Cuando se produjo la Revolución Libertadora que derrocó al
presidente democrático Juan Domingo Perón, en 1955, en el seno de las fuerzas
terrestres militares, específicamente en el Ejército Argentino, surgieron
discrepancias acerca de la participación futura del peronismo en la vida
política del país.
Aunque las dos facciones eran antiperonistas, sus ideologías
eran diferentes. Los “Colorados” (en lenguaje militar este color identifica a
los rebeldes o a los enemigos) con ideas más radicales, consideraban que se
debía proscribir al peronismo, al que asociaban al comunismo, en una época
donde la Guerra Fría había dividido el mundo en dos bloques, capitalistas y
comunistas, aunque el peronismo poco tenía que ver con la ideología comunista,
pero sí un ala del peronismo se acercaba a la izquierda por las conquistas
laborales y la defensa de los más humildes.
Los “Azules” (fuerzas leales) no descartaban la
participación del peronismo, a la que consideraban una ideología nacional y
cristiana, aunque demagógica, pero pretendían que su acceso al poder sea
limitado. El presidente Guido apoyado por los azules propiciaba un peronismo
pero sin Perón.
A la lucha ideológica le siguió el enfrentamiento armado que
se produjo cuando luego de derrocado Frondizi, que había pactado con el
peronismo, en 1962. El líder del grupo de los azules, con centro en campo de
Mayo, Juan Carlos Onganía, decidió bombardear a los Colorados reunidos en san
Antonio de Padua, al no acatar Onganía los relevos propuestos en el seno del
Ejército.
Se produjeron enfrentamientos que duraron medio año, hasta que los
Colorados o “gorilas” iniciaron un ataque el 18 de septiembre de 1962, que duró
tres días en Punta Indio y en el Regimiento de Magdalena con el objetivo de
derrocar al presidente Guido, que había sido vicepresidente del Senado cuando
Frondizi fue derrocado. El levantamiento fue reprimido, dejando como saldo
veinticuatro muertos y ochenta y siete heridos. Como consecuencia de ello, José
María Guido, presidente no militar al mando del gobierno de facto, nombró a
Juan Carlos Onganía, que tenía el cargo de General de Brigada, como Comandante
en Jefe del Ejército. Onganía ocuparía la presidencia de la nación en 1966 tras
el derrocamiento de Illia.
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