miércoles, 20 de octubre de 2010

José Ingenieros y el "contrabando de ideas" en vísperas de la Revolución de Mayo - parte 1


El 31 de octubre de 1925 moría en Buenos Aires José Ingenieros. Médico, periodista y político, Ingenieros fundó en 1894 el Centro Socialista Universitario, que un año más tarde, junto con el Centro Socialista Obrero, constituiría el Partido Socialista Obrero Argentino, cuyo presidente sería Juan B. Justo. José Ingenieros se desempeñará como secretario. Sus ideas tendrán una gran influencia en los estudiantes que protagonizaron la Reforma Universitaria de 1918.

Transcribimos a continuación fragmentos de uno de sus libros más emblemáticos, La evolución de las ideas argentinas, donde Ingenieros reflexiona sobre la irrupción de ideas europeas en el ambiente americano a través de la introducción de libros prohibidos como la Enciclopedia, los escritos de Montesqueiu, de Rousseau, e incluso una edición clandestina de la Declaración de los Derechos del Hombre traducida al español. Estas novedades comenzaron a vencer el cerco ideológico que intentaba establecer el gobierno español y pronto Buenos Aires se convertiría en “la puerta por donde la herejía entraba a minar las bases del absolutismo político y del dogmatismo religioso”. Así, “antes de las invasiones inglesas, los ‘criollos’ tenían ya un espíritu de nacionalidad que los distanciaba de los ‘peninsulares’”.

Desde esa época (finales del siglo XVIII) no hubo paz entre lo viejo y lo nuevo, entre lo colonial que agonizaba y lo argentino que nacía. La administración fue de mal en peor; los monopolistas gruñían porque la ubre se les secaba entre las manos y no sabían ya cómo ordeñarla. Los virreyes fueron perdiendo su autoridad moral, día a día, hasta las invasiones inglesas. “Y todo ello se manifestaba por síntomas harto visibles en todas las ramas de la administración. A los primeros virreyes, que se llamaron Ceballos y Vértiz, sucedían nulidades palaciegas como Melo, caballerizo de la reina, o Sobremonte, vejete de comedia encumbrado por una doble casualidad. Reemplazaba al ilustrado y digno obispo Azamor, un Lue retrógrado y pendenciero. Los jefes valientes que tomaron la Colonia eran sustituidos por criaturas de Godoy, incapaces hasta de una capitulación honrosa ante el enemigo. De arriba abajo toda la armazón política se caía a pedazos, roída por la incuria y el pecado”. Y mientras el impróvido gobierno peninsular nada atinaba que amenguase el descrédito de sus mandarinazgos, nuevas ideas agitaban a los jóvenes de más estudio: el liberalismo ensanchaba su cauce por el derrubio progresivo del régimen colonial.


Fuente: José Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, Libro I, La Revolución, Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1918, págs. 136-142.

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