martes, 27 de mayo de 2014

¿Qué pasó con los negros?



Para una sociedad, como la argentina, que se considera a sí misma “amplia” y “para nada racista”, basta una palabra para poner en claro los límites de esa noción: negro.
El uso peyorativo del término, que viene de la colonia y continúa en las clases “medias” y “altas”, es una prueba más que suficiente. Pero, además, el tratamiento histórico de la población de origen africano y sus descendientes (a pesar de lo mucho que se ha investigado y publicado en las últimas décadas) sigue mostrando una de las formas del racismo: la negación o desvalorización de su presencia y del papel que jugaba en la sociedad, el ocultamiento de la explotación, la negación de la dignidad más elemental a la que se veía sometida, y desde ya, el esconder bajo la alfombra los datos sobre las riquezas que se acumularon a costa de la esclavitud de los seres humanos de origen africano. Se trata de hacer desaparecer toda una historia, silenciarla, volverla invisible o, como dice el arqueólogo urbano Daniel Shávelzon, “transparente”. 1

Ya el primer paso en este ninguneo histórico se dio durante los orígenes mismos del tráfico de esclavos, cuando para someterlos se les negó toda particularidad humana que no fuese el color de piel. Así como los conquistadores convirtieron en indios a los pueblos originarios de América, la gran diversidad nacional, idiomática, cultural y política de los habitantes del África subsahariana fue suprimida de un plumazo para convertirlos en negros, “infieles” a los que las bulas papales autorizaban a esclavizar y emplear a modo de “animales de trabajo”. Una pregunta recurrente es cómo, de una sociedad que a comienzos del siglo XIX tenía entre el 30 y casi el 60 por ciento de población descendiente de africanos, según las regiones, pasamos a fines de ese mismo siglo e inicios del siguiente a la “desaparición de los negros”, que ya por entonces señalaban tanto quienes se alegraban de ella como quienes la lamentaban. Se estima que a comienzos del siglo XX, apenas entre el 2 y el 3 por ciento de la población argentina reconocía su ascendencia africana.

Tradicionalmente se dan como principales causas su exterminio, como “carne de cañón”, en las guerras de la Independencia, las civiles que vinieron luego y, en particular, la del Paraguay (1865-1871), a lo que se sumaron las epidemias de cólera (1861) y de fiebre amarilla (1871) que provocaron gran mortandad entre los más pobres, incluidos los afroargentinos.

Aunque ambas causas tuvieron un papel importante, hay otras de las que suele hablarse bastante menos y que ocultan la herencia racista de la Argentina. En esa sociedad donde, supuestamente, “los esclavos eran bien tratados por sus amos”, hay dos datos que llaman poderosamente la atención de los investigadores: la baja tasa de natalidad entre la población de origen africano, tanto esclava como liberta, y su altísima tasa de mortalidad, no solo como producto de guerras o brotes epidémicos, sino en situaciones “normales”. 2 
Referencias: 
1 Daniel Shávelzon, Buenos Aires negra. Arqueología de una ciudad silenciada, Buenos Aires, Emecé, 2003.
2 Véanse, por ejemplo, los artículos de Marta Goldberg, “Mujer negra rioplatense”, en Lidia Knecher y Marta Panaia, La mitad del país. La mujer en la sociedad argentina, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1994, y en coautoría con Silvia C. Mallo, “La población africana en Buenos Aires y su campaña. Formas de vida y subsistencia. 1750-1850”, Temas de Asia y de África, vol. 2, Buenos Aires, 1994.

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