domingo, 16 de noviembre de 2014

SAN MARTÍN EL MILITAR – Parte 3


Es indudable que, al tiempo de la invasión napoleónica en España, el joven capitán de Regimiento de Infantería Voluntarios de Campo Mayor, José Francisco de San Martín, había llegado a suscitar alguna consideración por sus dotes profesionales, sin contar la forma poco usual de sus primeros ascensos durante la campaña del Rosellón y la distinción que el general Solano le dispensara con su confianza hasta su trágico asesinato en Cádiz. San Martín fue incorporado con su regimiento, al ejército que el general Francisco Javier Castaños reunía en Carmona y Utrera para hostilizar a los franceses que, al mando de Dupont avanzaban hacia Sevilla casi sin oposición y entrando a saco en las poblaciones indefensas. Castaños, que se pronunciara por la patria desde el primer momento al frente de sus fuerzas, no muy numerosas que bloqueaban Gibraltar, iba aumentando sus efectivos con cuerpos aislados y algunos de nueva creación. En la vanguardia, puesta bajo las ordenes del marques de Coupigny, se formó una división volante cuya jefatura se confió al teniente coronel Juan de la Cruz Mourgeon, el mismo en cuya casa se había refugiado San Martín cuando el asesinato de Solano. Habría de ser por esa confianza que San Martín le inspirara, que Mourgeon lo nombró su jefe de vanguardia.

Mientras Castaños ultimaba en Utrera la organización del Ejército de Andalucía, Coupigny, que tenía el cuartel general en Carmona, hostilizaba a los franceses hasta que Dupont se recogió en Andújar. En la madrugada del 23 de junio de 1808 San Martín, que marchaba en descubierta al frente de su vanguardia, se topó con una partida enemiga en la posta de Santa Cecilia: "Pese a tener fuerzas menores, se lanzó al ataque desbaratando por completo a los imperiales, que dejaron en el campo a 17 dragones muertos y 4 heridos, luego hechos prisioneros. 

Un solo soldado herido fue la pérdida española, habiendo peligrado la vida del jefe vencedor," salvado por un Juan de Dios, cazador de los Húsares de Olivenza;" es todo lo que dice el parte redactado por Mourgeon e Arjonilla, de lo cual toma su nombre este combate. Por hazaña se le debió de tener, pues no se escatimaron las recompensas: San Martín fue hecho ayudante primero de su regimiento; se acordó a la tropa un escudo en dinero a cada uno y la "Gaceta Ministerial de Sevilla" dio noticias del triunfo con exultante énfasis diciendo: "Los que huyen de esta manera son los vencedores de Jena y Austerlitz", imprimiéndose un edicto que se fijó en las paredes para darle gran publicidad.


Se evidencia la importancia dada al hecho pues el marques de Coupigny llamó a San Martín a su lado como ayudante de campo. El destino del futuro Libertador quedó unido a la suerte de este jefe hasta el último día de su carrera bajo el pabellón español. El 27 de junio el ejercito de Castaños inicio la marcha en dirección a Córdoba por la margen izquierda del Guadalquivir. 

En Porcuna se le unió el Ejercito de Granada, estableciéndose una nueva organización: la vanguardia de Coupigny quedó convertida en segunda división; la primera fue puesta bajo el mando del Mariscal Teodoro Reding, la tercera del mariscal Jones y la cuarta o reserva, con la dirección del general de La Pena. Mourgeon, con su división de montaña, el alcalde de Granada con una partida de irregulares y el conde de Valdecaria - conocedor de la región- debían cuidar los flancos.

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