Simbolismos y tradiciones
Para quienes pertenecen a
generaciones y tradiciones familiares en las que la muerte es casi un tema
tabú, observar algunas esculturas y símbolos que cubren las paredes y techos de
las bóvedas puede generar desconcierto e incluso temor.
Uno de estos ejemplos es el panteón
de la Policía Federal, que en su entrada tiene unas oscuras estatuas de mujeres
vestidas de negro, con un velo que cubre parte de su frente casi impidiendo la
visión de sus ojos.
También en algunos rincones pueden
observarse imágenes de medusas, ese personaje mitológico que convertía en
piedra a quienes la miraban a los ojos. Según explica Vizzari, este tipo de
imágenes buscaba de alguna manera poner un límite, una advertencia, un espacio
de respeto para quienes quisieran acercarse a las tumbas con motivos distintos
que el de ofrecer un voto de respeto al difunto.
Otros símbolos son tal vez más
esperanzadores y menos amenazantes, como las antorchas. Estas representan el
fuego de la vida más allá de la muerte, la esperanza de una luz encendida que
traspasa la vida terrenal.
También suele encontrarse la Clepsidra,
que es el reloj de agua. Tiene un valor simbólico, porque representa el fluir
constante del tiempo.
Personalidades y personajes
En varios rincones del cementerio
pueden encontrarse los restos de diferentes personalidades de la historia
argentina. Entre ellas está la tumba de José Amalfitani, el reconocido dirgente
de Vélez. También yacen aquí los restos de Aníbal Troilo, Adolfo Pedernera,
Benito Quinquela Martin, Luis Sandrini, entre tantos otros. Además están
Federico Moura y Norberto Napolitano (Pappo).
Quizás uno de los rincones que atrae
a más visitantes es la esquina de Carlos Gardel. Allí, una estatua del
"zorzal criollo" lo representa de pie, vestido con su trajecito, con
una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un llavero. A su lado, arrodillada
y mirando el suelo, la mujer con la lira rota en sus manos, simbolizando el
luto de la música por la pérdida del gran cantor. El lugar está repleto de
placas y flores y mensajes al ídolo del tango.
Es muy común, cuenta Vizzari, que
cada tanto pase un taxista, detenga su móvil frente a Gardel, ponga un tango a
todo volumen y encienda un cigarrillo. Terminada la canción, el chofer suele
bajarse y colocar lo que queda del pucho en la mano derecha del cantante y
volver al trabajo.
Así transcurren los días en este
cementerio, con algunos rincones muy visitados y otros tal vez olvidados en
incluso abandonados, entre bóvedas que, escaleras abajo, aún guardan los restos
de familias enteras que alguna vez habitaron el suelo argentino.
Sol
Amaya | LA NACION
No hay comentarios.:
Publicar un comentario