viernes, 8 de marzo de 2013

Campo de Mayo – parte 2


 La ley mencionaba una superficie aproximada de cien hectáreas, pero leyes posteriores ampliaron el área del campo. En 1910 se permitió la expropiación de 60.000 m2 a Eugenio Mattaldi, en las inmediaciones de la estación Bella Vista, “a fin de construir un ramal que una esta estación con el polígono del batallón de Ferrocarrileros acantonado en el Campo de Mayo”.

Primeros tiempos

La primera autoridad de la guarnición fue el Coronel Eduardo Conesa, pero el lugar aún no le daba el poder de fuego y disuasión que otorgó a otros jefes militares en décadas posteriores. Al poco tiempo se transformó en un centro de instrucción y de maniobras de importancia. Los primeros jefes fueron los coroneles Carlos O’Donell, Antonio Giménez, Luis Dellepiane, Alberto Cáceres, Camilo Gay, Eduardo Broquen.

La instalación de militares que, junto con sus familias, se asentaron en la zona, motivó que en la década del ‘30 se creara el barrio de suboficiales Sargento Cabral.

En su ‘Historia de General Sarmiento’ el historiador Munzón señala que “la guarnición de Campo de Mayo es un acantonamiento destinado, en especial, a escuelas de armas y sus centros de instrucción respectivos, a la vez que campo de maniobras para las demás unidades del Ejército, por tener en sí los polígonos y campos de tiro de combate, para experiencias, llenando en esa forma el papel trascendental que le asignara con vasta visión su gestor, el ex ministro de guerra, coronel Pablo Riccheri”.

Pero el destacamento iba a tener un destino extracastrense, siendo la sede principal del poder militar, es decir con los militares que olvidan sus funciones para dedicarse a la política haciendo uso y abuso de las armas.
Golpe a golpe

La primera vez que se buscó dar un uso distinto para el que fue creado al campo militar fue el 6 de septiembre del 1930. En la madrugada de aquel día, que inauguraría la serie de golpes militares en nuestro país, un grupo de diputados nacionales se congregó en Campo de Mayo para pedir a los militares que sacaran del gobierno a Hipólito Yrigoyen. Pero el pedido se vio frustrado porque las huestes que se encontraban en el lugar se declararon legalistas. Por su parte el general Félix Uriburu decidió sacar, a media mañana, a todos los cadetes del Colegio Militar de El Palomar y emprender la marcha rumbo a la Casa Rosada. En el trayecto hubo gente que los vitoreó, llegando el contingente castrense a las 18 a la Plaza de Mayo, desplazando a las autoridades elegidas democráticamente.

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