viernes, 27 de noviembre de 2015

Huergo, Luis A. – Parte 8


Luis Huergo falleció en 1913. Ya existen en el país un pueblo y numerosas calles que llevan su nombre. En la Ciudad de Buenos Aires, aparte de la obra perdurable que realizó, próxima a las actividades del puerto que defendió y proyectó, la Avenida Ingeniero Luis A. Huergo lo evoca con incesante colorido.

Frente a la boca del Riachuelo, en la prolongación del canal que le debemos, en la propia ribera, se levanta el monumento con que la posteridad ha querido darnos indeleble memoria de sus virtudes ciudadanas, de su capacidad técnica, de su espíritu emprendedor y austero.

Otra esfinge bronceña lo recuerda en la Facultad de Ingeniería en la que actuó casi medio siglo y una Escuela Técnica oficial lleva su nombre.

La foja universitaria de Huergo fue proficua y extensa en la alta docencia. Recibido de ingeniero civil en 1870 con el diploma número uno en Buenos Aires, ya en 1874 se le designaba académico en la academia fundada el 31 de marzo al crearse la Facultad de Matemáticas. Alto posición que conserva hasta la federalización de 1880.

Nueve eran los académicos que designó para esa facultad el gobierno federal de Buenos Aires.
Refundidas el 7 de febrero 1881, la facultad nombrada con la de Ciencias Fisiconaturales para crear la Facultad de Ciencias Físicomatemáticas, poco pasó fuera de la Academia, pues el 2 de abril de 1886 se incorporaba el elevado cuerpo de la nueva facultad, entrando el 3 de febrero de 1890 a la Academia de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la que se mantuvo hasta su fallecimiento, el 4 de noviembre de 1913.

Recordemos aquí las palabras que le dedicó el sabio Ángel Gallardo, en el acto de entregarse los restos de Huergo al sepulcro: “Huergo ha sido el primer ingeniero argentino no sólo en el orden cronológico sino también por sus virtudes y su laborar profesional. Sus colegas lo amábamos como a un padre, recurriendo a su consejo y experiencia en todas las cuestiones difíciles, en las que no escatimaba su opinión franca y sincera expuesta con su voz grave y reposada, con el valor de sus convicciones y sin anteponer jamás al bien general los intereses particulares ni propios ni ajenos”.
Como académico de la Facultad de Ciencias de Buenos Aires, intervino en su gobierno desde 1874 a 1906. El 29 de agosto de este último año, las academias dejaron el gobierno de la Facultad que pasó a los consejos directivos.


Pero más honda fue la intervención en dos períodos: el de 1891 a 1895, y el de 1899 a 1902, en los que fue decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, cuando se transformó la anterior Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas.

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