miércoles, 25 de junio de 2014

JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL – Parte 2




"Enseguida leyó el Decreto que confería la medalla de Amambay, distribuyéndose desde luego las cintas de que debería ir pendiente del pecho de cada uno de los agraciados".


"Dicha cinta era de dos colores: amarillo en las orillas y naranja en el centro. No sé si la adopción de estos colores de la bandera española era indiferente o si ella obedecía a algún pensamiento o idea que se relacionase con las leyendas sublimes de la Península Ibérica. Tal vez haya querido recordar o refrescar en la memoria, el ejemplo de los sacrificios heroicos que hicieron nuestros antepasados en el descubrimiento y conquista de la América, y en defensa de su independencia contra el coloso del siglo, cuyos gigantescos esfuerzos han sido y serán tema constante de la admiración del mundo".



"El 1 de marzo, por la mañana temprano, algunas mujeres escapadas de nuestra gran guardia sobre el paso de un arroyo que cruza el camino que conduce a Villa Concepción, distante una o dos leguas de nuestro campamento, trajeron a López la noticia de que aquella se encontraba en poder del enemigo, quien había podido apoderarse de ella fácilmente, evitando los cañones que guarnecían el paso y llegado a ella por la retaguardia por un camino oculto que le había indicado un desertor paraguayo (Coronel Silvestre Carmona, vecino de San Pedro), sin que fuese sentido, y en momento en que la mayor parte de la gente andaba buscando qué corner en los montes".



"Enseguida despachó unos cuatro hombres o espías para traerle noticias del enemigo, pero ya había sido tarde, porque una o dos horas después se sintieron tiros de cañón seguidos de un nutrido tiroteo de fusílería en el paso de Aquidabanigüí, donde había dos piezas de artillería y un batallón de infantes desnutridos al mando del coronel Moreno".



"Con tan repentina y seria novedad, me llamó apresuradamente y me ordenó que fuera a ver inmediatamente lo que ocurría en el paso, mandando a su ayudante, el capitán Ríveros, para que me acompañara. Al efecto éste ensilló y montó en un mulo gordo que había tenido el general Resquín, y salimos al trote a dar cumplimiento a nuestra comisión. Cuando llegamos al río, encontramos que ya el enemigo había conseguido forzar el paso, habiendo matado a la mayor parte de los que lo guarnecían. Volvimos a todo correr, trayendo yo la delantera, y al aproximarme al cuartel general, en cuyo frente se hallaba aún parado López solo y, sin bajar del caballo, por exigirlo así la urgencia del caso, le dije en alta voz: "El enemigo ha pasado el paso...".


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