miércoles, 26 de junio de 2019

LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 2


No te entristezcas por nada, ni te intimides; desecha con valor despreocupado toda idea, todo pensamiento que no esté de acuerdo con el honor y los principios; piensa alegremente en las glorias de la Patria y en su venturoso porvenir, mientras yo, pensando en lo mismo, ruego á Dios por tí. Tu madre y hermanas quedan buenas con el consuelo de que á la vuelta de un tiempo y no muy tarde, volveremos á verte. Tus condiscípulos de clase están envidiando tu suerte, Dios te la depare buena y te dé todo acierto para que al fin la Patria tenga algo que agradecerte; sírvela pues como Dios manda, id en vuestro paseo militar con las bendiciones del cielo y las de este tu afectísimo padre. — German»

Creo que mi lector no tendrá mucha dificultad para llegar á comprender los efectos que produciría en mi ánimo esta carta y deducirá también con facilidad lo que sería yo en esos primeros días, cuando nuestros padres se honraban en sacrificarlo todo á la grande y árdua empresa de nuestra independencia y libertad.

Demasiado jóven, sin los conocimientos necesarios para juzgar de las cosas, sin ideas ni voluntad propia, sujeto á la patria potestad por la minoría de mi edad; sin capacidad ni derecho para obrar por mí mismo, debo decir, que cual máquina que cede sin resistencia al menor impulso del resorte que la mueve, me dejé llevar sin violencia por las disposiciones de mi padre y á su voluntad, emprendí ó mejor diré, me hicieron emprender una carrera ilustre por ser la de los héroes; pero llena de sacrificios, terribles dificultades y peligros, glorias y amarguras, goces y privaciones.

Esa carta pues que acabo de referir y que nadie puede darle la importancia que yo, fué el primer papel escrito que tuve interés en guardar y puedo decir que lo hice con el mismo cuidado con que supe guardar un día el primer despacho de mi primer ascenso. Cada vez que me acordaba de mi padre, sacaba de entre mis papeluchos la carta para leerla tres ó cuatro veces, hasta que llegué á saberla de memoria y por eso es que creo haberla recitado tal cual como fué escrita; la conservé en mi poder mucho tiempo, hasta que llegó la ocasión de que se perdiera como otras que recibí después, juntamente con mi equipajecillo, en la derrota del Desaguadero [Huaqui].

Cuando estalló en Buenos Aires esa revolución que dió la señal de guerra contra los antiguos dominadores de la América, hubo una provincia de las del Virreinato del Plata que en el acto se pronunció armada en oposición, la de Córdoba, y en la de Santiago del Estero, aparecieron dos hombres de influencia que haciéndola pronunciar en pro, secundaron el grito de Buenos Aires, don Juan Francisco Borges en la ciudad de Santiago y don German Lugones (mi padre), en su campaña, el primero como en una categoría en lo militar y el segundo en lo civil y político, patriotas ambos, é igualmente influyentes cada cual en su respectiva cuerda, hicieron distinguidos sacrificios como lo veremos después […]



El Gral. Manuel Belgrano, ese "curioso bomberito de la Pátria" (marzo, 1812)

Don Manuel Belgrano, general en jefe nombrado entonces en relevo de Pueyrredon, se hizo cargo del ejército á principios del año 12 en Yatasto. Al día siguiente de haber llegado mandó formar el ejército, pasó revista general, lo proclamó, lo reanimó y dando sus órdenes relativas á emprender una nueva y gloriosa campaña, contramarchó inmediatamente y al situar su cuartel general en Jujuy, destacó una división á vanguardia que se situó en Humahuaca al mando de don Juan Ramón Balcarce.


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