viernes, 31 de enero de 2020

Palermo

La residencia de Rosas en Palermo - Parte 2


DINAMITACION Y FIN

En 1899, el intendente de Buenos Aires Adolfo Jorge Bullrich -durante la presidencia de Julio Argentino Roca- en pleno afianzamiento de la historia oficial y de los polémicos altares de los héroes de la patria, decidió terminar con cualquier lugar que recordara a Rosas. Y un nuevo aniversario de Caseros era un "gran oportunidad".

Los argentinos conocieron la noticia a través del diario La Prensa el cual, en su edición del 14 de enero de 1899, informó sobre el traslado de la Escuela Naval al barrio de Flores y acerca de la demolición "sin pérdida de tiempo" de la casa que perteneció a Rosas.

"En cuanto a la demolición de la tapera -relata en su crónica La Prensa- como ha dado en llamarse esa verdadera ruina, el intendente municipal tiene el propósito de que coincida con el aniversario (de la batalla de Caseros, el 3 de febrero) de modo que el sol de Caseros no alumbre más ese vestigio de una época luctuosa, y que fue la morada del tirano".

La polémica estaba instalada. El 26 de enero, La Prensa publicó una amplia nota para apoyar y justificar la decisión de Bullrich. Entre otros conceptos afirmó la necesidad de "derribar de un solo golpe, en una sola noche, la morada antes tenebrosa de la cual partieron tantas ordenes sangrientas". Criticó a aquellos que se manifestaron a favor de conservar la casona como una manera de enseñanza a las nuevas generaciones el repudio a las dictaduras. 

Y aclaró que prefería educar a la juventud en los valores de libertad, justicia y solidaridad y que "la construcción vulgar" sólo "remueve memorias de sangre, de crimen, opresión y barbarie". La conclusión fue: "Abajo, pues el odioso baluarte del más cruel de nuestros caudillos y el más tétrico y feroz de nuestros tiranos".


Mientras La Prensa elogiaba la decisión oficial, Caras y Caretas la criticaba. La popular revista decía: "Mientras nosotros tenemos un intendente municipal criollo, que para festejar con criterio vengador el aniversario de un suceso político de relativa importancia en la historia de nuestra evolución social emplea la piqueta de sus peones en demoler un viejo edificio sugestivo y típico, característico de una época, reflector poderoso para los sabios que investigan y deducen de los monumentos, mudos para la generalidad, verdades que sorprenden; en Europa esas mismas piquetas oficiales remueven la tierra para descubrir una ciudad cubierta por la lava de un volcán, excavan el fondo de un mar para encontrar los restos de un palacio sumergido, horadan una montaña para proporcionar a los que estudian, los medios de esclarecer el origen de una raza o descubrir, por las huellas que dejó, sus caracteres propios y especiales".

Más allá de las palabras, finalmente, el 3 de febrero fue dinamitada. En la crónica de aquel día La Prensa aseguró que concurrió una gran cantidad de público para seguir los acontecimientos desde sus "carruajes". Entre otros, se encontraba el embajador de los Estados Unidos, William I. Buchanan, quien recibió de parte del intendente Bullrich un bastón de recuerdo hecho con madera del famoso "Aromo del Perdón", donde Manuelita Rosas le pedía clemencia a su padre a favor de algún condenado.

Por la noche "se encendieron los focos de luz eléctrica" para que 400 peones municipales pudieran continuar con los trabajos de remoción de escombros entre las ruinas. "El espectáculo resultó de un efecto verdaderamente teatral e interesante", rescató la crónica. Y finalizó diciendo que lo único que quedó en pie fue "el famoso árbol de tala de cuyas ramas se refiere que pendían las cabezas de las víctimas de la tiranía".

A los pocos días, la opinión pública volvió a conmocionarse. La Prensa informó que durante los trabajos de remoción de escombros se habían encontrado "lo que podrían ser huesos humanos". El tema despertó numerosas conjeturas -igual que las que afirmaban que había tesoros escondidos- pero nunca se confirmó nada.


CAPRICHOS POLITICOS

La miopía política destruyó el patrimonio nacional. No alcanzó que durante los próximos años, el Parque 3 de Febrero se fuera enriqueciendo de la mano del paisajista Carlos Thays. Los caprichos políticos de la historia hicieron que durante todo el siglo XX, el lugar donde estaba la morada de Rosas fuera custodiada por dos enormes estatuas. Una de Sarmiento (realizada por Rodin e inaugurada en 1900 bajo la presidencia de Roca) y otra de Urquiza (inaugurada en 1958 bajo el gobierno de la "Revolución Libertadora"). Recién en 1999, durante el gobierno de Menem, se instaló una estatua en honor a Rosas.

A partir de 1985 un grupo de arqueólogos encabezados por Daniel Schávelzon y Jorge Ramos, con la intención de recuperar parta de nuestra historia, realizaron una serie de excavaciones en el lugar donde estaba el caserón encontrando restos arquitectónicos consistentes en pisos de ladrillos y baldosas, paredes y diferentes objetos de esa época. Recientemente, en 2013, hallaron parte de los baños de la residencia.



La residencia de Rosas en Palermo - Parte 1


Se cumplen mañana 225 años del nacimiento del "Restaurador de las Leyes". Su caserón fue el centro del poder durante muchos años y luego se transformó en un símbolo de la división entre argentinos. Terminó dinamitada.

Ya siendo gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas adquirió una importante cantidad de hectáreas en la zona del actual barrio de Palermo, donde edificó su residencia. Se mudó en 1838 y la habitó junto a su hija, hasta 1852, cuando debió exiliarse en Gran Bretaña. El famoso e histórico caserón bautizado Palermo de San Benito -que estaba ubicado en la actual avenida Del Libertador y Sarmiento hasta el río sobre el arroyo Maldonado, hoy avenida Juan B. Justo- también funcionó como sede de gobierno de la Confederación.

La casona estaba rodeada de amplísimos parques, con una rica variedad de árboles y plantas, un lago artificial, glorietas, bustos de mármol, una especie de zoológico y una capilla dedicada a la Purísima Concepción.

Los porteños de la época podían acceder a dicho parque, a caballo o en carroza, para disfrutar de un día de sol y aprovechar para navegar sobre el Maldonado o divertirse con una de sus atracciones como el barco atracado en tierra, víctima de una sudestada. También solían frecuentarlo los negros con sus coloridos candombes.

Con el estilo colonial de la construcción, Rosas buscó deliberadamente una afirmación de sus ideas federales y diferenciarse del estilo europeo. Al respecto, el viajero inglés William Mac Cann, sostiene que el motivo que llevó a Rosas a edificar su residencia en un lugar tan inhóspito fue dar "el ejemplo de lo que podía hacerse cuando se trataba de vencer obstáculos y se tenía la voluntad para vencerlos".

La casa era un inmenso rectángulo de planta baja con cuatro torres en los vértices formando un cuadrado de 78 por 76 metros. Mampostería de ladrillos, rejas de hierro y madera de excelente calidad fueron los materiales utilizados. En su interior no había gran lujo. Si calidad, austeridad y una sobria decoración. No faltaban los cortinados de seda roja, muebles de caoba, espejos, iluminación con faroles de aceite, un piano, alfombras, estufas y una gran biblioteca. Para 1851, estaba pavimentada la entrada y contaba con un servicio de transporte.


CAIDA, CONFISCACION Y DECADENCIA

Tras la caída de Rosas, su caserón se convertiría en un símbolo de la división en la que una vez más, y no la última, los argentinos se embarcarían.

El 3 de febrero de 1852, el llamado "Ejército Grande" liderado por Justo José de Urquiza, junto a tropas de Brasil y Uruguay, venció a Rosas en la batalla de Caseros. El caudillo entrerriano triunfante ingresó a Buenos Aires, se hizo cargo de la Confederación y se instaló en San Benito. Como años anteriores la residencia había sido testigo de las órdenes sumarias de ejecución firmadas por Rosas, ahora también vería los decretos de fusilamiento y degüello por parte de Urquiza.


Sólo días después de Caseros, el 16 de febrero, Urquiza decretó la confiscación de todos los bienes de Rosas que pasaron a ser propiedad municipal. Sin embargo, Urquiza no permaneció mucho en Palermo, un año después, debido a la secesión de Buenos Aires, se trasladó a su provincia y gobernó desde el increíble palacio San José.

El caserón de Palermo se mal usó como cuartel militar y fue víctima de saqueos. En 1858, sirvió de sede a la Primera Exposición Agrícola Ganadera del país. En 1865, el presidente Mitre ordenó que la ocupara una sección del Ejército para la formación de oficiales. En 1869, el presidente Sarmiento decretó la creación del Colegio Militar de la Nación y que su sede sería la casona de San Benito. Se inauguró en julio de 1870, tras las reformas correspondientes.


En 1874, Sarmiento, pocos meses antes de dejar la Casa Rosada y tomando como modelo los grandes espacios verdes europeos, logró que el Congreso sancionara una ley para denominar "Parque 3 de febrero" a toda la extensión de tierras que ocupara la residencia de Rosas. El 11 de septiembre lo presentó oficialmente el presidente Avellaneda en un masivo acto que contó con la presencia de "lo más selecto de la sociedad" según la crónica de la época.

El Colegio Militar funcionó en San Benito hasta 1892. Luego fue asiento de la Escuela Naval hasta 1898.



Nuevo puente de Barracas desde la calle Mitre - 1903



Nuevo puente de Barracas visto desde la calle Mitre. Buenos Aires, 1903.
📷 AGN-AGAS01-rg-Caja 42-Inv. 165242

Archivo General de la Nación

jueves, 30 de enero de 2020

El caserón de Rosas (período 1895-1898) – Parte 6


La idea del progreso dominó la década del 80. Por primera vez se planteó la necesidad, en sentido positivista de referir el parque a un sistema. Así «Buenos Aires poseerá como París, un parque en cada uno de sus puntos cardinales: al norte el Parque 3 de Febrero, al sur los Parques Convalecencia y Rivadavia, al oeste el Parque de la Chacarita»22.

La obra de Torcuato de Alvear consistió en embellecer la ciudad con escenografías como las llamadas «grutas» que desaparecieron casi inmediatamente bajo la intendencia de Seeber.

En 1892 Carlos Thays, accedió por concurso al cargo de director de Paseos, desde el cual desarrolló el jardín Municipal del Norte y concluyó las obras del Parque 3 de Febrero. En 1893 se adquirieron nuevos terrenos y tres años mas tarde se terminó la segunda sección, el Tiro Federal y la sección de los lagos. Comenzaron las concesiones que totalizaron el 12 por ciento de la superficie del parque en 1913, y el 54 por ciento en 1939, con el impulso dado a los clubes y sindica­tos. En 1901 se terminó el pabellón de los lagos y en 1908 se excavó el lago Regatas, finalmente en 1917 se inauguró el Rosedal23.

El final de esta historia es la destrucción del caserón de Rosas. Al parecer, no importó que hubiera sido sede del gobierno nacional, ni que hubiera albergado varias funciones importantes, ni en todo caso su valor arquitectónico. En aras del mal entendido «progreso liberal», fue dinamitado en la madrugada del 3 de febrero de 1899, como celebración de esa fecha histórica, estando el intendente Bullrich a cargo de las operaciones. La destrucción no fue entendida como pérdida de un edificio histórico, por el contrario, mucho más tarde se escribió que el edificio «sucumbe como un soldado volado por la dinamita… había servido a soldados de tierra y mar y recibía en su postrer momento, a modo de salvas de honor, las explosiones que materializaban su fin». 24

En reemplazo del caserón de Rosas se levantó el monumento a Sarmiento, que le fue encargado al escultor francés Auguste Rodin y que fue inaugurado el 25 de mayo de 1900.

4. Excavaciones arqueológicas

En el año 1985 el Dr. Daniel Schávelzon y el Arq. Jorge Ramos a través del Centro de Arqueología Urbana, del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas «Mario J. Buschiazzo» ‘inició la primera etapa de las excavaciones arqueológicas del caserón de Rosas que representaron un aporte novedoso para la arqueología urbana de nuestro país, ya que no se habían realizado trabajos de arqueología en arquitectura del siglo XIX.
Se excavó en la plaza actual de Palermo ubicada en Libertador y Sarmiento comenzando por una fuente y el canal de Manuelita. Se pudo observar el canal y sus sistemas constructivos, dibujarlos, fotografiarlos y rescatar algunos pocos objetos de interés.
En el año 1988 se realizó una nueva excavación. Uno de los objetivos era el estudio de la casa más antigua de las que conformaron el llamado caserón. Sabemos que Rosas compró una propiedad que readecuó y que años más tarde construyó el resto del edificio. La unión entre esas dos obras era visible aún en las fotografías existentes y en los planos, para poderlo ver en detalle se realizó una maqueta a escala. Era importante estudiar la unión entre las dos obras y observar la remodelación hecha a la casa original. Este fue uno de los puntos en que más avances se lograron, al obtener un enorme cúmulo de información sobre la historia constructiva de este edificio. Para lograr esa información las excavaciones se centraron en la parte del acceso del edificio, es decir la entrada que miraba al río. Se observó también si, además de estas obras fechadas entre 1839 y 1843 (primera casa remodelada y construcción de Cabrera de la ampliación) había en el sitio restos aún más antiguos. Asimismo se comparó el material cultural de la época de Rosas con el más tardío usado en el edificio25.
El estudio arqueológico ha mostrado el buen estado de conserva­ción de sus restos arquitectónicos, consistentes en pisos de ladrillos y baldosas, cimientos de gran tamaño y algunos sectores de la parte inferior de las paredes. Asimismo, tanto en la tierra de su alrededor, como en el escombro mismo, existía una cantidad razonable de objetos culturales que se remontaban a épocas anteriores al edificio, a su existencia y a su época más tardía.
La excavación, el análisis de lo recuperado y posiblemente —en el futuro— la consolidación y exposición de una parte de esos restos materiales de nuestra historia es una tarea que va mas allá de la mera historicidad de los mismos. La arqueología aplicada a contextos urbanos actuales permite visualizar como una alternativa, muy lenta y compleja pero con posibilidades que la historia documental no tiene. una relectura de nuestra historia.

NOTAS

PANDO J., «Palermo de San Benito», en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas Nro. 17. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. 1964.
«El Parque Tres de Febrero», en Buenos Aires nos cuenta, nro. 20, octubre 1991.
RAMOS. Jorge. SCHAVELZON, Daniel : «El estanque de Rosas. Primer lago de Palermo–. La Gacela de Palermo, Nro. 14 Año 11, 1988.
FRESCO Carlos: «Hallazgo inesperado. Un caimán en la pileta de Manuelita». La Gaceta de Palermo. Nro. 11. Año 1987.
RAMOS, Jorge; SCHAVELZON, Daniel: «El estanque de Rosas y el Baño de Manuelita en Palermo». Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Abril. septiembre 1992. 4

SCHAVELZON, Daniel. «El caserón de Rosas en Palermo: Las excavaciones arqueológicas». Revista Historia. Nro. 20. Bs. As. 1986.
SCHIAVO. Horacio. Palermo de San Benito. Cuadernos de Buenos Aires xXX11 Municipa­lidad de la ciudad de Bs. As.. 1969.
HERZ. Enrique: «La casa de Rosas en Palermo» Boletín del Instituto Histórico de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires. s/f.
FRESCO, Carlos: «La Primera morada de Rosas en Palermo». La Gaceta de Palermo. Año V. Nro 6. 1987.
FRESCO, Carlos: «Los hacedores de la quinta de Rosas en Palermo de San Benito». La Gaceta de Palermo Año V. Nro. 6. 1987.
FRESCO, Carlos: –La casona de Rosas y el maestro Miguel Cabrera».La Gaceta de Palermo» Año 1. Nro 5, 1986

FRESCO. Carlos: «Palermo de San Benito, un nombre que aún oculta parte de nuestra historia». La Gaceta de Palermo, Año 1 Nro 6 1987.
BILBAO, Manuel: Tradiciones y Recuerdos de Buenos Aires. Taller Peuser y Cia. Buenos Aires.
RAMOS, Jorge; SCHAVELZON. Daniel: «Historia y Arqueología de Palermo de San Benito. Aspectos de su planeamiento ambiental».Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas «Mario J. Buschiazzo » Nro 27-28. 1989/91. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Arquitectura y Urbanismo.
«El Parque Tres de Febrero» en Buenos Aires nos cuenta. Nro 20 1′ edición. octubre de 1991.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem
Historia del Colegio Militar de la Nación. Edición de su centenario, 1869. 11 de octubre de 1969. Volumen I . Estudio gráfico SECPA Buenos Aires 1969.
SCHAVELZON, Daniel: «El caserón de Rosas en Palermo :las excavaciones arqueológicas» Revista Historia. Nro. 20. Op. cit.
Historia del Colegio Militar de la Nación. Op. cit.
GARCÍA ENCISO, Isaías. J.: Historia del Colegio Militar de la Nación.Círculo Militar Buenos Aires. Colección Historia. Enero-marzo 1970 Buenos Aires mayo de 1970.
Dr. LUQUI LAGLEYZE. Julio Ángel: «El Colegio Militar de la Nación en Palermo», La Gaceta de Palermo.
BAMIO, José R. «La Escuela Naval Militar en Palermo» La Gaceta de Palermo Año 1 Nro 3. 1986.
BURZIO. Humberto F. (Cap. de navío). Historia de la Escuela Naval Militar Tomo 1. Libros I, II, III. IV y V Comando en Jefe de la Armada. Secretaria General Naval. Departamento de Estudios Históricos Navales. Historia Naval Argentina Nro. 16, Bs. As.. 1972.
Diario La Nación. «Discurso en la inauguración del parque», 23 de enero 1944. 20
Palabras de Sarmiento al inaugurar el Parque 3 de Febrero», La Gaceta de Palermo, 1991.
OTTONELLO. Flector La traza originaria de Buenos Aires. La Argentina Summa de Geografía. Buenos Aires. Peuser 1960. Vol. 9. pág. 3-70.
Ibídem
Ibídem 24
SCHAVELZON, Daniel: «El caserón de Rosas en Palermo: las excavaciones arqueológicas». op. cit.
SCHAVELZON, Daniel: RAMOS. Jorge: «Excavaciones arqueológicas en el caserón de Rosas en Palermo» Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Nro. 26, octubre-diciembre 1991.




El caserón de Rosas (período 1895-1898) – Parte 5


La Escuela Naval se estableció en Palermo desde 1893 hasta 1898 18.

Adjuntamos en material gráfico un plano levantado antes de la demolición del Liceo Naval, donde se observa el estado en que se encontraba tanto el caserón de Rosas, como los agregados y cerramientos. Asimismo en otro plano muy esquemático de la Escuela Naval se visualiza el patio caballeriza poco antes de la demolición de 1899.

3. La desaparición del caserón de Rosas. Año 1899

En 1874 toda la zona pasó a denominarse Parque 3 de Febrero, por iniciativa de Vicente Fidel López, durante el gobierno de Sarmiento, quien poco después pasó a ser el director de las obras que allí se llevaron a cabo. La inauguración del parque estuvo a cargo de Nicolás Avellaneda el 11 de noviembre de 1875, cuando plantó en forma simbólica la magnolia que aún está en pie en la esquina de las avenidas Berro y Casares. El Presidente de la República dijo en su discurso.

«El viejo y rústico Palermo es desde hoy el Parque 3 de Febrero y ostentará pronto en sus fuentes de aguas surgentes, en sus estatuas. en sus calles rectas o curvas. en sus bosques artísticamente formados para dar sombra y luz al paisaje. junto a las artes, el buen gusto y el sentimiento de lo bello ofrecen en los parques de Santiago de Chile. de Nueva York, de París y de  Londres…»19.

Sarmiento por su parte en su discurso dijo:

«El Parque 3 de Febrero será de hoy en adelante el patrimonio del pueblo, verdadero tratamiento higiénico que robustecerá sus miembros por el saludable ejercicio… y cultivará el buen gusto con la combinación de  bellezas naturales…. que estos dilatados jardines se ofrecerán… Sólo en un vasto, artístico y accesible parque el pueblo será pueblo: sólo aquí no habrá ni extranjeros, ni nacionales, ni plebeyos…» 20.

Los personajes fundamentales del trazado y la construcción del Parque entre 1874 y 1876 conforman un conjunto de técnicos europeos cuya acción fue impulsada directamente por Sarmiento quien requirió los servicios de un ‘ingeniero prestigioso como Julio Dormal; Ernesto Oldendorff, prusiano, director nacional de Agricultura («primer alemán del Río de la Plata», lo llamaba Sarmiento) y Jordán Czelaw Wysocky, polaco, ingeniero militar. En julio de 1874 había trescientas setenta y cuatro personas trabajando en el parque. Se mantuvo correspondencia con Europa para la compra de invernáculos, puentes, sistemas de riego, etc.

En septiembre del mismo año sorpresivamente se convocó a un concurso de proyectos para el parque. El primer premio lo obtuvieron Adolfo Methfessel y Carlos Boemel, ambos vinculados al grupo de técnicos y científicos alemanes que trabajaba con Sarmiento, pero el proyecto y sus autores fueron dejados de lado y se contrató para finalizar las obras a Julio Dormal. En 1875 se contrató la construcción del Hipódromo, se concedieron las líneas de tranvías y se cedió a la Sociedad Rural el predio de exposiciones, inaugurándose la primera sección en noviembre del mismo año. El modelo explícito del proyecto de Sarmiento para Palermo era el Central Park.

Entre 1874 y 1876 Forchel desarrolló el jardín de Aclimatación (en actual Scalabrini Ortiz y Paraguay) y se desarrolló el antiguo zoológico que dirigirá Holmberg a partir de 1888. En este mismo año el parque pasó a depender de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires. Fallece Sarmiento21.


miércoles, 29 de enero de 2020

El caserón de Rosas (período 1895-1898) – Parte 4


El 1 de mayo de 1865 a instancias del general Bartolomé Mitre se creó una sección militar en la Escuela de Artes, Oficios y Agricultura que funcionaba en Palermo

El proyecto para la creación del Colegio Militar de la Nación fue enviado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento y presentado en la Cámara de Diputados obteniendo sanción favorable al igual que en Senadores, dictándose el decreto ley el 11 de octubre de 1869.

Por decreto del 22 de junio de 1870 se designó como cuartel del Colegio Militar recientemente creado al edificio que fuera residencia de Juan Manuel de Rosas. La primera tarea del flamante director, coronel Juan F. Czetz, fue en base a las características del edificio y su moblaje, distribuir locales y adecuar las ‘instalaciones para la nueva función. Por lo que dispuso que las habitaciones que miraban hacia el noroeste fueran habilitadas como dormitorios, el gabinete de química y la enfermería fueron emplazados en las inmediaciones. El comedor y la cocina se habilitaron en los locales que miraban hacia el este, disponiéndose las aulas en los locales que daban hacia el patio inte­rior, protegidas por la galería. Hacia el sureste detrás del edificio se extendía el patio de ejercicios y el llamado «campo de maniobras», limitado al norte por el arroyo Maldonado y parte de Belgrano, al oeste por el camino de las Cañitas y el callejón de la Recoleta, que seguía aproximadamente el trazado de la avenida Las Heras y Libertador, al sur por las barrancas de la Recoleta hasta el Palomar y la cancha de pescadores y al este por el Río de la Plata. La gimnasia se daba sobre la Avenida de las Palmeras (hoy Sarmiento) disponiéndose los cajones de salto en el ángulo oeste de la construcción y los demás aparatos en el costado norte. Este edificio que había sido construido para albergar a una familia y al personal de servicio, llegó a cobijar en 1892, poco antes de ser abandonado por el colegio, 118 cadetes, más el cuadro de oficiales, el claustro de profesores y el personal de tropa y servicios12.

Durante la dirección del coronel D. Simón A. de Santa Cruz desde el 22 de julio de 1880 y el 14 de enero de 1887, una de sus preocupaciones fue mejorar las condiciones del edificio de Palermo, solicitando al ministro secretario de estado en el Departamento de Guerra y Marina, Dr. Carlos Pellegrini, la conexión de agua corriente que se podía traer del depósito del Parque 3 de Febrero. A dicho efecto adjuntó dos presupuestos y en la misma fecha elevó otros dos presupuestos para la instalación de luz de gas. Fundamentó su pedido en las ventajas sobre la luz de kerosene. Este proyecto fue aprobado13.

En 1883 fueron reabiertos varios de los cerramientos de mampostería que se habían levantado para clausurar las galerías exteriores. Una nota de García Enciso escrita en 1883 dice así: «Habiéndose descubierto ayer un solo arco, el que queda al frente de la clase del tercer año, fue necesario imponer un castigo a todo ese año, por no poder impedir que los alumnos atendieran más bien a las damas que paseaban por la avenida que a sus profesores y sus libros. A esto se agrega que una vez abiertos los arcos quedarán sin ninguna seguridad los dormitorios, no teniendo como vigilarlos ni cuidarlos… y teniendo tal facilidad sería imposible que se vayan por las noches el Colegio, como sucedía tiempo atrás. Pero, pese a todo los rellenos de los arcos fueron finalmente derribados, para la alegría de los estudiantes» 14.

Por espacio de 22 años sirvió el caserón de Palermo como cuartel del Colegio Militar y 17 promociones de oficiales egresaron de sus aulas15.

Adjuntamos como material gráfico un proyecto de Enrique Aberg para el Colegio Militar en el cual se conservan los muros originales y su distribución pero se le anexan no sólo nuevas alas y dependencias sino también patios, hasta modificar la fisonomía del conjunto. Asimismo reproducimos otro proyecto de Carlos Morra (circa 1890) para realizar una Escuela de Esgrima en el interior del Colegio Militar. Iba a construirse sobre el muro sur del caserón mirando hacia el patio-caballeriza ubicado en ese sector.
Hacia 1892 el Colegio adquirió en la localidad de San Martín un predio con un edificio que fue ampliado y remodelado y se fijó el 12 de septiembre de 1892 como fecha de iniciación de los cursos en el nuevo Colegio Militar de San Martín. El viejo caserón será luego ocupado por la Escuela Naval16.

Con el traslado de la Escuela Naval Militar a Palermo, comenzó un período de estabilización de la institución ya que durante veinte años había tenido ocho mudanzas. Seis como establecimiento docente embarcado precariamente en diversas unidades y dos en tierra en el pueblo de Diamante (Entre Ríos) y en la Capital Federal, en un local ubicado en un terreno que daba a las barrancas del río, en la actual avenida Alvear, sin contar otras breves en la isla Martín García, Boca del Riachuelo y zona de Tigre. Se asignó la suma de 10.000 pesos para afrontar las reparaciones que se hacían necesarias realizar para adecuar el edificio a las necesidades de la escuela. El Sr. Carlos Tagliaferro fue el constructor que tuvo a su cargo los trabajos más importantes de esas reparaciones17.


martes, 28 de enero de 2020

El caserón de Rosas (período 1895-1898) – Parte 3a


Luego de Caseros San Benito cambió de dueño, ocupado por Urquiza y sus tropas, el parque fue descuidado y el jardín destruido. El 16 de febrero de 1852 se confiscaron todos los bienes de Rosas, lo que se ratificó por ley de la Legislatura Nro. 1706, del 29 de julio de 1857, pasando estos terrenos a propiedad municipal. Pero la entrega a la Comuna no se efectivizó y en 1862 la Municipalidad reclamaba al Poder Ejecutivo en el acta del 9 de mayo de 1862.

«…No es la primera vez que la municipalidad ha solicitado del poder ejecutivo, la realización de la disposición del artículo 5to. de la ley cita­da. el cual determina que las fincas urbanas que pertenecieron a Rosas, incluso Palermo y sus adyacencias, que se hallen dentro de los límites de la ciudad de Buenos Aires, se consideran como propiedades munici­pales y se haga formal entrega de ellas a la corporación»8.

El 3 de diciembre de 1856 el Poder Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires dictó el decreto de la fundación del pueblo de Belgrano erigiéndolo en Partido Judicial de Campaña de Belgrano. De acuerdo a los límites de la fundación, Palermo pasaba a la jurisdicción del partido homónimo. No obstante, y en evidente contradicción, la legis­latura ratificó el 29 de julio de 1857 el decreto que mencionamos del 16 de febrero de 1852, diciendo:

«las fincas urbanas del mismo origen incluso Palermo y sus adyacencias. que se hallan dentro del Municipio de la ciudad de Buenos Aires, serán desde hoy consideradas como bienes municipales. haciéndose ormal entrega de ellas»9.

No obstante lo arriba transcripto la entrega a la Comuna no se efectivizó, como tampoco a las autoridades de Belgrano, lo que recién se produjo el 23 de abril de 1864. Mientras tanto, el 6 de octubre de 1858 se había dictado la ley proyectada por Domingo Faustino Sarmiento, que entonces era jefe del Departamento de Escuelas de la Provincia, por la cual se disponía que el beneficio de la venta de propiedades de Rosas, se destinase casi exclusivamente a construir edificios escolares. Esta es la razón por la cual la Corporación de Belgrano, si bien es cierto no enajenó Palermo, lo arrendó para que funcionara una escuela de artes, oficios y agronomía, la que estuvo bajo la dirección del ingeniero español Francisco Febrés y Rovira.

Los límites del partido de Belgrano fueron modificados en febrero de 1865 y por ley del 3 de octubre de 1867, la Cámara de Senadores establecía que

«…los terrenos de Palermo dejan de pertenecer al municipio de Belgrano pasando a formar parte del de la capital».10

La ley definitiva por la cual Belgrano perdió sus derechos sobre Palermo se dictó el 19 de octubre de 1870.

El 13 de noviembre de 1872 el Departamento de Gobierno de la provincia de Buenos Aires resolvió que la administración de la propiedad de Palermo y sus adyacencias, corrieran a cargo de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, pero este decreto fue derogado en mayo de 1874 y el Poder Ejecutivo asumió la administración de los terrenos «a fin de que el producido de sus rentas reciba el destino de la ley, sirviendo para fomentar la creación de edificios para escuelas…» 11.

2. El caserón de Rosas: Colegio Militar de la Nación y Liceo Naval


lunes, 27 de enero de 2020

El caserón de Rosas (período 1895-1898) – Parte 2


El patio interior estaba cubierto de baldosas de calidad, al igual que sus pisos interiores, aunque los cubrían alfombras y esteras, según el uso a que estuvieran destinadas.

«La decoración era sencilla dentro de la rusticidad y sencillez que predominaban en la época. Rosas ocupaba las habitaciones que daban al rió siendo su dormitorio la segunda pieza, en la que tenía su cama de bronce, su armario y sobre una gran estufa un gran espejo. Frente a su cama estaba su escritorio particular y en el medio de la pieza una gran mesa llena de expedientes y a ambos lados de la estufa dos chiffoniers de caoba. Manuelita ocupaba las habitaciones de la parte oeste del edificio. El salón de recibo estaba también sobre este costado, abundando los espejos y los muebles de caoba»6.

El edificio fue parte de una corriente que intentó rescatar ciertos valores vernáculos y tradicionales y aplicarlos a la gran arquitectura oficial, desde la casa de Rosas hasta la Aduana Nueva, de Taylor. No queda en pie un solo ejemplo en todo Buenos Aires. El caserón estaba construido en mampostería de ladrillo revocado por ambos lados y la gran terraza tenía rejas de hierro separadas por pilares también de mampostería. Las maderas utilizadas fueron de gran calidad, a tal punto que después de la demolición de 1899 aún se pudieron reutilizar.

El acceso principal al terreno se daba por una vía paralela al camino hacia San Fernando y separada de éste por un canal. Todo el trayecto tenía árboles de sombra, rejas y pilares de ladrillo, que jerarquizaban el acceso hasta Palermo. La zona estaba abierta al público que llegaba a ver los animales que vivían sueltos en los jardines: avestruces, llamas y pájaros de todo tipo. Pero el mayor atractivo era un pequeño barquito de vapor: toda una novedad con su maquinista que llevaba a la gente desde el caserón hasta el río, en una visita que para su época llamaba la atención.

El conjunto de Palermo es precursor del diseño ambientalista y se construyó a partir de un trazado básico que respondía al medio, con escasa preocupación por lo meramente estilístico, lo que es muy propio del hábitat rural pampeano. Si bien se parte de un esquema geométrico tampoco era extremadamente rígido desde el punto de vista paisajístico. La red vial, por ejemplo, más de una vez presentaba espacios de «bordes blandos» combinando las funciones de paseo y esparcimiento con las de circulación. Otro tanto podríamos decir del jardín anexo al caserón, en cuya combinación de fuentes, flores, glorieta, aves y animales del parque, es donde se visualiza una filiación neorromántica. Sin conexión con la simetría geométrica post-Versalles. La idea general del trazado y la estructura funcional de la quinta parece haber sido del mismo Rosas, partiendo del esquema vial existente, los callejones entre quintas y los arroyos y zanjones. Fue determinante la relación entre estos elementos y las dos construcciones existentes: el «primer rancho» y la casa Núñez: Hornung Holtfenhoff, a partir de la cual se construirá el caserón7.

La quinta estaba ubicada sobre uno de los accesos principales a la ciudad: el acceso desde el litoral. Completaban la red troncal de aquel entonces el Camino de los Reinos de Arriba (actual Rivadavia) y el Camino del Sud, cuyo primer tramo era la Calle Larga de Barracas (hoy Montes de Oca). Cabe aclarar que el estado de estos caminos era bastante malo en época de lluvias. Pero no sólo estaba conectada con la troncal Buenos Aires-Litoral sino que quedaba en buena comunicación con la Chacarita, Blanqueada (hoy Belgrano), las quintas de la actual Villa Crespo y Palermo Viejo, así como con los campos de Rosas en la Pampa y con el cuartel y fábrica de Santos Lugares. Para acceder desde la ciudad a la casona había tres rutas, coincidentes con las salidas de la ciudad ya citadas: el Camino de Santa Fe, la Calle Larga y la ruta del Bajo, ésta última era la roas utilizada para llegar a Palermo de San Benito. 

Se tomaba la Alameda y luego el Paso de la Guardia Nacional (Leandro Alem) y poco después del «Pobre Diablo» se quebraba un poco para empalmar con el tramo interno del Camino de Palermo, pavimentado y arbolado por Descalzi desde la calle Austria. En 1851 se estaba terminando el pavimento y remodelación desde la entrada de la quinta, hasta el Retiro. En 1849 se instaló una línea de transporte de pasajeros Alameda-Palermo de San Benito.


El caserón de Rosas (período 1895-1898) – Parte 1


1. Antecedentes históricos, edilicios, ambientales y socio culturales

La historia de Palermo, como zona descampada se remonta a la conquista de las costas del Río de la Plata. Desde el siglo XVI había sido una parte semiabandonada, poco poblada, aunque dedicada a la agricultura. Este sector (norte de la ciudad en el bajo, entre la barranca y el Río de la Plata) fue dedicado por Garay a las chacras de cultivo, se repartieron unas sesenta de ellas. Esta división careció de amojonamientos lo que produjo posteriores conflictos por saber si la tenencia de las tierras comenzaba desde la orilla del río o desde la barranca1.

Juan Domínguez Palermo unificó un sector de esta zona y se dedicó al cultivo de la vid, trigo y árboles frutales. El nombre de Palermo se fue generalizando y es el origen de la toponimia del lugar. Se oficializó en 1808, cuando autorizado por Santiago de Liniers se creó el Partido de Palermo, como un desprendimiento del Partido de San Isidro. Se extendía desde los Colegiales hasta los Corrales de Miserere2.

La falta de caminos hacia esta zona inaccesible y la desembocadura del arroyo Maldonado, límite de lo que sería Palermo, fue hasta principios de nuestro siglo un juncal de difícil acceso. Rosas decidió hacia 1836, realizar una gran labor de relleno en la zona, baja y arcillosa, trasladando humus desde la zona de Belgrano, hacia el Río de la Plata, rellenando y cubriendo los desniveles. También trasladó tierra desde la boca del arroyo Maldonado y el bajo de la Recoleta. Luego de dos años de acarreos la zona se transformó en un sector apto para cultivo. Rosas ocupó el espacio que queda comprendido actualmente, entre el ex arroyo Maldonado, las avenidas del Libertador y República de la India y el río. Este último corría aproximadamente donde está hoy la costanera. Además se hicieron terraplenes de desagüe y largos canales perpendiculares para desgastar las lluvias rápidamente.

En la parte norte subdividió las tierras en cuadrados rodeados por canales y caminos, donde se cultivaron árboles traídos de todo el país, especialmente naranjales y durazneros. La actual avenida Sarmiento dividía en dos partes el terreno y del otro lado se hallaba el caserón y los jardines. Estos últimos representaban un verdadero paisajismo con diseños de canteros de flores, una avenida arbolada hacia el río y toda clase de plantas. Entre los árboles se ubicaron bustos de mármol sobre pedestales y un largo canal rectificado rodeado por rejas de hierro y pilares de mampostería, que servía para baño y como pileta decantadora. Incluso se construyó una pérgola de madera con cúpula, cubierta de plantas para el baño de Manuelita. Sobre el «baño de Manuelita»3 se publicaron diversos trabajos que mencionamos en las notas bibliográficas. Lo más llamativo en su época fue un barco que había encallado tras una tormenta y que Rosas remodeló y transformó en salón de baile.

Hacia 1836 comenzaron las obras de la residencia. No está demostrado todavía quien fue el autor del proyecto, pero sabemos que la obra fue dirigida por el maestro Miguel Cabrera4. El edificio poseía una planta rectangular con cuatro torreones articulados en los vértices. El rectángulo mayor estaba ocupado por las habitaciones en hileras unidas a través de galerías y pasillos exteriores, comunicados hacia un gran patio central. En el torreón hacia el sur estaba instalada la capilla dedicada a San Benito, cuyo nombre desde hacía tiempo estaba en estrecha relación con Palermo5. En 1838 todo el trabajo había sido finalizado.


sábado, 25 de enero de 2020

miércoles, 22 de enero de 2020

Antigua entrada de la famosa quinta "San Antonio"


"Antigua entrada de la famosa quinta "San Antonio" junto a la estación Vicente López, construida en 1763 (enero de 1912).
Archivo General de la Nación
📷 AGN-AGAS01-rg-Caja 2196-Inv: 696

martes, 21 de enero de 2020

¿4.200.000 en casi 30 años? La gran inmigración en Argentina (1880 a 1914)



Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX la Argentina fue el segundo país que más inmigrantes recibió. Millones de personas llegaron en una gran inmigración de masas. Acompañanos a ver la historia y las características de esa inmigración.

Mail: historiaen10@gmail.com

lunes, 20 de enero de 2020

Árboles, Barrancas y Próceres - Parte 2


La otra rama, el Ferrocarril Central Argentino que va hacia Córdoba da origen a la estación y al sub barrio “Belgrano C”. La avenida Cabildo es el límite con Belgrano R. El Museo de Arte Español “Enrique Larreta” es un lugar emblemático de Belgrano. La centenaria casa del autor de “La gloria de Don Ramiro” de estilo neo colonial recuerda la fachada de la Casa Histórica de Tucumán. En su interior se puede descubrir un palacio del siglo de oro español, siglos XVI y XVII. En su muy visitado jardín árabe, pueden verse las siguientes especies: ombú, palo borracho, camelia, níspero, naranjos, palmeras y cipreses. En frente en la Plaza Manuel Belgrano, se alza el monumento al General Manuel Belgrano, detrás un grupo de jacarandás que sirve de marco a otras especies presentes, los plátanos y el gingko.

Las Barrancas de Belgrano tienen un especial valor histórico y cultural, por ese motivo fue declarada Área de Protección Histórica (APH). En sus orígenes fue la quinta de Valentín Alsina. Al igual que la Plaza Lavalle, en el barrio de San Nicolás, las barrancas integran tres plazas que, como expresé, fueron diseñadas por Carlos Thays. El conjunto es atravesado por las calles Echeverría y Sucre que, en su cruce con la calle 11 de Septiembre presenta dos rotondas.


La selva en galería se extiende a lo largo de las riberas de los ríos de nuestra Mesopotamia. En ese ambiente subtropical, las copas de los árboles se unen por arriba de los cursos de agua. En el pasado atravesaron esos paisajes los charrúas y guaraníes. También nuestro General Manuel Belgrano. A fines de 1810 pasó con su expedición al Paraguay por Candelaria, en la provincia de Misiones. Bajo un “sarandí blanco” meditó y descansó. Hoy ese arbusto es considerado Monumento Nacional. La especie tiene valor medicinal y como tal se encuentra inscripta en la Farmacopea Nacional Argentina. 

Dos años después Belgrano creó nuestra Bandera. El 27 de febrero de 1812 en las barrancas del río Paraná, cerca de Rosario, frente a las Baterías “La Libertad” e “Independencia” informó a las autoridades de Buenos Aires que “…siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste”.

Los jesuitas plantaron el pino piñonero al sur de la provincia de Santa Fe en el año 1650. El árbol habría sido elegido por un objetivo menor, como punto de referencia o mojón para señalar el pago de San Lorenzo dentro de la Estancia San Miguel del Carcarañá. Otra versión indica que pudo haber sido plantado más tarde por los franciscanos, hacia 1796, en los fondos de la huerta del convento “San Carlos”, porque sus piñones se utilizaban en confituras de panificación en la cocina. 

Sin embargo el destino del árbol fue de una importancia mayor. Según Bartolomé Mitre, San Martín descansó bajo la sombra del pino el 3 de febrero de 1813 después de la batalla de San Lorenzo a orillas de las barrancas del río Paraná y al amparo del árbol redactó el parte de guerra “bañado en su propia sangre y cubierto con el polvo y el sudor de la victoria”.

El pino de San Lorenzo fue el primer ejemplar señalado con una placa conmemorativa colocada por la Sociedad Forestal Argentina en 1913. A su vez, el primer ejemplar reproducido para originar retoños en 1915 y uno de los primeros Árboles Históricos protegidos.

El retoño del pino de San Lorenzo en lo alto de la Plaza Barrancas de Belgrano es un gran orgullo para la Ciudad de Buenos Aires. Fue plantado por la Asociación Cultural Sanmartiniana el 25 de mayo de 1932. Este retoño es más que una metáfora. Sin lugar a dudas remeda a aquellas barrancas del Paraná que fueron testigo de la gloria de los dos próceres. El pino de San Lorenzo crece hacia el cielo azul y blanco de nuestra bandera.





domingo, 19 de enero de 2020

Árboles, Barrancas y Próceres - Parte 1


A través del tiempo barrancas y árboles se conjugaron enlazando las páginas de gloria de nuestros próceres. En las barrancas del río Paraná, los árboles “sarandí blanco” y el “pino de San Lorenzo” brindaron amparo a los generales Manuel Belgrano y José de San Martín.

Hacia el sur, el río se abre en numerosas ramas en el Delta del Paraná. Más abajo aparece el ancho río sin costa visible en el horizonte, el Río de la Plata, después el estuario se hace mar. Sus barrancas se inician en San Isidro, continúan en Olivos, Vicente López y en Barrancas Belgrano. Más al sur hacia el puerto de Buenos Aires, surgen las verdes barrancas de Plaza Francia y de la Biblioteca Nacional, de Retiro y de Parque Lezama. 

Así como en el centro de la ciudad el “bajo” refiere a la avenida Leandro N. Alem y Paseo Colón, en el barrio de Belgrano, al “Bajo Belgrano”, que se llega al descender desde las Barrancas hacia el Río de la Plata. Esa parte del barrio con tanta identidad fue perpetuada por el tango, los “pingos” y sus studs. Reflejada en las lavanderas, que vio Prilidiano Pueyrredón a través de su óleo costumbrista, donde se destacan los ombúes. Desde otro punto, desde los jardines de su quinta, que se extendía desde Cabildo hasta “Las Cañitas” (hoy Luis María Campos), José Hernández veía el Río de La Plata. 

Mencionando estos lugares no puedo dejar de recordar la belleza de la abadía de San Benito. Allí intervino el célebre arquitecto Carlos Thays en el diseño de su Patio Central y en las Barrancas de Belgrano. En dicho patio se destacan tres magníficos árboles, alcanforero, palmera y magnolia.

Un árbol histórico propio de la provincia de Buenos Aires fue el “tala” también llamado en guaraní ibirá guasú o yuasí, que significa tronco grande y espina chica (Celtis ehrenbergiana), por esa razón la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires obligó a su preservación y lo declaró “Árbol representativo de la Ciudad”, por su carácter autóctono y su valor histórico. El Despacho de la Comisión de ambiente argumentó: “La designación permitirá no sólo mantener vivos los recuerdos de sus orígenes, sino que también remediará en parte nuestro olvido, como también lo agradecerán las aves nativas, como el jilguero dorado, el boyerito, el cardenal, el pepitero de collar y la monterita cabeza negra, las orugas y las crías de las mariposas de la ciudad. Estamos a tiempo de impulsar gestos reparadores para poder revalorar esta especie y estimular su inclusión en la agenda educativa y ambiental de los porteños”.

En el territorio que hoy ocupa la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el talar constituía el bosque natural que ocupaba los terrenos altos, cercanos al Río de la Plata cuyos vestigios podemos apreciar aún en Parque Lezama o en Barrancas de Belgrano.

Las tipas conformando túneles por arriba de sus calles y la elegante arquitectura Tudor de las casas, en la Avenida Melián, distinguen a Belgrano R, el sub barrio del oeste, más apartado del río y del bajo. Las dos ramas del ferrocarril establecieron los nombres de los sub barrios. En las tierras altas, la línea Buenos Aires a Rosario da el nombre de Belgrano R. La Plaza de los Olmos (entre Zapiola, Echeverría y las vías) es un ejemplo considerando la acción de los vecinos organizados en la Sociedad de Fomento que lograron Establecer el Área de Protección Histórica (APH) N° 4 de la Ciudad de Buenos Aires. Se vincula con la Plaza Castelli y alrededores con vistosos comercios y centro cultural.


viernes, 17 de enero de 2020

El tanguero Aníbal Troilo, 'Pichuco', cuenta su vida... - Parte 3

 -¿Qué lo decide por determinado tango? Quiero decir, si es la letra o la música en primer término. 

-Son las dos cosas. Hay algunos letristas a los que estoy aferrado. Cátulo, Hornero Manzi, Expósito, Camilioni; ahora empiezo con Ferrer. Ferrer va escribir mi vida. Yo le digo: "Bueno, Horacio, empezá. Pero nada de introitos". Introitos yo no quiero.

-¿Cómo conoció a Ferrer?

-Yo voy a trabajar a Montevideo. Después íbamos afuera. Y Horacio venía. Yo le contaba de Carlos de la Púa, del Negro Flores, de Cadícamo... El captaba una enormidad. Tendría dieciséis años. No paraba nunca de preguntarme cómo eran éste y aquél otro. Era un pibe bárbaro. Después, quiero que me pregunte de mi viaje. 

-Le pregunto ya. Cuénteme. 

-Cabrera y Anchorena, 1914. 

-¿Mil novecientos catorce es una fecha? 

-Sí. 

-¿Tengo que adivinar? 

-Voy a cumplir sesenta años. 

-Y nació en Cabrera en 1914. 

- Sí. Le voy a contar. Mi viejo murió cuando yo tenía diez años. 

-¿Y entonces, su vieja? 

-¿Qué te parece? Muchos sacrificios. Era una mujer muy bonita, pero solamente nos miró a nosotros. Cumplo sesenta años. Hace cincuenta años que trabajo con el bandoneón. El más grande disgusto fue cuando supo que había dejado la escuela y entraba a tocar. Murió en los brazos de Zita. 

-Sí, murió en mis brazos. 

-Acercá la botella, Puchi. ¿Usted sabe una cosa? Cuando Puchulita me conoció, no me daba bola. 

-¿Por qué, Zita? ¿No te gustaba? 

-No sé... 

-Sería que yo era gordito. 

-No, a mí me gustaban los hombres mayores. Este era un pibe. 

-¿Nunca hizo una canción para vos? 

-Sí. Hizo para mi Toda mi vida y María

-Había un tango que se llamaba Claudíne y Otro Francoise y otro ¡yo qué sé! Le dije a Cátulo: "Hacé un tango que se llame María". Y ahora, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Cómo te gustaría llamarte? ¡Qué gran nombre, María! ... La vieja se llamaba Felisa... 

-¿Por qué creés que hay tantas madres en el tango? 

-¿Y dónde querés que estén las madres? 

-En el tango están bien. Tomá hielo, Chiquito-, dijo Zita, poniéndole un trozo en el vaso. 

-Esta siempre me manejó. Antes, con el anillo. Yo veía el anillo y ya no sabía más lo que hacía. Estaba en pleno tralalalá, pero igual me tomaba el raje. 

-Sí-, dijo Zita con aire satisfecho, volviendo a sus datos. Es verdad.

Debías poner a tu vieja en algún tango, japonés. 

-¿De cuántas maneras lo lIamás? 

-¡Uuuh! Japonés. Tortita Quemada, Buda, Gordo, Puchulito, y de mil modos más. 

-Sabés a quién no llegué a agarrar? 

-¿A quién?

-A mi viejo. Murió cuando yo era muy pibe. Ya te conté. Yo hablo poco de mi viejo. Pero mirá, un día viene el Nene... 

-¿Qué Nene? 

-Bonardo. Me agarró para un programa en televisión. Yo estaba afónico, no podía hablar. El Nene me hizo toda una preparación. Después se puso de espaldas a la cámara y me dijo: "Hablá", "No sé, me hipnotizó y yo entré a hablar del viejo, de cuando le regaló la guitarra a Gardel. Hablé sin acordarme de la gente que me estaba escuchando. 

-¿Cuándo le regaló una guitarra a Gardel? 

-Yo no había nacido. Mi vieja vivía en Córdoba y Pueyrredón y mi viejo era el novio. Pero nada más, ¿entendés? Como se usaba en esa época.

Entre él, Betinotti y mi tío le regalaron la guitarra. 

-¿Vos lo conociste? 

-Sí, en el año 1932, cuando yo tocaba con De Caro. Mirá qué me pasó. El día que voy a ver Melodía de arrabal estoy parado en la puerta del cine, esperando para entrar, en medio de un montón de gente. Una señora abre la puerta del auto y ¡paf! me deja dormido en el suelo. Me tuvieron que llevar a la Asistencia Pública Después, en el Festival del '32, Barquina en el Chantecler, va y me presenta a Gardel. "Mirá, Carlitos, este pibe tiene locura con vos", le dice. "¿Sabe una cosa? -le dije yo- casi me amasijan por "usted". "¿Qué te pareció la película, qué te pareció?", me dijo. Porque hablaba capicúa. Ese día había estrenado Si se salva el pibe

-¿Gardel? Yo creía que ese tango era muy posterior. Que lo había estrenado Florentino. 

-¡No! Estábamos Barquina y yo. ¡Qué lástima, no conociste a Barquina! 

-¿Quién era Barquina? 

-Si había alguno preso, Barquina lo sacaba-, dijo Zita. 

- ¿Y qué más? ¿Qué hacía? 

-¿Sabés lo que hacía? Querer a la gente. Una vez había una fiesta y unas putas ahí. 

-Para vos ¿qué es ser puta? 

-Mirá, tirarse al agua por cualquier cosa. 

-¿Mucha plata no es cualquier cosa? 

-Es lo mismo. 

-¿Qué es lo mismo? 

-Es baratearse. Bueno, te cuento. Era una fiesta y había una mina que se me tiraba arriba. "¿Qué hago?", le dije a Barquina. "Isa", me dijo Barqui. Barqui fue el amigo más dilecto. 

-¿Y Manzi? 

-Es otra cosa. No seas desordenada. No mezclés. 

-Bueno. Dale con Barqui. 

-Barqui se murió y me dejó solo. ¿Querés que te cuente? 

-Sí. 

-No lo pongas. 

-No. 

Habló largo rato de Barquina. Luego de Discépolo, y de la locura que tenía por Tania. 

Finalmente: 

-Una noche, Tania estaba en Chile. Enrique me dice: "Vení". Fuimos, cuando terminamos de comer, me lleva atrás de la casa y me dice: "¿Cómo estás?". Yo lo miré. No entendía qué quería preguntarme. "Bien", le digo. "¿Qué vas a hacer?" "No sé", le digo y me quedo esperando. No sabía a dónde quería ir.

"¿Sabés lo que tenés que hacer? Nada." 

-¿Qué quería decirle? 

-Que ya había hecho todo lo que tenía que hacer. Que ahora me quedara quieto. ¿Querés escribir una cosa? 

Sobre el mármol helado / migas de media luna / y una mujer absurda que come en un rincón / Tu musa está sangrando y ella se desayuna /El alba no perdona, no tiene corazón. 

-Vos sabés "las historia de tango tienen vieja memoria". Hay tantas cosas... Cuando pienso en Paquito, que me llevó treinta años el bandoneón. Pero ahora se murió. 

-¿Piensa a veces en la muerte, en su muerte? 

-Sí. Y no me gusta, pero no por mí. Quiero todavía arrimar un millón de cosas a la gente que me quiere. Toda esa gente... ¿Te conté que el otro día bajé y las señoras me besaban? 

-Sí. ¿Te gusta escucharte? 

-Me escucho mal. 

-¿Por qué? 

-Porque para escucharse bien, hay que sentirse bien. Y yo, últimamente, ando mal. 

-¿Cómo dijiste que te gustaría llamarte? 

- No te dije. 

-Yo le puse El Gato a Piazzolla y el Polaco a Goyeneche. ¿Sabías que a Piazzolla le gusta el jazz? Siempre le gustó el jazz. Me gustaría ponerte un nombre. 

-Esta es Gelsomina. Clavado, Gelsomina -dijo Zita. Y luego: Mirá, Gelso, a veces llegaba Piazzolla con la partitura y el Gordo entraba a tacharle los firuletes. ¡Qué tierno, Piazzolla!... 

-La primera instrumentación que me hizo... estábamos comiendo en lo de mi vieja y me dijo: "Me gustaría hacerle una instrumentación". Fue 'Chiqué'. 

 

-Era muy tierno-, insistió Zita. Los hombres son más tiernos que las mujeres, ¿no te parece? 

-Sí, creo que sí. 

-Un hombre es incapaz de hablar de vos porque sí. Yo creo que son más buenos que las mujeres. 

-¿Sabías, entonces, que a Piazzolla le gustaba el jazz? -, dijo Troilo.

-Sí, sabía.

-Yo conocí a Tommy Dorsey. Lo conocí y me gustó, y cuando lo oí casi me vuelvo loco. Entonces me vinieron ganas de tratarlo. Pero de nuevo no me gustó. Y no me gustó, ¿entendés? -, dijo mirándome, con los ojos finitos como dos rayas. Quedó un rato pensativo. 

-Tommy Dorsey murió. Luego, mirándome entre curioso y fastidiado: 

-¿Qué escribís? Decime. 

-Cosas. 

-¿Qué? 

-Por ejemplo, que tenés los ojos muy dulces y unas manos bellísimas. Podrían servir para un afiche publicitario. 

Las miró por unos segundos. 

-¿Te gustan? 

-Sí, mucho, además... 

-Son más jóvenes que yo, ¿verdad? 

-Son manos de pibe. Por las manos, podrías tener veinte años. 

-Sí, por las manos, sí... Pero mirá, piba, mirá mi caminar. ¿Sabés qué es? 

-Sí, que andás precisando al chino de las agujas. 

-Cualquier día, ya ni el chino me arregla. 

-¿Lo conociste a Tommy Dorsey? 

-Lo conocí en San Pablo. 

-La música de Tommy Dorsey le gustaba mucho-, dijo Zita. 

-Sí, en cambio Silvio Caldas... 

-¿No te gustó? 

-Me gustó él y la música. Íbamos juntos al hipódromo. ¿Qué era lo que decían las minas en San Pablo, Puchulita

-Decían "sozinho", "vocé, sozinho". En Río estaban Rita Hayworth, el Alí, las del Follies Bergere, hacía un frío del demonio. Me dieron un coche sin cambios, y nunca había manejado una cosa así. Y en medio de aquella neblina... Pero era la única fresca. Los llevaba a todos, yo sólo tomaba agua. 

-En el reportaje que te hice hace unos años te pregunté cómo componías, si partías de la letra o al revés. Vos me dijiste que te gustaba ir envolviendo la letra en música, ¿te acordás? Me dijiste algo así como: "Me gusta masticar la letra. Ir envolviéndola en música. 

-Sí. Ahora tengo unos versos de Cátulo y se me ocurre que le voy a poer una música que corresponda. El día del programa a Manzi, Cátulo me dijo: ''Tengo una cosa que son doce tomos. ¿Sabés qué es? Testamento tanguero." 

-¿Qué hacés aparte de tu trabajo? 

-Veo amigos, a veces voy al cine. 

-Decime algo que te haya gustado. 

-Me gustó mucho una de un cowboy que se va a la ciudad a trabajar de gigoló y lo agarra cada mina... Es muy simpático. Mirá, te voy a contar algo de Manzi. 

 

-Es natural. 

-¿Qué? 

-Esa amistad que la película describe te trae el recuerdo de Manzi. 

-Sí. Bueno, te cuento. Edmundo Rivero se iba. En la radio lo despedía Alberto Vacarezza, y después, todos los amigos nos fuimos a una cantina de Agüero. Y... no me acuerdo bien cómo fue. Lo que sé es que yo le pedí a Manzi que viniera. jY no quieras saber lo que es un hombre hablando! No hubo un hombre en la vida de los argentinos como él. Un día se afila una mina, pero andaba mal-, dijo, y quedó pensativo. -¿Vos sabés qué mélange me hizo el Nene con esa mina

-¿Qué mélange

-Una mélange que... andá a saber. Mirá, otro día vamos a chamuyar lungo de mí. Porque me gusta chamuyar de mí. Pero ¿sabés?, jode un poco no poder hablar de vos. Quiero decir... -, dijo, y se quedó mirándome-. ¿Vos sabés cómo quiero a la gente? Y me gustaría que hablaras de vos. 

-¿Qué querés saber? 

Le conté. Me escuchó. Cuando terminé, le pregunté si él creía que era por su música o por él, como ser humano, que tanta gente lo quería tanto. 

-Es una cosa ambigua. Una parte por mi música y otra por mi ser humano. Este gil a la zurda no se cansa nunca de querer a la gente. Ayer 55 minutos y después, la segunda vuelta. y estaba enfermo. 

-¿Cómo estás, Japonés?-, volvió a decir Zita por tercera o cuarta vez en la noche. 

-Bien, bien. 

-¿Qué, querés tomar? 

-Nada. Está bien así. 

-Hablame de Di Sarli. 

-El hombre más grande en el tango. Pero muy loco. Mi vida fue otra cosa. 

-Por ella

-Y por mí. 

-¿Qué diferencia encontrás entre vos y Di Sarli? 

-Di Sarli es un tanguero extraordinario. 

-¿Y vos? 

-Un musiquero... Mirá, hace cuarenta años los músicos iban a la panadería a comprar bizcochitos, porque vivían mal de verdad. Un día va y me dice: "Yo te quisiera llevar, pero sos muy firuletero". 

-Y no era verdad-, dijo Zita con aire ofendido. 

-¿Cómo creés que nace un músico? O mejor, ¿creés que un músico nace o se hace? 

-Para tocar, se precisa instinto. 

-Pensás entonces que habrías sido un buen músico en África o en Europa y tocando otro instrumento. 

-Yo no soy un buen músico; yo soy un buen tanguero. Imagínate, yo con un poncho y tocando la flauta. Yo soy tanguero. Y te voy a contar. Mira, escúchame. Cuando yo nací a la música, había una cosa... yo... Yo me quería acomodar en eso. Pero, no sé si me entendés. No pasaba ni medio, ¿entendés? 

-Me parece que sí. 

-Y de pronto me di cuenta que me había metido. Eso es, me había metido. 

Zita dejó de agitar los dedos y se quedó mirándolo. 

-¿Qué pasa, Puchulita? El día que se te plante esta cosa cariñosa que tengo para vos... 

-No sería la primera vez. 

-Yo no hablo de plantarme por un ratito. 

-Y yo hablo de cuando salías con la bolsa a buscar soda y no volvías en tres días. 

-Sí, yo era así-, dijo con una expresión resignada. Como si el ser así fuera obra del destino. 

-Pero no me pongas cara de víctima-, le dije. 

-No, no. No te miento. Yo salía a buscar soda, o cualquier otra cosa. Porque ya estábamos por comer, y faltaba algo, pero me encontraba con uno que me invitaba a una copa, y otra, y otra, y qué sé yo. Cuando quería acordar... 

-Cuando querías acordar aparecías tres días después. Sin la soda. 

-¿Y vos que hacías? 

-Yo tuve mucha paciencia. 

-Sí, Puchulita tuvo mucha paciencia-, dijo Pichuco bajando los párpados. 

-Es que si con éste no sos paciente... 

-Yo soy difícil. Pero Pichulita siempre me manejó. Con el anillo nomás. 

-Es muy bueno, pero revirado. Los de Cáncer son así, revirados, cabeza dura. Un día viene un cantor y le dice: "El domingo en Palermo hay que jugarle a fulano". Viene Barquina, éste le cuenta, y Barquina le dice que no, que ese caballo no vale nada. Pero, a la noche, vuelve el cantor y le insiste. El domingo tempranito ya estaba el Japonés esperando a Barquina, porque el caballo corría en la primera. 

-No sé por qué me había agarrado tanta calentura con aquel caballo. 

-Al ratito estaban de vuelta. Se habían jugado todo. Una fortuna. Este tiene cada historia. Un día terminamos de comer y se va con los amigos a un bar de enfrente a tomar café. Y como se habían bajado unas cuantas botellas, estaban alegres y Rufino se puso a cantar. Llegó la cana y se los llevó a todos a la 13° Cuando estaban en el Departamento de Policía, el Gordo agarra a Paco de un brazo y le dice: “¨Paco, ¿a quién venimos a sacar?

"A nadie -le dice Paco-, los presos somos nosotros”. 

-Sí, estábamos contentos. Habíamos grabado toda la mañana, después nos fuimos a comer a casa y terminamos con la siesta en la 13°-, dijo, y se puso a tararear bajito haciendo pasar el aire entre los dientes y la lengua- ¿Te gusta? 

-Sí. 

-Es un tango que le hice a Catunga. 

-¿Quién es Catunga? 

-Contursi. 

-¿Cuándo lo hiciste? 

-Ahora, mientras ustedes hablaban. Se llama 'Bolíta’-, dijo con aire de misterio. -Es un tango sin letra. 

-¿No vas a escribirlo? 

-Después. 

-Recién me dijiste que si volvieras para atrás, no cambiarías nada, salvo estudiar música. 

-Estoy conforme con lo que hice, siempre acompañé mi vida con la gente que quise: Maffia, Francini, De Caro, Barquina... 

-¿Y si hubieras estudiado música? 

-Si yo supiera lo que sabe Piazzolla de música sería... no sé... sería... 

-¿Qué serías? 

-Beethoven. 

-¿Qué pensás de Piazzolla?

-iSabés cómo gatilla! El gato gatillando... ¡hay que oído! Mirá, un día yo estaba tocando en el Luna Park y la gente empezó a pedir que tocáramos juntos. El Gato se acercó, puso un pie en el costado de la silla, y a mí, que lo he criado, me dijo: "Cantá", 

Bueno, no podés imaginarte las cosas que hacía el fuelle del Gato aquí en mi oído. Nadie toca el bandoneón como Piazzolla. A veces le leía algo que había escrito y me decía: "Poné fagot, poné oboe". ¿Te conté cuando mi orquesta tocó en el Colón? 

-No. 

-Estaba Perón en el teatro. Él había hecho posible que una orquesta típica llegara al Colón. Cuando voy a entrar, me encuentro en la puerta, esperándome, a Lunghi, uno de los músicos más viejos del Colón. Él sabía lo que significaba para nosotros tocar allí. Quería saludarme, que le presentara la orquesta. Pobrecito... Cuando se estaba muriendo, me mandó llamar. "Maestrito, no me deje morir", me decía.

-¿Y vos? 

-Y yo, ¡qué querés! Uno se va muriendo con cada amigo que se muere. Uno no se muere de golpe, ¿sabés? Llega un momento que de Pichuco ya no queda nada. Se lo fueron llevando de a poco. 

-No hables de eso, te ponés muy triste. 

-Es el almanaque, Gelso, el almanaque. 

-Contame de Julián Centeya. 

-Julián Centeya llegaba y me decía: "Gordo, levantate, cazá la jaulita y vamos”.

-El bandoneón. 

-Sí, yo lo agarraba y nos íbamos a la cárcel de Las Heras, a la de Caseros, Mercedes. Metían a los presos en un salón grande, yo me subía a una tarima y allí le dábamos. 

-Contale de aquella vez en Caseros-, dijo Zita.

-Estábamos Julián y yo solos con los muchachos. Yo sentado en una silla y Julián parado. Me puso una mano en el hombro. La mano le temblaba. Dijo: "Entre ustedes que están afuera y nosotros que sí, que estamos adentro, vamos a chamuyarla un poco lunga". 

-No entiendo bien. ¿Por qué están ellos afuera? 

-Afuera de las leyes, ¿entendés? Nosotros adentro, ellos afuera. Los chorros lloraban-, dijo y quedó mirando el vaso casi vacío. -Dame hielo, Puchulita

-¿Hielo? 

-Sí, ya está casi amaneciendo.

-Eso es. El día recién empieza. Lo tenemos todo por delante. 

Sonrió. 

-¿Y qué querés saber ahora? 

-Nunca me hablaste de tu bandoneón. 

-El primero me lo regaló un tío. Se lo compró a un ruso. Costaba cincuenta mangos. Le pagamos diez y no apareció nunca más. El de ahora tiene muchos años. Varias veces me lo robaron. Se llaman descuidistas. Siempre me lo devuelven. Aparece un tipo, en casa de algún amigo, con el bandoneón "Mire, don, le sacaron el bandoneón a Pichuco." 

-Este después le manda algunos mangos-, dijo Zita. -A ese bandoneón no hay reducidor que lo compre. Todos lo conocen. 

-En cuanto a tu orquesta. Porque el bandoneón es como un pedazo tuyo. 

-Él va a hacer lo que vos te propongas. Pero la orquesta es otra cosa. Hasta dónde le exigís, hasta dónde te responde. Mirá, mi orquesta toca y tocará como si tuviera que acompañar a Gardel. Sólo eso. 

-¿Qué cantor pensás que estuvo o está más cerca de Gardel? 

-Mientras exista un disco de Gardel, todos los cantores van muertos. Y mientras exista una foto, también. Porque tenía una pinta de la gran puta. Eso no lo pongas. 

 

-Sí, lo pongo. 

-Ponelo. 

-Sería idiota preguntarte si existe una cosa en el mundo que te cause más placer que gatillar. 

-Te voy a contar. Por el 58’, en el Odeón se hizo una revista de tango. Tenía como veinte cuadros y yo trabajaba en diez y nueve. Al final nos reuníamos todos. Salgán al piano, Ciriaco y yo en el fuelle, Grela en la guitarra y Rivera. Y mirá que veníamos de zapar los diez y nueve anteriores. Pero nos entendíamos tan bien que al menor amague de aplauso seguíamos y seguíamos. De a ratos nos mirábamos con Salgán y decíamos: "¡Pensar que además nos pagan!". Es casi de mañana. ¿Sabés que ya ni sé lo que digo? Estoy cansado. 

-Bueno. 

-Pero antes querría decir una cosa. Tenés que tirar la casa por la ventana y decir una cosa-, dijo, tirándome de un brazo hacia él, y bajando mucho la voz. -Que tengo unas ganas de morirme que no puedo más. No te gustó, ¿no? 

-No lo esperaba. ¿Tenés miedo a envejecer? 

-Yo no tengo miedo a envejecer. Yo estoy loco de viejo. ¿Qué pasa, Puchulita

 


María Ester Gilio

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