viernes, 27 de noviembre de 2015

El paisajista de Buenos Aires - Parte 2

Y sin embargo, aun cuando su presencia sigue siendo constante, recién ahora la ciudad que ayudó a imaginar y concretar le rendirá un homenaje. Claro que la ocasión será, como su propio ímpetu jardineril, monumental: mil metros cuadrados del Centro Cultural Recoleta le serán dedicados desde el atardecer del miércoles 4 (y hasta el 6 de diciembre), cuando se inaugure “Carlos Thays, un jardinero francés en Buenos Aires”.

El paisaje cotidiano

Para quien la habita, una ciudad bien puede ser una sucesión de espacios en los cuales se desarrolla su vida: en una calle quizás haya transcurrido su infancia, en un parque tal vez se reuniera en las primaveras con sus amigos, en una plaza puede haber descubierto horizontes insospechados, y así cada rincón. Pero quien la recorre y la tiene por mundo inmediato y propio nunca diría que esos lugares, esos ámbitos públicos que con el tiempo se transforman tanto como las personas, no tienen identidad. “Históricamente, se calcula que una generación son 30 años. 

Eso quiere decir que desde que Thays puso manos a la obra aquí hubo por lo menos cuatro o cinco generaciones. Hubo, de habitantes de la ciudad, aproximadamente, 10 o 15 millones que se fueron sucediendo en el tiempo. Buenos Aires tuvo una población más o menos estable de tres millones de habitantes promedio en estos 120 años: son personas que vivieron su vida signada por Thays y tal vez no lo saben, como posiblemente no lo sepan tampoco los habitantes de ciertos lugares del interior”, indica Sonia Berjman, doctora en Historia del Arte, especialista en historia urbana porteña y curadora (aunque lo más correcto, y aun así mezquino, sería decir alma mater) de la inminente exposición homenaje que llega, además de al comienzo del mes del jacarandá, cuando se cumplen tres aniversarios: 160 años del nacimiento de Thays, 120 de su radicación en Argentina y 75 de su muerte.

Todos esos números son la clave para leer la historia de un hombre que nació y se formó en Francia (aunque Berjman, en sus indagaciones por archivos, no dio con una sola institución que recuerde, en sus registros, haberlo tenido como alumno), se convirtió en mano derecha de Edouard André (el gran paisajista francés de fines del XIX), y no tuvo más remedio que venir en su lugar cuando, llegando 1888, Miguel Crisol quiso contratar a un jardinero refinado para inventar una urbanización elegante en Córdoba. Así llegó Thays a la Argentina (tras dejar una París que recién estrenaba la Torre Eiffel), sin contar con que un par de años después la crisis del ’90 desbarataría los planes y truncaría el proyecto. 

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