viernes, 23 de septiembre de 2011

El primer ferrocarril argentino - parte 1

El 29 de agosto de 1857 se iniciaba una etapa importante: la incorporación de un nuevo medio de comunicación y transporte, el primer ferrocarril argentino. Fue un punto de quiebre, una bisagra en la economía y en los beneficios sociales que gestaban y la aparición de uno de los mayores instrumentos de cambio del siglo XIX. Resultó ser para el país una transformación inmediata y vertiginosa.

Las primeras reuniones se realizaron en Corrientes 537, en la mansión del gran anticuario Manuel José de Guerrico. Ahí se reunía lo más conspicuo de la sociedad porteña. Sarmiento llamó a esa casa el Club Argentino de París y en el diario El Nacional, Juan Carlos Gómez la nombró como el Club de los Pelucones en clara alusión a sus miembros conservadores.

Ahí se gestaron, después de la caída del gobierno de Rosas, las ideas de un nuevo proyecto de país, y entre las densas nubes de humo de tabaco que ennegrecían las estatuas y los cuadros de la gran colección de su dueño, un 17 de septiembre de 1853 se fundó la Sociedad Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste. En esa casa nació su bisnieto, Ricardo Güiraldes, escritor que heredó de la familia la estancia “La Porteña”, ubicada en San Antonio de Areco, cuyo nombre evoca a la primera locomotora.

F. Llavallol, F. Balbín, B. Larroude, M. Miró, D. Gowland, M. J. de Guerrico, N. de la Riestra, A. Van Praet, E. Ramos y V. Basavilbaso impulsaron y propusieron al Estado de Buenos Aires la instalación de un ferrocarril. El 12 de enero de 1854, después que la aprobara la Legislatura de Buenos Aires, el gobernador Pastor Obligado promulgó la Ley de Concesión del primer ferrocarril en territorio patrio, anticipándose al presidente de la Confederación J. J. Urquiza, que ambicionaba unir con vías Rosario-Córdoba, proyecto que recién pudo concretarse en 1870.

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