sábado, 23 de julio de 2011

Batalla de la Ciudadela – parte 4

General, hay algo más. Hallándose una noche en Buenos Aires varios generales reunidos, y entre ellos Juan Manuel de Rosas, en casa de don Braulio Costa, en la cual yo paraba, uno de ellos dijo que Vd. no había prestado jamás un servicio a la patria, y no pudiendo mi alma sufrir tal injusticia, les dije: ¿Cuál de Vds. fue el terror y espanto (en Bolivia) de los enemigos de nuestra independencia? ¿No fue el mismo que dicen Vds. no haber prestado un servicio a la patria? Dígase que ahora anda errante, que ha abrazado mala causa y que obra como el mayor de los malvados, pero no se le niegue que prestó servicios muy importantes en la guerra de nuestra independencia, ¡como ninguno de Vds. lo ha hecho! ¡Todos callaron y ninguno halló que contestarme”.

Pero aún hay algo más: cuando a consecuencia de la revolución de Brizuela en Los Llanos, cuando Vd. se marchaba para Córdoba, fue agarrado el pérfido descubridor de mis tapados, Carvallo, le encontraron en el bolsillo una esquela de Vd. en que le decía: “No me de Vd. cuenta del monto del último tapado sin antes haberme separado de doscientas a trescientas onzas, pues, yo de pura delicadeza no he tomado un solo peso de los dos anteriores, porque al fin esta cantidad que mando reservar ha de servir para todo cuanto se ofrezca, como sirve siempre cuando yo tengo para dar a los servidores de la patria”. Dicha su esquela no faltó entre mis jefes quien quisiera dar a la prensa en San Juan, y no quise yo permitirlo, a pesar de no haber entregado Vd. sino cuarenta y tantos mil pesos de los noventa y tres mil que se me extrajeron de Los Llanos; de que infiero que Vd. “por pura delicadeza” se sorbió la mayor parte….. ¡Bien que también estoy persuadido que los confidentes que Vd. tuvo se quedaron con la mayor parte por la ninguna precaución que Vd. tuvo en ese negocio.

Su familia, sin embargo, ha sido despachada a reunirse con Vd., por haberlo ella solicitado, desdeñando los ofrecimientos que le hice.

¡Adiós, General, hasta que nos podamos juntar para que uno de los dos desaparezca, porque esta es la resolución inalterable de su enemigo. Juan Facundo Quiroga”.

Carta serena y altiva al mismo tiempo, expresión varonil e hidalga de Facundo. Allá el sableador famoso quedaría, rumbo a Chile, repitiendo estos conceptos y esta acusación del caudillo riojano. Más tarde en cartas a Facundo, él tratará de justificarse y negar los cargos, pero los testigos son muchos en su contra, y nunca en su vida volverá a mentar el asunto. Representante del llamado partido de la ilustración y de la civilización, se ha portado como un vándalo en la provincia conquistada, y ahora, sobre derrotado en el campo de batalla, debe esconder el rubor de su felonía echada en cara por el que ellos tildan de representante de la barbarie.




General Juan Facundo Quiroga (1788-1835)







De Paoli, Pedro – Facundo – Ed. Plus Ultra, Buenos Aires (1973).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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