Mi romance con el tango comenzó cuando tenía 14 años;
viajaba en un tranvía que iba por la avenida Corrientes desde el bajo hasta
Chacarita. Al pasar por el Café Vicente que estaba enfrente del Germinal, vi un
cartel solicitando pianista que tocara música internacional, que leyera a
primera vista y que supiera transportar. Bajé, el patrón me tomó una prueba y
me aceptó a tres pesos con cincuenta por día.
«Fue en 1936. Aún estaba fresco el recuerdo de la muerte de Carlos Gardel,
yo casi no sabía quién era. Una vez mi padre escuchó un disco en un negocio y
me dijo quien era. Las historias sobre Gardel me emocionaban y me propuse
conocer lo que había hecho, sobre todo los tangos que firmó junto a Alfredo Le
Pera. Esa fue realmente mi iniciación. Porque en aquel café no toqué
ningún tango.
«Casi enseguida entré a estudiar en la PAADI (Primera Academia Argentina de
Interpretación), que estaba en Callao 420 y su director era Luis
Rubistein. Allí iban a vocalizar las principales figuras de la
época. Rubistein era buen poeta pero tocaba el piano de oído como Enrique
Discépolo, como Rodolfo
Sciammarella, a quien al poco tiempo le comencé a pasar las notas al
pentagrama.
«Uno de sus grandes éxitos, el vals “Salud, dinero y amor”, que se lo escribí
yo, primitivamente era una zamba. Yo veía que las canciones suyas tenían
repercusión y entonces le pedí a Rubistein que escribiera una letra, yo puse la
música y así nació “Gitana”, de neto corte español que yo nunca toqué, pero que
llegó a grabarla ese fenómeno que fue Tito Schipa.
Aquí tuvo éxito por el dúo Gómez-Vila.
«En ese momento estaba de moda la música paraguaya, la había popularizado Samuel Aguayo.
“India” se escuchaba en todos lados. Yo puedo componer una canción así, dije.
Hice “Flor de hastío”, y le perdí el rastro. Años después fui a Asunción y allí
era un éxito notable pero desconocían al autor.
«Rubistein muy pronto me hizo profesor de PAADI. Allí conocí a Myrna, la que
luego fue mi esposa. Ella estudiaba con el profesor Samuel Averbuj. Enseguida
hizo dúo con su hermana y cuando me agregué yo con el piano se convirtió en el
Trío Mores. Así tomé el apellido de ellas. El trío se disolvió cuando entré en
la orquesta de Francisco
Canaro.
«Para estar cerca de ella alquilé un cuartito en Villa del Parque, en la calle
Terrada al 2400. Lo pintaba con cal coloreada con el azul para lavar la ropa,
un blanqueador. Así nació el título: “Cuartito azul”.
Fue un éxito por la música y por la letra de Mario
Battistella.
«Yo siempre primero hice la música, luego el autor que fuera debía ponerle los
versos. La excepción fue Enrique
Cadícamo, él me daba los versos y después trabajaba yo. Con
Discépolo alguna vez fue al unísono. Me sentaba al piano, esperaba la
inspiración y tocaba unas notas, Discépolo enseguida me decía una frase que
caía justa.
«A Canaro lo conocí a través de Sciammarella de quien me había hecho muy amigo,
él me presentó a Ivo Pelay que
fue el guionista de sus obras de teatro y autor de las letras de muchos tangos.
Me ofreció entrar a la orquesta, estaba impresionado por el éxito de “Cuartito azul”
cantado por Ignacio
Corsini y porRicardo Ruiz con Osvaldo
Fresedo. Incorporó el tema a un sainete musical
suyo, Pantalones cortos que no anduvo, bajó muy rápido.
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