miércoles, 27 de octubre de 2010

BAIGORRI Y LA MAQUINA DE HACER LLOVER - parte 3



El tal Baigorri había nacido en Entre Ríos a fines del siglo anterior. Hijo de un militar amigo del general Roca, llegó a Buenos Aires para hacer la secundaria en el Colegio Nacional. Cuando egresó viajó a Italia para estudiar geofísica y se recibió de ingeniero en la Universidad de Milán.

En esos años —principios de la década del 30— comenzó a viajar por el mundo, contratado por diferentes petroleras. Estuvo en diversos países de Europa, Asia y Africa. Y también en Estados Unidos, desde donde volvió contratado por YPF.

Con su mujer y su hijo se instaló en Caballito. Junto a sus bultos de familia hizo trasladar desde el aeropuerto un aparato con antenas expandibles, que guardó celosamente en un placard. "Más o menos estoy adaptado a Buenos Aires, pero hay mucha humedad", se quejaba. Una mañana se decidió. Tomó unos aparatos y los utilizó para ir midiendo la humedad por los barrios porteños. Se paró frente a una casa de Araujo y Falcón, en Villa Luro. Las agujas le indicaban que era la zona más alta de cuanto había recorrido. Compró esa casa, que tenía un altillo perfecto para un laboratorio.

Allí se fue "desarrollando" la función de la extraña máquina, un artefacto que, a los dichos de Baigorri, provocaba que el cielo rompiese en lluvia cada vez que la encendiera. Según él, ocurría por un mecanismo de electromagnetismo que concentraba nubes en el área de influencia del aparato.

Era 1938 y los diarios hablaban de los recientes suicidios de Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni. Y de los fraudes en las elecciones parlamentarias que ponían al presidente Roberto Ortiz al borde de la renuncia. River inauguraba el Monumental.

Baigorri buscaba demostrar que podía manejar la lluvia y buscó el patrocinio del Ferrocarril Central Argentino. El gerente inglés oyó la propuesta y sonrió, malicioso. "¿Y usted podría hacerlo en cualquier lugar?", preguntó, tropezando con las palabras en español. Baigorri contestó que sí, y el inglés desafió, sarcástico: "Bueno, haga llover en Santiago del Estero".

Hacia allí salió el ingeniero, con su extraña máquina y un perito agrónomo de acompañante, que viajaba para controlarlo. A los pocos días volvieron y el perito certificó que, en una estancia de una localidad llamada Estación Pinto, Baigorri se puso a trabajar y a las ocho horas llovió.

Su fama comenzó a crecer y llegó con él, en tren, a Buenos Aires. Hasta viajaron dos periodistas de The Times, de Londres, para entrevistarlo. En el otro rincón, el ingeniero Calmarini, director de Meteorología, salió a decir que todo era un invento infame o, a lo sumo, obra de la casualidad.

Aprovechando la polémica y con el tema instalado en la calle, Crítica fue a entrevistar a Baigorri. De allí salió el desafío para el 2 de enero. Ante el silencio de Meteorología, el ingeniero subió la apuesta: le mandó al funcionario nacional un paraguas de regalo . Junto al bulto, una tarjeta: "Para que lo use el 2 de enero".Fue el día en que los porteños se desvelaron para mirar el cielo, esperando la lluvia.

Baigorri comenzó a viajar por el interior y a "hacer llover" con su máquina en diferentes localidades, con suerte dispar.

En 1951 fue asesor ad honórem del Ministerio de Asuntos Técnicos. Al año siguiente desempolvó su viejo invento y viajó a La Pampa. Llegó, encendió la batería y empezó a llover, aunque ya la gente dudaba de sus méritos: "Iba a llover de todos modos", decían.

Baigorri se recluyó en un largo silencio. Ya viudo, pasaba horas en el altillo de Villa Luro. Leonor, la mujer que hoy vive en esa casa, contó a Clarín: "Cada vez que llovía la gente rodeaba la casa y se ponía a mirar hacia el altillo". Allí mismo Baigorri se negó a atender a un emisario que decía venir en nombre de un empresario norteamericano para comprarle la fórmula. "Mi invento es argentino y será para exclusivo beneficio de los argentinos", le contestó.

Anciano y solo, vendió la casa y se mudó a lo de un amigo francés, que le prestó una habitación en un departamento. Murió en el otoño de 1972, hace justo 30 años. Tenía 81 y había llegado al hospital solo, con problemas en los bronquios.

Nadie más supo de la extraña máquina de las antenas. Ni si Baigorri dejó un sucesor secreto para que la activara como homenaje durante su propio sepelio: cuando lo estaban enterrando, en el cementerio de la Chacarita, se largó a llover.



BAIGORRI Y LA MAQUINA DE HACER LLOVER - parte 2


El director del Servicio de Meteorología Nacional no perdía ocasión para hablar con tono entre burlón y despectivo de Baigorri Velar. Un día el diario "Crítica" anuncia, a modo de desafío, que el ingeniero hará llover entre el 2 y el 3 de enero de 1939. Baigorri acepta el reto y no sólo eso: con un rasgo de humor poco habitual en él, ya que se trataba de un hombre que tomaba todo muy seriamente, le envía un paraguas de regalo al hombre que se burlaba de sus métodos, el Director de Meteorología. Una tarjeta adunta decís: "Para que lo use el 2 de enero"

En efecto, llueve entre el 2 y el 3 de enero. Lo entrevistaron de varios diarios y revistas extranjeras. En la década del 40' un ingeniero norteamericano vino a verlo ofreciéndole mucho dinero por el invento y Baigorri contestó que:

-Soy argentino ... Y mi invento es para beneficiar a la Argentina.

Los ofrecimientos se sucedieron, pero la respuesta fue siempre la misma.

A pesar de todo esto, el manoseo popular de la idea y las feroces embestidas de funcionarios que no estaban de acuerdo, hicieron que Baigorri Velar decidiera retirarse, aunque continuó con esporádicas experiencias en los lugares en donde se lo solicitaba.

Tal vez no llovió en ciertos lugares a los que acudió el ingeniero con sus aparatos, pero es innegable que sí lo hizo en mucho otros donde hacía mucho tiempo que tal cosa no ocurría. El hecho es que todavía hoy se polemiza sobre el tema.
EL DIA EN QUE TODA LA CAPITAL MIRO HACIA EL CIELO PARA VER SI IBA A LLOVER
(Héctor Gambini. Redacción de Clarin.17-06-2002)

Sucedió el 2 de enero de 1939, cuando un ingeniero llamado Juan Baigorri le aseguró al director de Meteorología que haría llover sobre la ciudad. Y llovió.

Como respuesta a la censura a mi procedimiento, regalo —por intermedio de Crítica— una lluvia a Buenos Aires para el 2 de enero de 1939". La frase salió en el diario a fines del 38 y era un desafío público al director de Meteorología Nacional, para quien el autor de los dichos no era más que un embustero. Un ingeniero provocador que decía haber inventado la máquina de hacer llover.

Cuando llegó el 1° de enero, los porteños tenían el desafío tan presente que chocaban copas de madrugada con los ojos clavados en el cielo limpio. El día fue tan caluroso y húmedo que hasta la tarea de sentarse bajo la parra a mirar las nubes raquíticas que pasaban por Buenos Aires resultaba un entretenimiento cansador. Pero llegó la noche y nada.

En la mañana del 2, la ciudad volvió al trabajo. Y nada. Ni rastros de la lluvia. Pero no había viento ni para mover un pétalo de rosa. Y las nubecitas blancas y enfermizas de la tarde anterior iban echando cuerpo y color. Primero grises plomo. Después virando hacia el negro. Cada vez más. Hasta que una brisa de suspiro apareció de la nada con un aliento de humedad en suspensión. Gotitas sin peso ni para llegar al suelo. Y otras gotitas finas detrás, que ya tocaban el asfalto. Y otras gordas como ñoquis, que ahora hacían dibujos en los charcos incipientes. Enseguida, tormenta eléctrica y chaparrón violento. Una catarata que caía del cielo mientras Crítica paraba las rotativas para salir al mediodía con el título principal de la quinta edición, en tipografía catástrofe: "Como lo pronosticó Baigorri, hoy llovió", debajo de una volanta que daba información acerca de lo que acababa de ocurrir en Buenos Aires: "Baigorri consiguió que tres millones de personas dirijan sus miradas al cielo".

BAIGORRI Y LA MAQUINA DE HACER LLOVER - parte 1



“Cómo respuesta a la censura a mi procedimiento, regalo, por intermedio de Crítica, una lluvia a Buenos Aires para el 3 de enero de 1939”. Juan Baigorri Velar.

"El hombre que hacia llover"
Hijo de un militar que cultivaba una profunda amistad con el Gral. Julio Argentino Roca, cursó sus estudios en el Colegio Nacional Buenos Aires y luego se recibió de ingeniero. Como decidió realizar una especialización en petróleo, viajó a Italia para cursar Geofísica en la Universidad de Milán.

Durante su estadía en Italia diseño y construyó un aparato que medía el potencial eléctrico y las condiciones electromagnéticas de la tierra. Esto sería el principio de lo que hoy es casi una leyenda. Se trataba de una caja cúbica del tamaño de un aparato de TV actual (de los medianos) y con dos antenas que sobresalían misteriosamente. Pero aún no lo usaba para los fines que lo harían famoso.

En 1929 Baigorri Velar acepta un cargo que le fuera ofrecido por el director de YPF, el Gral. Enrique Mosconi. Por este motivo se instala definitivamente en Buenos Aires junto a su mujer e hijo.

Al principio van a vivir al barrio de Caballito pero el ingeniero advierte que la zona es demasiado húmeda para su gusto y el de sus delicados instrumentos. Un día recorre un amplio sector de la ciudad llevando con él uno de sus aparatos, y al pasar por la zona de Villa Luro, descubre que ese lugar es el más alto de la ciudad de acuerdo a la medición de su instrumento, y allí se muda luego de encontrar una casa adecuada en Ramón Falcón y Araujo.

Es en 1938 cuando el ingeniero Baigorri descubre que uno de sus aparatos, cargado con reactivos químicos y conectado a una batería, provoca lluvias en cualquier lugar donde se encuentre. A partir de ese momento comienza a realizar pruebas en los lugares más difíciles.

En la estancia "Los milagros", de Juan Balbi, provincia de Santiago del Estero, hacía 16 meses que no había precipitaciones. Baigorri conecta sus instrumentos y logra hacer llover.

También en Santiago del Estero es solicitado por el mismo gobernador de la provincia, el Dr. Pío Montenegro. Acude a una estancia del funcionario en donde no llovía desde hacía ya tres años. Tres días de trabajo y llueven 60 mm. en dos horas.

Nuevamente Santiago del Estero, para Navidad; llueve como nunca.

En Carhué hacía tres años que no llovía. Va Baigorri con sus aparatos y llueve tanto que desborda la laguna.

El ministro de Asuntos Técnicos de la provincia de San Juan lo llama en 1951 para probar suerte en una zona en la cual no caía agua desde hacía 8 años. Prueba y llueven 30 mm.

A pesar de todo esto hay una buena parte de la opinión pública que desconfía del método. Lo llaman "el mago de Villa Luro" y les cuesta creer que todo aquello sea posible.

viernes, 22 de octubre de 2010

Hiperhumor

Las Cuadreras


Son carreras de a caballo de 2 participantes. Por lo general se corren sin gatera y en pelo o con un pelero. Los caballos que se utilizan son mestizos en un grado de 3/4 o 7/8, y los participantes pueden largar de 2 formas: -en seco: por el cual los caballos arrancan de parados, este tipo de largada tiene el inconveniente de la ventaja que puede tomar el caballo con mejor picada. -partiendo: por el cual los "fletes", prodigiosamente conducidos, largan a un galope leve hasta que los hocicos se emparejan y toman la carrera.
Si uno de los equinos tiene evidente ventaja y el dueño lo desea, le da una "luz" de ventaja que se medirá acortando el largo de la pista del caballo desfavorecido. El sistema de llegada se calcula poniendo un hilo muy fino (fácil de cortar) llamado "muñeco" que dejará caer una trabilla. La trabilla que queda debajo pondrá al descubierto al vencedor.

http://www.folkloredelnorte.com.ar

jueves, 21 de octubre de 2010

José Ingenieros y el "contrabando de ideas" en vísperas de la Revolución de Mayo - parte 4





La revolución argentina –y, en general, la americana, pues “expulsados los jesuitas y relajadas las órdenes monásticas, el cetro literario pasó a manos de clérigos nacidos en América… que fueron el centro de las nuevas tendencias, escogiendo como medio adecuado el cultivo de las letras profanas”- tuvo el concurso de los nativos que en busca de una carrera liberal habían entrado al sacerdocio y se veían defraudados en su adelanto profesional por la situación de privilegio en que se hallaban los altos dignatarios, peninsulares todos. “Si la parte más numerosa y humilde del clero americano no fue hostil a la revolución, no puede decirse lo mismo del clero superior, de los obispos y arzobispos, entre los cuales no hubo uno solo, desde el Istmo hasta el Cabo, que no permaneciera leal a Fernando VII y a la bandera de la monarquía… Todos conocemos el rasgo de audacia que salvó a nuestra revolución en territorio cordobés”: la cabeza de la reacción española fue el obispo Orellana  y a punto se estuvo de suprimir esa cabeza.
Inglaterra había mandado a Buenos Aires, desde 1795, un agente secreto, real o supuesto fraile dominico, que estuvo algunos años alujado en el convento con propósitos confesados de espionaje; en un panfleto que dio a luz en Londres a su regreso, en 1805, dice “que notó en la juventud mucha exaltación y odio contra la dominación española, no garantiéndoles la vida a los partidarios del rey y prometiendo colgar al último de ellos con las tripas del último fraile, como era la frase aceptada del republicanismo francés” .
Conocida es la indiferencia con que los criollos oyeron a los ingleses hablar de la libertad de cultos, cuando las invasiones inglesas. En el Río de la Plata nunca creyó el pueblo que los “herejes” o “luteranos” tenían cuernos, cola o pie de cabra, como se creía en otras colonias españolas; pero a nadie le interesaba el problema que los ingleses juzgaban importante, pues aquí no había otra religión que la católica, aunque eran muchos y muy ricos los judíos portugueses que disimulaban sus creencias. Además, contra el partido conservador español, que era el mismo caballista y jesuítico que había conspirado contra Bucarelli, Vértiz y Maciel, estaba casi todo el clero criollo, y esto mismo obligaba a los liberales más ardientes a guardar ciertas formas. En la hora inicial de la Revolución, no se sintió la necesidad de ostentar las conclusiones antirreligiosas del enciclopedismo, ya fuera por estar hondamente arraigada la educación colonial, ya por no herir las creencias de las masas, naturalmente supersticiosas. Belgrano consagró su espada a una virgen; Moreno, al editar el Contrato Social, suprimió un capítulo imprudente.
Así agonizaba, en vísperas de las invasiones inglesas ese régimen colonial, cuya estructura, psicología y significación en ese momento histórico son ya conocidos.

Fuente: José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, Libro I, La Revolución, Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1918, págs. 136-142.

José Ingenieros y el "contrabando de ideas" en vísperas de la Revolución de Mayo - parte 3

Esta irrupción de ideas europeas en el ambiente americano fue creciendo sin reservas; los doctores criollos mostrábanse en todas partes favorables a las peligrosas novedades que con ahínco denunciaban los últimos virreyes. En los propios documentos oficiales aparece la semilla subversiva, dado que plumas americanas llegaban a colaborar en el complicado papelismo español. La memoria elevada por el virrey Avilés, sobre las colonias orientales del río Paraguay o de la Plata, (1801) fue redactada por el peruano Miguel Lastrarria, estudiante de ciencias naturales y exactas en la Universidad de Santiago de Chile y catedrático de filosofía moderna y tecnología dogmática en su real Convictorio. Su enseñanza no debió ser muy ortodoxa, por cuanto los delegados de la Inquisición en Chile clausuraron su curso; “fue separado de su puesto y tuvo que defenderse de las inculpaciones que se hicieran por aquel tribunal al carácter de su enseñanza”. Secretario del marqués de Avilés, en Chile, vino con él a Buenos Aires, como asesor. Su obra deja entrever alguna comprensión de los problemas coloniales, que advirtió su prologuista Del Valle Iberlucea: “Puede señalarse de paso la influencia que tuvieron, según denotan estos términos, sobre la mente del secretario de Avilés, las ideas del siglo XVIII, de Rousseau y del “Contrato social”, la revolución de 1789 y la “Declaración de los derechos del hombres y del ciudadano”, de la cual parecieran haber sido tomadas”.
El Colegio, el Consulado, el teatro, las escuelas técnicas, los grandes cafés, y otros sitios de contacto público entre la población nativa, contribuyeron de manera esencialísima a desenvolver en Buenos Aires esa comunidad de sentimientos y de ideas que es condición primera de toda solidaridad social; con verdad ha podido afirmarse que, antes de las invasiones inglesas, los “criollos” o “hijos del país” tenían ya un espíritu de nacionalidad que los distanciaba de los “peninsulares” o “sarracenos”. Esos no eran los únicos factores que contribuían a la formación del nuevo espíritu argentino, antitético del colonial. Algunos clérigos nativos, por las lecturas que hacían fuera de los colegios y por el contacto íntimo con los jóvenes de su edad, en la familia y en la ciudad pequeña, eran volterianos y críticos, “ante cuya ilustración y desenvolvimiento intelectual hacían bien triste figura, por cierto, los obispos y familiares que nos venían de España, como Malvar, Lue, Videla, Orellana, y de ahí una especie de destitución, real aunque no declarada, que el clero patrio había hecho del clero peninsular la influencia popular”.
“Los conventos mismos de frailes estaban influidos y gobernados por los criollos, que eran los más desparpajados y los más sabidos a todas las luces; y como todos ellos pertenecían a las familias decentes, y de larga tradición interna, mantenían un roce continuo con la comunidad nacional; y resultaba un espíritu homogéneo de patriotismo y de interés apasionado por la tierra común, completamente ajeno a todo espíritu de partido o de jerarquía clerical”.
Los intereses económicos coincidían, en suma, con una profunda transmutación de ideales políticos y filosóficos; y en cuanto España representaba la opresión autoritaria y el dogmatismo teológico, la emancipación debería concebirse como democracia y como liberalismo, en todos los sentidos.

Fuente: José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, Libro I, La Revolución, Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1918, págs. 136-142.

miércoles, 20 de octubre de 2010

José Ingenieros y el "contrabando de ideas" en vísperas de la Revolución de Mayo - parte 2


Contrabando de ideas

Por reales órdenes dictadas a fines del siglo XVIII, habíase restablecido el tráfico de negros en Buenos Aires, concediéndose, a los buques extranjeros que lo practicaban, la franquicia de cargar al regreso frutos del país. Esta circunstancia aumentó singularmente las facilidades de intercambio con gentes europeas, entrando y saliendo por el Río de la Plata muchas más cosas y personas de las que se suponía y aconsejaba la prudencia. Fue entonces el resentimiento administrativo de la facción monopolista, ya que todo el comercio pudo perfeccionar su vieja maña del contrabando que tanto alteraba a las autoridades de Lima contra los mercaderes de Buenos Aires. No había error en afirmar que este puerto, en vísperas de la independencia, era una colonia de contrabandistas; de la meteduría lucraban desde los virreyes hasta los esclavos, y todos con perjuicio del erario. Había dejado de ser un delito lo que era un modo de vivir general: España no comprendió que la libertad de comercio (la verdadera, no la restringida que estableció Ceballos) hubiera sido la simple sanción legal de una situación de hecho.
Otras aduanas –las espirituales- tenía en América el gobierno español; y contra ellas se organizó otro contrabando, no menos sistemático. Las rigurosas restricciones a la introducción de libros prohibidos eran violadas; la herejía se filtraba por los innumerables resquicios del desvencijado armazón colonial. Notorio y grande sería el abuso, pues en agosto de 1785 fue necesario dictar una Real Orden “mandando recoger y quemar ciertos libros que circulaban en exceso: el Belisario de Marmontel, las obras de Montesquieu, Luiguet, Raynal, Maquiavelo, M. Legros y la Enciclopedia, que están prohibidos por el santo oficio de la inquisición y por el estado; que se tomen todas las medidas para impedir la introducción en el reino de semejantes libros y todos los demás que están prohibidos, y que con la prudencia y discreción conveniente se corrija a quien esté sindicado del uso de dichos libros”. Se obedeció totalmente, y sólo en mínima parte se cumplió, como de costumbre.
Los libros prohibidos por la Inquisición no eran perseguidos en Buenos Aires; la Enciclopedia pasó, como todo, de contrabando. En los mismos fardos que contrabandeaban mercaderías, comenzó el contrabando de las ideas que luego darían en tierra con el espíritu hispano-colonial; mientras los profesores de Monserrat y de San Carlos dictaban disparates en latín, los alumnos leían libros franceses que evidenciaban el candoroso atraso de sus maestros. Buenos Aires era la puerta por donde la herejía entraba a minar las bases del absolutismo político y del dogmatismo religioso.
Desde fines del virreinato de Vértiz había arreciado ese contrabando de libros prohibidos; era de buen tono mencionar y haber leído algún fruto vedado. Junto a las bibliotecas considerables de Maciel, Azamor y Rospigliosi, contábanse varias colecciones particulares, pequeñas en número, pero peligrosas por su calidad, disimulada bajo los falsos rótulos de la literatura consentida por las autoridades.
Ya hemos visto cómo un hermano del futuro virrey Liniers circulaba, en 1790, papeles de la Revolución Francesa, que de alguna manera le llegaban; en otras ciudades el exceso fue más culpable, hasta imprimirse en Bogotá (1794) una edición clandestina de la “Declaración de los Derechos del Hombre”, traducida por el patriota Antonio Nariño.

Fuente: José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, Libro I, La Revolución, Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1918, págs. 136-142.

José Ingenieros y el "contrabando de ideas" en vísperas de la Revolución de Mayo - parte 1


El 31 de octubre de 1925 moría en Buenos Aires José Ingenieros. Médico, periodista y político, Ingenieros fundó en 1894 el Centro Socialista Universitario, que un año más tarde, junto con el Centro Socialista Obrero, constituiría el Partido Socialista Obrero Argentino, cuyo presidente sería Juan B. Justo. José Ingenieros se desempeñará como secretario. Sus ideas tendrán una gran influencia en los estudiantes que protagonizaron la Reforma Universitaria de 1918.

Transcribimos a continuación fragmentos de uno de sus libros más emblemáticos, La evolución de las ideas argentinas, donde Ingenieros reflexiona sobre la irrupción de ideas europeas en el ambiente americano a través de la introducción de libros prohibidos como la Enciclopedia, los escritos de Montesqueiu, de Rousseau, e incluso una edición clandestina de la Declaración de los Derechos del Hombre traducida al español. Estas novedades comenzaron a vencer el cerco ideológico que intentaba establecer el gobierno español y pronto Buenos Aires se convertiría en “la puerta por donde la herejía entraba a minar las bases del absolutismo político y del dogmatismo religioso”. Así, “antes de las invasiones inglesas, los ‘criollos’ tenían ya un espíritu de nacionalidad que los distanciaba de los ‘peninsulares’”.

Desde esa época (finales del siglo XVIII) no hubo paz entre lo viejo y lo nuevo, entre lo colonial que agonizaba y lo argentino que nacía. La administración fue de mal en peor; los monopolistas gruñían porque la ubre se les secaba entre las manos y no sabían ya cómo ordeñarla. Los virreyes fueron perdiendo su autoridad moral, día a día, hasta las invasiones inglesas. “Y todo ello se manifestaba por síntomas harto visibles en todas las ramas de la administración. A los primeros virreyes, que se llamaron Ceballos y Vértiz, sucedían nulidades palaciegas como Melo, caballerizo de la reina, o Sobremonte, vejete de comedia encumbrado por una doble casualidad. Reemplazaba al ilustrado y digno obispo Azamor, un Lue retrógrado y pendenciero. Los jefes valientes que tomaron la Colonia eran sustituidos por criaturas de Godoy, incapaces hasta de una capitulación honrosa ante el enemigo. De arriba abajo toda la armazón política se caía a pedazos, roída por la incuria y el pecado”. Y mientras el impróvido gobierno peninsular nada atinaba que amenguase el descrédito de sus mandarinazgos, nuevas ideas agitaban a los jóvenes de más estudio: el liberalismo ensanchaba su cauce por el derrubio progresivo del régimen colonial.


Fuente: José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, Libro I, La Revolución, Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1918, págs. 136-142.

lunes, 18 de octubre de 2010

El misterio del 17 de octubre del 45


CUAL FUE EL PAPEL DE EVITA EN ESE DIA HISTORICO
La historia oficial le adjudicó un papel decisivo. Pero Eva no recorrió las calles con los obreros.Entre los muchos mitos que rodean la vida de leyenda de Eva Perón, uno le adjudica un rol esencial en el 17 de Octubre, la rebelión popular que lanzó a la vida política argentina a Juan Perón. Todo indica sin embargo que Evita no hizo nada ese día, que durante años simbolizó la lealtad de los peronistas a su líder. Es más: se sospecha, y con cierto fundamento, que Eva Perón estaba ese miércoles en Junín, lejos de Buenos Aires y del clima nervioso que signó toda la jornada.
El mito tiene fundamento. Durante años se dijo que Evita fue el alma del 17 de Octubre. Fue Perón quien lo alimentó luego de barrer del mapa político argentino a Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne, que sí fue artífice de aquella masiva manifestación obrera. Reyes siempre negó la participación de Evita ese 17. Pero por su testimonio autorizado existían decenas que juraban haberla visto agitar a los obreros en Capital y Gran Buenos Aires, para movilizarlos en favor de Perón.
Eva era casi una desconocida para el sindicalismo argentino en octubre del 45. Sólo era la compañera del coronel que, en su carrera hacia la historia, era vicepresidente de la Nación, ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión del gobierno de Edelmiro J. Farrell. Ambos vivían en Posadas 1567 y cuando Perón fue encarcelado por sus propios camaradas de armas que seguían las expresas indicaciones de los empresarios, opuestos a la política social de Perón, Evita sintió que su vida se terminaba.
En octubre de 1997, el suplemento Zona de este diario publicó un artículo de Héctor Daniel Vargas: "Qué hizo Evita el 17 de Octubre - Un documento refuta el mito". Vargas afirma que el miércoles que cambió la historia del país, Evita estaba en Junín y que allí firmó un poder en favor de dos abogados: su cuñado, Justo Alvarez Rodríguez y Román A. Subiza, un amigo de Perón. Pero el documento que refuta al mito no fue publicado. Y Junín era territorio de Evita Duarte: allí se casó después con Perón con una fecha de nacimiento que no era la suya, 1922 por 1919, y con un estado civil que no era el de él: Perón dijo ser soltero y era viudo. Hay incluso sospechas de que el Juez de Paz se trasladó a Buenos Aires para casarlos.
Según el artículo de Vargas, Eva dejó Junín, si estuvo allí, rumbo a Buenos Aires a media mañana del 17. En su momento, la actriz Pierina Dealessi dijo que Evita estuvo en su casa el 17 de octubre, preocupada por la suerte de Perón. El metalúrgico Angel Perelman declaró en el libro "Cómo hicimos el 17 de Octubre" que Evita estaba "en un auto recorriendo los barrios y difundiendo la orden de paro general." Pero nadie la vio. Se sabe que quiso ver a Perón en el Hospital Militar y que no pudo, que habló por teléfono con él y que Perón le aconsejó que fuera al departamento de la calle Posadas, a esperar. El capitán médico Miguel Mazza, amigo de la pareja, dijo que en la noche del 17 vio a Evita en la calle Posadas: "Me pidió que la revisara pues había recibido un golpe como consecuencia de un altercado con un chofer de taxi. No sería nada importante y no la revisé porque nos trenzamos en una discusión sobre los acontecimientos del día.".
Al menos sí parece cierto que, pese a su poco predicamento en los sindicatos, Evita habló con varios grupos de obreros en los días previos al 17 de Octubre. Así dijo a este Equipo de Investigación el hoy intendente de Lanús, Manuel Quindimil, entonces obrero del frigorífico "Wilson".Evita jamás se adjudicó mérito alguno en los hechos del 17 de Octubre. En sus tradicionales discursos conmemorativos siempre agradeció a los sindicatos "el haberme devuelto a Perón" y admitió más de una vez que aquella movilización fue "un mérito del pueblo argentino."Tal vez en esa modesta referencia radique el secreto de un misterio.

Alberto Amato. DE LA REDACCION DE CLARIN.

domingo, 17 de octubre de 2010

El 17 de octubre de 1945 - Testimonio de un obrero - parte 2


Siguiendo con el 17, llegamos a la Plaza; cada vez se hacía más entusiasta; había alegría, fervor. Frente a la Casa Rosada empezaron a armar los altavoces. Hablaron distintas personas, el coronel Mercante, Colom, que fue uno de los últimos oradores. Trataban de ir calmando a la gente: por cada intervención de los oradores, la reacción era más fervorosa a favor de Perón. Se decía que venían trabajadores del interior del país. No lo puedo probar. Recuerdo, sí, que era una tarde muy calurosa y la gente se descalzaba y ponía los pies en las fuentes, muchos por haber caminado tanto. Concretamente lo que yo presencié era la gente que venía del sur. Berisso, Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora. A medida que crecía la cantidad, en la Plaza de Mayo aparecían los carteles. Por primera vez yo observaba algo igual: nunca había visto una asamblea tan extraordinaria. Cuando el coronel Perón apareció en los balcones sentí temblar a la Plaza. Fue un griterío extraordinario que nos emocionó de tal manera. Todo parecía venirse abajo.
Unos días antes se decía que Perón estaba gravemente enfermo. Por los parlantes se había anunciado que el coronel Perón se encontraba bien de salud y que estaba en el Hospital Militar. En un momento, Colom dijo, más o menos: “Quédense que vamos a traer a Perón”. Mucha gente gritaba por Perón –quizá por primera vez- sin tener todavía conciencia clara de su actividad. Porque, además, la gran prensa trataba de desvirtuar la figura de Perón. La gente se enteraba a través de los delegados o los activistas pero no por la prensa, que casi en su totalidad estaba en contra. Aunque él había hablado en distintas oportunidades desde la Secretaría de Trabajo. Y se había hecho carne que era un auténtico defensor de los derechos del trabajador.
Nos causó mucho dolor saber que lo habían detenido pero –en lo que respecta a mí y un grupo de compañeros- sinceramente nos considerábamos impotentes, porque recién estábamos despertando, después de muchos años, en el país. Para otros –quizá- con anterioridad, pero a partir de ese 17 de octubre despierta la conciencia para nosotros. Se hace carne que al pueblo tiene que respetársele como tal, cosa que Perón proclamaba diariamente. De ahí que, si bien nos sentíamos impotentes, podíamos hacer algo: sacar a Perón de las garras de la oligarquía y colocarlo en el lugar que correspondía para que sea permanente una auténtica justicia. Es decir, ese idealismo que teníamos nunca lo habíamos vivido en el país. No creí que iba a haber tanta gente en la Plaza; lo que sí pensaba era que el agradecimiento del pueblo a Perón tenía que ser auténtico. Pero yo no conocía la reacción de la gente, hasta que la viví.

La Opinión Cultural, 15 de octubre de 1972
www.elhistoriador.com.ar

El 17 de octubre de 1945 - Testimonio de un obrero - 1



A principios de octubre, durante el gobierno de Edelmiro J. Farrell, Perón fue obligado a renunciar a todos los cargos públicos que ocupaba con el objetivo de desarticular su programa político. Fue detenido y trasladado a la isla Martín García. El Comité Central Confederal de la CGT declaró una huelga general a partir de la hora cero del 18 de octubre “como medida defensiva de las conquistas sociales amenazadas por la reacción de la oligarquía y el capitalismo”. La iniciativa sindical fue, sin embargo, desbordada por las bases, y desde la tarde del 16 de octubre los obreros empezaron a dejar sus lugares de trabajo. El 17 de octubre de 1945, miles de trabajadores provenientes principalmente del cordón industrial del Gran Buenos Aires se acercaron a Plaza de Mayo reclamando la presencia de Perón. El gobierno debió finalmente ceder a la presión popular y el general fue trasladado a la capital. Por la noche, Perón pudo estrenar su saludo con los brazos en alto.

La gente venía del sur

Relato testimonial de Sebastián Borro, un obrero que participó de la jornada aquel 17 de octubre, aparecido en La Opinión Cultural el 15 de octubre de 1972.
El 17 de octubre de 1945 me encuentra cumpliendo tareas en un establecimiento metalúrgico ubicado en Constitución, sobre las calles Luis Sáenz Peña y Pedro Echagüe. Yo tenía entonces 24 años de edad. Mi oficio era oficial tornero mecánico… En la mañana del 17 de octubre, aproximadamente a las 9, grupos de personas venían desde Avellaneda y Lanús avanzando hacia el centro de la ciudad. Pasaron por la calle Sáenz Peña, observaron que había un taller mecánico (donde trabajaban 130 personas) se acercaron a nosotros y nos dijeron: “Muchachos hay que parar el taller, hay que salir a la calle a rescatar a Perón”.
Las noticias que teníamos en ese momento eran que Perón estaba detenido y que todo lo que se hacía era para rescatarlo. Efectivamente, el taller paró y la gente salió a la calle. Algunos fueron a sus casas. Pero la gran mayoría siguió con los compañeros que venían del sur. Fuimos caminando hacia Plaza de Mayo y habremos llegado aproximadamente a las once y media, porque en el camino íbamos parando los diversos establecimientos de la industria metalúrgica y maderera que había por Constitución.
A esa hora no había tanta gente como la que hubo por la tarde, que cubrió toda la Plaza. En la marcha hacia allí se pintaban sobre los coches, con cal, leyendas como “Queremos a Perón”. También sobre los tranvías. La gente se paraba y reaccionaba a favor de la manifestación que iba a Plaza de Mayo para tratar de cumplir con la idea que tenían los que habían organizado eso. Perón había aplicado leyes nuevas y otras las había ampliado: pago doble por indemnización, preaviso, pago de las ausencias por enfermedad. Eran cosas que antes no se cumplían; hasta ese momento, donde yo trabajaba, no se cumplía ninguna de esas leyes. Le voy a decir más: creo que pocos días antes de su detención, Perón había conseguido un decreto por el que se debían pagar al trabajador los días festivos: 1º de mayo, 12 de octubre, 9 de julio, etcétera. Recuerdo que uno de los patrones nos dijo entonces: vayan a cobrarle a Perón el 12 de octubre (ya estaba detenido). Después del 17 de octubre cobramos ése y muchos días más.
Eran tan reaccionarios los patrones (me aparto un poco del 17 de octubre) que en enero de 1946, estando el capitán Russo en la Secretaría de Trabajo, la empresa en la que yo trabajaba fue citada tres veces. No se había presentado. Tuvo que ser intimado por la fuerza pública a concurrir a la Secretaría de Trabajo, donde algunos de nosotros éramos representantes del personal; no elegidos, porque no había organización gremial, sino porque éramos los más decididos. Uno de los patrones dijo que no tenía tiempo para pagar aguinaldo, vacaciones, a última hora. Le contestaron que la ley 11.729 fue aprobada en 1932. Y que todas las cuentas que no se habían hecho desde entonces habría que hacerlas ahora. Efectivamente, el 1º de febrero de ese año cobramos aguinaldo, pagos por enfermedad y tuvieron vacaciones los que quisieron tomárselas.

El 17 de Octubre, contado por Perón.

viernes, 15 de octubre de 2010

UNA VISION CRITICA DE LA CONQUISTA DE AMERICA - parte 5

Bernardo Veksler

El papel de la Iglesia

La conquista de América se ejecutó a través de la apabullante superioridad tecnológica y militar europea. Pero esta brutal dominación se complementó con la sutil participación de la Iglesia. Esta institución siempre cumplió un papel funcional a los que ostentaron el poder. Su actuación durante la conquista de América no fue muy distinta del rol cumplido en épocas más recientes, cuando cooperó con regímenes siniestros como los representados por Hitler, Mussolini, Franco o Videla.

Los religiosos buscaron congraciarse con los nativos al ofrecerles algunas formas de protección ante el salvajismo colonizador, para luego someterlos por la vía de la imposición cultural y el sometimiento ideológico.

El solo hecho de haber impuesto una creencia distinta, demuestra el profundo desprecio de los sacerdotes hacia las costumbres ancestrales indígenas. El objetivo de inculcar, catolicismo mediante, la resignación y la docilidad ante el nivel de explotación infrahumano permitió la incorporación de una cuantiosa mano de obra barata y útil para los proyectos de los europeos.

Las mitas y encomiendas sirvieron para organizar la explotación agropecuaria y minera, gran parte de ellas en beneficios de la propia Iglesia.

El rol perverso jugado por esta institución medieval fue tan notorio, que ante el debate desatado sólo pudieron erigir la figura del sacerdote Bartolomé de las Casas, con la intención de neutralizar su complicidad con la barbarie cometida. Pero el propio de las Casas fue un encomendero que empleó a los nativos para su enriquecimiento personal. Luego, cuestionó el sistema y se proclamó a favor de la introducción de negros africanos para reemplazar a los diezmados aborígenes antillanos.

Ante la contundencia de los argumentos, la Iglesia comenzó a ensayar disculpas y pedidos de perdón. Los obispos guatemaltecos así lo hicieron con el pueblo maya y rindieron homenaje a las creencias religiosas nativas “que veían en la naturaleza una manifestación de Dios”

Muchos herederos de los que sufrieron en carne propia las atrocidades de los invasores europeos y el cínico papel de la Iglesia, aprovecharon la oportunidad del viaje de Juan Pablo II a Lima, en 1984, para entregarle una carta firmada por el Movimiento Indio Kollasuyo, el Partido Indio y el Movimiento Túpac Katari, de Bolivia y Perú, que en uno de sus párrafos decía lo siguiente: “Hemos decidido aprovechar la visita del Papa para devolverle su Biblia, pues en cinco siglos no nos ha dado ni paz, ni amor ni justicia... Por favor, llévese su Biblia y désela a nuestros opresores, cuyos corazones y cerebros necesitan más de sus preceptos morales... Recibimos la Biblia, que fue el arma ideológica del asalto colonialista. La espada española que de día atacaba y mataba cuerpos indios, de noche se volvía cruz que atacaba el alma india...” .

http://www.fts.uner.edu.ar

UNA VISION CRITICA DE LA CONQUISTA DE AMERICA - parte 4

Bernardo Veksler

El despegue capitalista

La reactivación comercial desembocará en la Revolución Industrial y en la liquidación de la sociedad medieval. Se genera así una división internacional del trabajo que adoptó formas de triangulación: América aportó oro, plata, materias primas y la mano de obra aborigen; Africa suministró la mano de obra esclava que sustituyó a los exterminados nativos americanos y Europa se llevó la parte del león, ya que produjo y comercializó los productos manufacturados a la vez que capitalizó las transacciones de los demás vértices de la triangulación.

España y Portugal, que fueron los primeros en avanzar en el proceso de la unidad nacional, indujeron a la revolución comercial; pero cada vez más su enriquecimiento fue agravando su dependencia con las naciones más industrializadas. Los ibéricos cumplieron un rol contradictorio, por un lado, fueron los agentes que fortalecieron a la incipiente burguesía europea, que se enriqueció aceleradamente y comenzó a enfrentar al absolutismo feudal hasta derrocarlo. En cambio hacia su interior tanto España como Portugal carecieron de una burguesía industrial, razón por la cual el flujo masivo de riquezas consolidó a la monarquía limitando el futuro de la fugaz prosperidad. Los principales acaparadores de oro y plata americanas fueron sólo un puerto de paso de esas riquezas, utilizado para las crecientes demandas del aparato estatal y de las multitudinarias nobleza y clero, su destino final fue capitalizar y expandir a la burguesía manufacturera francesa, flamenca e inglesa.

“La condición de acreedores del Tesoro, no sólo de Carlos V sino también de Felipe II, que vendía con anticipación los cargamentos de oro de las Indias para sostener aventuras militares y religiosas, permitió a los banqueros y comerciantes extranjeros controlar los metales preciosos y convertirse en los rectores de la economía española. Era uno de los tantos tributos que el pueblo español pagaba por la incapacidad sus clases dominantes para lograr la unidad nacional, el desarrollo de la industria y la creación del mercado interno” (6).

Los colonizadores americanos tuvieron un objetivo claramente capitalista. La organización de la extracción, tráfico y producción fue para generar ganancias prodigiosas y, sobre todo, proveer al mercado mundial.

“Si no inauguraron en el “Nuevo Mundo” un sistema de producción capitalista fue por la inexistencia de un ejército de trabajadores libres. Esta carencia obligó a los colonizadores a utilizar opciones no capitalistas como semiesclavitud y esclavitud. Sintetizando: producción y colonización por objetivos capitalistas, relaciones esclavas o semiesclavas de producción y denominaciones propias del feudalismo fueron los pilares sobre los que se asentó la Conquista de América” (9).

Primer genocidio

El primer impacto fue el asombro y el miedo ante los cañones de bronce, arcabuces, mosquetes, pistolones y la fuerza mágica del blanco subido a un caballo. Esto fue aprovechado rápidamente por los astutos españoles, que dominaron fácilmente a las sociedades más adelantadas de América: los sedentarios aztecas, incas y mayas. Estas sociedades habían llegado a formas sociales similares a las de los egipcios, asirios y caldeos, con la existencia de un estado e incipientes formas de explotación tanto de los sectores plebeyos como de las tribus vecinas que eran violentamente sometidas. Esto explica que las sociedades americanas más desarrolladas y poderosas, por sus contradicciones internas fueron las que más fácilmente fueron sojuzgadas.

En cambio, las tribus que adoptaban formas sociales comunistas primitivas, fueron las que más dificultades y resistencia ofrecieron al invasor. Las sociedades nómades dieron valientes batallas para enfrentar el sometimiento; pero la diferencia abismal de desarrollo económico y tecnológico, expresado en potencial bélico, hacía inexorable el resultado final.

“Los indios de América sumaban no menos de setenta millones y quizás más, cuando los extranjeros aparecieron en el horizonte. Un siglo y medio después se habían reducido en total a sólo tres millones y medio...” (10)

El genocidio comenzó a implementarse en la guerra de conquista. Luego, en la explotación inhumana de los socavones. Allí, los indígenas sufrían el desarraigo, al ser obligados a dejar sus tierras y familias; se les imponía un ritmo de trabajo para el que no estaban acostumbrados; los socavones les devoraban los pulmones y los dejaba rápidamente discapacitados. Algunos adelantaban el inexorable final con el suicidio, otros mataban a sus hijos para liberarlos del yugo inevitable y la capacidad reproductiva se deterioraba paralelamente al desinterés por la vida.

Puerto Rico es un ejemplo de ello, a la llegada de los españoles, la población indígena era de unas setenta mil almas; treinta años después, en 1530 –cuando se hace el primer censo la población nativa era de 473 libres encomendados y 675 indios esclavos.

Las rebeldías de las tribus nómades fueron apaciguadas con la acción de la Iglesia, que los sometía por la vía religiosa para luego obligarlos a trabajar en producciones agrícolas, forzándolos a abandonar su vida ancestral dedicada a la caza, la pesca y la recolección, generando efectos similares a los socavones.

Otro importante porcentaje de nativos fue víctima de las enfermedades introducidas por los europeos, los organismos indígenas no estaban preparados para resistir a los virus y bacterias importados. Así, la viruela, tétanos, sífilis, tifus, lepra, entre otras, produjeron estragos. “Los indios morían como moscas; sus organismos no oponían defensas ante las enfermedades nuevas. Y los que sobrevivían quedaban debilitados e inútiles. El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro estima que más de la mitad de la población aborigen de América (...)

murió contaminada luego del primer contacto con los hombres blancos” (11).

América ofrecía enormes posibilidades de enriquecimiento y toda una jauría humana desembarcó en sus costas para cumplir con esos sueños de prosperidad a cualquier precio.

“...la sistematización económica del inmenso espacio conquistado por los españoles puede ser resumida así: distribución de tierras en cantidad casi ilimitada a los conquistadores y atribución a los mismos de un gran número de indios adscriptos al trabajo forzado en esas tierras. Terminado el momento violento de la conquista no se puede decir que la colonización se haya desarrollado sobre principios diferentes” (12).

Otro genocidio lucrativo

El debate generado por el quinto centenario dejó a las claras la orgía de sangre desatada por el supuesto “encuentro de dos culturas”. El exterminio de la población nativa junto a las necesidades de mano de obra para ocuparla en las flamantes explotaciones dio lugar a una nueva rama económica del naciente capitalismo: el tráfico de esclavos.

Ingleses, holandeses y franceses se destacaron en este flamante negocio. Los cazaban como a animales en el Africa, luego los cargaban en los barcos para atravesar el Atlántico.

Su primer destino eran las Antillas, luego prácticamente toda América.

Sólo entre 1680 y 1688, la Real Compañía Africana embarcó setenta mil negros, de los cuales sólo llegaron a las costas americanas unos 46 mil. En Haití, ingresaba un promedio de treinta mil esclavos por año. En 1789, la población de la mitad francesa de la isla Española era de cuarenta mil blancos y 450 mil negros.

La reconstrucción de los datos disponibles permite determinar que, en no menos de un siglo, se importaron unos diez millones de nativos africanos. Según fuentes inglesas, esa estimación se duplica.

Si se toma en cuenta que gran cantidad de africanos morían antes de pisar tierra americana, víctimas de las cacerías, en el traslado hacia los barcos, en las tortuosas travesías hacinados en las bodegas o en el desembarco, la cifra de seres arrancados violentamente de Africa puede elevarse a cuarenta o cincuenta millones desde que comenzó este sucio comercio hasta mediados del siglo diecinueve, provocando el arrasamiento de regiones, aldeas y etnias.

El censo de 1790 de Estados Unidos indicó que los esclavos sumaban 697 mil individuos. En 1861, esa cifra se elevó a más de cuatro millones.

Un miembro de la Cámara de Diputados de España, decía en 1870: “Un esclavo que por

reglamento debía trabajar 16 horas en la zafra y ocho o nueve durante el resto del año. Un esclavo que recibe no más de una camisa, un calzoncillo, un pañuelo y un gorro. Un esclavo que se alimenta con seis u ocho plátanos, con ocho onzas de carne de bacalao o con cuatro de harina o de arroz. Un esclavo que llega con los dolores que ha sufrido desde que lo embarcaron en la costa de Africa, que llegó a la costa desde su lugar natal durmiendo en suelos húmedos, que es llevado a Cuba en un barco de 200 toneladas entre más de quinientos negros, con gérmenes de todo tipo de enfermedades, traspasan los mares con un 25 por ciento de bajas, es arrojado al mar como insignificante lastre si el buque zozobra...”, en estas condiciones el promedio de vida del esclavo no podía ser muy elevado. El esclavismo como toda forma de explotación creó su ideología justificadora, sosteniendo que los negros eran de naturaleza distinta, que se asemejaban a los monos, etc. (13)

jueves, 14 de octubre de 2010

UNA VISION CRITICA DE LA CONQUISTA DE AMERICA - parte 3

Bernardo Veksler

Europa, 1492

La llegada europea a América motorizó una serie de elementos que hasta ese entonces se manifestaban en forma embrionaria y que provocaron un verdadero sacudón en la sociedad que comenzaba a desperezarse de la economía medieval.

A fines del siglo XV, en el continente europeo surgían y se desarrollaban las producciones artesanales que comenzaron a impulsar la vida comercial y a dinamizar la economía. Las monarquías iniciaron un proceso de unificación de condados, principados y regiones autónomas insumiendo mayores gastos a sus aparatos estatales; simultáneamente, comenzaron a eliminarse algunas barreras aduaneras que posibilitaron la instauración de mercados regionales y luego nacionales.

El primer paso de las transacciones fue el trueque, ante los desiguales requerimientos surgía la necesidad de establecer compensaciones en valores internacionalmente aceptados, por lo general, se utilizó el oro, la plata y piedras preciosas.

“El descubrimiento de América se debió a la sed de oro que anteriormente había lanzado a los portugueses hacia tierras al Africa, porque la industria europea, enormemente desarrollada en los siglos XIV y XV, y el comercio correspondiente reclamaban más medios de cambio de los que podía abastecer Alemania la gran productora de plata entre 1450 y 1550...” (2)

El viaje de Colón hizo posible el desarrollo de las grandes compañías navieras, su

consecuencia inmediata fue un impresionante desarrollo del intercambio regional y tasas de ganancia inusitadas, que alimentaron un formidable proceso de acumulación primitiva de capital, basados esencialmente en el pillaje, la apropiación de los conocimientos de los pueblos sometidos y de sus territorios.

El saqueo de América

La situación europea motorizó la búsqueda de nuevas fuentes de ingreso para las

monarquías. El propio diario de viaje de Colón tiene numerosas referencias a la obsesiva necesidad de encontrar oro. Los hallazgos de piezas ornamentales y rituales de los nativos constituyeron la primera fase del saqueo. En las islas de Cuba, Española y Puerto Rico en sólo dos o tres años se despojó a los nativos de todo el oro producido en casi un milenio (3).

Agotada rápidamente esa fase del saqueo, se pasó a la búsqueda desenfrenada de los

yacimientos, derribando todo obstáculo que se erigiera en su camino.

“En menos de una década, los españoles exploraron casi todas las islas del Caribe,

especialmente Cuba, Jamaica, Puerto Rico y La Española. En 1513, Balboa avistó el

Pacífico. Durante la década de 1520-30, se inició la conquista México y Centroamérica. Y en la próxima, la de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile” (6).

Los primeros relatos difundían las condiciones para la captura de riquezas: “... por las faldas de esta cordillera se han hallado grandes mineros de plata y oro... y en todo el reino del Perú; y si hubiera quien lo sacase, hay oro y plata que sacar para siempre jamás; porque en las sierras y en los llanos y en los ríos, y en todas parte que caven y busquen, hallarán plata y oro” (4).

Las dificultades para la extracción comenzaron a resolverse a partir de los conocimientos de los propios nativos. “La causa esencial de esta rápida recolección de metales preciosos fue el grado de adelanto minero–metalúrgico que habían alcanzado los indígenas de América Latina. El desarrollo de las fuerzas productivas autóctonas permitió a los españoles organizar en pocos años un eficiente sistema de explotación. De no haber contado con aborígenes expertos en el trabajo minero resultaría inexplicable el hecho de que los conquistadores, sin técnicos ni personal especializado, hubieran podido descubrir y explotar los yacimientos mineros, obteniendo en pocas décadas tan extraordinaria cantidad de metales preciosos. En fin, los indios americanos proporcionaron los datos para ubicar las minas, oficiaron de técnicos, especialistas y peones, y aportaron un cierto desarrollo de las fuerzas productivas que facilitó a los españoles la tarea de la colonización” (6).

Entre 1503 y 1660 salieron desde tierras americanas hacia España, según constancias

documentadas en Sevilla y Madrid, alrededor de 200 toneladas de oro y 17 mil toneladas de plata. Considerando una relación de once a uno entre esos dos metales, se llega a las dos mil toneladas de oro, esta acumulación de envíos valuados a precios actuales rondarían los 28 mil millones de dólares (5).

“Según las estadísticas más autorizadas, la producción de oro y plata indianos, entre 1503 y 1560 ha sido estimada por Soetbeer en 173 millones de ducados; por Lexis en 150 millones y por Haring en 101 millones” (6). Otras estimaciones mensuran en unas 90 mil toneladas de plata las extraídas de las entrañas americanas en el lapso comprendido entre 1500 y 1800 y su valuación se elevaría a unos 120 mil millones de dólares actuales (3).

ORO Y PLATA EXTRAIDOS DE LAS COLONIAS DE ESPAÑA (7)

(En kilogramos)

Período Plata Oro

1531-1540 86.193 14.466

1541-1550 177.573 24.957

1551-1560 303.121 42.620

1561-1570 942.858 11.530

1571-1580 1.118.591 9.429

1581-1590 2.103.027 12.101

1591-1600 2.707.626 19.451

1601-1610 2.213.631 11.764

1611-1620 2.192.255 8.855

1621-1630 2.145.339 3.889

1631-1640 1.396.759 1.240

1641-1650 1.056.430 1.549

1651-1660 443.256 469

TOTAL: 16.886.815 181.333

“Con base a los datos que proporciona Alexander von Humboldt, se ha estimado en unos cinco mil millones de dólares actuales la magnitud del excedente económico evadido de México entre 1760 y 1809, apenas medio siglo, a través de las exportaciones de plata y oro”

(11).

Para contar con una aproximación del formidable impacto que generó esta invasión de riquezas a territorio europeo, basta con tomar como referencia que la totalidad del oro existente para esa época en el “viejo mundo” se estimó en unos mil millones de dólares y la plata en unos mil quinientos millones de dólares actuales.

Las cifras del saqueo, con seguridad, deberían elevarse notablemente si se considerasen la cantidad de navíos hundidos, que son cuantiosos en las aguas del mar Caribe, en las costas chilenas y en la confluencia austral de los océanos Pacífico y Atlántico. La recuperación del cargamento de las bodegas, hace unos años atrás, de “El Preciado”, frente a costas uruguayas, fue valuado en cifras que oscilaban entre 600 y 3.000 millones de dólares. Sólo en las proximidades del río de la Plata existen otras ocho embarcaciones hundidas con sus bodegas repletas de oro y plata.

Por otro lado, habría que considerar la carga secuestrada por piratas y corsarios que fueron a parar a otras potencias europeas. “...el pillaje obtenido por (el capitán) Drake puede ser considerado con justicia como la fuente y el origen de la inversión externa británica. Con él, Isabel pagó la totalidad de su deuda externa e invirtió una parte del remanente en la Compañía de Indias Orientales, cuyos beneficios representaron, durante los siglos XVII y XVIII, la principal base de las ligazones externas de Inglaterra... Jamás hubo una oportunidad tan prolongada y tan rica para el hombre de negocios, el especulador y el aprovechador. En esos años de oro, nació el capitalismo moderno” (8).

UNA VISION CRITICA DE LA CONQUISTA DE AMERICA - parte 2

Bernardo Veksler

El encontronazo del 12 de octubre de 1492

Las hipócritas denominaciones con que fue conmemorado el aniversario de la llegada de las naves de Colón a tierras americanas pusieron de manifiesto el intento de disimular, encubrir y minimizar los crímenes cometidos. Celebrar “el descubrimiento de América” significaba omitir, nada menos, que existían unos setenta millones de seres humanos que ya habían descubierto al continente y vivían en él. La denominación improvisada en medio del debate de “encuentro de dos culturas” o “de dos mundos” fue un hábil intento de falsificar la historia, dado que ese encuentro no tuvo nada de protocolar o pacífico como cínicamente pretendieron sus ideólogos y difusores.

El genocidio desatado, el saqueo de sus incalculables riquezas y el sometimiento de los supervivientes presentan un cuadro muy distinto al pretendido y mucho más próximo al de un verdadero “encontronazo” donde el desequilibrio tecnológico impuso sus trágicas

desproporciones.

La expedición de Colón fue la más destacada empresa de las que hicieron posible uno de los acontecimientos más importantes de la historia humana: tomar conciencia de la magnitud del planeta y poder comunicar sus diversos puntos geográficos. Se relacionaron mundos antes desconocidos entre sí, algunos en estadios muy primitivos de desarrollo otros más avanzados como los europeos, que ya conocían la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta.

Se modificaron las economías cerradas de esos países para constituir un mercado mundial.

“Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de

exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista (...) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital” (1); “...el capitalismo aparece sudando sangre y lodo por todos sus poros...” (2).

El oro y la plata americanos contribuyeron a formar los primeros grandes capitales europeos, que dinamizaron la economía y detonaron la Revolución Industrial.

Así se fue gestando la sociedad capitalista que, como contrapartida, significó un importante avance en la historia de la humanidad. El capitalismo desplegó sus máximas posibilidades de desarrollo en los países más avanzados de la época, donde se produjeron los saltos más dinámicos en la primitiva acumulación de capital, basados esencialmente en el pillaje y la repartición del mundo.

Simultáneamente, se generó un desarrollo incesante en las ciencias, en el conocimiento, en las técnicas productivas, en las posibilidades de consumo y supervivencia, etc.

El capitalismo logró cumplir un rol progresivo sólo interrumpido por las crisis cíclicas que desquiciaban periódicamente la producción y su economía, dejando en evidencia las

limitaciones del sistema.

A pesar de este notable aporte a la evolución humana, el capitalismo desde sus primeros

pasos denotaba características salvajes, corruptas e inhumanas que hoy se explayan en su total plenitud.