Bien lo saben los que nacieron allí y los vecinos que,
encantados con su estilo, lo eligieron para vivir. Olivos es especial. Y aunque
el aspecto sentimental de esta afirmación sea el más difícil de explicar, hay
una evidencia insoslayable: cada esquina, calle o edificio es protagonista de
una parte de la historia, que se fue hilvanando y transmitiendo hasta lograr la
gran memoria colectiva de la que hoy los olivenses se enorgullecen. Desde la
llegada del ferrocarril y la inauguración de la estación, el 22 de junio de
1863 –pero también desde mucho antes y hasta hoy–, Olivos tiene mucha historia,
y vale la pena contarla.
En tiempos en que la ciudad de Buenos Aires se llamaba
Santísima Trinidad, la región era parte del Camino del Bajo, que se usaba para
ir hasta Las Conchas, actualmente Tigre. En esa zona, propiedad de Acassuso,
figuraba una plantación de olivos, la que dio origen a la denominación del
“Paraje de los Olivos”.
Los primeros documentos históricos que acreditan la
existencia del lugar datan de fines del siglo XVII. Por ejemplo, en un plano
elaborado por el agrimensor Saa y Faría en 1781, aparece señalada la barranca y
el río, con el nombre de “Punta de los Olivos”, y allí se ubica también el
puerto. Según datos de un censo realizado en 1815, había 45 familias de
labradores, tres pulperos y un panadero. Hoy viven en esta localidad cerca de
85 mil personas.
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