miércoles, 27 de julio de 2011

EVA PERON – parte 2


Para el historiador Félix Luna, 1950 (Año del Libertador General San Martín) representó para Eva honores, reconocimientos, el de mayor poder y el último de buena salud. Desarrollaba una intensa labor desde la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. En 1951 se realiza el Cabildo Abierto donde se intenta proclamar la formula Perón-Perón promovida por la Confederación General del Trabajo. El palco oficial, con dos grandes retratos de Perón y Evita y la sigla de la CGT, se levantó la intersección de la Avenida 9 de julio y la calle Moreno.
Fue una de las mayores concentraciones de la historia argentina. Dos millones de voces le piden a Eva que acepte la candidatura a la vice-presidencia; candidatura fuertemente resistida por varios sectores del poder. Evita procura declinarla expresando que "no renuncio a mi puesto de lucha: renuncio a los honores". Sin embargo, la negativa fue oficialmente anunciada el 31 de agosto en un discurso transmitido por radio y esa fecha fue fijada anualmente como "Día del Renunciamiento".

La enfermedad comienza a mostrar sus signos y está indudablemente presente en las palabras y las acciones del discurso del acto del 17 de octubre de 1951 que parece una despedida. Su última aparición pública fue el 4 de junio de 1952, día en que Perón juraba por segunda vez como presidente de la Nación. Le fabricaron un corsé de yeso y alambre para que pudiera mantenerse erguida -que cubrieron con su tapado de visón- y le aumentaron las dosis de morfina. De esta manera soportó de pie en un cadillac descubierto, el trayecto entre el Congreso y la residencia presidencial saludando con su brazo en alto a las miles de personas que se agolparon en la Avda. de Mayo para verla pasar.

Su muerte

La voz oficial anunció por la radio que a las 20.25 hs. del 26 de julio de 1952, Eva Perón pasó a la inmortalidad y agrega Félix Luna (1985) describe a los días que siguieron " como si una gran tiniebla descendiera en todos lados". Llovizna incesante sobre calles vacías, vidrieras a oscuras, los faroles de las calles cubiertos con crespones negros, no funcionaban los transportes. Se decretó duelo nacional por un mes y la obligación de mostrar señales de duelo. Cerraron los cines, los teatros y todos los espectáculos, las radios transmitían exclusivamente música fúnebre y los diarios orlaban su primera página con franjas negras.

Fue velada durante 12 días bajo la Cúpula de la Secretaría de Trabajo. La acostaron en un féretro con tapa de vidrio y la cubrieron con un sudario blanco y una bandera argentina. Afuera la lluvia no se detenía y aquellos que querían despedirse esperaban diez horas, helados, empapados y hambrientos haciendo una larga cola que atravesaba cuadras y cuadras del centro de Buenos Aires. Medio millón de personas besó la tapa de cristal. Hubo escenas de dolor frente al ataúd, gente arrancada por la fuerza, gente atendida por las enfermeras de la Fundación.

El 9 de agosto colocaron el féretro sobre una cureña tirada por 35 representantes sindicales en mangas de camisa, la transportaron primero al Congreso, donde fue exhibida durante dos días y luego a la CGT que sería su morada provisoria mientras se construyera el monumento.
Durante el trayecto una nube de flores eran arrojadas desde balcones: un millón y medio de rosas amarillas, alhelíes de los Andes, claveles blancos, orquídeas del Amazonas y crisantemos enviados por el emperador de Japón en aviones de guerra (Martínez 1996).


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