"Entonces López, sin decir nada, y dando algunos pasos al frente y mirando
hacia donde se encontraba acampando el batallón de rifleros, gritó: "¡A
las armas todos!".
"Cinco
minutos después, ya venía asomándose tras de la mayoría, a distancia de dos o
tres cuadras al cuartel general, avanzando poco a poco hacia nuestro
campamento, un pelotón de caballería enemiga. Como jefe de la mayoría y montado
en buen caballo., volé a ponerme al frente de las escasas fuerzas de aquel
cuerpo y, desplegándolas en guerrillas, procuré hacerlas avanzar sobre aquél,
con intención, si fuese posible, de hacerles llegar a las manos, por estar
armada la mayor parte de sables y lanzas., y muy pocos de armas de fuego, para
poder sostener con ventaja un tiroteo con el enemigo".
"Con este movimiento de avance, la caballería enemiga retrocedió poco y
luego, a la distancia de una cuadra más o menos, hizo alto y empezó a romper un
fuego graneado sobre nuestra guerrilla, que apenas llegaban a 100 hombres. En
esta circunstancia venía llegando López montado en un caballo bayo, flacón,
acompañado de su hijo, el coronel Panchito, y algunos jefes y oficiales a
pie".
"Yo recorría mi guerrilla de una extremidad a otra, tratando de infundir
ánimo en las tropas, en una de esas recibió mi caballo un balazo que le bandeó
el muslo, pero continuaba así mismo sin novedad. Uno de los jefes a pie me
advirtió: "Coronel, su caballo está herido". "Gracias -le dije-,
pero parece que no siente la herida". "No bien acabo de pronunciar
estas palabras, y así me volvía del ala derecha para la izquierda, una bala me
atravesó la cara, llevando toda la delantera de la mandíbula inferior de la
derecha y de la superior de la izquierda, quedando la lengua partida por el
medio con la punta colgante de una membrana, y la otra que vino al mismo
tiempo, penetró en el ijar del caballo, cayendo conmigo muerto en el acto.
Felizmente pude zafarme de él, y, al levantarme del suelo, saliendo fuera de la
línea, oí que el Mariscal preguntaba: --"¿Quién es ese que sale?"-.
'El coronel Centurión papá, gravemente herido", le contestó su hijo
Panchito, que se encontraba próximo".
"No bien acabó de oír esta contestación, cuando dio vuelta y al galopito
se retiró dirigiéndose hacía el cuartel general por el camino carretero".
"Enseguida se produjo el desbando bajo una lluvia de balas que cruzaban
sobre nuestro campamento los batallones que venían ya sucesivamente saliendo
del monte que poblaba las orillas del Aquidabanigüí. A vista de la derrota
avanzaban a pasos precipitados hasta penetrar en medio de aquella confusión
infernal que levantaba polvareda, corriendo hombres, mujeres y niños por
doquier, matando a balazos y bayotenazos a cuantos alcanzaban, lo mismo a los
que se rendían como a los que iban huyendo casi sin aliento para escaparse de
su furor y ensañamiento".
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