Don Manuel Belgrano, abogado y general libertador de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, como el mismo lo expresa en su
testamento, murió soltero a la edad de 50 años.
Su descendencia, fueron dos niños. Un varón concebido con
María Josefa Ezcurra, (la descendencia porteña),que por ser esta mujer casada
con otro señor que aún vivía al momento de esta concepción y posterior
nacimiento, - concebido en Tucumán después de la Batalla del 24 de Septiembre
de 1812, de modo que el niño pudo haber sido bautizado en propiedad como Víctor
y nacido en Buenos Aires en julio de 1813 -, para evitar que la madre fuera
condenada por adulterio y el niño llevase el sambenito de adúltero, entonces se
simuló que este fue expósito adoptado por el matrimonio de Encarnación Ezcurra
con Juan Manuel de Rosas. Luego, en su mayoría de edad, Pedro Pablo, que así
fue bautizado, fue informado por el propio Rosas acerca de quien fuera su padre
biológico.
La otra descendencia fue una niña, Manuela Mónica Rivas, concebida
en los primeros días de agosto de 1818 en apasionado amor del soldado bajo el
cielo del Campo de la Victoria, hoy Plaza Belgrano, con la tucumana Dolores
Helguero.
Lo original de esta historia, es que los descendientes de
Belgrano por vía masculina, es decir de Pedro, no llevan como primer apellido
el Belgrano, sino Rosas, en razón de la adpoción según lo explicamos, en tanto,
la descendencia por vía femenina, lleva el apellido Belgrano, a pesar de haber sido
su hija bautizada con el apellido Rivas, correspondiente al del marido de
Dolores Helguero.
Como se sabe, al quedar Dolores embarazada de Manuel y este,
por razones militares tener que trasladarse junto a su ejército a Córdoba, los
padres de ella angustiados por el hecho que la niña se encontraba embarazada y
pronta a dar a luz, y aparentemente sin ninguna comunicación con Belgrano, ante
la gravedad de que se convirtiese en madre soltera en aquella sociedad
pueblerina y pacata, como era la del Tucumán de 1819, optaron por casarla con
un amigo de la familia, catamarqueño, de apellido Rivas. Es así que al nacer la
niña, fue bautizada como Manuela Mónica del Sagrado Corazón de Jesús Rivas. Es
verdaderamente elocuente el nombre, ya que la niña recibe el de su padre
biológico, cuyo nombre completo era Manuel José Joaquín del Sagrado Corazón de
Jesús.
Cuando Belgrano regresó a Tucumán, en septiembre de 1819, se
encontró con semejante situación. En los cuatro meses que estuvo en esta,
aprovechó para disfrutar momentos con su hija y además, para efectuar un
categórico reconocimiento de su paternidad cosa que se evidencia cuando él
escribe al Cabildo formal nota, solicitando que la cuadra de su propiedad donde
había construido su casa, sea puesta a nombre de su hijita.
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