martes, 23 de agosto de 2011

Tangos de los años oscuros - parte 1

Resulta imposible comprender el esplendor del tango en el mundo sin entender los motivos de su previa declinación. Como en las buenas novelas policiales, aunque sobren los sospechosos resulta difícil identificar un culpable.


En las mesas de los bailongos, los milongueros no acaban de ponerse de acuerdo; en la nutrida bibliografía sobre el tema, los historiadores tampoco. Resulta imposible comprender la actualidad del tango, su resurgimiento y aceptación mundial, sin entender los motivos de su previa declinación.
Elementos demográficos, políticos, culturales, económicos y aún tecnológicos se conjugaron en una compleja trama que, entre finales de los 50 y comienzos de los 90, llevó al tango al borde mismo de la desaparición. Una rápida revista de las razones de aquel proceso no podría omitir los movimientos migratorios, el estado de sitio, el desembarco del rock & roll y el ocaso de una camada inigualable de artistas: como en las buenas novelas policiales, aunque sobren los sospechosos resulta difícil identificar un culpable.

En la década del 40 el tango conoció su esplendor. La música, las letras y el baile coronaron en aquellos años un desarrollo de décadas y dieron un salto evolutivo notable.
El tango ganó profundidad sin perder aceptación, adquirió complejidad sin volverse elitista y se hizo elegante sin resignar el barro. La consolidación de figuras como Troilo, Cadícamo, Pugliese, Manzi, Láurenz, De Caro y Expósito –con perdón de las numerosas e injustas omisiones– hablan de una extraña y virtuosa fusión de tradición, vanguardia y popularidad. Fue también en aquellos tiempos cuando el baile que conocemos hoy en día terminó de definirse en términos coreográficos, estéticos y técnicos. Desde entonces y para siempre la matriz del tango quedó asociada a aquellos años.

Entre los cambios que provocó el peronismo en la estructura social del país uno de los más trascendentes fue el importante flujo migratorio que tuvo origen en las provincias del norte y el litoral y destino en la ciudad de Buenos Aires y alrededores. Paradójicamente, mientras el tango vivía el período más creativo de su historia y se afirmaba como el testimonio vivo de la ciudad, el basamento social que lo originaba se alteraba sustancialmente.
Aquellos que arribaron a la Capital Federal se acomodaron trabajosamente en los estratos más bajos de la coqueta metrópoli y encontraron allí grandes dificultades para establecer vínculos culturales con los porteños de origen.
Estigmatizados con el mote de cabecitas negras, se recostaron sobre sus propias identidades y como consecuencia de ello sus hábitos comenzaron a disputarle al tango algunos de sus altos honores: siguió siendo el género musical distintivo de Buenos Aires aunque dejó de ser el único que convocaba multitudes, siguió siendo una expresión eminentemente popular aunque ya no la manifestación exclusiva de las clases bajas. Rancheras en las pensiones, chamamé en las veredas; lentamente comenzó a generarse lo que años más tarde sería un verdadero boom folklórico con los Chalchaleros y Los Fronterizos como figuras destacadas.

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