Su curso estaba poblado por misérrimos caseríos.
En Blanco Encalada entre Miñones y Artilleros se encontraba el almacén y
despacho de bebidas “La Miseria”, en obvia alusión a su imagen. Cerca de allí,
sobre la misma calle Artilleros, sobre una de las márgenes del puente “El
Aburrido”, se levantaba “El Palacio de Cristal”, sarcasmo con el cual se
conocía un conventillo de latón en cuyos dos pisos y en treinta habitaciones,
vivía un conglomerado de familias rusas e italianas.
Recién en 1912, después de las grandes inundaciones del año
anterior –donde el agua sobrepasó el metro y medio de altura por sobre el
puente de Cabildo y Blanco Encalada –, comenzaron las primeras obras de
canalización y desagües, que estuvieron a cargo del agrimensor Luis Gotusso,
del Departamento de Obras Públicas de la Municipalidad. Lasobras se
llevaron hasta la calle Migueletes en la zona conocida como “La
vuelta del Pobre Diablo”, ensanchándose la calle Blanco Encalada desde
avenida Del Tejar hasta las vías del ferrocarril. El proyecto original
contemplaba convertir aquella arteria en una hermosa avenida que “diera un
nuevo impulso al valor, al comercio y a la comodidad además de embellecer
notablemente una parte no pequeña de la parroquia…”, pero la mayoría de
los vecinos no estuvieron de acuerdo. De todos modos sobre la calle Blanco Encalada se
colocaron siete puentes para peatones en los cruces con Cramer, Vidal, Moldes,
Amenábar, Obligado, Cuba y Arcos. Eran puentes de hierro con un sistema de
pivote que permitía girarlos y colocarlos paralelos a las veredas.
Las obras de canalización del Vega siguieron a ritmo muy
lento. En 1915 una comisión de vecinos presidida por el señor H. Heuss se
entrevistó con el intendente Arturo Gramajo reclamándole la exoneración del
pago del 40 % del afirmado de la calle Blanco Encalada porque la
zona no había mejorado su desventajosa situación en los días de lluvia. En
todas las Memorias municipales hasta 1933, se advierte la preocupación por la
insuficiencia de los trabajos realizados.
Todavía por 1934 un buen trecho del Vega, desde su
nacimiento hasta Olazábal y Zapiola, corría a cielo abierto. El entubamiento se
concluyó en 1941 pero ya se sabía de la necesidad de nuevas obras. En 1936 se había
previsto la construcción de un conducto aliviador que arrancaría en Amenábar y
Sucre y otras obras complementarias que no se realizaron. En 1985 se produjo
una de las lluvias más extraordinarias de que se tenga registro en la ciudad:
cayeron cerca de 400 milímetros en algo más de 24 horas. La
calle Blanco Encalada se convirtió en un verdadero río cuya fuerte
correntada destrozó vidrieras y arrastró vehículos a su paso. El crecimiento
edilicio superó todos los cálculos realizados en 1936 para el entubamiento
definitivo del arroyo.
El arroyo Vega tiene, además, su anecdotario. El 18 de mayo
de 1934 el ingeniero de Obras Sanitarias de la Nación don Francisco Terrone
realizó una visita de inspección al conducto. A unos 500 metros de su
desembocadura, sobre una de las paredes se veía una construcción.
Era una compuerta de unos ochenta centímetros de lado, herméticamente cerrada,
que no formaba parte de la obra original. Efectuada la denuncia del hecho, la
policía localizó en un galpón situado en Monroe y Húsares el acceso a dicha
compuerta. La propiedad era de don Alejandro Orezzolli (alias “Churrinche”),
uno de los cuidadores de caballos más prestigiosos de los años 20. Hombre de
don Benito Villanueva, solía hacer en su quinta llamada “Unión Nacional”,
memorables asados políticos.
Presumiblemente la construcción se habría utilizado para la
entrada de mercadería contrabandeada por el río, aunque don Alejandro Orezzolli
declaró que la casa la había adquirido en recién en 1932 y nada sabía del
asunto. Como es de suponer, el tiempo se encargó de aletargar la investigación
y todo quedó como una de las tantas anécdotas lugareñas.
Aún hoy, cuando las lluvias son muy intensas, el arroyo
suele causar problemas. Al momento de escribir esta nota (1), el Gobierno de la
Ciudad está encarando la construcción de un canal aliviador a lo largo de la
calle Monroe, para poner fin a las conflictivas andanzas del Vega.
(1) Año 1999.
Foto: El arroyo Vega en su cruce con la calle Húsares.
Nota tomada de la revista Historias de la
ciudad, Nº 1, setiembre de 1999.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario