Así como la escena de la fotografía de mediados del siglo
XIX de la sociedad porteña fue dominada por fotógrafos profesionales y
cuentapropistas, en el tramo de 1880
a 1890, la práctica fotográfica ya motivaba a las clases
más pudientes, que encontraron en la fotografía una particular técnica donde
reflejar sus concepciones e ideales positivistas (Bécquer Casaballe y
Cuarterolo, 1983)1.
Tal como la definición del diccionario lo designa, el
aficionado es quien cultiva algún arte o profesión sin tenerlo como oficio,
esto es, a diferencia del profesional practica la actividad sin retribución
económica. Para el caso, ¿se podría caracterizar la actividad de los fotógrafos
aficionados por el hecho de que era desinteresada, que tenía que ver con el
hobby o la distracción? La respuesta es relativamente, porque si consideramos
varios aspectos, se observa que la frontera entre el aficionado esclarecido y
el profesional no fue tan estanca.
Por un lado, los ricos aficionados de la élite porteña una
vez que se sumergieron en la práctica, buscaron compartirla en función de sus
expectativas y para ello crearon su institución. En 1889, José María Gutiérrez,
José y Francisico Ayerza, McKinlay, Federico Busch, Leonardo Pereyra, Murray,
Wernicke y Kurth fundaron laSociedad Fotográfica Argentina de Aficionados. Sus
miembros fundadores eran en mayor o menor medida personas influyentes en la
política y en los negocios; por ejemplo, José María Gutiérrez fue ministro de
Roca en su segunda presidencia, y con el gobierno de Carlos Pellegrini, en
1890, ocupó el cargo de la cartera de Justicia, Culto e Instrucción Pública, y
entre el resto había varios que eran conocidos terratenientes.
Teniendo en cuenta las características sociales de estos
aficionados, resulta bastante creíble que, al igual que muchos profesionales,
adhirieran a las ideas modernizadoras: en sus imágenes se preocuparon por
mostrar un país moderno, próspero, a la par que registraron lo pintoresco, como
los tipos populares y oficios, y los deslumbrantes paisajes de la Argentina.
Pero, cuando se reunieron en la SFA de A, confirieron a su
actividad una característica elitista: su centro era exclusivamente para los
aficionados, ningún fotógrafo profesional o asalariado era admitido en ella, la
cuota de ingreso y la suscripción mensual eran elevadas, y las exposiciones que
organizaban eran cerradas, servían para exhibir únicamente sus propios
trabajos.
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