sábado, 29 de junio de 2019

Elpidio González - Parte 4

En 1922 fue elegido vicepresidente de la Nación acompañando a Marcelo T. de Alvear (1922-1928), luego de derrotar a la alianza de partidos conservadores llamada Concertación Nacional. Durante este mandato mantuvo un fuerte enfrentamiento con el presidente, como fruto del conflicto entre yrigoyenistas o personalistas y alvearistas o antipersonalistas.

En 1928 durante la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen (1928-1930) fue Ministro del Interior hasta el golpe militar del 6 de septiembre de 1930, que lo encarceló durante dos años.

El 2 de diciembre de 1919 comenzó una huelga de los 2500 trabajadores metalúrgicos que pedían jornada de ocho horas, salubridad laboral y un salario justo, en los talleres Vasena. El 7 de enero, a las tres y media de la tarde, un grupo de huelguistas había formado un piquete tratando de impedir la llegada de materia prima para la fábrica. En ese momento, unos los conductores anónimos pasaron por donde estaban los huelguistas, develando su verdadera función, comenzaron a disparar sus armas de fuego contra los trabajadores. Al grupo de rompehuelgas se sumaron inmediatamente las fuerzas policiales que estaban destacadas en la zona desde el comienzo de la huelga. La represión policial y parapolicial dejó cuatro muertos, tres de ellos habían sido baleados en sus casas y uno había perecido a causa de los sablazos propinados por la policía montada, los famosos «cosacos». Hubo además, más de 30 heridos. Según La Prensa fueron disparados más de 2000 proyectiles por unos 110 policías y bomberos. La Policía estaba dirigida por otro militante leal al radicalismo como lo fuera Elpidio González, futuro vicepresidente de la Nación durante la gestión de Alvear y ministro de Yrigoyen en su segunda presidencia. Habría que agregar que Manuel Carlés, el titular de la Liga Patriótica, también fue radical y de alguna manera lo seguirá siendo hacia el futuro, tan radical como el abogado de la empresa de Vasena, don Leopoldo Melo, futuro ministro de Alvear. Tanto Dellepiane como González son considerados hombres de bien, afiliados radicales sinceros y leales, austeros y honrados. Sin embargo, para entender el grado de contradicción de los procesos sociales y de las propias conductas humanas, ambos tuvieron un rol protagónico en uno de los conflictos en los que corrió más sangre obrera en nuestra historia. 

González, a principios de 1951 fue operado, estuvo internado seis meses, falleciendo el 18 de octubre acompañado por su ahijado Tito Anchieri, Orozco, Carlos Borzani e Ismael Viñas. Dejó aclarado en su testamento como debía ser sepultado.

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EL ORIGEN DE LAS JUBILACIONES DE PRIVILEGIO

Es a un radical, o mejor dicho, a un yrigoyenista, a quien le debemos el comienzo de esta práctica que hoy todos repudiamos -ya que se ha convertido en sinónimo de falta de ética y aún de corrupción-, al Sr..ELPIDIO GONZALEZ.

He aquí la historia:

Después de haber trabajado en política toda su vida y de haber ejercido varios cargos públicos, entre ellos Vicepresidente en la presidencia de Alvear, se retiró de la política y nadie supo más de él. Cierto tiempo después un diputado en funciones lo vio en las recovas de Once, con una valija, vendiendo betunes, pomadas y cosas afines, por lo que se dijo: “no puede ser que alguien que ha dado tanto por la Patria viva en estas condiciones”. Presentó en el Congreso una Ley que permitiera darle al viejo político una vejez decente y así fue aprobada la primera Jubilación de Privilegio.

Pero he aquí lo más sabroso de esta historia: Cuando le fueron a dar la noticia al viejo caudillo, éste la rechazó diciendo: “que mientras tuviera dos manos para trabajar, no necesitaba limosnas”.

Una anécdota en un tranvía

Cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía.

Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.

-“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío. -le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.

El anciano contaba ahora, algunas monedas que había obtenido de la venta del día..

-Y sí, es él, -pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear... el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Sí, era Elpidio Gonzalez.

El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él:

-Si no la uso para limosna, la usaré para comer.

Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.

- ¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero-, sírvase guardar el libro que le agrada con usted. Sería un honor para mí que lo aceptara.

El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:

-Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas:

“...y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita… ”

Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza- guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.

Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos -o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse... ELPIDIO GONZALEZ

Ya que se mandan tantas cosas inútiles por correo, no te parece que esta vale la pena y hacerlo en forma de CADENA. Quizás llegue a manos de los políticos y, aunque no los cambie, por lo menos que los haga avergonzar. Y si no es así, por lo menos que nuestra juventud, tenga espejos en los cuales mirarse.

Y si quieres perder un poco más de tiempo, puedes leer la síntesis de su biografía y rescatar del olvido a alguien que vale la pena… a ELPIDIO GONZALEZ.

Había nacido en Rosario, el 1 de agosto de 1875 donde realizó sus estudios primarios y secundarios para seguir, en 1894, la carrera de derecho en la Universidad de Córdoba a los 19 años. Al mismo tiempo que comenzó su vida universitaria, se inició en la vida política. Y en ese camino descubrió al caudillo que seguiría toda su vida: a Hipólito Yrigoyen y participó en la revolución de 1905, cuando tenía treinta años, terminando preso, por primera vez.

En 1912, a los 37 años, después de la sanción de la ley Saenz Peña, fue elegido diputado nacional. Ese mismo año, lo eligieron en el seno de su partido para encabezar la fórmula para gobernador de la provincia de Córdoba, posibilidad que rechazó pues había sido elegido para el cargo de diputado y no podía defraudar a sus electores. Cuatro años después, cuando él contaba 41, fue elector de la fórmula Yrigoyen - Luna y, nuevamente, diputado nacional por Córdoba.

Entre 1916 y 1918, enfermo, fue ministro de Guerra -cargo del ejecutivo que equivale al del actual ministro de Defensa- y de 1918 a 1921 -entre los 43 y los 46 años de edad- fue Jefe de Policía de la Capital. En 1921, además, fue elegido presidente de la Unión Cívica Radical. Y luego, la historia grande. Renunció a ese cargo y participó en la puja electoral. Volvió después a la jefatura de Policía. Y en los comicios presidenciales del 2 de abril de 1922, integró el segundo término de la fórmula triunfante, junto al aristocrático Máximo Marcelo Torcuato de Alvear, en los años de la Argentina venturosa, llena de futuro, de sueños, de proyectos y, por eso, de esperanzas. Ganaron por 460.000 votos, contra 370.000 de todos sus opositores. En ese gobierno, nuestro hombre representaba la línea de Yrigoyen. Era, además, -como vicepresidente de la República- Presidente del Senado, donde fue permanentemente atacado por los alvearistas, en un radicalismo partido en dos.

En 1928 fue ministro del Interior, durante la segunda presidencia de Yrigoyen, hasta las vísperas de la revolución del 6 de setiembre de 1930, que derrocó a su jefe. Luego, la prisión, hasta los 57 años. Y un largo período de alejamiento de la política, cuando, muerto Yrigoyen, prefirió seguir otros caminos, los del ciudadano común, que nada extrajo de la vida pública para sí.

En 1945, cuando tenía 70 años, retomó la bandera yrigoyenista: un último alarde de lealtad a las ideas que él creía que encarnaba el líder que había seguido fervorosamente. Y después nada conocido, excepto que un día, como cualquier otro, en su vejez, rechazó toda pensión del estado que le correspondiera.

Lo recordamos, había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.






Elpidio González - Parte 3


El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:

-“Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas: … y muy siglo dieciocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y, una sed de ilusiones infinitas…”

Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza, guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.

Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos –o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse…. Elpidio González.

Lo recordamos, rechazó toda pensión del estado que le correspondiera y había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.

Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material. Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad”.

Murió en 1951 en el Hospital Italiano, sin casa ni familia que lo cuide, con pocos amigos rodeándolo.
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Sus padres fueron Domingo González (coronel del ejército) y Serafina.

Realizó sus estudios primarios y secundarios en Rosario y posteriormente se mudó a Córdoba con su madre donde cursó estudios universitarios de Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, logró llegar a quinto año pero no se recibió.

Ingresó en la Unión Cívica Radical, fue amigo personal y parte del grupo más cercano a Hipólito Yrigoyen. Participó de la Revolución Radical de 1905, comandó un pelotón revolucionario y fue detenido.

Se recibió de abogado en la Universidad Nacional de La Plata en 1907.

En 1912 fue elegido diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y en 1916 elegido diputado nacional por la Provincia de Córdoba.

Inicia en la política tempranamente como militante de la Unión Cívica Radical. El primer registro de su actuación data en la revolución radical del 4 de febrero de 1905 cuando intentó derrocar al presidente Manuel Quintana. Fue la primera vez, y no la última, que debió sufrir la pena de prisión.

Electo Hipólito Yrigoyen como presidente de la Nación (1916-1922) se desempeñó como Ministro de Guerra entre 1916 y 1918 y Jefe de Policía de la Ciudad de Buenos Aires entre 1918 y 1921. En este último año fue elegido presidente de la Unión Cívica Radical. Durante la Semana Trágica de enero de 1919 fue designado jefe de policía.

Con la aprobación de la Ley Sáenz Peña fue candidateado como gobernador de Córdoba, con vistas a las elecciones de 1912, pero rechazó esta propuesta aunque participó activamente en la campaña electoral entablando una relación fluida con Yrigoyen, esta campaña contó con el apoyo del payador Gabino Ezeiza y el cura Gabriel Brochero.


Elpidio González - Parte 2


Elpidio González había nacido el 1º de agosto de 1875 en Rosario. Ocupó diversos cargos públicos durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen: Ministro de Guerra de 1916 a 1918 y Jefe de la Policía Federal Argentina, a partir de aquel último año y hasta 1921. Fue elegido para acompañar a Marcelo T. de Alvear como vicepresidente de la Nación, y volvió a cumplir funciones en el segundo mandato de Yrigoyen (1928-1930), siendo Ministro del Interior.

El 12 de marzo de 1922, tras dos jornadas de reunión, la UCR (Unión Cívica Radical), por medio de su Honorable Convención Nacional, designa por medio de una rigurosa votación que el compañero de fórmula del candidato presidencial Marcelo T. de Alvear va a ser Elpidio González. El escrutinio le fue favorable por 102 votos propios contra 28 votos de quien le seguía en la lista, Ramón Gómez, lo que a las claras demuestra todo lo que representaba Elpidio González para sus correligionarios.

Como flamante candidato a Vicepresidente de la Nación, González remitió una nota muy conceptuosa y llena de compromisos y lealtades:

“Me es grato acusar recibo de la nota del señor Presidente (1), en la cual me hace saber que la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, me ha designado candidato del partido para la vicepresidencia de la República en el próximo período constitucional.

“Después de una intensa lucha de mi espíritu ante el honroso voto del más alto cuerpo de mi partido, que valoro en todo su significado, me hago un deber en aceptar su determinación, asegurando a sus miembros que si el sufragio popular llegase a confirmarlo, pondría en el desempeño de tan alta magistratura todas mis aptitudes e inspirándome celosamente en las virtudes del esclarecido ciudadano que hoy preside la República (Hipólito Yrigoyen), cuyo ejemplo democrático –me considero en la obligación moral de manifestarlo así- ha de constituir la norma de mi acción al servicio de las instituciones nacionales, en el culto invariable de la verdad y la justicia. Elpidio González”.

Gente que lo ha tratado hasta su muerte, decía que Elpidio González murió muy pobre. Esto dice un portal del partido al cual perteneció: “No solamente se rehusó (Elpidio González) a percibir la pensión como ex vicepresidente que por ley le correspondía, sino que para ganarse la vida debió ingresar a la conocida firma productora de anilinas “Colibrí”, para desempeñarse como corredor de comercio percibiendo una modestísima remuneración que le obligaba a vivir austeramente”. Dignísimo.

Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero a este hombre que fue hijo de un gaucho federal de Felipe Varela, dada a conocer por el diario “La Nación” el día de su muerte (18 de octubre de 1951), y que decía así.

“(…) en un tranvía cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía.

Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.

-“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío”, le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.

El anciano contaba ahora algunas monedas que había obtenido de la venta del día.

-“Y sí, es él”, pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear…. el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Si, era Elpidio González.

El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él:

-“Si no la uso para limosna, la usaré para comer”.

Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.

-“¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero- sírvase guardar el libro que le agrada con usted. Sería un honor para mí que le aceptara”.


Elpidio González - Parte 1








El Vice de Alvear que se ganaba la vida vendiendo ballenitas y anilinas colibrí en la Plaza de Mayo


Fue Ministro de Guerra (1919) y luego Jefe de la Policía de Capital Federal (1921) durante la presidencia de Hipólito Irigoyen, en el segundo mandato del “Peludo” fue Ministro del Interior (1928). Llegó a ser Vicepresidente de la Nación junto con Marcelo T. de Alvear (1922-1928).

Cuando llegó al poder, su patrimonio era 350.000 pesos fuertes; en 1930 con la revolución de Uriburu se encontró con deudas por 65.000 pesos, motivo por el cual, le remataron su casa en calle Gorostiaga.

Así fue como el secretario de la Presidencia lo vio vendiendo anilinas en Plaza de Mayo, al comunicárselo al Presidente J.P Justo, éste le entrega un sobre con dinero para Elpidio, ante aquel buen gesto respondió: “No voy a permitir que me ofenda el Presidente ni nadie, por mas buena voluntad que haya en el medio”.

Debido a esta circunstancia, el Diputado conservador Adrián Escobar presenta un proyecto de ley que establece la pensión vitalicia para los ex presidentes y vicepresidentes. En el debate parlamentario, se hace alusión al caso de Gonzáles.
Cuando un amigo le comenta eufórico a Elpidio que de ahora en mas cobrará 2000 pesos de jubilación por sus funciones, la respuesta fue tajante: “No, yo no puedo aceptar eso. Hay que servir a la Nación con desinterés personal, y después de disfrutar e honor de haber sido presidente o vice, no se le puede exigir al Estado que nos mantenga con altos sueldos vitalicios”

Pero para no dejar dudas, con la ley ya sancionada y promulgada, envía una carta al Presidente de la republica:
“…cúmpleme dejar constancia ante el señor Presidente, mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha ley. Al adoptar esta actitud cumplo con íntimas convicciones de espíritu.

Jamás me puse a meditar acera de las contingencias adversas que los acontecimientos me pudieran deparar. Confió en poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado, y si alguna vez he recogido amarguras y sinsabores me siento reconfortado con creces por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi patria”



viernes, 28 de junio de 2019

LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 6


Belgrano en el campo de sus primeras glorias, arengó recordando el triunfo de aquella vez en ese día; «La sangre de los que murieron aquí, ha sido vengada en Tucumán, y la de los que han muerto allí, será vengada en Salta» — dijo, y concluyó encargando á todos la subordinación, y disciplina, unión, valor, constancia, amor á la Patria y á las glorias.


Ratificamos nuestro Juramento a la bandera blanca y celeste á orillas del río Pasaje, al que llamamos Río del Juramento (13 de febrero, 1813)

Llegamos al río del Pasaje, punto de reunión general para el ejército, y aqui se recuerda un acto solemne, digno de la historia. Habiendo el ejército formado en parada conforme á la orden general, se presentó en el cuadro, Belgrano con una bandera blanca y celeste en la mano que la colocó con mucha circunpección y reverencia en un altar situado en medio del cuadro; proclamó enérgica y alusivamente y concluyó diciendo, "Este será el color de la nueva divisa con que marcharán á la lid los nuevos campeones de la Pátria."

Esta es pues, la bandera que por primera vez flameando en el suelo Patrio, á las márgenes de un río memorable, improvisada por el genio y enarbolada por la libertad, como dice el cantor insigne, en el Nuevo Mundo renovó de la pátria el antiguo esplendor, y llevada luego en triunfo por el héroe Belgrano en la cima del Potosí tremolando, los huesos conmovió del Inca en sus tumbas; ella es tambien la que traspasando los Andes con San Martin, atravesando las dulces y salados mares, arribó triunfante hasta el Chimborazo y el libertador Bolivar la saludó reverente; ella es finalmente la que flameando siglos enteros en el suelo Argentino, recordará á los hombres, mil pasados tiempos de gloriosa ventura, grabados en la historia por hechos que eternizan el nombre Argentino.

¡Oh Bandera de mi Patria guerrera! ¡Signo precioso de la libertad, inmortal divisa de la noble igualdad; yo tambien en ese día, acaso el más joven de todos los guerreros de ese tiempo, en medio de todo un ejército que desfilaba por delante de tí, á tus pies, juré por la Patria, en cien batallas vencer ó morir!

El ejército ratificó su juramento besando una cruz que formaba la espada de Belgrano, tendida horizontalmente sobre el asta de la bandera; con este ceremonial concluyó el acto y el ejército quedó dispuesto para la primera señal de partida.

A distancia de cien pasos del paso del río, sobre la ribera que gira al oeste, á la altura de un notable barranco, había un árbol que por su magnitud se distinguia sobre todos los de sus cercanías; limpiando una parte de su corteza, hácia media altura de un hombre, en medio de un círculo de palma y laurel, dibujado en el tronco del árbol se grabó una inscripción que decía, "Río del Juramento", y más abajo la siguiente estrofa:

«Triunfaréis de los tiranos
Y á la pátria daréis gloria
Si, fieles americanos

Jurais obtener victoria.»

La batalla de Salta en el campo de Castañares, una victoria completa (20 de febrero, 1813)

Esforzando el ejército las marchas de día y de noche en los días 15 y 16 de febrero, atravesó los campos del Pasaje avanzando rápidamente hasta el Algarrobal, y dejando aquí á un lado, todos los caminos reales, el 17 por la noche atravesó las sierras de la Lagunilla y trastornando las cumbres que se encadenan desde la caldera hasta el cerro de San Bernardo, descendió con todo su tren, y á la vista del enemigo, hácia las ocho de la mañana del 18 al paso del río Baquero, donde pasó el día y la noche, cortando la retirada á los de Salta y la comunicación á los de Jujuy; el 19 arreando de frente todos los obstáculos que el enemigo pudo presentar, ocupó Castañares, y el 20, hácia las cuatro de la tarde, fuimos del todo victoriosos, despues de una sangrienta batalla que duró desde las diez, poco más ó menos de la mañana. Reconcentrando el enemigo sus destrozados restos bajo las trincheras de la plaza, pidió una capitulación y el 21 puso en nuestras manos todos los despojos consiguientes del triunfo y los tratados, rindiendo armas y banderas, bajo las garantias de las leyes de la guerra, jurando no volverlas á tomar contra la pátria. Todo quedó en nuestro poder, y Salta cubierta de laureles, depositaria de mil trofeos gloriosos, cantó la victoria á la par del ejército.

Los vencedores en ese día, fueron premiados con un grado más sobre el que tenían y un escudo de oro en el brazo izquierdo, en cuya grabadura de relieve se leía Honor al benemérito de la pátria en grado heróico, vencedor en Salta el 20 de Febrero de 1813.

Mis lectores habrán visto ya y tal vez formado alguna idea de lo muy poco que me he ocupado en minuciosas descripciones, en detalles de nuestras marchas, combates, batallas, etc., dejando á un lado pequeños incidentes que me han parecido puerilidades, sobre los buenos ó malos hechos de oficiales subalternos, que casi todos los del ejército, se puede decir, eran valientes y buenos: en la batalla de Salta no se puede esceptuar ninguno porque con generalidad se portaron todos bien con igual valor y empeño; pero hay un hecho sobresaliente en aquel campo de batalla que es preciso descubrirlo: cuando nuestros batallones y escuadrones entraban por su turno á la línea de batalla, el mayor general don Eustaquio Diaz Velez los colocaba en su respectivo lugar, y con este objeto recorria la línea á gran galope con sus ayudantes; no se si un batallón de los nuestros entendió mal una voz de mando ó el enemigo quiso pegar primero para pegar dos veces; generalmente se decia que el batallón nuestro presentó sus armas para dar mayor lucimiento al despliegue que acababa de hacer y que un batallón enemigo que se hallaba al frente quiso imitar el movimiento, el hecho es que antes de la seña de ataque uno y otro batallón hicieron á un tiempo la descarga que llenó de humo el espacio de entre ambas líneas; casualmente Diaz Velez se encontró medio á medio de la escena y cayó herido juntamente con su ayudante don Gregorio Lamadrid.

En estos mismos instantes el comandante don Manuel Dorrego, con su pequeño batallón de cazadores había hecho un avance y el momentáneo favor de un pequeño buen suceso, lo indujo á que se adelantara mas allá de lo regular. El batallón Real de Lima que se hallaba á su frente, hizo un movimiento análogo que alucina á Dorrego y avanza mas, y cuando nuestros cazadores llegan á cierta altura, el Real de Lima lo envuelve por ambos flancos y se interpolan; el teniente coronel don Cornelio Zelaya que á la sazón entraba con sus Dragones, en formación sobre ese costado, lo advierte, toma un escuadrón, se lanza como el rayo sobre aquella interpolación y la desenvuelve, los golpes de la caballería favorecen á los que en situación crítica y aislada iban á ceder á la desigualdad del combate, Dorrego y sus cazadores se salvan, se rehacen y vuelven á la línea á paso de escape; Zelaya con sus dragones cubre la retaguardia de los que acaba de salvar y vuelve también á la línea á paso regular, con la serenidad de ánimo, la satisfacción del triunfo y la inequívoca idea de que ningún peligro de los que pudieran sobrevenir en el curso de la batalla, podía ser mayor que el que acababa de superar en ese venturoso lance, donde su deber lo condujo para hacerlo dueño del triunfo; bien se puede asegurar que este hecho debió influir no muy en poco á la decisión favorable que puso en nuestras manos el triunfo completo en ese día.

Los muertos en la batalla, asi los del enemigo como los nuestros, fueron enterrados en un mismo lugar que queda señalado con una cruz de madera, que desde una distancia se deja ver; al pié de ella había una tablilla con la inscripción siguiente: Memorable día 20 de Febrero de 1813 — Hé aquí el sepulcro donde yacen juntos vencidos y vencedores. Los jefes y oficiales muertos de una y otra parte fueron enterrados en los cementerios de las iglesias.


Fuentes:

- Coronel Lorenzo Lugones; "RECUERDOS HISTÓRICOS. Sobre las campañas del Ejército Auxiliar del Perú en la Guerra de la Independencia". Publicación Oficial. Autorizada por el Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero. Bs. As., 1896 (Arch. Fundación "Dr. RAMÓN CARRILLO")
- Gentileza de la presidente de la Fundacion, Teresita Carrillo
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

Leonardo Castagnino

Copyright © La Gazeta Federal


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Fuentes: 

- Coronel Lorenzo Lugones; "RECUERDOS HISTÓRICOS. Sobre las campañas del Ejército Auxiliar del Perú en la Guerra de la Independencia". Publicación Oficial. Autorizada por el Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero. Bs. As., 1896 (Arch. Fundación "Dr. RAMÓN CARRILLO")
- Gentileza de la presidente de la Fundacion, Teresita Carrillo
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

Leonardo Castagnino

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jueves, 27 de junio de 2019

LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 5a


Belgrano en aquellos días de los preparativos para la batalla, dueño de la confianza general, vió con satisfacción cumplirse al pié de la letra todo cuanto ordenaba: se puede decir que no le quedó cosa por hacer, con un ejército que le obedecía ciegamente y un pueblo que le guardaba las espaldas […]

Nuestros soldados situados en los suburbios de la ciudad esperando al enemigo, parecia que se impacientaban ya por salir de aquel estado que muchas veces suele colocar al guerrero entre la duda y la esperanza. Entretanto el bello sexo del patriota pueblo dirigía sus plegarias al cielo y la Virgen Santisima de Mercedes.


Tucumán, "Sepulcro de la tiranía" (24 de septiembre, 1812)

Tal era nuestro estado cuando el enemigo la emprendió sobre nosotros, marchando con medida pausa, como quien en la lentitud se dá tiempo á mayores previsiones; desde Trancas abrevió cuanto pudo, el 23 pasó la noche en Pocitos y el 24 por la mañana se dejo ver por el camino del Cevil Redondo, costeando la margen izquierda del arroyo del Manantial, por entre los ralares del alto de las Tunas, bajó al campo de batalla y dió frente, inclinando su derecha hácia el bajo de los Aguirres; un cuerpo de milicianos de Santiago del Esteró llegó á tiempo y ocupó un lugar en la línea con su comandante don Pedro Pablo Montenegro, los de Catamarca llegaron también; pero no tuvieron tiempo para reunirse, el enemigo se había interpuesto, y quedaron cortados, perplejos y vacilantes hicieron uno ú otro movimiento, como quien entre varios caminos trepida sobre cual debe tomar; intentaron pasar tal vez y lo hubieran hecho; pero el ruido de los primeros cañonazos y la vista de tantos aparatos (desconocidos para ellos) los ofuscó y contramarcharon como en busca de una posición menos violenta; algunos gauchos comedidos reunidos con los baqueanos del ejército, se habían situado á lo lejos sobre nuestro costado izquierdo y permanecían á la espectativa, como quien está á las resultas: éstos alcanzaron á ver un gran grupo de hombres que se ponian fuera de combate, creyeron que eran enemigos y se lanzaron sobre ellos los catamarqueños sin volver los ojos atrás fueron perseguidos por los mismos nuestros un largo trecho, entretanto los milicianos de Tucumán y Santiago del Estero, reunidos al ejército, triunfaban por otro lado.

No me detendré en detallar los pormenores de una batalla, que cada año se renueva su memoria en celebridad del 24 de setiembre del año de 1812. El ejército triunfó en ese día, la patria se salvó, y Tucumán con el honroso título de Sepulcro de la tiranía, vió con gloria cumplidos sus votos y volar su nombre en las alas de la fama y á sus recreadores suburbios que se dilatan al sud-oeste, señalados por la victoria con el nombre de Campo de Gloria y Honor, y los vencedores en ese día, distinguidos con el título de Beneméritos á la pátria en grado heroico y en escudo de paño celeste al brazo izquierdo, que en medio de un círculo de palma y laurel bordado de hilo de oro se leía lo siguiente: La pátria á sus defensores el 24 de Setiembre del año de 1812 en Tucumán.

El enemigo aprovechando los momentos de un cierto desórden, consiguiente á aquellos instantes, en que nuestro ejército al romper por varias partes la línea enemiga, todo lo envolvió con denuedo, ocasionando una sangrienta baraunda casi inentendible: en estos momentos pues, que la victoria se decide en pro de los unos y en contra de los otros, pudo el enemigo reunir sus acuchillados restos á la reserva y permanecer algun tiempo sobre su mismo sepulcro, tirando de tarde en tarde un cañonazo á la plaza; entre los conflictos de su situación tomó el partido de intimar rendición, recibió por contestación, una burla, un desprecio y una amenaza que le hizo entender qué conociamos que, nuestra posición no era de recibir intimaciones, sino de intimar; bien convencido estaba el enemigo de su pérdida y solo buscaba los medios de poder salvar lo que le había quedado: permaneció algunas horas más manifestando deseos de tratar, hasta que llegó la noche y al abrigo de ella emprendió una retirada, que si la nuestra de Jujuy á Tucumán fué honrosa, la dé ellos de Tucumán á Salta no fué menos.


La retirada del enemigo de Tucumán a Salta fué tan honrosa como la nuestra de Jujuy a Tucumán

El general Belgrano alistó con la brevedad posible y destacó en persecución de ellos, una ligera fuerza a las ordenes del fogoso é infatigable Diaz Velez. Muy poco pudo andar el enemigo sin recibir por la espalda, las salutaciones de los que íbamos en su alcance; nos recibió con todo aquel valor necesario para resistir los furiosos ataques que frecuentemente hacíamos sobre ellos, de diversos modos y á distintas horas; nuestra persecución llegó á ser tan cruel hasta cierto punto, llevada en represalia por un camino que poco antes lo habíamos andado en retirada perseguidos por ellos con igual rigor.

Sin caballería que protegiera á la infantería, por caminos desconocidos, sin baqueanos, sin agua ni viveres y sin poder tomar un día de descanso, pasando muchas veces por larguísimas jornadas donde no encontraban mas que pencas de tuna para chupar y aplacar la sed, despues de vencidos en una batalla, sin haber tenido tiempo de refrescar, se resistían increiblemente como quien dice: muerto si, prisionero no; pero los que llegaron á caer en nuestras manos, eran tan bien tratados que muy luego de estar con nosotros, nos pedian con la misma franqueza que á unos hermanos, todo lo que necesitaban, especialmente carne asada para comer y caballos para montar. Tal fué el modo como el enemigo se retiró con sus restos hasta que pudo ganar la plaza de Salta.

Tan luego que pudieron acercarse á la ciudad, tomaron con prontitud medidas para asegurarse de la ocupación de ella y descansar, ganaron con presteza todos los puntos donde podrían hacerse fuertes y evitar que entrásemos tras de ellos á la ciudad. Salta á la llegada de ellos y la nuestra, fué saludada con un diluvio de balas que en fuego activo se cambiaban como en despedida, descargas de fusil contestaban á los adioses de nuestros carabineros. El enemigo logró atrincherarse en la plaza y nosotros aparentando permanecer en el sitio, establecimos una línea de destacamentos desde el Portezuelo hasta el río de Arias, cubriendo el campo de Castañares con pequeños grupos de gauchos que hacían el papel de sitiadores por aquella parte; permanecimos poco mas ó menos hasta las doce de la noche del siguiente día, y dejando mas de trescientas fogatas encendidas, levantamos nuestro campo con dirección á Tucumán por el camino de las cuestas.

Al regreso de esta campaña ascendí á Alferez de compañía.


Nos preparamos para la campaña de Salta

En los meses de octubre, noviembre y diciembre, Belgrano se ocupó en recoger los frutos de la victoria obtenida en setiembre, reorganizó el ejército, aumentando considerablemente su número con los contingentes venidos de los pueblos, y los batallones números primero y ocho de Buenos Aires; lo equipó completamente y arreglando con mayor esmero el parque, la artillería el convoy de hospital y víveres, quedó espedito en el espacio de cien días para abrir una nueva campaña.

Estábamos en el año 13 y casi á fines de enero, el ejército emprendió sus marchas sobre Salta, depreciando aguas, soles y ríos crecidos, y al pasar por el de las Piedras el General hizo alto como de descanso por un día y como quien pasa una ligera revista, mandó formar poco más ó menos en el mismo lugar donde poco antes, las circunstancias nos habían obligado á una acción forzosa.


LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 4


Todos combatimos en Las Piedras (3 de septiembre, 1812)

Al llegar al río de las Piedras, la vanguardia enemiga venía interpolada con la retaguardia nuestra, el excesivo calor, el viento, la humareda de los pajonales que nuestros gauchos les prendían fuego por ambos costados del camino, el polvo y la gritería de los enemigos que nos perseguían en barullo, sin que nada pudiesen contenerlos, hacían más completo el desórden y confusión de aquella mañana, algunas carretas de las de nuestros emigrados, cargadas de intereses, habían caído en manos del enemigo, varias guerrillas nuestras habían sido derrotadas y algunas hechas prisioneras. Deshecha nuestra retaguardia, cansada de fatiga, sueño y hambre, no podía contener ya á un enemigo que al cebo de tantos acontecimientos desfavorables á nosotros, se lanzaba encarnizado sobre nuestro ejército, como á sorberlo: nuestra pérdida era ya de mucha consideración y todo presagiaba una cierta é inevitable derrota.

Comprometido Belgrano á una acción forzosa, se vió en la precisión de tomar el único y último partido; ganó con la velocidad que exigían las circunstancias y sin vacilar, la costa del río, y destacó en el mismo paso dos baterías que sirvieron de base á la formación del ejército, que aprovechando todas las ventajas del local, prolongó una línea de batalla que en apariencia cuadruplicaba nuestro número: Belgrano corría como una exhalación á todas partes y atrincherando su línea, ya en las carretas, ya en los árboles y tupídos bosquecillos situados á la ribera del río, aseguró completamente los flancos del ejército; proclamó en muy pocas palabras, y dando orden de pena de la vida al que eche un pié atrás, esperó con firme resolución la numerosa vanguardia enemiga, que venía envanecida, pero en desórden, confundida con nuestra retaguardia entre el polvo y la gritería; el fuego de una de nuestras baterías despejó nuestro frente y el de ellos, y llegó el momento de vernos las caras en formal combate. El enemigo marchó de frente sin detenerse; más, al dar de lleno con nuestra línea, hizo alto en acción de tomar medidas de ataque, pero se advirtió que vacilaba y en esos momentos tan oportunos para quien sabe aprovecharlos, envistió nuestra ala derecha con todos los aparatos de una tempestad y el enemigo cediendo al furioso empuje de los que en la desesperación pelean con la resolución de vencer ó morir, volvió caras en masa, como quien trata de salvar sin reparar las pérdidas.

Emigrados de Jujuy y Salta, peones de servicio, comerciantes y cuantos más venían á la par del ejército, todos tomaron parte en aquel glorioso lance que dió vida á la patria. El enemigo, completamente ofuscado, huía en desordenados trozos, sin mirar en lo que dejaban atrás; fué perseguido con el mayor rigor el espacio de una legua, dejando en todo el camino muchos despojos, prisioneros, heridos y cadáveres; más de cien prisioneros de los nuestros lograron escaparse, rescatamos las carretas que poco antes nos habían tomado, y por último pudimos recuperar en mucha parte nuestras pérdidas.

A las cuatro de la tarde, el ejército descansaba victorioso: desde ese feliz momento las cosas habían tomado un aspecto enteramente diverso, el triunfo hizo desaparecer de golpe la fatiga, el cansancio, el hambre, la sed y el desaliento; en aquellos momentos de alegría inexplicables, no se pensaba más que en las glorias de la patria. Y el general Belgrano, dejándose ver de fogón en fogón, escuchaba placentero la alegre charla de los soldados, que al tender su mirada sobre ese chico majadero que infundía tanto respeto, ese curioso bomberito de la Patria, que prometía tantas esperanzas, le añadían algún renombre más, el brujo rubilingo, vicheador viejo, rondinerito de todas horas.

Al entrarse el sol, Belgrano mandó formar el ejército y pasó una ligera revista. Llamó por sus nombres á los que murieron en esa mañana: «no existen, dijo, pero viven en nuestra memoria, están en el cielo dando cuenta á Dios de haber derramado su sangre por la libertad.» Felicitó á todos dando las gracias, llenó de aplausos á los soldados, y despachando con anticipación todo lo que podía sernos embarazoso, quedó expedito para moverse cuando quisiera. Los soldados habían tomado ración doble, hicieron sus fiambres y quedaron listos. Luego que acabó de anochecer, el ejército continuó su marcha en retirada, dejando mil fogatas encendidas en la ribera del río al cuidado de un oficial que quedó destacado en el mismo paso con 25 carabineros del regimiento de Dragones.

Habiendo desaparecido los motivos que por instantes solían alterar el orden de nuestras marchas, el ejército medía ya sus jornadas, tomando las horas que le eran necesarias para su descanso, especialmente cuando apuraba mucho el sol.


Marchamos a Tucumán. Nos preparamos para dar batalla

Nuestra ruta indicaba una larga retirada hácia Santiago del Estero ó Córdoba por el camino de las Cañas; al llegar á Burruyacu, el General recibió una diputación y sin trepidar varió de dirección y condujo el ejército á Tucumán, resuelto á aventurarlo todo en defensa de un pueblo que lo llamaba en nombre de la Pátria, asegurando la victoria.

Él enemigo, escarmentado en el río de las Piedras, había hecho alto entre Metán y Yatasto, y ocupado por algunos días en tomar sus medidas, nos dió tiempo para reunir los preparativos de su buen recibimiento en Tucumán. Santiago del Estero y Catamarca, se preparaban también para auxiliamos, el entusiasmo fué general. Tucumán llevando la iniciativa en la resolución heróica de los pueblos, había jurado no ser ocupado por los realistas y lo cumplió sin omitir sacrificio. El ejército por su parte correspondió fielmente á las esperanzas de un pueblo, dispuesto á todo género de sacrificios menos al de rendirse á los enemigos.

Desde los momentos que llegamos á Tucumán, emprendimos un trabajo constante, sin perder tiempo ni omitir ninguna medida de las que debían asegurar el plan de una batalla que iba á decidir de la suerte de la Pátria.

El general Belgrano altamente comprometido á una acción decisiva, teniendo que habérselas con un enemigo superior en número, que desde el Desaguadero había marchado por el camino de los triunfos; con la atención al pueblo, al ejército y al enemigo, no descansaba un sólo instante. Su cuartel general, reducido á un corto número de hombres, corría tras él á caballo, á todas partes y á todas horas, ningún individuo de los de su pequeña comitiva desensillaba el caballo, no siendo para mudar otro. El ejército parecía que adivinaba los pensamientos de su General, bien se podía creer que entre ambos había un espíritu de emulación, á cual cumplía mejor con sus deberes, el uno mandando y el otro obedeciendo. Tal fué el estado de subordinación, amor al orden, patriotismo y disciplina á que el chico majadero pudo reducir el ejército de su mando en poco tiempo.


miércoles, 26 de junio de 2019

LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 3


El general Belgrano, hombre de orden y de más capacidades que todos los que hasta entónces se nos habian presentado, restableció muy luego en el ejército la moral, sujetándolo, á costa de ejemplares sacrificios, á una estricta subordinación y disciplina. Pudo restablecer en regular forma una provisión y un hospital, una maestranza, una academia práctica, un cuerpo de ingenieros y un tribunal militar; pasaba revistas diarias, y como todo lo examinaba por sí mismo, juzgaba de las cosas con pleno conocimiento, y remediaba oportunamente los males.

El general Belgrano, el único indicado para salvar la Pátria en aquellas circunstancias, aparecía en todas partes como el ángel tutelar, trabajando sin descanso, rondaba el ejército de día y de noche, para imponerse de todo lo que podía ocurrir, se puede decir que nada se ocultaba á su celo y vigilancia: de modo que cuando recibía un parte, ya él estaba en los antecedentes de lo sucedido. Los soldados del ejército, no podían clasificar mejor el mecanismo y escrupulosidad del General, que llamarle el chico majadero, el curioso bomberito de la Pátria.

Mientras que el general Belgrano trabajaba en la mejora del ejército, nosotros trabajábamos también en nuestra vanguardia, en igual sentido, atendiendo al enemigo y á la disciplina de nuestra tropa á órdenes de un jefe que se manejaba con las mismas máximas de Belgrano, se puede decir que el ejército en muy breve tiempo dió notables avances en su moral y disciplina, la Patria podía contar con soldados que habían comprendido ya la profesión militar; un oficial de cualquier graduación que fuese, más quería ser destinado al punto más peligroso que recibir una reconvención del general Belgrano.


El heroico éxodo iniciado en Jujuy (agosto, 1812)

Tal fué nuestro estado, cuando hacia fines del mes de agosto, el enemigo hizo sobre nosotros un rápido movimiento y cargó con velocidad por varios puntos y á pesar de que fué sentido, no nos dejó más tiempo que el muy necesario para demoler nuestra fortificación de campaña, arrear nuestras provisiones y reunirnos al cuartel general, con la pérdida de muchos oficiales y tropa que cayeron prisioneros en varias guardias y partidas avanzadas que fueron sorprendidas.

El general Belgrano, esperó con resolución los últimos instantes, destacado, ó en franqueza diré mejor, en los suburbios de la ciudad de Jujuy. Se puede decir, que un exceso de delicadeza, honor y aun un cierto despecho patriótico, le hicieron adoptar el riesgoso plan de retirarse al frente del enemigo con el ejército en masa, cubriendo la retaguardia de las familias de Jujuy y Salta que emigraban con nosotros; ejército y familias, con pequeños intérvalos, formábamos á la vez una sola columna. El enemigo entraba á la plaza cuando nuestro ejército desfiló en retirada, cubriendo sus espaldas con reforzadas guerrillas, que á pesar de las ventajas del local y los esfuerzos que hacíamos, no éramos suficientes para contener á un enemigo que con dobles fuerzas nos perseguía con tenacidad sin dejarnos descansar: nuestra retirada llegó á ser tan apurada, que tuvimos que pasar por muchos momentos de conflicto y desesperación; entretanto el general Belgrano, recorria la columna de punta á cabo, dando órdenes que se habían de cumplir bajo pena de la vida, mientras que los valientes Díaz Velez y Balcarce sostenian la retirada del ejército y las familias, peleando dia y noche con la vanguardia enemiga.

Al pasar por Cobos y el Campo Santo, un imprevisto acontecimiento nos puso en conflicto, en el acto mismo que se ejecutaba la orden de fusilar dos soldados que se habían desviado de la columna con ánimo de desertar: hizo una tremenda explosión una carreta de municiones que se incendió de un modo inaveriguable: este fatal incidente, que en breves instantes llegó á noticias del enemigo, fué para nuestros soldados una señal de mal agüero que acabó de desalentarlos, y como por una precisa coincidencia, la persecución del enemigo, desde ese momento fué más activa, más tenaz y ofensiva, al paso que nuestra retirada se hacía más enérgica; ni ellos ni nosotros pudimos tener un descanso de dos horas completas, en el espacio de sesenta y más leguas andadas en cinco ó seis días con sus noches, dejando muchas veces reses carneadas en el camino, que el enemigo las aprovechaba, porque nosotros no teníamos tiempo para asar carne.



LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 2


No te entristezcas por nada, ni te intimides; desecha con valor despreocupado toda idea, todo pensamiento que no esté de acuerdo con el honor y los principios; piensa alegremente en las glorias de la Patria y en su venturoso porvenir, mientras yo, pensando en lo mismo, ruego á Dios por tí. Tu madre y hermanas quedan buenas con el consuelo de que á la vuelta de un tiempo y no muy tarde, volveremos á verte. Tus condiscípulos de clase están envidiando tu suerte, Dios te la depare buena y te dé todo acierto para que al fin la Patria tenga algo que agradecerte; sírvela pues como Dios manda, id en vuestro paseo militar con las bendiciones del cielo y las de este tu afectísimo padre. — German»

Creo que mi lector no tendrá mucha dificultad para llegar á comprender los efectos que produciría en mi ánimo esta carta y deducirá también con facilidad lo que sería yo en esos primeros días, cuando nuestros padres se honraban en sacrificarlo todo á la grande y árdua empresa de nuestra independencia y libertad.

Demasiado jóven, sin los conocimientos necesarios para juzgar de las cosas, sin ideas ni voluntad propia, sujeto á la patria potestad por la minoría de mi edad; sin capacidad ni derecho para obrar por mí mismo, debo decir, que cual máquina que cede sin resistencia al menor impulso del resorte que la mueve, me dejé llevar sin violencia por las disposiciones de mi padre y á su voluntad, emprendí ó mejor diré, me hicieron emprender una carrera ilustre por ser la de los héroes; pero llena de sacrificios, terribles dificultades y peligros, glorias y amarguras, goces y privaciones.

Esa carta pues que acabo de referir y que nadie puede darle la importancia que yo, fué el primer papel escrito que tuve interés en guardar y puedo decir que lo hice con el mismo cuidado con que supe guardar un día el primer despacho de mi primer ascenso. Cada vez que me acordaba de mi padre, sacaba de entre mis papeluchos la carta para leerla tres ó cuatro veces, hasta que llegué á saberla de memoria y por eso es que creo haberla recitado tal cual como fué escrita; la conservé en mi poder mucho tiempo, hasta que llegó la ocasión de que se perdiera como otras que recibí después, juntamente con mi equipajecillo, en la derrota del Desaguadero [Huaqui].

Cuando estalló en Buenos Aires esa revolución que dió la señal de guerra contra los antiguos dominadores de la América, hubo una provincia de las del Virreinato del Plata que en el acto se pronunció armada en oposición, la de Córdoba, y en la de Santiago del Estero, aparecieron dos hombres de influencia que haciéndola pronunciar en pro, secundaron el grito de Buenos Aires, don Juan Francisco Borges en la ciudad de Santiago y don German Lugones (mi padre), en su campaña, el primero como en una categoría en lo militar y el segundo en lo civil y político, patriotas ambos, é igualmente influyentes cada cual en su respectiva cuerda, hicieron distinguidos sacrificios como lo veremos después […]



El Gral. Manuel Belgrano, ese "curioso bomberito de la Pátria" (marzo, 1812)

Don Manuel Belgrano, general en jefe nombrado entonces en relevo de Pueyrredon, se hizo cargo del ejército á principios del año 12 en Yatasto. Al día siguiente de haber llegado mandó formar el ejército, pasó revista general, lo proclamó, lo reanimó y dando sus órdenes relativas á emprender una nueva y gloriosa campaña, contramarchó inmediatamente y al situar su cuartel general en Jujuy, destacó una división á vanguardia que se situó en Humahuaca al mando de don Juan Ramón Balcarce.


LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 1


Lorenzo Lugones nació en Santiago del Estero el 10 de agosto de 1796 y murió en Tucumán el 21 de enero de 1868. A los 14 años de edad se incorporó al ejercito, al Cuerpo de Patricios Santiagueños. Como guerrero de la independencia, combatió en todas las batallas libradas por el Ejército Auxiliar del Perú en las campañas del Norte. 


Introducción

Al emprender un trabajo tan superior á mis fuerzas y ajeno hasta cierto punto de mi profesion, he tenido en cuenta concurrir con mi grano de arena al esclarecimiento de la verdad histórica de mi país, trasmitiendo á la posteridad en su verdadero punto de vista, los distinguidos hechos de tantos varones ilustres, hijos beneméritos de la Patria.

Estos apuntes no serán un modelo de elocuencia y erudicion, ni encontrarán los que los lean aquel estilo florido de otros escritores que por sí solo basta para escitar interés y cautivar la atencion; yo escribo á mi modo, llana y sencillamente los hechos que han pasado ante mis ojos y de los cuales soy actor y testigo; sin prevencion de ninguna clase, sin pretension de ninguna especie y sin aspiraciones de ningun género.

Mas antiguo en el servicio que el ilustre general Paz, comenzaré la narracion de mis recuerdos históricos desde la cuna misma de la Independencia de mi país en la formacion del ejército auxiliador del Perú.

Mis lectores me dispensarán sí en los primeros pasos de mi carrera militar me ocupo de pequeñeces insignificantes para otros; pero para mí de muy gratos recuerdos y que ponen en transparencia el entusiasmo puro de aquellos tiempos de verdadera abnegacion y patriotismo.


Los Nuevos Campeones de la Patria (mayo, 1810)

Nací el día diez de agosto del año 1796, en Pampallagta curato de Soconcho, jurisdiccion de Santiago del Estero, estancia de la propiedad de mis señores padres don German Lugones y doña Maria Petrona Trejo, naturales ambos de dicha capital, y de aquí podrá deducir el lector cuan al principio de mi educacion y estudios estaría yo, cuando resonó en el nuevo mundo el grito de independencia y libertad, claro está pues, que aún no había tiempo para haber salido de las tinieblas de la infancia y cuando á la luz del Sol de Mayo de 1810, quise abrir los ojos, me encontré en las filas de los que llevaban el nombre de Nuevos Campeones de la Patria.

En aquel tiempo pues, de tan grandioso y solemne acontecimiento público, no había ni podía haber otra causa que la de libertar á la Patria; los americanos del Virreinato de Buenos Aires se disputaban á cual más sacrificios hacían por una causa tan sagrada: —mi padre había hecho los suyos á su vez y sin embargo de haber contribuido con su persona y alguna parte de los cortos bienes de su muy escasa fortuna, para dar mayor prueba de su decisión y entusiasmo, quiso hacer de mí un presente á la Patria y fuí admitido á su servicio en clase de cadete en el primer ejército Sud-Americano, levantado en medio de las aclamaciones, para combatir por la Libertad é Independencia de América.


La primera carta que recibí de mi padre (octubre, 1810)

Tan luego de haberme incorporado al ejército en Santiago, marché al Perú en la comitiva del general en jefe don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, que mandaba la expedición, iba yo bajo la protección del secretario de guerra doctor don Vicente Lopez y á los tres días de hallarnos en Tucumán, recibí una carta de mi señor padre, escrita por la primera vez después de mi salida, cuyo contenido, poco más ó menos era como sigue:

«Santiago del Estero, octubre de 1810. — Mi querido hijo Lorenzo: — Por el Dragon Sustaita que acaba de llegar á estas con las comunicaciones del General y por la que me escribe el Secretario he sabido que llegaron buenos; mucho me alegro que hayan sido tan bien recibidos en esa; pero me ha sido muy sensible que no me hubieses escrito teniendo tan buena proporción: esta omisión no tiene disculpa y sin embargo te lo dispenso con tal que no vuelvas á cometer otra igual falta. Con el alferez Zeballos que conduce los equipages del cuartel general, te remito tu cama y la ropa militar que recien ayer la han concluido de coser: los adjuntos papeles contienen dos cosas esenciales para tí: primero, la fé de bautismo acompañada de los certificados de tu buen origen, requisito necesario para ser admitido en tu clase, no obstante que, la genealogía del militar está en la foja de sus servicios y los ascensos obtenidos con suficientes méritos, son los verdaderos títulos de su linage, el segundo es, un credencial tomado razón en ésta tesorería y librado á la Comisaria del ejército para que se te abone la onza mensual que te asigno según ordenanza, hasta que llegues á ser oficial. Te advierto que vas formalmente recomendado á mí amigo el Secretario de guerra doctor don Vicente Lopez, al Intendente del ejército y al mismo General en jefe para que ocurras á ellos cuando te sea necesario, teniendo cuidado de no molestarlos á manera de un niño majadero, especialmente al Secretario que ha de hacer mis veces contigo: advierte pues que ninguna recomendación puede servir sin el acompañado de una buena comportación: te prevengo que en todo caso el honor es lo primero y habiendo de elegir un partido entre la muerte ó la deshonra, no se debe trepidar en abrazar lo primero.


martes, 25 de junio de 2019

Historia de los talleres y la industria ferroviaria Argentina



Esta película pretende mostrar el importante desarrollo alcanzado por la industria ferroviaria Argentina hasta el inicio de la década del 90, momento en que fué deliberadamente destruida.

Todas las imágenes pertenecen a los ferrocarriles e industria Argentina.

Algunas de las películas incluidas no son de orígen nacional, y fueron agregadas solamente con fines ilustrativos.

Se dio preponderancia a las imágenes referidas a la zona de Rosario.

miércoles, 19 de junio de 2019

Violencia en la Argentina - Los políticos se definen - Parte 8


Es posible que haya, en este proceso de renovada violencia, núcleos de inspiración y orientación extranjera, y es posible que haya otros más locales, pero extraviados en la estrategia. Pero hay hechos —todas las rebeliones provinciales y vecinales— que ilustran sobre el estado de rebelión del país. Hay gente en la Argentina que quiere, aunque parezca un rasgo de humor, creer hasta en los militares. Sin ser electoralistas, admitimos que la hipótesis electoral es todavía una vía válida, si el gobierno toma la iniciativa de desbrozar ese espinoso sendero de las urnas.

(Una vez terminada la primera rueda de intervenciones, Panorama abrió la discusión sobre otros puntos de interés vinculados con el tema. Lo que sigue son latí definiciones más tajantes de los expositores).

Alberti: Considero que la historia no es la consecuencia de los actos de grupos que están en la cúspide de la sociedad, por ello opino que los sectores minoritarios que se dedican a la acción armada en nombre de la revolución, podrán ser revolucionarios en el terreno ético, subjetivo; pero en los hechos no lo son: objetivamente constituyen un punto de apoyo para fortalecer el sistema represivo. Pero hemos dicho que hay otra minoría armada, que actúan en nombre del tradicional estilo de vida argentino, para conculcar los derechos del pueblo, imponer una política económica antinacional. Yo, juzgaría, por ejemplo, a los altos mandos militares que en junio de 1966 derrocaron a un gobierno —también nacido de la proscripción— que tenía dos millones y medio de votos para imponer a un presidente con los votos de los tres comandantes en jefe.

Alende: En los últimos años se ha demostrado que las Fuerzas Armadas no sólo no promueven la revolución nacional, sino que la sofocan y hasta la temen. Si se resignan a convertirse a los designios del Departamento de Estado o del Pentágono, en policías internas dentro de su propio país para avalar los intereses antinacionales que tratan de prevalecer, entonces no habrá cauce cívico militar para la revolución. Por eso nosotros planteamos, en este momento, el camino de la elección. Cualquier proscripción, por supuesto, sería violenta.

Allende: Yo me pregunto, si la exclusión del líder a quien todos consideramos representante de más de la mitad de la Argentina no es violencia, entonces ¿qué es violencia?

Dulevich Uzal: Le reconocemos legitimidad plena a la violencia social. Consideramos a la política económica actual como violenta, agresiva para la mayoría de la población argentina. En cuanto al problema de las proscripciones, nosotros no las propiciamos pero no se concurre a elecciones estimulando la guerrilla por un lado y exhortando por el otro a esa misma concurrencia.

Selser: Me parece que los reclamos del embajador Rojas Silveyra y otros militares para que todo el mundo se defina sobre este tema carecen de entidad. He definido la política económica actual como terrorismo económico. Lo táctica y la estrategia de mi partido no coinciden con los asesinatos de Sallustro y el general Sánchez.

Galimberti: Estimo francamente descabellado el pedido oficial de un pronunciamiento del general Perón en las presentes circunstancias. Elogio la digna actitud de la Democracia Cristiana de negarse a concurrir y, por supuesto, no coincido con la actitud asumida por mi movimiento, la que he acatado por disciplina revolucionaria. Como se han hecho alusiones a las torturas durante el peronismo y a la actuación de Cardozo y Lombilla estimo conveniente nuevamente no juzgar la violencia en abstracto. Un gobierno revolucionario necesita un aparato policial, puede fusilar, pero no va a torturar. Respecto de esos personajes que mencioné, nosotros como movimiento popular nos avergonzamos de ellos y hacemos la autocrítica. Y no solo de ellos, sino también de algunos que en las actuales circunstancias los tenemos sentados muy cerca nuestro en el movimiento y a los que en cualquier día les vamos a dar como condecoración la Picana de oro.

Nadra: Para nosotros hay una ciencia de la revolución y una ciencia de la política. Si queremos construir un camino revolucionario tenemos que seguir un camino de masas. Porque nosotros sabemos que el general Sánchez era el jefe de la represión en Santa Fe, responsable directo de las torturas a Norma Morello, y que Oberdan Sallustro, era el cesanteador de 500 obreros mecánicos, pero su eliminación física no elimina las causas de los problemas y genera inmediatamente más represión y más dificultades para el avance del conjunto del pueblo. Las restricciones hacen fraudulenta cualquier elección. Hablemos claro: ¿Por qué Perón no va a ser candidato? Si el pueblo vota a Perón, que sea presidente. Esa es la única manera de "jugar limpio": con todos v sin represión.

Pan: El país está necesitado de que se clarifiquen las mentes y se salga del camino trillado de las frases rituales. Decir que la violencia de arriba genera la de abajo no lleva a nada, porque los que están en la "revolucionaria", si llegan a escalar el poder —como dijo Galimberti—, impondrán su propio aparato represivo. Entonces se volverá a producir la violencia de abajo. Hay en este momento confusiones notables. La actitud torpe y subalterna que ha tenido que asumir el embajador Rojas Silveyra en Madrid, demandando definiciones de Perón en tono impropio de un diplomático es injustificable. Con eso no quiero reivindicar al exiliado. Aquí hemos hablado de leyes represivas, a las que me opongo, y no son más que la herencia de las que se dictaron entre 1945-1955. Quiero hacer constar que no me parece legítima la violencia de grupo: eso sin tapujos se llama fascismo.

Revista Panorama
20.04.1972




martes, 18 de junio de 2019

Violencia en la Argentina - Los políticos se definen - Parte 7


Nadra: Pero somos amigos.
Selser: Así es. Y le puedo señalar que una de las contradicciones más notables, más violentas del proceso, es la proscripción del comunismo. Se reclama un pronunciamiento terminante contra la violencia y cierto tipo especial de ella, el terrorismo reactivo. No niego que en algunos núcleos puedan existir elementos con ideologías extranjeras, cosa que no me aterroriza porque yo también pertenezco a un partido político que está muy influido por una ideología foránea: la socialista (Risas). Claro que nosotros, con el socialismo argentino, proponemos una estrategia diferente a la de cierto tipo de reacciones que no son las más adecuadas para avanzar en el proceso. Como decía Galimberti, a nadie le entusiasma la violencia por sí misma, pero si la salida electoral implica el mantenimiento del statu-quo, pienso que vamos a seguir en la espiral de represión y contrarrepresión en la que estamos envueltos.

Horacio Sueldo: A esta altura del debate es difícil decir algo original. Mucho de lo que diga será un intento de sintetizar la abundante coincidencia que ha existido. Existe una idealización de la violencia, cualquiera sea la punta en que se la considere. Por ejemplo, se idealiza por parte de los voceros del régimen y de sus asesores espirituales cada vez que nos descargan sermones sobre la perversidad de la violencia. Pero también es exacto que desde el extremo opuesto se cae en el error de generalizar, de elaborar una especie de mito sobre la violencia de palabra y de hecho. Entre la borrachera de mitos que vive el país, uno particular es éste: el de la suma y santa eficiencia de la violencia, para esto, para aquello, para lodo. Hay jóvenes idealistas con gran testimonio de coraje y desprendimiento personal, que me obligan a situarlos muy por encima de ciertos representantes del orden social, de la justicia y de la ley, a los que se debe llamar a la realidad para que comprendan que hasta la violencia requiere inteligencia. Por otro lado, se ha hablado de juego limpio. 


Mucho más allá de la amplitud de ese juego, lo bueno sería saber si lo que se propone como salida electoral va a permitir limpiar el país o no. Porque aquí solamente hay dos alternativas: transformación a fondo o parches y remiendos. Quisiera aludir como un signo, pero no es el menor, a recientes decisiones del más alto nivel gubernativo, que han echado paladas de tierra sobre actos de grandes personajes del régimen. En un país en serio, esos actos habrían motivado degradación militar y cárcel de por vida. ¿Se les puede pedir a los jóvenes guerrilleros que se asimilen a una sociedad, a una ley que sirve para eso? Es cierto, como se ha dicho acá que hubo picana eléctrica en huelgas antes de 1955. 

Pero, si hemos de ser leales, si aquéllos fueron precedentes, fueron cimientos, hoy estamos bajo la fronda de una represión incrementada a un grado que jamás ha conocido el país. Y voy a citar romo un elemento degradante el hecho de que un alto funcionario público cuando se le pide que someta a los presos políticos a sus jueces naturales contesta que "no vamos a cometer la ingenuidad del pase a los jueces porque a estos señores de la subversión sofisticada los vamos a combatir con sus propias armas".
Panorama: ¿A qué funcionario se refiere?
Sueldo: Al doctor Mor Roig, ministro del Interior. Si el funcionario está combatiendo formas delictivas, no puede caer en la inmoralidad, en el cinismo jurídico de combatir el mal con el mal. Todo hombre es mi hermano, lo digo con lenguaje cristiano: lo es el general Sánchez, la señora Cucco, siento por ellos profundamente y por sus familias también. 
La vida humana es sagrada y ningún grupo particular puede erigirse en tribunal revolucionario. Aparte de esas víctimas, mi solidaridad se extiende a la familia Sallustro, pero también a la de Ver, Maestre, Zenteno, el obrero textil Monti, a los miles de "pobres tipos" de los que nadie se ocupa porque no tienen la importancia de los grandes empresarios y de los grandes generales. 
Podemos mencionar también a nuestra querida Norma Morello, militante social-cristiana de Goya, a la que en un refinamiento de la tortura, como a todas las mujeres solteras —hay algún respeto a veces para las casadas— se les introducen picanas dentro de un tubo de plástico para que lleguen a lo más profundo del organismo; y a los hombres se les introduce en el recto.



Violencia en la Argentina - Los políticos se definen - Parte 6


Luis Pan: Me adhiero al distingo de Nadra entre terrorismo y violencia. De entrada quiero plantear una cuestión previa. Si los grupos que ejercen la denominada violencia de abajo tomaran el poder, todos los que no perteneciéramos a ese grupo, ¿podríamos leer el diario de nuestra preferencia?
Galimberti: No tenemos intención de clausurar La Vanguardia (risas).
Pan: La Vanguardia se lee muy poco y usted es muy joven para hacer ironías. Yo también he ejercido la violencia. La nuestra tenía sencillez y pequeños reclamos. Queríamos, durante la dictadura —bajo la cual padecimos exilio, persecución y tortura—, utilizar la televisión y la radio para exponer nuestras opiniones. Nos contentábamos con poco y eso no nos fue concedido. Incluso se dictó en 1951 una ley prohibiendo las alianzas de partidos.
Alberti: La alianza era un hecho, de cualquier modo. La Unión Democrática sobrevive durante el año 1947, lozana y fresquita.
Pan: Hablaba del año 1951. ¿Es cierta la existencia de la ley, doctor Alende?
Alende: Así es. También es cierto que yo estaba en contra.
Pan: ¿De la ley?
Alende: De la alianza, doctor (Risas).
Pan: No es cuestión de bromas. Yo no soy doctor.
Alende: Discúlpeme, no quise ofenderlo (Risas).
Pan: Todos nosotros hemos ejercido la violencia. La hemos ejercido en la forma que dije hace un momento, en los años 1940, 1941, 1942, en que había que sacudir al imperialismo nazi en el país. No nos extraña la palabra violencia. Lo que no podemos aceptar es que sean proclamados como hechos legítimos el terrorismo y la eliminación de las personas. En los episodios, de violencia que viene conociendo el país en los últimos cuatro años concurren expresiones pueriles, insuficiencias políticas, falta de madurez, propensión a la aventura. Lo único que obtienen como contrapartida es la irrupción violenta de gobiernos o movimientos de derecha. Los actores de la violencia invocan a menudo el nombre de Marx. Pero lo primero que hizo Marx en 1844 cuando llegó a París fue exigir que abandonaran la clandestinidad los que no eran reconocidos como ciudadanos, y así se terminara con el infantilismo terrorista de Blanqui y otros adeptos.
Alberti: Si usted considera a Marx como predecesor de Américo Ghioldi, evidentemente se referirá a Groucho Marx.
Pan: La función cómica la sabe usted hacer muy bien.
Alberti: Y yo reitero mi admiración por su predisposición para la tragedia. Le falta lectura de Marx a través de Lenin.

Jorge Selser: Voy a tratar de ejercer la menor violencia posible sobre el auditorio, tratando de ser lo más breve posible (Risas). Nadie quiere la violencia —por lo menos el elemento sano— por la violencia en sí, sino con determinados fines, y utilizándola hasta donde sea necesaria. Hay también un problema de estrategia general. A veces tenemos que juzgar si un movimiento de terror sirve a la posibilidad del cambio social. Entonces concluimos que no toda violencia puede ser considerada ampliamente positiva, como no toda puede ser considerada de carácter negativo. Si no, tendríamos que rechazar la toma de la Bastilla y tendríamos que decirle a los hombres de Vietnam que aguanten la presencia norteamericana en Vietnam, porque habría que evitar la violencia; o bien aconsejarles a los hermanos dominicanos que soporten la presencia de las tropas norteamericanas, auxiliadas por las brasileñas, para implantar una dictadura del terror, porque hay que evitar la violencia. Y nosotros no estamos en eso. Las estructuras económico-sociales en la Argentina estaban ya preparadas para una etapa de violencia, porque eran tremendamente injustas. Y el 28 de junio de 1966, un golpe militar se dirige a consolidar el statu-quo e implanta —porque no se tienen urgencias electorales— la política de Adalbert Krieger Vasena. Hay entonces también un terrorismo oficial de tipo económico y que se verifica también en el cierre de los canales de participación del pueblo argentino: los partidos políticos. Entonces, la población se rebela a través de diferentes circunstancias que necesariamente no pueden ser totalmente claras. ¿Qué intención podían tener los hombres del cordobazo? No se les puede pedir a esos hombres que suscriban una carta de intención acerca del futuro gobierno democrático.


Pan: Cuando uno está en contra de algo tiene que saber qué quiere en su reemplazo.
Selser: Le pido que no me interrumpa más, por favor. Creo que su observación es equivocada, porque todas las revoluciones demuestran que no puede haber una completa conciencia en los hombres que toman intervención en un proceso histórico. Saludo al cordobazo como una manifestación positiva que provocó la actual intención de convocar a comicios. Existe un círculo vicioso de la violencia en el que el gobierno militar tiene una responsabilidad fundamental. Ese círculo se rompe devolviendo la soberanía política al pueblo argentino. Derogando leyes inconcebibles, porque sabe Nadra que no soy comunista..