domingo, 25 de septiembre de 2011

El primer ferrocarril argentino - parte 3

En el pueblo de Flores la primera estación estaba situada a la altura de la calle La Paz (Caracas) en los terrenos pertenecientes a la señora Inés Indart de Dorrego. Cinco años después, por diferencias con los propietarios, se construyó una segunda estación, 250 metros más al oeste, a la altura de la calle Sud América (Artigas) en tierras adquiridas por la Municipalidad local a Ramón Romero.

Dejada atrás la estación Flores, y a la altura del kilómetro 9,983, finalizaba su recorrido. Allí se encontraba la Estación y Kiosco de la Floresta, entre las calles Esperanza (J. V. González) y otra sin nombre que se denominaría “de la Capilla” (Bahía Blanca), donde hoy está la Iglesia de la Candelaria.

Según los planos (1860) la estación Floresta era de madera y tenía, además, un tanque asentado sobre pilares que se utilizaba para aprovisionar de agua a las locomotoras en su viaje de regreso a la ciudad.

Según un plano general de planta, el otro tanque de agua estaba situado en la Estación del Parque, a metros de la salida del ramal, del lado derecho. El ferrocarril necesitaba agua filtrada para el uso de las locomotoras, porque el agua salobre de los pozos dañaba los caños de sus máquinas. Para ello se llevaron cañerías desde la costa del río de la Plata, a la altura del bajo de la Recoleta, frente a la quinta de Samuel B. Hale hasta la estación cabecera. Esta toma se considera la primera instalación de agua corriente en Buenos Aires.

El kiosco: Los primeros concesionarios fueron los señores Soldati y Margiani y abrió sus puertas el día del viaje inaugural, el 29 de agosto de 1857.

Se sirvió un refrigerio a los 200 pasajeros del “tren del horror”, agasajando de esta forma a las autoridades, a los visionarios, a las personas destacadas y a los periodistas que retrataron tan buen momento, ante la “mirada” de las dos locomotoras: “La Porteña” y “La Argentina”.

En tan importante emprendimiento ferroviario participaron el ingeniero Verger (preparó los primeros planos) y el ingeniero Mouillard (de origen francés, que niveló las zonas del camino y solucionó los cruces con arroyos, cañadas, etc.). Después apareció un nuevo contratista que terminó la obra, el ingeniero Guillermo Bragge (en algún plano aparece su firma), quien ya tenía la experiencia de haber construido la primera línea ferroviaria en Río de Janeiro.

El ferrocarril abrió nuevos caminos y resultó ser una etapa de cambios; trajo enormes beneficios sociales y económicos. Estos primeros años fueron decisivos para proyectar un nuevo país.


Susana Boragno

sábado, 24 de septiembre de 2011

El primer ferrocarril argentino - parte 2


Estos visionarios firmaron la escritura de concesión a nombre de la Empresa y los estatutos se aprobaron por el mismo documento del 20 de febrero de 1854. La Ley de Concesión decía: “El camino deberá arrancar en dirección de una de las siguientes calles: Potosí (Alsina), Victoria (Hipólito Yrigoyen), Federación (Rivadavia), Piedad (Bartolomé Mitre) y Cangallo (Tte. Gral.Perón)”.

Las disputas inmobiliarias ejercían mucha presión para determinar el lugar de la estación de cabecera, motivo por el cual las reuniones se hacían en secreto y así el 19 de agosto de ese mismo año una disposición permitió ampliar el número de las calles posibles para el “arranque del camino de hierro”: Cuyo (Sarmiento), Corrientes, Parque (Lavalle), Tucumán y Temple (Viamonte).

La Sociedad solicitó un lugar para establecer la estación cabecera. Según el plano catastral, los terrenos dependientes de la Estación del Parque, con la firma de Felipe J. Arana, habían pertenecido a Teresa y Petrona Arquibel (sic), Cayetano Cardoso, Mariano, Juan, Escolástico y Marcos Cuestas, Mauricia Abaca de Troncoso y Manuel Linch (sic) y estaban comprendidos entre las calles Cerrito, Tucumán, Libertad, Viamonte (hoy Teatro Colón).

Según el primer proyecto de trazado de las vías partirían de la Estación Central, proseguirían por la calle del Temple hasta Junín y de ahí en una curva suave irían hacia la Estación Once de Septiembre, en la entonces Centro América (avenida Pueyrredón) y Corrientes, para continuar luego con dirección oeste.

El trazado definitivo partía de la Estación del Parque, cruzaba la plaza homónima ante la queja de los vecinos que alegaban la invasión a sus calles y plazas. Este tramo poco tiempo después fue resguardado con una importante verja traída de Inglaterra, y cuando se extendió el tramo hasta Once (1882), se colocó una parte en plaza Once y otra circundando el Colegio Santa María y el Hospital Municipal, en el pueblo de San Isidro.

El tendido seguía luego por Lavalle, que actualmente permanece ancha hasta Callao, por el antiguo paso de las vías, después se orientaba en curva y contracurva por los hornos que pertenecían al señor Bayo (por la también llamada curva de los Olivos, de los Jesuitas o cortada Rauch), hoy Santos Discépolo. Tomaba Corrientes en línea recta hasta las proximidades de Centro América, dibujando una curva hasta Cangallo y, ya definitivamente, seguía en dirección oeste. A la altura de la calle Ecuador estaba la estación Once de Septiembre, que funcionó en ese lugar hasta el 31 de diciembre de 1882. Continuaba hasta Almagro, donde había un simple apeadero a escasos 50 metros de la calle Medrano, límite por entonces del Partido de Flores. Esta estación cesó de funcionar el 15 de junio de 1887 y fue demolida en agosto de 1903.

Venía después la Estación Caballito, ubicada a la altura de la calle del mismo nombre, hoy Federico García Lorca. El edificio era pobre, de madera y cartón con plataformas angostas para ascenso y descenso de pasajeros.

viernes, 23 de septiembre de 2011

El primer ferrocarril argentino - parte 1

El 29 de agosto de 1857 se iniciaba una etapa importante: la incorporación de un nuevo medio de comunicación y transporte, el primer ferrocarril argentino. Fue un punto de quiebre, una bisagra en la economía y en los beneficios sociales que gestaban y la aparición de uno de los mayores instrumentos de cambio del siglo XIX. Resultó ser para el país una transformación inmediata y vertiginosa.

Las primeras reuniones se realizaron en Corrientes 537, en la mansión del gran anticuario Manuel José de Guerrico. Ahí se reunía lo más conspicuo de la sociedad porteña. Sarmiento llamó a esa casa el Club Argentino de París y en el diario El Nacional, Juan Carlos Gómez la nombró como el Club de los Pelucones en clara alusión a sus miembros conservadores.

Ahí se gestaron, después de la caída del gobierno de Rosas, las ideas de un nuevo proyecto de país, y entre las densas nubes de humo de tabaco que ennegrecían las estatuas y los cuadros de la gran colección de su dueño, un 17 de septiembre de 1853 se fundó la Sociedad Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste. En esa casa nació su bisnieto, Ricardo Güiraldes, escritor que heredó de la familia la estancia “La Porteña”, ubicada en San Antonio de Areco, cuyo nombre evoca a la primera locomotora.

F. Llavallol, F. Balbín, B. Larroude, M. Miró, D. Gowland, M. J. de Guerrico, N. de la Riestra, A. Van Praet, E. Ramos y V. Basavilbaso impulsaron y propusieron al Estado de Buenos Aires la instalación de un ferrocarril. El 12 de enero de 1854, después que la aprobara la Legislatura de Buenos Aires, el gobernador Pastor Obligado promulgó la Ley de Concesión del primer ferrocarril en territorio patrio, anticipándose al presidente de la Confederación J. J. Urquiza, que ambicionaba unir con vías Rosario-Córdoba, proyecto que recién pudo concretarse en 1870.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La Leyenda de los flamencos de Epecuén "El Reino Perdido"



Cuenta la historia, que existió en el oeste bonaerense, una basta comarca que se destacaba por la gran exuberancia y la fuerza con que la naturaleza se había desplegado: praderas inmensas de pastizales aterciopelados, suaves médanos de arenas tibias, arroyos mansos y una gran cantidad de lagunas, siempre concurridas por animales de varias especies. Era realmente un oasis perdido en el desierto pampeano. Los aborígenes la habían bautizado como la llave del desierto; y la belleza principal, emanaba de la laguna de aguas muy saturadas en minerales, rodeada de colinas gredosas, asentamiento de millares de flamencos. Se habían reproducido de tal manera, que un día, dada la importancia que habían adquirido, decidieron crear el reino de las aves y construir su capital en esta laguna, pues su belleza había superado los límites del continente.
Era Epecuén, desde tiempos lejanos, una laguna privilegiada. Infinidad de leyendas se abrigaban en ella a lo largo de la historia. Los araucanos la veneraban y la respetaban. El blanco, luego de la conquista, instaló allí un pueblo: Carhué, lugar verde, según el lenguaje indígena, que con el tiempo se transformó en una floreciente ciudad, gracias al turismo que desde principio del siglo XX visitó la región, a entregarse al milagro curativo de las aguas de la laguna. Años después, y a pocos kilómetros del pueblo se fue formando una pequeña villa turística, Epecuén, que con sus sesenta y pico de hoteles, se transformó en la feliz mediterránea. Era el imperio de distensión, la alegría y la salud.
Epecuén era el último eslabón de las lagunas que integraban la cuenca de las encadenadas, y aguas arriba, la situación no era tan pacífica. Alertados por el rumor de la creación del reino, las demás aves sintieron envidia de no ser ellos sede de la capital, por lo que llamaron a una asamblea. Miles de aves volaron hacia las sierras de la región, donde en un monte cerrado se llevó a cabo una convención, en la que luego de discusiones y peleas, se decidió declarar la guerra de los flamencos. Se optó por pedir ayuda a las nutrias, para la construcción de represas y canales, a fin de desviar el agua de las sierras de la ventana hacia Epecuén, y así inundar el paraíso.
Corría la década del setenta, y las encadenadas del oeste amenazaban con secarse, por lo que peligraba la mina de oro: el turismo termal.
Luego de varios traslados, se logró desviar las aguas del sistema serrano bonaerense. Varias máquinas trabajaron durante meses, y por fin las aguas comenzaron a crecer. Pero no se pensó en cerrar la canilla, y una a una, las lagunas se fueron llenando, y sigilosamente, el agua comenzó a acercarse a las poblaciones y a relamerse las fauces. La pequeña Villa Epecuén quedó protegida tras un terraplén, pero la felicidad seguía en pie.
Las nutrias, sobornadas con pescados de todo tipo y tamaño por las demás aves, siguieron firmes con sus canales, y el agua entrando en la cuenca.
El 10 de noviembre de 1985, el terraplén se rompió y las aguas hambrientas devoraron la villa, sus hoteles, sus casas, sus calles, las historias y una vida casi centenaria.
Como un rompecabezas, y a base de picos, palas y botes, los pobladores desarmaron sus recuerdos, pero no pudieron llevarse todo. Les quedó bajo las aguas la felicidad, y nunca más se los vio sonreír. Habían muerto en vida. Los flamencos no comprendían que pasaba. El agua subía y subía cubriendo sus nidos, sus pichones, sus huevos, sus atardeceres. Nerviosos, caminaban en el agua, sumergiendo su cabeza, intentando rescatar a sus hijos, aunque sea para llevarlos a un lugar seguro. Pero el agua todo lo cubrió, implacable asesina.
Cuando las demás aves se dieron cuenta del desastre que habían causado, destruyendo los hogares de sus hermanas, y haciendo desaparecer uno de los más bellos escenarios de la tierra, ya era demasiado tarde.
Como símbolo de arrepentimiento, decidieron solidarizarse mudándose todas a Epecuén, a instalarse definitivamente. Patos negros, gasas, cisnes, y decenas de especies más, nadan hoy pacientemente en las aguas de la laguna.
Los habitantes de la villa aprendieron de las aves, y como Fénix, hicieron renacer la pequeña villa en el seno de la ciudad de Carhué. De a poco, comenzó a revivir en sus corazones el fervor, la alegría y las ganas de crecer y brindarse al que viene a curar sus dolencias convencido de la bondad de las aguas milagrosas de Epecuén. Los carhuenses, sabios seguidores de sus ancestros, los soldados de Levalle, el fundador de Carhué, pusieron tenacidad y la fe que faltaban.
Pero los flamencos, entristecidos, apagados y solitarios, siguen, sin resignación, buscando a sus pichones. Apenas el sol asoma en el horizonte, es común verlos caminando, pacientemente, con la cabeza sumergida en el agua, tratando de localizar sus nidos perdidos.

Daniel Herner

Historia de Epecuen




Breve reseña fotográfica de lo que fue la Ex Villa Turística Epecuen antes y después de Noviembre de 1985 cuando las aguas sanadoras del lago terminaron destruyendo los sueños de quienes creían que la naturaleza estaría siempre a los pies del hombre.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El significado de Epecuén, el lago y la Villa - parte 2

Los ’20 marcaron el inicio de un desarrollo impresionante: grandes hoteles dan comodidad y lujo a las familias adineradas que venían en búsqueda de descanso y de curas milagrosas. La Sociedad Anónima Minas Epecuén fueron, junto a la S.A. Balneario y Termas Mar de Epecuén de Arturo Vatteone, uno de los pioneros en la explotación. En 1922 se produce el primer loteo de tierras para la conformación de un pueblo y se lanzaron campañas publicitarias ofreciendo terrenos a orillas del Lago lo que daría inicio a la futura lago Epecuén, en las tierras que hasta entonces pertenecían a la Sociedad Mar de Epecuén de la cual Vatteone era presidente.
Conjuntamente con los balnearios que se instalaron en todas sus costas, incluidos en las márgenes mas cercanas a Carhué, se fueron creando hoteles y la gente comenzó a radicarse y conformar una villa turística. De esta forma, comenzó un ritmo frenético de construcción de hoteles de categoría internacional. Entre los primeros emprendimientos económicos se puede mencionar Mar de Epecuén (1921. fundada por Arturo Vatteone, quien construyo un fortín Museo para los turistas), Balneario y Termas “Minas de Epecuén” S.A. (1921), Balneario y Termas “Plage Hotel” (1922), Balneario Y Termas De Carhué, Termas Hotel y Balneario Bristol de Carhué (1923), Balneario y Termas de Epecuén S.A. (1924), Balneario y Termas Hotel “Las Delicias”, Balneario y Hotel “Gorostegui”, Balneario “Villa Sauri” y Hotel “La Clarita”.
Al lado de los hoteles comienzan a establecerse trabajadores y propietarios y así para 1930 la villa “Mar de Epecuén” o “Epecuén Ville” como se la nombraba, ya contaba con una iglesia en construcción, una escuela y todos los servicios de un pequeño pueblo.

A partir de allí la historia de crecimiento de la villa no cesaría: tres líneas ferroviarias tenían parada en Carhué y su lago. Las empresas promocionaban pasajes con descuentos, sumaban frecuencias y hasta instalaban oficinas de turismo en sus estaciones.

Villa Lago Epecuén llegaría a contar con 5.000 plazas hoteleras declaradas. Al año 1985 eran alrededor de 250 establecimientos dedicados exclusivamente al turismo que en sus mejores épocas, es decir en los 70 sumaban 25.000 personas por temporada estival.
Por más de 60 años el lago continuó con su problema ancestral: la falta de agua. Ésta truncó decenas de fabulosas inversiones dejando en la ruina a sus propietarios.

Los años ‘50 y ‘60 sirvieron para el afianzamiento del destino turístico comenzado en los veinte.
Ya en los ’70 y bajo la tutela del municipio se encara un proyecto ambicioso y que daría el esplendor máximo a la Villa. Se diseña y construye un complejo que constaba de una gran pileta de agua dulce a sus orillas y una serie de vestuarios, duchas y confitería a la vera del lago.
Por obras realizadas en el sistema de Lagunas Encadenadas comienza a verterse agua al lago lo que hace que se deba construir en 1978 un murallón para contener el ingreso del agua al ejido.
Así a medida que aumentaba el agua se levantaba y consolidaba el terraplén.
Un 10 de noviembre de 1985 el muro de contención que poseía más de 3.50 mts de altura sucumbió y poco a poco fue sumergiendo al pueblo y su rico pasado.
Al cabo de 15 días el pueblo estaba prácticamente sumergido por más de dos metros de agua.
La situación se intensificó y un par de años después el pueblo tenía más de 5 metros de agua. El pico máximo ocurrió en 1993 cuando en ciertos sectores del sumergido pueblo se midieron más de 10 metros.
Mientras tanto Carhué en 1989, pasado el shock, inicia su renacimiento con dos slogan que definen nuestros anhelos: CARHUÉ VUELVE y CARHUÉ, CAPITAL DE LA FÉ
El Lago Epecuén y sus propiedades renacen nuevamente.



martes, 20 de septiembre de 2011

El significado de Epecuén, el lago y la Villa - parte 1


El Lago Epecuén tiene aguas extremadamente saladas que producen cierta sensación particular en la piel de aquellos que se acaban de bañar en ellas.
Diferentes interpretaciones de varios autores sobre etimología y traducción opinan sobre el topónimo Epecuén:
Latzina: 1º) Epu: dos. Cuel: mojones, dos mojones. 2º) Epe: casi. Cuel: límite, casi en el límite.
Zeballos: Viaje al País de los Araucanos, pág. 107: “Hay además otras grandes lagunas. Epecuel, vulgo Epecuén, de Epe: casi, y Cuel: límite, nombre que ha sido oportunamente aplicado. De Epecuén, tomando una línea al Oeste, al Sudeste y al Norte, los campos empeoran notablemente: de ahí que se le considere casi un limite que señala los confines del territorio esencialmente feraz”.
Cuyanito: Casi límite. Viene de Pi: casi, y Cuel: limite. Es el terreno que señala los confines del terreno esencialmente feraz”.
Flury: Epe: casi. Cuel: limite, casi limite.
Tello: Apéndice de Toponimia Araucana de La Pampa, pág. 151: “Epe”: casi. Cuel: límite, “casi el límite”. Con este nombre los indios querían significar que allí se dividían las tierras buenas de las malas”. En Toponimia indígena bonaerense, escribe: Epe: casi, cerca, próximo. Cuen (verbo), asa: casi asa.
Odaondo, Olascoaga, “casi asado”.
Milanesio, Perón:“der. de Epe: casi, y Cuen: asar, “casi asado”.
Leguizamón: interpreta Epecuén como deformación de Apulchen: “flor de ceniza”, y explica: “En esa laguna salobre lo característico es el salitral blanco que espeja a los rayos del sol y con la luz de la luna. Aquella mancha enorme de polvo blanqueando en torno de la laguna no debió pasar inadvertida para la sagacidad del pampa y no pudiendo representarla por medio de una palabra directa, buscó por comparación una cosa semejante que la comprendiera y dijo tal vez Apulchen: flor de ceniza. No tiene esto de antojadizo, de fantásico o de extraordinario?. No es acaso la idea que viene naturalmente a la imaginación de cualquier ser, al salvaje ignaro y al hombre educado, al contemplar el blanco del salitral?”, agrega Leguizamón contestando a objeciones de un contrincante.
Fernández: “La grafía que tenemos a la vista dice ‘casi asado’ (epé kuén). Kankán es también asar. Se han intentado otras etimologías como: epeconén, ‘casi dentro’ “.

La historia de Villa Lago Epecuén

Hacia 1876 Carhué y el Lago Epecuén eran prácticamente desconocidos, pues pertenecían a los dominios indígenas. Fue el 23 de ese mismo año cuando el Tte. Coronel Nicolás Levalle estableció la Comandancia de las fuerzas de la División Sud, sobre una de las barrancas del Lago, e inicio de inmediato la fundación de un pueblo, el 21 de enero de 1887, bautizado Adolfo Alsina, por el entonces Ministro de Guerra y Marina.
Sin embargo, la primera referencia del Lago Epecuén data de alrededor de 1770, cuando el Piloto De La Real Marina Pablo Zizur realiza un viaje en busca de sal a Salinas Grandes, es quién la descubre y la bautiza Laguna San Lucas.

Quiso el destino que San Lucas sea el patrono de la medicina. El primer análisis de sus aguas se produce en 1886, diez años transcurridos de la fundación de Carhué. El análisis fue realizado por un químico italiano que se maravilló por la riqueza mineral del Lago Epecuén, constatando que la salinidad era superior a la del mar en 10 a 1. Además recomendaba su explotación mediante ferrocarril para su uso doméstico y comercial.
A principios del siglo XIX el Lago Epecuén comienza a ser muy renombrado por las propiedades curativas de sus aguas. Los primeros pobladores y visitantes arribaban en galeras o diligencias, provenientes de Azul, 25 de Mayo, y en años posteriores desde Arroyo Corto, que era punta de riel. Todos concurrían maravillados por los comentarios de personas que conocían las propiedades acampando en sus orillas.
Luego el FFCC dará un gran impulso: en 1899 llega el ferrocarril Sud; en 1903 el Oeste con parada en Carhué y en Epecuén a 2 Km. del Lago; y en 1911Midland, desde Estación de Puente Alsina hasta Carhué.
En 1909 el Ministerio de Obras Públicas de la Pcia. De Buenos Aires le da un respaldo científico-médico a sus aguas milagrosas. A partir de allí, el interés y prestigio fueron creciendo, y se comienza a vislumbrar un gran futuro para el Lago Epecuén. Varios pioneros y visionarios efectúan obras cuyo fin es dar a los bañistas confort y servicios. El ritmo de crecimiento se hizo frenético, se construían hoteles de alta categoría, balnearios imponentes y enormes residencias privadas, a la par de la instalación de empresas extractoras de sal, barro radioactivo, fábricas de jabones a partir del fango, etc.

Leopoldo Lugones - su famoso discurso sobre la hora de la espada

viernes, 16 de septiembre de 2011

DISCURSO EN EL MITIN DE LA UNION CIVICA, REALIZADO EL 13 DE ABRIL DE 1890, EN EL FRONTON BUENOS AIRES. - parte 2

Pero la vida política no puede hacerse sino donde hay libertad y donde impera una constitución. ¿ y podemos comparar nuestra situación desgraciada, con la de los pueblos que acabo de citar; situación gravísima no sólo por los males internos, sino por aquellos que pudieran afectar el honor nacional cuya fibra se debilita. Yo preguntaría: ¿en una emergencia delicada qué podría hacer un pueblo enervado, abatido, sin el dominio de sus destinos y entregado a gobernantes tan pequeños y cuando el ciudadano participa de las impresiones de la vida política se identifica con la patria, la ama profundamente, se glorifica con su gloria, llora con sus desastres y se siente obligado a defenderla porque en ella cifra las más nobles aspiraciones. ¿Pero se entiende entre nosotros así, desde algún tiempo a esta parte?

Ya habéis visto los duros epítetos que los órganos del gobierno han arrojado sobre esta manifestación. Se ríen de los derechos políticos, de las elevadas doctrinas, de los grandes ideales, befan a los líricos, a los retardatarios que vienen con sus disidencias de opinión a entorpecer el progreso del país. ¡Bárbaros! Como si en los rayos de la luz ..como si en los rayos de la luz, decía, pudieran venir envueltas la esterilidad y la muerte!

Y qué política es la que hacen ellos!! El gobierno no hace otra cosa que echar la culpa a la oposición de lo malo que sucede en el país, y qué hacen estos sabios economistas!. Muy sabios en la economía privada, para enriquecerse ellos; en cuanto a las finanzas públicas, ya véis la desastrosa situación a que nos han traído.

Es inútil, como decía en otra ocasión: no nos salvaremos con proyectos, ni con cambios de ministros; y expresándose en una frase vulgar: 'Esto no tiene vuelta'.

No hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Buena política quiere decir, respeto a los derechos; buena política quiere decir, aplicación recta y correcta de las rentas públicas; buena política quiere decir, protección a las industrias útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder; buena política quiere decir, exclusión de favoritos y de emisiones clandestinas!

Pero para hacer esta buena política se necesita grandes móviles, se necesita fe, honradez, nobles ideales; se necesita, en una palabra, patriotismo... Pero con patriotismo se puede salir con la frente altiva, con la estimación de los conciudadanos, con la conciencia pura, limpia y tranquila, pero también con los bolsillos livianos, y con patriotismo no se puede tener troncos rusos a pares, palcos en todos los teatros y frontones, no se puede andar en continuos festines y banquetes, no se puede regalar diademas de brillantes a las damas, en cuyos enos fementidos gastan la vida y las fuerzas que deberían utilizar en bien de la patria o de la propia familia!. Señores: Voy a concluir, porque me siento agitado. Esta asamblea es una verdadera resurrección del espíritu público.
Tenemos que afrontar la lucha con fe, con decisión. Era una vergüenza, un oprobio lo que pasaba entre nosotros; todas nuestras glorias estaban eclipsadas; nuestras nobles tradiciones, olvidadas; nuestro culto, bastardeado; nuestro templo empezaba a desplomarse, y, señores, ya parecía que íbamos resignados a inclinar la cerviz al yugo infame y ruinoso; apenas si algunos nos sonrojábamos de tanto oprobio. Hoy, ya todo cambia; este es un augurio de que vamos a reconquistar nuestras libertades, y vamos a ser dignos hijos de los que fundaron las Provincias Unidas del Río de la Plata!

LEANDRO N. ALEM


DISCURSO EN EL MITIN DE LA UNION CIVICA, REALIZADO EL 13 DE ABRIL DE 1890, EN EL FRONTON BUENOS AIRES. - parte 1


DISCURSO EN EL MITIN DE LA UNION CIVICA, REALIZADO EL 13 DE ABRIL DE 1890, EN EL FRONTON BUENOS AIRES.


 
Señores:

Se me ha nombrado presidente de la Unión Cívica, y podéis estar seguros que no he de omitir ni fatigas, ni esfuerzos, ni sacrificios, ni responsabilidades de ningún género para responder a la patriótica misión que se me ha confiado.

La misma emoción que me embarga ante el espectáculo consolador para el patriotismo de esta imponente asamblea, no me va a permitir, como deseaba y como debía hacerlo, pronunciar un discurso. Así, pues, apenas voy a decir unas pocas palabras, pero palabras que son votos íntimos, profundos, salidos, señores, de un corazón entusiasta, y dictadas por una conciencia sana, libre y serena.

Una vibración profunda conmueve todas mis fibras patrióticas al contemplar la resurrección del espíritu cívico en la heroica ciudad de Buenos Aires.

Sí, señores; una felicitación al pueblo de las nobles tradiciones, que ha cumplido en hora tan infausta sus sagrados deberes. No es solamente el ejercicio de un derecho, no es solamente el cumplimiento de un deber cívico; es algo más, es la imperiosa exigencia de nuestra dignidad ultrajada, de nuestra personalidad abatida; es algo más todavía, señores: es el grito de ultratumba, es; la voz alzada de nuestros beneméritos mayores que nos piden cuenta del sagrado testamento cuyo cumplimiento nos encomendaron.!

La vida política de un pueblo marca la condición en que se encuentra; marca su nivel moral, marca el temple y la energía de su carácter. El pueblo donde no hay vida política, es un pueblo corrompido y en decadencia, o es víctima de una brutal opresión. La vida política forma esas grandes agrupaciones, que llámeseles como ésta, populares, o llámeseles partidos políticos, son las que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de la solidaridad en los destinos comunes.
Los grandes pueblos, Inglaterra, los Estados Unidos, Francia, son grandes por estas luchas activas, por este roce de opiniones, por este disentimiento perpetuo, que es la ley de la democracia. Son esas luchas, esas nobles rivalidades de los partidos, las que engendran las buenas instituciones, las depuran en la discusión, las mejoran con reformas saludables y las vigorizan con entusiasmos generosos que nacen al calor de las fuerzas viriles de un pueblo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

No lo deje solo



 
El 5 de Febrero triunfa el veterano dirigente socialista Alfredo Palacios , es elegido senador por la Capital Federal. El marcado tono castrista de su campaña entusiasma a una juventud impactada por la Revolución Cubana e irrita a la sensible epidermis militar. Su campaña se basó en la defensa de la Revolución Cubana y por eso su triunfo provoca inquietud en algunos sectores de las Fuerzas Armarlas.

Realmente es triste


Erenesto "Che" Guevara, encabezó como ministro de Industria la delegación cubana a la IV Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA realizada en Punta del Este en 1961

Nuestra revolución nacionalizó la economía nacional. Hace participar a los trabajadores de la dirección de la economía nacional planificada, y ha realizado hace pocos meses, la reforma urbana, mediante la cual entregó a cada habitante la casa donde residía (...). Nosotros realizamos una revolución, este año queda eliminado el analfabetismo en Cuba (...). La alianza para el progreso da dólares para hacer carreteras, caminos, alcantarillas. Señores ¿ Con qué se hacen las alcantarillas? No se necesita ser un genio para eso. ¿ Por que no se dan dolares para equipos, maquinarias, para que nuestros paises subdesarrollados, todos puedan convertirse en paises industriales, agrícolas de una vez?. Realmente es triste

Parte del discurso pronunciado por Erenesto Che Guevara en 1961 en la reunion de Punta del Este

martes, 13 de septiembre de 2011

Manzana de las luces, Monserat - parte 2

Túneles del siglo XVIII


Vista de las galerías subterráneas de la Ciudad de Buenos Aires
Foto: Iván Grondona

Héctor Greslebin, a partir de 1917, inició la exploración de las galerías subterráneas descubiertas en 1912.

Se trata de un claro testimonio de una construcción de tipo militar de la denominada "Escuela Italiana", en boga a partir del siglo XVI.

Estas galerías unían el Cabildo, o la Catedral, con las Iglesias cuyas torres actuaban como mangrullos. Ellas eran San Ignacio, San Francisco, Santo Domingo, San Juan, del Salvador, el viejo Convento de los Irlandeses, el Monasterio de Capuchinas, la Casa de la Virreina Vieja y el Socorro de la Recoleta.

Aunque aún no es posible establecer con certeza la finalidad de estas galerías subterráneas, podría tratarse de obras realizadas para defensa de la ciudad, para contrabando de mercaderías o esclavos y aprovechadas para fugas o encuentros románticos, según algunos historiadores.

Esos túneles, por alguno de los cuales podía avanzarse a caballo, dada la escasa altura del caballo criollo, forman la misteriosa historia de Buenos Aires del 1700.

Sala de Sesiones de la Antigua Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires

Después de la disolución del poder nacional tras la Batalla de Cepeda en 1820, se creó la Junta de Representantes de Buenos Aires.

En 1821 se encomendó al francés Próspero Catelin el proyecto de una Sala de Sesiones para la Junta. Fue construida sobre la estructura de una de las cinco casas virreinales hechas en 1783 por orden del Virrey Vértiz en terrenos que habían pertenecido al huerto de los jesuitas.

En la Sala de Sesiones, inaugurada el 1º de mayo de 1822 durante el gobierno de Martín Rodríguez, desarrolló su actividad parlamentaria la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires hasta 1883, compartiendo alternativamente su uso entre 1824 y 1827 con el Congreso General Constituyente y el Congreso Nacional entre 1862 y 1864.

Ahí prestó juramento como presidente Rivadavia en 1826; como gobernador Juan Manuel de Rosas en 1829 y 1835, y como presidente de la Nación Bartolomé Mitre en 1862.

Contigua al recinto de sesiones estaba la Sala de la Presidencia de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, donde fue acuchillado a muerte por dos mazorqueros el 27 de junio de 1839, Manuel Vicente Maza, presidente de la Legislatura, acusado de conspirar contra el gobierno.

En 1981, sobre la base de investigaciones realizadas para determinar su estructura original, se efectuó su reconstrucción gracias a los fondos obtenidos por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces.

Colegio Nacional Buenos Aires

En 1662 se traslada a la Manzana de las Luces el Colegio de San Ignacio, para el cual se completó su construcción sobre la base de los planos del arquitecto Kraus en 1729. El edificio constaba de dos plantas de cal y ladrillos y arquerías bóvedas de crucería, de los cuales sobrevive hasta hoy el ala norte del claustro anexo a la Iglesia de San Ignacio.

El colegio continuó con sus funciones bajo diferentes nombres hasta que en 1863, el presidente Bartolomé Mitre le da su nombre actual de Colegio Nacional de Buenos Aires.

La actual sede fue diseñada por el arquitecto francés Norbert Maillart, comenzando las obras en 1911 y finalizándose 1938, cuando es inaugurado por el presidente Roberto M. Ortiz.

Desde sus comienzos hasta la actualidad, el colegio ha sido de gran importancia para el país por el nivel de su enseñanza, y de los estudiantes que han egresado de el.


La Manzana de las luces, Monserrat - parte 1

Iglesia de San Ignacio de Loyola

En 1686, con el producido de los primeros hornos de ladrillos y tejas construidos por los jesuitas para este propósito en el Huerto del Colegio (esquina de Bolívar y Moreno), comenzaron a levantarse la torre sur y los muros del frente de la iglesia, existente ya sobre muros de adobe; los cuales junto con un tramo de galería subterránea del desaparecido Fuerte, son los elementos arquitectónicos más antiguos de la Ciudad de Buenos Aires.

En 1712, según planos del jesuita Juan Krauss, comenzó a edificarse la iglesia actual. Al morir el hermano Kraus en 1714, otros especialistas se sucedieron en la continuación de las obras, quedando consagrada en 1734. Es la más antigua en Buenos Aires.

La arquitectura simple y austera del interior no se corresponde con el barroco alemán de la fachada. La torre del reloj, similar a la torre sur, ambas rematadas por cupulines revestidos en azulejos Pas de Calais, fue terminada a mediados del siglo XIX por el ingeniero Felipe Senillosa. El reloj que en la torre norte se ve fue el primitivo reloj del Cabildo de Buenos Aires.

Se destacan en el interior: el retablo del Altar Mayor, original del siglo XVII, tallado en madera y dorado por Isidro Lorea; el altar de San Juan Nepomuceno -hoy consagrado a la virgen de Lourdes- de estilo rococó y; la figura de Nuestra Señora de las Nieves, una de las más antiguas del país.

La Iglesia de San Ignacio, llamado también Templo de las Luces, fue Catedral interina durante los años 1775 a 1791, y fue protagonista de varios acontecimientos históricos como:

- 1807 se rechazó a los británicos durante la segunda invasión inglesa en su intento de apoderarse del templo;
- 1811, desde su torre se contribuyó a sofocar la sublevación del Regimiento de Patricios, hecho histórico conocido como "motín de las trenzas".

Asimismo, allí se reunieron los Cabildos Abiertos de 1816 y 1820 y se realizaron las ceremonias de inauguración de la Universidad de Buenos Aires en 1821 y de la Sociedad de Beneficencia en 1823.

El despacho parroquial y archivo de la iglesia, así como algunas obras de valor artístico y reliquias de los siglos XVII y XVII, fueron totalmente destruidos por los incendios provocados durante el frustrado golpe militar del 16 de junio de 1955.

Procuraduría de Misiones

En el ángulo noroeste de la Manzana de las Luces estaba el claustro del Colegio Jesuita. En torno de su patio y tras las arcadas de ladrillos de sus corredores, se hallaban las aulas del Colegio de San Ignacio, la botica organizada por el médico irlandés Tomás Falkner S.J. y la Procuraduría de las Misiones.

Esta Procuraduría fue construida entre 1730 y 1780, y consistía en una serie de depósitos donde se almacenaban los productos que se enviaban desde las reducciones de guaraníes en el Guayrá (hoy provincia de Misiones y República del Paraguay). Se encargaba de administrar y capitalizar los beneficios del comercio de las misiones.

Allí se alojaba y se mantenía también a los indígenas de las Reducciones que venían a Buenos Aires para desempeñaban tareas diversas.
Expulsados los jesuitas, el conjunto fue ocupado por la Junta de Temporalidades (1767); el Tribunal del Protomedicato , que controlaba la práctica de la medicina (1780); la imprenta de los Niños Expósitos (1783); la Universidad de Buenos Aires (1821), el Departamento de Ciencias Exactas (1865), y la Academia de Jurisprudencia (1865).

En el siglo XIX el arquitecto Carlos E. Pellegrini rediseñó la fachada, en estilo neoclásico. El conjunto se conserva casi en su totalidad, con excepción de su ángulo noroeste sobre las calles Perú y Alsina, que a causa de la apertura de la Diagonal Julio A. Roca en la primera mitad del siglo XX fue mutilado.

Sarmiento: Intuiciones acerca del valor social del patrimonio en un discurso de 1873 - parte 2


Pero analicemos la palabras del sanjuanino en el punto en que ha llegado a la presidencia de un país, todavía, dividido por aquellos caudillismos que Mitre, su predecesor, no había podido someter al poder central.

Dice Sarmiento:
“Llenamos uno de los más importantes deberes de la vida social, rindiendo homenaje a la memoria de los altos hechos que inmortalizan el nombre de uno de nuestros antepasados”

Es interesante esta postulación, de entrada, del deber social de homenajear la memoria de los próceres. No se trata ,sólo, del valor estético y ornamental del monumento escultórico del eximio Carrier-Belleuse (acompañado, en este caso, por el aporte de Santa Colonna para el caballo), quien se consagrará luego, entre nosotros, con el mausoleo sanmartiniano. Se trata de asignar a los monumentos un valor de memoria colectiva, para mantener vivas las hazañas (“altos hechos” dice Sarmiento) que ellos conmemoran, como dirá Alois Riegl en 1902.

De este modo, continúa Sarmiento, “ante la imagen de uno de nuestros hombres públicos, repetimos este acto instintivo de nuestra especie, volviendo a lo pasado, trayendo hacia nuestra época y legando a la posteridad el recuerdo en hombres y hechos de nuestro origen como pueblo…”
Nuevamente, el vitalismo del monumento lo hace operar no sólo en el plano “anticuario”, como una reliquia nostalgiosa, sino como un dispositivo dinámico identitario que afirma en el presente la pertenencia a una progenie histórica y que la proyecta colectivamente hacia el futuro.

Se trata de los valores rememorativos que, con antes señalé, calificará el teórico Riegl años más tarde, al justificar el “culto moderno” a los monumentos. Sarmiento ya lo intuye y lo postula con precisión.

El orador traza un derrotero histórico de los monumentos en general, remontándose, correctamente, al origen funerario de los monumentos antiguos y su relación con la memoria mortuoria: ”un montículo de tierra sobre los restos mortales de un héroe fue el primer monumento humano”.

En efecto, los antiguos llamaron túmulo a aquel sitio de entierro y de memoria. Prosigue con palabras casi calcadas de Fustel de Coulanges en la La Citté Antique: “es hoy día aceptado que alrededor de una tumba se despertó en el hombre aún salvaje el sentimiento religioso, y empezaron a bosquejarse la familia, el orden social y las leyes”. No ha de olvidarse que Sarmiento había obtenido, en 1847, su incorporación al Instituto Histórico de Francia.

Aquí debe anotarse otro aspecto, subsidiario y pedagógico, del patrimonio monumental, bien captado por Sarmiento: al componente de memoria se une un componente de iconografía: “el recuerdo de su imagen”, es decir, tal cual era en vida el aspecto de Belgrano. Más allá de la previsible estilización y embellecimiento que ofrece la pintura y la estatuaria de la época, en 1873, nuestro país comienza a fijar el canon iconográfico de sus próceres, en un proceso que llevarán al máximum de su demanda plástica, Adolfo P. Carranza y Enrique Udaondo, principalmente.
Y entrando, pues, en el terreno de la iconografía, Sarmiento, agrega, para referirse al gesto con que Belgrano ha sido representado por Carrier-Belleuse: “el artista ha conmemorado un hecho casi único en la historia y es la invención de la bandera… conduciéndola el mismo inventor como portaestandarte”. Sigue una exaltación de los campos gloriosos donde tremoló la enseña patria en señal de libertad y de soberanía. En ese contexto, Sarmiento vincula la insignia del monumento con el lugar de su emplazamiento, aunque no ocupe hoy la “centralidad” a que alude, ya que poco tiempo después fue movido a su actual sitio: “Por este acto elevamos una estatua en el centro de la plaza de la Revolución de Mayo al General portaestandarte de la República Argentina”. Esta asociación feliz de monumento y locus (idóneo loco, lugar adecuado, dirían los romanos), ya había sido ensayada en 1862, cuando se erigió la estatua ecuestre de San Martín en la plaza de su nombre, donde antes se asentaron los cuarteles de los grananderos.

Sarmiento continuó su discurso y no ahorró las previsibles y envenenadas execraciones a Rosas y, más presente, a Lopez Jordán que, en Entre Ríos, resistía a la autoridad nacional. Pero eso ya no concierne estrictamente a la cuestión del patrimonio.

Oscar Andrés De Masihttp://www.monumentosysitios.gov.ar

lunes, 12 de septiembre de 2011

Sarmiento: Intuiciones acerca del valor social del patrimonio en un discurso de 1873 - parte 1


Si fuera preciso ensayar una renovada clasificación de Sarmiento en el cuadro de nuestros próceres, podría ser ubicado en el renglón de los “intuitivos”. No fue el único. Su coprovinciano Rawson integra aquel grupo. Nuestro porteño Jorge Newbery, también. Y hay otros. Pero Sarmiento fue, quizá, el más abarcador de los intuitivos. Su mente fantasiosa lo lleva a intuir la modernidad en numerosos aspectos de la sociedad y de la gestión de gobierno.
A veces, su temperamento levantisco, parcial y autoritario desluce sus intuiciones geniales. Cuestión de modos. Pero la intuición sigue allí, provocadora e innegable. Otras veces, intuye por analogía respecto de situaciones que ha visto en los Estados Unidos. Y aún en este caso, intuye en ciertas conductas e instituciones de aquel país, el modelo global que será años después, para bien o para mal del planeta.

En este marco de anticipaciones, no falta una visión moderna del patrimonio monumental y su valor social. Ella quedó plasmada en un texto de rico contenido que analizaremos.
Se trata del discurso que Sarmiento pronunció el 24 de septiembre de 1873, en su condición de Presidente de la Nación, al inaugurar la estatua ecuestre del Gral. Manuel Belgrano, en la plaza de Mayo, obra conjunta del francés Carrier-Belluese y del argentino nativo Santa Colonna. Seguimos la versión íntegra publicada por “La Nación” en su número especial del Centenario de Mayo, en 1910.

Manuel Galvez, al comentarlo en su biografía clásica de Sarmiento, dice: “Hay en esta figura mucha animación y vida, pero difícilmente se encontrará en ella una idea nueva”. Galvez se equivoca, acaso porque desconocía la cuestión del patrimonio, o, acaso, porque este raro biógrafo no perdía ocasión de disminuir a su biografiado.
Lo curioso es que, cuando Galvez escribió la biografía del que llamó “hombre de autoridad”, ya existía la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos y, pese a que la orientación historiográfica de aquel Cuerpo no sería del agrado del escritor, había un cierto ambiente de ideas y de voluntades muy favorable al aprecio de los monumentos y a su misión pedagógica.
Ciertamente, Galvez, al afirmar la falta de novedad en el discurso de Sarmiento, demostró no haber captado sus fuertes y correctas intuiciones “patrimonialistas”, como hoy las llamamos, y como en 1873 no podían, sino, ser precisamente eso: intuiciones de una disciplina aún no construída.


martes, 6 de septiembre de 2011

Barracas

Su nombre Barracas proviene de la palabra "barraca", que significa construcción precaria para vivienda, construídos con materiales muy rudimentarios.

Es un barrio que han preferido los hombres de la literatura para incluírlo en sus libros. Así lo encontramos en el libro Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal; Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. Héctor Blomberg ha escrito sus historias caurteleras. Fue la cuna de famosos payadores como Cesar Cantón y Félix Hidalgo, Villoldo "el papá del tango criollo", autor nada menos que de El Choclo y La Morocha.

El nacimiento de este barrio y su nombre se remonta al siglo XVII, cuando en las orillas del Riachuelo comenzaron a instalarse las barracas, rudimentarias construcciones que almacenaban cueros y otros productos que salían o llegaban a la ciudad.

Un momento de indiscutible importancia en su historia ocurrió en 1783, cuando doña María Josefa de Alquizalete trasladó a su quinta de Barracas el Oratorio y Capilla Pública de Santa Lucía, la que casi cien años más tarde, en 1869, habría de transformarse en sede de la parroquia del mismo nombre.

Al principio y durante el siglo pasado fue el barrio elegido por las familias más ricas de la Argentina, que habitaban en lujosas casonas y quintas. Las familias de apellido Balcarce, Montes de Oca, Alzaga, entre otros eran sus moradores, pero la epidemia de la fiebre amarilla, al igual que los pobladores de San Telmo, obligó a éstos a huir a otros lugares y se transformó totalmente.

Empezaron a venir inmigrantes de todo tipo, pero especialmente italianos y se convirtió en un barrio popular de gente trabajadora. Se llenó de cafetines de mala reputación donde se refugiaban los malvivientes. Sin embargo era un barrio próspero, con fábricas, mercados, autopista.

Es patrimonio del barrio el histórico puente de Gálvez, construído por don Juan Gutiérrez Gálvez e inaugurado el 1º de diciembre de 1791. La obra fue destruida varias veces por las crecidas del Riachuelo hasta que en 1871 se inauguró un nuevo puente de hierro, trabajo éste del ingeniero Prilidiano Pueyrredón. En 1903 debió construirse otro nuevo puente que perduró hasta 1931, año en el que se inauguró el que aún subsiste al lado de la moderna obra terminada en la década del sesenta. El puente sobre el Riachuelo le otorgó a Barracas un importante valor estratégico que se reflejó a lo largo de los años en distintos enfrentamientos militares, ya sea durante las invasiones inglesas, el sitio de Buenos Aires de 1852, o durante los sucesos que en 1880 culminaron con la federalización de la ciudad.

Después de la mitad de este siglo, Barracas empieza a perder su furor; sus fábricas se cierran, se inhabilita su estación de trenes, y la construcción de la Autopista hace desaparecer muchos edificios y dos plazas.

Cabe agregar finalmente que un ilustre ciudadano fue vecino del barrio. Nos referimos al almirante Guillermo Brown, quien en 1812 adquirió una propiedad en la actual avenida Martín García.

Institúyese como "Día del Barrio de Barracas" y "Semana de Barracas" el 13 de Diciembre de cada año; según Ordenanza N° 43.599 B.M. N° 18.581 del 25/07/1989 y Decreto N° 8.674/1986 B.M. N° 17.932 del 15/12/1986.

domingo, 4 de septiembre de 2011

“ La Pulpería “El Puentecito” – Barracas"



Las calles de Barracas son especiales para mí. Los rincones con historia van surgiendo ante mis ojos.
Donde ya casi termina la Capital y el barrio se amalgama con el Riachuelo se encuentra “el puente viejo” antiguo paso obligado hacia el sur, con sus maderas crujientes y las vías, que son el mudo testigo que queda hoy, de los tranvías que una vez circularon por Buenos Aires.

En la esquina de Vieytes y Luján el barrio con faroles y adoquines, canta con propia voz.

En la ochava que se forma del cruce de las calles y las barandillas del viejo paso a la pampa, por antiguo “Puente de Gálvez” (donde el Riachuelo era una herida abierta entre las dos Barracas de antaño, la del norte y la del sur), se encuentra una vieja Pulpería que hace 138 años se erigía en el ultimo rincón de Barracas. “El Puentecito”, Pulpería, Fonda o Restaurante, dice en el cartel del frente.

Allí quedó detenido el tiempo, en cada una de las historias que muestran las fotografías colgadas en sus blanqueadas paredes, mezcladas con anécdotas de mozos, cocineros y parroquianos que concurren habitualmente al lugar.

Se fundó el 20 de noviembre de 1873 por un español, Fernando Hermida con ansias de progreso, junto a otros once socios más, desde entonces es un importante hito desde lo histórico y cultural en el barrio de Barracas.

Su dueño es hoy, el hijo de Fernando Herminia con otros cinco socios mas, hijos y sobrinos de aquellos primeros once pioneros que decidieron venir a trabajar muy duro a estas tierras.
Sus orígenes son increíbles, puesto que si bien, la fonda o restaurante comenzó en 1873, muchos años antes en esa esquina sin nombre y sin adoquines, los gauchos y troperos se juntaban a tomar caña y ginebra bajo el alero de un rancho que poco a poco se fue haciendo pulpería.

En el lugar había una vieja matera, que los dueños quieren restaurar y recuperar, que es una vieja pieza con arcadas en torno a la cual los gauchos, payadores y carreteros se sentaban en rueda a tomar mate, mientras esperaban que sus carretas fueran cargadas con provisiones para emprender los larguísimos viajes a través de la pampa.

También se encuentra una canchita, donde los antiguos lecheros vascos, dejaban sus carros e improvisaban partidos de bochas o pelota vasca.

Con el correr de los años el lugar fue cambiando y transformándose, el rancho pasó a ser Pulpería, almacén de ramos generales, cantina, fonda, hasta que en 1873 se convirtió en restaurante y continúa hasta hoy.

Se sirven picadas exquisitas, paellas y mariscos, pastas y parrilladas que deleitan a locales y turistas, sasonadas con historias contadas por los mozos y dueños del lugar. El Puentecito, invita a sus visitantes a disfrutar no solo de la comida y de la historia, sino también a dejar pasar el tiempo gratamente aprovechando la vida en sí misma.

Su nombre es el resultado de su propia historia, siempre al frente del “Puentecito viejo” es otro de los lugares mágicos que hacen que nos transportemos por la historia de nuestro barrio.

Mabel Alicia Crego
Maestra Secretaria
JIC Nº 4 D.E. 6º

FUENTES:
Barracas su historia y sus tradiciones Enrique H. Puccia
Sur capitalino

jueves, 1 de septiembre de 2011

La Tuerca 1

La Tuerca - humor argentino en 1965



REPARTO: Osvaldo Pacheco, Nelly Lainez, Pato Carret, Joe Rigoli, Vicente Rubino, Tincho Zabala Tino Pascalli, Guido Gorgatti


Serie de TV. El programa con el humor más grande.
Los mejores humoristas se reúnen en el show de la risa. Sketchs que nadie olvida: “Los ejecutivos”, un grupo de grandes empresarios que en las reuniones de trabajo traen distintos juguetes para testear y todos ellos se convierten en niños; “El borracho”, en el que Tono Andreu es un hombre que hará cualquier cosa para conseguir un trago, desde pasar como voluntario para un mago y sacar una botella de vino de su galera hasta llegar a colgarse de la soga de un barco que están bendiciendo con champagne; “El Polibomber”, interpretado por Osvaldo Pacheco es un policía que sirve para todo y la señora de la esquina, Nelly Láinez, aprovecha para contarle sus problemas donde la confusión de palabras terminará con una solución: tomar el 60.
Sketch tras sketch nacen nuevos personajes que han marcado la historia de la televisión argentina y que son imposibles de olvidar, como su creador, el “Toto” Maselli. (FILMAFFINITY).