martes, 15 de septiembre de 2015

El Derecho al Ocio y a la Expropiación Individual – Parte 2


Pero donde se agranda nuestro sufrimiento hasta adquirir caracteres trágicos, es al desentrañar la vergonzosa comedia de la falsa piedad que se desarrolla a nuestro derredor, mordiéndonos de rabia por nuestra impotencia y también por sentirnos un poco viles -vileza que es a veces justificada, pero que casi siempre no tiene justificación alguna frente a esta inicua y cínica hipocresía que nos hace pasar a nosotros, trabajadores, como los beneficiados, cuando somos los benefactores; que nos coloca en situación de mendigos a quienes se quita el hambre por misericordia, mientras, que en realidad somos nosotros los que damos de comer a todos los parásitos y les procuramos el bienestar de que gozan: que consumimos nuestras vidas entre los horrores de las privaciones, para saturar de goces las de ellos, para permitir sus expansiones, sus placeres, -su ocio,- teniendo conciencia del despojo a que se nos somete. 

Quiere prohibirsenos hasta el poder sonreír ante las maravillas de la naturaleza, porque se nos considera como instrumentos, nada más que como instrumentos para embellecer su vida parasitaria. Nos damos cuenta de toda la insensatez de nuestros afanes; sentimos lo trágico, mejor dicho lo ridículo de nuestra situación: imprecamos, maldecimos, nos sabemos locos y nos sentimos viles, pero todavía continuamos bajo la influencia (como cualquier mortal) del ambiente que nos circunda, que nos envuelve en una malla de frívolos deseos, de mezquinas ambiciones de “pobres cristos” que creen mejorar un poco sus condiciones materiales, intentando arrancar de entre los dientes de los lobos -de los que poseen y defienden la riqueza- una migaja de pan que no se consigue más que al elevado precio de nuestra carne y de nuestra sangre dejadas en los engranajes del mecanismo social. Y, a pesar nuestro, por necesidad o sugestión colectiva, nos dejamos arrastrar por el torbellino de la locura común.


Y rotas, en nosotros, las fuerzas que nos mantienen íntegros en nuestra conciencia que ve claro en las cosas y sabe que no lograremos nunca por este camino destrozar las cadenas que nos mantienen esclavos, porque no se destruye la autoridad colaborando con ella, ni se disminuye el poder ofensivo del capital ayudando a acumularlo con nuestro trabajo, con nuestra producción; rotas estas resistencias, decía, comenzamos a acelerar el paso y bien pronto veloz carrera, loca carrera sin sentido ni fin, que no nos conduce más que a soluciones transitorias, siempre vanas e inútiles.¿Qué decir? ¿Avidos de ganancia? ¿Sugestión del ambiente? ¿Insensatez? De todo un poco, aunque bien sabemos que con nuestro trabajo, bajo las condiciones del sistema capitalista, no resolveremos ningún problema esencial de nuestras vidas, salvo raros casos particulares y condiciones especiales.

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