sábado, 23 de julio de 2011

Batalla de la Ciudadela – parte 1


El 10 de mayo de 1831, un certero tiro de bolas del soldado Ceballos, de las tropas santafecinas de Estanislao López, convierte en prisionero al general Paz. Los chasques cruzan las pampas con la rapidez del rayo llevando tan extraordinaria noticia. La táctica militar ha caído vencida por la habilidad gaucha. Rosas se impone de tan fausta nueva en Pavón, mientras vigila el adiestramiento de sus tropas; Facundo se entera en Mendoza. Los emigrados de Montevideo reciben la noticia con estupor; pero si bien se desalientan al principio, pronto se reaniman; les sobran generales valientes, pero no tenían uno solo con cabeza, que era lo que en grado eminente tenía Paz. Los hechos posteriores lo probarían.

Quiroga no se alegra de la prisión de Paz: lo priva del gusto del desquite de Tablada, ya que Oncativo no fue batalla, sino sorpresa con mucho de traición. Con todo, hay que terminar con el ejército unitario que está todavía con las armas en las manos en las provincias del norte. Comunica a Rosas y a López su decisión de ir a buscar a Lamadrid que has sucedido en el mando a Paz.
El jefe unitario ha instalado sus cuarteles en Tucumán, y allá va el general Quiroga, que ha pacificado las provincias de Cuyo, Salta y Catamarca.

No lleva ahora la pequeña División con que salió para la campaña de Cuyo, sino un ejército de las tres armas con regimientos bien disciplinados como el de Auxiliares, Defensores de la Libertad y Los Andes.
Lleva buena artillería, numerosa infantería y jefes prestigiosos como su primo don Pantaleón Argañaraz, don Faustino Beatriz Soria, don Manuel del Castillo, don Nazario Benavidez y don Martín Yanzón, además del coronel Ruiz Huidobro y el comandante don Prudencio Torres.

El general Lamadrid, en cambio, víctima de su carácter alocado y arbitrario sufre la deserción de sus mejores jefes, como Deheza, que aspiraba al mando supremo del ejército, de Pedernera y de su gran enemigo el ex gobernador don Javier López que defecciona en el primer combate. Tan alocado es Lamadrid que ha escrito a Facundo, el 21 de marzo de 1831 –estando a las órdenes de Paz- proponiéndole aliarse contra Estanislao López. Además, no puede entenderse con el general don Rudecindo Alvarado, verdadero jefe legal de las fuerzas unitarias.
Y así, mientras el ejército de Lamadrid se disloca, Facundo avanza sobre Tucumán a marchas forzadas. Pero Alvarado y Lamadrid, cada cual por su lado, sin orden ni concierto, procuran evitar la lucha, apelando al recurso de escribir cartas proponiendo treguas y hasta la paz.

Inclinado siempre a la conciliación, el general Quiroga detiene su marcha. Las negociaciones se entablan seriamente con el general Alvarado, y en principio tienen éxito. Facundo envía al campamento del jefe unitario de los Barrialitos a su agente Latorre. Y así se firma. El 19 de setiembre de 1831, un armisticio por 15 días.

Ya la concordia tan anhelada parece un hecho. Facundo escribe sobre tan feliz suceso a Estanislao López y a Rosas, congratulándose de lo que él califica de triunfo. Pero cuando más entusiasmado está Facundo con el acontecimiento, llega hasta él un chasque de La Rioja anunciándole que el general Acha –el que con el comandante Escribano el año 1828 entregaron a Lavalle el coronel Dorrego- había invadido aquella provincia en son de guerra. Quiroga, Ibarra y López protestan ante Alvarado, quien ignora, en realidad lo que ocurre. Pocos días después, Quiroga recibe otro chasque anunciándole que Acha ha tomado prisionero al capitán Juan de Dios Melián, ayudante de Facundo, y lo ha fusilado sin forma alguna de proceso. Luego se completa la información, con Melián han sido fusilados los ocho soldados que lo acompañaban.

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