Propuesto
como candidato a la presidencia de la Nación a iniciativa del coronel Lucio V.
Mansilla, Domingo Faustino Sarmiento resultó electo en las elecciones
nacionales de agosto de 1868, asumiendo el cargo el 12 de octubre del mismo
año. Su presidencia integra el período al que la historiografía argentina suele
denominar como etapa de las “presidencias históricas o fundacionales”, tras la
presidencia de Mitre (1862/68) y antes de la de Avellaneda (1874/80).
Sarmiento encontró en el mitrismo a un férreo opositor a su gestión. ¿Por
qué? Para el historiador Norberto Galasso el proyecto de Mitre
siempre fue porteño y probritánico: lo demuestran los ferrocarriles extendidos
en abanico hacia el puerto, los Bancos ingleses en Buenos Aires, el darle la
espalda a Latinoamérica, liquidar la resistencia de los caudillos federales del
Interior. En esa época, Sarmiento colaboró con el mitrismo.
Sin embargo,
llegado a la presidencia, desarrollará una política que, mas allá de las
limitaciones y los errores, intenta favorecer al Interior cumpliendo su lema “provinciano
en Buenos Aires, porteño en las provincias”, contrapropuesta a los intereses de
la emergente oligarquía mitrista.
Otra
disidencia con el mitrismo reside en el interés de Sarmiento por impulsar la
minería, actividad que no encaja en la división internacional del trabajo que
la oligarquía ha pactado con el Imperio Británico. Sin embargo, el sanjuanino
practica una política libreimportadora que invalida su intento de desarrollar a
las provincias del interior. Por el contrario, su preocupación por desarrollar
ferrocarriles en las zonas que no interesan a las empresas inglesas (por
ejemplo, el trasandino y la línea ferroviaria Córdoba – Tucumán) son
expresiones de política nacional integradora.
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