jueves, 27 de junio de 2019

LORENZO LUGONES (1796 - 1868) - Parte 5a


Belgrano en aquellos días de los preparativos para la batalla, dueño de la confianza general, vió con satisfacción cumplirse al pié de la letra todo cuanto ordenaba: se puede decir que no le quedó cosa por hacer, con un ejército que le obedecía ciegamente y un pueblo que le guardaba las espaldas […]

Nuestros soldados situados en los suburbios de la ciudad esperando al enemigo, parecia que se impacientaban ya por salir de aquel estado que muchas veces suele colocar al guerrero entre la duda y la esperanza. Entretanto el bello sexo del patriota pueblo dirigía sus plegarias al cielo y la Virgen Santisima de Mercedes.


Tucumán, "Sepulcro de la tiranía" (24 de septiembre, 1812)

Tal era nuestro estado cuando el enemigo la emprendió sobre nosotros, marchando con medida pausa, como quien en la lentitud se dá tiempo á mayores previsiones; desde Trancas abrevió cuanto pudo, el 23 pasó la noche en Pocitos y el 24 por la mañana se dejo ver por el camino del Cevil Redondo, costeando la margen izquierda del arroyo del Manantial, por entre los ralares del alto de las Tunas, bajó al campo de batalla y dió frente, inclinando su derecha hácia el bajo de los Aguirres; un cuerpo de milicianos de Santiago del Esteró llegó á tiempo y ocupó un lugar en la línea con su comandante don Pedro Pablo Montenegro, los de Catamarca llegaron también; pero no tuvieron tiempo para reunirse, el enemigo se había interpuesto, y quedaron cortados, perplejos y vacilantes hicieron uno ú otro movimiento, como quien entre varios caminos trepida sobre cual debe tomar; intentaron pasar tal vez y lo hubieran hecho; pero el ruido de los primeros cañonazos y la vista de tantos aparatos (desconocidos para ellos) los ofuscó y contramarcharon como en busca de una posición menos violenta; algunos gauchos comedidos reunidos con los baqueanos del ejército, se habían situado á lo lejos sobre nuestro costado izquierdo y permanecían á la espectativa, como quien está á las resultas: éstos alcanzaron á ver un gran grupo de hombres que se ponian fuera de combate, creyeron que eran enemigos y se lanzaron sobre ellos los catamarqueños sin volver los ojos atrás fueron perseguidos por los mismos nuestros un largo trecho, entretanto los milicianos de Tucumán y Santiago del Estero, reunidos al ejército, triunfaban por otro lado.

No me detendré en detallar los pormenores de una batalla, que cada año se renueva su memoria en celebridad del 24 de setiembre del año de 1812. El ejército triunfó en ese día, la patria se salvó, y Tucumán con el honroso título de Sepulcro de la tiranía, vió con gloria cumplidos sus votos y volar su nombre en las alas de la fama y á sus recreadores suburbios que se dilatan al sud-oeste, señalados por la victoria con el nombre de Campo de Gloria y Honor, y los vencedores en ese día, distinguidos con el título de Beneméritos á la pátria en grado heroico y en escudo de paño celeste al brazo izquierdo, que en medio de un círculo de palma y laurel bordado de hilo de oro se leía lo siguiente: La pátria á sus defensores el 24 de Setiembre del año de 1812 en Tucumán.

El enemigo aprovechando los momentos de un cierto desórden, consiguiente á aquellos instantes, en que nuestro ejército al romper por varias partes la línea enemiga, todo lo envolvió con denuedo, ocasionando una sangrienta baraunda casi inentendible: en estos momentos pues, que la victoria se decide en pro de los unos y en contra de los otros, pudo el enemigo reunir sus acuchillados restos á la reserva y permanecer algun tiempo sobre su mismo sepulcro, tirando de tarde en tarde un cañonazo á la plaza; entre los conflictos de su situación tomó el partido de intimar rendición, recibió por contestación, una burla, un desprecio y una amenaza que le hizo entender qué conociamos que, nuestra posición no era de recibir intimaciones, sino de intimar; bien convencido estaba el enemigo de su pérdida y solo buscaba los medios de poder salvar lo que le había quedado: permaneció algunas horas más manifestando deseos de tratar, hasta que llegó la noche y al abrigo de ella emprendió una retirada, que si la nuestra de Jujuy á Tucumán fué honrosa, la dé ellos de Tucumán á Salta no fué menos.


La retirada del enemigo de Tucumán a Salta fué tan honrosa como la nuestra de Jujuy a Tucumán

El general Belgrano alistó con la brevedad posible y destacó en persecución de ellos, una ligera fuerza a las ordenes del fogoso é infatigable Diaz Velez. Muy poco pudo andar el enemigo sin recibir por la espalda, las salutaciones de los que íbamos en su alcance; nos recibió con todo aquel valor necesario para resistir los furiosos ataques que frecuentemente hacíamos sobre ellos, de diversos modos y á distintas horas; nuestra persecución llegó á ser tan cruel hasta cierto punto, llevada en represalia por un camino que poco antes lo habíamos andado en retirada perseguidos por ellos con igual rigor.

Sin caballería que protegiera á la infantería, por caminos desconocidos, sin baqueanos, sin agua ni viveres y sin poder tomar un día de descanso, pasando muchas veces por larguísimas jornadas donde no encontraban mas que pencas de tuna para chupar y aplacar la sed, despues de vencidos en una batalla, sin haber tenido tiempo de refrescar, se resistían increiblemente como quien dice: muerto si, prisionero no; pero los que llegaron á caer en nuestras manos, eran tan bien tratados que muy luego de estar con nosotros, nos pedian con la misma franqueza que á unos hermanos, todo lo que necesitaban, especialmente carne asada para comer y caballos para montar. Tal fué el modo como el enemigo se retiró con sus restos hasta que pudo ganar la plaza de Salta.

Tan luego que pudieron acercarse á la ciudad, tomaron con prontitud medidas para asegurarse de la ocupación de ella y descansar, ganaron con presteza todos los puntos donde podrían hacerse fuertes y evitar que entrásemos tras de ellos á la ciudad. Salta á la llegada de ellos y la nuestra, fué saludada con un diluvio de balas que en fuego activo se cambiaban como en despedida, descargas de fusil contestaban á los adioses de nuestros carabineros. El enemigo logró atrincherarse en la plaza y nosotros aparentando permanecer en el sitio, establecimos una línea de destacamentos desde el Portezuelo hasta el río de Arias, cubriendo el campo de Castañares con pequeños grupos de gauchos que hacían el papel de sitiadores por aquella parte; permanecimos poco mas ó menos hasta las doce de la noche del siguiente día, y dejando mas de trescientas fogatas encendidas, levantamos nuestro campo con dirección á Tucumán por el camino de las cuestas.

Al regreso de esta campaña ascendí á Alferez de compañía.


Nos preparamos para la campaña de Salta

En los meses de octubre, noviembre y diciembre, Belgrano se ocupó en recoger los frutos de la victoria obtenida en setiembre, reorganizó el ejército, aumentando considerablemente su número con los contingentes venidos de los pueblos, y los batallones números primero y ocho de Buenos Aires; lo equipó completamente y arreglando con mayor esmero el parque, la artillería el convoy de hospital y víveres, quedó espedito en el espacio de cien días para abrir una nueva campaña.

Estábamos en el año 13 y casi á fines de enero, el ejército emprendió sus marchas sobre Salta, depreciando aguas, soles y ríos crecidos, y al pasar por el de las Piedras el General hizo alto como de descanso por un día y como quien pasa una ligera revista, mandó formar poco más ó menos en el mismo lugar donde poco antes, las circunstancias nos habían obligado á una acción forzosa.


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