viernes, 15 de junio de 2018

Mansilla, inimitable y único - Parte 4

En el diario "Sud América", empezó a publicar una columna llamada "Entre nos. Causeries de los jueves". Era una mezcla de anécdotas, retratos y reflexiones que mostraba tanto su sentido del humor como sus gustos de literato y su profundo conocimiento de la vida. Las "causeries" serían compiladas luego en varios tomos. 

Alguna vez se confesó. "Rasgo principal de mi carácter: preguntarlo a alguna mujer que me conozca bien. Cualidad que prefiero en el hombre: la reserva. Cualidad que prefiero en la mujer: la discreción. Ocupación que prefiero: las armas. Lo que más detesto: la mentira. Flor que prefiero: la rosa. Animal que prefiero: el caballo. Mis prosistas favoritos: Montesquieu, Bossuet, Cervantes y Goethe. Mis poetas favoritos: Shakespeare, Moliere y Cátulo. Mis políticos preferidos: los que no mienten. Cómo quisiera morir: repentinamente". 

Letras y diplomacia 

En sus viajes a Europa, llegó a hablar siete idiomas y trató a literatos como Maurice Barrés (quien prologó uno de sus libros), Edmond Rostand, Robert de Montesquiou y Marcel Proust, por ejemplo. El presidente Julio Argentino Roca lo nombró ministro plenipotenciario en Alemania, Austria, Hungría y Rusia, cargos que llenó con gracia y buen humor hasta 1902. 

En medio de sus innumerables viajes, seguía produciendo literatura de gran calidad y poderoso interés. Por ejemplo "Rozas. Ensayo histórico psicológico", "En vísperas", "Mis memorias", "Un país sin ciudadanos", aparte de sus colaboraciones en "El Diario", con el título de "Páginas breves". 

Entristecido por los achaques de la edad y con la vista debilitada, murió en París hace un siglo, dos meses antes de cumplir los ochenta y dos años. Mujeriego y galanteador, se casó dos veces. Una con su prima hermana Catalina Ortiz de Rosas, con la que tuvo cuatro hijos, todos fallecidos antes que él. La segunda nupcia fue con Mónica Torromé, una viuda con edad suficiente como para ser su hija. 

Criollo y parisiense 

Le gustaba autorretratarse. Escribió, por ejemplo, que "no habiendo podido dominarme, di rienda suelta a mi lengua y, como era natural, contraje el mal hábito de pensar sin reserva. Esto me proporcionó muchos goces e igual número de enemigos". En cuanto a su vida, la llamó "un pobre melodrama con aires de gran espectáculo, en el que he hecho alternativamente el papel de héroe, de enamorado y de padre noble, pero jamás el de criado". 

Paul Groussac, tan reacio al elogio, no pudo menos que brindárselo en "La Biblioteca". Lo llamó "excursionista del planeta y de las ideas", capaz de "derramar sus experiencias en monólogos chispeantes y profundos, o en páginas sueltas casi tan sabrosas como sus pláticas". 

Había "compuesto su vida como un poema romántico". Y "¿cómo no admirar al que logró amalgamar en su persona al parisiense y al criollo, al gentilhombre y al comandante de frontera, al duelista y al 'causeur' de salón, al escritor moralista y al feminista profesional, al descubridor de minas y al cateador de ideas, al autor de dramas y al actor de tragedias?".





No hay comentarios.:

Publicar un comentario