La disciplina militar, en general, no fue tan rigurosa dado
el concepto de libertad tan arraigado que tenían.
Todos aquellos no comprendidos en la categoría de gente de
pelea, formaban la “chusma”, término reconocido y mencionado en los partes
militares de los comandantes del ejército.
El cacique general era elegido vitaliciamente; por lo tanto,
poseía influencia como para asegurar a su hijo, la sucesión en el cargo, así,
al convertirlo en hereditario, se organizaron verdaderas dinastías como la de
los Zorros, y la de los Piedras.
Recordamos, por otra parte, que en la época del
gobierno de Calfucurá (Cullvu: azul y curá: piedra ), se consideraba
a la monarquía revestida de un carácter divino: “... a él lo había echado Dios
al mundo como principal de los caciques de su nación...", pero su
autoridad se sentaba en principios democráticos: "...en la voluntad de
aquellas indiadas que eligiéndolo su jefe estaban hasta su muerte...”
Producida la muerte de Calfucurá en 1872, el trono le
correspondía al hijo mayor de este: José Mlllaqueu-Curá, pero una Asamblea
o Parlamento general, reunido en Chillhué se Opuso. Se reunieron
doscientos veinticuatro caciques representantes de todos los grupos pampas, y
decidieron que el mayor no reunía las condiciones suficientes de “ firmeza de
carácter, inteligencia, arrojo ". Después de ocho días de acaloradas
discusiones, votaron por otro hermano, Manuel Namuncurá, que
gobernaría junto a dos hermanos más, Integrando un Triunvirato" (16). Esto
demuestra que las necesidades políticas les autorizaba anular la sucesión
natural e imponer la voluntad a través del Parlamento que en cierta forma
fiscalizaba el poder central.
Como jefe militar, el cacique, planeaba el movimiento de la
tribu: en una reunión determinaba el objetivo hacia donde se dirigiría el
malón, en la noche de luna llena y luego, antes del ataque, escondían sus armas
en los cañaverales y pastizales cercanos, para no ser vistos por los posibles
pobladores. En la última etapa realizaban ataques sorpresivos, previa
exploración del sitio por los indios “bomberos”, que controlaban la actividad
de sus enemigos.
Al retirarse el malón “ los grupos marchaban cantando” gozosos
los unos , negligentemente dormidos los otros sobre los caballos, llevando la
lanza a la rastra, atada a la muñeca por un tiento de potro fijo en el regatón:
"...a la derecha y a la izquierda iban los arreos: caballos, yeguas,
mujeres prisioneras, perros...” (17).
La habilidad del indígena para explorar, aproximarse o
retirarse, sin ser visto, ocupando árboles, colinas como mangrullos o
clocándose dentro de los pastizales, así como el total dominio que tenía del
terreno, utilizando los caminos más cortos y seguros, evitando guadales o
lugares de difícil tránsito, indican su audacia, ejemplifica en miles de
oportunidades por los viajeros o militares que penetraron en su habitat.
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