miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Libertador era hijo de una indígena y de Diego de Alvear – Parte 1



Desde hace algunos años, existe otra versión sobre la filiación del General José de San Martín.
El investigador Chumbita afirma tener documentos según los que, en realidad, el Libertador habría sido dado en adopción a Juan San Martín por Don Diego de Alvear, un prohombre español de fluidas relaciones con las jerarquías eclesiásticas, que había tenido un desliz con una indígena durante un tramo de su misión en América.

Un documento revelador

Una de las hijas de Carlos María de Alvear, llamada Joaquina, escribió en su diario personal la condición de sobrina de San Martín, por ser éste hijo de Don Diego y “una indígena correntina”. La anotación es del 23 de enero de 1877, 27 años después de la muerte del Prócer.
El General José de San Martín fue, en vida, un celoso custodio de sus secretos: sentía que todas las informaciones que pudiese dar sobre su vida privada afectarían su imagen pública que, sabía, era por entonces objeto de controversias. Varios historiadores sostienen que cuando Mitre dejó fija la historia, optó por el recurso de ignorar aquellos datos que le molestaban. Y que en algunos casos en los que tuvo acceso a documentación de primera mano, destruyó las pruebas de aquellos hechos que desentonaban con su idea de la historia de la patria.
El General San Martín era mestizo
El historiador Chumbita aclara que, en el Buenos Aires inmediatamente posterior a la Revolución de Mayo era “un secreto a voces” el carácter mestizo del futuro Libertador, que había llegado de España en 1812. Juan Bautista Alberdi trazó en 1843 el siguiente retrato, al visitar al prócer, retirado ya de la vida política en una casa de París: “Yo lo creía un indígena, como tantas veces me lo habían pintado, y no era más que un hombre de color moreno”. San Martín mismo, en un discurso ante los pehuenches, en 1816, dijo, sencillamente: “Yo también soy aborigen”. García Hamilton afirma en su libro que las familias patricias argentinas desmerecían a San Martín cuando era un recién llegado, porque estaban al tanto de su origen plebeyo. Le decían “El Cholo” y “El Tape”. Su suegra, la madre de la joven Remedios de Escalada, directamente hablaba de él como “el plebeyo” o “el soldadote”. Sin embargo, eso no tenía relación alguna con los modales de José Francisco, que era una persona culta, refinada y provenía de una educación esmerada en Europa. 

martes, 29 de septiembre de 2015

El Libertador era hijo de una indígena y de Diego de Alvear – Parte 2

Llega Diego de Alvear a Yapeyú

Don Diego de Alvear llegó a las Colonias en 1774. Era de una familia de nobles de Burgos y un militar de carrera especializado en batallas navales. Cuatro años después de su arribo, fue designado por la Corona para dirigir una división encargada de ejecutar un tratado de límites de los ríos Paraná y Uruguay. En el territorio de lo que habían sido las misiones jesuíticas, tuvo al hijo que no podía reconocer, en un cruce interétnico prohibido por las leyes reales. Alvear le encomendó entonces la crianza a su amigo y subordinado, el teniente que gobernaba Yapeyú.

En 1780, Juan de San Martín tuvo un conflicto con los indígenas y dejó la gobernación. En 1783 todos viajaron a Europa, donde, según los nuevos aportes, Don Diego costearía la carrera militar del joven José. Habría, en medio de esta relación extraña, una tragedia; Don Diego perdería a su esposa, siete de sus ocho hijos legales, un sobrino y cuatro o cinco esclavos al ser atacado por navíos ingleses un barco en el que viajaban rumbo a España, en 1804. Desde entonces, la educación y el futuro del único hijo legítimo que le quedaba, Carlos de Alvear, y de aquel que nunca pudo reconocer legalmente pero ‘blanqueó’ ante su familia, José, habrían sido sus principales desvelos. Carlos no quería nada a aquel intruso, que terminaría por odiarlo, en hechos que afectarían de lleno a la patria en pañales.


Un carácter reservado

Las investigaciones realizadas por Chumbita y otros historiadores que mantienen esa tesis, creen que los datos obtenidos por ellos explican varias lagunas existentes en torno de su carácter, el tenor de sus decisiones y su visión del mundo. La condición de mestizo, la impostura en que fue obligado a vivir y la relación con su padre biológico fueron componentes decisivos de la personalidad y el rol que desempeñó San Martín. Supo en algún momento de su juventud la verdadera historia de su origen y eso explicaría su carácter reservado, a veces hermético, su temperamento bélico, los códigos de su silencio, sus decisiones difíciles de entender . Se lanzó desafiando al mundo de su padre y transformó la humillación personal en rebeldía política. Si es cierto que la mitad de su sangre fue guaraní.



domingo, 27 de septiembre de 2015

La invasión Jordanista




Combate de Puente de Nogoyá - 22 de diciembre de 1873

López Jordán se incorpora a la columna de del general oriental Caraballo y avanza rumbo a Rosario del Tala con 1.500 hombres salvados del desastre de Don Gonzalo. A cierta altura manda a Caraballo en dirección a Nogoyá mientras él se dirige a Gualeguay intentando reorganizarse y recoger armas, pero el 22 de diciembre son derrotados por Villar los 600 hombres que ocupaban el Puente de Nogoyá.

En este hecho el jefe federal reúne a sus hombres para imponerlos de la verdadera situación, llegando todos a la conclusión que convenía abandonar la provincia para ahorrarle nuevos sacrificios inútilmente: “No tenia con qué armar 500 hombres – dice el caudillo – no había recibido durante toda la campaña ni un solo alfiler ni un gramo de pólvora, y no podía, por consiguiente, continuar en la esperanza de recibir en adelante” (Aníbal S. Vázquez. op.cit.)

Enfila por lo tanto su caballo rumbo al oriente para cruzar el Uruguay por Cupalén, la noche del 24 al 25 de diciembre. El vapor Garibaldi le captura algunos hombres, entre otros José María Piedrabuena y José Eulogio “Chengo” Amarillo. Días más tarde se le unirán otros hombres que vadean el río a la altura de Gavirú.



sábado, 26 de septiembre de 2015

Los Márquez y la reconquista



En el frente de la construcción, un monolito recuerda: “De este hogar que fue la chacra de los Márquez, salió Santiago de Liniers el 9 de agosto de 1806 para reconquistar Buenos Aires; con él los gauchos de la sublevación de la campaña en las “Quarenta Leguas” realizada por Pueyrredón”.

http://quepasaweb.com.ar/la-chacra-los-marquez-una-historia-de-abandono/

martes, 15 de septiembre de 2015

El Derecho al Ocio y a la Expropiación Individual – Parte 2


Pero donde se agranda nuestro sufrimiento hasta adquirir caracteres trágicos, es al desentrañar la vergonzosa comedia de la falsa piedad que se desarrolla a nuestro derredor, mordiéndonos de rabia por nuestra impotencia y también por sentirnos un poco viles -vileza que es a veces justificada, pero que casi siempre no tiene justificación alguna frente a esta inicua y cínica hipocresía que nos hace pasar a nosotros, trabajadores, como los beneficiados, cuando somos los benefactores; que nos coloca en situación de mendigos a quienes se quita el hambre por misericordia, mientras, que en realidad somos nosotros los que damos de comer a todos los parásitos y les procuramos el bienestar de que gozan: que consumimos nuestras vidas entre los horrores de las privaciones, para saturar de goces las de ellos, para permitir sus expansiones, sus placeres, -su ocio,- teniendo conciencia del despojo a que se nos somete. 

Quiere prohibirsenos hasta el poder sonreír ante las maravillas de la naturaleza, porque se nos considera como instrumentos, nada más que como instrumentos para embellecer su vida parasitaria. Nos damos cuenta de toda la insensatez de nuestros afanes; sentimos lo trágico, mejor dicho lo ridículo de nuestra situación: imprecamos, maldecimos, nos sabemos locos y nos sentimos viles, pero todavía continuamos bajo la influencia (como cualquier mortal) del ambiente que nos circunda, que nos envuelve en una malla de frívolos deseos, de mezquinas ambiciones de “pobres cristos” que creen mejorar un poco sus condiciones materiales, intentando arrancar de entre los dientes de los lobos -de los que poseen y defienden la riqueza- una migaja de pan que no se consigue más que al elevado precio de nuestra carne y de nuestra sangre dejadas en los engranajes del mecanismo social. Y, a pesar nuestro, por necesidad o sugestión colectiva, nos dejamos arrastrar por el torbellino de la locura común.


Y rotas, en nosotros, las fuerzas que nos mantienen íntegros en nuestra conciencia que ve claro en las cosas y sabe que no lograremos nunca por este camino destrozar las cadenas que nos mantienen esclavos, porque no se destruye la autoridad colaborando con ella, ni se disminuye el poder ofensivo del capital ayudando a acumularlo con nuestro trabajo, con nuestra producción; rotas estas resistencias, decía, comenzamos a acelerar el paso y bien pronto veloz carrera, loca carrera sin sentido ni fin, que no nos conduce más que a soluciones transitorias, siempre vanas e inútiles.¿Qué decir? ¿Avidos de ganancia? ¿Sugestión del ambiente? ¿Insensatez? De todo un poco, aunque bien sabemos que con nuestro trabajo, bajo las condiciones del sistema capitalista, no resolveremos ningún problema esencial de nuestras vidas, salvo raros casos particulares y condiciones especiales.

viernes, 11 de septiembre de 2015

El hermano desconocido de San Martín que luchó y murió en Filipinas - Parte 3


En el año 1819, Antonio José de Escalada, el suegro de San Martín, viajó a Filipinas para visitar a uno de sus hermanos, Bernabé Antonio Escalada, quien tenía un cargo importante en esa Capitanía General (el archipiélago no tenía categoría de virreinato). Bernabé Escalada, que era abogado, también se dedicaba al comercio y amasó una importante fortuna con esa actividad antes de regresar a Buenos Aires.
En su visita, el padre de Remedios se entrevistó con su pariente político, Juan Fermín. Podemos imaginar que el hermano de San Martín aprovechó la presencia de Escalada para ponerse al día respecto a la vida y obra del Libertador. Al menos, de lo que su suegro podía contarle. Lo comprobado es que Juan Fermín le entregó una carta para su ya célebre hermano, que en ese momento estaba tratando de organizar la campaña al Perú y a punto de entrar en conflicto con los unitarios porteños.

Según Armando Puente, el último descendiente directo de Juan Fermín murió en 1945, justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial y cuando concluía la ocupación japonesa de Filipinas.
Ahora bien, en el año 2010, a raíz del Segundo Centenario de la Revolución de Mayo, el embajador argentino en Filipinas, Joaquín Otero, descubrió que había un busto de José de San Martín en una avenida de Manila. Cuando indagó sobre los motivos de este homenaje, supo que se trataba de un obsequio hecho por el general Juan Perón al enterarse de que un hermano del Libertador había muerto allí.
En declaraciones a TN, el 17 de agosto de 2012, el embajador Otero aseguró haber hablado con"la esposa del nieto de Juan Fermín". "Se llama Mildred San Martin", dijo. La mujer le dijo que su esposo había fallecido en 1998.
Armando Puente, quien ha incursionado en otros aspectos de la vida del Libertador, como sus años de exilio –es autor, entre otros, de Historia de una amistad: Alejandro Aguado y José de San Martín (Claridad, 2011)-, asegura que aún quedan cosas por investigar sobre los otros San Martín y, más concretamente, en Filipinas, sobre la trayectoria de Juan Fermín. Evidentemente, el tema de la línea sucesoria y la fecha exacta de la desaparición del linaje es una de ellas. El autor de Los hermanos de San Martín desconoce si alguien en Filipinas se ha abocado al tema.
El embajador Otero dijo en la nota citada: "Nosotros estamos contando quién era San Martín a los filipinos. Nos parece importante transmitir qué hizo San Martín para que se sepa más sobre Argentina, y que este conocimiento promueva el intercambio en varios niveles". En la foto, uno de los actos de homenaje al Libertador en el Bicentenario (2010).

Sin embargo, matizando lo que dice el diplomático, para la clase política filipina la presencia de un San Martín en su suelo no era algo desconocido.
En el año 1997, un histórico dirigente filipino, Raúl Sevilla Manglapus (1918-1999), que fue senador y secretario de Asuntos Exteriores, y que presidía la Internacional de Partidos de Centro (IDC, ex Internacional Demócrata Cristiana) llevó a los delegados argentinos a ese foro a visitar la tumba de Juan Fermín de San Martín y depositar allí una ofrenda floral. En la fotografía, Manglapus está sentado en el centro. De pie, Ricardo Romano, delegado del justicialismo en la IDC. Esto ocurría bajo la presidencia de Fidel Ramos (1992-1998), cuyo padre, como veremos más abajo, también está vinculado a esta historia.

El homenaje al hermano de San Martín en Manila tuvo lugar durante una reunión de ese importante foro plural de partidos de centro del cual el Partido Justicialista era miembro hasta que, inexplicablemente, el kirchnerismo lo retiró.
Por otra parte, el busto de San Martín en Manila demuestra que el dato era conocido también por el Estado argentino. En 1945, al concluir la segunda guerra y la ocupación japonesa, Narciso Ramos –padre de Fidel Ramos, quien, como se vio, llegó a la presidencia varias décadas después- fue el encargado de organizar el servicio exterior filipino y varias de sus embajadas, como la de EEUU y varios países latinoamericano, el nuestro entre ellos, fuela primera persona que indagó acerca de la presencia de Juan Fermín de San Martín en su país. Y en 1950, al cumplirse los 100 años de la muerte de José de San Martín, el entonces presidente Juan Domingo Perón decretó el "Año del Libertador General San Martín" y, entre otros muchos homenajes, envió un busto de San Martín a Manila.
El fallecido Raúl Manglapus, héroe de la resistencia anti-japonesa y uno de los líderes del partido Lakas-Unión Nacional de los Cristianos Demócratas, luego fusionado por iniciativa suya con una agrupación islámica, con el nombre de Lakas-Tao-Christian Muslim Democrats, conocía y honraba estos lazos de sangre entre Argentina y Filipinas




http://www.infobae.com/2015/01/15/1621145-el-hermano-desconocido-san-martin-que-lucho-y-murio-filipinas

El hermano desconocido de San Martín que luchó y murió en Filipinas - Parte 2



Desde Madrid, Armando Puente sintetizó para Infobae los datos que pudo recabar para reconstruir la trayectoria de este hermano del Libertador que vivió y murió en Filipinas que, recordemos, era una colonia española desde 1521, cuando fue reclamada para la Corona de España por Fernando de Magallanes en su truncada vuelta al mundo.

Todos los varones de la familia San Martín ingresaron al ejército español desde muy jóvenes, a los 13, 14 ó 15 años. Juan Fermín lo hizo como cadete en el Regimiento de Infantería Soriael 23 de septiembre de 1788, en el cual revistó durante 14 años. Luego pasó tres años en el Batallón Veterano Príncipe Fernando. Tras combatir en el continente, pasó a la Real Armada y se embarcó en enero de 1797 y participó en la batalla de San Vicente contra la flota inglesa. Luego, permaneció en Brest hasta 1801, con la escuadra española coaligada a la francesa. De regreso a España fue destinado al Escuadrón Húsares de Luzón, la más grande de las islas Filipinas, y donde se encuentra la capital, Manila. Allá fue nombrado sargento del regimiento de húsares y años después coronel, es decir que alcanzó el mismo grado que sus hermanos. En 1815, llegó a ser Comandante de Húsares del Regimiento Luzón.

Aunque permaneció la mayor parte del tiempo en Manila, en 1821 fue destinado a Mindanao, la segunda en tamaño de las islas del archipiélago. Estuvo un año entero a cargo del fuerte de Sanboanga (o Zamboanga) –entonces apenas una aldea, pero hoy una gran ciudad de casi un millón de habitantes-, que en tiempos coloniales era una plaza estratégica, por ser una de las dos puertas del estrecho de Joló, un paso cuyo control los españoles no podían perder. Sanboanga había sido fundada en 1635 como fortaleza militar española contra los moros que acechaban desde Borneo e Indonesia. Durante su estancia allí, Juan Fermín de San Martín tuvo que defender la plaza de una insurrección de sectores musulmanes en conflicto con la población indígena y las autoridades europeas, cuenta Armando Puente. Para esa tarea, dice, tenía bajo su mando una compañía de artillería y 4 de infantería, una de ellas conformada por tropa indígena.

En Manila, en el año 1813, Juan Fermín se había casado con Josefa Manuela Español de Alburu, hija de un militar español y de una mujer indígena. Con ella tuvo tres hijos, siendo el único San Martín en haber engendrado descendencia masculina.
La curiosidad natural lleva a preguntarse si Juan Fermín, viviendo a 20.000 kilómetros del escenario americano, y considerando la lentitud de los viajes y comunicaciones entre diferentes dominios españoles, estaría al tanto de las peripecias y hazañas de su hermano menor. Y, más en general, cuánto contacto hubo entre ellos en esos años.

Seguramente sí lo había, aunque con el correspondiente delay. Una carta entre Manila y Buenos Aires bien podía demorar un año. Pero Armando Puente aportó en su charla con Infobae un detalle singular.

En el año 1819, Antonio José de Escalada, el suegro de San Martín, viajó a Filipinas para visitar a uno de sus hermanos, Bernabé Antonio Escalada, quien tenía un cargo importante en esa Capitanía General (el archipiélago no tenía categoría de virreinato). Bernabé Escalada, que era abogado, también se dedicaba al comercio y amasó una importante fortuna con esa actividad antes de regresar a Buenos Aires.

El hermano desconocido de San Martín que luchó y murió en Filipinas - Parte 1



La visita del pontífice argentino al archipiélago asiático es una buena ocasión para recordar que un pariente de nuestro héroe nacional tiene su tumba en Manila. El homenaje de Perón y el orgullo filipino.

¿Un San Martín sepultado y honrado en los confines del mundo? Es una noticia que sorprende, tan poca ha sido la atención prestada por nuestros historiadores a muchos detalles de la vida del Libertador y, particularmente, de su familia. Existe una excepción, y es el libro Los hermanos de San Martín, publicado hace unos diez años. Su autor es Armando Rubén Puente, periodista, historiador y escritor argentino radicado en España desde hace muchos años.
Puente es tal vez el único historiador que se dedicó a estudiar la vida de los hermanos de San Martín. Volcó el resultado de sus investigaciones en el libro mencionado -ampliamente agotado-, que por fortuna se encuentra a la espera de una reedición. Allí describe la trayectoria de Juan Fermín Rafael, nacido en 1774, y por lo tanto cuatro años mayor que José Francisco. Este hermano de nuestro prócer fue destinado a Filipinas en 1805. Ya no regresaría a España. Murió en Manila el 17 julio de 1822, a los 48 años.

Recordemos que fueron cinco los hijos del matrimonio formado por el Capitán Juan de San Martín y Gregoria Matorras, ambos oriundos de la actual Castilla. Todos nacieron en tierra americana, en las antiguas misiones jesuíticas, donde el padre fue Teniente Gobernador y se desempeñó en la defensa de la frontera, permanentemente amenazada por las incursiones de los bandeirantes portugueses. María Elena (1771), la hija mayor y única mujer, y los dos primeros varones, Manuel Tadeo (1772) y Juan Fermín (1774), nacieron en Calera de Vacas, actual territorio uruguayo, mientras que los dos menores, Justo Rufino (1776) y José Francisco(1778), en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes. Toda la familia regresó a España en 1784. No se conocen retratos de todos los hermanos de San Martín; sólo de Justo, de María Elena. También éste, del padre, Juan.


martes, 8 de septiembre de 2015

Civilizaciones precolombinas



Capítulo de la serie "Horizontes Ciencias Sociales", aparecida en canal Encuentro, emisión del Ministerio de Educación (Argentina). 

sábado, 5 de septiembre de 2015

La tuerca - Programa 1

Tita Merello



Vivió 98 intensos años. Transitó situaciones adversas, conoció el hambre y la fama. Su particular personalidad, su paso por el teatro, la música y el cine la convirtieron en la artista popular que el público adoptó. Recorremos su vida y trayectoria con testimonios de Mario Gallina, Oscar del Priore y de colegas, familiares y amigos.

jueves, 3 de septiembre de 2015

General José Rondeau – Parte 3

El más tarde general José María Paz -oficial del ejército del Norte- escribió que "Rondeau era un perfecto caballero, adornado de virtudes y prendas estimables como hombre privado pero de ninguna aptitud para el mando militar principalmente en circunstancias difíciles". 

También difunde que buena parte de los oficiales le llamaban "José Bueno" o "Mamita Rondeau" y que su "insignificancia personal" iba de la mano con "una refinada hipocresía". Hubo otros que no llegaron tan lejos, Aráoz de Lamadrid, escribió que si bien era un "jefe demasiado bondadoso, y hasta condescendiente con algunos, […] mas no por eso toleraba toda clase de excesos como Paz lo da a entender a cada paso". Mitre ha insistido en que "era un hombre de juicio recto, pero sin las luces de la inspiración, de porte grave y carácter algo apático, de alma serena, reconocido por todos como un patriota abnegado y virtuoso". No es otra la versión que recogerá Juan Zorrilla de San Martín: "Rondeau era un patriota, era un animoso capitán; pero era un conductor de soldados, no un conductor de hombres. Si tuvierais que modelar su estatua, os bastaría con plasmar la de un bizarro jefe impersonal, la de un noble uniforme."

En suma, es probable que su personalidad incluyera, en dosis no precisas, todos esos rasgos que hacían de su personaje borroso y manipulable una pieza nada despreciable en el ajedrez del poder.
Rondeau pasó la última parte de su vida en Montevideo ocupando cargos en los gobiernos de Rivera y Oribe. Durante la Guerra Grande, fiel a su tradición unitaria, participó en el bando de la Defensa. Murió el 18 de noviembre de 1844. Dos días antes había llamado a su ahijado, el joven oficial de artillería Bartolomé Mitre y le entregó su espada, "Vencedora en el Cerrito y derrotada con dignidad en Sipe-Sipe", le dijo.

Fue enterrado con honores en el Panteón Nacional. En 1891 Argentina solicitó la repatriación de sus restos, pero el gobierno de Julio Herrera y Obes se negó argumentando que sus cenizas debían permanecer en el suelo al que había servido como patria propia. Es probable que la posteridad haya sido avara con José Rondeau: un pueblo de la provincia de Buenos Aires, algunas calles y avenidas en Argentina y Uruguay, apenas un retrato que no lo favorece y una brevísima bibliografía que incluye sus escuetas memorias de 59 páginas y un "boceto biográfico" de 336 escrito por Jorge A. Ferrer, publicado discretamente en 1997.

Por Luciano Alvarez


General José Rondeau – Parte 2

Desde entonces tendría tantos cargos como fracasos. En su autobiografía escribe: "En el curso de mi carrera he obtenido cinco despachos de general de ejércitos de operaciones en distintas provincias y tres de comandante general de armas en diversos períodos..." 

También fue nombrado dos veces Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aunque la primera (1815) fue nominal y solo por un día, puesto que no se encontraba en Buenos Aires y la segunda (1819 - 1820) terminó abruptamente luego de la breve Batalla de Cepeda, cuando se abolió su cargo y aun el gobierno nacional. Pasó ocho años en discretos puestos hasta que, en 1828 la Asamblea General Constituyente y Legislativa del recién creado Estado Oriental le ofreció el puesto de Gobernador y Capitán General Provisorio. Una vez más Rondeau respondía a su perfil político: alternativa bonachona y provisoria, puesto que su nombramiento postergaba por un tiempo las pretensiones de Rivera y Lavalleja. De algún modo podría ser considerado nuestro primer presidente, por el breve lapso de un año y cuatro meses. 

Bartolomé Mitre dice que el general Rondeau era "un soldado de buena escuela". Pero lo cierto es que fue un derrotado sistemático. Nuestra Historia Patria lo recuerda como el vencedor del Cerrito (31 de diciembre de 1812), donde venció a su viejo amigo Vigodet, pero su campaña con el llamado ejército del Norte fue un rosario de desaciertos que incluye enemistarse con otro caudillo, el valiente coronel Martín Miguel de Güemes, a quien declaró traidor y desertor, y terminó con la derrota de Sipe-Sipe (noviembre de 1815), un desastre total que detuvo la revolución en las fronteras del Alto Perú.

Durante su efímero gobierno como Director general de las Provincias Unidas pretendió que José de San Martín trajera el Ejército de los Andes a luchar contra los federales y le propuso a Lecor, gobernador portugués de la Banda Oriental, que invadiera Entre Ríos y Corrientes. Pero todo terminó en Cepeda, cuando su ortodoxo planteo militar fue arrasado en diez minutos por los caudillos López y Ramírez. 

General José Rondeau – Parte 1



Hay protagonistas sigilosos que dejan su huella en la Historia. Son individuos astutos, pacientes y discretos -las eminencias grises- que ejercen su influencia detrás de los grandes personajes u organizaciones. En el extremo opuesto están quienes deslumbran con su presencia, protagonizan su tiempo y luego se apagan hasta perderse en las papeleras de la Historia. 

José Rondeau, que vivió 71 años, entre 1773 y 1844, no encaja en ninguno de estos caracteres, pero merecería un lugar en la rara categoría de los protagonistas de omnipresencia borrosa. Me excuso por la expresión, seguramente pretenciosa, pero es la única que se me ocurre y espero justificarla. Durante casi cuarenta años participó -con cierta nombradía- de todos los eventos políticos y militares del Río de la Plata, sin olvidar la guerra contra Napoleón en España. 



Nació en Buenos Aires, pero su familia se radicó en Montevideo cuando tenía 17 años. Era capitán del Regimiento de Blandengues durante las Invasiones Inglesas; cayó prisionero y fue enviado a Londres hasta 1808 cuando Gran Bretaña devolvió a España a todos los capturados en Montevideo, para combatir a los franceses. En 1810 fue destinado a Montevideo junto a otros 30 oficiales, pero desertó y pasó a Buenos Aires. La Junta revolucionaria de mayo le nombró jefe de operaciones en la Provincia Oriental. De los años siguientes, son bien conocidos sus enfrentamientos con Artigas, a nombre del gobierno de Buenos Aires. 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Apodos y sobrenombres - Parte 3

Muchos de los apodos precedentes tal vez resulten curiosos y hasta prácticamente desconocidos para la mayoría. Nos acordamos de otros personajes más de la Federación –y posterior a la misma- que fueron reconocidos por sus famosos sobrenombres:

• Ángel Vicente Peñaloza (general y caudillo federal oriundo de La Rioja): el “Chacho”. El pueblo de La Rioja capital lo recibió y aclamó, el 3 de marzo de 1862, como “Restaurador del Código de Mayo en el Norte” y como “Padre de los Pobres”.
• Felipe Varela (coronel y caudillo federal nacido en la provincia de Catamarca): el “Quijote de los Andes”.
• Gervasio Ortiz de Rozas (hermano del Restaurador de las Leyes): el “Cardo”.
• Manuel López (gobernador de la provincia de Córdoba durante el rosismo): “López Quebracho”.

• Juan Facundo Quiroga (brigadier general y federal riojano): el “Tigre de los Llanos” y
“Libertador de la República Argentina”, tal como le llamó la viuda de Manuel Dorrego, Ángela Baudrix.

• Manuel Oribe (brigadier general uruguayo, presidente de aquel país y aliado de Juan Manuel de Rosas): el “Defensor de las Leyes”.
• José Gabriel Brochero (cura benefactor de la provincia de Córdoba y del noroeste, amigo de montoneros federales como José de los Santos Guayama): el “Cura Gaucho”.
• Juan Manuel de Rosas: “Tatita”, de su hija Manuela Rosas Terrero, y “Gran Americano” por la prensa mundial luego de su heroica resistencia contra la escuadra anglo-francesa tras la Guerra del Paraná (1845-1846). Otros nombres fueron “Héroe del Desierto”, por su papel civilizador cuando la Campaña al Desierto de 1833-34, o sino “El Exterminador de la Anarquía”, de acuerdo a una tela que lo representa luchando contra una serpiente de siete cabezas.
• Manuela Rosas Terrero (hija de Juan Manuel de Rosas): la “Princesa de la Federación”. Alguna vez, el general edecán Manuel Corvalán exclamó que Manuelita era la “Segunda heroína de la Confederación Argentina”.

• Encarnación Ezcurra (esposa de Juan Manuel de Rosas): la “Heroína de la Federación”. Consumada la Revolución de los Restauradores, en octubre de 1833, Manuel Vicente Maza en carta al Restaurador le dirá que su esposa es la “Heroína del Siglo”.

• María Rosas de Baldéz (hermana de Rosas): la “Mama Mariquita”.
• Victoria Romero de Peñaloza (esposa del caudillo riojano, general Ángel Vicente Peñaloza): la “Chacha”.
• Estanislao López (brigadier general y gobernador de Santa Fe): “El Patriarca de la Federación”. Este sobrenombre, no obstante, le debió corresponder, por antonomasia, a Artigas.
• José Gervasio Artigas (general de la provincia de la Banda Oriental): “Protector de los Pueblos Libres” y “Padre del Federalismo Argentino”.
Don Salvador de la Colina, hombre de añeja prosapia catamarqueña unitaria, desliza en una obra suya de 1920 algunos apodos que recibieron los gauchos montoneros que acompañaron al general Peñaloza y al coronel Varela en sus periplos de lanzas y galopes. Así, nos menciona a un gaucho llamado Gabriel Martínez, vecino de la familia de la Colina, el cual era carnicero y mandaba un cuartel de Caballería; le apodaban “Machorca”. Fue el artífice de una revuelta federal en la provincia de La Rioja, el 2 de febrero de 1867. Y en otro tramo del libro, habla de un oficial de Ángel Vicente Peñaloza que llevaba por sobrenombre “Calaucha”, protagonista de una secuencia que lo tuvo a maltraer al tío de Salvador, don Felicísimo de la Colina, cuando el montonero entró, con caballo y sable, al patio de su casa para arrestarlo.
Durante la rebelión chachista, acontecida entre 1862 y 1863, aparece como uno de sus máximos representantes el gaucho José Carmona, quien tenía el alias de Potrillo. Otros dos gauchos montoneros que respondían a Peñaloza, hablamos de los hermanos Flavio y Pedro Pérez, eran llamados Los Perinos. Ambos, se levantaron en armas en el sur de Mendoza por abril de 1863. Por Caña Secarememoramos al puntano general Juan Saá, de extensas campañas a favor del federalismo cuyano.

Por Gabriel O. Turone



Apodos y sobrenombres - Parte 2


Apodos Federales

Veamos ahora los sobrenombres que tuvieron algunos de los más conspicuos funcionarios de la Confederación Argentina rosista, de acuerdo a una nota de León Benarós de 1968:

“Los apodos tuvieron y tienen un auge duradero en la política argentina. Constituyen, inclusive, un arma de combate, que utiliza el ridículo como regocijante perdigonada. Desde los primeros tiempos del periodismo porteño, ya existieron. Algunos han sido salvados por la historia. Un cronista anota los apodos siguientes: “El señor don Tomás Manuel de Anchorena era designado con el deTorquemada; don José María Rojas (y Patrón) con el de Zumaca; el doctor don Manuel Moreno con el de Don Oxide; don Pedro F. Cavia con el de Don Magnífico, etc.; el doctor don Felipe Arana con el de Campanillas y Batata; el doctor don Baldomero García con el de Mudo de los Patricios; don Nicolás Anchorena con el de Plata Blanca; el general Pacheco con el de Espuela; Rosas con el deAncafilú y Oribe con el de Ciriaco Alderete…”.

Agregamos, de paso, que el coronel Vicente González, máxima autoridad militar de la Guardia del Monte, era llamado graciosamente por Rosas como “Su Majestad Caranchísima”. Pero su sobrenombre más recordado fue “El Carancho del Monte”.

Otro mote del que no se ha hablado casi, es el que recibió el coronel Francisco Sosa, quien fue conocido por Pancho el Ñato. Participó durante la época federal en las zonas aledañas a la Guardia del Monte e hizo con Rosas la Campaña al Desierto de 1833/34. Menos conocido resulta el sobrenombre de Balija que le endilgaron al coronel federal Manuel Delgado; al menos, así lo señala en sus Memorias el general unitario José María Paz. El coronel Delgado fue edecán del Restaurador de las Leyes por 1831. 

Hay dos más: el periódico “La Gaceta Mercantil” del 1° de enero de 1842, le llamó al general Pascual Echagüe –a la sazón, gobernador de Entre Ríos- Benemérito Ilustre Restaurador. Y en las islas Malvinas, el gaucho Antonio del Rivero fue reconocido en medio de su alzamiento de agosto de 1833 con el raro apelativo de Antook.



Apodos y sobrenombres - Parte 1



La historia universal fue hecha por millares de hombres que, en tiempo y forma, han heredado un apodo o sobrenombre, sea por aclamación popular o por cuestiones meramente personales. Dentro de esta lógica natural, obviamente que no podían faltar los apodos de los dirigentes políticos nacionales que actuaron como federales y unitarios en el siglo XIX.

Casi no se hace alusión, en los prosistas del liberalismo, el apodo Don Bartolo con que se lo conocía a Mitre desde las páginas de la revista “Caras y Caretas”, allá por el 1900. Menos divulgado ha sido el apodo Zonzo que recibió el creador del diario “La Nación” por parte del jurista Dalmacio Vélez Sarsfield. Por su parte, Juan Bautista Alberdi en medio de sus polémicas interminables con Sarmiento, no dudará en llamarlo a éste Trabajador Improductivo y Estéril. En una carta, el gobernador Rosas señala al El Loco Sarmiento.

Si de los unitarios o colaboradores de ellos nos acordamos, difícil olvidar a la hermana del general Lavalle, Chepita, cuyo verdadero nombre era Josefa Lavalle de Sáenz Valiente. El salvaje unitario Alejandro Dumas también le llamaba Pepa Lavalle, y, ya anciana, sus familiares la trataban de Mamá Chepita.
Durante el famoso Sitio de Montevideo (1843-1851), el general colorado Melchor Pacheco y Obes fue uno de los que viajó a París, Francia, para buscar la ayuda y solidaridad de los franceses ante el asedio de la ciudad capital por parte de las tropas de Oribe y Rosas. A Pacheco y Obes le quedó el mote de Vinagre.

Por su fealdad y crueldad, el general Fructuoso Rivera fue denominado El Pardejón, y Don Frutos por parte de los indios guaraníes a los cuales, promediando la década de 1830, mandó asesinar o a exhibir en Europa como “rarezas” de nuestro continente. Entre los propios unitarios hubo infinidad de discordias cuando de “civilizar” al país se trataba. Así, Bartolomé Mitre le asignó el mote deWashington de Sudamérica al general Urquiza cuando éste, en réproba actitud timorata, no se jugaba por las montoneras federales o por apoyar a los unitarios que, con sus ejércitos de línea, los masacraban a aquéllos en el interior, colocándose por encima de las luchas internas.