"La oligarquía vitalizada reflorecía en todos los
resquicios de la vida argentina. Los judas disfrazados de caballeros asomaban
sus fisonomías blanduzcas de hongos de antesala y extendían sus manos pringadas
de avaricia y de falsía. Todo parecía perdido y terminado. Los hombres adictos
al coronel Perón estaban presos o fugitivos. El pueblo permanecía quieto en una
resignación sin brío, muy semejante a una agonía.
(…) "Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de
octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros
comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente
de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los
domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente
a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con
las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de
breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la
impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la
imaginación puede concebir.
Fragmentos de “En Hechos e Ideas”, febrero 1946
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