jueves, 14 de octubre de 2010

UNA VISION CRITICA DE LA CONQUISTA DE AMERICA - parte 2

Bernardo Veksler

El encontronazo del 12 de octubre de 1492

Las hipócritas denominaciones con que fue conmemorado el aniversario de la llegada de las naves de Colón a tierras americanas pusieron de manifiesto el intento de disimular, encubrir y minimizar los crímenes cometidos. Celebrar “el descubrimiento de América” significaba omitir, nada menos, que existían unos setenta millones de seres humanos que ya habían descubierto al continente y vivían en él. La denominación improvisada en medio del debate de “encuentro de dos culturas” o “de dos mundos” fue un hábil intento de falsificar la historia, dado que ese encuentro no tuvo nada de protocolar o pacífico como cínicamente pretendieron sus ideólogos y difusores.

El genocidio desatado, el saqueo de sus incalculables riquezas y el sometimiento de los supervivientes presentan un cuadro muy distinto al pretendido y mucho más próximo al de un verdadero “encontronazo” donde el desequilibrio tecnológico impuso sus trágicas

desproporciones.

La expedición de Colón fue la más destacada empresa de las que hicieron posible uno de los acontecimientos más importantes de la historia humana: tomar conciencia de la magnitud del planeta y poder comunicar sus diversos puntos geográficos. Se relacionaron mundos antes desconocidos entre sí, algunos en estadios muy primitivos de desarrollo otros más avanzados como los europeos, que ya conocían la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta.

Se modificaron las economías cerradas de esos países para constituir un mercado mundial.

“Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de

exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista (...) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital” (1); “...el capitalismo aparece sudando sangre y lodo por todos sus poros...” (2).

El oro y la plata americanos contribuyeron a formar los primeros grandes capitales europeos, que dinamizaron la economía y detonaron la Revolución Industrial.

Así se fue gestando la sociedad capitalista que, como contrapartida, significó un importante avance en la historia de la humanidad. El capitalismo desplegó sus máximas posibilidades de desarrollo en los países más avanzados de la época, donde se produjeron los saltos más dinámicos en la primitiva acumulación de capital, basados esencialmente en el pillaje y la repartición del mundo.

Simultáneamente, se generó un desarrollo incesante en las ciencias, en el conocimiento, en las técnicas productivas, en las posibilidades de consumo y supervivencia, etc.

El capitalismo logró cumplir un rol progresivo sólo interrumpido por las crisis cíclicas que desquiciaban periódicamente la producción y su economía, dejando en evidencia las

limitaciones del sistema.

A pesar de este notable aporte a la evolución humana, el capitalismo desde sus primeros

pasos denotaba características salvajes, corruptas e inhumanas que hoy se explayan en su total plenitud.

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