Como último acto importante de su gestión. el 24 de agosto
de 1880, Avellaneda envió al Congreso el proyecto de federalización del
municipio de Buenos Aires. Rocha fue miembro informante de la Comisión de
Negocios Constitucionales y por supuesto, habló en favor de la idea
presidencial. El 21 de septiembre fue sancionado y remitido a la Legislatura
provincial para su ulterior aprobación.
La ley sancionada establecía que la
Nación tomaba a cambio del Municipio, la deuda externa de la provincia y
pagaría a esta, una indemnización por los edificios y obras públicas de la
ciudad que le hubiesen pertenecido. La ley de cesión fue sancionada en la
legislatura provincial el 26 de noviembre y promulgada el 6 de diciembre, con
lo cual se cerraba este largo capítulo de la historia argentina.
Concretada la cesión de Buenos Aires, Rocha, quién contaba con el explícito
apoyo de Roca, fue electo sin oposición gobernador de la provincia, siendo vicegobernador
Adolfo Gonzales Cháves. Al tomar posesión del cargo, el 1º de mayo de 1881,
expresó que la nueva capital debería necesariamente ser algo más que un simple
centro administrativo de escasa relevancia y difícil desenvolvimiento. Por
decreto de 4 de mayo fijó las condiciones que debía ofrecer la localidad o
lugar que se destinase a la capital provincial, siendo excluyente la facilidad
de acceso a vías de comunicación, tanto con el interior como el exterior del
país, haciendo visible la proximidad a una vía navegable de importancia,
pudiéndose ligar con las redes camineras y ferroviarias troncales de la nación.
Para cualquier observador era evidente que la nueva capital debía tener una
posición similar a la de Buenos Aires. Abreviando este asunto, diremos que se
tomó la decisión de levantar la nueva capital en las Lomas de la Ensenada y la
misma fue fundada con el nombre de La Plata el 19 de noviembre de 1882.
Rocha gobernó la provincia de Buenos Aires hasta el 1º de mayo de 1884 cuando
fue sucedido en el cargo por el Dr. Carlos D'Amico. Se esperaba, por el
prestigio alcanzado por el gobernador saliente que sería candidato oficial y
futuro presidente en 1886; sin embargo, serias desavenencias con Roca por una
parte, y por el fuerte aparato montado en el interior del país por Juárez
Celman, derribaron esas expectativas. La dupla Rocha-Benjamín Gorostiaga
renunció a sus aspiraciones a favor de Manuel Ocampo, que resultó derrotado por
el aparato oficialista en 1886. Rocha se convirtió nuevamente en Senador
Nacional por Buenos Aires, cargo que desempeñó entre mayo de 1884 y abril de
1892.
En ese año, al retirarse del alto cuerpo legislativo, dio por terminada
de hecho su carrera pública. Sin embargo, habría de representar a la República
en dos ocasiones, como ministro en Bolivia tratando sobre cuestiones de límites
y en misión presidencial frente al gobierno de la República del Paraguay. Fue
también el primer Rector de la Universidad Provincial de La Plata creada en
1897, la cual fuera nacionalizada en 1905 dando origen a nuestra actual alta
casa de estudios. Fue también conjuez de la Suprema Corte de la Nación por
varios años y actuó como presidente del Jury de enjuiciamiento. En 1898 fue
miembro de la Convención reformadora de la Constitución Nacional.
Dardo Rocha falleció en su casa, hoy desgraciadamente demolida, que se hallaba
situada en Lavalle 835 de la ciudad de Buenos Aires, el 6 de septiembre de
1921. Su entierro fue una manifestación del profundo y sincero pesar que causó
el deceso de este eminente ciudadano. La concurrencia al entierro se calculó en
3000 personas y hablaron en el acto el Ministro de Gobierno de Buenos Aires,
Obdulio Siri, el Comandante Bradley por el Centro de Guerreros del Paraguay; el
Intendente Municipal de La Plata, Dr. Enrique Rivarola; el Dr. Mariano de Vedia
y Mitre, el Dr. David Peña y otros conocidos personajes. Sus restos fueron
inhumados, por expreso pedido de Rocha del día anterior al fallecimiento, junto
a su esposa en el cementerio de la Recoleta. El 19 de noviembre de 1940, los
restos de Rocha y su esposa fueron trasladados a la cripta existente en la
catedral de La Plata donde hoy descansan.
por Fernando Enrique Barba