jueves, 26 de junio de 2014

JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL – Parte 4





"He aquí señor Director, sencillamente la verdad de cuanto ocurrió en mi presencia a la llegada del enemigo a Cerro Corá, llegada que fue, como se comprende, una verdadera sorpresa, y que tuvo lugar en los momentos en que la mayor parte de las tropas se encontraban en los montes buscando qué comer".

"Al retirarme del combate vi desde lejos al mariscal López estrechamente perseguido por unos cuantos jinetes, llevando rumbo hacia la boca de la picada que daba entrada a un brazo del Aquídabanigüí donde solía ir a pescar”.

"Todo lo demás que ocurrió después hasta su muerte, no me consta personalmente, sito por referencia de los que lo presenciaron, conforme se lo había manifestado en mi reportaje”.

"Yo, bañado en sangre, con la espada en la mano, iba andando sin rumbo fijo hasta llegar a un grupo de árboles, o isleta a cuya sombra tomé abrigo para librarme de los rayos de un sol abrasador y sufriendo una sed devoradora. Sin duda, debida a esta circunstancia escapé a la muerte".

"Serenada la tempestad y después que todo se había consumado a eso de las 2:30, a las 3 de la tarde, unos soldados desprendidos de un batallón brasilero que había acampado a la inmediación, fueron recorriendo la isleta como buscando algo y me encontraron allí tendido en el suelo y horriblemente desfigurado, y previo al despojo de todas las pequeñas prendas de valor que llevaba, me condujeron a presentar al jefe del batallón, a quien tuve que dar mi nombre escrito con lápiz en un pedacito de papel que me facilitó".

"Enseguida me mandó a una guardia donde se encontraban también prisioneros algunos de mis antiguos compañeros".

"Ahora volviendo sobre la creación de la medalla de la campaña de Amambay, recordará señor Director, que en el reportaje de mi referencia, he manifestado duda respecto al grado de autenticidad que pudiera tener el Decreto que ha insertado íntegro en su narración histórica don Héctor Decoud, como el mismo que dictó el mariscal López creando dicha medalla".

"No fundaba para ello, en que no me parecía exacta la inscripción de: "A las penurias y fatigas" que contenía y que en lugar de ésta según mi firme creencia debería decir: "Venció penurias y fatigas...". Así me ha parecido, según mi propio recuerdo, el de otros que estuvieron presentes en la reunión de que se hace mención más arriba, y sobre todo, según una relación que publicó en 'La Democracia", el 1 de marzo de 1885, don Ignacio Ibarra, uno de los escribientes del Mariscal, y también testigo presencial de los últimos sucesos de Cerro Corá. Y aún cuando se pretenda que nuestro testimonio sobre los hechos de la guerra, no debe merecer fe, éso en nada altera el principio de cuando los sentimientos y las opiniones de distintas personas concurren uniformemente a establecer un hecho., deben ser tenidos como la expresión genuina de la verdad".

"Sin embargo, en el interés de desvanecer completamente esa duda que se me había robustecido enormemente después de la lectura de la carta del Dr. don Adolfo Decoud, publicada en el álbum del 15 de julio próximo pasado, y en el de esclarecer y constatar la verdad histórica sobre el particular, me puse en campaña, y cábeme la satisfacción de anunciarla que mi empeño ha sido coronado del más completo éxito".


miércoles, 25 de junio de 2014

JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL – Parte 3





"Cinco minutos después, ya venía asomándose tras de la mayoría, a distancia de dos o tres cuadras al cuartel general, avanzando poco a poco hacia nuestro campamento, un pelotón de caballería enemiga. Como jefe de la mayoría y montado en buen caballo., volé a ponerme al frente de las escasas fuerzas de aquel cuerpo y, desplegándolas en guerrillas, procuré hacerlas avanzar sobre aquél, con intención, si fuese posible, de hacerles llegar a las manos, por estar armada la mayor parte de sables y lanzas., y muy pocos de armas de fuego, para poder sostener con ventaja un tiroteo con el enemigo".

"Con este movimiento de avance, la caballería enemiga retrocedió poco y luego, a la distancia de una cuadra más o menos, hizo alto y empezó a romper un fuego graneado sobre nuestra guerrilla, que apenas llegaban a 100 hombres. En esta circunstancia venía llegando López montado en un caballo bayo, flacón, acompañado de su hijo, el coronel Panchito, y algunos jefes y oficiales a pie".

"Yo recorría mi guerrilla de una extremidad a otra, tratando de infundir ánimo en las tropas, en una de esas recibió mi caballo un balazo que le bandeó el muslo, pero continuaba así mismo sin novedad. Uno de los jefes a pie me advirtió: "Coronel, su caballo está herido". "Gracias -le dije-, pero parece que no siente la herida". "No bien acabo de pronunciar estas palabras, y así me volvía del ala derecha para la izquierda, una bala me atravesó la cara, llevando toda la delantera de la mandíbula inferior de la derecha y de la superior de la izquierda, quedando la lengua partida por el medio con la punta colgante de una membrana, y la otra que vino al mismo tiempo, penetró en el ijar del caballo, cayendo conmigo muerto en el acto. Felizmente pude zafarme de él, y, al levantarme del suelo, saliendo fuera de la línea, oí que el Mariscal preguntaba: --"¿Quién es ese que sale?"-. 'El coronel Centurión papá, gravemente herido", le contestó su hijo Panchito, que se encontraba próximo".

"No bien acabó de oír esta contestación, cuando dio vuelta y al galopito se retiró dirigiéndose hacía el cuartel general por el camino carretero".

"Enseguida se produjo el desbando bajo una lluvia de balas que cruzaban sobre nuestro campamento los batallones que venían ya sucesivamente saliendo del monte que poblaba las orillas del Aquidabanigüí. A vista de la derrota avanzaban a pasos precipitados hasta penetrar en medio de aquella confusión infernal que levantaba polvareda, corriendo hombres, mujeres y niños por doquier, matando a balazos y bayotenazos a cuantos alcanzaban, lo mismo a los que se rendían como a los que iban huyendo casi sin aliento para escaparse de su furor y ensañamiento".

JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL – Parte 2




"Enseguida leyó el Decreto que confería la medalla de Amambay, distribuyéndose desde luego las cintas de que debería ir pendiente del pecho de cada uno de los agraciados".


"Dicha cinta era de dos colores: amarillo en las orillas y naranja en el centro. No sé si la adopción de estos colores de la bandera española era indiferente o si ella obedecía a algún pensamiento o idea que se relacionase con las leyendas sublimes de la Península Ibérica. Tal vez haya querido recordar o refrescar en la memoria, el ejemplo de los sacrificios heroicos que hicieron nuestros antepasados en el descubrimiento y conquista de la América, y en defensa de su independencia contra el coloso del siglo, cuyos gigantescos esfuerzos han sido y serán tema constante de la admiración del mundo".



"El 1 de marzo, por la mañana temprano, algunas mujeres escapadas de nuestra gran guardia sobre el paso de un arroyo que cruza el camino que conduce a Villa Concepción, distante una o dos leguas de nuestro campamento, trajeron a López la noticia de que aquella se encontraba en poder del enemigo, quien había podido apoderarse de ella fácilmente, evitando los cañones que guarnecían el paso y llegado a ella por la retaguardia por un camino oculto que le había indicado un desertor paraguayo (Coronel Silvestre Carmona, vecino de San Pedro), sin que fuese sentido, y en momento en que la mayor parte de la gente andaba buscando qué corner en los montes".



"Enseguida despachó unos cuatro hombres o espías para traerle noticias del enemigo, pero ya había sido tarde, porque una o dos horas después se sintieron tiros de cañón seguidos de un nutrido tiroteo de fusílería en el paso de Aquidabanigüí, donde había dos piezas de artillería y un batallón de infantes desnutridos al mando del coronel Moreno".



"Con tan repentina y seria novedad, me llamó apresuradamente y me ordenó que fuera a ver inmediatamente lo que ocurría en el paso, mandando a su ayudante, el capitán Ríveros, para que me acompañara. Al efecto éste ensilló y montó en un mulo gordo que había tenido el general Resquín, y salimos al trote a dar cumplimiento a nuestra comisión. Cuando llegamos al río, encontramos que ya el enemigo había conseguido forzar el paso, habiendo matado a la mayor parte de los que lo guarnecían. Volvimos a todo correr, trayendo yo la delantera, y al aproximarme al cuartel general, en cuyo frente se hallaba aún parado López solo y, sin bajar del caballo, por exigirlo así la urgencia del caso, le dije en alta voz: "El enemigo ha pasado el paso...".


martes, 24 de junio de 2014

JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL – Parte 1




Testimonio de Juan C. Centurión 

Trascripción de la carta de don Juan C. Centurión, testigo y actor de Cerro Corá, dirigida a José C. Soto, Director del “Álbum de la Guerra del Paraguay”: 

Señor don José C. Soto Director de "El Álbum de la Guerra Del Paraguay'.

Muy señor y amigo:

"Deseoso de cooperar con el noble propósito de su importante publicación, cual es, ayudar al esclarecimiento de la verdad histórica y a la vez enderezar los errores que se contienen en las publicaciones hechas hasta el presente sobre el combate último en Cerro Corá, escritas de datos recogidos de fuentes no siempre fidedignas, voy a permitirme referirle a Ud. aquel suceso, de que he sido testigo presencial y actor al mismo tiempo".

"Los restos del Ejército Nacional que acompañaban desde Ascurra al mariscal López, llegaron a Cerro Corá profundamente quebrantados en su moral y espíritu, por las excesivas penurias y fatigas que imponía una marcha tan prolongada, llena de todo género de privaciones y con escasísimos elementos de movilidad. A medida que aumentaba la miseria, iba decayendo más y más el ánimo hasta el grado de hallarse todo el mundo dominado por el más completo desaliento".

"Sin duda, López, buscando medios de reanimarlos algún tanto, aunque era cuestión difícil cuando la causa principal del mal era el hambre, concibió la idea de distribuirles medallas en premio de la lealtad y constancia de que dieron una prueba tan relevante en aquella penosa campaña".


"Con este propósito, a fines de febrero de 1870, mandó reunir a los principales jefes y oficiales del ejército, y él sentado en una silla, y aquellos sobre la gramilla frente al cuartel general, formando un gran semicírculo, les expresó con palabras elocuentes la pena que torturaba su corazón al ver que se hacían correr voces de que él intentaba pasarse a Bolivia. Rechazó con energía esa suposición, que dijo comportaban un desconocimiento de su lealtad y patriotismo, manifestando que él había jurado ante Dios y el mundo defender a su patria hasta la muerte y que estaba dispuesto a cumplir su juramento. Luego se extendió largamente sobre los deberes y sacrificios que imponía el patriotismo, en presencia de la sangre aún humeante que humedecía los campos de batalla, donde, decía, tantos ciudadanos han sacrificado sus vidas en defensa del suelo patrio, legando así a la posteridad un ejemplo y un timbre de gloria que recordará sus nombres en el templo de la inmortalidad. Habló también del enemigo, de las pretensiones tradicionales del Imperio sobre estos pueblos, relatando algunos chistes para producir hilaridad entre los que le escuchaban".


Lanas San Andrés - García Ferré

Jaimito


Nacido en Buenos Aires en 1932, Francisco Mazza debuta profesionalmente en la revista Qué Kilo, y en el ’57 pasa a formar parte del estudio de Carlos Clémen. Allí realiza historietas de aventura para Trinchera, Far West, Látigo negro y Barracuda, entre otras revistas. Pero su inicio como dibujante humorístico y su verdadero despegue como autor comienza en la editorial de su maestro –y luego socio- Héctor Torino. Las revistas del creador de Don Nicola gozaban de una enorme popularidad durante los años ’60, y formaban (junto a la editorial de Adolfo Mazzone, Lúpin y las revistas infantiles) un universo aparte del de publicaciones como las de Frontera y Columba, Tía Vicenta y Rico Tipo, luego prestigiadas por la crítica como parte del canon historietístico. Para Torino, Mazza crea la tira Pepinucho y Coliflor, que se mantiene con revista propia durante varios años.
Luego del cierre de la editorial, en 1969 Mazza se muda a ediciones Cielosur, en donde realiza, con guiones de Torino, versiones en historieta de los éxitos televisivos del momento: El Capitán Piluso, El Gordo Porcel y La voz del rioba, protagonizada por Minguito Tinguitella. Allí también se desempeña como editor de Fabián Leyes y El Huinca, dedicadas al género gauchesco, y de Top Maxi Historietas, donde publica las aventuras de Ernie Pike ambientadas en Vietnam. Tras la partida de Eduardo Ferro, en 1978 pasa a dirigir la última etapa de Rico Tipo. Allí dibuja al que tal vez sea su personaje más famoso: Jaimito, un pariente de Isidorito más endiablado y jodón, creado unos años antes por Franco Panzera. Al cierre de la publicación, el personaje continúa sus travesuras hasta mediados de los ’90 en revista propia (autoeditada por Mazza bajo el sello Edifran), y luego en internet, en el sitio web Humoralia. Con una carrera que incluye una destacada labor como docente e historiador, fallece el último día de 2006, a los 74 años.
Mazza era dueño de un estilo ágil, sumamente expresivo y de gran fluidez narrativa, en concordancia con sus guiones de aventura humorística 100% clásica. Es probable que el alcance de su obra sea inversamente proporcional al reconocimiento de su figura. Vale la pena recordarlo, entonces, como autor paradigmático de una época en la que la historieta y el entretenimiento masivo todavía se daban la mano.



domingo, 22 de junio de 2014

La muerte como culto: el Cementerio de Chacarita por dentro - Parte 2

Simbolismos y tradiciones
Para quienes pertenecen a generaciones y tradiciones familiares en las que la muerte es casi un tema tabú, observar algunas esculturas y símbolos que cubren las paredes y techos de las bóvedas puede generar desconcierto e incluso temor.
Uno de estos ejemplos es el panteón de la Policía Federal, que en su entrada tiene unas oscuras estatuas de mujeres vestidas de negro, con un velo que cubre parte de su frente casi impidiendo la visión de sus ojos.
También en algunos rincones pueden observarse imágenes de medusas, ese personaje mitológico que convertía en piedra a quienes la miraban a los ojos. Según explica Vizzari, este tipo de imágenes buscaba de alguna manera poner un límite, una advertencia, un espacio de respeto para quienes quisieran acercarse a las tumbas con motivos distintos que el de ofrecer un voto de respeto al difunto.
Otros símbolos son tal vez más esperanzadores y menos amenazantes, como las antorchas. Estas representan el fuego de la vida más allá de la muerte, la esperanza de una luz encendida que traspasa la vida terrenal.
También suele encontrarse la Clepsidra, que es el reloj de agua. Tiene un valor simbólico, porque representa el fluir constante del tiempo.
Personalidades y personajes
En varios rincones del cementerio pueden encontrarse los restos de diferentes personalidades de la historia argentina. Entre ellas está la tumba de José Amalfitani, el reconocido dirgente de Vélez. También yacen aquí los restos de Aníbal Troilo, Adolfo Pedernera, Benito Quinquela Martin, Luis Sandrini, entre tantos otros. Además están Federico Moura y Norberto Napolitano (Pappo).
Quizás uno de los rincones que atrae a más visitantes es la esquina de Carlos Gardel. Allí, una estatua del "zorzal criollo" lo representa de pie, vestido con su trajecito, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un llavero. A su lado, arrodillada y mirando el suelo, la mujer con la lira rota en sus manos, simbolizando el luto de la música por la pérdida del gran cantor. El lugar está repleto de placas y flores y mensajes al ídolo del tango.
Es muy común, cuenta Vizzari, que cada tanto pase un taxista, detenga su móvil frente a Gardel, ponga un tango a todo volumen y encienda un cigarrillo. Terminada la canción, el chofer suele bajarse y colocar lo que queda del pucho en la mano derecha del cantante y volver al trabajo.
Así transcurren los días en este cementerio, con algunos rincones muy visitados y otros tal vez olvidados en incluso abandonados, entre bóvedas que, escaleras abajo, aún guardan los restos de familias enteras que alguna vez habitaron el suelo argentino.
 Sol Amaya  |  LA NACION


La muerte como culto: el Cementerio de Chacarita por dentro - Parte 1


Cómo se rendía honor a los difuntos en el pasado; memorias de grandes personalidades cuyos restos descansan en este predio porteño; las tradiciones abandonadas
Algunos rincones oscuros y monstruosos, otras callecitas tristes y melancólicas, y uno que otro espacio anecdótico y hasta divertido. Aunque parezca contradictorio, todos estos condimentos forman parte de un mismo lugar: el mítico Cementerio de Chacarita. Emplazado en medio del barrio que le da el nombre, las 95 hectáreas de que fue en su origen el Cementerio del Oeste albergan historias, leyendas, mitos y recuerdos de miles de familias porteñas y de otros rincones de la Argentina y el mundo.
Por sus callecitas, que en algunos lugares se transforman en anchas "avenidas", el simbolismo del culto a la muerte y al honor de los difuntos va tomando diferentes formas.
Lo que tal vez genera más curiosidad es la zona de las bóvedas, donde la variedad de materiales, estilos arquitectónicos y símbolos recuerda épocas y costumbres hoy casi desaparecidas.
"Hasta los años 60, era una costumbre que los familiares vinieran a pasar el día visitando a sus difuntos. Se sentaban en el interior de las bóvedas, alrededor del cajón, tomaban mate, limpiaban el lugar, conversaban, cambiaban las flores", cuenta Hernan Santiago Vizzari, investigador histórico y autor de Cementerio de Chacarita, un sitio que recorre la historia del lugar.
Hoy el panorama es muy diferente. Muchas de las bóvedas están abandonadas y la mayoría de las personas opta por cremar a sus difuntos o enterrarlos. 
Un lugar histórico
La idea de hacer un cementerio en lo que hoy es el barrio de Chacarita surgió en 1871, con la epidemia de fiebre amarilla. Los lugares que ya existían comenzaron a quedarse sin espacios. Por eso se destinaron unas cinco hectáreas de lo que hoy es el Parque los Andes para lo que se conoció como el Cementerio Viejo. Allí llegaron a realizarse más de 500 inhumaciones en un solo día.
Luego comenzaron a realizarse las inhumaciones en lo que se denominó "Chacarita Nueva" y luego "Cementerio del Oeste", hacia 1896.
Dentro de este lugar histórico descansan los restos de personajes reconocidos de la historia del país, entre ellos, muchos protagonistas del tango. "Hay orquestas enteras de tango enterradas acá", dice Vizzari.
Su construcción generó de alguna manera una renovación del barrio y la apertura de nuevos negocios. Desde florerías hasta bares, sin dejar de contar las herrerías que realizaban los trabajos en las bóvedas.

sábado, 21 de junio de 2014

Aquel pago costero que aún hoy le rinde culto a sus raíces - Parte 2

Cuando Hernán Wineberg compró una fracción de tierras de la familia Pelliza, en 1860, comenzó la gran transformación. Wineberg hizo un primer loteo y a medida que se fue poblando la zona, comenzó a llamarse “Pueblo Mitre” o “Mitre de los Olivos”. A medida que se asentaron nuevas familias, las antiguas quintas de veraneo de las barrancas se integraron al paisaje.

La construcción del Ferrocarril del Norte, sobre el antiguo Camino del Bajo, tomó impulso a partir de 1860, en manos de la firma inglesa Buenos Aires and San Fernando Railway. Llegó a Olivos el 22 de junio de 1863 y marcó todo un cambio. El primer objetivo del ramal ferroviario era transportar la producción de las huertas hacia la ciudad y comenzaron con cuatro servicios diarios, que iban y volvían por la misma vía. Pero las locomotoras no soportaban la trepada del terreno en Olivos y cada tanto había problemas. Por eso, en 1890 se hicieron reformas y se habilitó la doble vía desde Belgrano. Con el tren llegó el telégrafo, las comunicaciones y cada vez más familias que querían poblar esta tierra hermosa, con grandes arboledas y un futuro auspicioso.

El estilo único de sus orígenes se mantuvo con los años y es parte del encanto que tiene Olivos. Por ejemplo, la enredadera que caracteriza el frente de la emblemática Parroquia Jesús en el Huerto de los Olivos parece haber sido pensada como la escenografía perfecta para una ciudad repleta de sentimientos, emociones y nostalgias. Pero en realidad fue idea del padre Jorge Garralda, quien llegó al barrio en 1967 y que también era ingeniero civil. En esos años pensaban en revocar el frente, pero su idea fue más barata y le dio carácter al templo. Sembró, regó, y el tiempo y la naturaleza hicieron lo suyo para embellecerla. Cuenta la historia que la piedra fundamental del templo se colocó en 1895 y que fue inaugurado en 1897.

“Las familias de la zona promovieron un gran trabajo para recaudar fondos para su construcción”, apunta el historiador Claudio Negrete, descendiente de Rodolfo Negrete, uno de los primeros médicos de la zona, que instaló en 1912 su consultorio en la casona de Wineberg y Alberdi, aún en poder de la familia.
En torno a la Plaza Vicente López se enclavaron los lugares más emblemáticos, como los colegios, el cine York y el almacén de ramos generales Gandini. “Cuando llegó mi familia, ya se había separado el mercado del bar, pero sabemos que aquí había funcionado el despacho de bebidas y justo en la vereda, estaba el palenque donde ataban a los caballos”, detalla Beatriz Moure, dueña del bar desde hace dos décadas. El lugar es un ícono de la ciudad. Cuentan que allí pasaba largas horas Raúl Scalabrini Ortiz –que vivía justo a la vuelta, sobre Alberdi–, debatiendo sus ideas políticas con jóvenes entusiastas, entre los que estaba un adolescente llamado Pino Solanas. “También había una gran barra del Olivos Rugby, que aún no tenía sede propia. Los sábados se instalaban en la vereda, y ocupaban todo el frente, de punta a punta. Cada tanto se siguen juntando”, evoca Moure.

El centro vital del barrio más emblemático del Partido de Vicente López sigue estando entre esas cuadras, que van desde Maipú al río y de Villate a Roma. La vida de los olivenses sucede allí, donde también están sus recuerdos más afectos. Dicen que si la ciudad tuviera corazón, seguro estaría en este lugar



Aquel pago costero que aún hoy le rinde culto a sus raíces - Parte 1


 El 22 de junio de 1863 llegó por primera vez el tren a la estación Olivos. Desde entonces, el barrio no paró de crecer. Le debe su nombre a una plantación que había en el antiguo Camino del Bajo. Sus hitos, lugares y símbolos que persisten.



Bien lo saben los que nacieron allí y los vecinos que, encantados con su estilo, lo eligieron para vivir. Olivos es especial. Y aunque el aspecto sentimental de esta afirmación sea el más difícil de explicar, hay una evidencia insoslayable: cada esquina, calle o edificio es protagonista de una parte de la historia, que se fue hilvanando y transmitiendo hasta lograr la gran memoria colectiva de la que hoy los olivenses se enorgullecen. Desde la llegada del ferrocarril y la inauguración de la estación, el 22 de junio de 1863 –pero también desde mucho antes y hasta hoy–, Olivos tiene mucha historia, y vale la pena contarla.

En tiempos en que la ciudad de Buenos Aires se llamaba Santísima Trinidad, la región era parte del Camino del Bajo, que se usaba para ir hasta Las Conchas, actualmente Tigre. En esa zona, propiedad de Acassuso, figuraba una plantación de olivos, la que dio origen a la denominación del “Paraje de los Olivos”.

Los primeros documentos históricos que acreditan la existencia del lugar datan de fines del siglo XVII. Por ejemplo, en un plano elaborado por el agrimensor Saa y Faría en 1781, aparece señalada la barranca y el río, con el nombre de “Punta de los Olivos”, y allí se ubica también el puerto. Según datos de un censo realizado en 1815, había 45 familias de labradores, tres pulperos y un panadero. Hoy viven en esta localidad cerca de 85 mil personas.


La Sangre y la Semilla - La Guerra del Paraguay



Filmada en Itauguá y Capiatá. Estrenada en 1959. Una película histórica, situada en 1870. a finales de la guerra de la Guerra de la Triple Alianza. 
Durante el éxodo hacia Cerro Corá, Panchita, viuda de un Oficial Paraguayo, salva a un sargento herido que ha sido compañero de su esposo. Ella ayuda a curarlo y él la ampara hasta que nace el niño que Panchita esperaba. Ambos sólo alientan una esperanza: seguir luchando por el Paraguay
Dirección: Alberto Dubois
Guión: Mario Halley Mora y Augusto Roa Bastos
Produción: Benjamín Bogado
Música Original: Herminio Giménez

lunes, 16 de junio de 2014

Centenario de la Campaña del Desierto (1979)

Qué publicidad tan especial!!, es muy particular la visión que algunas personas tienen de los hechos históricos. El contexto y la situación Argentina es coherente con el espantoso mensaje que envía.

domingo, 15 de junio de 2014

Club Atlético San Isidro - Parte 3



Más o menos en la misma época, mayo de 1902, un grupo de jóvenes ingleses e hijos de ingleses, en su mayoría empleados del ferrocarril, iniciaron las mismas prácticas también en terrenos del señor Aguirre, sobre la calle Eduardo Costa, cercana a la estación.
Ellos fundaron un club y lo llamaron “San Isidro foot-ball club” y luego cambiado por “SAN ISIDRO ATHLETIC CLUB”. Entre ellos cabe recordar a los Hugues, J.Hudson, Mc Crindle, J. Drennen, J. Curti. J. Gabutti, S. Kunz, A. Matterson, Enghel, Lurati, Davis, Goodfellow, Angel, Guppy, Collins, French y otros más.


Pero San Isidro era, entonces, demasiado pequeña para la existencia de dos entidades y no pasó mucho tiempo sin que comenzara a pensarse en la fusión de ambas. En las dos había contrarias corrientes de opinión. Cuatro meses, de junio a septiembre, duraron las entrevistas, conversaciones y discusiones que habrían de finalizar con el mejor de los éxitos. Era lógico que así ocurriera, pues, además de haber idénticos afanes, algunos de los criollos eran compañeros del trabajo con los ingleses en el ferrocarril. Por otra parte, los ‘británicos’ incorporaban dos aguerridos teams de fútbol; el ‘first ‘ eleven, con A. Matterson de capitán, el ‘Second’ eleven, con P. Hugues al frente, y un equipo de cricket.

El 19 de septiembre de 1902 se reunieron en casa de la familia Paterson, donde vivían los jóvenes Hughes en calidad de pensionistas, los señores Hudson, McCrindle, Drenan y Ruiz, por una de las partes, y Fernando Tiscornia, Manuel Vernet y Pedro Becco (hijo) por la otra. Allí dieron por finalizadas las conversaciones y, de común acuerdo con la unión, resolvieron citar a una Asamblea General, que habría de realizarse el 24 de octubre de 1902, en el hotel Vignoles de San Isidro.

A las 20,30 horas de ese memorable día, y con la presencia de 33 socios de ambos clubes, don Leonardo Hughes, como presidente provisional, declaró abierta la sesión. El primer tema a considerar por la asamblea fue el de la fusión y, como se esperaba, fue aprobada por aclamación.





Club Atlético San Isidro - Parte 2


Así fue como los más decididos, acompañados por el prestigioso vecino y político don Pedro Becco (una digresión: fue intendente de San Isidro desde el 31 de agosto de 1901 hasta el 31 de diciembre de 1902) se apersonaron ante don Manuel Aguirre, caballero inteligente y generoso, de visión larga y amigo de la juventud, propietario de una extensa chacra, quien, después de atenderlos deferentemente, prometió interesarse en el asunto. Otro destacado vecino de relevante actuación pública, don Avelino Rolón (otra digresión: fue Intendente Municipal en 1906 y generoso benefactor del CASI) apoyó el pedido, otorgándole así mayor formalidad e importancia.

El resultado no pudo ser más halagador; pocos días después, don Manuel Aguirre cedía en préstamo parte de los terrenos que actualmente ocupa el club, sin fijar al mismo plazo de duración.
Así nació el ‘CLUB DE FOOT-BALL SAN ISIDRO’ y sus muchachos corrieron y patearon la pelota por primera vez en la histórica chacra de Aguirre.








Club Atlético San Isidro - Parte 1





El Brigadier General Juan Martín de Pueyrredón murió en San Isidro el 13 de marzo de 1850. La chacra de “Bosque Alegre” fue heredada por su hijo Prilidiano, el pintor. Algunos años más tarde, el 9 de enero de 1856, Prilidiano Pueyrredón le vendió la propiedad a su pariente Manuel Alejandro Aguirre, un descendiente de vascos que se había dedicado al agro y a las finanzas. Fueron el terrateniente Aguirre y su hija Victoria quienes se contagiaron del sueño de unos muchachos que, como lo hiciera dos siglos antes Domingo de Acassuso, querían dejar su sello en ese suburbio que tenía a San Isidro como patrono.
Gracias a los Aguirre, padre e hija, comenzó la historia del Club Atlético de San Isidro.
¡Ah! El 24 de octubre de 1902 se fundó el Club Atlético de San Isidro.


Los primigenios sucesos del nacimiento del CASI fueron muy bien estudiados por Marcelo Lynch, quien en la “Reseña Histórica del Club Atlético de San Isidro”, redactó.
…Serían los comienzos del año 1902 cuando un pequeño grupo de muchachos, casi mejor de niños, se iniciaba en la práctica del fútbol, deporte que recién comenzaba a manifestarse entre la juventud argentina: eran los Becco, Malbrán, Jiménez, Urien, Sackmann, Boggio, Colocchieri y otros, que utilizaban como field un terreno ubicado al pie de la barranca, próxima al paseo de los ‘3 ombúes’, gentilmente cedido por su dueña, doña María Varela de Beccar. Pero, por las frecuentes y poco oportunas crecidas del Río de la Plata, fue necesario abandonar el lugar. Esta circunstancia, unida a la incorporación de otro grupo de entusiastas, de un poco más edad (los Tiscornia, Vernet, de Martino, Bincaz, Bianchi, Copello, Franzone, etc.) hizo pensar en la fundación de un club.



jueves, 12 de junio de 2014

Raúl Scalabrini Ortiz

  
"La oligarquía vitalizada reflorecía en todos los resquicios de la vida argentina. Los judas disfrazados de caballeros asomaban sus fisonomías blanduzcas de hongos de antesala y extendían sus manos pringadas de avaricia y de falsía. Todo parecía perdido y terminado. Los hombres adictos al coronel Perón estaban presos o fugitivos. El pueblo permanecía quieto en una resignación sin brío, muy semejante a una agonía.
 
(…) "Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir.
 
Fragmentos de “En Hechos e Ideas”, febrero 1946

lunes, 9 de junio de 2014

Barrio de Monserrat


Hay veces que la tradición es tan firme que termina logrando su propósito. Fue lo que ocurrió con el barrio de Montserrat que nació formalmente no hace mucho, en 1972. Sin embargo, debe ser uno de los nombres que han perdurado más tiempo, junto con Recoleta y Retiro. Estas tres zonas de la Ciudad eran mencionadas de esa manera, incluso en la época virreinal.

Este barrio tuvo el orgullo de ser el escenario de la fundación de la Trinidad, la actual Buenos Aires, el 11 de junio de 1580, cuando Juan de Garay y unas decenas de pobladores arribaron desde Asunción y Santa Fe. Aquel acto en que Garay frente al Rollo de la Justicia (el tronco de un árbol) y rodeado de los recién llegados, anunció la instalación definitiva, tuvo lugar en la plaza más histórica de Montserrat y de la Argentina, la Plaza de Mayo. Por lo tanto, la vida del barrio se inició en el primerísimo comienzo del nacimiento de la Ciudad.
Montserrat pasó a ser tal a partir de la creación de la Hermandad de Nuestra Señora de Montserrat, en 1755. En un terreno de la Hermandad, ubicado en la manzana de Belgrano, Lima, Moreno y Salta, se decidió construir la iglesia. El arquitecto italiano Antonio Masella llevó a cabo la obra. Esta iglesia tuvo mucha actividad ya que en sus alrededores vivían muchas familias. No era el tipo de iglesia a la que concurrían los que ostentaban alguna posición económica privilegiada. Para los favorecidos, las iglesias habituales eran Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, La Catedral y la Merced.

Los alrededores de la Iglesia de Montserrat recibieron un mote muy popular, se los llamaba el barrio del mondongo, debido a que la zona había sido ocupada por los negros que habían sido arrastrados hasta esas tierras. Ellos eran muy devotos de la Virgen Morenita de Montserrat y, a su vez, muy fanáticos del mondongo, cuyo característico olor dominaba varias manzanas. Entre las muchas costumbres peculiares de la zona, tenía lugar un muy pintoresco espectáculo que pasó a formar parte de las tradiciones porteñas, los 8 de septiembre se realizaba la procesión de la Virgen Morena. Centenares de negros desfilaban detrás de la imagen venerada y se oían percusiones bien candomberas. Así fue como además de llamarlo barrio del mondongo, se lo nombraba como barrio del tambor.
Este barrio aloja a la plaza más importante de la Argentina, La Plaza de Mayo. Antiguamente eran dos plazas unidas (o divididas) por una recova que fue derrumbada por el primer intendente de los porteños, Torcuato de Alvear. Una plaza estaba junto al fuerte, la otra, junto al Cabildo. En mayo de 1883 irrumpió en la plaza don Torcuato con 100 hombres que derribaron sin compasión la mole que marcaba el limite de las dos plazas construidas 80 años atrás, en 1803. La tarea se cumplió en poco más de dos días.

A partir de la desaparición de la recova, las obras en la Plaza de Mayo se movieron como pieza de ajedrez. La estatua de Manuel Belgrano, que se hallaba más en el centro, fue emplazada frente a la entrada principal de la Casa Rosada. La Pirámide de Mayo se ubicó en el centro y se reorganizaron los canteros. Hubo un concurso de proyectos que ofrece condimentos para una rica historia pero, hay dos que se destacan. Uno prometía transformar la Plaza de Mayo en una gran pileta en la que fuera posible pasear en góndolas, se trataba de una mini Venecia en Buenos Aires. El otro proyecto curioso era el que consideraba que el Cabildo debía trasformarse en un hotel de diez niveles, de los cuales los últimos tres serían ocupados por la torre histórica del edificio, sin dudas, una idea poco común para la época.
Las diferentes edificaciones de variados estilos que podemos encontrar en Montserrat le dieron al barrio un particular atractivo. En nuestros días, representa un recorrido turístico impostergable para los visitantes que recorren la Ciudad.

Fuente: PROGRAMA PASIÓN POR BUENOS AIRES. Historias de barrios. Buenos Aires, 2008. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.




sábado, 7 de junio de 2014

La ley 290

Barrio de Monserrat

Día del Barrio:  La ley 290, sancionada el 18/11/1999, de la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dice: Institúyese el día 8 de setiembre como el "Día del Barrio de Monserrat".


Los fundamentos del Proyecto de Ley presentado por FIGUERERO, FELIPE M. dicen:

"Señor Presidente:
El barrio de Monserrat existe con anterioridad al nacimiento de la patria, ya que data del año 1769.-
Su nombre se debe a la creación y construcción en 1756 de la Capilla o Iglesia de Nuestra Señora de Monserrat que pertenecía a la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de Monserrat.- El actual templo de Nuestra Señora de Monserrat, sito en la Avda. Belgrano 1151, reemplazó en 1865 al edificio primitivo.-
Recién en el año 1769 al procederse a una nueva división eclesiástica del municipio, ya que en el año 1747 se había intentado pero sin éxito, aparece el Barrio de Monserrat, con la creación de la Parroquia del mismo nombre.-
A causa de que la población de la Ciudad se iba extendiendo y aumentando, el Gobernador don Francisco de Bucarelli y Ursua aprobó la propuesta de la división, mediante auto del 3 de Octubre de 1796, encomendando al entonces obispo don Manuel Antonio de la Torre, quién por auto del 3 de Noviembre del mismo año creaba los límites de las parroquias de Buenos Aires, figurando entre ellas la Parroquia de Monserrat.-
El Barrio de Monserrat, es el casco histórico y la cuna de la patria, ya que en su égido se desarrollaron los acontecimientos políticos que dieron origen al Primer Gobierno Patrio.-
El Cabildo de Buenos Aires, la Manzana de Las Luces, La Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo, la Iglesia de San Juan Bautista, entre otros, eran y siguen siendo parte de la historia de Monserrat y de la Argentina.-
La fecha propuesta responde a que en ese día se venera a la Virgen de Nuestra Señora de Monserrat, patrona del Barrio.-
Por todo lo expuesto es que solicito la aprobación del presente proyecto.- ". 



viernes, 6 de junio de 2014

domingo, 1 de junio de 2014

Talleres del tranvía Lacroze




Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados. Buenos Aires. Talleres de la empresa de tranvías Lacroze, ca. 1900. Colección Archivo General de la Nación.

Los aficionados en la sociedad porteña (hacia fines del siglo XIX) - Parte 2


Pero, cuando se reunieron en la SFA de A, confirieron a su actividad una característica elitista: su centro era exclusivamente para los aficionados, ningún fotógrafo profesional o asalariado era admitido en ella, la cuota de ingreso y la suscripción mensual eran elevadas, y las exposiciones que organizaban eran cerradas, servían para exhibir únicamente sus propios trabajos.

El carácter excluyente de esta sociedad no dista del de las conocidas en otros países; por ejemplo en Francia hacia los años 1890, tres centros nucleaban a los aficionados, para esos fotógrafos la fotografía tenía que verse libre de cualquier interés comercial, y en defensa de una práctica desinteresada adoptaron la noción del arte por el arte (Sorlin, 2004). En ese sentido, los aficionados se distinguieron claramente de los fotógrafos que hacían negocios y de la democratización de la fotografía (Maresca, 2010).

La paradoja de los aficionados argentinos, es que muchas veces se comportaron como profesionales concediendo importancia a sus imágenes, las que incluso se difundieron en circuito comercial: bajo forma de álbumes, y posteriormente, en tarjetas postales. También, revistas ilustradas como Caras y Caretas emplearon sus fotos. Algunos conocedores de la fotografía argentina han señalado que la SFA de A tuvo un papel destacado como proveedora de imágenes a la prensa, lo que de hecho la convirtió en “la primera agencia fotográfica del país” (Alexander y Cuarterolo, 2003). Sin embargo, probablemente estos aficionados no esperaban de la distribución de sus fotografías una retribución económica más sí cierta gratificación y prestigio social.

Por otra parte, técnicamente, las diferencias entre los profesionales y los aficionados eran probablemente mínimas. Los aficionados de esa época, en general, se caracterizaron por su interés y desenvoltura para resolver problemas técnicos. Frecuentaban los comercios especializados en fotografía, como el de la Casa Lepage ubicado en Bolívar 375. Enrique Lepage, hijo de un ministro belga y perteneciente a la aristocracia, había llegado a Buenos Aires en 1891 e inmediatamente abrió su empresa, a la que de a poco fue sumando diversos servicios, como la venta de fonógrafos, grabaciones, equipos de proyección y cámaras cinematográficas. En la casa Lepage, se conseguían los materiales sensibles, reveladores, máquinas y equipos, y era un espacio de sociabilidad entre fotógrafos, sin perder de vista las últimas novedades del mercado.

Entre los años 1870 y 1890, se conocieron nuevos avances como la placa seca que se emulsionaba con una gelatina de bromuro de plata, a diferencia de las placas de colodión, se compraba ya preparada, lista para ubicarla en la cámara. Luego, apareció el negativo sobre film, más liviano que las placas de vidrio, y tiempo después las cámaras portátiles Kodak, cuyo uso masivo se dio con bastante posterioridad. Estos avances fueron llegando con menor o mayor atraso a la Argentina, y como ocurrió en los países europeos, muchos fotógrafos prefirieron continuar con el colodión o las placas de vidrio.
En conclusión se puede afirmar los fotógrafos aficionados garantizaban una clientela a los negocios especializados e hicieron su aporte al desarrollo de la fotografía. Tanto los fotógrafos profesionales y los aficionados de la SFA de A coincidieron en representar al país como un territorio en plena expansión económica, ya dominado y conocido por sus habitantes, en un momento en que el Estado buscaba inversionistas y promocionaba la inmigración europea. La imagen de un país con ciudades y paisajes deslumbrantes, oficios pintorescos, obras públicas en marcha, el lema de “orden y progreso” se imponía allí, en sus fotografías.

Referencias:
- Alexander, Abel y Miguel Angel Cuarterolo. 2003. “Fotografía y producción”. Producción y trabajo en la Argentina. Memoria fotográfica 1860-1960. Buenos Aires: Bice, Universidad de Quilmes.
- Bécquer Casaballe, Amado y Miguel Angel Cuarterolo. 1983. Imágenes del Río de la Plata. Crónica de la de la fotografía rioplatense 1840-1940. Buenos Aires: Editorial del Fotógrafo.
- Maresca, Sylvain. “L’invention de la photographie”, La vie sociale des images, 16 de febrero 2010 (http://culturevisuelle.org/viesociale/691).


Los aficionados en la sociedad porteña (hacia fines del siglo XIX) - Parte 1


Así como la escena de la fotografía de mediados del siglo XIX de la sociedad porteña fue dominada por fotógrafos profesionales y cuentapropistas, en el tramo de 1880 a 1890, la práctica fotográfica ya motivaba a las clases más pudientes, que encontraron en la fotografía una particular técnica donde reflejar sus concepciones e ideales positivistas (Bécquer Casaballe y Cuarterolo, 1983)1.

Tal como la definición del diccionario lo designa, el aficionado es quien cultiva algún arte o profesión sin tenerlo como oficio, esto es, a diferencia del profesional practica la actividad sin retribución económica. Para el caso, ¿se podría caracterizar la actividad de los fotógrafos aficionados por el hecho de que era desinteresada, que tenía que ver con el hobby o la distracción? La respuesta es relativamente, porque si consideramos varios aspectos, se observa que la frontera entre el aficionado esclarecido y el profesional no fue tan estanca.

Por un lado, los ricos aficionados de la élite porteña una vez que se sumergieron en la práctica, buscaron compartirla en función de sus expectativas y para ello crearon su institución. En 1889, José María Gutiérrez, José y Francisico Ayerza, McKinlay, Federico Busch, Leonardo Pereyra, Murray, Wernicke y Kurth fundaron laSociedad Fotográfica Argentina de Aficionados. Sus miembros fundadores eran en mayor o menor medida personas influyentes en la política y en los negocios; por ejemplo, José María Gutiérrez fue ministro de Roca en su segunda presidencia, y con el gobierno de Carlos Pellegrini, en 1890, ocupó el cargo de la cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública, y entre el resto había varios que eran conocidos terratenientes.

Teniendo en cuenta las características sociales de estos aficionados, resulta bastante creíble que, al igual que muchos profesionales, adhirieran a las ideas modernizadoras: en sus imágenes se preocuparon por mostrar un país moderno, próspero, a la par que registraron lo pintoresco, como los tipos populares y oficios, y los deslumbrantes paisajes de la Argentina.

Pero, cuando se reunieron en la SFA de A, confirieron a su actividad una característica elitista: su centro era exclusivamente para los aficionados, ningún fotógrafo profesional o asalariado era admitido en ella, la cuota de ingreso y la suscripción mensual eran elevadas, y las exposiciones que organizaban eran cerradas, servían para exhibir únicamente sus propios trabajos.