terminar de leer el mensaje. Lucio lo hizo a duras penas y al borde del vómito. 

En Paraná y en Pavón 

Luego de derrocado su tío en la batalla de Caseros, partió a Europa en compañía del padre. Recorrieron París (donde el general presentó su amiga Eugenia de Montijo a Luis Napoleón) y visitaron, en Inglaterra, a Rosas y a Manuelita. De vuelta en Buenos Aires, Lucio empezó la carrera militar y también la de escritor y periodista. 

Tuvo un sonado incidente en 1856 en el teatro, cuando retó públicamente a duelo al senador José Mármol, por considerar que su novela "Amalia" hablaba mal de Lucio padre. El lance no se realizó, pero Mármol hizo arrestar y desterrar al insolente joven. 

Se asiló entonces en Paraná, capital por ese tiempo de la Confederación Argentina. Allí hizo periodismo, anudó amistad con personajes como Urquiza, Guido, Del Carril y otros -que evocaría magistralmente en "Retratos y recuerdos"- y fue diputado al Congreso. 

En 1859 volvió a Buenos Aires. Siguió en el periodismo, publicó varias traducciones y en 1862 participó en la batalla de Pavón, donde ascendió a capitán. Escribió sobre temas militares y difundió en la prensa sus recuerdos de viajes, además de continuar con traducciones ejecutadas con esmero, que alternó con obras de teatro. 

Mansilla, inimitable y único - Parte 1


El autor de "Una excursión a los indios ranqueles" hizo de su existencia una auténtica novela. Militar, político, "dandy", duelista, viajero, no hubo terreno que dejara de frecuentar.
Hace veinte días, se cumplió un siglo de la muerte de Lucio V. Mansilla, que ocurrió en París el 8 de octubre de 1913. Salvo la breve pero ajustada nota deMiguel Ángel de Marco en "La Nación", no recuerdo haber leído que alguien evoque a ese personaje único que fue el autor de "Una excursión a los indios ranqueles". Esto además del tradicional silencio del Estado, en los aniversarios de la inmensa mayoría de los servidores públicos. 

Miguel Ángel Cárcano lo vio de niño en el hotel Mirabeau, de la capital francesa. Mansilla tenía entonces más de setenta años, pero mantenía erguida y esbelta su alta estatura. Llevaba la galera inclinada sobre la oreja izquierda. 

Atuendo extravagante 

"Usaba un cuello como el de los sacerdotes, prendido detrás, ajustado por una estrecha barra de oro, y la corbata plastrón de raso negro iluminada por una turquesa rodeada de diamantes. Vestía levita con solapas de seda, pantalón con pequeños cuadros blancos y negros, el chaleco de terciopelo color borra de vino, cruzado por una gruesa cadena de oro con sonoros dijes colgantes". Lo cubría un "cavour" negro con "flotante sobrecapa" 


Las manos de Mansilla eran "pulcras, de afilados dedos, cargados de anillos con zafiros y brillantes". Llevaba una pulsera de oro y aferraba un bastón de malaca con iniciales cinceladas en el puño. El niño quedaba admirado viendo la manera con que tomaba un monóculo con aro de carey y lo "colocaba con naturalidad en su ojo inquisidor, bajo las cejas hirsutas y levantiscas". 

Nunca pudo olvidar Cárcano el gesto de este personaje que, "apoyando su mano izquierda en la cadera, avanzaba lentamente, inclinándose como un cortesano, para besar la mano de mi madre y murmurar una frase amable". 

Atracón de arroz con leche 

Lucio Victorio Mansilla nació en Buenos Aires en 1831, hijo del general Lucio Norberto Mansilla y de Agustina Ortiz de Rosas, hermana del famoso dictador porteño. Fue revoltoso desde chico. Tenía 17 años cuando se enamoró de Pepita, una joven modista francesa. Resolvió huir con ella a Montevideo, para casarse, plan que la Policía pudo desbaratar. 
 

martes, 12 de junio de 2018

Discursos: Trascendencia de la universidad - Parte 3

Responsabilidad de los hombres de ciencia y los filósofos

Si como gobernante debo reclamar la mayor cooperación posible de la Universidad en su misión formativa y científica, como ciudadano de este siglo de portentosos adelantos, debo formular una suprema apelación a los estudiosos e investigadores de nuestro tiempo.  La ciencia libera la potencia creadora del hombre hasta límites inimaginables.  

La humanidad asiste a esos progresos con legítimo orgullo, pero con preocupación y ansiedad.  Cada paso que avanza por el camino de la ciencia, la conduce hacia metas que hasta ese momento parecían inaccesibles.  Pero también puede ser un paso dado hacia su propia destrucción.  El rumbo definitivo sólo puede dictarlo el espíritu humano, elevándose por encima de las pasiones y de los intereses que nos dividen y colocándose al servicio de los valores superiores que constituyen en definitiva su verdadera naturaleza y razón de ser.

El hombre se ha lanzado ya a la conquista del espacio cósmico.  En esta empresa no puede haber sitio para divisiones entre pueblos y naciones.  Es la humanidad entera, como un todo, que comienza a jugar su papel en el Universo.  Es el saber acumulado por generaciones de sabios y estudiosos de todas las razas y todas las creencia el que está haciendo posible esta hazaña prodigiosa.  

Los científicos que representan la sabiduría de nuestro tiempo y los jóvenes que representan la sabiduría del mañana, deben evitar que ese saber sea puesto al servicio de la destrucción.  Esta será una conquista material de los espacios siderales.  Servirá para demostrar que el hombre, capaz de alcanzar las mayores distancias espaciales, es capaz también de realizar los más altos valores morales y ganar las mayores victorias dentro de su propia alma.

Así como la filosofía y las humanidades abrieron, en la remota antigüedad, el camino hacia la ciencia y la técnica, así también en nuestro tiempo iluminan el camino del futuro.  En esta ilustre Universidad de Fordham, consagrada al estudio de las disciplinas humanísticas, rindo homenaje a los valores perennes del espíritu, que impregnan de eternidad a las creaciones del hombre.