Nacido en Buenos Aires en 1932, Francisco Mazza debuta
profesionalmente en la revista Qué Kilo, y en el ’57 pasa a formar parte del
estudio de Carlos Clémen. Allí realiza historietas de aventura para Trinchera,
Far West, Látigo negro y Barracuda, entre otras revistas. Pero su inicio como
dibujante humorístico y su verdadero despegue como autor comienza en la
editorial de su maestro –y luego socio- Héctor Torino. Las revistas del creador
de Don Nicola gozaban de una enorme popularidad durante los años ’60, y
formaban (junto a la editorial de Adolfo Mazzone, Lúpin y las revistas
infantiles) un universo aparte del de publicaciones como las de Frontera y
Columba, Tía Vicenta y Rico Tipo, luego prestigiadas por la crítica como parte
del canon historietístico. Para Torino, Mazza crea la tira Pepinucho y
Coliflor, que se mantiene con revista propia durante varios años.
Luego del cierre de la editorial, en 1969 Mazza se muda a
ediciones Cielosur, en donde realiza, con guiones de Torino, versiones en
historieta de los éxitos televisivos del momento: El Capitán Piluso, El Gordo
Porcel y La voz del rioba, protagonizada por Minguito Tinguitella. Allí también
se desempeña como editor de Fabián Leyes y El Huinca, dedicadas al género
gauchesco, y de Top Maxi Historietas, donde publica las aventuras de Ernie Pike
ambientadas en Vietnam. Tras la partida de Eduardo Ferro, en 1978 pasa a
dirigir la última etapa de Rico Tipo. Allí dibuja al que tal vez sea su
personaje más famoso: Jaimito, un pariente de Isidorito más endiablado y jodón,
creado unos años antes por Franco Panzera. Al cierre de la publicación, el
personaje continúa sus travesuras hasta mediados de los ’90 en revista propia
(autoeditada por Mazza bajo el sello Edifran), y luego en internet, en el sitio
web Humoralia. Con una carrera que incluye una destacada labor como docente e
historiador, fallece el último día de 2006, a los 74 años.
Mazza era dueño de un estilo ágil, sumamente expresivo y de gran
fluidez narrativa, en concordancia con sus guiones de aventura humorística 100%
clásica. Es probable que el alcance de su obra sea inversamente proporcional al
reconocimiento de su figura. Vale la pena recordarlo, entonces, como autor
paradigmático de una época en la que la historieta y el entretenimiento masivo
todavía se daban la mano.
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