sábado, 28 de noviembre de 2015

Huergo, Luis A. – Parte 10

Tan alto había llegado ya el renombre del ingeniero Luis A. Huergo que el Centro Naval y la Sociedad Central de Arquitectos lo honraron nombrándolo socio honorario pero, lo más significativo, fue que el hoy Centro Argentino de Ingenieros resolviera en una Asamblea de 1911, designarlo por aclamación su presidente honorario, dignidad que no figuraba en sus estatutos sociales.

Como muy bien dijo en el acto del sepelio del ingeniero Huergo el representante de Gobierno Nacional: “Desde temprana edad trabajó sin descanso por el progreso de la República. Fue hombre de ciencia y hombre de acción.

En las universidades presidió las más altas funciones docentes.
Maestro respetado y querido, pudo servir de modelo a la juventud.

Fue legislador, fue ministro, exploró y estudió nuestros territorios, construyó puertos, tendió rieles en los desiertos de ayer, contribuyó al desarrollo de las industrias nacionales y tuvo siempre un estímulo moral y material para los que solicitaban su consejo o apoyo al emprender una obra vinculada al adelanto del país.

Pero sobre todo, fue un patriota”.


Por eso se llamaba a Don Luis A. Huergo el primer ingeniero argentino; por su antigüedad, por su calidad científica, su autoridad técnica y moral y la belleza de su espíritu.

Ing. Nicolás Besio Moreno



Huergo, Luis A. – Parte 9

En esta función pública de alta dirección universitaria, prolongada en el Consejo Superior y en toda su vida civil, sin descuidar la acción docente y didáctica, Huergo propendió a que la enseñanza superior mantuviese un profundo sentido espiritual, en que la dirección de la conducta y la dignidad moral fueran los rumbos permanentes de la juventud, tratando de conducirla bajo el imperio de su bondad sin reservas, hacia principios austeros y de renunciamiento que pocas veces se habrán presentado.
El paso de Huergo por el decanato se marcó así por dos virtudes, que no a menudo aparecen juntas: un carácter indomable para mantenerse dentro de la justicia y la verdad y al mismo tiempo una tolerancia para el error juvenil, como una intolerancia cerrada para la inconducta deliberada.
Estas virtudes, a las que hay que agregar su sentido de responsabilidad, honestidad, desinterés personal, tenacidad y patriotismo caracterizaron su fuerte personalidad a lo largo de su actuación, como lo reconocieron públicamente sus contemporáneos y sus ocasionales biógrafos.
Es sabido que Huergo fue uno de los fundadores de la Sociedad Científica Argentina. Eran entonces estudiantes del Departamento de Ciencias Exactas de Buenos Aires, los que debían ser ingenieros distinguidos Justo Dillon y Santiago Barabino, los que bajo el influjo de aquel maestro italiano Pellegrino Strobel, idearon la constitución de una entidad, lo cual comunicaron antes que a nadie a Luis A. Huergo quien acogió la idea con el entusiasmo de sus grandes empresas; a ellos se agregó más tarde Estanislao Zeballos, también estudiante de ingeniería, y además algunos otros.
Así se instaló el 28 de junio de 1872 la prestigiosa sociedad que fue por cerca de 40 años el único centro -con la famosa Academia de Córdoba, a la que también perteneció Huergo-científico del país en el campo de las disciplinas físicas, químicas, matemáticas, astronómicas y naturales.
Don Luis A. Huergo fue el primer presidente de la Sociedad en 1872 y consiguió dar a esa tribuna, desde el primer día, el poderoso impulso que la distinguió durante su existencia.
Volvió a ser presidente en 1878 y en 1881 y en otros periodos más, e ilustró los “Anales” de la sociedad con numerosos trabajos dispersos en los centenares de volúmenes, así como en su sala de conferencias con sus lecciones y discusiones.
Por ello la Sociedad Científica lo llevó a la categoría de socio honorario, cónclave en el que figuran pocos nombres, pero todos eminentes, como los de sus predecesores Burmeister, Gould, Philipi, Rawson, Berg, Balbín, Ameghino, Darwin.
El hoy Centro Argentino de Ingenieros, fundado en 1895, llamó por segunda vez al ingeniero Huergo a su presidencia en 1910, pues ese año del centenario de la libertad argentina debían reunirse en Buenos Aires numerosos hombres de ciencia de fama mundial y de todos los continentes, por lo que se requería al frente del Centro un experto excepcional que además era, en ese momento, presidente del Congreso Científico Internacional Americano, llamado del Centenario.

La presidencia de Huergo tuvo un brillo singular, apropiado al momento de oro que vivían la Argentina y el mundo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Huergo, Luis A. – Parte 8


Luis Huergo falleció en 1913. Ya existen en el país un pueblo y numerosas calles que llevan su nombre. En la Ciudad de Buenos Aires, aparte de la obra perdurable que realizó, próxima a las actividades del puerto que defendió y proyectó, la Avenida Ingeniero Luis A. Huergo lo evoca con incesante colorido.

Frente a la boca del Riachuelo, en la prolongación del canal que le debemos, en la propia ribera, se levanta el monumento con que la posteridad ha querido darnos indeleble memoria de sus virtudes ciudadanas, de su capacidad técnica, de su espíritu emprendedor y austero.

Otra esfinge bronceña lo recuerda en la Facultad de Ingeniería en la que actuó casi medio siglo y una Escuela Técnica oficial lleva su nombre.

La foja universitaria de Huergo fue proficua y extensa en la alta docencia. Recibido de ingeniero civil en 1870 con el diploma número uno en Buenos Aires, ya en 1874 se le designaba académico en la academia fundada el 31 de marzo al crearse la Facultad de Matemáticas. Alto posición que conserva hasta la federalización de 1880.

Nueve eran los académicos que designó para esa facultad el gobierno federal de Buenos Aires.
Refundidas el 7 de febrero 1881, la facultad nombrada con la de Ciencias Fisiconaturales para crear la Facultad de Ciencias Físicomatemáticas, poco pasó fuera de la Academia, pues el 2 de abril de 1886 se incorporaba el elevado cuerpo de la nueva facultad, entrando el 3 de febrero de 1890 a la Academia de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la que se mantuvo hasta su fallecimiento, el 4 de noviembre de 1913.

Recordemos aquí las palabras que le dedicó el sabio Ángel Gallardo, en el acto de entregarse los restos de Huergo al sepulcro: “Huergo ha sido el primer ingeniero argentino no sólo en el orden cronológico sino también por sus virtudes y su laborar profesional. Sus colegas lo amábamos como a un padre, recurriendo a su consejo y experiencia en todas las cuestiones difíciles, en las que no escatimaba su opinión franca y sincera expuesta con su voz grave y reposada, con el valor de sus convicciones y sin anteponer jamás al bien general los intereses particulares ni propios ni ajenos”.
Como académico de la Facultad de Ciencias de Buenos Aires, intervino en su gobierno desde 1874 a 1906. El 29 de agosto de este último año, las academias dejaron el gobierno de la Facultad que pasó a los consejos directivos.


Pero más honda fue la intervención en dos períodos: el de 1891 a 1895, y el de 1899 a 1902, en los que fue decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, cuando se transformó la anterior Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas.

Huergo, Luis A. – Parte 7

Si bien la navegación interior del país fue una de las preocupaciones de Huergo, fruto de sus estudios, es que se encarara la canalización del río Bermejo, no debe de dejarse de mencionar los realizados sobre la cuenca hullera y carbonífera de Mendoza, en especial de Salagasta.

Es imposible detallar aquí la obra estudiada, proyectada y dirigida por el ingeniero Luis A. Huergo, como también lo es su labor bibliográfica extendida en numerosas conferencias, estudios, folletos y tratados con que ilustró a su tiempo y a no pocos de los cuales es preciso recurrir aún hoy. Puede afirmarse que no hubo gran obra de ingeniería en el país en cuyo proyecto o ejecución no intervino directa o indirectamente.

A lo largo de su vida se puso de manifiesto su reconocido patriotismo.

Por ejemplo, cuando épocas difíciles por las que atravesaba el país, aceptó el cargo de Intendente General de Guerra, pero donde se manifestó vivamente fue cuando, ya anciano, no dudó un instante al ponerse al frente, honorariamente, de la explotación del petróleo de Comodoro Rivadavia al vislumbrar la posibilidad de que ella pudiera enajenarse entregando a extraños un bien extraordinario de tanto valor y que tanta influencia habría de tener en el desarrollo industrial del país.

Su altiva actitud de esa hora, salvó sin duda ese gran organismo que es hoy Y.P.F.

Numerosos cargos ocupó el ingeniero Huergo y entre ellos, diputado y senador provincial, luego ministro de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires que abandonó al advertir que se buscaba en él a un político y no a un técnico.

Actuó en otras reparticiones nacionales y en numerosas entidades privadas. Entre éstas deben citarse a tres que contribuyó a fundar y presidió con éxito y honor: el Instituto Geográfico Argentino, el Centro Nacional de Ingenieros (hoy Centro Argentino de Ingenieros) y la Sociedad Científica Argentina. En los Congresos técnicos y científicos tuvo siempre una actuación destacada, llegando a presidir el extraordinario Congreso Científico Internacional Americano de 1910.

Huergo, Luis A. – Parte 6

En 1872 fue Huergo elegido senador provincial. Más tarde se le encarga proyector el aumento del caudal del Salado, con canales procedentes de los ríos Tercero, Cuarto y Quinto.

Luego estudió y proyectó un tramo del ferrocarril Pacífico –Buenos Aires a Villa Mercedes- y el puerto de San Fernando con un dique de carena que fue el primero construido en el país.

En la profunda obra técnica de Huergo aparece a cada instante su sentido de fe patriótica y así lo hizo sentir con airado acento cada vez que consideró en peligro los intereses de la colectividad o de la Nación.

Este sentimiento ejemplar bien pronto debía tener su expresión más neta con motivo de la construcción del puerto de Buenos Aires.
El gobierno provincial le había confiado en 1876 la dirección de las obras del Riachuelo, que obtuvo por concurso de proyectos, primera parte del fundamental propósito de realizar el gran puerto sobre el Río de la Plata.

Federalizada Buenos Aires, Huergo presentó al gobierno Nacional su proyecto de puerto sobre la costa, para dar acceso desde las aguas honda a las naves ultramarinas que llegaban de Europa, en creciente cantidad.

Buenos Aires progresaba sin cesar y la producción pampeana aumentaba en grado magnífico. El puerto, visión y aspiración de Rivadavia y sus continuadores, no podía postergarse.

Huergo lo proyectó con genio insuperado; era un sistema de dientes oblicuos instalado en la parte meridional del este de la ciudad con un canal de acceso que partía de la boca del Riachuelo.

Ello representaba cómoda y fácil entrada, movimiento sencillo portuario en agua y por tierra economía en el movimiento y la explotación, facilitad amplia de extensión de muelles y dejaba libre el litoral de la ciudad.

Se prefirió el sistema de eslabones, que tanto daño causó y causa a los servicios. Que encarece los movimientos, que dificulta las operaciones, que obligó y obliga a conservar dos canales de acceso y que, finalmente, debió revocarse al construir las ampliaciones del puerto, porque ellas debieron recurrir a los muelles dentados pero sin que se curasen los males causados por el puerto de eslabones.
La campaña de Huergo fue ejemplar entonces en defensa de la ciudad y del país, y en ella le acompañó toda la ingeniería nacional.
Más tarde, en el Congreso de Ingeniería de Saint Louis, Estados Unidos, Huergo obtuvo un rotundo triunfo consagratorio sobre sus ideas al respecto.


Por la misma época, Huergo proyectó el Dock Sur del Riachuelo, el ensanche de la ciudad de Córdoba y la irrigación de sus altos y con su intervención se duplicó la capacidad de embalse del Dique San Roque. Proyectó también obras portuarias y sanitarias de la ciudad de Asunción del Paraguay, y su famoso canal de navegación de Córdoba al río Paraná.

El paisajista de Buenos Aires - Parte 5


El ángel germinador

Además de no poder ver un espacio libre sin pensar en cómo volverlo verde, Thays había desarrollado una obsesión particular: la de lograr la germinación de la yerba mate, un secreto vegetal que habían logrado desarrollar los jesuitas (y luego Bonpland), pero que se había perdido con su expulsión. Vale decir que al comenzar el siglo XX en Argentina sólo se cosechaba yerba mate silvestre. “Entonces la señora de Thays hervía en unos tachos en el Botánico las semillas, probaron hasta encontrar cómo era el modo en que germinaban. Y gracias a eso el Ministerio de Agricultura distribuyó en toda la Mesopotamia el método para germinar la planta. Eso hizo posible que surgiera la industria yerbatera”, dice Berjman.

Y es que, más allá del descomunal desarrollo económico que eso permitió, la presencia de Cora Venturino, más conocida como “la señora de Thays”, fue tan importante como difícil parece ser hallar datos sobre ella. Berjman, que se sumerge en los archivos de la familia desde hace al menos 40 años, que tiene un libro sobre él editado (Carlos Thays: sus escritos sobre jardines y paisajes, ed. Ciudad Argentina) y otro en imprenta, que casi habla de él como si fuera un amigo cercano, apenas pudo rescatar unos datos sobre Cora. Se sabe que ella tenía 16 años y él 41 cuando se conocieron, “¡en una kermesse!”, que ella era de familia uruguaya y que “hicieron uno de esos matrimonios felices de toda la vida: ella iba a todos lados con él, él iba a plantar un parque, ella iba con él con una canasta con la merienda, ¡y después hacían lo mismo con los nenes! Ella lo acompañó hasta cuando fue a hacer el Parque Nacional Iguazú, a caballo, hasta las cataratas”. En la memoria de la familia Thays, agrega Berjman, Cora sobrevive como “una mujer extraordinaria y una pareja feliz: los hijos y nietos, todos recuerdan lo felices que eran ellos dos”. (Por cierto, es imposible ignorar que la familia Thays siempre ha tenido debilidad por dejar que los varones lleven Carlos como nombre de pila: Charles y Cora bautizaron así a uno de sus hijos, que a su vez tuvo un hijo Carlos, que por no desentonar tuvo un hijo Carlos; todos ellos han respetado tanto la tradición que dedicaron su vida profesional al paisajismo. Un hijo de Thays fue director de Parques y Paseos entre 1920 y 1945, y, entre otras cosas, implementó bibliotecas populares en las plazas).

Epílogos

Murió poco después de la agonía de la Belle Epoque que había ayudado a modelar en Argentina. Era 1934, corría la Década Infame, y una multitud acompañó el féretro en el camino hacia el cementerio de Chacarita. “La gente lo adoraba”, acota Berjman, y recuerda las fotos del cortejo que publicaron los diarios y algunos números: “Thays estuvo tanto tiempo como director de Paseos que durante el tiempo que él tuvo ese cargo (1891-1913), pasaron cinco presidentes y once intendentes. Al entierro, se ve en las fotos, asistieron obreros, estudiantes, funcionarios, gente fina entre comillas, ¡todo el mundo lo adoraba! Porque la gente se daba cuenta de cómo iba cambiando la ciudad. Nosotros, que ya somos la tercera o cuarta generación, que la recibimos así, no tenemos una idea de quién hizo las cosas”.


Por Soledad Vallejos
  

El paisajista de Buenos Aires - Parte 4


El señor del jardín

No lo homenajea ninguna calle, pero sí un parque (el de Figueroa Alcorta que, años atrás, albergó el Ital Park). Y sin embargo, aunque pareciera no formar parte más que de la pequeña historia urbana, se sabe de Thays que la adorable casita en medio del Jardín Botánico supo ser su hogar (como el Jardín Zoológico era, a la vez, el de su amigo Clemente Onelli), que vivió allí con su mujer, con sus hijos. 
Que estaba apegado a su trabajo, pero más todavía a sus plantas, a las que amaba con tanto fervor que no había persona en Buenos Aires que no supiera quién era. “Por donde quiera que descubre un lugar propicio, el buen maestro jardinero aparece para plantar algún vástago que más tarde será la alegría de los ojos”, apuntaba Georges Clemenceau en medio de los festejos del Centenario.

Thays y el tipo de mentalidad que ponía en juego no podrían haber existido en otro momento ni en otras condiciones: erudito, favorito de los ricos, que lo habían contratado, no por ello se limitó a generar lujos. “Trabajó para los estancieros, pero también para los obreros –señala Berjman–. 
El hizo también parques de estancias, jardines de residencias y demás, pero cuando venían unos vecinos del barrio tal y le decían ‘queremos la plaza’, él les hacía la plaza. Y si le pedían plantas y flores para una fiesta, ahí iba el carro de la municipalidad a regalar flores tanto para la fiesta de Villa Santa Rita como para la fiesta de la Recoleta. Y Thays plantó 150 mil árboles en la ciudad. La arboleda que tenemos hoy, que está a punto de morir porque tiene 120 años y está en su último período, fue la plantada por Thays y su hijo (Carlos Thays, también director de Parques y Paseos Públicos algunos años después de que su padre dejara el puesto, y hasta comienzos del primer peronismo). 
El fue también quien instauró el día del árbol, el 11 de septiembre: era un gran evento y los chicos de la primaria salían a plantar árboles en las plazas.”


El paisajista de Buenos Aires - Parte 3



De paso por Buenos Aires, mientras planeaba encaminarse de regreso a Francia, lo tentaron con la Dirección de Parques y Paseos Públicos de la ciudad. Explicó que sólo lo haría si ganaba un concurso público, que a su pedido se realizó, y que él ganó con un proyecto completo de desarrollo paisajístico urbano. ¿Su plan? Convertir los bosques de Palermo en una suerte de Bois de Boulogne porteño (y lo logró: tan eficaz fue su intervención que, apenas concluyó su proyecto, el paseo por Palermo reemplazó a la Alameda como ocio favorito de la gente elegante, como señala Leandro Losada en Historia de las elites en la Argentina); poblar Buenos Aires de un sistema de pequeñas plazas barriales (que funcionaran para esparcimiento de los vecinos) y algunos grandes parques (que, además de convertirse en grandes puntos de encuentro, funcionaran de pulmones para la ciudad); no dejar calles sin árboles ni árboles sin flores. Hacer, de la ciudad, una suerte de jardín moderno.

Por todo eso insiste Berjman con que el homenaje a Thays puede servir para, además de recuperar parte del patrimonio urbano y nacional, comprender cómo se llega a este paisaje. “Es para que los vecinos de la ciudad de Buenos Aires se den cuenta de que viven en una ciudad que es así porque hace 120 años acá vivió un señor que se llamó Thays y que pensó cómo iba a ser la ciudad 120 años después. 

Porque lo que tiene el paisajismo, a diferencia de todas las otras artes, es la dimensión del tiempo: el paisajista tiene que tener una visión prospectiva del futuro y decir ‘a ver, estoy plantando un arbolito que tiene 30 centímetros, ¿cómo va a ser esto dentro de 20, 40, 60, 80, 100, 200 años?’ Los parques de Thays toda la vida han sido casi perfectos, porque él tuvo esa visión de cómo poner las plantas. ¿Qué recuerda de uno de los picaditos de la infancia? ¿Del noviazgo adolescente en una plaza? ¿Del jardín de la escuela? ¿De haber ido a tomar un helado al parque? Toda nuestra vida se desarrolla en torno de los parques. El jardín es el origen de la humanidad. Adán y Eva vivían en un jardín, en un paraíso del que los expulsaron. Entonces el ser humano tiene esa culpa original, rehace jardines para tratar de mitigarla.”

El paisajista de Buenos Aires - Parte 2

Y sin embargo, aun cuando su presencia sigue siendo constante, recién ahora la ciudad que ayudó a imaginar y concretar le rendirá un homenaje. Claro que la ocasión será, como su propio ímpetu jardineril, monumental: mil metros cuadrados del Centro Cultural Recoleta le serán dedicados desde el atardecer del miércoles 4 (y hasta el 6 de diciembre), cuando se inaugure “Carlos Thays, un jardinero francés en Buenos Aires”.

El paisaje cotidiano

Para quien la habita, una ciudad bien puede ser una sucesión de espacios en los cuales se desarrolla su vida: en una calle quizás haya transcurrido su infancia, en un parque tal vez se reuniera en las primaveras con sus amigos, en una plaza puede haber descubierto horizontes insospechados, y así cada rincón. Pero quien la recorre y la tiene por mundo inmediato y propio nunca diría que esos lugares, esos ámbitos públicos que con el tiempo se transforman tanto como las personas, no tienen identidad. “Históricamente, se calcula que una generación son 30 años. 

Eso quiere decir que desde que Thays puso manos a la obra aquí hubo por lo menos cuatro o cinco generaciones. Hubo, de habitantes de la ciudad, aproximadamente, 10 o 15 millones que se fueron sucediendo en el tiempo. Buenos Aires tuvo una población más o menos estable de tres millones de habitantes promedio en estos 120 años: son personas que vivieron su vida signada por Thays y tal vez no lo saben, como posiblemente no lo sepan tampoco los habitantes de ciertos lugares del interior”, indica Sonia Berjman, doctora en Historia del Arte, especialista en historia urbana porteña y curadora (aunque lo más correcto, y aun así mezquino, sería decir alma mater) de la inminente exposición homenaje que llega, además de al comienzo del mes del jacarandá, cuando se cumplen tres aniversarios: 160 años del nacimiento de Thays, 120 de su radicación en Argentina y 75 de su muerte.

Todos esos números son la clave para leer la historia de un hombre que nació y se formó en Francia (aunque Berjman, en sus indagaciones por archivos, no dio con una sola institución que recuerde, en sus registros, haberlo tenido como alumno), se convirtió en mano derecha de Edouard André (el gran paisajista francés de fines del XIX), y no tuvo más remedio que venir en su lugar cuando, llegando 1888, Miguel Crisol quiso contratar a un jardinero refinado para inventar una urbanización elegante en Córdoba. Así llegó Thays a la Argentina (tras dejar una París que recién estrenaba la Torre Eiffel), sin contar con que un par de años después la crisis del ’90 desbarataría los planes y truncaría el proyecto. 

El paisajista de Buenos Aires - Parte 1



Un siglo atrás era un hombre que todos los porteños conocían; hoy no puede decirse lo mismo, aunque todos sigan disfrutando de su obra, desde el diseño de los parques y plazas hasta los árboles de cada calle. 






Plano a la acuarela de la plaza Colón firmado por Thays en 1892.

Se convirtió en el “jardinero mayor” de Buenos Aires cuando en la ciudad no había mucho más que una elite riquísima en proceso de afrancesamiento cultural, sectores populares que habitaban conventillos y casas precarias escondidas tras frentes de material. Al francés Carlos Thays le bastó el nombramiento en la Dirección de Parques y Paseos porteña para inventar el paisaje urbano que dio identidad a Buenos Aires hasta hoy: a sabiendas de que cada árbol tiene una época de floración diferente, aclimató jacarandás, tipas, lapachos y palos borrachos, y luego plantó 150 mil por toda la ciudad, de manera que siempre hubiera árboles floridos por las calles; dio las formas definitivas a Palermo, Parque Centenario, Plaza Lavalle, la Plaza Congreso, Barrio Parque, el Jardín Botánico y decenas de plazas de barrio. Ya que estaba, hizo lo propio por Mendoza, Salta, Mar del Plata, Tucumán, Paraná... En el medio, inventó el concepto de parque natural nacional cuando recién empezaba el siglo XX y nadie pensaba en preservar el entorno de las cataratas de Iguazú. ¿Algo más? Sí: a fuerza de testarudez, hizo posible la industrialización de la yerba mate.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Huergo, Luis A. – Parte 5

Huergo se ocupó de canales, de puertos, de ciudades. Siempre obras de Ingeniería Civil, digamos, porque él era ingeniero civil.
Por otra parte no había casi industria. Aunque hubo algunos propulsores prematuros de la industria como fue el caso de Carlos Pellegrini, etcétera. Pero no había nada de eso. Eran talleres menores.
Sólo había un país que estaba construyendo su infraestructura, porque se estaba convirtiendo en un país fuertemente exportador, agropecuario, y necesitaba ferrocarriles. Venían los capitales ingleses. Necesitaba puertos, no sólo el de Buenos Aires. Y después necesitó caminos, esas fueron las etapas.


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Recuerdo Institucional de Luis HUERGO, presentado por la ACADEMIA NACIONAL de CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS y NATURALES, escrito por el Ingeniero Nicolás Besio Moreno. 1837-1913
El primer ingeniero egresado de la escuela de Buenos Aires y de la Argentina fue el ingeniero civil Luis Augusto Huergo.
Presentar a este magnánimo espíritu en pocas páginas no es cosa fácil por la intensidad, variedad y consecuencias fertilísimas de su hermosa labor.
Luis A. Huergo nació en Buenos Aires, en el año 1837, el uno de noviembre.
Al inaugurarse los cursos del Departamento de Ciencias Exactas –que fundara Juan María Gutiérrez, el día 16 de junio de 1865- Luis A. Huergo se inscribió en la naciente escuela, teniendo por profesores a los grandes especialistas italianos contratados por Gutiérrez: Bernardino Speluzzi, Emilio Rosetti y Juan Ramorino. Ya entonces poseía Huergo el título de agrimensor, obtenido en el Departamento Topográfico.
La primera promoción de ingenieros civiles correspondió al grupo en que formaba Huergo, teniendo su diploma el número UNO de los expedidos por la Facultad de Ingeniería de Buenos Aires, lo que ocurría en junio de 1870.
Apenas diplomado , el gobierno de la provincia de Buenos Aires comisionó al ingeniero Huergo para contratar y fiscalizar en Inglaterra la construcción de 118 puentes que luego se instalaron en la provincia.
Transformado el Departamento de Ciencias Exactas, en 1874, en Facultad de Matemáticas, eligióse a Huergo consejero académico, y por una nueva modificación –debida a la reforma de 1881- en que la Facultad tomó el nombre de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (hoy Facultad de Ingeniería) designase decano al propio Huergo, cargo que ocupó muchos años, donando sus sueldos con destino al Gabinete de Construcciones.
gn:justify'>En pocas décadas, aparentemente, no funcionó como se esperaba, y se hizo el famoso Puerto Nuevo.

Huergo, Luis A. – Parte 4


Yo lo conozco bien porque trabajó en mi cátedra en la Facultad, desde el año 56 hasta que nos jubilamos. Así que aquí está el libro donde está relatada toda la vida de él.

Huergo fue el primero que se recibió. El primer ingeniero argentino. La familia de él, después siguieron estudiando muchos, y hay muchos otros ingenieros Huergo, no es cierto?

Y la polémica célebre fue por el Puerto de la Ciudad de Buenos Aires. Allá, en la década del 90, hubo dos posiciones. Huergo, que pensaba hacer el Puerto en la desembocadura del Riachuelo, y un proyecto de Madero para hacerlo donde se hizo, en Puerto Madero.
Pero era un hombre que, aparte de su conocimiento profesional, era un hombre de una integridad, de una defensa de los intereses argentinos realmente honorable.

De manera que la profesión tiene como primer egresado en el país –hubo otros que vinieron, no?, antes, pero eran extranjeros- como primer ingeniero una figura que realmente es de mucho relieve.

Algunas anécdotas

Lo que más recuerdo como anécdota es esa. Intervino en tantos proyectos. De las anécdotas, no tendría una precisa. La que me surge siempre es la del Puerto de Buenos Aires y cómo el suceder de los acontecimientos le dio la razón.

El puerto, como él proponía, era una salida más natural. Una salida y una llegada más natural. Sin necesidad de todos los continuos dragados, etcétera, que hubo que hacerle a las dársenas famosas, que ahora tuvieron otro destino (sonrisa) El barrio de Puerto Madero, no? Una cosa totalmente impensada.

Pero su argumento fundamental es que funcionalmente, un puerto en la entrada del Riachuelo, digamos, de entrada al Río de la Plata, iba a tener ventajas funcionales mucho más evidentes que la construcción de las famosas dársenas de Puerto Madero.
Pero no conozco bien los detalles Pero sé que hubo razones comerciales. Ya empezaban a pesar mucho aquí, en el panorama comercial y financiero argentino. Firmas Inglesas. Hubo intereses comerciales que se decidieron por el puerto Madero.
Estamos hablando de finales del siglo XIX. Cuando la Argentina empezaba a ser un país exportador importante.

Piense que la primer tonelada de trigo se exportó en el último año de la Presidencia de Avellaneda, creo que fue el 80. Y a partir de ahí, es casi un milagro argentino cómo se abrió la exportación al mundo. Y entonces se daban cuenta que no había puerto (sonrisa) Había que construir un puerto, fue notorio eso.

Y se produce ese encontronazo entre dos criterios, dos proyectos, y bueno, triunfó uno.

En pocas décadas, aparentemente, no funcionó como se esperaba, y se hizo el famoso Puerto Nuevo.

Huergo, Luis A. – Parte 3


También participó en el proyecto del ramal inicial del Ferrocarril Pacífico, entre Buenos Aires y Villa Mercedes, San Luis.
En 1888 fue consultado por el Ministro de Gobierno de Córdoba con motivo de la construcción del dique de San Roque. Diseñó y construyó, con Guillermo Villanueva y el ingeniero Luis Luiggi, el puerto militar conocido luego como Puerto Belgrano.
En el exterior, proyectó las obras del puerto y de salubridad de Asunción, Paraguay.

Ocupó, entre otros cargos, el de ministro de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, profesor y decano, por tres periodos, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y cofundador y presidente de la Sociedad Científica Argentina.

Dedicando los últimos esfuerzos de su vida a la función de Presidente Honorario de la Comisión Administrativa de los Yacimientos de Petróleo de Comodoro Rivadavia, el ingeniero Luis Huergo murió en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1913.
Hoy un colegio industrial lleva su nombre, al igual que una de las avenidas de mayor tráfico de camiones y vehículos que traen y sacan mercaderías del puerto de Buenos Aires.

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Luis HUERGO evocado por el ingeniero Eitel LAURÍA, en la entrevista realizada en su casa de Lomas de Zamora, el 18 de octubre de 2004.
“La carrera de Ingeniería en la Argentina fue una iniciativa de un gran rector que tuvo la Universidad de Buenos Aires. Un gran rector, un hombre cultísimo, que fue el doctor Juan María Gutiérrez. Y creó, en el año 1865, el Departamento de Ciencias Exactas en la Universidad de Buenos Aires. Y contrató a profesores italianos, y creo que algún alemán, para que iniciaran las cátedras y para la Carrera de Ingeniería, y creo que un Profesorado en Matemáticas.
Y entonces, en el año 70, se recibieron los primeros ingenieros argentinos. ¿Los apóstoles son 12, no? Entonces sí, hubieron 12, los 12 apóstoles (sonríe)

Una vez le pregunté esto a una persona que es muy religiosa y casi me insulta.

Bueno, el primero de ellos que se recibió fue el Ingeniero Huergo. Huergo, que tuvo una actuación muy destacada en el país.
Como profesional de la Ingeniería, en los organismos públicos. Trabajó en infinidad de proyectos y tuvo una célebre polémica por el tema del Puerto de Buenos Aires.

El ingeniero Huergo, su nombre completo es Luis Augusto Huergo.

Hay un libro publicado sobre la vida de Huergo por la Academia Nacional de Ingeniería, y escrito por José Isaacson. El escritor, que es también ingeniero él. Se sabe poco. Isaacson es muy conocido como ensayista, filósofo, poeta, pero es ingeniero mecánico electricista, recibido en la Universidad de La Plata.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Huergo, Luis A. – Parte 2

Pero en 1882, Eduardo Madero presentó un proyecto alternativo que proponía la construcción de dos canales de acceso en lugar de uno y ubicaba los diques en forma paralela a la costa de la ciudad.

El proyecto de Madero, con sus diques paralelos a la costa, imposibilitaba futuros desarrollos, tornaba extremadamente dificultosa las maniobras de amarre, entorpecía el acceso de los ferrocarriles y hacía muy costosa la explotación y el mantenimiento de las obras.

La propuesta de Madero pretendía justificar el segundo canal, que encarecía el funcionamiento del puerto, argumentando que era una medida de seguridad para casos en los que fuera imposible navegar el primero.
Después de una serie de modificaciones criticables en los presupuestos y condiciones de la obra, en diciembre de 1884, se firmó el contrato entre el Ministro del Interior y Eduardo Madero y la obra se llevó a cabo.
Los ingenieros de la empresa Madero, Hawkshawson & Aiter reprobaron el trazado del canal del Riachuelo que Huergo había realizado, éste solicitó al gobierno autorización para revisar el proyecto Madero, y no se lo permitieron.
Entonces, el 5 de enero de 1886. Huergo renunció a su cargo de Director Técnico de las Obras del Riachuelo.

Inmediatamente emprendió la tarea de ilustrar a los profesionales por medio de conferencias, artículos y folletos, sobre las desventajas del proyecto de Madero. Los años fueron demostrando lo acertado de las opiniones de Huergo, todos los desarrollos posteriores del puerto han sido construidos con los diques en forma de peine y se ha adoptado este sistema para otros casos similares al del puerto de Buenos Aires.

Pero la obra de Huergo no se agota con el proyecto del puerto de Buenos Aires. En 1870, por encargo del Gobierno viajó a Inglaterra para contratar la construcción de 120 puentes, cuyo armado en nuestro país él mismo dirigió.

En 1874 ideó, para la localidad bonaerense de San Fernando, el primer dique seco construido en la Argentina.

Huergo, Luis A. – Parte 1


Huergo nació en Buenos Aires el uno de noviembre de 1837.
A los 15 años de edad, viajó a los Estados Unidos de Norteamérica para cursar estudios en el Colegio de Santa María de Maryland, en el cual la enseñanza estaba a cargo de sacerdotes jesuitas. De regreso en el país, cinco años después, prosiguió su formación en el Departamento Topográfico de Buenos Aires, donde se graduó como agrimensor en 1862.
En 1866, cuando el rector Juan María Gutiérrez creó la carrera de ingeniería civil en la Universidad de Buenos Aires.
Huergo decidió seguirla y, cuatro años más tarde, con una tesis sobre Vías de comunicación, se transformó en el primer egresado.
Actuó en política desde muy joven, fue diputado primero y luego senador provincial. Entre sus primeros trabajos como ingeniero, puede contarse el proyecto y la construcción del llamado Camino Blanco a Ensenada, que concretó con la quinta parte del presupuesto que se había destinado a ella.
A principios de 1876 fue nombrado, por concurso, director de las Obras del Riachuelo. Este era, en ese entonces, un precario arroyo surcado por pequeñas embarcaciones, pero él lo transformó en un puerto cuya capacidad de anclaje fue creciendo hasta poder recibir barcos de gran tamaño, que antes debían fondear a varios kilómetros de la costa.

En 1881 presentó su obra maestra: un proyecto integral para un puerto capitalino. Consistía en un canal de entrada de 200 metros de ancho y 7 de profundidad (que sería el mismo canal de acceso al puerto del Riachuelo y cuyo comienzo eran las aguas más profundas del Río de la Plata), con los diques dispuestos en forma de peine. Entre las ventajas del proyecto podía contarse la posibilidad de realizarlo paulatinamente, a medida que las necesidades lo exigieran, bastaba, cuando el tráfico así lo requiriera, construir a bajo costo otro dique o diente, sin interrumpir la actividad de los que ya estaban funcionando. Además, al tener una sola boca de entrada de dimensiones reducidas en comparación con el volumen de agua cerrada, hubiera sio muy reducido su oleaje.

Tierra del Fuego - Parte 1

martes, 24 de noviembre de 2015

Polémica en el Bar



Juan Carlos Altavista (Minguito), Adolfo García Grau, Alberto Irizar, Fidel Pintos, Javier Portales, Luis Tasca. Libro y dirección: Gerardo y Hugo Sofovich 
Programa del 23/05/1973

viernes, 20 de noviembre de 2015

Superí y Sarmiento


El puente de la calle Superi / Fray Justo Sarmiento toma aérea del lado de provincia y mirando hacia el Riachuelo.


      http://forotransportes.com/showthread.php?t=3147&page=26

jueves, 19 de noviembre de 2015

Madero Vs Huergo


Propuesta del Ing. Luis A. Huergo

La posesión del grupo encabezado por el Ing. Luis A. Huergo sostenía que del nuevo puerto debía originarse a partir del mejoramiento antiguo puerto de cabotaje, el Riachuelo. Proponía el aprovechamiento del Riachuelo regularizando dragando su cauce, mejorar los muelles de atraque y los depósitos de las costas. Unificaba el acceso al puerto por el canal sur, adoptando una solución de dársenas abiertas o deltiformes, construídas desde el sur hacia el norte y manteniendo al Riachuelo como epicentro del desarrollo. Las dársena paralelas de 120 m. de ancho, separadas por muelles de 100 m. de ancho ubicados al sur de la Plaza de Mayo frente a la ciudad, otorgando al proyecto la posibilidad de crecer indefinidamente hacia el norte en función del tráfico emergente. Su concreción en etapas graduales permitía la financiación de las obras por el propio funcionamiento del puerto, sin requerir de empréstitos extranjeros.

Propuestas de Eduardo Madero

Eduardo Madero obtuvo, tras su viaje a Londres en 1881, un diseño técnico de Sir John Hawkshaw y un acuerdo para financiar las obras de la Casa de Banca Inglesa Baring Brothers, fuertemente involucrada en la Argentina, ya que los intereses británicos en esa época tenían gran peso en la economía del país.
La propuesta localizaba al puerto sobre el frente de la ciudad, dejando de lado las posibilidades que ofrecía el Riachuelo. Cubrió desde un inicio la costa desde el Riachuelo hasta el Retiro con una cadena de diques comunicados por estrechos canales. Los diques se extendieron desde la Dársena sur comunicada con la boca del Riachuelo, hasta la Dársena Norte, para cuyo acceso hubo de dragarse el Canal Norte.

Esta cadena acuática continua, encerró dos grandes operaciones de relleno, la primera entre la vieja línea de costa y el margen oeste de los diques, y la segunda al este de los diques hasta una nueva línea de costa sobre el Río. El acceso a la "isla" se resolvió mediante puentes giratorios que salvan los canales entre los diques. Los rellenos generaron espacios que sirvieron para resolver las instalaciones de depósitos, vías y playas de maniobras ferroviarias, calles de circulación y otras obras de infraestructura.

En Diciembre de 1884 el Presidente Roca firmó el contrato definitivo para la ejecución de las obras, que se iniciaron en Marzo de 1887.

En enero de 1889 se inauguraba la primera sección del Nuevo Puerto y en Marzo de 1898 quedaban culminadas las obras con la apertura del canal Norte.



jueves, 12 de noviembre de 2015

PAYSANDU - BOMBARDEO Y TOMA - Guerra del Paraguay



Bombardeo y toma de la heorica PaysandÚ. Asisinato de Leandro Gomez y otros defensores. Por Leonardo Castagnino en programa radial BelgranoAM 650