sábado, 21 de junio de 2014

Aquel pago costero que aún hoy le rinde culto a sus raíces - Parte 1


 El 22 de junio de 1863 llegó por primera vez el tren a la estación Olivos. Desde entonces, el barrio no paró de crecer. Le debe su nombre a una plantación que había en el antiguo Camino del Bajo. Sus hitos, lugares y símbolos que persisten.



Bien lo saben los que nacieron allí y los vecinos que, encantados con su estilo, lo eligieron para vivir. Olivos es especial. Y aunque el aspecto sentimental de esta afirmación sea el más difícil de explicar, hay una evidencia insoslayable: cada esquina, calle o edificio es protagonista de una parte de la historia, que se fue hilvanando y transmitiendo hasta lograr la gran memoria colectiva de la que hoy los olivenses se enorgullecen. Desde la llegada del ferrocarril y la inauguración de la estación, el 22 de junio de 1863 –pero también desde mucho antes y hasta hoy–, Olivos tiene mucha historia, y vale la pena contarla.

En tiempos en que la ciudad de Buenos Aires se llamaba Santísima Trinidad, la región era parte del Camino del Bajo, que se usaba para ir hasta Las Conchas, actualmente Tigre. En esa zona, propiedad de Acassuso, figuraba una plantación de olivos, la que dio origen a la denominación del “Paraje de los Olivos”.

Los primeros documentos históricos que acreditan la existencia del lugar datan de fines del siglo XVII. Por ejemplo, en un plano elaborado por el agrimensor Saa y Faría en 1781, aparece señalada la barranca y el río, con el nombre de “Punta de los Olivos”, y allí se ubica también el puerto. Según datos de un censo realizado en 1815, había 45 familias de labradores, tres pulperos y un panadero. Hoy viven en esta localidad cerca de 85 mil personas.


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