domingo, 31 de julio de 2011

THORNE, “EL SORDO DE OBLIGADO” – parte 3


Thorne no nació en nuestra tierra como muchos de nuestros primeros marinos, pero avalo su ciudadanía adoptiva con una foja de servicios impecable. Nació en Nueva York el 8 de marzo de 1807, su padre era un marino que había participado en la guerra de la Independencia de EEUU, a los once años su padre lo puso a bordo de una escuadra que toco los puertos del Atlántico y del Pacífico entonces tuvo su primera oportunidad de conocer el puerto de Buenos Aires, de regreso a su hogar, su padre lo envió a Francia para que se formara en la escuela de marinería de Tolon. Allí conoció al oficial francés Le Blanc, quien muchos años después sería su enemigo. Sin embargo su espíritu aventurero se canso de la vida de guarnición y se embarco en un barco corsario dirigido por un pariente suyo, el barco corsario fue hundido en alta mar por un navío inglés, y Thorne salvo su vida, asido con fuerza a un trozo del palo mayor del barco.

Luego recorrió los márgenes de África, hasta que un barco pirata lo condujo a las costas del Perú.

Hacia 1822 llego nuevamente a Buenos Aires, donde encontró un amigo el oficial de marina José María Pinedo, sin embargo luego se alejo hacia el Oriente donde recorrió los puertos de China y Japón, finalmente regreso a la Argentina en 1825 y su personalidad llamo la atención del gobierno interesado en formar la escuadra que debía combatir contra el imperio de Brasil, a las ordenes de Fournier formo parte de la oficialidad del Congreso. Poco tiempo después a principios de 1827, fue designado al bergantín Chacabuco que bajo el mando de Santiago Bynon se iba a destacar en lo que se denomino Gesta de Patagones, en dicha batalla ocupo un lugar destacado, al abordar el buque brasileño “Itaparica” donde arreo la bandera imperial brasileña e izó la bandera argentina.

La acción le mereció alcanzar el mando del bergantín Patagones, luego mostró su valentía en distintas acciones hasta que cayó prisionero y fue llevado hasta Río de Janeiro. Regreso al celebrase la paz y paso a comandar el Balcarce que había sido buque insignia del almirante Brown.

En 1833 emprendió la campaña del Rio Colorado al mando del bergantín Patagones con el fin de ayudar la expedición al Desierto de Rosas. Designado comandante de la goleta Sarandí, tuvo la misión de auxiliar la defensa de la isla Martín Garcia, donde mando la artillería de tierra de dicha isla, donde el 12 de octubre de 1838, las fuerzas argentinas mandadas por Gerónimo Costa lucharon heroicamente contra la escuadra francesa bloqueadora.

THORNE, “EL SORDO DE OBLIGADO” – parte 2


Vuelta de Obligado (20 de nov. de 1845)
Corte de las cadenas por parte del Firebrand
Imágen de impresión británica de 1897
(Gentileza de "Colorado del Monte")



El fracaso de esta expedición militar-comercial fue tal, que los anglo-franceses se avendrían a aceptar las condiciones de Rosas hasta en su última coma, desagraviando el pabellón nacional con 21 cañonazos, y como comentara San Martín desde Francia “... los interventores habrán visto.., que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca” (General San Martín ). En honor a la defensa, San Martín le donó a Rosas el sable libertador.


Arreciaba el combate de la Vuelta de Obligado donde fuerzas argentinas enfrentaron con valentía la agresión anglo francesa. Por orden del gobernador de Buenos Aires y encargado de las Relaciones exteriores de la Confederación don Juan Manuel de Rosas, el general Lucio Mansilla había fortificado las costas del Paraná, cerrándolo en ese punto mediante botes atados con cadena.

Sobre el parapeto de la batería Manuelita, el teniente coronel Juan Bautista Thorne arengaba a sus artilleros y solo descendía de su atalaya para rectificar el blanco de los cañones.

En esa batalla el retumbar de las piezas dañó irremediablemente su oído, aunque no frustro su voluntad de seguir disparando, cuando los buques enemigos lograron forzar el paso y seguir remontado el río hacia el norte, el general Mansilla ordenó dos veces a Thorne que suspendiera el fuego y se retirara recibiendo como respuesta “ que sus cañones le imponían hacer fuego hasta vencer o morir” como consecuencia de estos hechos la historia lo recordó para siempre como el “Sordo de Obligado”.

Su desobediencia le sirvió para marchar arrestado al convento de San Lorenzo y allí permaneció hasta que el mismo Mansilla transformó la medida disciplinaria en el nombramiento de comandante en jefe de las costas del Paraná. En ese carácter mando las baterías del Quebracho, en la que fue herido en el hombro.

THORNE, “EL SORDO DE OBLIGADO” – parte 1



La batalla de la Vuelta Obligado fue la heroica defensa de la soberanía nacional por las tropas de la Confederación, que con mínimo armamento lucharon desde sus posiciones de tierra contra la escuadra anglo francesa, poderosamente armada, dotada de buques acorazados con los armamentos más modernos de la época y con tropas de número muy superiores. (Ver Guerra del Paraná )



Los primitivos cañones de la Confederación, algunos de bronce, iniciaron la acción al grito de ¡viva la soberanía argentina! y que tenía como fin detener o entorpecer paso el convoy enemigo en su avance río arriba y demostrar que su navegación no era libre, si no en violación de los derechos de la Confederación.

Cuando se acabaron las municiones patriotas, ya en medio del estrago hecho por la artillería enemiga, y se inició el desembarco, las tropas federales defendieron la posición con arma blanca. Muchos fueron diezmados por la fusilería; se perdió aquella posición luego de cruenta lucha, pero se siguió el hostigamiento de la flota río arriba, haciendo fracasar completamente la operación militar-comercial.

El valor de los combatientes fue tal, y tal el honor salvado en la ocasión, que el 20 de noviembre pasó a ser el Día de la Soberanía. El combate de la Vuelta de Obligado se difundió, en ese momento, por todo el mundo, y ni siquiera los más acérrimos atacantes de Rosas, en Europa, pudieron dejar de elogiar el valeroso proceder de Mansilla y sus hombres. Hasta el parte de la batalla dado por el almirante ingles dirá “Los buques han sufrido mucho” y reconocía el valor de los patriotas que defendía en pabellón, nacional, entre los que se encontraba el teniente Facundo Quiroga, (hijo del general Facundo Quiroga) y Juan Bautista Thorne, quien al recibir el estallido de un cañonazo a corta distancia, cayo a suelo, y sacudiéndose el polvo se levanto diciendo “No ha sido nada”, quedando sordo para toda la vida, por lo que sería llamado “El sordo de Obligado”.


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sábado, 30 de julio de 2011

Un gallego rebelde en la Patagonia – parte 2



Testimonios y cartas

Pérez en cambio no opina como Bayer que Soto, y varios huelguistas como el fusilado Argüelles hayan sido anarquistas. Aporta para ello varios testimonios de familiares, y especialmente un recorte del diario comunista La Internacional del 22 de marzo de 1922: “Se hallan en Buenos Aires una cantidad de camaradas que han tomado participación directa en los sucesos del sur, y que han sido traídos a esta capital en calidad de deportados. Ellos nos han facilitado datos que, hoy reunidos, damos a la publicidad dada la importancia de los mismos. Además, hace pocos días hemos tenido oportunidad de conversar extensamente con el compañero Antonio Soto conocido ya por nuestros lectores por el reportaje que le hicimos con motivo del conflicto anterior. Soto estuvo entre nosotros a comienzo del año pasado, traía entonces la delegación del Sindicato de (Río) Gallegos ante el Congreso de la Plata (se refiere al de la FORA), representación que, por los términos en que se le había conferido, lo obligaba a sostener en dicho Congreso la adhesión incondicional a la Internacional Sindical Roja (dependiente de la Internacional Comunista).

Cuando él retornaba a Gallegos, llevaba consigo todos los elementos necesarios para la propaganda comunista y para la creación de una agrupación de nuestro partido en aquel lugar. Y, efectivamente, no bien llegara inicio los trabajos respectivos; pero las exigencias de la lucha sindical que día a día acentuaban su carácter de lucha, le absorbieron el tiempo. Más aún: se disponía ya a una gira de propaganda sindical cuando los acontecimientos, que luego se desarrollaron en forma trágica, precipitaron las cosas, de tal manera que hubo necesariamente de suspenderla. Las declaraciones realmente sensacionales que nos ha hecho Soto tienen importancia especial, puesto que él ha sido uno de los que más participación activa han tomado en los acontecimientos. Son palabras, no son sólo de un testigo ocular, sino las de un actor de suma responsabilidad…”

Un informe de José Penelón a La Internacional, relata la huelga de los peones rurales de Santa Cruz y afirma que en la “dirección de ese movimiento había afiliados al PSI”y que el Comité Ejecutivo “contribuyó con recursos materiales de importancia a salvar de la reacción capitalista al líder más conocido de esa huelga –afiliado al partido…”

Como se sabe, tras la derrota de la huelga Soto huyó con un grupo de peones a Chile. En el país vecino, constata Lois Pérez, amén de sus vicisitudes personales y pasionales, sus vínculos con los comunistas chilenos, su respaldo a la línea del Frente Popular, su relación amistosa con Salvador Allende o su actividad en sociedades de amistad con la URSS, actitudes que no se corresponden a la de los anarquistas. No es un argumento, pero sí es un dato el hecho de que su hija Isabel haya sido integrante de la juventud comunista de Chile.

El intercambio epistolar con su madre da algunas pistas más sobre Soto. En las cartas que Pérez reproduce señala un vínculo directo con el Partido Comunista argentino, dando a entender que su madre conoce claramente esta relación. En todas las referencias la palabra “Partido” está escrita en mayúscula, dándole mayor importancia en el texto.

En la emitida en Santiago el 9 de febrero de 1930 escribe a su madre: “De viaje a Mendoza, mamá, el otro día estuvo en casa un amigo de esa del Partido (sic) y va a ir a tu casa en cuanto le mande la dirección. Pues bien, este muchacho va a averiguar lo tocante a mi situación en cuanto a lo de Santa Cruz, pues debes saber que las autoridades me dieron por muerto, porque los diarios publicaron que había muerto. Así te tienen que averiguar en esa mi situación y lo va hacer el Partido”.
La creencia que los líderes de la huelga eran anarquistas puede haber nacido de que todos, los que eran y los que no, estaban contenidos en la FORA. El joven comunismo tuvo como política que sus militantes sindicales estuvieran en esa central. Interesante aporte historiográfico y para la polémica de Lois Pérez Leira.


 

Un gallego rebelde en la Patagonia – parte 1



Una investigación aporta datos sobre el entorno familiar y la pertenencia política de Soto, el gran dirigente de la huelga de los peones de Santa Cruz (1921), brutalmente reprimida.
POR ISIDORO GILBERT

Antonio Gonzalo Soto Canalejo fue el gran dirigente de la huelga de los peones de Santa Cruz en 1921, lucha sangrientamente reprimida por lo que se conoce como la Patagonia Rebelde, notablemente reconstruida y narrada por Osvaldo Bayer.

En Galicia desde hace tiempo se rastrean las vidas y luchas de sus hijos que fueron a la inmigración que culminan en documentales o en libros. Uno de estos medios es el que utilizó Lois Pérez Leira, nacido en Argentina para su libro: Antonio Soto, desde el Ferrol hasta el fin del mundo.

Forma parte de las “Crónicas de la emigración”, una serie de libros editada por el Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo, editorial dedicada a la información periodística destinada a los españoles que residen en el exterior. Sus relatos se leen en castellano y en gallego, en un mismo ejemplar. La empresa publica el periódico “Galicia en el Mundo”. Esta línea de titulares que fueron presentados en la reciente Feria del Libro cuenta con la colaboración de la Dirección General de la Ciudadanía española en el exterior. La serie intenta rescatar la memoria histórica de la vida y obra de los emigrantes españoles: ya se editaron libros como Desaparecidos Españoles en la Argentina, Ramón Suárez Picallo, primer diputado de la emigración, el texto que se comenta y otros.

Bayer había rastreado los orígenes y gran parte de la trayectoria de Soto como la de otros luchadores de la rebeldía patagónica. Lois Pérez la profundiza no solamente en sus raíces familiares sino que aporta nuevos datos que esclarecen más sobre la ideología y pertenencia política de Soto. Así, asegura que Soto se afilió en Buenos Aires al Partido Socialista Internacional, PSI, más tarde Partido Comunista, y por testimonios familiares supo que tuvo relevante presencia durante la Semana Trágica de enero de 1919.

Lois Pérez sostiene que Soto debió escapar de las persecuciones policiales por su actividad durante ese conflicto y lo hizo hacia la Patagonia. “Mi cuñado y su hermano Paco –nos cuenta Pedro Molina, cuñado de Soto– tuvieron que esconderse en un tanque de agua que estaba vacío, para evitar que fueran detenidos y asesinados. Los grupos de la Liga Patriótica los estaban buscando para vengarse de su participación en la Semana Trágica. Después de algunos días de ocultamiento, Antonio decidió marcharse para el sur patagónico, hasta que pasara el terror establecido”.

Es así como Soto se embarca rumbo al sur argentino. “Contacta seguramente en el viaje con una compañía de teatro española que iba haciendo representaciones por los puertos patagónicos” pero no serán las tablas el interés del personaje. Bayer ha relatado minuciosamente la situación de los peones de las grandes estancias, en general propiedad de británicos, que es el panorama que encontró y conmovió al joven gallego cuya foto con gorra y vestimenta de ciclista ha pasado a la posteridad. Es la que le permitió a Luis Brandoni representar al personaje en La Patagonia Rebelde.


miércoles, 27 de julio de 2011

EVA PERON – parte 3

El embalsamador

Pedro Ara, un anatomista español famoso por haber conservado las manos de Manuel de Falla como si aún estuviera tocando, fue convocado por Perón unas semanas antes de la muerte de Eva a fin de encargarle el trabajo de conservar el cuerpo. Ara observó a Eva en agonía. Su tarea comenzó unos 20 minutos después de la muerte y duró unos tres años. Dispuso de un laboratorio aislado en el segundo Piso de la Confederación General del Trabajo. Su labor fue calificada como una verdadera obra maestra ya que logró conservar todas sus vísceras. Luego que la revolución libertadora tomara el poder, temiendo que el cuerpo de Eva fuera profanado, Ara realizó tres perfectas copias de cera y vinil casi imposibles de distinguir del original.

El cuerpo nómade

Tomás Eloy Martínez en su novela Santa Evita (1996) cuenta con detalles el peregrinaje a que fue sometido el cuerpo momificado de Eva Perón. Para muchos era evidente el poder que tenía el alma de Eva ya que todos los que la manipularon terminaron mal: el capitán Galarza quedó desfigurado cuando con el coche que transportaba a Eva volcó. Murieron dos soldados y él sufrió un corte en la cara de 33 puntos (uno por cada año de Eva). Arancibia terminó en la prisión de Magdalena por haber matado a su mujer embarazada al confundirla con un ladrón cuando escondía a Eva en un altillo del barrio de Saavedra.
El coronel Moori Koenig que amaba e injuriaba el cuerpo fue primero confinado en el Golfo San Jorge, luego fue internado varias veces con delirums tremens y por coma alcohólico. Mientras el cuerpo de Eva deambuló por las calles de Buenos Aires, donde quiera que estaba aparecían flores y velas.

Finalmente, la revolución libertadora decide darle un entierro cristiano y es enviada en el barco Conte Biancamano con el nombre de María Maggi de Magistris y enterada en el cementerio de Milán. En 1971 el cuerpo fue entregado a Perón en Puerta de Hierro (Madrid) -el coronel encargado de esa tarea afirma que hicieron tiempo para no llegar justo a las 20:25.

Tres años después Isabel Perón (presidente de la nación Argentina) trae de regreso los restos a Buenos Aires y son ubicados en la capilla de la quinta presidencial de Olivos, junto a Juan Perón. Con el golpe de estado de 1976, Eva es trasladada a una bóveda en el cementerio de Recoleta donde se está su hermano Juan.

Extraido del cdrom "ALMAS MILAGROSAS, SANTOS POPULARES Y OTRAS DEVOCIONES" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA
Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA



EVA PERON – parte 2


Para el historiador Félix Luna, 1950 (Año del Libertador General San Martín) representó para Eva honores, reconocimientos, el de mayor poder y el último de buena salud. Desarrollaba una intensa labor desde la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. En 1951 se realiza el Cabildo Abierto donde se intenta proclamar la formula Perón-Perón promovida por la Confederación General del Trabajo. El palco oficial, con dos grandes retratos de Perón y Evita y la sigla de la CGT, se levantó la intersección de la Avenida 9 de julio y la calle Moreno.
Fue una de las mayores concentraciones de la historia argentina. Dos millones de voces le piden a Eva que acepte la candidatura a la vice-presidencia; candidatura fuertemente resistida por varios sectores del poder. Evita procura declinarla expresando que "no renuncio a mi puesto de lucha: renuncio a los honores". Sin embargo, la negativa fue oficialmente anunciada el 31 de agosto en un discurso transmitido por radio y esa fecha fue fijada anualmente como "Día del Renunciamiento".

La enfermedad comienza a mostrar sus signos y está indudablemente presente en las palabras y las acciones del discurso del acto del 17 de octubre de 1951 que parece una despedida. Su última aparición pública fue el 4 de junio de 1952, día en que Perón juraba por segunda vez como presidente de la Nación. Le fabricaron un corsé de yeso y alambre para que pudiera mantenerse erguida -que cubrieron con su tapado de visón- y le aumentaron las dosis de morfina. De esta manera soportó de pie en un cadillac descubierto, el trayecto entre el Congreso y la residencia presidencial saludando con su brazo en alto a las miles de personas que se agolparon en la Avda. de Mayo para verla pasar.

Su muerte

La voz oficial anunció por la radio que a las 20.25 hs. del 26 de julio de 1952, Eva Perón pasó a la inmortalidad y agrega Félix Luna (1985) describe a los días que siguieron " como si una gran tiniebla descendiera en todos lados". Llovizna incesante sobre calles vacías, vidrieras a oscuras, los faroles de las calles cubiertos con crespones negros, no funcionaban los transportes. Se decretó duelo nacional por un mes y la obligación de mostrar señales de duelo. Cerraron los cines, los teatros y todos los espectáculos, las radios transmitían exclusivamente música fúnebre y los diarios orlaban su primera página con franjas negras.

Fue velada durante 12 días bajo la Cúpula de la Secretaría de Trabajo. La acostaron en un féretro con tapa de vidrio y la cubrieron con un sudario blanco y una bandera argentina. Afuera la lluvia no se detenía y aquellos que querían despedirse esperaban diez horas, helados, empapados y hambrientos haciendo una larga cola que atravesaba cuadras y cuadras del centro de Buenos Aires. Medio millón de personas besó la tapa de cristal. Hubo escenas de dolor frente al ataúd, gente arrancada por la fuerza, gente atendida por las enfermeras de la Fundación.

El 9 de agosto colocaron el féretro sobre una cureña tirada por 35 representantes sindicales en mangas de camisa, la transportaron primero al Congreso, donde fue exhibida durante dos días y luego a la CGT que sería su morada provisoria mientras se construyera el monumento.
Durante el trayecto una nube de flores eran arrojadas desde balcones: un millón y medio de rosas amarillas, alhelíes de los Andes, claveles blancos, orquídeas del Amazonas y crisantemos enviados por el emperador de Japón en aviones de guerra (Martínez 1996).


martes, 26 de julio de 2011

EVA PERON – parte 1

Su vida

Eva Perón nació en Los Toldos, provincia de Buenos Aires el 7 de mayo de 1919 y fue anotada con el nombre Eva María Ibarguren Su madre era Juana Ibarguren y su padre Juan Duarte, que era el encargado de la estancia La Unión donde vivía la pareja con sus cinco hijos.
Poco después del nacimiento de Eva, Juan Duarte regresa a Chivilcoy, de donde era originario, y donde vivía su esposa legítima y sus tres hijas. En 1926 Duarte muere en un accidente de tránsito. Doña Juana, como acostumbraban llamarla, luego de un breve tiempo en Los Toldos, se trasladó a Junín donde tenía pensionistas y trabajaba como costurera para mantener a su familia.
El 3 de enero de 1935, cuando tenía 15 años, Eva tomó el tren a Buenos Aires. Según algunas versiones partió de Junín con el cantante de tangos Agustín Magaldi; sin embargo, la mayoría de sus biógrafos consideran que viajó sola y en Buenos Aires la esperaba su hermano Juan. De cualquier manera, Magaldi la apoyó durante los primeros tiempos. Su ambición en aquel entonces, era ser actriz y consigue en 1936 un pequeño papel en la Compañía de Eva Franco. Un año después comienza a actuar en radioteatros.



Eligió Eva Duarte como nombre artístico como se observa en esta publicidad de la compañía de radioteatros que encabezaba en radio Belgrano-




Conoció a Juan Perón en 1944 durante el Festival que, a Beneficio de las víctimas del Terremoto de San Juan, se realizó en el Luna Park de Buenos Aires. Varios se adjudican el protagonismo de la presentación entre Perón y Evita, entre ellos Roberto Galán que oficiaba de locutor en el festival. Su romance se hizo público y, pese a los duros cuestionamientos de sus camaradas de las Fuerzas Armadas, Perón se casó con ella poco después del 17 de octubre de 1945. Para esa ocasión se empleó su "nueva partida de nacimiento" que decía que María Eva Duarte había nacido en Junín en 1922. Fermín Chaves sostiene que el cambio de fecha no fue para quitarse años sino porque para 1922 ya había muerto la legítima mujer de Duarte y, registrando el apellido y la fecha de esta manera, dejaba de ser tanto "una hija no reconocida" como "el producto de una relación adúltera".

A los 26 años se convirtió en la Primera Dama y asumió un protagonismo infrecuente para una mujer. No sólo acompañaba a Perón en las giras y visitas sino que, entre sus propias actividades estaba la de atender a los gremialistas, tres veces por semana en la Secretaría de Trabajo, antiguo bastión del General.

En 1947 fue designada presidente de la Comisión Parlamentaria Pro-Sufragio Femenino. El Congreso concedió el voto a las mujeres el 23 de septiembre de 1947 y lo presentó como un logro personal de Evita. Ese día se realizó un acto en la CGT donde ella fue la principal oradora. Su biógrafa Marysa Navarro considera a ese momento como la verdadera consagración popular, su propio 17 de octubre. Había obtenido en pocos meses lo que a las socialistas les llevaba 30 años de infructuosa lucha.
Comienza su repercusión internacional. Ese año aparece en la revista Time y efectúa una gira de dos meses y medio por Europa. Los diarios siguen sus movimientos como si fuera un alto funcionario.

EVA PERON HA MUERTO, FUNERAL

sábado, 23 de julio de 2011

Batalla de la Ciudadela – parte 4

General, hay algo más. Hallándose una noche en Buenos Aires varios generales reunidos, y entre ellos Juan Manuel de Rosas, en casa de don Braulio Costa, en la cual yo paraba, uno de ellos dijo que Vd. no había prestado jamás un servicio a la patria, y no pudiendo mi alma sufrir tal injusticia, les dije: ¿Cuál de Vds. fue el terror y espanto (en Bolivia) de los enemigos de nuestra independencia? ¿No fue el mismo que dicen Vds. no haber prestado un servicio a la patria? Dígase que ahora anda errante, que ha abrazado mala causa y que obra como el mayor de los malvados, pero no se le niegue que prestó servicios muy importantes en la guerra de nuestra independencia, ¡como ninguno de Vds. lo ha hecho! ¡Todos callaron y ninguno halló que contestarme”.

Pero aún hay algo más: cuando a consecuencia de la revolución de Brizuela en Los Llanos, cuando Vd. se marchaba para Córdoba, fue agarrado el pérfido descubridor de mis tapados, Carvallo, le encontraron en el bolsillo una esquela de Vd. en que le decía: “No me de Vd. cuenta del monto del último tapado sin antes haberme separado de doscientas a trescientas onzas, pues, yo de pura delicadeza no he tomado un solo peso de los dos anteriores, porque al fin esta cantidad que mando reservar ha de servir para todo cuanto se ofrezca, como sirve siempre cuando yo tengo para dar a los servidores de la patria”. Dicha su esquela no faltó entre mis jefes quien quisiera dar a la prensa en San Juan, y no quise yo permitirlo, a pesar de no haber entregado Vd. sino cuarenta y tantos mil pesos de los noventa y tres mil que se me extrajeron de Los Llanos; de que infiero que Vd. “por pura delicadeza” se sorbió la mayor parte….. ¡Bien que también estoy persuadido que los confidentes que Vd. tuvo se quedaron con la mayor parte por la ninguna precaución que Vd. tuvo en ese negocio.

Su familia, sin embargo, ha sido despachada a reunirse con Vd., por haberlo ella solicitado, desdeñando los ofrecimientos que le hice.

¡Adiós, General, hasta que nos podamos juntar para que uno de los dos desaparezca, porque esta es la resolución inalterable de su enemigo. Juan Facundo Quiroga”.

Carta serena y altiva al mismo tiempo, expresión varonil e hidalga de Facundo. Allá el sableador famoso quedaría, rumbo a Chile, repitiendo estos conceptos y esta acusación del caudillo riojano. Más tarde en cartas a Facundo, él tratará de justificarse y negar los cargos, pero los testigos son muchos en su contra, y nunca en su vida volverá a mentar el asunto. Representante del llamado partido de la ilustración y de la civilización, se ha portado como un vándalo en la provincia conquistada, y ahora, sobre derrotado en el campo de batalla, debe esconder el rubor de su felonía echada en cara por el que ellos tildan de representante de la barbarie.




General Juan Facundo Quiroga (1788-1835)







De Paoli, Pedro – Facundo – Ed. Plus Ultra, Buenos Aires (1973).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
www.revisionistas.com.ar

Batalla de la Ciudadela – parte 3




Apenas llega a la ciudad y aún no ha podido descansar de las fatigas del viaje que ha hecho desde Mendoza a Tucumán, y de las de la batalla, cuando se le presenta el coronel Ruiz Huidobro, muy acicalado, perfumado y de elegante uniforme, acompañado de una dama. Es la señora esposa del general Lamadrid, portadora de una carta de su esposo para Facundo. La señora toma asiento en un sofá y Facundo de pie, lee la carta: “Excmo. señor general don Juan Facundo Quiroga. General: No habiendo tenido en mi vida otro interés que el de servir a mi patria, hice por ella cuanto juzgué conveniente a su salvación y a mi honor hasta la una de la tarde del día 4, que la cobardía de mi caballería y el arrojo de Vd. destruyeron la brillante infantería que estaba a mis órdenes.

Desde ese momento en que Vd. quedó dueño del campo y de la suerte de la República como de mi familia, envainé mi espada para no sacarla más en esta desastroza guerra civil, pues todo esfuerzo en adelante sería más que temerario, criminal. En esta firme resolución me retiro del territorio de la República, íntimamente persuadido de que la generosidad de un guerrero valiente como es Vd. sabrá dispensar todas las consideraciones que se merece la familia de un soldado que nada ha reservado en servicio de su patria y que le ha dado algunas glorias.
He sabido que mi señora fue conducida al Cabildo en la mañana del 5 y separada de mis hijos, pero no puedo persuadirme de que su magnitud lo consienta, no habiéndose extendido jamás la guerra, por nuestra parte, a las familias. Recuerde Vd. general, que a mi entrada en San Juan yo no tomé providencia alguna contra su señora. Ruego a Vd. general, no quiera marchitar las glorias de que está Vd. cubierto conservando en prisión a una señora digna de compasión y que se servirá Vd. concederle el pasaporte para que marche a mi alcance, etc.”

Facundo se ha puesto sumamente serio. Explica a la señora de Lamadrid que su detención, hechas con todas las consideraciones debidas a una señora, obedece al solo fin de preguntarle si sabe algo de los dineros que su esposo ha extraído de los tapados de Facundo, de La Rioja, pero que ella es completamente ajena a los hechos de su esposo.

Inmediatamente Facundo extiende un salvoconducto para la señora de Lamadrid. Luego dicta a su secretario la siguiente carta en respuesta de la que ha recibido: “Señor General don Gregorio Aráoz de Lamadrid. Tucumán, 24 de noviembre de 1831. General: Desde que oí resonar su nombre por mil acciones heroicas que Vd. hizo contra los enemigos de nuestra independencia, me mereció el aprecio más distinguido, y ésta ha sido la causa o fundamento principal para que viniéramos a ser los más mortales enemigos, de lo cual voy a hacer a Vd. una exacta explicación.
Cuando en julio de 1826 fui invitado por los muy malos y bajos Bustos e Ibarra para derribar al déspota Presidente don Bernardino Rivadavia, los desprecié, porque no los consideré capaces de hacer oposición con provecho al poder del Presidente, pero habiéndome asegurado el edecán del finado Bustos, coronel don Manuel Castillo (que fue uno de los enviados) que Vd. estaba de acuerdo en este negocio, y que era más interesado en él, no trepidé un momento en decidirme a arrostrar todo compromiso contando únicamente con su espada para esperar un desenlace feliz.
Pero ¡cuán terrible fue mi chasco cuando vi que los partidos de La Rioja, Córdoba y Santiago del Estero que depusieron al gobernador de Catamarca don Manuel Antonio Gutiérrez, fueron repelidos por las fuerzas que Vd. mandó bajo las órdenes de su primo don José Ignacio Helguero!.

Desde entonces ya conocí que era Vd. demasiado injusto y que procedía como un malvado, poniéndose de parte del Presidente para atacar a los pueblos que no querían reconocer su autoridad, cuando yo fui el más interesado en no atacarle, como se nos ordenaba por la circular del gobierno del General Las Heras creyendo que Vd. se uniría a nosotros para encabezar la oposición contra el gobierno de Buenos Aires”.

Me viene Vd. ahora recomendando a su familia, como si yo necesitase de sus recomendaciones para haberla considerado como lo he hecho; agregando en dicha su carta, las consideraciones que dice prestó a la mía en San Juan, así como a mi señora madre en Los Llanos, pero sin acordarse de la pesada cadena que hizo arrastrar a dicha mi anciana madre en La Rioja, ni de que mi familia fue desterrada a Coquimbo o Copiapó por sólo libertarla de los tormentos que Vd. le preparaba en La Rioja, para cuyo solo efecto la había reclamado del gobierno de San Juan, quien por solo salvarla de las tropelías que Vd. le preparaba, se vio precisado a alejarla”.

Batalla de la Ciudadela – parte 2

Facundo no tiene más contemplaciones, ni quiere tener ningún trato con los unitarios. A sangre y fuego hay que tratarlos, y la guerra ya nomás, debe ser sin cuartel. Todo ataque ha de iniciarse con el toque de “a degüello”. ¿Quieren rigor? Lo tendrán.

En la madrugada inicia la marcha al frente de su ejército de 4.000 hombres bien armados y mejor disciplinados. En cuanto al general Acha, el entregador Acha, el traidor Acha y el asesino Acha, como con tal repetición lo nombra, en cuanto se lo tome habrá que pasarlo por las armas.

Lamadrid espera a Facundo en la Ciudadela, en las puertas de la ciudad de Tucumán. El 4 de noviembre se avistan los dos ejércitos. Algunas partidas se tirotean. El valiente capitán Soria persigue a una partida de Lamadrid, ésta se “pierde” en un monte de arbustos; Soria detiene la persecución.
Llamado frente a Facundo se explica: paró porque no pudo penetrar entre los árboles. ¿Y cómo pudo penetrar la partida perseguida? “Comandante Argañaraz: fusile a este capitán delante de la tropa”. El rigor no se debe emplear solamente con los enemigos.

Formada la tropa en orden de batalla, Facundo lanza su proclama: Soldados, no hay otro punto de reunión que el campo de batalla. Allí nos debemos encontrar todos ¡todos! De pie o caídos, vencedores o muertos.
Momentos después la artillería de Lamadrid dirigida por el notable artillero Arengreen, comienza a vomitar fuego. En ambos campos redoblan los tambores, hiende el aire las notas de los clarines tocando “al ataque” y “a degüello”, y ocho mil hombres armados se ponen en movimiento.
Las alas de caballería, de uno y otro bando, respingan, se abren, y los cascos golpean furiosamente la tierra como si las castigaran.
El comandante Angel Vicente Peñaloza, seguido de sus gauchos, repite sus hazañas de enlazar a todo galope los cañones enemigos y llevarlos a la rastra hasta su campo, lo que obliga a Arengreen a poner guardias de infantería en cada batería. Facundo y Lamadrid son dos titanes, imposibles de aventajar en valor, ganando la delantera a sus propios escuadrones, con lanza el uno y sable el otro, y abriendo claros terribles a su alrededor.
El valiente y temerario Pantaleón Argañaraz se une con Prudencio Torres y acometen hasta junto mismo a Lamadrid, que ya tiene tres heridas graves. El coronel Ruiz Huidobro, ya no es el elegante oficial de pañuelo perfumado y manos pulidas, sino que es un terrible sableador, aventajando a todos los de su División en el peligro.

Aleccionado por lo que había ocurrido en La Tablada, Facundo no sólo llevó numerosa infantería, sino que antes de iniciarse el combate, se dirigió con un trompa de órdenes hacia el campo enemigo, y ya en su peligrosa aproximación, inspeccionó directamente la formación de Lamadrid.
Cuando las balas picaban las patas mismas de su caballo, volvió grupas y dirigió los regimientos con exacta precisión hasta los puntos vitales del enemigo. A las dos horas de combatir, el ejército de Lamadrid perdió toda formación y comenzó a desbandarse. Sólo su jefe, rodeado de un fuerte escuadrón de caballería quedó haciendo frente en un costado del campo de batalla, mientras en su retaguardia, Barcala procuraba hacer pie firme con sus infantes. Todo fue inútil: la derrota lo destruyó todo.

Del encarnizamiento de la lucha daba muestras la gran cantidad de muertos y heridos. En algunos lugares del campo los cadáveres están encimados, entreverados los de los dos bandos. Los heridos dejan oír sus ayes, mientras unos se arrastran en busca de agua, de alivio, de una mano piadosa que los socorra. Allá, a lo lejos, se oyen aún tiroteos de partidas que no se entregan, galopes de caballos de jinetes que huyen, clarines que suenan con toques de victoria y redobles de tambores que dan desahogo al “tamborero”.

Facundo da las últimas órdenes para que se ponga todo en regla: se atienda a los heridos, improvisándose en carretas, tiendas, y en algunos ranchos, en la forma usual, entonces, se recogen las armas y se atiende la necesidad de la tropa. Al día siguiente Facundo se dirige a la ciudad, donde tiene muchos amigos, por sus vinculaciones comerciales y por haber concurrido allí numerosas veces.

Batalla de la Ciudadela – parte 1


El 10 de mayo de 1831, un certero tiro de bolas del soldado Ceballos, de las tropas santafecinas de Estanislao López, convierte en prisionero al general Paz. Los chasques cruzan las pampas con la rapidez del rayo llevando tan extraordinaria noticia. La táctica militar ha caído vencida por la habilidad gaucha. Rosas se impone de tan fausta nueva en Pavón, mientras vigila el adiestramiento de sus tropas; Facundo se entera en Mendoza. Los emigrados de Montevideo reciben la noticia con estupor; pero si bien se desalientan al principio, pronto se reaniman; les sobran generales valientes, pero no tenían uno solo con cabeza, que era lo que en grado eminente tenía Paz. Los hechos posteriores lo probarían.

Quiroga no se alegra de la prisión de Paz: lo priva del gusto del desquite de Tablada, ya que Oncativo no fue batalla, sino sorpresa con mucho de traición. Con todo, hay que terminar con el ejército unitario que está todavía con las armas en las manos en las provincias del norte. Comunica a Rosas y a López su decisión de ir a buscar a Lamadrid que has sucedido en el mando a Paz.
El jefe unitario ha instalado sus cuarteles en Tucumán, y allá va el general Quiroga, que ha pacificado las provincias de Cuyo, Salta y Catamarca.

No lleva ahora la pequeña División con que salió para la campaña de Cuyo, sino un ejército de las tres armas con regimientos bien disciplinados como el de Auxiliares, Defensores de la Libertad y Los Andes.
Lleva buena artillería, numerosa infantería y jefes prestigiosos como su primo don Pantaleón Argañaraz, don Faustino Beatriz Soria, don Manuel del Castillo, don Nazario Benavidez y don Martín Yanzón, además del coronel Ruiz Huidobro y el comandante don Prudencio Torres.

El general Lamadrid, en cambio, víctima de su carácter alocado y arbitrario sufre la deserción de sus mejores jefes, como Deheza, que aspiraba al mando supremo del ejército, de Pedernera y de su gran enemigo el ex gobernador don Javier López que defecciona en el primer combate. Tan alocado es Lamadrid que ha escrito a Facundo, el 21 de marzo de 1831 –estando a las órdenes de Paz- proponiéndole aliarse contra Estanislao López. Además, no puede entenderse con el general don Rudecindo Alvarado, verdadero jefe legal de las fuerzas unitarias.
Y así, mientras el ejército de Lamadrid se disloca, Facundo avanza sobre Tucumán a marchas forzadas. Pero Alvarado y Lamadrid, cada cual por su lado, sin orden ni concierto, procuran evitar la lucha, apelando al recurso de escribir cartas proponiendo treguas y hasta la paz.

Inclinado siempre a la conciliación, el general Quiroga detiene su marcha. Las negociaciones se entablan seriamente con el general Alvarado, y en principio tienen éxito. Facundo envía al campamento del jefe unitario de los Barrialitos a su agente Latorre. Y así se firma. El 19 de setiembre de 1831, un armisticio por 15 días.

Ya la concordia tan anhelada parece un hecho. Facundo escribe sobre tan feliz suceso a Estanislao López y a Rosas, congratulándose de lo que él califica de triunfo. Pero cuando más entusiasmado está Facundo con el acontecimiento, llega hasta él un chasque de La Rioja anunciándole que el general Acha –el que con el comandante Escribano el año 1828 entregaron a Lavalle el coronel Dorrego- había invadido aquella provincia en son de guerra. Quiroga, Ibarra y López protestan ante Alvarado, quien ignora, en realidad lo que ocurre. Pocos días después, Quiroga recibe otro chasque anunciándole que Acha ha tomado prisionero al capitán Juan de Dios Melián, ayudante de Facundo, y lo ha fusilado sin forma alguna de proceso. Luego se completa la información, con Melián han sido fusilados los ocho soldados que lo acompañaban.

viernes, 15 de julio de 2011

MUERTE DE YRIGOYEN

La muerte de Yrigoyen - parte 3


Al otro día se hizo presente el ministro Leopoldo Melo. Pretendía presentar las condolencias del gobierno. Melo alguna vez fue radical. O por lo menos eso fue lo que dijo. Alguna vez dijo compartir el ideario yrigoyenista. Eso sucedió hace muchos años. En ese momento era el colaborador de Justo. Melo llegó a la casa, pero no lo dejan pasar. La familia de Yrigoyen rechazó las condolencias oficiales. Melo se retiró acompañado por silbidos e insultos.

Una delegación de la juventud radical se hizo presente para pedirle a los dirigentes que el velorio se haga en Plaza de Mayo. No la escucharon. La conducción del radicalismo se había reunido en un comité del centro y ha organizado los detalles de la ceremonia fúnebre. Yrigoyen sería velado en su casa durante tres días. Delegaciones de todo el país llegaron a Buenos Aires. Desde Córdoba, el estanciero Barón Biza alquiló un tren para que los correligionarios viajen a la capital. El tren saldría envuelto en banderas radicales. A los costados de la locomotora se distinguía un retrato de don Hipólito y un escudo de la UCR.

El gobierno de Justo insiste en ningunear al jefe del radicalismo. No hay feriado y tampoco reconocimientos a la investidura. El diario La Prensa habló de la muerte del ex comisario de Balvanera. Ni una palabra sobre el presidente. Alfredo Palacios fue uno de los pocos políticos no radicales que le rindió homenaje. "'Fue un gran ciudadano, cuya honradez y austeridad pueden constituir un ejemplo" Palabras formales, pero justas.

El jueves 6 de julio el ataúd sería trasladado a la Recoleta. A las dos de la tarde el coche fúnebre y los carros ceremoniales estacionaron frente a la casa de calle Sarmiento. Un escuadrón del regimiento de Granaderos se hizo presente, pero la animosidad del público contra todo lo que provenga del gobierno era muy alta. Finalmente se retiraron.

El ataúd salió a la calle. Estaban a punto de subirlo a la carroza, pero el clamor de la multitud lo impidió: "A pulso, a pulso, a pulso..." gritaron. Los hombres querían honrar a don Hipólito llevándolo con sus brazos. El traslado desde la casa hasta Recoleta duró más de cuatro horas. Lo acompañaron más de 200.000 personas. Nunca antes Buenos Aires había visto una multitud semejante. Allí estaban todos. Los dirigentes, los punteros, los caudillos, los compadritos de las orillas, los vecinos de Buenos Aires que tres años antes salieron a la calle pidiendo su derrocamiento.

El gobierno nacional anuncia que sancionará a los empleados públicos que no trabajen ese día. La ausencia en las oficinas será altísima. Dos empleados se columpian de un farol. Son jóvenes y sonríen con insolencia. Uno de ellos le dice a los periodistas: "'Mirá viejo...y ustedes decían que lo queríamos por interés, por los puestos públicos..."

Nadie quiere estar ausente. El amor, la culpa, el respeto iluminan el rostro de esos hombres y mujeres que acompañan al caudillo en su último viaje. También la rabia. En las ventanas del Congreso un grupo de legisladores conservadores contempla el paso del cortejo. Desde la calle les gritan que se descubran. Uno de ellos lo hace, pero los otros ajustan más sus sombreros. Los silbidos son ensordecedores. Luego vienen las piedras.

Como a las siete de la tarde llegaron a la Recoleta. Las crónicas dirán que hubo más de diez heridos y el número de desmayos superó el centenar. El ataúd fue depositado en el Panteón de los Revolucionarios del Noventa. La plana mayor del radicalismo lo despidió. Hablaron Pueyrredón, Noel, Antille, Santander y Sabattini. Oyhanarte había regresado del exilio para estar presente. Sabía que a la salida del cementerio lo esperaba la cárcel, pero no quiso faltar a la cita. Alvear se descubrió y habló. Era el heredero del radicalismo. Yrigoyen les había pedido a sus correligionarios que lo sigan. "'No puedo callar la emoción, la profunda melancolía personal al ver partir al amigo que aprendí a querer y admirar durante cuarenta años" dijo. Ricardo Rojas ha improvisado una oración: "'Sus enemigos han estado años mordiéndolo con saña y aún no saben que mordieron bronce", concluye.

Rogelio Alaniz

jueves, 14 de julio de 2011

La muerte de Yrigoyen - parte 2


En diciembre de 1932 la policía lo detuvo y lo acusó de terrorista. Las gestiones políticas permitieron liberarlo. En enero de 1933 llegó a Buenos Aires. En el puerto pocos prestaron atención a ese hombre de mirada severa, de chambergo, chalina y bastón y vestido de riguroso traje gris. Lo acompañaban su hija Elena y su secretaria Isabel Menéndez. Desde el puerto se trasladó a su casa de Sarmiento 844.

El 5 de abril se embarcó para Montevideo. Allí iba a estar casi tres semanas. Hacía más de cuarenta años que no pisaba tierra oriental. Lo había hecho después de la revolución radical de 1893. Ahora, como antes, llegaba a Montevideo como un perseguido. En realidad nunca fue amigo de los viajes. A diferencia de muchos de los hombres de su generación, jamás había viajado a Europa. Tampoco se interesó por hacerlo.

En la ciudad oriental lo iban a visitar los principales dirigentes del Partido Blanco. Conversaron con él Eduardo Víctor Haedo y Luis Alberto Herrera. En Montevideo, Yrigoyen lee los diarios, almuerza con sus amigos, pasea por la ciudad y descansa. En la última semana de abril le avisaron de la muerte de su hermana Marcelina. Prepararon el equipaje y regresaron a Buenos Aires. Sería su último viaje.

Los meses de mayo y junio transcurrieron sin grandes novedades. De vez en cuando paseaba en coche por la ciudad. A veces algún vecino lo reconocía y se acercaba a saludarlo. Le respondía con un gesto o llevando la mano al sombrero. Yrigoyen no podía con su genio y recibió a los correligionarios. Dialogaba con ellos, sugería estrategias y escuchaba opiniones. No intervenía como antes en las decisiones partidarias, pero estaba al tanto de todo. Sus incondicionales le informaban hasta los detalles que sacudían la vida interna de la UCR. A cada uno de sus visitantes le insistía en la necesidad de trabajar por la unidad del partido.

Para los primeros días de junio ya no podía levantarse. Los amigos y los médicos le dicen que es una indisposición pasajera, pero Yrigoyen no se engaña. "Siento que me voy" le dice a su amigo Betancour. Dos correligionarios lo visitaron para informarle sobre una conspiración. La respuesta de Yrigoyen sería de alguna manera su testamento político: "'No quiero una gota de sangre, pero quiero la unión de la UCR".

Una multitud rodeaba la casa de calle Sarmiento. Los curiosos se agolpaban en la calle y en las veredas. Se han metido en la casa, están en el recibidor, en las escaleras. El dolor, el asombro, se retrataba en los rostros de todos. "Se ha extinguido la vida de nuestro jefe" había dicho el comisario Betancour con lágrimas en los ojos y se ha abrazado con Alvear. Tamborini ha salido al balcón y se ha dirigido a la multitud: "Ciudadanos, descubrirse". Después todos han cantado el Himno Nacional.


Rogelio Alaniz

La muerte de Yrigoyen - parte 1

Murió el 3 de julio de 1933. Fue un lunes y lloviznaba. Elpidio González le preguntó la hora a Alvear y el patricio sacó su reloj, lo miró y dijo: son las 19.21. Yrigoyen tenía más de ochenta años y había sido dos veces presidente de la República Argentina. No murió de golpe. Fiel a su estilo, se tomó su tiempo. Se fue apagando despacio y controló la situación casi hasta el final. Su cuarto era austero como austera era su casa. Según Ramos Mejía, "es más el lugar de penitencia de un monje laico que la mansión de un poderoso".

Cuatro médicos estuvieron en su cabecera: Izzo, Escudero, Meabe y Tobías. También lo acompañaron sus correligionarios más cercanos: Alvear, Pueyrredón y González. A su lado estuvo su amigo el comisario Fernando Betancour, que fue conservador hasta que lo conoció a Yrigoyen. En un rincón, en silencio, estaba Vicente Scarlatto, para algunos el confidente político de un hombre poco dado a las confidencias.

Nunca fue un católico practicante, pero aceptó que un fraile dominico -Álvaro Álvarez y Sánchez- lo confesara. Tampoco se opuso a que monseñor De Andrea rezara una oración en su nombre. Arregló sus cuentas con Dios con la misma discreción y reserva con que había arreglado sus cuentas con la vida.

También se preocupó por arreglar las diferencias con su familia. Con su hijo Eduardo estaban distanciados desde hacía por lo menos veinte años. Nunca nadie supo los motivos de esas diferencias. En realidad, nadie nunca pudo acceder a la vida privada de Yrigoyen. El misterio envolvía su personalidad como un aura o como una capa. Pero una semana antes de su muerte, Eduardo Yrigoyen se hizo presente en el cuarto de su padre. En esos días también llegó su hija Sara. Su otra hija, Elena, lo acompañaba desde hacía meses.

Los golpistas del 6 de setiembre de 1930 no le ahorraron ninguna humillación a don Hipólito. La detención en la isla Martín García, los agravios en la prensa cortesana, las investigaciones, la autorización para que la chusma asaltara su casa de calle Brasil. Sin embargo, para fines de 1932 la popularidad de Yrigoyen entre las clases populares volvía a ser grande. Los mismos que habían mirado con indiferencia o complicidad los preparativos del golpe de Estado, los mismos que se habían burlado del César octogenario o del caudillo senil y déspota, parecían hacerse cargo de su error. Los rigores de la dictadura de Uriburu, las persecuciones políticas y los planes de ajuste habían cumplido su tarea pedagógica.


Rogelio Alaniz

domingo, 10 de julio de 2011

“Hijos de un país cosmopolita”



En 1825 la denominación de Provincias Unidas de América del Sur se suplanta por el de Provincias Unidas del Río de la Plata. La Constitución de 1826 instaura el nombre de Nación Argentina.

El ensayista, diplomático y viajero Manuel Ugarte (1878-1951), sistemáticamente silenciado por la historia oficial, escribe en “La bandera y el himno”, artículo publicado en 1916:

“Somos hijos de un país cosmopolita, donde la nacionalidad se viene acumulando con ayuda de aportes disímiles, y a veces contradictorios, que exigen un especial esfuerzo de aglomeración. (.) Lo que aquí se impone antes que nada es difundir y afianzar el sentimiento nacionalista por medio del razonamiento, el color, el sonido, los recuerdos y cuanto concurre a mantener en el alma esa maravillosa emoción colectiva que se llama el patriotismo”.

Ugarte se refiere a patriotismo, no patrioterismo. Nacionalismo, no folklore gauchesco. Pertenencia, no exclusión. Más adelante, agrega:

“Lo que nuestra república cosmopolita y poco coherente exige, no es que se concrete la nacionalidad en un grupo dirigente, que en ciertos momentos ha estado lejos de ser la mejor expresión de nuestro conjunto, sino que se expanda y se difunda hasta invadir todos los cerebros y todos los corazones para amalgamarlos, no ya en un simple conglomerado material, sino en un conglomerado más complejo y más alto, que de a todos un punto de partida en el pasado y un punto de mira en el porvenir, sancionando la verdadera continuidad solidaria que ha sido el secreto de las más grandes fuerzas históricas”.

sábado, 9 de julio de 2011

Acta de la Emancipación



"En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel del Tucumán, a los nueve días del mes de julio de 1816...:

Nos, los representantes de las Provincias Unidas de Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside el universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y a los hombres todos del Globo la justicia que regla nuestros votos; declaramos solemnemente a la faz de la tierra que voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueran despojadas, e investirse del alto carácter de nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedar en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y plenos poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de las actuales circunstancias.

Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda, para su publicación, y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios, Francisco Narciso de Laprida, presidente, Mariano Boedo, vicepresidente..."

A continuación seguían las firmas de los diputados Darregueira, Acevedo, Sánchez de Bustamante, Aráoz, Gallo, Malabia, Colombres, Serrano, Rodríguez, Gorriti, Pérez Bulnes, Gascón, Rivera, Castro Barros, Thames, Maza, Paso, Sáenz, Medrano, Pacheco de Melo, Godoy Cruz, Uriarte, Sánchez de Loria, Salguero, Santa María de Oro y Anchorena.
Declaración Adicional

El 19 de julio se celebraron dos sesiones.

*-La primera fue pública y en ella se redactó y aprobó la fórmula del juramento que debían prestar los diputados.
*-La segunda sesión fue secreta. En ella, a pedido del diputado por Buenos Aires Pedro Medrano, se aceptó que a la Declaración de la Independencia se le introdujera una modificación en el párrafo referido a la emancipación. El nuevo párrafo quedó así: " ...una nación LIBRE e INDEPENDIENTE del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y de toda otra dominación extranjera... ".
La causa de esta declaración adicional se debía a un persistente rumor que decía que a espaldas de los diputados se estaba gestionando un protectorado portugués.

Congreso de Tucumán



Cuando Álvarez Thomas es designado director supremo, el Cabildo de Buenos Aires formó una Junta de Observaciones que debía reglamentar mediante un Estatuto, el funcionamiento del gobierno. Esta Junta ejercería poder legislativo y controlaría las acciones del director, al mismo tiempo autorizaba la convocatoria a un congreso constituyente a reunirse en la ciudad de Tucumán. Este congreso inauguró sus sesiones el 24 de marzo de 1816, en uno de los momentos más difíciles de la revolución : el absolutismo se imponía en Europa y los movimientos emancipadores americanos , desde México hasta Chile, eran sofocados por las tropas realistas. Solo el Río de la Plata mantenía su proceso revolucionario y continuaba con su gobierno americano.

Por otro lado los portugueses, una vez más, preparaban la invasión a la Banda Oriental. El Congreso se reunió en la casa de la señora Francisca Bazán de Laguna, ya los edificios públicos de la ciudad se hallaban el mal estado.

Tuvo carácter nacional, ya que se reunieron representantes de Jujuy, Salta, Tucumán, La Rioja, San Luis, Catamarca, Mendoza ,Santiago del Estero, San Juan, Buenos Aires ,Córdoba, Charcas, Cochabamba, Tupiza y Mizque. Todos comprendieron la necesidad de dejar de lado los conflictos internos y aunar esfuerzos para alcanzar los objetivos principales: dictar una “Constitución” y proclamar la “Independencia”.

Como primera medida se eligió un nuevo Director supremo: el diputado por la provincia de Salta ante el Congreso, Juan Martín de Pueyrredón (imagen) protagonista de la Reconquista de Buenos Aires ante las invasiones inglesas.

El 9 de julio de 1816 el congreso presidido por Francisco Laprida, abogado, y diputado por San Luis y como secretario Juan José Paso diputado por Bs.As. declaró la independencia. Se redacto un acta (cuyo original se ha perdido) que firmada por diputados ,que habían llegado a caballo, diligencias o carretas , por caminos en mal estado y durante largos días. (ver el Acta)



El Acta, redactada por José Maria Serrano, diputado por Charcas, decía:...”Nos los representantes de las Provincias Unidas de Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al eterno que preside el Universo, en nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos, protestando al Cielo. A las naciones y hombres todos del globo, la justicia que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de los que fueron despojados, e investirse del alto carácter de nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”...

El pueblo festejó alborozado e inclusive en la noche del 10 de julio se realizó un baile de gala. Fray José Cayetano Rodríguez, diputado por Buenos Aires, dirigió el diario oficial del congreso que daba cuenta del desarrollo del mismo, “El Redactor del Congreso de Tucumán”, con la colaboración del Dean Gregorio Funes

El 19 de julio se le agregó al acta que la emancipación sería de...”los reyes de España, sus sucesores, metrópoli y de toda otra dominación extranjera”..., lo que dejaba bien en claro que no existía ningún acuerdo con Portugal, que aspiraba a incorporar la Banda Oriental a su imperio.

El segundo objetivo del congreso, dictar una Constitución que organizara el estado, quedaría relegado .Se iniciaron discusiones sobre cual seria la forma de gobierno que adoptaría el estado :las alternativas eran república o monarquía constitucional (con división de poderes)

La propuesta monárquica se basaba en el retorno absolutista y facilitaría, entonces, la aceptación internacional . Algunos diputados proponían como monarcas a un descendiente de los Incas, otros buscaban algún representante de las diversas dinastías europeas. Sin embargo, la decisión sobre la forma de gobierno fue postergada.

Mientras el congreso permanecía en Tucumán, el Director Supremo se había establecido en la ciudad de Buenos Aires. Ante las dificultades que entrañaban las distancias, se decidió el traslado del Congreso a Buenos Aires, en marzo de 1817 a pesar de la resistencia pues había diputados que sugirieron llevar el congreso y el gobierno Córdoba para localizarlo en el centro del territorio.

Reinicia sus sesiones, tratando de organizar la administración: ordenar las finanzas públicas, para pagar los prestamos contraídos y regularizar el funcionamiento de las aduanas.,

El objetivo principal de Pueyrredón fue de apoyar et proyecto emancipador, a través de la realización de una expedición libertadora que partiendo de Cuyo liberara Chile y Perú y de esta manera se aseguraría la independencia de nuestro territorio. Esta expedición fié designada a San Martín a quien se nombra general en jefe.

El congreso resolvió elaborar una Constitución, que sancionó en 1819. Esta constitución redactada por una comisión, establecía un sistema de gobierno centralista, proclamaba los derechos de la Nación y de los particulares pero no se ocuparía de los gobiernos provinciales. Fue rechazada por las provincias. Este rechazo, junto a los enfrentamientos internos que se agudizaron y la guerra civil que se reanudó, provocó la renuncia del Director en julio de 1819. Fue el fin del Directorio y del congreso de Tucumán.

La independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata significó, ni más ni menos, que el país quedaba libre de toda dominación extranjera.


viernes, 8 de julio de 2011

Encuentran una carta inédita de Roberto Arlt

Una carta manuscrita inédita dirigida por el escritor argentino Roberto Arlt a Ricardo Güiraldes ha sido revelada en Lima por el peruano Jorge Zevallos-Quiñones. El hallazgo fue dado a conocer en un artículo publicado en el suplemento cultural El Dominical del diario limeño El Comercio. Según el artículo de Zevallos-Quiñones, la carta se escribió alrededor de 1926, el mismo año en que Arlt publicó su célebre novela El juguete rabioso. El autor de la nota indicó que su aparición en Lima "resulta un extraordinario hallazgo", ya que otras 16 cartas y 14 manuscritos de Arlt fueron donados al Instituto Iberoamericano de Berlín por la hija del autor, Mirta.

En la misiva ¿que, informó el investigador, está en la librería anticuaria limeña "Sur"¿ Arlt le agradece a Güiraldes el envío de su novela Don Segundo Sombra. "Aquél que la lea se sentirá inclinado a amarle y a retribuirle a usted de una manera u otra, con palabras o con hechos", escribe Arlt.

El investigador señala que la carta parece escrita por Silvio Astier, el "alter ego" de Arlt en El juguete rabioso.

"He aprendido el oficio de periodista y el de apuntador de descarga en el puerto. Con los dos oficios juntos puedo aspirar a morirme de cualquier cosa", acota el novelista en un fragmento de la carta que se publicó en el diario peruano.

El escritor confiesa, además, su estado de ánimo pesimista y la situación "cada día más triste y más sufrida" de su mujer, que está muy enferma. "Un buen día", dice el escritor, ella morirá y él estará "tranquilo".

Arlt murió de un ataque cardíaco en Buenos Aires el 26 de julio de 1942.


Barón Biza, el nombre de una maldición

De las historias que componen el anecdotario cordobés, la de Raúl Barón Biza, y por propiedad transitiva la de quienes formaron su circuito íntimo, parece ser la más extravagante. Como el mausoleo que el escritor construyó en 1935 para su primer amor, la aviadora Myriam Stefford –esa ala de avión incrustada en la llanura en el camino hacia Alta Gracia– su vida fue una parábola vertiginosa, un periplo que serpenteó entre los placeres y el padecimiento, el amor y el odio, la razón y los impulsos.

De esa historia plagada de cicatrices y excesos, habla Candelaria de la Sota en su primer libro, El escritor maldito (Vergara, 2007). Se trata de una investigación periodística que nació hace más de 15 años mientras la autora ayudaba a un profesor (Christian Ferrer, quien publicó también una biografía de Raúl Barón Biza en marzo de este año) a buscar las publicaciones del escritor: “Los libros eran difíciles de conseguir, por ser ediciones del propio autor que no habían sido reeditadas. Me pareció curioso, ya que al menos tres de sus obras (El derecho de matar, Punto final y Todo estaba sucio) se habían vendido muy bien. Descubrí entonces que la figura de Barón Biza estaba rodeada de un aura de misterio y me propuse investigarla”, explica De la Sota en diálogo con La Voz del Interior.

Extrañas coincidencias

Un dato llevó a otro y, hurgando en el pasado, la periodista se vio envuelta en una cadena de casualidades que ligaban su historia familiar con la de su objeto de estudio: “Encontré anécdotas que relacionaban a mi familia con Barón Biza y Clotilde Sabattini –segunda mujer del escritor–, quien militó en la Ucri y en el MID, junto a mi abuelo Arturo Zanichelli, que fue gobernador de Córdoba durante la presidencia de Arturo Frondizi, período en el cual Clotilde fue presidenta del Consejo Nacional de Educación. Desde ese momento, me volví una apasionada por Raúl Barón Biza y su historia”, explica la autora.

–¿Cómo fue el proceso de investigación y la selección de las fuentes?

–Comencé buscando los libros de Raúl Barón Biza en ferias, librerías y en bibliotecas de viejos y conocidos que tenían guardados ejemplares en sus casas. Paralelamente, busqué reconstruir su vida: conseguí datos en diarios y revistas. Luego, obtuve su partida de nacimiento y finalmente, el expediente judicial que se abrió a raíz de la agresión que cometió Barón Biza contra Clotilde Sabattini y el posterior suicidio del escritor. También recurrí al libro El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza –hijo del escritor –. En cuanto a las fuentes personales, fueron una tarea más compleja: de la familia de Barón Biza, sólo Andrea Sabattini (sobrina de Clotilde) accedió a hablar conmigo. Carlos, el hijo mayor del escritor no quiso saber nada del tema. Encontré en cambio mucha colaboración de gente de Alta Gracia, militantes del MID que recordaban el paso de Barón Biza por el radicalismo y hasta los comerciantes de las galerías subterráneas que él tenía debajo del Obelisco. Además, colegas apasionados por Barón Biza me ayudaron en la investigación: Pablo Cozzani, Pepe Frattini, Cristian Moreschi, por ejemplo.

La semilla en el desierto

En El escritor maldito, Barón Biza aparece como un excéntrico, un provocador, un sujeto acaso abyecto y separado de su contexto. Sin embargo, su sed de provocación y propensión al escándalo están en sintonía con una tendencia vanguardista vigente en la década de 1930, que involucraba a otros autores del panorama intelectual argentino. El libro de De La Sota, no obstante, hace foco en el marco político y social en el que se desarrolló la vida del autor.

–¿Por qué dejar de lado esos datos del contexto que, de alguna manera, podrían resignificar parte de la obra de Barón Biza?

–Resulta imposible tratar de incluir a Barón Biza entre los movimientos intelectuales y los grupos culturales de las distintas épocas en las que vivió, porque él no tenía ningún vínculo con ellos, incluso los despreciaba. Barón Biza nunca tuvo preocupación por pertenecer a la elite cultural e intelectual. Para él, sus libros no eran más que una herramienta para provocar a sus pares, a sus compañeros de clase. No buscaba con la escritura insertarse en ningún movimiento estético o intelectual de su época. Y de hecho, eso no ocurrió.

–En marzo de este año se publicó “Barón Biza”, un libro de Christian Ferrer que también aborda la vida de Raúl, y el mes pasado se editó en España “El desierto y su semilla”, la novela de Jorge Barón. ¿A qué creés que responde este interés por los Barón Biza?

–Cuando me enteré de que había salido el libro de Ferrer, me alegré mucho. Hacía años que yo sabía que Christian Ferrer tenía intenciones de escribir sobre Barón Biza, pero como en los últimos tiempos perdí el contacto con él, no sabía si finalmente había desistido o no. Creo que en algún momento la figura de Barón Biza debía ser rescatada del olvido, un olvido injustificado porque se trata de alguien que despertó grandes polémicas y produjo éxitos editoriales, independientemente de cómo se evalúe su obra literaria. Por otro lado, la reedición de El desierto y su semilla me parece lógica, es un libro apasionante, muy bien escrito, que se había agotado. De todas maneras, no sé si se puede establecer una relación directa entre el rescate de Raúl Barón Biza y la reedición de la obra de Jorge.

–Más allá de su excentricidad y del morbo que esta historia sea capaz de suscitar, ¿la vida de Raúl Barón Biza, una persona íntimamente ligada a los sectores de poder, puede servir como hilo conductor para entender las peripecias del devenir político y social del país?

–Una figura como Barón Biza, que transitó tantos caminos en distintos momentos políticos del país, nos permite mirar desde un ángulo diferente cómo evolucionaron los acontecimientos en los últimos 100 años. Su mirada sobre la sociedad era muy particular y creo que una recorrida sobre su vida puede servir para alumbrar una perspectiva particular sobre los distintos hechos políticos de la Argentina del siglo 20. De todas maneras, ese no es el objetivo principal de mi libro, sino más bien un efecto colateral.

Mara Balestrini
De nuestra Redacción
mbalestrini@lavozdelinterior.com.ar

miércoles, 6 de julio de 2011

La Provisión de Agua en Villa Urquiza

Inicialmente al ser una zona rural, fueron cavándose pozos hasta la primera napa.
Naturalmente que con el avance de los tiempos fueron apareciendo molinos de viento, característicos de la zona de quintas, donde también se comenzaron a utilizar “pozos australianos” hacia 1920.

Cuando se clausuró el cementerio del poblado, en Monroe y Miller, se pensó en perforar en la zona pozos, para obtener agua y luego colocar tanques capaces de almacenar el agua necesaria para los núcleos de Villa Catalinas, Mazzini, Ortúzar, Saavedra, entre otros. Se encargó de ello Obras Sanitarias.

En la calle Lugones (entonces Paris), se levanto una torre metálica y el municipio comenzó a tender las redes domiciliarias.
por muchos años el líquido vital usado en la villa, provino de tal excavación, que desde ya, llegaba a la segunda napa. Los planos de Buenos Aires de 1912 referidos a la provisión de agua, indican que por esa época se abastecía de tal líquido una superficie de casi 300 hectáreas.

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La Primera Plaza de Villa Urquiza


Como Villa Catalinas era un pueblo típico de esos que se fueron haciendo en torno de una estación de ferrocarril y de una iglesia, también tuvo su plaza, centro de reuniones, lugar de paseos y de esparcimiento infantil, cita obligada para nuevos afectos. Todavía no se veía –a un año de la fundación- un lugar previsto para la consolidada y necesaria plaza.
El 31 de octubre de 1891, Agrelo, en su nombre y en el del socio y pariente Seeber, dio el terreno para la plaza justamente enfrente de la iglesia a construirse.
La “Plaza Echeverría” se creó por Ordenanza Municipal, adjudicándole una superficie de 9.858 Mts. cuadrados y ubicándola entre las calles Bebedero (P.I.Rivera), Bauness, Nahuel Huapi y Capdevila. En el año 1905, la plaza se ensanchó y el Municipio adquirió para ello un lote a la Sucesión de Carlos Lavarino.
En 1908, a solicitud del vecindario, se logró que el Municipio remodelara completamente la plaza y que se colocaran artefactos para la iluminación con gas, así como una útil vereda de ladrillos.

La Señora Lolita aportaba este recuerdo: “De pronto –las niñas decidíamos que para una determinada fecha todas iríamos a caminar por la plaza vestidas con ropa de color rosado y... ¡Todas a coser! Y el domingo fijado, por la tarde, media docena de ellas aparecían con sus bellos vestidos, color rosado, para admiración de los jóvenes, novios o candidatos a serlo... Y si todo andaba bien, se organizaba algún baile en “El Edén” o “El Urquiza”, y acaso para el otro mes, todo se repetiría, pero en celeste, hermoso recuerdo de la Sra. Lolita Alvarez.

En 1913, llega el progreso a la plaza, se instalaron los primeros faroles a luz eléctrica.
En el lugar se realizaban varias veces por año animadas “quermeses” con fines benéficos.
En el centro de la Plaza “Echeverría”, y donde está el monumento al Gral. Urquiza, hubo inicialmente un mástil para izar la bandera nacional.

Hoy  se puede ver el importante monumento dedicado al vencedor de Caseros, General don Justo José de Urquiza, obra del escultor don Pablo Tosto.
El monumento esta realizado en granito Rosado, de Sierra Chica, tiene forma cúbica y esta adornado con un juego de agua, que representa los ríos Paraná y Uruguay, testigos de la iniciativa de Urquiza.
Como dato curioso diremos que parte de este monumento es hueco y que allí guardan sus herramientas los cuidadores de la plaza. En la plaza se han instalado juegos infantiles, una cancha de bochas, elementos para jugar al ajedrez, etc. Sigue siendo el centro de momentos de alegría y paz, característica de esa centenaria villa.


martes, 5 de julio de 2011

Av. Gral. Paz en fotos




El paso a paso de un proyecto histórico


En 1887, la ley N° 2.089, sancionada por el Congreso Nacional, fijó los límites de la Capital Federal, que incorporaba a los partidos de Flores y Belgrano. En esa norma se decidió que el contorno de la Ciudad debería contar con un bulevar de 100 metros de ancho, con dos franjas de seis metros por lado separadas por canteros centrales . Fue el primer antecedente de la General Paz.

Tras el proceso de expropiación de los terrenos necesarios, el 8 de junio de 1937 comenzó la construcción de la avenida-parque, un proyecto ideado por el ingeniero Pascual Palazzo. La obra fue inaugurada el 5 de julio de 1941. Originalmente, contaba con dos carriles centrales de hormigón para el tránsito rápido, y calles laterales para los frentistas, pero cuyo trazado no era continuo.

En la medida que la población de la Ciudad y alrededores fue creciendo, la General Paz empezó a quedar chica , sobre todo hacia fines de la década del 60, cuando ya había sido inaugurada la Panamericana. Por eso, a fines de esa década se empezaron diferentes obras, como la eliminación de la rotonda de Avenida de los Constituyentes, para agilizar el tránsito. Con estos cambios, la General Paz pasó a tener dos carriles por mano, más una calle exterior .

La última gran reforma se inició en 1994, durante el gobierno menemista. La concesionaria Autopistas del Sol (que cobra peaje en la Panamericana pero también tiene a su cargo el mantenimiento de la avenida), llevó adelante un plan por etapas para ensanchar a tres carriles centrales por mano más otros dos en las colectoras, junto con una iluminación total y la construcción de banquinas. La reforma estuvo terminada en setiembre de 2001, cuando se habilitaron cinco carriles hacia el Río de la Plata y cuatro hacia el Riachuelo.

Aunque lo parezca, la General Paz no es una autopista, sino una avenida rápida: entre el Riachuelo y la Panamericana, la velocidad máxima es de 80 km/h, que suben a 100 km/h entre Panamericana y Lugones. Además, en las colectoras las máximas son 40 km/h.

O tro dato: toda la General Paz, hasta el límite de la colectora del lado del GBA, depende de la Ciudad. Es, entonces, la avenida porteña más larga: Rivadavia la supera pero sólo si se suma su trazado en Provincia.



domingo, 3 de julio de 2011

El temperamento sanguíneo de los Ocampo

En la genealogía de Victoria Ocampo se mezclan la sangre de Prilidiano Pueyrredón, la de Juan Manuel de Rosas, la de los Aguirre, la de los Ocampo. Los Aguirre eran reservados, secos, capaces de soportar en silencio cualquier adversidad. La serenidad de su familia materna contrastaba con el temperamento sanguíneo de los Ocampo, que pasaban su existencia en un estado de trepidación crónica. Perdían la cabeza indistintamente frente a un sarampión, una tos convulsa o una indigestión tanto como ante una agonía, “con lágrimas atragantándolos por cualquier percance de orden sentimental” ( El Archipiélago, Victoria Ocampo). Los Ocampo estaban emparentados con José Hernández, el vehemente y genial escritor que se enfrentó a Sarmiento, y por lo tanto un héroe para mi familia antiunitaria.

La historia de la patria es para Victoria Ocampo menos un relato de manual que una saga familiar, y para sus padres y abuelos los enfrentamientos entre federales y unitarios eran tan políticos como domésticos. Durante la fiesta que celebraba la victoria de Caseros, el general Urquiza eligió para abrir el baile a Angélica Ocampo Regueira, futura abuela de Victoria, ya comprometida para casarse con su primo Manuel Ocampo. La fama de Urquiza por su afición a las damas fue motivo de cólera para Manuel, que hubiera preferido que se danzara la refalosa federal, en la que los bailarines no están obligados a tomarse de la mano, y no las cuadrillas. Pero dos de las Ocampo se casaron con descendientes de Urquiza, y a Rosas nunca dejaron de llamarlo “Juan Manuel” en el clan. Ellos eran los dueños de la patria... y ¿acaso su bisabuelo materno no aportó una fortuna al Cabildo de Buenos Aires para financiar la Revolución de Mayo? Podían abarcarlo todo.

Sobre la célebre tragedia de Felicitas Guerrero me atrae la versión de los Ocampo por tendenciosa, subjetiva, llena de simpatía por el asesino. Cuando Felicitas se casó con Martín de Álzaga en el año 1862, ella tenía dieciséis años y él, cincuenta y uno. La boda había sido dispuesta por los padres de Felicitas pese al disgusto de su hija. El prometido poseía setenta mil hectáreas y más de setenta millones de pesos. El hecho de que la novia tuviera una rara belleza no hace sino enmarañar más las cosas, porque sugiere que hubiera tenido más posibilidades de casarse enamorada.

En 1869 la joven tuvo que afrontar la muerte de su hijo de seis años, y luego la de un bebé recién nacido y la de su marido. El daguerrotipo que muestra su rostro no puede disimular, en la curva traviesa de una naricita respingada y unos labios que procuran permanecer serios, que el luto es guardado no tanto por el esposo perdido como por unas plegarias malignamente concedidas. Pero tenía veintiséis años, una belleza arrebatadora y la fortuna más importante de la República. De entre sus decenas de pretendientes, el más obstinado era Enrique Ocampo, hermano de la abuela Angélica, primo y cuñado del abuelo Manuel.

Una tarde Felicitas fue a recorrer su estancia La postrera y se perdió bajo una tormenta que arrancó ramas, tumbó árboles y oscureció en pocos minutos el cielo. Después de un rato de cabalgata entrevió, bajo los truenos, a un jinete cubierto por un poncho. “¿Dónde estamos?”, preguntó ella. “En mi estancia, que es la suya.” El gentil Samuel Sáenz Valiente la cobijó en el salón de su estancia, junto al fuego, mientras se secaban sus ropas. ¿Tenían alguna posibilidad de no enamorarse bajo el influjo de una escena tan romántica? Pocas semanas después estaban comprometidos.

Enrique Ocampo enloqueció de celos. Persiguió a Felicitas durante varios meses, y la amenazó con derramamientos de sangre si no accedía a su petición de matrimonio. La tarde del 29 de enero de 1872 llegó a su palacio de Barracas. Ella lo recibió en un saloncito mientras su primo Cristian Demaría, también enamorado suyo, se refugió en el comedor junto con el resto de la familia. Se escuchó una discusión acalorada y luego dos tiros. Al acudir, los hombres encontraron a Felicitas tirada en el suelo, ensangrentada, y a Enrique con un revólver en la mano y una expresión trastornada en el rostro. “El joven Demaría le quitó el revólver de la mano y le tiró dos tiros a Ocampo y allí en la misma pieza quedó muerto”, escribió Carlota Sáenz Valiente en una carta del 13 de febrero. Samuel, que recién llegaba, levantó a Felicitas y ella le pidió que no le quitaran del cuello el medallón con su retrato. Murió a la madrugada. El cadáver del asesino volvió en cupé a Buenos Aires: la abuela Angélica nunca olvidó el grito de su madre cuando vio la cara deshecha de su hijo. Al día siguiente los dos entierros se cruzaron en la Recoleta.

La justicia fue administrada, a puertas cerradas, por las dos familias. El informe oficial dictaminó que Enrique se había suicidado. Como para corroborar la teoría de Victoria sobre la naturaleza exaltada de los Ocampo, cuando la abuela Angélica le pedía que no se impacientara a causa del insomnio, el abuelo Manuel vociferaba: “¡Entonces, me joderé, carajo!”.