lunes, 12 de septiembre de 2011

Sarmiento: Intuiciones acerca del valor social del patrimonio en un discurso de 1873 - parte 1


Si fuera preciso ensayar una renovada clasificación de Sarmiento en el cuadro de nuestros próceres, podría ser ubicado en el renglón de los “intuitivos”. No fue el único. Su coprovinciano Rawson integra aquel grupo. Nuestro porteño Jorge Newbery, también. Y hay otros. Pero Sarmiento fue, quizá, el más abarcador de los intuitivos. Su mente fantasiosa lo lleva a intuir la modernidad en numerosos aspectos de la sociedad y de la gestión de gobierno.
A veces, su temperamento levantisco, parcial y autoritario desluce sus intuiciones geniales. Cuestión de modos. Pero la intuición sigue allí, provocadora e innegable. Otras veces, intuye por analogía respecto de situaciones que ha visto en los Estados Unidos. Y aún en este caso, intuye en ciertas conductas e instituciones de aquel país, el modelo global que será años después, para bien o para mal del planeta.

En este marco de anticipaciones, no falta una visión moderna del patrimonio monumental y su valor social. Ella quedó plasmada en un texto de rico contenido que analizaremos.
Se trata del discurso que Sarmiento pronunció el 24 de septiembre de 1873, en su condición de Presidente de la Nación, al inaugurar la estatua ecuestre del Gral. Manuel Belgrano, en la plaza de Mayo, obra conjunta del francés Carrier-Belluese y del argentino nativo Santa Colonna. Seguimos la versión íntegra publicada por “La Nación” en su número especial del Centenario de Mayo, en 1910.

Manuel Galvez, al comentarlo en su biografía clásica de Sarmiento, dice: “Hay en esta figura mucha animación y vida, pero difícilmente se encontrará en ella una idea nueva”. Galvez se equivoca, acaso porque desconocía la cuestión del patrimonio, o, acaso, porque este raro biógrafo no perdía ocasión de disminuir a su biografiado.
Lo curioso es que, cuando Galvez escribió la biografía del que llamó “hombre de autoridad”, ya existía la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos y, pese a que la orientación historiográfica de aquel Cuerpo no sería del agrado del escritor, había un cierto ambiente de ideas y de voluntades muy favorable al aprecio de los monumentos y a su misión pedagógica.
Ciertamente, Galvez, al afirmar la falta de novedad en el discurso de Sarmiento, demostró no haber captado sus fuertes y correctas intuiciones “patrimonialistas”, como hoy las llamamos, y como en 1873 no podían, sino, ser precisamente eso: intuiciones de una disciplina aún no construída.


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