jueves, 28 de marzo de 2013

Altar de las reliquias



El llamado “altar de las reliquias” de la Iglesia Nuestra Señora del Pilar contiene restos de San Pedro, San José, Santa Ana, San Joaquín, San Ignacio de Loyola, San Juan, San Víctor y San Urbano, entre varios otros. Fue entregado por el Rey Carlos III al fraile Francisco Altolaguirre, en 1777. El religioso está enterrado en el templo, debajo del altar mayor. Además ocupan un lugar de privilegio los restos de su hermano Martín, funcionario del Virreinato.


Las mil y una curiosidades de Buenos AiresEl libro de Diego M. Zigiotto. Conseguilo con descuento al 4371-0593.

martes, 26 de marzo de 2013

Recordando a los obreros de Astarsa


“Aquí secuestraron a los obreros navales de Astarsa. Memoria, Verdad y Justicia”, rezaba el cartel de 8 metros. “Exigimos ribera pública”, podía leerse al lado en otra pancarta. Los compañeros de los trabajadores asesinados y desaparecidos de esa empresa colocaron, además, treinta cascos amarillos con sus nombres sobre el muelle de lo que fueron los Astilleros Argentinos Río de la Plata SA (Astarsa), cerrados en 1996. Enterados de que el predio fue vendido y se construirá un barrio privado, reclaman la porción de terreno para preservar un espacio para la memoria.
“Mientras ese lugar no estuvo habitado, nos conformábamos con ir a la puerta, con nuestra música y antorchas, luego de las marchas, pero desde que supimos que lo van a usar los oligarcas se nos voló la cabeza y empezamos a ver la posibilidad de tener un lugar nuestro ahí, aunque sea un barrio cerrado”, confesó a Página/12 Carlos Morelli, ex obrero naval de Astarsa. Según su relato, fueron a ver al ex intendente de Tigre y actual jefe de Gabinete, Sergio Massa, que les dijo que iba a analizar la situación. “Buscamos más a fondo y descubrimos que el 14 por ciento del terreno que da a los canales, que son vías de navegación, pertenece al espacio público, no se puede construir. Son cinco hectáreas por donde entrábamos a trabajar y por donde se botaban los barcos (anguilera), queremos un pedazo de ese paseo para la memoria”, completó Morelli.
Esta pretensión es resistida por el municipio y por los dueños del predio, que cuenta con 32 hectáreas limitadas por la calle Luis Pereyra, las vías del Tren de la Costa, dependencias del Onave, el barrio Villa Garrote y el río Luján. Sin embargo, la iniciativa de los ex obreros navales y de la Comisión por la Verdad, la Justicia y la Memoria de Zona Norte (Cmvjzn) cuenta con la adhesión de la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense, las Madres de Plaza de Mayo y el Serpaj (Servicio de Paz y Justicia). “Una forma de que la gente conozca nuestro reclamo era hacer esta actividad, sobre la ribera que queremos”, dijo el ex obrero naval.
La Cmvjzn se fue nucleando en torno de los casos de los 24 trabajadores desaparecidos de ese sector, de los cuales 12 eran empleados de Astarsa.
Esa empresa llegó a ser el astillero privado más importante del país, con capitales de los dueños de la Ferretería Francesa y la familia Braun Menéndez. A principios de los ’70, cada botadura se cobraba la vida de uno o dos obreros navales. En mayo de 1973, tras la muerte del obrero José María Alesia, sus compañeros tomaron la empresa con retención de rehenes en reclamo de mejores condiciones de trabajo, exigiendo la conformación de una comisión de seguridad e higiene y la reincorporación de todos los despedidos desde 1965 por motivos políticos y gremiales. Así se dio la inédita experiencia, articulada con la universidad, en la prevención de accidentes laborales. Pero, en marzo de 1976, el Ejército detuvo a 60 obreros, en un operativo que contó con la colaboración de la patronal y del sindicato, según el relato de varios sobrevivientes. Lo que siguió fueron asesinatos y desapariciones de estos trabajadores navales, según Morelli, “en represalia por lo contundente de nuestra lucha.
Por Adriana Meyer

La Fragata Sarmiento



En 1900, la fragata Presidente Sarmiento fue recibida cálidamente en puertos de España. En respuesta a este hecho, el presidente Julio A. Roca dispuso que no se debían cantar más las estrofas del Himno Nacional que pudieran herir a los españoles. El 24 de mayo la colectividad organizó manifestaciones de agradecimiento, y se nombró España a la hasta entonces plaza De los inválidos, Caseros y Ramón Carrillo, Barracas.

El libro de Diego M. Zigiotto. Las mil y una curiosidades de Buenos Aires.
Conseguilo con descuento al 4371-0593.

Los Astilleros ASTARSA



En la década de 1920 se establecieron en Tigre, en el norte del conurbano bonaerense, las primeras instalaciones de la empresa que más adelante, en los años '40, sería Astilleros Argentinos Río de la Plata S.A. (ASTARSA) y que tenía por accionistas mayoritarios a la Sociedad Importadora y Exportadora de la Patagonia, propiedad de la familia Braun Menéndez, y Estraubou y Cía.

Desde fines de la década de 1950, una gran cantidad de empresas nacionales y extranjeras empezaron a concentrar sus inversiones en las provincias de Córdoba y Santa Fe y en el conurbano bonaerense. Las localidades de la zona norte y noroeste del gran Buenos Aires atrajeron una gran cantidad de estas inversiones.
Entre los establecimientos industriales de la zona norte que ocupaban a miles de trabajadores, podemos mencionar: Ford Motors Argentina, las metalúrgicas Corni y Del Carlo, la autopartista Wobron, el laboratorio Squibb, las empresas de alimentación Terrabussi, Matarazzo y Fanacoa, la editorial Abril, la textil La Hidrófila, cerámicos Lozadur y los astilleros ASTARSA, Mestrina, Forte y Acquamarine.
Un mundo cultural y social propio
ASTARSA era un referente para los trabajadores de Tigre, obtener un trabajo allí era visto como una promesa de estabilidad y posibilidad de ahorro. Sobre todo en el sector naval, el empleo de mano de obra era, en un elevado porcentaje, de personal calificado, por lo tanto, los salarios de ASTARSA constituían la media según la cual otros establecimientos de la zona fijaban los propios.

Por otro lado, la gran concentración de industrias y el hecho de que el grueso de los habitantes perteneciera a la clase trabajadora generó un mundo cultural y social propio, imprimiéndole a la zona de Tigre un carácter particular.
Barrios enteros se formaban en función de la proximidad a algún establecimiento que daba trabajo a sus habitantes, en las casas vecinas preparaban almuerzos para trabajadores de las fábricas que no tenían comedores, se abrían bares y lugares de esparcimiento. Se generaron lazos de ayuda y de confianza que, más adelante, en tiempos de conflictos, marcaron de manera fundamental las formas de solidaridad entre los trabajadores, sus familias, amigos y vecinos.
Condiciones de trabajo

El trabajo en ASTARSA era particularmente duro debido a las condiciones en las que se realizaba. El golpeteo incesante sobre metales y chapas producía un ruido ensordecedor y las emanaciones tóxicas de pinturas y material de soldadura generaban afecciones pulmonares de distinto grado de complejidad. Un soldador, por ejemplo, debía vestir ropas de cuero para protegerse de las chispas y trabajar en compartimientos estancos donde podían hacer más de cincuenta grados y se concentraban los gases de los sopletes.
Los accidentes eran frecuentes. Amputaciones, quemaduras, intoxicaciones y enfermedades respiratorias hacían que en cada jornada de trabajo se pusiera en riesgo la salud y la integridad física de los trabajadores. Ni la duración de la jornada de trabajo, ni el salario respondían a las condiciones de insalubridad en que se desarrollaba la actividad. Por el contrario, se daba la paradoja de que, para aumentar sus ingresos, los obreros hacían horas extras, aumentando el tiempo de exposición a esas malas condiciones en jornadas laborales que a veces alcanzaban las doce horas.




lunes, 25 de marzo de 2013

La reconquista de Jujuy



Poner en valor aquel hecho histórico que constituyó otro hito que reflejó el protagonismo de un pueblo.
Pablo Baca explicó que si bien la historiografía ha producido diversas versiones respecto de la fecha en la que habría ocurrido la reconquista de Jujuy, los datos ofrecidos por Ricardo Rojas son los que ofrecen mayor certeza y además pueden ser validados con documentación existente en el Archivo Histórico de la Provincia.
En efecto, Ricardo Rojas ha señalado que la reconquista de Jujuy se llevó a cabo el 21 de marzo de 1813. Toma para ello el acta que firmó Belgrano en esa fecha en el Cabildo de Jujuy.

"Las crónicas dicen que se luchó en las calles, hasta que completamente vencidos, los godos huyeron de Jujuy" afirmó Baca y apuntó que en un documento que existe en el Archivo Histórico de la provincia, Belgrano dejó constancia de este gran momento al trazar una línea al pie de la última acta del Cabildo adicto al Rey y escribir: "Aquí concluyó el Cabildo establecido por la Tiranía que fue repulsada, arrojada, aniquilada y destruida con la célebre y memorable victoria que obtuvieron las armas de la Patria el 20 de febrero de 1813, siendo el primer soldado de ellas Manuel Belgrano".

Precisó el legislador que otra versión ha sido ofrecida por Marcos Paz, quien ha referido que “el triunfo en campo de Castañares, el 20 de febrero de 1813, preludió la marcha para reconquistar a Jujuy, la ciudad mártir que era en esos momentos plaza fuerte en manos del coronel realista". Marcos Paz en ese mismo escrito expresó: “la impaciencia de las tropas jujeñas incorporadas al Escuadrón Decididos, Dragones y Cazadores, por liberar su ciudad; no otra cosa podía esperarse en sus ánimos estimulados por los recientes triunfos ¿Quién podría refrenar tan legítimos impulsos?, lo cierto es que las avanzadas jujeñas ya estaban a las puertas de la ciudad dos días luego de la batalla de Salta. El historiador Joaquín Carrillo -coincidiendo con Paz- afirmó que Jujuy fue reconquistada ya el 22 de febrero de aquel año, dos días después de Salta.

Nota al Leg. Pablo Baca.-

" RECONQUISTA DE JUJUY, 21 DE MARZO DE 1813 " gentileza de El Tribuno de Jujuy
Instituto Belgraniano de Tucumán

domingo, 24 de marzo de 2013

" Un 24 de marzo de..." – parte 2





                  En Europa, la revolución francesa había cuajado en la aparición de Napoleón Bonaparte y este a su vez, en su plan expansionista de Francia y de los modernos conceptos de la revolución,  había invadido España destronando al absolutista Fernando VII de Borbón  poniendo en su reemplazo a José  Bonaparte quien en una de sus primeras medidas ordenó la abolición de la Inquisición y una serie de medidas de claro corte liberal. Estas decisiones habían generado simpatías en importantes sectores intelectuales,  que no dudaron en adherir a la nueva monarquía bonapartista, y estos fueron los llamados “afrancesados”.

                En tanto en el Río de la Plata,  los bandos denominados realistas y patriotas o revolucionarios se agrupaban de otra manera y desde luego con otros objetivos.  

                Los revolucionarios de mayo, se dividían en independentistas que en un primer momento y a condición de derrocar al virrey Cisneros, sostenían ser leales a Fernando VII, pero como este se encontraba cautivo a manos del invasor Bonaparte, era preciso que el Pueblo gobierne por sí hasta tanto se logre la restauración  del rey prisionero. Allí nace la famosa máscara de Fernando VII, invento de Mariano Moreno, Juan José Castelli, Juan José Paso y Manuel Belgrano entre otros.

                 Había por otra parte el sector de los comerciantes monopolistas, los que a su vez podían ser liberales o absolutistas, pero lo que los unía era el objetivo de seguir siendo colonias de España, porque de esa manera ellos mantenían el privilegio del comercio de introducción y exportación de mercaderías. El bolsillo siempre es protagonista a la hora de determinar revoluciones o reacciones.

                   Los revolucionarios, no eran un todo homogéneo. Esto se vio desde un primer momento.  El diputado por Tucumán Dr. Nicolás Laguna, cuando la convocatoria a  Junta Grande de 1810, sostenía la necesidad de la independencia de España y la organización del país bajo el sistema republicano de gobierno. Para ilustrar sobre ello, llevaba la primera traducción de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica.  Otros sostenían que una vez repuesto Fernando VII en  España, todo debía volver a como estaba antes de la invasión francesa, en tanto que otros que tampoco dudaban que el destino de estas colonias debía estar siempre junto a España, se matizaban de los anteriores sosteniendo la necesidad de cambios en la organización política de la obsoleta monarquía absolutista, la que se comenzó a identificar como “el antiguo régimen”.

                     Pues bien, este  compactado comentario,  con que comencé en la pretensión de realizar un ejercicio de memoria, me lleva a traer del fondo de los recuerdos, que fue también un 24 de marzo, pero en el año 1816, en que celebró su primera sesión el Congreso  reunido en  San Miguel de Tucumán y que el 9 de Julio de dicho año Declarara la Independencia, haciendo nacer  al concierto internacional de naciones el nuevo  estado de la Provincias Unidas del Sur, convertidas en muy pocos días y ya en Buenos Aires, en Provincias Unidas del Río de la Plata, confrontación con sordina que fuera saldada  con la denominación de Argentina, pero esto, una vez que fue descartado el proyecto monárquico constitucional, o monarquía atenuada como se la llamaba entonces.  

                     El proyecto de constituir un país independiente bajo un sistema monárquico, fue el que mayor vigencia y  apoyo tenía desde un principio. Ya en 1809 el partido Carlotino, del cual formaban parte Belgrano, Castelli, Alvarez Jonte, Rodriguez Peña, etc.,  luego, fue cultivado por José Francisco de San Martín.

                     Justo es decirlo, la primera voz republicana de la historia argentina, y concebida esta como país independiente, perteneció al tucumano Nicolás Laguna.  Y bueno es recordarlo, que cuando reunido el  Congreso de Tucumán, en la voz de Belgrano se actualizó el proyecto monárquico atemperado con un inca como rey que fue rechazado a instancias del Fray Justo Santamaría de Oro O.P..

                      Finalmente, el proyecto  republicano encuentra su primera institucionalización y vigencia en la Constitución de la República de Tucumán, liderada por Bernabé Aráoz,  y elaborada por Nicolás Laguna y José Mariano Serrano.

                       Como una suerte de torbellino  y porque no como una advertencia de los tiempos, la violencia y las luchas intestinas,  ensangrentaron la vida de la organización nacional de los argentinos. Bernabé Araoz el primer republicano, producto de guerras comarcanas y absolutamente menores por el poder provincial,  muere fusilado contra el paredón de la iglesia de Trancas, el 24 de Marzo de 1824.

                       Un día 24 de marzo de 1976, los Argentinos ingresamos al mismísimo averno.


por Luis Horacio Yanicelli

" Un 24 de marzo de..." – parte 1


En Buenos Aires, reunida la Asamblea del Año 1813, congreso convocado con el objeto de declarar la independencia y a la vez constituir el gobierno del estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, precisamente el día 24 de marzo del año señalado, se dicta el decreto que ordena la supresión del tribunal de la Inquisición. La norma expresa: “Queda desde este día absolutamente extinguida la autoridad del tribunal de la inquisición en todos los pueblos del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y por consiguiente se declara devuelta a los ordinarios eclesiásticos su primitiva facultad develar sobre la pureza de la creencia por los medios canónicos que únicamente puede con-forme al espíritu de Jesucristo, guardando el orden y respetando el derecho de los ciudadanos.”

          La historiografía argentina, la oficial, ha señalado una y otra vez, y de tanto repetirlo así ha pasado a la memoria colectiva, como que esta iniciativa fue la “genialidad”  democratizadora de los miembros de aquel histórico congreso. Advirtiendo que no es nuestro ánimo hacer de iconoclastas, comentaremos que en realidad no fue así, me explico.

           Simultáneamente a la Asamblea del Año XIII reunida en Buenos Aires,  que    deliberaba con el objeto de obtener una declaración de independencia  y de constituir la organización de un estado que contenga a las provincias participantes,  en Cadiz,  España, sucedía otro tanto. Reunida las Cortes, (Congreso),  el día 22 de febrero de 1813 habían declarado la  abolición de la Inquisición. Ambos congresos estaban liderados por pensamientos liberales, pero el que se llevaba a cabo en la península, era de “liberales colonialistas”, en tanto, el de Buenos Aires lo era de “liberales independentistas”.  Las decisiones que tomaba la Asamblea porteña, en gran medida eran una reacción a las que iban tomando las Cortes en España.

           Pero esta acción no era menor. Desde un principio los revolucionarios  rioplatenses estuvieron conducidos por hombres cuyo pensamiento, estaba inspirado en la ideas de la ilustración y el liberalismo revolucionario francés.  Belgrano,  Moreno,  Paso, Castelli, entre otros.

            Así como no es correcto hablar  de que los bandos en pugna durante el proceso independentista fueron criollos versus españoles, es preciso dejar aclarado, que tampoco lo fueron liberales versus monárquicos.

              Los partidos, si se nos permite tal licencia,  estuvieron constituidos de una forma bien distinta a la que se simplificó en criollos y españoles. Muchos criollos eran colonialistas y muchos españoles eran independentistas. las causas de la división eran ideológicas.

              Por una parte, en España se distinguían los monárquicos , los que a su vez se dividían en absolutistas que sostenían la primacía absoluta del rey por sobre cualquier  otra institución de gobierno; los parlamentaristas, que pensaban que el rey no debía centralizar el poder en sus manos, sino que debía compartirlo con  un parlamento elegido por el pueblo; pero a la par de estos, se encontraban los republicanos que sostenían la eliminación de la monarquía y la instauración de una organización republicana similar a la que ya estaba en marcha en Estados Unidos de Norteamérica. La república,   les era conocida a los españoles en razón de que,  cuando la guerra de la independencia de las  colonias inglesas, España las había apoyado y desde luego observado en su proceso de organización. Al sistema republicano por entonces se lo hacía sinónimo de democrático.

sábado, 23 de marzo de 2013

El Congreso y el golpe del ’76 - parte 2



Dentro de este último grupo, ¿qué podían esperar los que habían sido aliados del peronismo frente a un gobierno que se derruía? La mayoría de los diputados obraron con cierto irracionalismo político. Desecharon la más que probable ruptura institucional y, al menos durante el transcurso de la sesión, no ofrecieron alternativas institucionales viables para superar la crisis. Otra interpretación sería que lisa y llanamente hubo apatía o resignación y la sensación ambigua de que “la suerte estaba echada”, como diría el propio Luder tiempo después, comentando los hechos. Así, todos desempeñaron un papel contrario a sus propios intereses; los verticalistas buscaban tejer unas redes con el poder militar –incluso hasta la “bordaberrización”– para lograr el apoyo que evitara caer en el abismo y, paradójicamente, acusaban de “golpistas” a la oposición.

Los desencantados que habían integrado el FREJULI no daban más crédito a la Presidenta, pero no se animaban a dar el paso necesario para su desplazamiento. Y no todos los que se inclinaban hacia el juicio político –y votaban a favor de su tratamiento– confiaban íntimamente en que era el mejor remedio e incluso que hubiera salida real alguna frente al grado de descomposición alcanzado. En realidad, el escenario parlamentario dramatizó el contexto político e institucional del país y contrapuso como espejo a un vacío de poder un cuadro de inmovilismo e impotencia, configurando un suicida callejón sin salida.

El Poder Ejecutivo estaba agónico y el Poder Legislativo en crisis. El oficialismo estaba dividido (con el antiverticalista “Grupo de Trabajo” en el Parlamento), y los disidentes del FREJULI y parte de la oposición no se animaban a votar contra el Gobierno. 
El peronismo no había cesado en sus divisiones y sus distintos sectores se fagocitaban mutuamente. Los tramos finales que preludiaron el golpe mostraron una cruda disputa entre los verticalistas, los moderados y los rebeldes. Los primeros exhibían un apoyo incondicional a la Presidenta; los segundos reclamaban rectificaciones inmediatas del Gobierno advirtiendo el riesgo del golpe y el último sector era el que mayor distancia y cuestionamiento ponía en relación a Isabel y a su gobierno.

A finales del mes de febrero, el peronismo vivía una interna descarnada, llena de tensiones y que impedía avizorar un rumbo. El radicalismo había abandonado su papel opositor –prescindiendo de la polémica de si fue o no verdadera oposición en la experiencia iniciada en 1973– y no aparecía como una alternativa creíble al caos reinante. El cuadro se completaba con un sindicalismo y un empresariado que hicieron muy poco para mantener la dinámica política dentro de los cauces de moderación necesarios para desdramatizar el conflicto social y reconducirlo por las vías institucionales pertinentes.

Por fin, las Fuerzas Armadas, que pasaban del teórico “profesionalismo prescindente” al emplazamiento al gobierno, a fines de 1975, amenazando con su intervención si el proceso político no se autorregeneraba. El Congreso fue, entonces, reflejo microscópico de la descomposición social de un régimen que se autoconsumía y que en clave política mostraba a un gobierno aislado, sectario y que pretendía llenar el vacío de poder con un estilo impotente y sin contenidos. 
El 24 de marzo es fecha propicia para recordar, también, cómo las instituciones de un régimen democrático no están a la altura de los acontecimientos. El Congreso pudo haber hecho más de lo que hizo para reconducir la extrema crisis política y evitar el golpe del 24 de marzo de 1976. Al menos, debió haberlo intentado.

http://elestadista.com.ar/?p=2114


viernes, 22 de marzo de 2013

El Congreso y el golpe del ’76 - parte 1


El Congreso pudo haber hecho más para evitar el golpe del 1976. Al menos, debió haberlo intentado.

El 24 de marzo es día propicio para tener presente los daños perpetrados por los sucesivos golpes de Estado, lo ocurrido durante el último gobierno militar y las flagrantes violaciones de los derechos humanos. Pero poco se ha hablado y recordado sobre el papel de la política y, específicamente, del Congreso en aquellos días. 
Sirva también ese día, entonces, para rememorar lo que no queremos que vuelva a ocurrir: instituciones que no reaccionan frente a las crisis con final anunciado. Juan Domingo Perón, en su tercer mandato llegó a gobernar casi nueve meses. Fallecía el 1º de julio de 1974 y la sucesión constitucional ubicaba en la Primera Magistratura a su esposa. No hace falta desarrollar aquí el terrible desgobierno que desplegó la administración de María Estela Martínez de Perón. 
Frente a tal cuadro de desquicio, las alternativas eran tres: la renuncia de la Presidenta; lograr su desplazamiento por vías institucionales como primer paso para superar la crisis y esperar, una vez más, la acción “correctiva” del poder armado, o sea, el golpe de Estado.

Cabe remarcar que desde diferentes ámbitos se había solicitado la renuncia de la Mandataria e, incluso en el mismo mes del golpe, varios grupos parlamentarios de ambas cámaras pidieron convocar a la Asamblea Legislativa para relevarla del cargo. Frente al pedido de convocatoria de la Asamblea Legislativa, Italo Luder dictó la resolución del 8 de marzo de 1976 por la cual se denegó el pedido de convocatoria. Fundó su resolución en consideraciones constitucionales y, tiempo después, expresó: “En verdad, a esa altura de los acontecimientos yo estaba convencido de que la decisión de las Fuerzas Armadas de tomar el gobierno era irreversible…procuré evitar el enfrentamiento del mundo político y la fractura del justicialismo, que eran las consecuencias inevitables de la reunión de la Asamblea Legislativa”. En otras palabras, se percibió como inevitable el golpe y para soslayar el conflicto político y la ruptura del justicialismo se prefirió la salida militar.

En realidad, Luder, en el mes de febrero, no había cerrado las puertas a la convocatoria de la referida Asamblea, pero luego del Congreso justicialista del 6 de marzo de aquel año, cuando el verticalismo ratificó incondicionalmente a Isabel, la Asamblea era desechada como alternativa. 
Pero antes de rechazarse el recurso de la Asamblea, el Congreso ya se había enfrentado con la alternativa del juicio político a la Presidenta. Efectivamente, la vía institucional de destitución presidencial se intentó, aunque sin éxito, un mes antes del golpe. Existieron dos proyectos de juicio político, uno presentado por el diputado Valenzuela –rechazado por la Comisión de Juicio Político– y el presentado por el diputado Francisco Moyano, del Partido Demócrata de Mendoza. Ninguno de los dos proyectos superó el trámite del paso a Comisión de Juicio Político, pero el segundo fue motivo de un acotado debate en Diputados, el 25 febrero de 1976, a través de un pedido de tratamiento del proyecto sobre tablas, que no logró los votos requeridos por el reglamento.

Si bien el tratamiento sobre tablas no prosperó, las condiciones puestas en juego no podrían haber sido más prometedoras: a) la manifiesta y evidente falta de idoneidad de la Presidenta, b) el mayor partido de la oposición –la UCR– a favor del progreso del impeachment, y c) la división en el seno del partido gobernante. La fría explicación relacionada con los números muestra que no se alcanzaron los votos suficientes para el tratamiento sobre tablas. No sólo los peronistas verticalistas o leales a la Presidenta votaron en contra. También lo hicieron otras fuerzas políticas.

Dentro de este último grupo, ¿qué podían esperar los que habían sido aliados del peronismo frente a un gobierno que se derruía? La mayoría de los diputados obraron con cierto irracionalismo político. Desecharon la más que probable ruptura institucional y, al menos durante el transcurso de la sesión, no ofrecieron alternativas institucionales viables para superar la crisis. Otra interpretación sería que lisa y llanamente hubo apatía o resignación y la sensación ambigua de que “la suerte estaba echada”, como diría el propio Luder tiempo después, comentando los hechos. Así, todos desempeñaron un papel contrario a sus propios intereses; los verticalistas buscaban tejer unas redes con el poder militar –incluso hasta la “bordaberrización”– para lograr el apoyo que evitara caer en el abismo y, paradójicamente, acusaban de “golpistas” a la oposición.


miércoles, 20 de marzo de 2013

martes, 19 de marzo de 2013

"DECADAS" años 70 - parte 2


Años de la denominada " Plata Dulce " escenas del Film del mismo nombre.- Liberación de la Economía y de la exportación sin aranceles aduaneros, 20 de diciembre del 78, comienza "la Tablita" impuesta por el Ministro de Economia Martinez de Hoz, Auge de la especulacíon y la denominada "Patria Financiera"; habla Presidente de Facto Jorge Rafael Videla; testimonio de Juan Carlos de Pablo, Economista; - Jorge Nestor Bugín, importador, testimonio.- testimonio Jorge Dominguez, economista- , Osvaldo Cacciatore, Inauguración oficial de la Autopistas, Testimonio Marta de Cequeiro, evacuada por las autopistas- Inauguración en Palermo del Centro de producción de Buenos Aires ATC. Imagenes de noticiero Acto oficial de Inauguración.- - Documental Idea y guión Roberto Vacca y Otelo Borroni 1986 http://www.tvpublica.com.ar

lunes, 18 de marzo de 2013

"DECADAS" años 70 - parte 1




El Cordobazo; Presidencia Juan Carlos Onganía; Presidencia Roberto Marcelo Levingston; El asesinato del General Pedro Eugenio Aramburu ; Ministro de Economía Aldo Ferrer ( testimonio) ; Enrique Vanoli Presidente de la UCR; Accidente Aereo bailarines del Colon Nora Fontenlla, Sergio Neglia- Documental Idea y guión Roberto Vacca y Otelo Borromi 1986 http://www.tvpublica.com.ar

domingo, 17 de marzo de 2013

Los 4 factores del ciclo económico según Juan Domingo Perón



Perón explicando básicamente como afectó el Plan Quinquenal a la economía argentina (producción, transformación, distribución, consumo).
(Fragmento de Perón, Sinfonía del Sentimiento de Leonardo Favio).

martes, 12 de marzo de 2013

Combate de Martín García




La isla Martín García fue descubierta en 1516 por Juan Díaz de Solís, quien había partido de España un año antes, al mando de una flota integrada por tres naves, Portuguesa, Latina y Menor, tripuladas por unos 60 hombres, con la intención de hallar un paso entre el Océano Atlántico y el Pacífico.
En 1516 Solís arriba al Río de la Plata y el 2 de febrero de ese año, desembarca en una ensenada, Maldonado o Montevideo, a la que llamó Puerto de la Candelaria. Unos días después, continuando su viaje río arriba, muere su despensero, Martín García, frente a una isla en medio del río y decide enterrarlo allí, bautizando a la isla con su nombre.
La isla fue siempre un punto estratégico para mantener el control del Río de la Plata. Fue escenario de combates y luchas, especialmente en la guerra por la independencia.
En 1813 la isla continuaba en poder de los españoles, con una guarnición de 70 hombres. El 7 de julio de ese año, un grupo de 13 soldados patriotas al mando del Teniente José Caparroz, sorprende a los españoles, los dispersa y se apodera de 3 cañones y armamento portátil como trofeo, y luego se retira de allí. Luego de esto, en noviembre, el Capitán de Navío español, Jacinto de Romarate, fortifica la isla con una flota de 19 embarcaciones con el objeto de tener una base de ataque a Colonia del Sacramento que estaba ocupada por los patriotas.
En 1814 nuestra escuadra naval, comandada por el Teniente Coronel Guillermo Brown, estaba constituida por las siguientes naves: la nave insignia fragata Hércules (Comandante Sargento Mayor Elias Smith), la corbeta Zephir (Comandante Sargento Mayor Santiago King), el bergantín Nancy (Comandante Sargento Mayor Richard Leech), la goleta Juliet (Comandante Teniente Coronel Benjamin Franklin Seaver oriundo de EE.UU),la goleta Fortunata (Comandante John Nelson), el falucho San Luis (Comandante Sargento Mayor John D. Handel) y la balandra Carmen (Comandante Miguel Samuel Spiro de origen griego).
Estos bravos hombres tuvieron la difícil misión de enfrentar a la experimentada flota española comandada por el Capitán vizcaíno Jacinto de Romarate. Los españoles poseían una flota de 9 barcos armados con cañones de a 18 y 24 y, para peor, tenían apoyo de las baterías terrestres asentadas en la isla. Ambas fuerzas se encontraron el 11 de Marzo de 1814 en un feroz combate cerca de la isla de Martín García cuyo resultado final fueron 45 marineros muertos y 50 heridos.
Entre los fallecidos se contaban los Comandantes Benjamín Server y Elias Smith, el Jefe de las tropas embarcadas Capitán Martín de Jaume, el Teniente Segundo Robert Stacy, el grumete Edward Price, los marineros Richard Brook y William Russell y el cocinero Peter Brown. Bernard Campbell, quien era el Cirujano en Jefe, tuvo momentos muy difíciles debiendo tratar a los heridos con medios asistenciales inadecuados. Entre los heridos se encontraban el mayordomo Tomas Richard y los marineros James Stone, Henry Harris, Elsey Miller y Anthony O’Donnell. Al final del día Brown se encontraba varado y su nave insignia presentaba 82 impactos en el casco. La Hercules con sus velas y aparejos destrozados pudo zafar aprovechando la marea y maniobrando por el Banco de las Palmas. A la Hércules se le colocaron láminas de plomo por debajo de la línea de flotación y su casco fue cubierto con cueros y brea. De aquí su apodo de Fragata Negra.
El día 14 Brown recibió un refuerzo de 45 Dragones desde la Colonia del Sacramento comandados por el Teniente Primero Pedro Oroná. A las 08.00 PM, nuestras naves se aproximaron cautelosamente a la isla Martin Garcia y fondearon media milla al sudeste frente a Puerto Viejo. Al día siguiente, a las 02.30 AM Brown ordenó el desembarco de 240 hombres transportados mediante 8 barcazas. Nuestras fuerzas subían el cerro cuando recibieron un fuego granado por parte de las fuerzas españolas. El avance patriota hubo de detenerse a medida que los hombres iban cayendo.
Fue en ese momento crítico que Brown ordenó al ejecutor del pífano y tambor que tocaran Saint Patrick’s Day in the Morning (marcha que fuera oficialmente incorporado al repertorio de la Armada Argentina en 1977).
Tengamos presente que, si bien nuestras primeras tripulaciones estaban compuestas por 12 diferentes nacionalidades, la mayoría de ellas eran de origen irlandés, de forma tal que esta tonada tocada en el Día de San Patricio actuó como un estimulo de la moral. El avance de nuestras tropas se renovó así con gran espíritu siendo el fuerte atacado a bayoneta calada.
Los españoles se vieron sobrepasados y hubieron de rendirse. Las naves realistas levaron anclas enfilando hacia el río Uruguay (siendo perseguidos por las naves de Brown ) y dirigiéndose a la ciudad fortificada de Montevideo. Ese día el Teniente Jones de la Zephyr hizó nuestra insignia en la isla.
Este es el acto más trascendental de la historia de la isla, pues con él nuestro país adquiere de hecho la soberanía de la isla Martín García.
La batalla de Martín García fue el comienzo de la campaña de los cien días, liderada por Guillermo Brown, que aniquiló el poder naval del Rey de España en el Río de la Plata.
Fuentes
Arguindeguy, Pablo E. -Apuntes sobre los buques de la Armada Argentina (1810-1970)-Tomo I, 1972.
Bruce, George and Emmett, Daniel D. The Drummers’ and Fifers’Guide New York, 1862
Carranza, Angel J. –Campañas Navales de la República Argentina-2da Edición-Departamento de Estudios Navales de la Secretaría de Marina, Buenos Aires, Argentina.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Memorias del Almirante Guillermo Brown sobre las operaciones navales de la Escuadra Argentina de 1814-1828-Biblioteca del Oficial de Marina- Vol XXI-Año 1936, Buenos Aires, Argentina.
Piccirilli, Ricardo y Gianello, Leoncio-Biografías Navales-Secretaría de Estado de Marina, Bs. As., 1963.
www.revisionistas.com.ar

lunes, 11 de marzo de 2013

El silencio militar en la frontera del Río Cuarto a mediados del siglo XIX



El silencio militar de las fuentes constituye un excepcional indicador de las relaciones de poder –sus móviles y efectos- los conflictos civiles y militares y, por supuesto, una política de Estado, un ordenamiento del mundo social, un orden específico de la frontera y los aciertos y desaciertos de las acciones militares, etc.

Además, permite confirmar algunas presunciones acerca de las milicias que en una vida fortinera, de sufrimiento, no pudieron decir. Las únicas alternativas eran el escape o el levantamiento armado.


La milicia vivía una situación de continua desesperanza acrecentada por los avatares económicos, el conflicto con los indios, el enfrentamiento civil, el desarraigo de su tierra natal y su familia. En el borde del fuerte, la milicia

padeció al Estado en su intento de subordinar a la población rural: detrás de la ley estaba el orden que la elite propietaria buscaba imponer. Junto a los terratenientes participaban los sectores del núcleo político y militar.

Unas veces el comandante encarnaba de manera directa la voz del Estado que señalaba, advertía o castigaba; por otra parte, se movía de manera particular en función de sus intereses, fueren éstos provenientes de sus compromisos políticos o económicos o como cuando se trataba de tierras, cabezas de ganado o de la

peonada.


Por otra parte, el análisis quedaría incompleto si el juego de poder en el que se insertaban las relaciones sociales de la frontera se circunscribe de manera única y exclusiva a los muros del fuerte. No todos los mecanismos y efectos del poder pasaban de manera excluyente directamente por los aparatos de Estado (Foucault 1992:128). Los comerciantes, los hacendados, los vecinos de las villas de frontera y los soldados descarriados también ejercían un poder.


En relación al espacio algo más localizado del fuerte, conviene, en primer término aseverar que fue parte de la estrategia militar de contención del indio y de colonización del espacio por los criollos. Además significó un lugar de ordenamiento y estructuración social que operó sobre la campaña reforzando la institución de relaciones sociales y legitimando allí la gran propiedad de la tierra. Por otra parte, en el fuerte se regulaba y disciplinaba a un conjunto social heterogéneo en pos de un objetivo que pretendía volverse colectivo tendiente a la eliminación de los indios

pero extensivo también a cualquier tipo de resistencia. De acuerdo a lo anterior, puede decirse que, en sí mismo, el ejército, habitante de este reducto fortificado, constituía una forma de poder.


Desde el fuerte se organizaban las campañas contra los indios (aunque entre 1852-1869 fueron prácticamente inexistentes) y también desde éste se procuraba la germinación de núcleos de población. De igual manera, en ellos no sólo cumplían sus tareas los militares enrolados en los ejércitos de línea. Se sumaban a la revista sujetos destinados –con o sin sus familias- por castigos y enganchados que, de manera voluntaria, realizaban los débiles ensayos de una colonización en base al trabajo de la tierra (Olmedo 2002).


Dentro del fuerte no había opción ya que el mismo era regido por una rígida disciplina. Estos códigos no escritos no daban lugar a quejas y los castigos eran frecuentes (Barros 1975a; Prado 1960; Raone 1974). El fuerte mismo era un suplicio para los indisciplinados de las fuerzas regulares, o para cualquier poblador rural, más allá de la existencia de falta alguna.

Ante tan adversas circunstancias, se postula que la tropa reaccionó de diferentes maneras: mediante la deserción individual o colectiva, la sublevación o motín o, en su defecto, a través de una profunda resignación.


El silencio militar en torno de los malones: análisis de un episodio A partir de 1861, y agudizándose hacia fines de la década, los fuertes y fortines no sólo combatieron a los indios, sino que también se enfrentaron a las montoneras.

Por otra parte, en estos años se realizaron malones indígenas en los que participaron algunos criollos refugiados en los toldos. Sobre la incidencia de invasiones ranqueles y montoneras provinciales existe una importante contribución

por parte de Marcela Tamagnini (2004). Esta autora se preocupa por analizar las vinculaciones entre montoneras provinciales y fuerzas indígenas en el espacio fronterizo en el año 1863.


Respecto de las montoneras, grupos armados y con experiencia militar, los fuertes y fortines debieron organizarse a los efectos de repeler su entrada. Era la etapa en que las acciones militares desde el Estado buscaban legitimar el triunfo liberal porteño como proyecto de país. Quizá haya sido éste uno de los hechos más importantes de la región del río Cuarto para la época. Ante éstas, los cuerpos de Buenos Aires -asociados con algunas fuerzas locales, tal es el caso del Coronel Manuel Baigorria3-, salieron a la campaña de Córdoba a erradicar sus últimas manifestaciones (Barrionuevo Imposti 1986).

Ernesto Olmedo

UNRC

Revista TEFROS

domingo, 10 de marzo de 2013

Campo de Mayo – parte 5


A medida que pasaban las décadas, el acantonamiento militar de Campo de Mayo se fue transformando de manera lenta en un eje de poder sustancial, a tal punto que se transformó en la voz del Ejército. Desde allí salieron tropas para voltear gobiernos, en otras oportunidades se usaron sus instalaciones para jugar a los soldaditos con balas de verdad, y también como campo de concentración, eufemísticamente llamado centro de detención, y hasta como maternidad clandestina, donde las detenidas eran despojadas de sus hijos y muertas luego de parir. La sombra que proyectó sobre el país también dejó sus marcas en nuestra comunidad.

Una de las últimas veces que el lugar fue centro de la noticia fue cuando, a fines de 1995, se allanaron algunas dependencias en busca de pruebas por el atentado a la sede judía de la AMIA. El comisario de la Bonaerense, Ángel Salguero, encabezó un allanamiento que permitió desbaratar una banda de militares retirados y en actividad que se dedicaban al tráfico de armas, las cuales eran robadas al Ejército.

Campo de Mayo, ante la actual reforma militar y frente a la anulación de hipótesis de conflictos, es visto como un lugar que a futuro deben ser desalojadas las unidades militares, aunque en la década del ‘90 se creó en el lugar un sector de entrenamiento para los Cascos Azules, que participan en las acciones convocadas por las Naciones Unidas. Hay propuestas para que allí se habilite un polo industrial, otros manifiestan su intención de dar el espacio a casas de estudios terciarios y universitarios, mientras que hay propuestas para que allí se cree una reserva ecológica, como pulmón para la región norte del Gran Buenos Aires.

Lo real es que hoy el lugar se transformó en prisión de muchos militares, algunos de ellos participaron de los años de plomo, otros en cambio no pudieron voltear gobiernos democráticos y esperan con ilusión un indulto presidencial.


sábado, 9 de marzo de 2013

Campo de Mayo – parte 4

 
Ya en el ‘62, luego del derrocamiento del presidente constitucional Arturo Frondizi, el Ejército dirime su interna a través de las armas. Divididos en dos bandos, azules y colorados, decidiendo matarse alegremente dentro y fuera de Campo de Mayo (en la Escuela de Caballería funcionó un estado mayor clandestino), volando puentes en Luján, instalando bases de operaciones en Lanús, copando una radio, y combatiendo en plena Capital Federal.

Aunque el protagonismo de la guarnición militar dejó paso a los nombres de los militares que encabezaron levantamientos, es evidente que tener a favor el poder de fuego de Campo de Mayo garantizaba el éxito de cada conspiración. Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston, Alejandro Agustín Lanusse son los nombres de los militares que ocuparon el cargo de presidente de facto.

La sombra

En 1973 la democracia empezó a rodar nuevamente, pero con dificultades por el caos social, la situación económica, el accionar de grupos revolucionarios y la vejez de un líder como Perón que ya no estaba para gobernar.

Apenas se produjo el golpe del ‘76, el acantonamiento fue el lugar elegido para depositar a las personas secuestradas, y hay versiones que indican que muchos fueron enterrados en la guarnición militar. En la misma época, el hospital militar del campo militar fue usado como maternidad clandestina.

El destacamento funcionó durante el Proceso como Zona 4, abarcando los partidos de General Sarmiento, Escobar, General San Martín, San Isidro, San Fernando, Tigre, Vicente López, Tres de Febrero, sumando un total de 2.010.500 personas. En sus instalaciones funcionaban el Comando de Institutos Militares, la escuela de Inteligencia, el destacamento de Inteligencia 201, la Escuela de Caballería, la Escuela de Infantería, la Escuela de Ingenieros, la Escuela de Comunicaciones, la Escuela de Artillería, la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, la Escuela de Servicios de Apoyo de Combate General Lemos, el Batallón de Aviación del Ejército 601, el Hospital Militar de Campo de Mayo, la prisión militar, la Escuela de Gendarmería.

En la década del ‘80 el lugar fue la base para que un teniente coronel, Aldo Rico, seguido por oficiales y suboficiales con la cara pintada con betún, encararan una nueva aventura militarista. La Semana Santa del ‘87, que tuvo la Escuela de Infantería como eje, pasará a la historia como el momento en que el pueblo salió a la calle a impedir que de Campo de Mayo volvieran a salir los militares para tomar el poder. A pesar que se logró un triunfo militar con la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, también significó la decadencia del poder que supo contener la guarnición.

viernes, 8 de marzo de 2013

Campo de Mayo – parte 3

 

Desde entonces se instauró lo que se denominó ‘década infame’, hasta que en el ‘43, cuando se estaba en las puertas de una nueva elección presidencial, hubo un nuevo golpe de estado. El entonces presidente Ramón Castillo se mantenía neutral ante la Segunda Guerra Mundial, neutralidad que desde el lado aliado se veía como cierta tolerancia con el nazismo. Cuando trascendió que Castillo había mencionado como su sucesor al terrateniente salteño Robustiano Patrón Costas, un hombre simpatizante con el sector aliado, varias conspiraciones venían tejiéndose entre los oficiales de Campo de Mayo, algunos con tendencias pro aliadas, otros neutralistas, que de esa manera ocultaban su filonazismo.
La excusa para el golpe de estado fue el pedido de renuncia que había hecho Castillo al ministro de Guerra, general Pedro Ramírez, a quien algunos militares mencionaban como el candidato ideal para las próximas elecciones. Ramírez relató su situación a sus pares en Campo de Mayo, y todos los militares vieron un agravio al Ejército. Militares nazis, los miembros de la logia GOU y los antiguos seguidores del general Justo tenían sus razones para derrocar a Castillo. Al día siguiente Ramírez entregó su renuncia al presidente, mientras que desde Campo de Mayo salían las tropas que reemplazaron a Castillo por el general Arturo Rawson, quien días más tarde fue reemplazado por el propio Ramírez.

La interna militar motivó que al año siguiente asumiera la presidencia el general Edelmiro Farrell, y como vicepresidente fue designado un oficial perteneciente al GOU, el coronel Juan Domingo Perón, quien venía acumulando poder a través de la secretaría de Trabajo y Previsión Social, con una política de seducción con trabajadores y sindicalistas

El 9 de octubre de 1945, la guarnición de Campo de Mayo, luego de deliberaciones, asambleas y presiones, le exigió al presidente Edelmiro Farrel que alejara a Perón de la vicepresidencia y de todos los cargos que ejercía. Fue el inicio del fin del gobierno militar, que tuvo su pico el 17 de octubre del ‘45, y culminó con la llegada de Perón al poder en las elecciones del ‘46.

La década peronista culminó en septiembre del 1955, estando el eje del golpe de estado en la ciudad de Córdoba y en bases de la Armada. Pero Campo de Mayo tomará un protagonismo trágico cuando, al año siguiente, militares y civiles peronistas intenten recuperar el poder de la mano del general Juan José Valle. En la noche del 9 de junio se produjo la fallida revolución, y uno de los puntos a ocupar era la guarnición de Campo de Mayo, teniendo a oficiales y suboficiales del acantonamiento como colaboradores. Pero la operación perdió el efecto sorpresa, siendo detenido el coronel Ibazeta y un grupo de colaboradores. El gobierno, encabezado por el general Pedro E. Aramburu, decretó la Ley Marcial fusilando a los que detuvieron y los que iban a detener, mayores y menores de edad, conspiradores o no.
Hubo fusilados en la escuela industrial de Avellaneda, en la Escuela de Mecánica, en la Penitenciaría Nacional, en un basural de José León Suárez. El periodista y escritor Rodolfo Walsh, en la revista CGT de los Argentinos, escribe: “En Campo de Mayo se constituye un tribunal militar que no encuentra motivos para aplicar la Ley Marcial a los allí detenidos. Pero la orden llega de la Presidencia de la Nación y el general Lorio la obedece, pese al fallo del Tribunal: son fusilados los coroneles Eduardo Cortínez y Ricardo Ibazeta, los capitanes Néstor Cano y Eloy Caro y los tenientes Néstor Videla y Jorge Noriega”.

Campo de Mayo – parte 2


 La ley mencionaba una superficie aproximada de cien hectáreas, pero leyes posteriores ampliaron el área del campo. En 1910 se permitió la expropiación de 60.000 m2 a Eugenio Mattaldi, en las inmediaciones de la estación Bella Vista, “a fin de construir un ramal que una esta estación con el polígono del batallón de Ferrocarrileros acantonado en el Campo de Mayo”.

Primeros tiempos

La primera autoridad de la guarnición fue el Coronel Eduardo Conesa, pero el lugar aún no le daba el poder de fuego y disuasión que otorgó a otros jefes militares en décadas posteriores. Al poco tiempo se transformó en un centro de instrucción y de maniobras de importancia. Los primeros jefes fueron los coroneles Carlos O’Donell, Antonio Giménez, Luis Dellepiane, Alberto Cáceres, Camilo Gay, Eduardo Broquen.

La instalación de militares que, junto con sus familias, se asentaron en la zona, motivó que en la década del ‘30 se creara el barrio de suboficiales Sargento Cabral.

En su ‘Historia de General Sarmiento’ el historiador Munzón señala que “la guarnición de Campo de Mayo es un acantonamiento destinado, en especial, a escuelas de armas y sus centros de instrucción respectivos, a la vez que campo de maniobras para las demás unidades del Ejército, por tener en sí los polígonos y campos de tiro de combate, para experiencias, llenando en esa forma el papel trascendental que le asignara con vasta visión su gestor, el ex ministro de guerra, coronel Pablo Riccheri”.

Pero el destacamento iba a tener un destino extracastrense, siendo la sede principal del poder militar, es decir con los militares que olvidan sus funciones para dedicarse a la política haciendo uso y abuso de las armas.
Golpe a golpe

La primera vez que se buscó dar un uso distinto para el que fue creado al campo militar fue el 6 de septiembre del 1930. En la madrugada de aquel día, que inauguraría la serie de golpes militares en nuestro país, un grupo de diputados nacionales se congregó en Campo de Mayo para pedir a los militares que sacaran del gobierno a Hipólito Yrigoyen. Pero el pedido se vio frustrado porque las huestes que se encontraban en el lugar se declararon legalistas. Por su parte el general Félix Uriburu decidió sacar, a media mañana, a todos los cadetes del Colegio Militar de El Palomar y emprender la marcha rumbo a la Casa Rosada. En el trayecto hubo gente que los vitoreó, llegando el contingente castrense a las 18 a la Plaza de Mayo, desplazando a las autoridades elegidas democráticamente.

jueves, 7 de marzo de 2013

Campo de Mayo – parte 1


Cuando nacía el siglo XX, lo que hoy se conoce como de Campo de Mayo, era parte del paisaje pampeano, con una inmensa e infinita llanura, con muy pocos árboles, animales sueltos y poco tránsito de personas o vehículos. En la época de la colonia, los Valdivia habían sido propietarios de aquellos terrenos recostados sobre el río de las Conchas, hoy llamado de la Reconquista.
En 1889 se creó el municipio de General Sarmiento, y esos parajes formaron parte del cuartel V, especie de delegación en que se dividía el distrito. Por aquel entonces los terrenos ya habían sido divididos, y había instaladas pequeñas estancias que, según relata el historiador Eduardo Ismael Munzón, entre sus propietarios se encontraban los Morales Maldonado, los Navarro y los Villamayor.

La creación

En 1901, la Cámara de Diputados recibió un mensaje firmado por el presidente de la Nación, Julio A. Roca, y su ministro de Guerra, general Pablo Riccheri. En la misiva se manifestaba que era imprescindible la adquisición de un campo para que ofreciera a las tropas “el medio de desarrollar con la amplitud necesaria la instrucción práctica de las mismas, familiarizándolos con la aplicación sobre el terreno de los reglamentos y la implantación de la enseñanza táctica en operaciones de las armas combinadas, así como para el ejercicio y desarrollo de aptitudes de Jefes y Oficiales”.
En la misma carta ambos anticipan que ya habían dialogado con propietarios de General Sarmiento adquiriendo algunas tierras con dineros reservados y ahorrados del presupuesto aprobado para el ministerio de Guerra. También se elevó un proyecto de ley para la creación de un campo de maniobras militares.

El 24 de julio del mismo año los diputados trataron y aprobaron el proyecto, y tres días más tarde lo recibió la Cámara de Senadores. El 1º de agosto se trató el proyecto con media sanción, siendo los oradores el ministro de Guerra, Pablo Riccheri, y los senadores Domingo Morón, Miguel Cané, Cátulo Aparicio y Carlos Pellegrini. La aprobación final se votó el 6 de agosto, y el 8 de agosto el presidente Roca y el ministro Riccheri suscribieron la ley 4.005, que en el artículo 1º dice: “Apruébase las negociaciones hechas por el P.E. para la adquisición de terrenos destinados al establecimiento de un campo de maniobras del Ejército, sobre el río de las Conchas, a inmediaciones de la Capital Federal el cual queda designado con el nombre de ‘Campo de Mayo’”.