domingo, 30 de noviembre de 2014

El Fileteado Porteño



El fileteado porteño es un arte decorativo y popular nacido a principios del siglo XX en la ciudad de Buenos Aires.
Tuvo su origen en las fábricas de carros, donde los primeros pintores, crearon un estilo que desafortunadamente no fue documentado en sus inicios ni tampoco en su posterior desarrollo. Por ello, la historia del fileteado que poseemos está basada en la recopilación de testimonios de los maestros de este oficio. Al igual que en el tango, no hay un primer artista ni una fecha exacta que permitan determinar con exactitud el inicio de esta práctica, mas los testimonios coinciden en que fueron tres inmigrantes italianos los que desarrollaron casi contemporáneamente el filete al inicio del novecientos: Cecilio Pascarella, Vicente Brunetti y Salvador Venturo, quienes posteriormente tuvieron como primeros continuadores a sus propios hijos.


Según Alfredo Brunetti, fue su padre don Vicente quien inició este oficio cuando aplicó un color intenso sobre el color gris municipal que caracterizaba los carros porteños. Miguel Venturo, hijo de Salvador, fue quien incorporó la mayoría de los motivos que conforman el repertorio típico del fileteado. Flores, volutas, hojas de acanto, cintas argentinas, bolitas y líneas muy estilizadas se van combinando con escenas y frases. Otras características del fileteado son los colores vivos que se utilizan, los contrastes que generan una falsa sensación de volumen, la sobrecarga del espacio, la simetría y la conceptualización simbólica de elementos.
La ornamentación remitía mayormente al estilo neoclásico o gruttesco, que era copiada de diferentes elementos decorativos de la época, como rejas, frentes arquitectónicos, vidrios decorativos, etc y esto se evidencia en el recurrente uso de la espiral. Los temas preferidos eran retratos de iconos populares, (Carlos Gardel y la Virgen de Luján) paisajes de campo, y frases acuñadas por la sabiduría popular, que alguna vez Jorge Luis Borges supo definir acertadamente como "costados sentenciosos". Consecuencia de ello es que el fileteado se realizaba no solamente con fines estéticos, sino también como manifestación de los valores socioculturales del hombre de Buenos Aires.
Posteriormente el fileteado adaptó sus formas a los camiones y a los colectivos (autobuses urbanos), pero este colorido pasó inadvertido para la gran mayoría de los porteños. Por otra parte, el fileteado nunca fue valorado entre teóricos y críticos de arte, y la primera exposición que se hizo de esta disciplina tuvo lugar recién en 1970, gracias a una paciente recopilación de trabajos hechos por Nicolás Rubió y Esther Barugel.




Sin embargo, poco después, comienza la desaparición del fileteado en los vehículos debido principalmente a una ley nacional de 1975 que prohibía filetear los colectivos en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires. (ordenanza SETOP nº 1606/75)

A partir de ese momento, algunos fileteadores comenzaron a pintar carteles, vitrinas y objetos con lo cual el fileteado se desprendió del soporte original, los vehículos, adquiriendo una nueva e impensada autonomía.
En los últimos años, el fileteado se ha convertido en la imágen característica de Buenos Aires, y de la Argentina por extensión, constituyendo un producto cultural de fuerte identidad local, como el tango. Hoy en día, puede ser fácilmente reconocible en aplicaciones tales como el diseño gráfico,  publicidad, indumentaria, bodypainting  y tattoo.
Fuentes
Esther Barugel y Nicolás Rubió, 1994 , "Los maestros fileteadores de Buenos Aires" , Buenos Aires ,  Fondo Nacional de las Artes.
Norberto P. Cirio , 1996, "El Filete Porteño: bibliografía crítica y definición conceptual" en Segundas jornadas estudios de investigaciones en artes visuales y música , Instituto J. E. Payró, Universidad de Buenos Aires.
Alfredo Genovese, 2003, “Tratado de fileteado porteño”, Buenos Aires, Grupo Ediciones Porteñas.




domingo, 16 de noviembre de 2014

SAN MARTÍN EL MILITAR – Parte 4

En consejo de guerra Castaños pretende atraer a Dupont -acorralado en Andújar- a pelear en campo raso y rodearlo, con las divisiones de Reding y Coupigny, por un lado, y la de Jones y de La Perla, bajo su propio mando, por el otro. Por su carácter de ayudante de campo de Coupigny, San Martín pudo haber asistido al mencionado consejo de guerra y escuchar la discusión del plan de operaciones pero aún de no ser así le alcanzaría, por el mismo motivo, su minucioso conocimiento. Es importante recordar esta circunstancia porque la batalla por venir, gravitaría en su futuro con fecunda experiencia y resultaría Chacabuco una replica estratégica de Bailen.

Los españoles se situaron el día 13 en Arjona y llegaron a su objetivo dos días después. Mientras Reding marchaba con su división a Mengibar, Coupigny tomo posesión de La Higuereta. En el emplazamiento francés de Villanueva de la Reina, que debía defender el paso del Guadalquivir, las tropas españolas tuvieron un primer triunfo contra las fuerzas de Dupont, que dejaron 200 muertos y los equipajes en esta acción. En la mañana del día 18, las dos divisiones españolas de Reding y Coupigny llegaron a Bailén y sus jefes reconocieron la posición. A posteriori dispusieron las tropas en tres líneas que cerraban la entrada en la ciudad por el camino de Andújar.

El ejército se dividió en dos alas –la derecha bajo la dirección de Reding y la izquierda bajo la de Coupigny- siendo compartido el mando, como lo da a entender el propio Reding diciendo que "el marqués no sólo de concierto conmigo en la dirección de los movimientos de este día contribuyó a su acierto y felicidad, sino que habiendo elegido los cuerpos de que queda hecha la mención, acudió con ellos a los puntos mas vivos de los tres ataques generales y con sus conocimientos y valeroso ejemplo nos proporcionó los expresados felices resultados."

La batalla de Bailén se dio el 19 de julio de 1808 y duró nueve horas, en medio de un calor sofocante, faltos de agua y sin reparos en todo el terreno. Los franceses llevaron cinco ataquesimpetuosos que fueron rechazados, sin abandonar los españoles su plan defensivo. En el tercero debió Coupigny salir de su puesto de observación para acudir, poniéndose a la cabeza de la reserva, en ayuda del extremo izquierdo cargado por una brigada francesa de dragones y coraceros.
Con un hábil cambio de frente ordenado a algunos batallones, el valeroso jefe español logró imponer la retirada de los briosos coraceros.

Cerca del mediodía, rechazado en todos sus embates, con sus hombres desmoralizados, con la impresión de la derrota y con desesperanza de no recibir a tiempo los refuerzos de Vedell, el mariscal Dupont pidió capitular. Su primer emisario llego hasta Coupigny, que se hallaba en el centro de la línea, quien lo envío a Reding, y éste a Castaños. El general Vedell, que asaz tardíamente llegó al campo de batalla cuando Dupont sólo esperaba, como una gracia, las condiciones de la capitulación, unió a la derrota el deshonor violando la fe del armisticio y atropellando a las tropas españolas que tenían orden de no hacer fuego.

Reconocida la rendición de su jefe, intentó fugarse con sus fuerzas, pero una división de Coupigny le cortó los pasos de la sierra y, a una orden de Dupont, volvió Vedell a la obediencia y quedó con todos los suyos igualmente prisionero.

En esta batalla intervinieron 30.600 infantes y 28.000 jinetes, del lado español, y 28 000 infantes y 5.700 jinetes, del francés. A pesar de que 20.000 franceses cayeron prisioneros y de que la derrota de Dupont fue innegable, el nombre de Bailén figura en el Arco de Triunfo de París como una victoria napoleónica. El parte de Coupigny, que Reding utilizó para escribir el que elevó a su vez a Castaños, recomienda por su comportamiento en la acción entre otros, a Don José de San Martín, capitán agregado de Borbón. En realidad, San Martín no formó ese día en las filas del Borbón sino le cupo desempeñar la difícil función de ayudante de campo del marqués de Coupigny El general Castaños recomendó una promoción de oficiales y San Martín obtuvo el ascenso a teniente coronel graduado el día 14 de agosto. El mismo marqués le envío a Sevilla, donde San Martín había caído enfermo, una certificación de servicios, sus expresiones de amistad y la condecoración que le fue conferida por la victoria: en el campo ovalado, de esmalte, dos sables en cruz unidos con una cinta de la cual pende un águila abatida; en el ángulo superior de la unión de los sables, una corona de laurel, suelta, y en derredor la leyenda "Bailén, 19 de julio de 1808".

La carrera militar de San Martín, en los próximos años, siguió de cerca a la de su valiente jefe. Acompañó a Coupigny en el Ejército de Cataluña, a donde llamó a su hermano Manuel Tadeo, que estaba sin destino y atrasado en sus promociones.

Si acaso se separó del marqués cuando éste pasó, en octubre de 1809, a la Junta Militar de Sevilla al lado de Castaños –lo que no parece- en enero del siguiente año volvería a reunírsele otra vez como ayudante de campo, para servir en el Ejército de la Izquierda al mando del marqués de La Romana. Estuvo probablemente en la defensa de Torres Vedras, participando en la indecisa acción de Río Maior, y en febrero de 1811 llegaban ambos, desde Lisboa, a Cádiz, último reducto de la resistencia francesa en Andalucía que, sitiada por el mariscal Víctor, no cedió ante la presión francesa que duró dos años.

Esta claro que la estadía de San Martín en Cádiz resultaría providencial para su futuro americano, encendiéndose en su espíritu una decisiva aspiración.

Por Alfredo G. Villegas


SAN MARTÍN EL MILITAR – Parte 3


Es indudable que, al tiempo de la invasión napoleónica en España, el joven capitán de Regimiento de Infantería Voluntarios de Campo Mayor, José Francisco de San Martín, había llegado a suscitar alguna consideración por sus dotes profesionales, sin contar la forma poco usual de sus primeros ascensos durante la campaña del Rosellón y la distinción que el general Solano le dispensara con su confianza hasta su trágico asesinato en Cádiz. San Martín fue incorporado con su regimiento, al ejército que el general Francisco Javier Castaños reunía en Carmona y Utrera para hostilizar a los franceses que, al mando de Dupont avanzaban hacia Sevilla casi sin oposición y entrando a saco en las poblaciones indefensas. Castaños, que se pronunciara por la patria desde el primer momento al frente de sus fuerzas, no muy numerosas que bloqueaban Gibraltar, iba aumentando sus efectivos con cuerpos aislados y algunos de nueva creación. En la vanguardia, puesta bajo las ordenes del marques de Coupigny, se formó una división volante cuya jefatura se confió al teniente coronel Juan de la Cruz Mourgeon, el mismo en cuya casa se había refugiado San Martín cuando el asesinato de Solano. Habría de ser por esa confianza que San Martín le inspirara, que Mourgeon lo nombró su jefe de vanguardia.

Mientras Castaños ultimaba en Utrera la organización del Ejército de Andalucía, Coupigny, que tenía el cuartel general en Carmona, hostilizaba a los franceses hasta que Dupont se recogió en Andújar. En la madrugada del 23 de junio de 1808 San Martín, que marchaba en descubierta al frente de su vanguardia, se topó con una partida enemiga en la posta de Santa Cecilia: "Pese a tener fuerzas menores, se lanzó al ataque desbaratando por completo a los imperiales, que dejaron en el campo a 17 dragones muertos y 4 heridos, luego hechos prisioneros. 

Un solo soldado herido fue la pérdida española, habiendo peligrado la vida del jefe vencedor," salvado por un Juan de Dios, cazador de los Húsares de Olivenza;" es todo lo que dice el parte redactado por Mourgeon e Arjonilla, de lo cual toma su nombre este combate. Por hazaña se le debió de tener, pues no se escatimaron las recompensas: San Martín fue hecho ayudante primero de su regimiento; se acordó a la tropa un escudo en dinero a cada uno y la "Gaceta Ministerial de Sevilla" dio noticias del triunfo con exultante énfasis diciendo: "Los que huyen de esta manera son los vencedores de Jena y Austerlitz", imprimiéndose un edicto que se fijó en las paredes para darle gran publicidad.


Se evidencia la importancia dada al hecho pues el marques de Coupigny llamó a San Martín a su lado como ayudante de campo. El destino del futuro Libertador quedó unido a la suerte de este jefe hasta el último día de su carrera bajo el pabellón español. El 27 de junio el ejercito de Castaños inicio la marcha en dirección a Córdoba por la margen izquierda del Guadalquivir. 

En Porcuna se le unió el Ejercito de Granada, estableciéndose una nueva organización: la vanguardia de Coupigny quedó convertida en segunda división; la primera fue puesta bajo el mando del Mariscal Teodoro Reding, la tercera del mariscal Jones y la cuarta o reserva, con la dirección del general de La Pena. Mourgeon, con su división de montaña, el alcalde de Granada con una partida de irregulares y el conde de Valdecaria - conocedor de la región- debían cuidar los flancos.

sábado, 15 de noviembre de 2014

SAN MARTÍN EL MILITAR – Parte 1




Carrera Militar en España
La Guerra de la Independencia en España Por Alfredo G. Villegas
Los seis años de la Guerra de la Independencia de España (1808-1814) – recreados novelísticamente por Pérez Galdós en sus "Episodios nacionales" y plásticamente por Goya en sus sanguinas y aguafuertes de la serie "Los desastres de la guerra" y en su óleos "Los fusilamientos" y "El dos de mayo"- son años decisivos en su historia, pues en ellos no sólo se liquida institucionalmente el Antiguo Régimen, sino que, en igual forma se incorpora a la mentalidad española la corriente liberal nacida en Francia. Paradójicamente se estaba combatiendo contra los ejércitos franceses.
Simultáneamente toman cuerpo la autodeterminación en las provincias peninsulares y las formas propias - podríamos llamar "nacionales"- en la autogestión de las provincias ultramarinas. En la guerra de la independencia de España se forja el espíritu de la independencia de América.
Son complejos los elementos que intervienen en este tiempo trágico: tanto el pueblo español –en sus diversas capas y estamentos- como el francés, tienen dos tareas a cumplir: hacer la guerra y la política, pues ambos procuran ganar batallas como arbitrar nuevas formas de gobierno. Inglaterra, principal nación enemiga de Francia, también se presenta en el escenario peninsular.

Los sucesos iniciales se desarrollan Madrid y en Bayona. El pueblo madrileño se subleva el 2 de mayo de 1808, ante la carga de los "mamelucos" (cuerpo de caballería de gran prestigio de origen egipcio) del mariscal francés Joachim Murat, y la oficialidad media española se suma en la defensa de la capital. Los sangrientos encuentros en la Puerta del Sol y en el Parque de Monteleón -con el heroico sacrificio de los artilleros Ruiz, Daoiz y Velarde- son preludio de los fusilamientos en el Retiro, la Moncloa y la montaña del Príncipe Pío. En el mismo día, el alcalde del cercano pueblo de Móstoles lanza una declaración de guerra contra Napoleón y, como reguero de pólvora, en todas las provincias se sublevan los patriotas españoles contra los invasores ejércitos franceses.

SAN MARTÍN EL MILITAR – Parte 2

Entretanto, mientras los franceses intentan vencer esta oleada nacional, Napoleón continúa en Bayona con su plan de aniquilar a los Borbones de España con el frío método previsto. Si Fernando VII es aún rey, hay que hacerlo volver de la abdicación de Aranjuez, para lo cual debe devolverse la corona a su padre Carlos IV. El 6 de mayo, Fernando VII consiente, no sin dura resistencia, y la corona vuelve a las manos de su padre, si bien no a sus sienes, pues éste la transfiere a Bonaparte para que la entregue a quien juzgue mas conveniente. Su hermano José, rey de Nápoles, acude a Bayona: se hace una consulta -por simple fórmula- al Consejo de Castilla, y Napoleón proclama a su hermano rey de España, concediendo al país una constitución liberal. 
En toda la España sublevada contra la usurpación, se constituyeron Juntas a la lealtad a FernandoVII -"el Deseado"-, y se reconoció la autoridad de la Junta Suprema Gubernativa que presidía Floridablanca.

Napoleón volcó en esta lucha el grueso de sus tropas escogidas y el mayor número de sus famosos mariscales del imperio. Inglaterra, aliada a España, con una primera fuerza expedicionaria que, al mando de Moore, actúa en Galicia, formaliza su mayor presencia con la intervención de Arthur Wellesley, duque de Wellington.

En los años 1807/1808 se producen estas principales acciones: en el norte, Napoleón Bonaparte cruza los Pirineos y toma Vitoria, cruza el Somosierra y entra en Madrid. Persigue a Moore por Tordesillas y Astorga. En Galicia, el mariscal Soult toma Lugo, Santiago y entra en Portugal por Oporto. En Cataluña, los generales Lefevre y Verdier producen la acción del Bruch y el primer sitio heroico de Zaragoza, mientras Duhesme ataca a Gerona. En el Levante, el mariscal Víctor ataca de Aranda a Castellón. Finalmente, en Andalucía, los generales Gobert, Dupont y Vedell sufren la primera derrota de los ejércitos napoleónicos en los campos de Andújar y Bailén (acción en la que interviene José de San Martín como integrante del Regimiento de Caballería de Borbón).

Al siguiente año, 1809, Napoleón se reintegra a Francia para atender sus asuntos europeos y dispone que el mariscal Lannes domine a Zaragoza, donde se ha vuelto a refugiar Palafox después de la derrota de Tudela y Gerona. Los mariscales Saint Cyr y Augereau golpean con un tercer sitio a Gerona; Soult y Ney dominan en Galicia; Suchet en Aragón y Víctor cubre Madrid, Toledo y Medellín.
El año 1810 contempla una nueva invasión del mariscal Suchet a Cataluña, procedente del Rosellón; Soult invade a Andalucía y Sebastiani, desde Granada se dirige a Murcia y Alcoy. En el año 1812 comienza la lenta reconquista con el auxilio de Wellington, quien toma Ciudad Rodrigo y Badajoz y da el golpe magistral a Mormont en Arapiles. En 1813. el mariscal Soult es llamado a Francia y José Bonaparte traslada la capital a Burgos. Wellington entra en Madrid y el 11 de diciembre se firma el Tratado de Valencey, donde se encontraba prisionero Fernando VII, sin ratificación de la Regencia ni aprobación de las Cortes. Fernando entraba así en su reino, en marzo de 1814, restaurando su poder absoluto contra la acción de los liberales "doceañistas" que consolidaban las victorias conseguidas y contra los movimientos de liberación que se sucedían en las colonias americanas.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Historia de la Plaza de Mayo - Parte 1



La Plaza de Mayo, Plaza Mayor de Buenos Aires, es tan antigua como la ciudad misma. Cuando Juan de Garay fundó la Ciudad de Trinidad Puerto de Buenos Aires, dejó trazado el lugar de la Plaza Mayor. Desde los comienzos de la ciudad, la Plaza de Mayo fue escenario de todos los acontecimientos conmovedores de su historia. Esta plaza vio cómo todas las convulsiones políticas y las fiestas populares más importantes se desarrollaban sobre su perímetro, a lo largo de 420 años. La Plaza de Mayo, como Plaza Mayor, era un sitio multiuso: en ella se llevaban a cabo ceremonias religiosas y oficiales, estaba el mercado, era estacionamiento de carretas, plaza para las corridas de toros, y lugar de las ejecuciones públicas o cepos de castigo. Pero a pesar de ser tan importante, no era más que un descampado barroso y polvoriento, dependiente del clima, que recién fue mejorado en 1803 con la construcción de la Recova, de la cual hablaré más tarde.

A lo largo de tantos años es de imaginar que la plaza tuvo innumerables cambios, incluso de nombre. En un comienzo era llamada Plaza Mayor y ocupaba menos espacio que ahora, ya que en la mitad norte, desde 1608 a 1665, frente a la actual Casa Rosada, estaban los jesuitas. Cuando los jesuitas se trasladaron a otro lugar, la zona se transformó en un baldío -con restos de los edificios- al que llamaban Plaza de Armas (también Plaza del Mercado) y donde hacían sus alardes las milicias. También ahí se instaló la horca, justo donde hoy está la estatua de Belgrano, durante más de un siglo fue escenario de las ejecuciones, espectáculo macabro al que asistía mucho público. El resto del terreno de la actual Plaza de Mayo, o sea frente al Cabildo, era paradero de carretas y mercado y era llamado Plaza Mayor. Hay que imaginarse este mercado como muy precario. En un comienzo era "de piso", o sea, vendían sobre mantas o ponchos y luego se vendía con "bandolas", que eran unos cajones a modo de puestos de feria.
Casi tan antiguas como la plaza son las palomas. Ya en 1755 se tiene que poner una cubierta al balcón del Cabildo a causa de ellas, y los regalitos que dejan detrás de sí.
Recién en 1803 se concretan los proyectos para embellecer la plaza. Se construye la Recova, un magnífico edificio que consistía en dos tiras de 20 locales de largo cada una (10 de cada lado) separadas por un espacio que al año siguiente fue cerrado por un arco central. Los locales tenían su frente hacia ambos lados de la Recova, apuntando, 20 al Cabildo y 20, al Fuerte. Tenía 11 arcos en cada ala, techo con azotea. A su gran arco central se trasladó la horca, colgándose a los ajusticiados por espacio de varias horas.


La Recova fue la primera galería comercial de Buenos Aires, y estaba ocupada por diversos comerciantes que pagaban entre 14 y 20 pesos mensuales de alquiler. Había vendedores apiñados en la doble fila de cuartitos, ofreciendo de todo para la gente de clase baja, desde ropa hecha hasta monturas. En 1805 el Virrey Sobremonte hizo empedrar el camino que iba del Fuerte (actual Casa Rosada) al arco central de la Recova y dispuso que las carretas se dirigieran a otras plazas, la de Montserrat y la de San Nicolás. Durante las Invasiones Inglesas, la Recova cobró gran importancia, ya que los ingleses se defendieron desde sus techos y arcos contra las tropas reconquistadoras, y ahí mismo, en la Plaza de Mayo, se libró la batalla final por la Reconquista.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Santiago de Liniers




Era francés, pero él no tenía la culpa. De todos modos, no era un "francés libre": tenía muy buenas ideas en la cabeza. Un día los ingleses quisieron apoderarse de Buenos Aires y mandaron, haciéndose los zonzos, una expedición de piratas todos uniformados que desembarcaron tranquilamente cerca de la ciudad. Enseguida que lo supo, el Virrey Sobremonte se fue a Córdoba a buscar sus tropas. Pero los porteños no quisieron esperar a los soldados, porque a lo mejor llegaban tarde, y entonces pidieron a Liniers que fuera su jefe y ellos se armaron como pudieron, unos con espadas y otros con palos y otros con piedras y otros con tenazas de cocina y todos estaban muy contentos porque sabían que a la largo o a la corta terminarían por echar a los invasores, porque ellos tenían razón y los invasores eran unos cochinos herejes. Liniers se puso entonces su traje con charreteras doradas y les dijo: "Si ustedes quieren vencer, deben estar dispuestos a morir. Este asunto no es muy fácil. Los ingleses tienen buenas armas y nosotros tenemos buenos corazones. Vamos a ver cómo se portan los corazones frente a las armas". Y, desenvainando la espada gritó: "¡Ahora, a matar ingleses!". Y los porteños se pusieron a pelear con los ingleses y no pudieron matarlos a todos porque los ingleses corrían como locos. En esa pelea se portó muy bien un muchacho que apenas tendría doce o trece años y que se llamaba Juan Manuel de Rosas. Su padre se lo había enviado a Liniers para que lo ayudara en ese asunto de los piratas. Cuando terminó todo, Liniers se lo devolvió al padre con una carta donde elogiaba mucho su comportamiento. Una vez que los ingleses comprendieron que con los porteños no se podía jugar, se hicieron los zonzos y pidieron la paz como si no hubiera pasado nada. Desgraciadamente los porteños se dejaron engatusar y, en lugar de matar a los que quedaban, se contentaron con quitarles las armas y las banderas y los trataron como a las personas decentes. Entonces ellos empezaron a llenarles la cabeza de ideas raras y a hablarles de la libertad y de los derechos del hombre y de toda clase de pavadas. Encontraron, naturalmente, a algunos abogaditos que les hicieron caso y que se pusieron a su servicio, porque los ingleses siempre han tenido mucha suerte en eso de encontrar abogados que, con todo desinterés, se dedican a defender sus intereses. Un día quiso Dios que el Virreinato se independizara de España y permitió de paso --Dios sabe porqué, nosotros no lo sabemos-- que esos abogaditos subieran al gobierno. Como Liniers era fiel al Rey de España, no quiso saber nada con la independencia de América y entonces los abogaditos se acordaron de que les había hecho pasar un mal rato a los ingleses y lo hicieron matar. Esto no quiere decir que valga la pena tener siquiera un poco de miedo. Para hacer callar a los abogaditos lo mejor es asustarlos con los alemanes y para hacer disparar a los ingleses lo mejor es portarse como hombres, como se portaron los que hicieron disparar del Río de la Plata cuando quisieron hacerse los conquistadores.


Por Ignacio B. Anzoátegui*

*Nueva Política, Nº 23, Buenos Aires, Julio de 1942, p. 28.

Martin Fierro (Por Fontanarrosa)

viernes, 7 de noviembre de 2014

San Martín de los Andes – parte 4

El diario The Times de Londres, al informar sobre la victoria de los criollos en Maipú, se preguntaba “¿Quién es capaz ahora de detener el impulso de la revolución en América?”.

Como bien dice José Luis Busaniche, el triunfo de Maipú entusiasmó a Simón Bolívar y le dio nuevos ánimos para proseguir su campaña: “Bolívar está en un rincón del Orinoco donde la independencia es apenas una esperanza. En agosto llegan algunos diarios ingleses que anuncian la victoria de San Martín en Maipú. Y entonces concibe un proyecto semejante al del paso de los Andes por el héroe del sur: el paso de los Andes venezolanos, remontando el Orinoco, para caer sobre los españoles en Bogotá y seguir si le es posible hasta el Perú, baluarte realista de América. Bolívar escribe al coronel Justo Briceño: ‘Las gacetas inglesas contienen los detalles de la célebre jornada del 5 de abril en las inmediaciones de Santiago. Los españoles, invadidos poderosamente por el sur, deben necesariamente concentrarse y dejar descubiertas las entradas y avenidas del reino en todas direcciones. Estimo, pues, segura la expedición libertadora de la Nueva Granada. El día de América ha llegado’.” 6

A pesar de semejante gloria y las notables repercusiones, los protagonistas del triunfo seguían sus vidas con la misma sencillez. Cuenta Mitre que después de Maipú, el general Antonio González Balcarce fue al Tedeum con camisa prestada y concluye: “¡Grandes tiempos aquellos en que los generales victoriosos no tenían ni camisa!”. 7

Pocos días después de Maipú, San Martín volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al Directorio para la última etapa de su campaña libertadora: el ataque marítimo contra el bastión realista de Lima. Obtuvo la promesa de 500.000 pesos, de los que sólo llegarán efectivamente 300.000, ya que como admitía el director supremo Pueyrredón: “Aquí no se conoce que hay revolución ni guerra, y si no fuera por el medio millón que estoy sacando para mandar a ese país, ni los godos se acordarían de Fernando”. 8
Al regresar a Chile, San Martín se enteró de que los triunfos de Las Heras en Curapaligüe y Gavilán no habían logrado evitar que los españoles recibieran desde Lima 3.000 hombres de refuerzo, desembarcados en el puerto de Talcahuano. La guerra contra los realistas proseguiría en el sur de Chile por varios años.

Con la ayuda financiera del gobierno chileno, San Martín armó una escuadra que quedará al mando del marino escocés lord Thomas Cochrane. Cuando se disponía a embarcar a sus tropas para iniciar la campaña al Perú, el Libertador recibió la orden del Directorio de marchar con su ejército contra el Litoral, para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos. San Martín se negó a reprimir a sus compatriotas, desobedeció e inició la expedición contra los españoles de Lima.
:

6 Busaniche, San Martín Vivo, Buenos Aires, Eudeba, 1962
7 Bartolomé Mitre, Historia de San Martín, Buenos Aires, Eudeba, 1971.
8 Carta de Pueyrredón a Guido fechada el 16 de julio de 1818, en Carlos Guido y Spano, Vindicación histórica. Papeles del brigadier general Guido, 1817-1820, Buenos Aires, Carlos Casavalle editor, 1882.
Felipe Pigna

http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/independencia/san_martin_de_los_andes.php

San Martín de los Andes – parte 3



En su correspondencia San Martín dejó un crudo testimonio del carácter salvaje y genocida de la guerra que hacían los ejércitos españoles contra los americanos. En una carta a lord Macduff, San Martín expresaba: “¡Qué sentimiento de dolor, mi querido amigo, debe despertar en vuestro pecho el destino de estas bellas regiones! Parecería que los españoles estuvieran empecinados en convertirlas en un desierto, tal es el carácter de la guerra que hacen. Ni edades ni sexos escapan al patíbulo.” 3
Al conde de Castlereagh le dice: “Es sabida la conducta que los españoles han guardado con sus colonias: sabido es igual el género de guerra que han adoptado para volverlas a subyugar. Al siglo de la ilustración, cultura y filantropía, estaba reservado el ser testigo de los horrores cometidos por los españoles en la apacible América. Horrores que la humanidad se estremece al considerarlos, y que se emplea con los americanos que tenemos el gran crimen de sostener los derechos de la voluntad general de sus habitantes: en retribución de tal conducta los hijos de este suelo han empleado los medios opuestos.” 4
Con aquellos “medios opuestos” y “el gran crimen de sostener los derechos de la voluntad general”, el Ejército de los Andes, engrosado por los patriotas chilenos, pudo ocupar Santiago. Allí, el 18 de febrero de 1818 se convocó a un Cabildo Abierto que designó a San Martín director supremo. El general argentino rechazó el ofrecimiento y propuso al patriota chileno Bernardo de O’Higgins para ocupar el cargo.
O’Higgins aceptó y a poco de asumir envió esta nota al gobierno de los Estados Unidos, al zar de Rusia y a diversas cortes europeas: “Después de haber sido restaurado el hermoso reino de Chile por las armas de las Provincias Unidas del Río de la Plata, bajo las órdenes del general San Martín, y elevado como he sido por la voluntad de mi pueblo, a la Suprema Dirección del estado, es mi deber anunciar al mundo un nuevo asilo, en estos países, a la industria, a la amistad y a los ciudadanos de todas las naciones del globo. La sabiduría y recursos de la Nación Argentina limítrofe, decidida por nuestra emancipación, dan lugar a un porvenir próspero y feliz en estas regiones.”
El 19 de marzo de 1818 las fuerzas patriotas sufrieron su primera y única derrota, la de Cancha Rayada. Pero el general Las Heras logró salvar parte de las tropas y así purdo reorganizarse un ejército de 5.000 hombres. Los patriotas clamaban por la revancha que llegaría a los pocos días, el 5 de abril, al derrotar definitivamente a las fuerzas enemigas en Maipú.

La victoria fue total y América empezaba a respirar otro aire mientras los tiranos comenzaban a asfixiarse, como lo demuestra este informe del virrey de Nueva Granada: 5 “La fatal derrota que en Maipú han sufrido las tropas del Rey pone a toda la parte sur del continente en consternación y peligro”.

3 Carta de San Martín a Lord Macduff, del 9 de septiembre de 1817.
4 Carta de San Martín al conde de Castlereagh, del 11 de abril de 1818.
5 El virreinato de Nueva Granada incluía las actuales repúblicas de Colombia y Venezuela.

jueves, 6 de noviembre de 2014

San Martín de los Andes - Parte 2

San Martín había ordenado que dos divisiones, una al mando del general Miguel Estanislao Soler y la otra dirigida por Bernardo O’Higgins, cruzaran por el paso de Los Patos. Una tercera, bajo las órdenes de Juan Gregorio de Las Heras, debía ir por el paso de Uspallata con la artillería. Otra división ligera, al mando de Juan Manuel Cabot, lo haría desde San Juan por el portezuelo de la Ramada, con el objetivo de tomar la ciudad chilena de Coquimbo. Otra compañía ligera cruzaría desde La Rioja por el paso de Vinchina para ocupar Copiapó. Finalmente, el capitán Ramón Freyre entraría por el Planchón para apoyar a las guerrillas chilenas.
En total eran 5.200 hombres. Llevaban 10.000 mulas, 1.600 caballos, 600 vacas, apenas 900 tiros de fusil y carabina; 2.000 balas de cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas.

En varios tramos del cruce, San Martín debió ser trasladado en camilla a causa de sus padecimientos. Su salud era bastante precaria. Padecía de problemas pulmonares –producto de una herida sufrida en 1801 durante una batalla en España–, reuma y úlcera estomacal. A pesar de sus “achaques” siempre estaba dispuesto para la lucha y así se lo hacía saber a sus compañeros: “Estoy bien convencido del honor y patriotismo que adorna a todo oficial del Ejército de los Andes; y como compañero me tomo la libertad de recordarles que de la íntima unión de nuestros sentimientos pende la libertad de la América del Sur. A todos es conocido el estado deplorable de mi salud, pero siempre estaré dispuesto a ayudar con mis cortas luces y mi persona en cualquier situación en que me halle, a mi patria y a mis compañeros.”

Los hombres del ejército libertador tuvieron que soportar grandes cambios de clima. La sensación térmica se agudiza con la altura. De día el sol es muy fuerte y se llega a temperaturas de más de 30 grados; durante la noche, el viento helado, con mínimas de 10 grados bajo cero, puede llevar al congelamiento. Durante la travesía, la altura promedio fue de 3.000 metros, lo que provocó en muchos hombres fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga e irritación pulmonar.

La orden era que todas las divisiones se reunieran del otro lado de la cordillera entre los días 6 y 8 de febrero de 1817. Con una sincronización matemática, el 8 de febrero por la tarde, en medio de festejos y gritos de “viva la patria” los dos principales contingentes se reunieron del otro lado y fueron liberadas las dos primeras ciudades chilenas: San Antonio y Santa Rosa. Se pudo establecer una zona liberada, base de operaciones desde donde el ejército libertador lanzará el fulminante ataque sobre Chacabuco, el 12 de febrero de 1817.

Sobre el campo de batalla quedaron quinientos españoles muertos. Las fuerzas patriotas sólo tuvieron doce bajas y veinte heridos. Fueron capturados seiscientos prisioneros y centenares de fusiles pasaron a engrosar el parque del ejército libertador.

Cuando San Martín entró en Santiago se enteró de que el gobernador español, Marcó del Pont, había logrado huir. De inmediato le ordenó a uno de sus hombres de confianza, el fraile-capitán José Félix Aldao, que corriera a capturarlo. Era fundamental evitar que Marcó se embarcara hacia Lima.

En la noche del 15 de febrero, Aldao supo por sus informantes que el gobernador prófugo y su comitiva se encontraban cerca de Concepción. Llegó hasta su refugio, lo capturó y lo trasladó detenido hasta la comandancia del ejército libertador. De allí fue enviado a Mendoza y luego a Luján, donde Marcó del Pont morirá el 11 de mayo de 1819.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

San Martín de los Andes - Parte 1

Para los que tuvimos la suerte de conocer nuestra hermosa provincia de Mendoza y acercarnos al pie de una de las cordilleras más altas del mundo, la frase “San Martín cruzó los Andes” dejó de ser un versito escolar. Enternece y conmueve pensar en aquellos hombres mal vestidos, mal montados, mal alimentados, pero con todo lo demás muy bien provisto como para encarar semejante hazaña. Y detrás y delante de ellos, un hombre que no dormía pensando en complicarle la vida al enemigo y hacer justicia con la memoria de los que lo habían intentado antes que él.

No lo ganaba la soberbia. Podía confesarle a sus mejores amigos: “lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.

Había que pensar en todo, en la forma de conservar la comida fresca, sana, proteica y calórica. Entre los aportes del pueblo cuyano, no faltó la sabiduría gastronómica expresada en una preparación llamada “charquicán”, un alimento hecho a base de carne secada al sol, tostada y molida, y condimentada con grasa y ají picante. Bien pisado, el charquicán se transportaba en mochilas que alcanzaban para ocho días. Se preparaba agregándole agua caliente y harina de maíz.

Ante la falta de cantimploras, utilizó los cuernos vacunos para fabricar “chifles”, que resultaron indispensables para la supervivencia en el cruce de la cordillera.
Pocos meses antes de iniciar una de las epopeyas más heroicas que recuerde la historia militar de la humanidad, San Martín impone a sus soldados y oficiales del Código de Honor del Ejército de los Andes, que entre cosas sentenciaba: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. Las penas aquí establecidas y las que se dictasen según la ley serán aplicadas irremisiblemente: sea honrado el que no quiera sufrirlas: la Patria no es abrigadora de crímenes.” 1

A pesar de las enormes dificultades, aquel ejército popular pudo partir hacia Chile a mediados de enero de 1817. Allí iban el pobrerío armado y los esclavos liberados, todos con la misma ilusión.

El médico de la expedición fue James Paroissien, un inglés de ideas liberales radicado en Buenos Aires desde 1803 y que había acriollado su nombre, convirtiéndolo en Diego. Cuando estalló la Revolución, Paroissien ofreció sus servicios al nuevo gobierno y fue designado cirujano en el Ejército Auxiliar del Alto Perú. En 1812 se hizo ciudadano de las Provincias Unidas y el Triunvirato le encargó la jefatura de la fábrica de pólvora de Córdoba. Allí San Martín lo invitó a sumarse a sus planes y Paroissien fue el cirujano mayor del Ejército de los Andes.

A poco de emprender la marcha, San Martín daba cuenta de lo precario del aprovisionamiento de aquel ejército: “Si no puedo reunir las mulas que necesito me voy a pie… sólo los artículos que me faltan son los que me hacen demorar este tiempo. Es menester hacer el último esfuerzo en Chile, pues si ésta la perdemos todo se lo lleva el diablo. El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la salud mala, pero así vamos tirando hasta la tremenda.” 2

1 Arturo Capdevila, El pensamiento vivo de San Martín, Buenos Aires, Losada, 1945.
2 Carta a Guido del 15 de diciembre de 1816.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Bar de Agosto



Estaba ubicado en la localidad de General Pacheco,  en la Ruta 197 (Av. Hipólito Yrigoyen), donde actualmente se ubica el Banco Itaú. 

Era un Bar y Fonda propiedad del Sr. Alberto Agosto. Un rasgo distintivo del local lo constituían los palenques que había en su vereda. Era muy común ver llegar a los parroquianos, montados a caballo, apearse y sujetar los animales a los mismos.


http://www.generalpachecoweb.com.ar/historia/lugareshistoricos.html#bares